VERSOS CONTRA VIRUS. JOSÉ ANTONIO SANTANO

POEMAS LEÍDOS POR     JOSÉ ANTONIO SANTANO



Siguiendo las sugerencias del profesor de la Universidad de Almería y amigo Manuel López    y ante la grave crisis surgida por causa del coronavirus, como filólogo, inicio esta serie titulada "Versos contra virus", que iré publicando diariamente y hasta que concluya este necesario confinamiento.

Entrada día  18/03/2020 (1)
Versos contra virus en fase de confinamiento.




Día 19/03/2020(2)
Versos contra virus
En fase de confinamiento.





Día 20/03/2020 (3)

Versos contra virus
La voz ausente




DÍA 20/03/2020 (4)

Versos contra virus
Con mi gratitud a todos los que en estos críticos días nos ayudan a seguir viviendo. Salud.






DÍA 21/03/2020 (5)

Versos contra virus
Lectura de mi segundo poema en la celebración del Día Mundial de la Poesía. En esta ocasión sirve de homenaje al poeta Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre, de mi libro "Marparaíso".





DÍA 22/03/2020 (6)

Versos contra virus
Día Mundial de la Poesía, y Primavera.




DÍA  22/03/2020 (7)
Versos contra virus. 
Del libro "Tierra madre" (Ed. Alhulia, 2019)





DÍA 22/03/2020 (8)
Versos contra virus
Del libro "Lunas de Oriente" (Ed. Dauro, 2018) Traducción al árabe de Meimouna Hached Khabou.




DÍA 23/03/2020 (9)
Versos contra virus
Poema "Sur" del libro inédito "El corazón del viento". A mi amigo y poeta Alfonso Berlanga





Día 24/03/2020 (10)
Versos contra virus
Del libro "Caleidoscopio", el poema en prosa "La habitación secreta", homenaje al fotógrafo Manuel Falces, In Memoriam.






Día 24/03/2020 (11)

Versos contra virus

Del libro " Los silencios de La Cava", (Ed. Alhulia, 2015), el poema "Después de los silencios".


EL VIOLINISTA IMPOSIBLE




SALÓN DE LECTURA 

      
EL VIOLINISTA IMPOSIBLE

FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS


FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS


Título: El violinista imposible
Autor:Francisco López Barrios
Editorial:Dauro (Granada, 2019)





