INTERMEZZO LÍRICO

INTERMEZZO LÍRICO
SALÓN DE LECTURA 
José Antonio Santano


Intermezzo Lírico
Heinrich Heine , tradución de  Jesús Munarriz

INTERMEZZO LÍRICO

Es conveniente y sano que de vez en cuando miremos hacia atrás y ahondemos en la cosas que nos han sucedido y conocer de las razones y de emoción que el recuerdo nos lega, que la memoria incisiva nos muestra de nuestra historia personal. Lo mismo podría decir si nos detuviéramos en la historia de la literatura, de la poesía en concreto. En cómo fue y ha evolucionado a través del tiempo. Las corrientes o tendencias poéticas que han sido baluarte y todavía hoy mantienen ese pálpito, ese latido necesario que nos hace aprender, porque la tradición no está reñida con la evolución, ya lo creo que no. Quien eso piense creo que yerra, y lo digo sin acritud alguna. Es el caso de ese ciclón literario que vino en llamarse Romanticismo, y que si nos acercamos a él, a cualesquiera de los autores que lo secundaron hallaremos tesoros de incalculable valor literario. Celebramos en este particular “Salón de Lectura” el regreso de uno de esos clásicos ya libros pertenecientes al movimiento romántico, y más concretamente, al alemán, con la figura de Heinrich Heine y su obra universal “Intermezzo lírico”, en versión de Jesús Munárriz (Hiperión) y edición bilingüe. Nos dice Munárriz en “nota del traductor” que “Intermezzo lírico” viene a ser “la culminación del romanticismo alemán y el final de esa corriente”, que se trata de una obra de juventud pero al mismo tiempo que es su mejor obra. Por otra parte, añade Munárriz que esta versión “pretende mantener el difícil equilibrio entre fondo y forma, decir lo mismo que se dice en alemán, ni más ni menos, pero con un ritmo y una música que recuerden en cuanto puedan los del original” y, ciertamente, se agradece esta consideración del traductor. 

HEINRICH HEINE

Por ser una obra de juventud Heine cumple en su construcción con todos los requisitos que el propio movimiento romántico aduce y todos conocen: subjetividad, libertad de pensamiento, significación de las emociones, fantasía e imaginario, etc. El amor se presencia de forma rotunda en este libro, de tal manera que los estados melancólicos se muestran en todo su esplendor. La voz poética de Heine es pura música, que acompañada por los dones de la naturaleza producen en el lector una sensación de serena plenitud: «Quiero sumergir mi alma / en el cáliz de algún lirio; / exhalará el lirio tímido / una canción a mi amada. // Canción que estremezca y tiemble / como el beso que su boca / me dio una vez en la hora / más dulce y maravillosa». Llama la atención que ya desde el prólogo observamos cómo la influencia del romanticismo alemán, y concretamente Heine, tuvo en la poesía española, fundamentalmente en Gustavo Adolfo Bécquer, como se comprueba en el verso 8 de dicho prólogo de “Intermezzo”: “De la casa en el más oscuro ángulo”, y este archiconocido de Bécquer: “Del salón en el ángulo oscuro”. 

Es evidente que “Intermezzo lírico” y en general el romanticismo alemán, tuvo una gran influencia en el resto de Europa, por ese despertar de las emociones y nueva forma de expresarlas que supuso dicho movimiento. Heine y su “Intermezzo lírico” se configura como un texto singular y necesario para comprender la poesía romántica de la época, que aún en la actualidad asumen, con alguna diferencia, muchos poetas. Bienvenido sea esta rigurosa traducción de Jesús Munárriz, que sirve de recordatorio de la esplendorosa lírica de un romántico como lo fuera Heine. Sin lugar a dudas, y como así se condira por su traductor “Itermezzo lírico” es “la quintaesencia de la poesía de Hein y la mejor introducción a su lírica.

