ZÉJELES DE ALBORADA




SALÓN DE LECTURA
Por José Antonio Santano



Zéjeles de Alborada
AUTOR: PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ

Recibe uno con alborozo cada libro que llega a su morada, que no es otra que la biblioteca personal. Libros los hay para todos los gustos, pero tratándose de poesía y si esta, además, viene avalada por la experiencia vivificadora y la emoción latente de su expresión más sublime y bella, que bebe de la más grande tradición andalusí como es el zéjel en su forma más popular de un estribillo de dos versos, a los que siguen otros tres con distinta rima y un cuarto que muda, para finalizar con el estribillo, la satisfacción es mayor. 
Dicho lo cual conviene decir que su autora, la poeta residente en Algeciras, Paloma Fernández Gomá, ha conseguido crear un texto, “Zéjeles de alborada”, que nos transporta a ese tiempo de Al-Andalus, en el cual la poesía formaba parte de la cultura, de la vida. Fernández Gomá es una poeta de la luz y la memoria, y gusta de adentrarse en las formas tradicionales de igual forma que experimenta otras nuevas, propias del tiempo que le ha tocado vivir. 

Los zéjeles que nos presenta en este libro son un total de diecisiete, rigurosos en su forma y en su fondo, donde el tema central es el ruiseñor, construyendo así un discurso en el cual la Naturaleza y lo vivido forman un corpus sólido y existencial, interiorizado y hondo a su vez. 


PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ
RESEÑA EN EL PERIÓDICO IDEAL, CRÓNICA LITERARIA  POR JOSÉ ANTONIO SANTANO



Es esa mirada atenta y reflexiva, esa luz que no cesa, como así lo fue en su anterior entrega poética, al titular su obra “Iris”, que su autora templa, y que recorre las esencias de la vida, los detalles de la cotidianidad, siempre desde la palabra y el hálito de los silencios que la contienen:

«El destello que se filtra en la mirada
y el hueco de la luz en el iris
siempre permanecen
en una vigilia continua
de múltiples connotaciones
que jamás se ausentan…».

Paloma Fernández, en su camino hacia la otra luz, nos convoca ahora a vivir un tiempo pasado, un tiempo que sabe a miel, como así saben estos “Zéjeles´de alborada”. Traspasar la frontera y refugiarnos en la palabra precisa, en la belleza del verso rimado:

«Trinos de melancolía
con esperanza tardía.
En abril ecos lejanos
de los surcos arcanos
cubren lugares montanos,
sutilmente amanecía.
Trinos de melancolía
con esperanza tardía».

La palabra en una música que nos llega de Al-andalus y que aún resiste y vuela hasta el cielo de esta patria madrastra, y que Fernández Gomá preserva y restituye del olvido:
«Hoja de almendro vacía
del ruiseñor que huía.
Alborada del Estrecho,
furtiva voz de helecho,
tú habitas en mi pecho,
raíz de Andalucía.
Hoja de almendro vacía
del ruiseñor que huía».
Así son estos zéjeles, traducidos también al árabe por Chakib Chairi en este libro, y así también la palabra de su prologuista, el hispanista y profesor de la Universidad de Nador, Aziz Amahjour, cuando escribe: «El libro en su totalidad es un festín de sonido, de melodía y canto. Fruto, sin duda, de un riguroso cuidado -pero que no parece nada forzado- de la estructura del zéjel y de su metro». Con este libro, no cabe duda que nuestra poeta recupera no solo la tradición popular del zéjel, sino que rescata para las nuevas generaciones, una forma de expresividad que incita al amor a la Naturaleza y a su más grande creación: el hombre en su sentido más amplio.



Título: Zéjeles de alborada
Autor: Paloma Fernández Gomá
Editorial: Imagenta (Tarifa, 2019)






Reading Samurai Song from Robert Pinsky |[#PliyoVlogs #SpokenWord #Pliyo...

Poema "Samurai Song" de Robert Pinsky recitado y compartido para todos nosotros por #pliyopoetry, Juan José Guerrero, que nos dice: "El 21 de marzo es el día de la poesía, así que quería compartir un poema con ustedes, y enviar un enorme agradecimiento a todo el personal médico de ahí fuera.
Mantente positivo, amigos!
Todo el amor.




POESÍA VALENCIANA



SALÓN DE LECTURA
 por  José Antonio Santano



Resulta muy estimulante comprobar que la maquinaria editorial en nuestro país no solo se mantiene, sino que se refuerza con la aparición de nuevas editoriales dispuestas a favorecer la cultura del libro, que como bien sabemos quieren aniquilar a toda costa algunos desaprensivos. Esta fortaleza que asumen algunas editoriales merece el reconocimiento claro de lectores y críticos. En este sentido es objeto de nuestro interés la editorial OléLibros, y más concretamente su colección “Vuelta de tuerca”, con una nómina de autores muy significativa ya, y la salida al mercado hasta ahora de las antologías poéticas “El sueño de la funambulista”, de Ricardo Bellveser; “Un yo sin mí”, Jaime Siles; “Leer después de quemar”, de Rafael Soler; “Prenda de abrigo”, de Francisca Aguirre y “La mirada de la esfinge”, de José María Álvarez, todos ellos nacidos en la comunidad valenciana, a excepción del último citado, que nace en Cartagena (Murcia). Además, OléLibros atiende igualmente otras colecciones de narrativa, de artistas plásticos, divulgación, Ites, Mujeres sin límites, entre otras. Lo que viene a confirmar el buen estado de salud de esta empresa con más de 30 años de existencia en el mundo de la edición. No obstante, es a partir de 2012 cuando se constituyen en dos sellos editoriales, Olé Libros y Loto Azul, comienzo de una nueva e ilusionante etapa, en la que se atenderá fundamentalmente a la literatura valenciana. De la colección “Vuelta de tuerca”, como se ha dicho, han visto la luz cinco poemarios, antologías todos. De cada una nos ocupamos a continuación. 