JOSÉ ANTONIO SANTANO

JOSÉ ANTONIO SANTANO
 EL VIOLINISTA IMPOSIBLE

Poco antes del abismo todo se transforma y lo desconocido hace acto de presencia. Recordamos entonces el devenir de las cosas sencillas. Desciende el cuerpo a los infiernos que es como regresar a la vida, al origen de la voz y la palabra, dones supremos. Caminar sobre el agua, recorrer las paredes bocabajo, flotar en el aire hasta sumergirnos en el inmenso firmamento o el ajardinado solar de las estrellas. Sólo hay que dejarse llevar por su música interior. Remover las entrañas mismas, buscarse en el vuelo del águila o la corriente de un río, en la copa de un árbol o en el silencio absoluto de un desierto sin nombre. Todo esto y más puede sentir el lector que se adentre en el último libro del granadino Francisco López Barrios, “El violinista imposible”. Con anterioridad ya disfrutamos de la lectura de “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, Premio Andalucía de la Crítica 2016 o de “Amado pulpo”, una narración tan original como transgresora. En López Barrios es de suma importancia su capacidad creadora, el poder de fabulación con el que nos sorprende siempre, tan diferente de un libro a otro, tan sugestivo y al mismo tiempo complejo en la estructuración y desarrollo de los relatos, como así sucede en este magnífico libro. No es casual que López Barrios tome del desván de la memoria aquellos momentos o instantes que marcaron un tiempo y que a la hora de transformarlos en narración vivan de ese inmenso poder del buen escritor: la fabulación, que no es otra cosa que esa capacidad para trascender la realidad y crear otra distinta. Francisco López Barrios trabaja desde el silencio y la soledad, sin encorsetamiento alguno, libre y consciente de que la única manera de vivir pasa por vivir en otras vidas, asumiendo el riesgo que ello conlleva. Cuatro son los relatos contenidos en este libro: “Rashid”, “El violinista imposible”, que da título al libro; “Papaloco” y “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”. En el primer relato, el juego sucesivo de imágenes aporta originalidad y oficio en un claro discurso narrativo que crece y crece, elevándose en su descenso, en esa contradicción o anverso y reverso de una misma moneda, como la vida y la muerte, una frente a la otra. Así, López Barrios, en el primer párrafo, nos presenta la realidad premonitoria, la semilla de lo que será luego el fruto, y escribe: «Pocos segundos antes de estrellarse contra el suelo, Martín se sintió como un fardo pesado y ligero. Una sensación extraña, contradictoria. Y oyó mientras volaba, sabiendo que caía irremisiblemente y que muy pronto sería un amasijo de fluidos derramados y vísceras esparcidas, tinta sobre papel de periódico, crujir de huesos quebrados y asombro de transeúntes; oyó, o creyó oír, como en un sueño, el repique de campanas del cercano convento de las Clarisas». ¿Por qué las campanas como recurso, su sonido anunciador de vida o muerte? Esa tensión desde el inicio con la que nos sorprende López Barrios es razón suficiente, la clave de su magisterio narrativo, y que para mí culmina no cuando finaliza el relato sino cuando se inicia: «Martín solo derramó una lágrima en su postrer viaje, y la vio partir hacia el cielo mientras él se desplomaba sobre la tierra». ¿No es sublime? López Barrios ha sabido contener todo lo que una lágrima, una sola lágrima puede ser, principio y fin a la vez: ver cómo la lágrima asciende mientras el cuerpo se precipita, todo un acierto narrativo, una imagen que difícil será que olvide el lector. Pura sugerencia, transparencia y rigor narrativo en quien es un cuentista de raza. En el segundo relato se advierte la necesidad de arbitrar un modelo de narración que intercambie futuro y pasado, presente y futuro, en una especie de alquimia narrativa muy interesante y dinámica. El protagonista de este relato, Israel Cendón, marca el ritmo y la armonía, desde su inicio con la Alhambra al frente: «Porque a Israel Cendón la Alhambra le pareció desde siempre una feminidad densa e intensa por la sensualidad que le sugería el aspaviento de sus torres y cipreses y el aire de zambra de sus ventanas y alféizares» -nos dice el narrador-, hasta el final, que convierte en descubrimiento. La pasión de Israel por la literatura contendrá los espacios y tiempos por los que transcurre el relato, y todo desarrollándose en un ir, hacia el futuro (cuando construye su propio relato, el de una sociedad futura donde los rebeldes y ancianos no tienen cabida, y enfrentada a los revolucionarios literarios a través de sus enormes pompas de jabón de contenido poético), y un venir, hacia el presente del pasado. De ahí que Israel nos muestre a personajes como Alfredo Lombardo, “visionario de barbas luengas y delgadez extrema”, inventor del holograma, estudiante y rico terrateniente de Jáen en la realidad; o como Don Ramón Aparicio, “hombre de paz y coleccionista de tinteros de época, y que obsequiará a Israel con “un tintero de tinta Montblanc, acompañado de una pluma Meisterstück 149 de la misma marca”. Es verano y hace mucha calor, exactamente son las 14:30 horas del día 18 de julio de 1936, y el único lugar donde poder aliviarse de ese calor es el carmen, “paraíso en el que el frescor y la umbría serenaban el espíritu y refrescaban la piel, las venas y el corazón”. Allí en el carmen conoció el niño Israel a “Manuel de Falla, Rusiñol o Ángel Barrios, el joven músico formado en París con Debussy…”. Allí la música como el más grande tesoro, luego el Real Conservatorio de Madrid, concierto de violín con Albeniz en el Escorial, hasta su total consagración como músico. Estamos en Granada, es verano y el calor es sofocante. Israel necesita tocar el violín, quiere que sea aquel himno que descubriera en París, compuesto por Pedro Degeuter y escrito por el poeta Eugenio Pottier. Aquel día de extremado calor Granada enlutaría. Un disparo enfrentaría a un violín con un fusil hasta silenciar la última nota de La Internacional y también la vida de Israel Cendón. Son las 14:30 horas del día 18 de julio de 1936. Con este relato que da título al libro “El violinista imposible”, López Barrios ha sabido componer una verdadera sinfonía y ha devuelto al violinista olvidado, a su carmen, al paraíso, al alma de Granada, y lo ha hecho con el rigor de su escritura y su palabra iluminada. El tercer relato “Papaloco” es una propuesta narrativa distinta, donde el humor y la ironía cabalgan por sus páginas con el oficio del ingenioso narrador que es López Barrios. El Vaticano, la Sierra de Granada, El Grove e Israel, un asno y otros personajes configuran una historia de mafias y espías, de traiciones, y donde el azar es la última pieza que encaja al final de la partida. En el cuarto y último relato nos sitúa en la última batalla acaecida en las Alpujarras entre moros y cristianos. Para este relato, que titula “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”, el autor ha necesitado de la documentación necesaria de ese hecho histórico, para luego fabular sobre él y conseguir una narración verosímil, coherente, donde el lenguaje juega un papel de gran significación. Conoce bien López Barrios del hecho social de la convivencia entre culturas y esta consideración se aprecia en el desarrollo del relato. Con todo, López Barrios ha creado la ambientación necesaria en cada uno de los relatos, demostrando así su solvencia y destacada posición en el panorama de la narrativa andaluza y española actual.