Jesús Munarriz

Título:Intermezzo lírico
Autor: Heinrich Heine 
(Traducción Jesús Munarriz)
Editorial:Hiperión (2019)

IDAHO Y EL JARDÍN DE EZRA POUND

SALÓN DE LECTURA

José Antonio Santano


Idaho y el jardín de Ezra Pound

Boris Rozas


La poesía puede ser tan variada y diferente como pueden serlo los lectores que se acercan a ella, cada uno de ellos, según su formación o experiencia vivencial puede interpretarla o recrearla hasta conseguir un nuevo universo particular. La poesía española actual parece parapetada en cierta homogeneidad avalada por un determinado grupo o corriente de opinión que hace de ella un reino de taifas poco frecuentado por vates ajenos al grupo. Esa política cultural de lo mediático y centralizado, entiendo, ha de ser reconvertida, reconducida si se quiere por el bien de todos. Sé que el panorama poético español está muy viciado y que necesita, así lo pienso, aire fresco y voces nuevas capaz de aunar voluntades y que pueda así aflorar un espacio donde la esencialidad y singularidad poética tenga cabida por encima de otras valoraciones. Descubrir esas voces no es fácil por esa centralización a la que me he referido anteriormente, pero hay que intentarlo. Es preciso moverse, abrir los ojos y la mente a nuevas formas de expresión poética, desde el conocimiento y la emoción de lo aprehendido. Es cierto que la experiencia, por otro lado, común a todos los poetas -sin experiencia no hay vida-, pero lo más urgente es hallar esas voces diferentes que, desde el respeto a la tradición literaria española y a las variadas corrientes o formas estéticas, puedan sumar hasta alcanzar un estado sólido y coherente, que beba de la hondura del pensamiento y de la emoción capaz de trascender la realidad. 

En esta búsqueda hallamos al poeta argentino residente en Valladolid Boris Rozas, que hasta el momento ha publicado 14 poemarios, entre otros, “Ragtine (2012), “Invertebrados” (2014), “Las mujeres que paseaban perros imaginarios” (2017) y “Anny Hall ya no vive aquí” (2018). El último y objeto de atención “Idaho y el jardín de Ezra Pound”. En su poesía encontramos una clara influencia anglosajona tanto musical (Dixie Chicks, Bowie, Dylan…), como literaria (Robert Frost, Derek Walcott, Pound…), principalmente de la poeta Emily Dickinson. Realmente el poemario en sí mismo no es sino un viaje que recorre la experiencia vital del poeta y que no deja duda alguna sobre aquello que interesa desde el punto de vista de la cultura, pero también de la interiorización de todas y cada una de las circunstancias que alientan su continua capacidad de asombro y curiosidad. Su trayectoria poética nos indica, como ya hemos señalado anteriormente. Los textos de los autores que han marcado de alguna manera su propia diferencia o singularidad entrañan un valor añadido a su voz, de manera que esa intertextualidad produce un continuo diálogo interno que viene a atemperar y equilibrar lo aprehendido a lo largo de los años: «Naciendo el mismo día que murió Robert Frost / no puedo sino oscilar en la vida / del mismo modo que los abedules / responden a tu llamada, / viejos columpiadores / somos / regresando a nuestra / tempestad diaria».  El poeta indaga, bucea en su interior y luego contemplar o compara, desde la honda meditación qué sucede y experimenta con la palabra hasta conseguir una voz personal, un estilo propio y diferencial. Creo que todo lo dicho podría resumirse, como botón de muestra, en estos versos del poeta que vienen a ser como esa luz que vislumbra el poeta Boris Rozas: «De los poetas que he leído / me quedo con el que me parta el espíritu / en dos mitades de silencio, / el que alivie mi tragedia /cogida con alfileres de altura / sin pensar en la suma / de ayeres que se fueron».