La primera de ellas la firma el poeta Ricardo Bellveser, una de las voces más interesantes de su generación y del panorama póetico español actual. Voz diferencial, sólida, que bebe de la más culta tradición poética universal. El propio autor, que prologa su antología, alude al hecho de que «Hacer una selección propia de la propia obra, es una de las tareas tan ingratas como insatisfactorias de cuantas me he visto obligado a realizar. El núm. 1 de esta colección corresponde, precisamente, a Ricardo Bellveser, de título “El sueño de la funambulista”, un texto antológico cuya selección ha corrido, como ya hemos dicho, a cargo del propio autor, con la clara intención de acercar al lector a su poesía. Corresponden los poemas a diferentes libros publicados desde 1977 (“La estrategia”) hasta 2016, “Primavera de la noche”. El poema “La casa de los padres”, perteneciente al libro “Las cenizas del nido", con el que obtiene el premio Gil de Biedma, viene a confirmar su buen oficio y a destacar su singular voz dentro del panorama actual de la poesía española: «La casa de los padres, ahora lo sé, / se transforma en una tibia crisálida, / espesa red de recuerdos aturdidos / que tejen las madres con hilos de seda / mientras nos tienen atrapado el corazón. / Allí pasé de gusano a mariposa, / y emprendí el vuelo si es que andar es volar». Cierra cada antología un poema en contraportada, que en el caso de Bellveser se titula “Nada”, que nos recuerda otros versos de Jose Hierro, y dice así: «La nada, nada es y todo es nada. / Emerge íntegra desde el principio. /En ella, la presencia de un guijarro / engendra la montaña y la desborda. / Una gota fecunda un manantial, / una roca un acantilado hace. / Una sola hoja preludia un bosque. / Plenitudes de nada. Todo en nada». El número 2 de la colección corresponde al poeta y profesor de la Universidad de Valencia, Jaime Siles. 

Como en el caso anterior la selección de poemas la ha efectuado el autor, señalando así la dificultad que conlleva hacerlo. Sin embargo, nos anuncia que ha querido que los poemas seleccionados mantengan un mismo corpus, de manera que se ha decantado por el hecho de “la identidad”. Comienza la antología con un poema perteneciente a su libro “Génesis de la luz” (1969) y concluye con poemas incluidos en su libro “Horas extra” (2011). Y, ciertamente, el tema principal o el hilo conductor de todos los poemas de esta antología es la cuestión identitaria, el Lenguaje. Esa preocupación por conocer el origen del “yo” en correspondencia con el “tú”, con la otredad. De ahí, tal vez, que haya titulado su antología “Un yo sin mí”, en esa pretensión de hallar todo conocimiento identitario. 

Nada descubro si digo que el poeta Jaime Siles derrocha luz en cada verso, que el silencioso temblor de su palabra retumba en un eco de voces inextinguibles y su poética el fulgor incandescente del lenguaje: «No está el poema / en las oscuridades del lenguaje / sino en las de la vida. / No está en las perfecciones de su cuerpo / sino en las hemorragias de su herida. // No está el poema, no, en el lenguaje / sino en el alfabeto de la vida». Ese arraigo de su voz a la tierra, a lo que vive y sueña es, la palabra como eternidad, igual que un beso ascendente al cielo de la luz y los silencios. El poema que aparece en la contraportada se titula “Tinctus colore noctis”. En él la aliteración es un canto, la agridulce música de la palabra: «Tinta la noche extinta, / tíntame, / nocturnidad azul, / de húmedas notas. // Cuanto tiene materia en la memoria / de un cuerpo extinto, / tinta, tíntame». El núm.3 de la colección corresponde al poeta y narrador Rafael Soler, también valenciano, con la antología “Leer después de quemar”. Como poeta ha reunido en los últimos años una valiosa obra, diferenciada de la ortodoxia oficial y donde la ironía y la contundencia del verso son claves de su poética. Los poemas seleccionados por Lucía Comba pertenecen a cinco de sus libros publicados entre 1980, “Los sitios interiores” y 2016, “No eres nadie hasta que te disparan”. Con el libro “Ácido almíbar” obtuvo el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2015. Del poema “Ha llegado la hora de nombrarte”, contenido en el libro “Las cartas que debía”, estos versos como botón de muestra: «…dame los brazos / que tanto necesito para otros // devuelve por favor / la entera mitad de mis afectos / que siempre se enfriaron en tu boca // y si lo estimas oportuno / por tu descanso eterno y por el mío / dame el perdón que no te pido». 

Para la contraportada de esta antología de Rafael Soler se ha seleccionado el poema “Cuando tu única certeza es el insomnio”, en el cual el poeta reflexiona sobre el tiempo y la vida: «Sé fugaz / y coge entre tus manos cuanto estalla / para efímero buscar / de la primera noche el último rescoldo / dejando para otros la fortaleza insigne / la rotunda vejez interminable / el hábito de amar a las renuncias // y en plenitud porfía / luciendo con orgullo cada herida pues siempre vivir te costará la vida». “Prenda de abrigo” es el número 4 de la colección y es autoría de la poeta alicantina recientemente fallecida Francisca Aguirre. Su trayectoria poética está avalada por los premios Nacional de Poesía 2011 y el Nacional de las Letras 2018, año este en el que se publica su obra completa bajo el título de “Ensayo General”, ed. Calambur. El libro está prologado por su hija, también poeta, Guadalupe Grande, y en él hallará el lector las claves de la poesía de Paca Aguirre, como se la conoce popularmente. Nos dice su hija en el citado prólogo respecto a la poesía de su madre: «Una prenda de abrigo, todo en la vida de Francisca Aguirre tiene que ver con el deseo de que la palabra sea el abrigo contra la intemperie: el habla de la memoria, la palabra hecha de amor, la palabra concebida como amistad, la palabra hecha música, la palabra como recordatorio de un sueño». 
De los 11 libros antologados, que van de “Ítaca” (1972) a “Una larga dolencia” (2018), seleccionamos estos versos pertenecientes al poema “Desanimada, qué palabra triste”, del libro “La herida absurda” (2006), que vienen, de alguna manera, a resumir toda una vida hecha luz en la soledad de la palabra y el rumor de la memoria: «Definitivamente amo / el escándalo deslumbrante de la vida. / Muy pocos paraísos comparables / al asombro que nos regala la existencia: / torpe, desesperada, incomprensible, / audaz, consoladora, inabarcable: / “vida y dulzura, esperanza nuestra». Así son los versos de Francisca Aguirre, desgarradores, luminosos, abarcadores, merecedores de ser leídos en la soledad de estancia o a orillas de la mar que siempre quiso. El poeta siempre vuelve a la infancia, a ese claustro de luz y de inocencia; en contraportada del libro podemos leer este poema: «Se sostiene la infancia en nuestra historia / igual que se sostienen las estrellas / porque dentro del firmamento de una vida / algo brilló una vez con inocencia. (…) Igual que los vilanos y el rocío, / hermosos e intocables, se sostiene la infancia». 

