Boabdil. El Príncipe del Día y de la Noche. Por José Antonio Santano para Diario de Almería



      SALÓN DE LECTURA ____________________Por José Antonio Santano


Boabdil
El Príncipe del Día y de la Noche

Cuántas veces, podríamos preguntarnos, en el decurso de la historia literaria en lengua castellana encontramos, desde las primeras líneas de una obra, el verdadero latir, la esencia misma de la literatura, la luz destellante del lenguaje literario, la fuerza de su desnudez y sucumbimos ante ella por sabernos asombrados y más vivos que nunca, como si una tremenda descarga, una explosión de los sentidos se apoderara de nosotros y en gozosa rendición nos dejáramos persuadir hasta la extenuación. Muy pocas, ¿tal vez cinco, una docena de veces? Pero es tan grande la punzada, su enorme placidez que, cuando así sucede, todo cambia de adentro hacia fuera, o viceversa. Es un momento mágico y único, presagio de lo que acontecerá en páginas sucesivas. Quién no recuerda algunos de esos comienzos gloriosos en los que casi aturdidos por la eclosión de la palabra escrita se presiente toda la eternidad en plenitud, como en la obra cumbre de la literatura española y universal, “Don Quijote de la Mancha”, cuando Cervantes escribe: «En un un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor»; de igual manera en otra obra imprescindible como La Regenta, Clarín escribe: «La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte.», o en esta otra del Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, “El Señor Presidente”: «...¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre!». Algo parecido ocurre con una novela, pura literatura del siglo XXI, merecidamente galardonada con el Premio Andalucía de la Crítica 2017, del escritor Antonio Enrique (Granada, 1953), que nos devuelve la esperanza y la luz deslumbradora de la obra maestra, como lo es, sin duda, “Boabdil. El Príncipe del Día y de la Noche”, que se incia de la siguiente guisa: «ZAS, ZAS, EL AZADÓN. Hiende la tierra húmeda. Un hombre es quien lo blande y otro quien le mira. Las acometidas van siendo más leves, porque acaban de dar en duro. Era medianoche cuando comenzaron. Éste es el último cadáver por desenterrar hoy». Así comienza esta novela que narra las vicisitudes de los últimos días de la vida de Boabdil como rey de Granada. Una narración sólida en su estructura, para la cual su autor ha tenido que realizar un gran trabajo de documentación, pero sobre todo de creatividad. Con la publicación de “Rey Tiniebla” Antonio Enrique demostró su ilimitada capacidad de creador, de narrador de raza, y así viene a confirmarlo ahora con esta su última novela “Boabdil. El príncipe del día y de la noche”. Si en la primera parte la voz narrativa corresponde al propio Boabdil, que recorre la historia de sus muertos, que no es otra que la historia de la dinastía nazarí, de los veinticuatro sultanes de la Alhambra, contada así por quien lo tuvo todo. 




La exhumación de los reyes se convierte en el hilo conductor de la narración y Boabdil será la voz que nos acerque a su conocimiento. Es el azadón en la tierra húmeda que se hiende para desenterrar el pasado, también su destino: «¿Y qué hacer con tantos muertos; me pregunta alguien; no sé, no los distingo con esta oscuridad. Habría que arrimar el farol a sus caras, y aun así no distinguiría a tantos muertos…Ponen las momias unas sobre otras haciendo pared, una hilera de varios hacia un lado, la siguiente atrevesada. Es un muro compacto; si los dejáramos ahí fermentarían sus huesos y fraguarían en cemento. Me llevo sólo los más ilustres. Los cristianos los profanarían, luego de saquearlos. Los demás mandaré los dispersen por cárcavas del monte, en las cercanías del palacia al-Hijar, Alijares. Estos muertos son míos. Y de Granada». La voz narrativa de la segunda será la del anciano Ibrahim Eleazar al-Sabbagh, quien nada tuvo: «Ni cristiano ni moro soy, como ni hombre ni mujer. Todo me lo quitaron, nada me han dejado. Por esto, sé. Y por saber, soy. Todo me lo quitaron menos el sello que cerraba mis labios. Este sello a mi boca me lo arrebato yo. Yo soy quien se lo quita ahora». Dos enfoques narrativos para una mismo hecho, una misma historia, que hacen de esta novela una obra singular, por cuanto amalgama erudición y emoción, la fuerza indiscutible del lenguaje y una asombrosa capacidad para crear belleza. Una obra magistral que conmoverá sin duda alguna al lector que se acerque a sus páginas. Antonio Enrique ha escrito tal vez la novela de sus sueños, la que habitó siempre en su corazón y en el de la Alhambra, donde un día ya lejano alcanzó la felicidad toda.