EL VIOLINISTA IMPOSIBLE

Sala de Lectura_________________ Por José Antonio Santano


FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS
EL VIOLINISTA IMPOSIBLE. FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS


Poco antes del abismo todo se transforma y lo desconocido hace acto de presencia. Recordamos entonces el devenir de las cosas sencillas. Desciende el cuerpo a los infiernos que es como regresar a la vida, al origen de la voz y la palabra, dones supremos. Caminar sobre el agua, recorrer las paredes bocabajo, flotar en el aire hasta sumergirnos en el inmenso firmamento o el ajardinado solar de las estrellas. Sólo hay que dejarse llevar por su música interior. Remover las entrañas mismas, buscarse en el vuelo del águila o la corriente de un río, en la copa de un árbol o en el silencio absoluto de un desierto sin nombre. Todo esto y más puede sentir el lector que se adentre en el último libro del granadino Francisco López Barrios, “El violinista imposible”. Con anterioridad ya disfrutamos de la lectura de “Yo soy todos los besos que nunca pude darte”, Premio Andalucía de la Crítica 2016 o de “Amado pulpo”, una narración tan original como transgresora. En López Barrios es de suma importancia su capacidad creadora, el poder de fabulación con el que nos sorprende siempre, tan diferente de un libro a otro, tan sugestivo y al mismo tiempo complejo en la estructuración y desarrollo de los relatos, como así sucede en este magnífico libro. No es casual que López Barrios tome del desván de la memoria aquellos momentos o instantes que marcaron un tiempo y que a la hora de transformarlos en narración vivan de ese inmenso poder del buen escritor: la fabulación, que no es otra cosa que esa capacidad para trascender la realidad y crear otra distinta. Francisco López Barrios trabaja desde el silencio y la soledad, sin encorsetamiento alguno, libre y consciente de que la única manera de vivir pasa por vivir en otras vidas, asumiendo el riesgo que ello conlleva. Cuatro son los relatos contenidos en este libro: “Rashid”, “El violinista imposible”, que da título al libro; “Papaloco” y “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”. En el primer relato, el juego sucesivo de imágenes aporta originalidad y oficio en un claro discurso narrativo que crece y crece, elevándose en su descenso, en esa contradicción o anverso y reverso de una misma moneda, como la vida y la muerte, una frente a la otra. Así, López Barrios, en el primer párrafo, nos presenta la realidad premonitoria, la semilla de lo que será luego el fruto, y escribe: «Pocos segundos antes de estrellarse contra el suelo, Martín se sintió como un fardo pesado y ligero. Una sensación extraña, contradictoria. Y oyó mientras volaba, sabiendo que caía irremisiblemente y que muy pronto sería un amasijo de fluidos derramados y vísceras esparcidas, tinta sobre papel de periódico, crujir de huesos quebrados y asombro de transeúntes; oyó, o creyó oír, como en un sueño, el repique de campanas del cercano convento de las Clarisas». ¿Por qué las campanas como recurso, su sonido anunciador de vida o muerte? Esa tensión desde el inicio con la que nos sorprende López Barrios es razón suficiente, la clave de su magisterio narrativo, y que para mí culmina no cuando finaliza el relato sino cuando se inicia: «Martín solo derramó una lágrima en su postrer viaje, y la vio partir hacia el cielo mientras él se desplomaba sobre la tierra». ¿No es sublime? López Barrios ha sabido contener todo lo que una lágrima, una sola lágrima puede ser, principio y fin a la vez: ver cómo la lágrima asciende mientras el cuerpo se precipita, todo un acierto narrativo, una imagen que difícil será que olvide el lector. Pura sugerencia, transparencia y rigor narrativo en quien es un cuentista de raza. En el segundo relato se advierte la