La quinta y última antología corresponde al poeta murciano José María Álvarez (Cartagena, 1942), que formara parte de aquella corriente alentada por Castellet y denominada Novísimos. Con una larga trayectoria, la presente antología está prologada por la también poeta Noelia Illán, estudiosa de la obra de Álvarez -su maestro-, por la que siente verdadera admiración, y escribe: «En definitiva, he querido aquí conformar un libro de deseo a base de los versos de José María Álvarez que más me han emocionado a lo largo de los años». Amor y sexo, o el deseo que lo resume, en su más amplio sentido se da cita en esta selección de intensa y extensa obra de Álvarez. Versos que para alumbrar el camino del hombre sobre la tierra o allá en la altura del firmamento, versos para sentir los silencios del amor absoluto y en todas sus variantes. 


Como síntesis nos vale estos versos del poema “Meditación amorosa”: «Huele este cuerpo, acaricia estos cabellos, / mira estos ojos. Mas no pretendas / tenerlos. Aun en la vasta noche del placer, / cuando más tuyos los creas, / estarán tan lejos como la patria de tus padres. / Sólo tu placer es tuyo. / Nunca traspasarás el velo». Para concluir, como en los casos anteriores, reproducimos el poema de contraportada, que lleva por título “Nocturno XII”, y dice así: «En la mujer como en los gatos, / Una extraña diosa muerta anida. / Y la acariciarás en cuántos cuerpos, / Y alguna vez incluso habrás de demorarte / En la luz de unos ojos. / La desearás cuando ya nada desees, /Y si la fortuna llena tus manos / la buscarás para entregársela. / Ante ella caracoleará tu caballo / Y brillará tu espada. / Y ella, muda y ciega, sonreirá. / Y ha de bastarte ese milagro». Cinco antologías, cinco poetas y una editorial, OléLibros, que apuesta decididamente por la poesía. Ojalá que esta iniciativa sea por muchos años y que la poesía valenciana siga acrecentando, por su demostrada calidad, el número de poetas que conformen la colección “Vuelta de tuerca”, de la editorial OléLibros.




VERSOS CONTRA VIRUS. JOSÉ ANTONIO SANTANO

POEMAS LEÍDOS POR     JOSÉ ANTONIO SANTANO



Siguiendo las sugerencias del profesor de la Universidad de Almería y amigo Manuel López    y ante la grave crisis surgida por causa del coronavirus, como filólogo, inicio esta serie titulada "Versos contra virus", que iré publicando diariamente y hasta que concluya este necesario confinamiento.

Entrada día  18/03/2020 (1)
Versos contra virus en fase de confinamiento.




Día 19/03/2020(2)
Versos contra virus
En fase de confinamiento.





Día 20/03/2020 (3)

Versos contra virus
La voz ausente




DÍA 20/03/2020 (4)

Versos contra virus
Con mi gratitud a todos los que en estos críticos días nos ayudan a seguir viviendo. Salud.






DÍA 21/03/2020 (5)

Versos contra virus
Lectura de mi segundo poema en la celebración del Día Mundial de la Poesía. En esta ocasión sirve de homenaje al poeta Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre, de mi libro "Marparaíso".





DÍA 22/03/2020 (6)

Versos contra virus
Día Mundial de la Poesía, y Primavera.




DÍA  22/03/2020 (7)
Versos contra virus. 
Del libro "Tierra madre" (Ed. Alhulia, 2019)





DÍA 22/03/2020 (8)
Versos contra virus
Del libro "Lunas de Oriente" (Ed. Dauro, 2018) Traducción al árabe de Meimouna Hached Khabou.




DÍA 23/03/2020 (9)
Versos contra virus
Poema "Sur" del libro inédito "El corazón del viento". A mi amigo y poeta Alfonso Berlanga





Día 24/03/2020 (10)
Versos contra virus
Del libro "Caleidoscopio", el poema en prosa "La habitación secreta", homenaje al fotógrafo Manuel Falces, In Memoriam.






Día 24/03/2020 (11)

Versos contra virus

Del libro " Los silencios de La Cava", (Ed. Alhulia, 2015), el poema "Después de los silencios".