Título: Idaho y el jardín de Ezra Pound          
Autor: Boris Rozas
Editorial: Eolas (2019)  

LUMBRE Y CENIZA. YOLANDA IZARD


SALÓN DE LECTURA
José Antonio Santano


Lumbre y Ceniza
Yolanda Izard

Cuántas veces el hombre camina a la deriva, sin saber que en un instante todo puede cambiar, que una palabra cualquiera, un gesto, una mirada pueden eclosionar de tal manera que la vida, esa que nos mostraba su cara más ruinosa y dramática, nos refugia en su seno y nos procura un nuevo sentido, una nueva forma de contemplar lo que sucede delante de nuestras propias narices y antes se ocultaba con rigurosa severidad. La rutina nos desborda con tanta crueldad a veces que somos incapaces enfrentarnos a ella, de sacudirnos de un golpe su pesada carga, dejándonos llevar por la azarosa fortuna. Pasa que en contadas ocasiones se tiene la certeza de haber hallado el camino hacia alguna parte, por estar antes perdido y en ninguna. Pocas veces sucede, pero cuando se produce el hecho que nos alumbra y nos convierte en seres distintos, merece la pena recordarlo. En la vida, como en la poesía, la búsqueda por hallar esa luz redentora que nos sublima elevándonos a no se sabe qué planeta, es imperecedera. Cada poeta es uno y diferente, la experiencia siempre marca el camino, pero la voz siempre ha de ser propia, sin ambages de ningún tipo, una y singular, capaz de emocionar y contagiar al lector, de evocar y trascender la evocación misma, de hacernos temblar con el silencio de la palabra desnuda y libre. Así es como la poesía entra en connivencia con la vida, y viceversa, y una vez al compás de su música toda luz y verbo. Algo de todo esto acontece cuando uno se acerca al último poemario de Yolanda Izard (Béjar, Salamanca, 1959), titulado “Lumbre y ceniza”, galardonado con el Premio Internacional de Poesía “Miguel Hernández-Comunidad Valenciana” 2019, también finalista del Premio de la Crítica de Castilla-León 2020. Yolanda Izard nos propone adentrarnos en su íntimo universo, en la palaba que dibuja desde la experiencia vital y cotidiana otros mundos, donde la honda reflexión va construyendo un edificio singular por su lenguaje y trascendencia de lo elegíaco, de la memoria que rastrea lo vivido y sentido. Nos depara Izard una aventura a la raíz del ser en consonancia estrecha con lo aprendido y la emoción que rige el corazón. Consigue la poeta contagiarnos de su depurada sensibilidad en un tiempo tan ajeno a la belleza del alma, en ella tan segura y fortalecida. La simbología, el uso de la metáfora, dentro de la más honesta tradición poética española, hacen que “Lumbre y ceniza” contenga verdaderas perlas poéticas. Esa fuerza interna que empodera los versos, surge como un ciclón lingüístico, metapoético unas veces: «La poesía debe ser otra cosa. / Debe anidar en parajes destartalados / donde apenas habita la sombra del lirio 7 Y despeñarse entre las arrugas del hombre / cinceladas con la tristeza. / Debe decir palabras que no hayan sido dichas / pues proceden de la imaginación de los ángeles / y de la inspiración del loco, / y alertar sobre el estado del corazón, / de su tendencia a recomponerse y naufragar / en cualquier sitio entre el mundo y las almas», y otras, como una intensa luz que ilumina el camino. No es casual que nuestra poeta persiga a la palabra y la interiorice hasta ser otra y diferente, silenciosa y sonora a un tiempo, a ese inoculado en las venas y que surge para reconciliarnos con nosotros mismos. Así adopta ese tono elegíaco en su recuerdo del padre: «Puso su mano sobre hombro. / Abajo, más allá de la nieve, / sombras inquietantes envolvían mi casa, / pero alrededor de mi padre / solo había destellos/ del color del ámbar silencioso». Es la voz de Yolanda Izard en toda su esencialidad y autenticidad, destacada y singular: «De la oscuridad vengo yo, una mujer oscura y silenciosa / que siente la respiración del viento / y oye el llanto de los álamos».