necesidad de arbitrar un modelo de narración que intercambie futuro y pasado, presente y futuro, en una especie de alquimia narrativa muy interesante y dinámica. El protagonista de este relato, Israel Cendón, marca el ritmo y la armonía, desde su inicio con la Alhambra al frente: «Porque a Israel Cendón la Alhambra le pareció desde siempre una feminidad densa e intensa por la sensualidad que le sugería el aspaviento de sus torres y cipreses y el aire de zambra de sus ventanas y alféizares» -nos dice el narrador-, hasta el final, que convierte en descubrimiento. La pasión de Israel por la literatura contendrá los espacios y tiempos por los que transcurre el relato, y todo desarrollándose en un ir, hacia el futuro (cuando construye su propio relato, el de una sociedad futura donde los rebeldes y ancianos no tienen cabida, y enfrentada a los revolucionarios literarios a través de sus enormes pompas de jabón de contenido poético), y un venir, hacia el presente del pasado. De ahí que Israel nos muestre a personajes como Alfredo Lombardo, “visionario de barbas luengas y delgadez extrema”, inventor del holograma, estudiante y rico terrateniente de Jáen en la realidad; o como Don Ramón Aparicio, “hombre de paz y coleccionista de tinteros de época, y que obsequiará a Israel con “un tintero de tinta Montblanc, acompañado de una pluma Meisterstück 149 de la misma marca”. Es verano y hace mucha calor, exactamente son las 14:30 horas del día 18 de julio de 1936, y el único lugar donde poder aliviarse de ese calor es el carmen, “paraíso en el que el frescor y la umbría serenaban el espíritu y refrescaban la piel, las venas y el corazón”. Allí en el carmen conoció el niño Israel a “Manuel de Falla, Rusiñol o Ángel Barrios, el joven músico formado en París con Debussy…”. Allí la música como el más grande tesoro, luego el Real Conservatorio de Madrid, concierto de violín con Albeniz en el Escorial, hasta su total consagración como músico. Estamos en Granada, es verano y el calor es sofocante. Israel necesita tocar el violín, quiere que sea aquel himno que descubriera en París, compuesto por Pedro Degeuter y escrito por el poeta Eugenio Pottier. Aquel día de extremado calor Granada enlutaría. Un disparo enfrentaría a un violín con un fusil hasta silenciar la última nota de La Internacional y también la vida de Israel Cendón. Son las 14:30 horas del día 18 de julio de 1936. Con este relato que da título al libro “El violinista imposible”, López Barrios ha sabido componer una verdadera sinfonía y ha devuelto al violinista olvidado, a su carmen, al paraíso, al alma de Granada, y lo ha hecho con el rigor de su escritura y su palabra iluminada. El tercer relato “Papaloco” es una propuesta narrativa distinta, donde el humor y la ironía cabalgan por sus páginas con el oficio del ingenioso narrador que es López Barrios. El Vaticano, la Sierra de Granada, El Grove e Israel, un asno y otros personajes configuran una historia de mafias y espías, de traiciones, y donde el azar es la última pieza que encaja al final de la partida. En el cuarto y último relato nos sitúa en la última batalla acaecida en las Alpujarras entre moros y cristianos. Para este relato, que titula “Plano corto de moros y cristianos. Memoria, pasión y muerte del morisco Aben Farax”, el autor ha necesitado de la documentación necesaria de ese hecho histórico, para luego fabular sobre él y conseguir una narración verosímil, coherente, donde el lenguaje juega un papel de gran significación. Conoce bien López Barrios del hecho social de la convivencia entre culturas y esta consideración se aprecia en el desarrollo del relato. Con todo, López Barrios ha creado la ambientación necesaria en cada uno de los relatos, demostrando así su solvencia y destacada posición en el panorama de la narrativa andaluza y española actual.