EL VIOLINISTA IMPOSIBLE




SALÓN DE LECTURA 

      
EL VIOLINISTA IMPOSIBLE

FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS


FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS


Título: El violinista imposible
Autor:Francisco López Barrios
Editorial:Dauro (Granada, 2019)





JOSÉ ANTONIO SANTANO

JOSÉ ANTONIO SANTANO
 EL VIOLINISTA IMPOSIBLE

Poco antes del abismo todo se transforma y lo desconocido hace acto de presencia. Recordamos entonces el devenir de las cosas sencillas. Desciende el cuerpo a los infiernos que es como regresar a la vida, al origen de la voz y la palabra, dones supremos. Caminar sobre el agua, recorrer las paredes bocabajo, flotar en el aire hasta sumergirnos en el inmenso firmamento o el ajardinado solar de las estrellas. Sólo hay que dejarse llevar por su música interior. Remover las entrañas mismas, buscarse en el vuelo del águila o la corriente de un río, en la copa de un árbol o en el silencio absoluto de un desierto sin nombre. Todo esto y más puede sentir el lector que se adentre en el último libro del granadino Francisco López Barrios, “El violinista imposible”. Con anterioridad ya disfrutamos de la lectura de “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, Premio Andalucía de la Crítica 2016 o de “Amado pulpo”, una narración tan original como transgresora. En López Barrios es de suma importancia su capacidad creadora, el poder de fabulación con el que nos sorprende siempre, tan diferente de un libro a otro, tan sugestivo y al mismo tiempo complejo en la estructuración y desarrollo de los relatos, como así sucede en este magnífico libro. No es casual que López Barrios tome del desván de la memoria aquellos momentos o instantes que marcaron un tiempo y que a la hora de transformarlos en narración vivan de ese inmenso poder del buen escritor: la fabulación, que no es otra cosa que esa capacidad para trascender la realidad y crear otra distinta. Francisco López Barrios trabaja desde el silencio y la soledad, sin encorsetamiento alguno, libre y consciente de que la única manera de vivir pasa por vivir en otras vidas, asumiendo el riesgo que ello conlleva. Cuatro son los relatos contenidos en este libro: “Rashid”, “El violinista imposible”, que da título al libro; “Papaloco” y “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”. En el primer relato, el juego sucesivo de imágenes aporta originalidad y oficio en un claro discurso narrativo que crece y crece, elevándose en su descenso, en esa contradicción o anverso y reverso de una misma moneda, como la vida y la muerte, una frente a la otra. Así, López Barrios, en el primer párrafo, nos presenta la realidad premonitoria, la semilla de lo que será luego el fruto, y escribe: «Pocos segundos antes de estrellarse contra el suelo, Martín se sintió como un fardo pesado y ligero. Una sensación extraña, contradictoria. Y oyó mientras volaba, sabiendo que caía irremisiblemente y que muy pronto sería un amasijo de fluidos derramados y vísceras esparcidas, tinta sobre papel de periódico, crujir de huesos quebrados y asombro de transeúntes; oyó, o creyó oír, como en un sueño, el repique de campanas del cercano convento de las Clarisas». ¿Por qué las campanas como recurso, su sonido anunciador de vida o muerte? Esa tensión desde el inicio con la que nos sorprende López Barrios es razón suficiente, la clave de su magisterio narrativo, y que para mí culmina no cuando finaliza el relato sino cuando se inicia: «Martín solo derramó una lágrima en su postrer viaje, y la vio partir hacia el cielo mientras él se desplomaba sobre la tierra». ¿No es sublime? López Barrios ha sabido contener todo lo que una lágrima, una sola lágrima puede ser, principio y fin a la vez: ver cómo la lágrima asciende mientras el cuerpo se precipita, todo un acierto narrativo, una imagen que difícil será que olvide el lector. Pura sugerencia, transparencia y rigor narrativo en quien es un cuentista de raza. En el segundo relato se advierte la necesidad de arbitrar un modelo de narración que intercambie futuro y pasado, presente y futuro, en una especie de alquimia narrativa muy interesante y dinámica. El protagonista de este relato, Israel Cendón, marca el ritmo y la armonía, desde su inicio con la Alhambra al frente: «Porque a Israel Cendón la Alhambra le pareció desde siempre una feminidad densa e intensa por la sensualidad que le sugería el aspaviento de sus torres y cipreses y el aire de zambra de sus ventanas y alféizares» -nos dice el narrador-, hasta el final, que convierte en descubrimiento. La pasión de Israel por la literatura contendrá los espacios y tiempos por los que transcurre el relato, y todo desarrollándose en un ir, hacia el futuro (cuando construye su propio relato, el de una sociedad futura donde los rebeldes y ancianos no tienen cabida, y enfrentada a los revolucionarios literarios a través de sus enormes pompas de jabón de contenido poético), y un venir, hacia el presente del pasado. De ahí que Israel nos muestre a personajes como Alfredo Lombardo, “visionario de barbas luengas y delgadez extrema”, inventor del holograma, estudiante y rico terrateniente de Jáen en la realidad; o como Don Ramón Aparicio, “hombre de paz y coleccionista de tinteros de época, y que obsequiará a Israel con “un tintero de tinta Montblanc, acompañado de una pluma Meisterstück 149 de la misma marca”. Es verano y hace mucha calor, exactamente son las 14:30 horas del día 18 de julio de 1936, y el único lugar donde poder aliviarse de ese calor es el carmen, “paraíso en el que el frescor y la umbría serenaban el espíritu y refrescaban la piel, las venas y el corazón”. Allí en el carmen conoció el niño Israel a “Manuel de Falla, Rusiñol o Ángel Barrios, el joven músico formado en París con Debussy…”. Allí la música como el más grande tesoro, luego el Real Conservatorio de Madrid, concierto de violín con Albeniz en el Escorial, hasta su total consagración como músico. Estamos en Granada, es verano y el calor es sofocante. Israel necesita tocar el violín, quiere que sea aquel himno que descubriera en París, compuesto por Pedro Degeuter y escrito por el poeta Eugenio Pottier. Aquel día de extremado calor Granada enlutaría. Un disparo enfrentaría a un violín con un fusil hasta silenciar la última nota de La Internacional y también la vida de Israel Cendón. Son las 14:30 horas del día 18 de julio de 1936. Con este relato que da título al libro “El violinista imposible”, López Barrios ha sabido componer una verdadera sinfonía y ha devuelto al violinista olvidado, a su carmen, al paraíso, al alma de Granada, y lo ha hecho con el rigor de su escritura y su palabra iluminada. El tercer relato “Papaloco” es una propuesta narrativa distinta, donde el humor y la ironía cabalgan por sus páginas con el oficio del ingenioso narrador que es López Barrios. El Vaticano, la Sierra de Granada, El Grove e Israel, un asno y otros personajes configuran una historia de mafias y espías, de traiciones, y donde el azar es la última pieza que encaja al final de la partida. En el cuarto y último relato nos sitúa en la última batalla acaecida en las Alpujarras entre moros y cristianos. Para este relato, que titula “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”, el autor ha necesitado de la documentación necesaria de ese hecho histórico, para luego fabular sobre él y conseguir una narración verosímil, coherente, donde el lenguaje juega un papel de gran significación. Conoce bien López Barrios del hecho social de la convivencia entre culturas y esta consideración se aprecia en el desarrollo del relato. Con todo, López Barrios ha creado la ambientación necesaria en cada uno de los relatos, demostrando así su solvencia y destacada posición en el panorama de la narrativa andaluza y española actual.