Título: Boabdil. El Príncipe del día y de la noche
Autor: Antonio Enrique


Edita: Dauro (Granada, 2016)

OSCÚRAME de INGRID VELENCIA, comentado por JOSÉ ANTONIO SANTANO

SALÓN DE LECTURA _________________________________ José Antonio Santano


OSCÚRAME

Cada año el reencuentro con la poesía iberoamericana está asegurado en la ciudad dorada, en la bella, sabia y lumínica Salamanca. En esta incomparable ciudad, poesía en sí misma, los versos nacen de cada piedra, se elevan hasta alcanzar las nubes, huele a lluvia en sus calles y los silencios fluyen por doquier hasta ensordecer al visitante. Dos libros de poemas nacieron consecuencia del fallo del III Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”: “La metáfora del corazón”, del jiennense afincado en Ávila José Pulido (reseñado en esta misma sección hace unos meses) y “Oscúrame”, de Ingrid Valencia (Ciudad de México, 1983), de tal manera que, madurez y juventud, quedaban ensambladas, unidas en la auténtica y eterna voz de la poesía. Ingrid Velencia sabe bien que a la luz se llega desde la oscuridad, que los silencios no son sino latidos del corazón y que la palabra es la única verdad capaz de transformar el mundo. “Oscúrame” es, por su frescura y modernidad, un libro que sitúa a la poesía latinoamericana actual en un lugar de excelencia. Su variada temática y registros son garantía suficiente para adentrarse en sus páginas y dejarse llevar por la corriente de sus sonidos, con su lenguaje preciso. La poeta bebe de la más culta tradición poética mejicana, pero también de una realidad que se le muestra en toda su pureza, y no caben medias tintas, tan dura como frágil, a la que tiene que enfrentarse cada día desde la soledad que la palabra abriga. Escribe certeramente la profesora de la Universidad de Salamanca y prologuista de este libro Carmen Ruiz Barrionuevo: «La palabra, por tanto, es el instrumento indispensable en la poesía de Ingrid Valencia, útil y sólida herramienta arraiga en la responsabilidad frente a la escritura constituyéndola como poeta de la palabra». Y así es, la palabra en su desnudez y su caleidoscópica forma, armonizadora, clara y precisa, rompedora y magnánima, intensa y lumínica, toda alma nacida de la oscuridad y los silencios. Ingrid Valencia nos habla desde la verdad –su verdad poemática- que resplandece en cada verso, allá en los orígenes: «Comienzo, sí, a mirarme, / a recordar la danza, el aleteo, / el frágil desequilibrio / de abrirse paso / por dentro de la piel, / incluso en la multitud / de aves que mueren / cada noche mientras respiro». La vida es el aliento que alimenta y fluye como agua cristalina de un manantial inagotable, que se adentra a lo más hondo del pensamiento y reclama su luz, toda la luz del mundo, como así Ingrid Valencia lo muestra en estos versos pertenecientes al poema Iztaccíhuatl: «Esta es la vida, una tarde / que se pliega y recorre / el temor, / la súplica / de volver, un día más, / a los callejones del asombro». Esa capacidad de sorprendernos aún por las más bellas y pequeñas cosas es intrínseca al universo poético de Valencia, la fuerza que mana de su palabra toma el vuelo hacia el espacio celeste y permanece en él la certeza de haber construido e interiorizado un don especial que devuelve la esperanza en la poesía, en este caso, que nos llega de la hermana latinoamericana como un fulgor inagotable. La poesía mexicana que nos ocupa en esta ocasión bien merece, de la mano de Ingrid Valencia, una parada, una reflexión profunda sobre forma y fondo, de tal manera que en su reflejo podamos atisbar otros mundos desconocidos, otras vidas que esperan desde antaño que volvamos a los orígenes para conocer mejor nuestro futuro destino: «Los ecos se mezclan / con las voces, con la piedra / derrumbada. // Ya en el polvo, / las luces se abren / y me abandono al origen». Sin duda alguna “Oscúrame” es un libro distinto y singular, que se aparta de las modas y los estereotipos actuales de la poesía española, y por esa misma razón, y habiendo sido escrito desde una mirada joven pero serena es necesario su lectura, sin prisas, con lento deleite, abismándose en la palabra que ilumina cada verso, donde el yo poético crece y crece al unísono con los paisajes naturales, la soledad y todos los silencios que inundan la oscuridad lumínica del ser humano, en ese devenir de un presente cada vez más incierto y alarmante. La poeta no puede abstraerse de la realidad –su realidad- y parecer ajena al mundo que la rodea. De ahí que su voz suene a verbos que fluyen como el agua de los ríos, que los regresos sean el camino sondeado y que todo lo vivido, lo humanamente vivido, sea la razón y la esencia de los asombros que comienzan desde adentro, desde la oscuridad y los silencios que iluminan cada día la existencia. Ingrid Valencia lo sabe y por eso escribe desde el “yo” para el “otro”, compartiendo su experiencias a través de la única forma que conoce: la palabra. Poeta intimista y rebelde, de mirada escrutadora nos deja en “Oscúrame” la grandeza de su palabra poética: «Soy yo en la maleza, / en el rostro humano / que se ciega y rompe / las ciudades, las orillas, / el atardecer de los ojos / cuando estallan». “Oscúrame”: poesía en estado puro.


Título: Oscúrame
Autor: Ingrid Velencia
Edita: Diputación de Salamanca (2016)