Título: El violinista imposible
Autor: Francisco López Barrios
Editorial: Dauro (Granada, 2019)



POESÍA ARAGONESA II

SALA DE LECTURA_____________José Antonio Santano


Poesía Aragonesa
( y II)

Tal y como había dicho en la primera entrega sobre la poesía que hoy se escribe en tierras de Aragón, continuamos con siete libritos más, menores solo por su tamaño, pero no por su contenido. Sigue esta segunda entrega la estela de la primera en cuanto a la importancia de los autores que reseñamos y de la editorial que publica los textos, Olifante, en esta ocasión a través de su colección “Papeles del Trasmoz”. Es la poesía aragonesa actual un oasis entre tanta otra banal y plana, que deja al lector indiferente, cosa que no pasa con los poetas y las poetas que a continuación iremos citando. Al menos la poesía aragonesa objeto de atención determina una reflexión continua, un pensar incesante hasta construir un discurso poético dinámico y diferente de la poesía hegemónica actual. Ahondan estos poetas en el conocimiento y la emoción, produciéndose así aquello que nuestra María Zambrano llamó el “temblor” necesario de toda la poesía que así se precie, como sucede con este ramillete de poetas que hoy traigo a este escaparate. Con un generoso prólogo de la también poeta Inés Ramón, la propuesta de Juan Alonso (Zaragoza, 1964) toma por título “Oniros” palabra que en la mitología griega representa las personificaciones del sueño. Pero también y según su prologuista los “instrumentos estéticos de que se vale su autor son dos: el humor y la ironía”. Añade Mariano Anós (Zaragoza, 1945) a esta poesía aragonesa que se escribe hoy, rigor y coherencias, contundencia expresiva que se constata en sus determinantes versos de arte menor, que convierte en excelencia, en una suerte de mística humanista: «Al despierto le sobra / la espuma del sueño. / Calcula el hueso, / lo que perdió, la fábrica / de humo dibujada / por mano ardiendo. / La noche calla. Música». Nos presenta Mikel Arilla (Tudela, 1987) su ópera prima “En la ciudad sin mar”, con prólogo de José Javier Alfaro Calvo quien nos adelanta que «Mikel Arilla nos acerca muchas de sus inquietudes y cosmovisiones». Y así es, en esta su primera obra poética Arilla, en esa búsqueda por una voz personal e intransferible bucea en la cotidianidad para engrandecerla con la palabra en un tiempo que se escapa, que huye o se esconde en los silencios: «Un lugar sin pasado. / Una luz cincelada / con la arenisca de la ciega Historia. / Y apareciste sola y envuelta al mismo / tiempo». La poeta Julia Piera (Madrid, 1970) es una de las voces más interesantes del panorama poético español. En este corto pero suculento poemario Piera nos propo,ne un viaje a la poesía, esa que agita y proporciona un continuo despertar de los sentidos, de la emoción, con sus versos nos obsequia, como estos pertenecientes al poema “Y abre un texto”, dedicado a la poeta malagueña María Victoria Atencia: «Unos acordes de guitara clásica, suaves / y precisos, se escuchan en la cubierta del / transatlántico. Subimos la escalera atraídas / por la música. Las notas huelen a mar, / a viento, a sales. Acariciamos el perfil / de las caracolas, las olivinas que la poeta / consagrada nos entrega en su diminuto / estuche de coral. Refulgen». De Colombia nos llega la voz de Lilián Pallares (Barranquete, 1976), que recibiera en 2017 la XIV distinción Poetas de Otros Mundos y concedida por el Fondo Poético Internacional. “Bestial” es el título de su obra y una muestra singular, y de la fuerza con que escribe esta poeta colombiana, los siguientes versos: «-Siempre estaré contigo- / dijiste mientras cruzabas aquel / pasadizo de sombras. / Tu voz me hablaba, / yo a ciegas la seguía, / como quien persigue un astro / en la soledad del desierto». Y para concluir este viaje a la poesía aragonesa o publicada en Aragón, regresamos con la voz del poeta zaragozano Mariano Zaro, con un texto que titula “Padre Tierra. Poema en 28 fragmentos”. La obra de Zaro está escrita en lengua castellana e inglés, ha sido incluidos en antologías tales commo Monster Verse, Wide Awake o The Coiled Serpentregre, además de ser profesor de español en Rio Hondo Community College (California). En este regreso a la tierra “padre” Zaro nos devuelve los aromas y la palabra que aún tiembla en los senderos de la luz y los árboles, de la casa primigenia, de los objetos, de la vida: «Cañas y árboles tiemblan, / Padre. Tú nunca dices árboles, / dices cerezo, abedul, manzano, / roble, castaño. // Cada árbol / tiene su nombre / y su pena / como los hijos». He querido dejar para el final a quien es autora del libro “Una carta de amor como un disparo. Moncayo. Moncayo”, Trinidad Ruiz Marcellán, y también responsable de este proyecto editorial que ya ha cumplido 40 años de vida bajo la tutela y esmerado cuidado de su persona. No obstante, solo escribiré de ella como poeta, aunque conviene antes decir que fue, con Marcelo Reyes fundadora y directora de los Festivales Internacionales de Poesía Moncayo y el Premio Internacional de Poesía de Miedo, como también la creadora de la Casa del Poeta de Trasmoz y la Ruta de los Hermanos Bécquer. Autora de un libro anterior que comenté en su día “Traducción del silencio”, en el que una voz segura se adentraba en el corazón de la soledad y sus silencios para alzar el vuelo hacia los montes y los prados, los ríos y los bosques que siempre nacen en el alma del poeta. El que ahora nos presenta, “Una carta de amor como un disparo”, contiene muchos recursos del anterior, y siendo la soledad la que nos invita a recorrer una geografía de árboles, en cada uno la poeta advierte una luz distinta, colores y silencios diferentes, todo el amor desprendido tras la pérdida, su gran pérdida. Por ello esta carta: «Toda carta de amor es un disparo / que da o quita la vida. / Toda carta de amor es un disparo / que agita la arboleda de la razón. / Es un trueno de paz, es un relámpago. / Toda carta de amor es un torrente / que se desborda al llegar al corazón». Y así su vida en ese territorio que todo poeta crea en su interior, inexpugnable castillo, sagrado paisaje, como lo es el Moncayo: «He mirado al Moncayo / y me ha devuelto misterio», y por eso se pregunta insistente: «¿Seré capaz de dar a los demás / cuanto la vida ha inventado en mí?». En ese territorio misterioso del Moncayo, donde la vida transcurre plena y el silencio grita entre todos los árboles existentes, la poeta mira al mundo en su total desnudez hasta descubrir que de todo solo queda el amor: 
«Descubro /
 la película muda que fui /
 cuando la montaña y el universo quedaban atrás. 
/ También el sol quedó atrás. / 
Y si en la despedida /
 se nos lleva el viento /
 no te atrevas a olvidarme. /
 Regresa del final de la tierra /
 con mirada de océano». 

Es el triunfo del amor y sus silencios, el inagotable amor a la vida de Trinidad Ruiz Marcellán.