EL VIOLINISTA IMPOSIBLE

Sala de Lectura_________________ Por José Antonio Santano


FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS
EL VIOLINISTA IMPOSIBLE. FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS


Poco antes del abismo todo se transforma y lo desconocido hace acto de presencia. Recordamos entonces el devenir de las cosas sencillas. Desciende el cuerpo a los infiernos que es como regresar a la vida, al origen de la voz y la palabra, dones supremos. Caminar sobre el agua, recorrer las paredes bocabajo, flotar en el aire hasta sumergirnos en el inmenso firmamento o el ajardinado solar de las estrellas. Sólo hay que dejarse llevar por su música interior. Remover las entrañas mismas, buscarse en el vuelo del águila o la corriente de un río, en la copa de un árbol o en el silencio absoluto de un desierto sin nombre. Todo esto y más puede sentir el lector que se adentre en el último libro del granadino Francisco López Barrios, “El violinista imposible”. Con anterioridad ya disfrutamos de la lectura de “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, Premio Andalucía de la Crítica 2016 o de “Amado pulpo”, una narración tan original como transgresora. En López Barrios es de suma importancia su capacidad creadora, el poder de fabulación con el que nos sorprende siempre, tan diferente de un libro a otro, tan sugestivo y al mismo tiempo complejo en la estructuración y desarrollo de los relatos, como así sucede en este magnífico libro. No es casual que López Barrios tome del desván de la memoria aquellos momentos o instantes que marcaron un tiempo y que a la hora de transformarlos en narración vivan de ese inmenso poder del buen escritor: la fabulación, que no es otra cosa que esa capacidad para trascender la realidad y crear otra distinta. Francisco López Barrios trabaja desde el silencio y la soledad, sin encorsetamiento alguno, libre y consciente de que la única manera de vivir pasa por vivir en otras vidas, asumiendo el riesgo que ello conlleva. Cuatro son los relatos contenidos en este libro: “Rashid”, “El violinista imposible”, que da título al libro; “Papaloco” y “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”. En el primer relato, el juego sucesivo de imágenes aporta originalidad y oficio en un claro discurso narrativo que crece y crece, elevándose en su descenso, en esa contradicción o anverso y reverso de una misma moneda, como la vida y la muerte, una frente a la otra. Así, López Barrios, en el primer párrafo, nos presenta la realidad premonitoria, la semilla de lo que será luego el fruto, y escribe: «Pocos segundos antes de estrellarse contra el suelo, Martín se sintió como un fardo pesado y ligero. Una sensación extraña, contradictoria. Y oyó mientras volaba, sabiendo que caía irremisiblemente y que muy pronto sería un amasijo de fluidos derramados y vísceras esparcidas, tinta sobre papel de periódico, crujir de huesos quebrados y asombro de transeúntes; oyó, o creyó oír, como en un sueño, el repique de campanas del cercano convento de las Clarisas». ¿Por qué las campanas como recurso, su sonido anunciador de vida o muerte? Esa tensión desde el inicio con la que nos sorprende López Barrios es razón suficiente, la clave de su magisterio narrativo, y que para mí culmina no cuando finaliza el relato sino cuando se inicia: «Martín solo derramó una lágrima en su postrer viaje, y la vio partir hacia el cielo mientras él se desplomaba sobre la tierra». ¿No es sublime? López Barrios ha sabido contener todo lo que una lágrima, una sola lágrima puede ser, principio y fin a la vez: ver cómo la lágrima asciende mientras el cuerpo se precipita, todo un acierto narrativo, una imagen que difícil será que olvide el lector. Pura sugerencia, transparencia y rigor narrativo en quien es un cuentista de raza. En el segundo relato se advierte la necesidad de arbitrar un modelo de narración que intercambie futuro y pasado, presente y futuro, en una especie de alquimia narrativa muy interesante y dinámica. El protagonista de este relato, Israel Cendón, marca el ritmo y la armonía, desde su inicio con la Alhambra al frente: «Porque a Israel Cendón la Alhambra le pareció desde siempre una feminidad densa e intensa por la sensualidad que le sugería el aspaviento de sus torres y cipreses y el aire de zambra de sus ventanas y alféizares» -nos dice el narrador-, hasta el final, que convierte en descubrimiento. La pasión de Israel por la literatura contendrá los espacios y tiempos por los que transcurre el relato, y todo desarrollándose en un ir, hacia el futuro (cuando construye su propio relato, el de una sociedad futura donde los rebeldes y ancianos no tienen cabida, y enfrentada a los revolucionarios literarios a través de sus enormes pompas de jabón de contenido poético), y un venir, hacia el presente del pasado. De ahí que Israel nos muestre a personajes como Alfredo Lombardo, “visionario de barbas luengas y delgadez extrema”, inventor del holograma, estudiante y rico terrateniente de Jáen en la realidad; o como Don Ramón Aparicio, “hombre de paz y coleccionista de tinteros de época, y que obsequiará a Israel con “un tintero de tinta Montblanc, acompañado de una pluma Meisterstück 149 de la misma marca”. Es verano y hace mucha calor, exactamente son las 14:30 horas del día 18 de julio de 1936, y el único lugar donde poder aliviarse de ese calor es el carmen, “paraíso en el que el frescor y la umbría serenaban el espíritu y refrescaban la piel, las venas y el corazón”. Allí en el carmen conoció el niño Israel a “Manuel de Falla, Rusiñol o Ángel Barrios, el joven músico formado en París con Debussy…”. Allí la música como el más grande tesoro, luego el Real Conservatorio de Madrid, concierto de violín con Albeniz en el Escorial, hasta su total consagración como músico. Estamos en Granada, es verano y el calor es sofocante. Israel necesita tocar el violín, quiere que sea aquel himno que descubriera en París, compuesto por Pedro Degeuter y escrito por el poeta Eugenio Pottier. Aquel día de extremado calor Granada enlutaría. Un disparo enfrentaría a un violín con un fusil hasta silenciar la última nota de La Internacional y también la vida de Israel Cendón. Son las 14:30 horas del día 18 de julio de 1936. Con este relato que da título al libro “El violinista imposible”, López Barrios ha sabido componer una verdadera sinfonía y ha devuelto al violinista olvidado, a su carmen, al paraíso, al alma de Granada, y lo ha hecho con el rigor de su escritura y su palabra iluminada. El tercer relato “Papaloco” es una propuesta narrativa distinta, donde el humor y la ironía cabalgan por sus páginas con el oficio del ingenioso narrador que es López Barrios. El Vaticano, la Sierra de Granada, El Grove e Israel, un asno y otros personajes configuran una historia de mafias y espías, de traiciones, y donde el azar es la última pieza que encaja al final de la partida. En el cuarto y último relato nos sitúa en la última batalla acaecida en las Alpujarras entre moros y cristianos. Para este relato, que titula “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”, el autor ha necesitado de la documentación necesaria de ese hecho histórico, para luego fabular sobre él y conseguir una narración verosímil, coherente, donde el lenguaje juega un papel de gran significación. Conoce bien López Barrios del hecho social de la convivencia entre culturas y esta consideración se aprecia en el desarrollo del relato. Con todo, López Barrios ha creado la ambientación necesaria en cada uno de los relatos, demostrando así su solvencia y destacada posición en el panorama de la narrativa andaluza y española actual.