Título: Lumbre y ceniza
Autor: Yolanda Izard Anaya
Editorial: Devenir (2019)

ENTRE TRENES. MAR SANCHO

SALÓN DE LECTURA

 José Antonio Santano

Entre Trenes
MAR SANCHO

SALÓN DE LECTURA

La poesía siempre es un viaje al misterio, a lo desconocido, a lugares soñados o vividos, y no importa el medio de transporte que se elija. Al fin siempre se encuentra un objeto, un lugar, una casa o una razón que nos hace más vulnerables, también más sabios. Ahondar en verdadero objeto de un viaje, antes y después de realizarlo, produce una sensación de plenitud indescriptible. El viaje, la verdadera función del viaje es el conocimiento de la realidad que se otea al horizonte, pero también nos descubre la capacidad del hombre para sentir en su interior todo aquello que los ojos no ven. Cuando el poeta viaje material o imaginariamente, en cualquiera de los casos, un temblor desconocido lo apresa e inmoviliza. 

Destella en su interior una fuerza desconocida capaz de sobrevolar el firmamento y habitarlo plenamente. Esa fuerza se vislumbra en el poemario “Entre trenes”, de Mar Sancho (Valladolid, 1972). 

Publicaciones anteriores de Sancho son, entre otras, “Inventario de invierno”, “Variaciones sobre un viaje viejo”, “Oblivion” o “Lisbond Visited”. 


Prevalece en la poeta el viaje como elemento aglutinador de su poesía, la fuerza del recuerdo o la memoria para crear una nueva realidad a partir de lo vivido en esos continuos viajes, en esta ocasión, bajo la nostalgia que todo viaje en tren provoca. Viajar en tren siempre ha sido algo melancólico, como perteneciente a otro espacio y tiempo. Es esa o tal vez pudiera ser esa la razón de Mar Sancho con este poemario “Entre trenes”, que nos llevará con toda seguridad a lugares desconocidos, pero también a descubrirnos el alma misma de la poeta. Sancho nos convoca a seguir algunos de sus itinerarios vitales, a compartir con ella, todos los misterios, también las sombras, los silencios y sus luces. Estructura en cinco partes, Sancho nos propone visitar el corredor del Amtrak Cascades, en los estados de Whashington y Oregón, la ruta del Transiberiano, el Himalaya, la región andina del Salta-Socompa o el estado de Alaska. Es en la figura del abuelo (“el primer tren partió de la boca metálica de mi abuelo”) donde despierta ese paisaje de tren antiguo entre la niebla vaporosa de  la locomotora, y a partir de ese momento la vida inicia un nuevo ciclo, cuando la soledad acucia en los andenes a la espera de tomar otro tren hacia no se sabe dónde. América del Norte, Europa, Asia o América del Sur, qué importa el lugar mientras el sueño exista. Las vías de un tren como las venas que alimentan la vida, así Mar Sancho detiene su mirada en las ciudades y en los viajeros que la acompañan hacia un lugar del universo, ese que construye en cada uno de sus poemas, dotándolos de luz y de belleza. Nada ni nadie podrá resistirse a la fuerza de la imaginación. 


Y ahí están los arrebatos del sueño, la encendida lágrima de la pérdida: 

«El revisor se acerca de puntillas ofreciendo té humoso y porfía / 

que quiso ser bailarín de ballet con los ojos hervidos de / lágrimas». 


Versos que se alargan como las vías del tren que surge entre la nieve, las montañas o los ríos, orillado al mar de los silencios. En cada rostro Sancho se contempla, como si se tratara de un espejo que repele el trazo de unos ojos o el color de los cabellos. El poema está en cada ser, en cada objeto, en cada uno de los vagones de ese tren que parte una vez y otra y que no puede dejar que se le escape. Con este poemario Mar Sancho ha sabido ahondar en el alma humana y trascenderla desde la fulgente luz de la palabra, esa que alcanza el corazón: 


«Esta mañana de cobre es moribundamente mía, 

cabe cóncava en mis manos de vasija resquebrajada,

huele a silencio de gallos y a empanadas de humita, 

viaja en el mismo vagón que mi desterrado cuerpo». 


ENTRE TRENES

Título: Entre trenes   

Autora: Mar Sancho

Editorial: Eolas (2019)