Editorial Olifante Zaragoza, 2019


Poesía Aragonesa
Autores Varios
Editorial: Olifante (Zaragoza, 2019)
Colec. Papeles del Trasmoz


POESÍA ARAGONESA I


SALA DE LECTURA:  José Antonio Santano


Poesía Aragonesa
(I)
Hace muy poco nos sorprendía una agrupación electoral con el nombre de “Teruel Existe”, irrumpiendo con tal fuerza en el panorama político español que llegó a obtener un escaño en el Congreso de los Diputados. Pues bien, un caso similar sucede con la poesía aragonesa. Me explico. La actual poesía española parece que contempla en su nómina a muy pocos vates, me atrevería a decir que, oficialmente, pudieran contarse con los dedos de una sola mano. Craso error. Toca ahora analizar una buena parte de la poesía española actual ajena al centralismo cultural determinado por un poder hegemónico compuesto tanto por algunos poetas mediáticos como por algunas editoriales de todos conocidas. Claro que esta circunstancia que viene reiterándose en el tiempo, opino que habría que reorientarla, y la única forma que conozco para llevar esta empresa a buen puerto no es otra que, desde la libertad y la difusión en medios de comunicación o revistas en papel y digital independientes, analizar otras propuestas venidas de todos los lugares de España, sin discriminación alguna, y bajo la óptica siempre del rigor y la más absoluta imparcialidad crítica. De lo contrario, ese empecinamiento en silenciar a otros poetas, editoriales y lugares, sólo nos empobrecerá más aún. Alejarse de influencia mediática de algunos periódicos y sus suplementos, y de la supremacía de algunas editoriales no sólo es necesario sino saludable desde un punto de vista de higiene crítico-literaria. La realidad existente, aunque sea lejana, no se podrá ocultar o enmudecer siempre, puede que durante algún tiempo esto funcione, pero al final las aguas de la expresión poética, respecto a lo diferencial y genuino, que huye de lo plano y clónico, volverán a su cauce natural. A nadie se le escapa que la poesía actual pasa por un momento de crisis de valores, que el “todo vale” se ha instalado en ella y que es difícil luchar contra corriente, más si ésta merodea por los círculos más cercanos del poder en las instituciones. Hecha esta breve aclaración y preámbulo creo necesario explicar el por qué detengo mi mirada en la poesía aragonesa, bien sea de vates nacidos en Aragón, bien por motivos de residencias, o, aun siendo ajenos a dicha Comunidad, formen parte de la nómina de una editorial aragonesa, con una trayectoria muy plausible, coherente, responsable e independiente, que durante cuarenta años -recién cumplidos- como es el caso de “Olifante” haya sido capaz, no sólo de mantenerse en el tiempo, que ya es mucho, sino de hacerlo con títulos y poetas de una excelencia demostrada, amén de un cuidado editorial que quienes así lo consideren pueden comprobar con los textos publicados en este largo tiempo de existencia. La poesía aragonesa que se publica, y que se hace desde y por la editorial Olifante, referente no sólo local sino nacional, contribuye al conocimiento individual de cada poeta, y por tanto al hecho diferencial más concretamente de cada voz, pero sobre todo, anima a entender que existen otras propuestas poéticas tan enriquecedoras o más que aquellas mercantilistas o mediáticas. No es la primera vez que me acerco a la poesía aragonesa, con anterioridad he reseñado a poetas como Ángel Guinda, Enrique Villagrasa, Irene Vallejo e Inés Ramón, o la propia editora Trinidad Ruiz Marcellán, y otros no aragoneses pero que han publicado en Olifante, como es el caso de Luis Tamarit. En esta ocasión traigo a este escaparate trece títulos que de una u otra manera tienen que ver con la actividad poética en tierras aragonesas, mayoritariamente con poetas nacidos o residentes en Aragón. Iniciamos este breve viaje crítico por seis títulos, todos pertenecientes a la colección Olifante (Ediciones de Poesía). El primero de ellos: El ojo y la ceniza, de Mariano Castro. Un texto de una extraordinaria interiorización de los silencios, y como dice su prologuista, Manuel Martínez-Forega: «El ojo y la ceniza es un tránsito necesariamente conducido