Título: El violinista imposible
Autor: Francisco López Barrios
Editorial: Dauro (Granada, 2019)



POESÍA ARAGONESA II

SALA DE LECTURA_____________José Antonio Santano


Poesía Aragonesa
( y II)

Tal y como había dicho en la primera entrega sobre la poesía que hoy se escribe en tierras de Aragón, continuamos con siete libritos más, menores solo por su tamaño, pero no por su contenido. Sigue esta segunda entrega la estela de la primera en cuanto a la importancia de los autores que reseñamos y de la editorial que publica los textos, Olifante, en esta ocasión a través de su colección “Papeles del Trasmoz”. Es la poesía aragonesa actual un oasis entre tanta otra banal y plana, que deja al lector indiferente, cosa que no pasa con los poetas y las poetas que a continuación iremos citando. Al menos la poesía aragonesa objeto de atención determina una reflexión continua, un pensar incesante hasta construir un discurso poético dinámico y diferente de la poesía hegemónica actual. Ahondan estos poetas en el conocimiento y la emoción, produciéndose así aquello que nuestra María Zambrano llamó el “temblor” necesario de toda la poesía que así se precie, como sucede con este ramillete de poetas que hoy traigo a este escaparate. Con un generoso prólogo de la también poeta Inés Ramón, la propuesta de Juan Alonso (Zaragoza, 1964) toma por título “Oniros” palabra que en la mitología griega representa las personificaciones del sueño. Pero también y según su prologuista los “instrumentos estéticos de que se vale su autor son dos: el humor y la ironía”. Añade Mariano Anós (Zaragoza, 1945) a esta poesía aragonesa que se escribe hoy, rigor y coherencias, contundencia expresiva que se constata en sus determinantes versos de arte menor, que convierte en excelencia, en una suerte de mística humanista: «Al despierto le sobra / la espuma del sueño. / Calcula el hueso, / lo que perdió, la fábrica / de humo dibujada / por mano ardiendo. / La noche calla. Música». Nos presenta Mikel Arilla (Tudela, 1987) su ópera prima “En la ciudad sin mar”, con prólogo de José Javier Alfaro Calvo quien nos adelanta que «Mikel Arilla nos acerca muchas de sus inquietudes y cosmovisiones». Y así es, en esta su primera obra poética Arilla, en esa búsqueda por una voz personal e intransferible bucea en la cotidianidad para engrandecerla con la palabra en un tiempo que se escapa, que huye o se esconde en los silencios: «Un lugar sin pasado. / Una luz cincelada / con la arenisca de la ciega Historia. / Y apareciste sola y envuelta al mismo / tiempo». La poeta Julia Piera (Madrid, 1970) es una de las voces más interesantes del panorama poético español. En este corto pero suculento poemario Piera nos propo,ne un viaje a la poesía, esa que agita y proporciona un continuo despertar de los sentidos, de la emoción, con sus versos nos obsequia, como estos pertenecientes al poema “Y abre un texto”, dedicado a la poeta malagueña María Victoria Atencia: «Unos acordes de guitara clásica, suaves / y precisos, se escuchan en la cubierta del / transatlántico. Subimos la escalera atraídas / por la música. Las notas huelen a mar, / a viento, a sales. Acariciamos el perfil / de las caracolas, las olivinas que la poeta / consagrada nos entrega en su diminuto / estuche de coral. Refulgen». De Colombia nos llega la voz de Lilián Pallares (Barranquete, 1976), que recibiera en 2017 la XIV distinción Poetas de Otros Mundos y concedida por el Fondo Poético Internacional. “Bestial” es el título de su obra y una muestra singular, y de la fuerza con que escribe esta poeta colombiana, los siguientes versos: «-Siempre estaré contigo- / dijiste mientras cruzabas aquel / pasadizo de sombras. / Tu voz me hablaba, / yo a ciegas la seguía, / como quien persigue un astro / en la soledad del desierto». Y para concluir este viaje a la poesía aragonesa o publicada en Aragón, regresamos con la voz del poeta zaragozano Mariano Zaro, con un texto que titula “Padre Tierra. Poema en 28 fragmentos”. La obra de Zaro está escrita en lengua castellana e inglés, ha sido incluidos en antologías tales commo Monster Verse, Wide Awake o The Coiled Serpentregre, además de ser profesor de español en Rio Hondo Community College (California). En este regreso a la tierra “padre” Zaro nos devuelve los aromas y la palabra que aún tiembla en los senderos de la luz y los árboles, de la casa primigenia, de los objetos, de la vida: «Cañas y árboles tiemblan, / Padre. Tú nunca dices árboles, / dices cerezo, abedul, manzano, / roble, castaño. // Cada árbol / tiene su nombre / y su pena / como los hijos». He querido dejar para el final a quien es autora del libro “Una carta de amor como un disparo. Moncayo. Moncayo”, Trinidad Ruiz Marcellán, y también responsable de este proyecto editorial que ya ha cumplido 40 años de vida bajo la tutela y esmerado cuidado de su persona. No obstante, solo escribiré de ella como poeta, aunque conviene antes decir que fue, con Marcelo Reyes fundadora y directora de los Festivales Internacionales de Poesía Moncayo y el Premio Internacional de Poesía de Miedo, como también la creadora de la Casa del Poeta de Trasmoz y la Ruta de los Hermanos Bécquer. Autora de un libro anterior que comenté en su día “Traducción del silencio”, en el que una voz segura se adentraba en el corazón de la soledad y sus silencios para alzar el vuelo hacia los montes y los prados, los ríos y los bosques que siempre nacen en el alma del poeta. El que ahora nos presenta, “Una carta de amor como un disparo”, contiene muchos recursos del anterior, y siendo la soledad la que nos invita a recorrer una geografía de árboles, en cada uno la poeta advierte una luz distinta, colores y silencios diferentes, todo el amor desprendido tras la pérdida, su gran pérdida. Por ello esta carta: «Toda carta de amor es un disparo / que da o quita la vida. / Toda carta de amor es un disparo / que agita la arboleda de la razón. / Es un trueno de paz, es un relámpago. / Toda carta de amor es un torrente / que se desborda al llegar al corazón». Y así su vida en ese territorio que todo poeta crea en su interior, inexpugnable castillo, sagrado paisaje, como lo es el Moncayo: «He mirado al Moncayo / y me ha devuelto misterio», y por eso se pregunta insistente: «¿Seré capaz de dar a los demás / cuanto la vida ha inventado en mí?». En ese territorio misterioso del Moncayo, donde la vida transcurre plena y el silencio grita entre todos los árboles existentes, la poeta mira al mundo en su total desnudez hasta descubrir que de todo solo queda el amor: 
«Descubro /
 la película muda que fui /
 cuando la montaña y el universo quedaban atrás. 
/ También el sol quedó atrás. / 
Y si en la despedida /
 se nos lleva el viento /
 no te atrevas a olvidarme. /
 Regresa del final de la tierra /
 con mirada de océano». 

Es el triunfo del amor y sus silencios, el inagotable amor a la vida de Trinidad Ruiz Marcellán.

Editorial Olifante Zaragoza, 2019


Poesía Aragonesa
Autores Varios
Editorial: Olifante (Zaragoza, 2019)
Colec. Papeles del Trasmoz


POESÍA ARAGONESA I


SALA DE LECTURA:  José Antonio Santano


Poesía Aragonesa
(I)
Hace muy poco nos sorprendía una agrupación electoral con el nombre de “Teruel Existe”, irrumpiendo con tal fuerza en el panorama político español que llegó a obtener un escaño en el Congreso de los Diputados. Pues bien, un caso similar sucede con la poesía aragonesa. Me explico. La actual poesía española parece que contempla en su nómina a muy pocos vates, me atrevería a decir que, oficialmente, pudieran contarse con los dedos de una sola mano. Craso error. Toca ahora analizar una buena parte de la poesía española actual ajena al centralismo cultural determinado por un poder hegemónico compuesto tanto por algunos poetas mediáticos como por algunas editoriales de todos conocidas. Claro que esta circunstancia que viene reiterándose en el tiempo, opino que habría que reorientarla, y la única forma que conozco para llevar esta empresa a buen puerto no es otra que, desde la libertad y la difusión en medios de comunicación o revistas en papel y digital independientes, analizar otras propuestas venidas de todos los lugares de España, sin discriminación alguna, y bajo la óptica siempre del rigor y la más absoluta imparcialidad crítica. De lo contrario, ese empecinamiento en silenciar a otros poetas, editoriales y lugares, sólo nos empobrecerá más aún. Alejarse de influencia mediática de algunos periódicos y sus suplementos, y de la supremacía de algunas editoriales no sólo es necesario sino saludable desde un punto de vista de higiene crítico-literaria. La realidad existente, aunque sea lejana, no se podrá ocultar o enmudecer siempre, puede que durante algún tiempo esto funcione, pero al final las aguas de la expresión poética, respecto a lo diferencial y genuino, que huye de lo plano y clónico, volverán a su cauce natural. A nadie se le escapa que la poesía actual pasa por un momento de crisis de valores, que el “todo vale” se ha instalado en ella y que es difícil luchar contra corriente, más si ésta merodea por los círculos más cercanos del poder en las instituciones. Hecha esta breve aclaración y preámbulo creo necesario explicar el por qué detengo mi mirada en la poesía aragonesa, bien sea de vates nacidos en Aragón, bien por motivos de residencias, o, aun siendo ajenos a dicha Comunidad, formen parte de la nómina de una editorial aragonesa, con una trayectoria muy plausible, coherente, responsable e independiente, que durante cuarenta años -recién cumplidos- como es el caso de “Olifante” haya sido capaz, no sólo de mantenerse en el tiempo, que ya es mucho, sino de hacerlo con títulos y poetas de una excelencia demostrada, amén de un cuidado editorial que quienes así lo consideren pueden comprobar con los textos publicados en este largo tiempo de existencia. La poesía aragonesa que se publica, y que se hace desde y por la editorial Olifante, referente no sólo local sino nacional, contribuye al conocimiento individual de cada poeta, y por tanto al hecho diferencial más concretamente de cada voz, pero sobre todo, anima a entender que existen otras propuestas poéticas tan enriquecedoras o más que aquellas mercantilistas o mediáticas. No es la primera vez que me acerco a la poesía aragonesa, con anterioridad he reseñado a poetas como Ángel Guinda, Enrique Villagrasa, Irene Vallejo e Inés Ramón, o la propia editora Trinidad Ruiz Marcellán, y otros no aragoneses pero que han publicado en Olifante, como es el caso de Luis Tamarit. En esta ocasión traigo a este escaparate trece títulos que de una u otra manera tienen que ver con la actividad poética en tierras aragonesas, mayoritariamente con poetas nacidos o residentes en Aragón. Iniciamos este breve viaje crítico por seis títulos, todos pertenecientes a la colección Olifante (Ediciones de Poesía). El primero de ellos: El ojo y la ceniza, de Mariano Castro. Un texto de una extraordinaria interiorización de los silencios, y como dice su prologuista, Manuel Martínez-Forega: «El ojo y la ceniza es un tránsito necesariamente conducido a la interpretación