a la interpretación de lo inexplicable y de lo innombrado a través de la experiencia y del conocimiento…»; y así escribe el poeta: «El cuerpo siempre habla / cuando calla la lengua. // El cuerpo siempre habla / en favor del silencio. // Y el silencio eres tú, / abrasado en la pira / de tu nombre, / vocablo impronunciable». Carmen Aliaga nos presenta su libro Madaleine y las otras, un texto que indaga en la búsqueda de la identidad y va del “yo” al “otro” hasta llegar al “yo” último, ontológico, y donde los sentidos aportan y reportan al sujeto lírico una otra realidad. En palabras de José Antonio Conde: «Se trata, en suma, de una obra donde el significado gobierna la forma…». Y escribe la poeta: «Madeleine, / yo / y mis otras, / agitadas, / ardientes, / sublimes, // alzándonos hermosas / como castillos, / en la espalda desnuda / de las ciudades». Otro de los títulos a destacar de esta remesa de libros de Olifante es Vino del mar, del poeta gallego y residente en Zaragoza Antón Castro. Este es un poemario denso, sólido y cuyo tema principal aborda el universo del vino, un viaje al territorio de las viñas aragonesas que viene a mostrarse como un mar en el cual la palabra poética se Antón Castro se consolida y resucita en cada verso, comenzando en Cariñena: «Entre los guijarros brota un tesoro. / Cariñena: el viñedo de un milagro. / El vino de un territorio que sueña. / Cariñena, surco, mar y oleaje: / el vino que hace estremecer la tierra». Como consecuencia de la I Beca Residencia Internacional SxS Antonio Machado 2016, Marta Eloy Cichocka escribe “Encrucijada de cien caminos”. Según su autora «este libro es un fruto de muchas coincidencias felices, errores inevitables, encuentros fortuitos (aunque providenciales) y otras ironías del destino. Es un homenaje -continúa diciento- y, a la vez, una conversación con uno de los mayores poetas de la lengua castellana del siglo XX -quien, para mí, sigue siéndolo en el siglo XXI…». Soy de la misma opinión y me reafirmo en dicha aseveración. Una muestra de este buen hacer de Cichocka son los siguientes versos: « no me toméis demasiado en serio / pero ese culto a los muertos me repugna / el ayer hay que buscarlo en el hoy / aquellos polvos trajeron estos lodos / antonio machado no ha muerto / antonio machado soy yo». Con prólogo del gran poeta Ángel Guinda y epílogo de Fernando Rivarés, “La felicidad, cariño, es para malgastarla”, Josema Carrasco, el poeta, además de serlo también del dibujo y la ilustración, nos presenta un texto en el cual el corazón late aceleradamente en esa búsqueda que todo ser humano comienza como el más grande de los retos: la felicidad. Josema Carrasco, en palabras de Guinda, «consigue que el poema sea una verdad en bruto y nos demuestra que tener una pasión es estar vivos»; por su parte, Rivarés, nos invita a “deglutir, escupir y reposar” sus versos como un ejercicio revivificador: «A tiempo completo y con disponibilidad horaria, / sin festivos, ni requisitos, ni duración mínima, / se puede formalizar de manera verbal o escrita, / no hay período de prueba, de duración indefinida, / sin indemnización en caso de que se extinga, / retribución escasa y ni se incentiva ni se cotiza. // Lo dijo, en una terraza, un martes, Ángel Guinda: / “uno es poeta las veinticuatro horas, todo el día”». Este barcelonés de nacimiento, Jorge Martínez, nos presenta su último poemario, “General Invierno”, un texto que según so prologuista «recorre espacios interiores y ciudades, escenarios y nombres propios por los que vamos a pasear junto a él mientras lo leemos. Y eso es unirse a una campaña peligrosa. Y a una fiesta». Y, efectivamente, a eso suena, es el rumor de una música festiva que nos invita a concelebrar con el poeta el tiempo que nos ha tocado vivir, la realidad presente, en ese corto viaje que es la vida: «Los paisajes de la muerte son la vida, / rebelde y hermosa. / Un viejo sauce me dijo: “Es solo tuya”. / Solo mía. / Igual es que este momento». Concluimos así la primera parte de este viaje por la poesía aragonesa actual, pero habrá una interesante parte segunda, con la que cerraremos definitivamente esta reseña.
VARIOS AUTORES