de lo inexplicable y de lo innombrado a través de la experiencia y del conocimiento…»; y así escribe el poeta: «El cuerpo siempre habla / cuando calla la lengua. // El cuerpo siempre habla / en favor del silencio. // Y el silencio eres tú, / abrasado en la pira / de tu nombre, / vocablo impronunciable». Carmen Aliaga nos presenta su libro Madaleine y las otras, un texto que indaga en la búsqueda de la identidad y va del “yo” al “otro” hasta llegar al “yo” último, ontológico, y donde los sentidos aportan y reportan al sujeto lírico una otra realidad. En palabras de José Antonio Conde: «Se trata, en suma, de una obra donde el significado gobierna la forma…». Y escribe la poeta: «Madeleine, / yo / y mis otras, / agitadas, / ardientes, / sublimes, // alzándonos hermosas / como castillos, / en la espalda desnuda / de las ciudades». Otro de los títulos a destacar de esta remesa de libros de Olifante es Vino del mar, del poeta gallego y residente en Zaragoza Antón Castro. Este es un poemario denso, sólido y cuyo tema principal aborda el universo del vino, un viaje al territorio de las viñas aragonesas que viene a mostrarse como un mar en el cual la palabra poética se Antón Castro se consolida y resucita en cada verso, comenzando en Cariñena: «Entre los guijarros brota un tesoro. / Cariñena: el viñedo de un milagro. / El vino de un territorio que sueña. / Cariñena, surco, mar y oleaje: / el vino que hace estremecer la tierra». Como consecuencia de la I Beca Residencia Internacional SxS Antonio Machado 2016, Marta Eloy Cichocka escribe “Encrucijada de cien caminos”. Según su autora «este libro es un fruto de muchas coincidencias felices, errores inevitables, encuentros fortuitos (aunque providenciales) y otras ironías del destino. Es un homenaje -continúa diciento- y, a la vez, una conversación con uno de los mayores poetas de la lengua castellana del siglo XX -quien, para mí, sigue siéndolo en el siglo XXI…». Soy de la misma opinión y me reafirmo en dicha aseveración. Una muestra de este buen hacer de Cichocka son los siguientes versos: « no me toméis demasiado en serio / pero ese culto a los muertos me repugna / el ayer hay que buscarlo en el hoy / aquellos polvos trajeron estos lodos / antonio machado no ha muerto / antonio machado soy yo». Con prólogo del gran poeta Ángel Guinda y epílogo de Fernando Rivarés, “La felicidad, cariño, es para malgastarla”, Josema Carrasco, el poeta, además de serlo también del dibujo y la ilustración, nos presenta un texto en el cual el corazón late aceleradamente en esa búsqueda que todo ser humano comienza como el más grande de los retos: la felicidad. Josema Carrasco, en palabras de Guinda, «consigue que el poema sea una verdad en bruto y nos demuestra que tener una pasión es estar vivos»; por su parte, Rivarés, nos invita a “deglutir, escupir y reposar” sus versos como un ejercicio revivificador: «A tiempo completo y con disponibilidad horaria, / sin festivos, ni requisitos, ni duración mínima, / se puede formalizar de manera verbal o escrita, / no hay período de prueba, de duración indefinida, / sin indemnización en caso de que se extinga, / retribución escasa y ni se incentiva ni se cotiza. // Lo dijo, en una terraza, un martes, Ángel Guinda: / “uno es poeta las veinticuatro horas, todo el día”». Este barcelonés de nacimiento, Jorge Martínez, nos presenta su último poemario, “General Invierno”, un texto que según so prologuista «recorre espacios interiores y ciudades, escenarios y nombres propios por los que vamos a pasear junto a él mientras lo leemos. Y eso es unirse a una campaña peligrosa. Y a una fiesta». Y, efectivamente, a eso suena, es el rumor de una música festiva que nos invita a concelebrar con el poeta el tiempo que nos ha tocado vivir, la realidad presente, en ese corto viaje que es la vida: «Los paisajes de la muerte son la vida, / rebelde y hermosa. / Un viejo sauce me dijo: “Es solo tuya”. / Solo mía. / Igual es que este momento». Concluimos así la primera parte de este viaje por la poesía aragonesa actual, pero habrá una interesante parte segunda, con la que cerraremos definitivamente esta reseña.
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Poesía Aragonesa
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Editorial: Olifante (Zaragoza, 2019)