Poesía Aragonesa
Autores Varios
Editorial: Olifante (Zaragoza, 2019)

ERNESTO CARDENAL. POESÍA COMPLETA

SALÓN DE LECTURA ____ Por José Antonio Santano   


Poesía Completa

Existe en la actualidad poética española demasiado ruido y poca hondura. La reflexión necesaria que todo ejercicio poético necesita brilla por su ausencia. Demasiada banalidad. Es por ello que cuando nos acercamos a una obra íntegra, recuperadora de la palabra poética en toda su extensión y significado, cuando esa palabra remueve el interior de cada lector y se acomoda desde ese instante como parte del propio ADN, toda emoción está garantizada, y de esta forma, la Poesía vuelve a su estado natural. Habría para muchas páginas si nos detuviéramos en esta cuestión tan importante, pero no es posible ahora. La obra que hoy traemos a este escaparate de libros es imprescindible, porque nos acerca a uno de los grandes poetas actuales: Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925). La editorial Trotta nos convoca a la lectura de la Poesía Completa del poeta nicaragüense, en un solo volumen con más de mil páginas. Una edición, en honor a la verdad, extraordinaria, a la que hay que sumar el estudio preliminar de una buena conocedora de la poesía hispanoamericana, y en concreto de la de Ernesto Cardenal, María Ángeles Pérez López, profesora titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca, además de poeta. Pérez López nos presenta en este estudio previo todas y cada una de las claves de la poesía de Cardenal. Y lo hace de manera clara y precisa, sentando las bases que permiten al lector conocer la figura de este controvertido poeta nicaragüense. María Ángeles detalla en su análisis cada una de las facetas creadoras de Cardenal, desde su primer libro Epigramas hasta el último Hijos de las estrellas que incluye los poemas inéditos “Estamos en el firmamento” y “Con la puerta cerrada”. Toda una trayectoria poética no exenta de controversias sobre su particular modo de entender la poesía, tanto desde el punto de vista teórico como de la praxis. Sin embargo, Cardenal es honesto consigo mismo y se desnuda ante los demás con la misma naturalidad como quien toma un vaso de agua. No hay sobreactuación, él es el hombre y el poeta en un mismo cuerpo y mente; lo humano y lo divino se complementa y se manifiesta en su particular manera de entender el mundo, que es lo mismo que decir la poesía. Pérez López se adentra en cada uno de los libros publicados por Cardenal en su ya larga vida poética, los analiza al detalle hasta conseguir que sea meridianamente comprensible para el lector tanto el texto en sí mismo como el momento histórico en el que se escribe. La actividad política, religiosa y literaria de Ernesto Cardenal compone un paisaje luminoso donde la palabra y la acción se complementan, y la revolución que proclama tiene un sentido evangélico y humano de imprevisible respuesta. No obstante, Cardenal es hombre y conoce bien al hombre, al poderoso y al desposeído, y solo cuando ese humanismo florece todo parece dignificarse, si bien antes haya sido necesario la lucha por la libertad, incluso con las armas. El exteriorismo, que bebe del imaginismo representado por un movimiento poético angloamericano promovido por el también poeta Ezra Pound, se manifiesta en la mayor parte de la obra de Cardenal e  incluye la presencia de la historia, la teología, la antropología, la lingüística, la economía o la ciencia… La presente obra, Poesía completa, viene a demostrar que la palabra poética es todavía imprescindible, como lo es conocer a Ernesto Cardenal en toda su esencia humanística y poético-espiritual, donde el Amor es la razón de toda existencia. Nos dice la profesora Pérez López que ya desde Epigramas, “pueden advertirse tempranos rasgos de la poesía de Cardenal, en particular la búsqueda de un lenguaje sencillo que explica su gran popularidad, como puede comprobarse en los siguientes versos: «Si tú estás en Nueva York / en Nueva York no hay nadie más / y si no estás en Nueva York / en Nueva York no hay nadie.» En los “Poemas documentales” hallamos ya al poeta “exteriorista”, que bebe fundamentalmente de las imágenes del mundo exterior” y que derivan en poemas narrativos: «Salí del puerto de Acapulco el 23 de marzo /  y vine navegando hasta el sábado 4 de abril / y media hora antes que amaneciera / vimos con la luna un navío junto al nuestro / con las velas y la proa que parecían de plata…», del poema “El pirata Drake en las costas de Nicaragua”. Su siguiente poemario “Hora 0”, se sitúa, según Pérez López, “por su vocación narrativa, coloquialista y prosaísta en el territorio de la poesía comunicante…y vendría a ser el manifiesto exteriorista que Cardenal y José Coronel Urtecho no escribieron”. Corren los años de la rebelión de 1954, con Sandino al frente y el ajusticiamiento de Somoza en 1956: «El abrazo es el saludo de todos nosotros, / decía Sandino- y nadie ha abrazado como él. / Y siempre que hablaban de ellos decían todos: “Todos nosotros…” “Todos somos iguales”, / “Aquí todos somos hermanos”, decía Umanzor». “Gethsemani, Ky” tiene que ver mucho ya con la llamada religiosa de Cardenal. “Se trata -según Pérez López-, del libro más lírico de Cardenal, en el que se trasluce la angustia vivida por el poeta…”, y aparece su singular misticismo. De este tiempo es también “Salmos”, donde hallamos versos como estos: «Cantaré Señor tus maravillas / Te cantaré salmos / porque fueron derrotadas sus Fuerzas Armadas / Los poderosos han caído del poder. // Guárdame de la soberbia del dinero y del poder político / y estaré libre de todo crimen / y del delito grande / Y séante gratas las palabras de mis poemas / Señor / mi Libertador», donde comprobamos la idea de un Dios que está en el poeta-hombre-revolucionario. Destacamos, de su “Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, aquellos que más recursos lingüísticos ofrecen y que aportan el conocimiento y la bondad poética de Cardenal: «Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara / y el odio al maquillaje -insistiendo maquillarse en cada escena- / y cómo se fue haciendo mayor el horror / y mayor la impuntualidad a los estudios». Luego vendría “El estrecho dudoso”, esa búsqueda anhelada por unir los dos océanos (Atlántico y Pacífico), partiendo de una revisión de la historia : «”El país es bello” / le había dicho a Colón Toscanelli./ De la isla Ofir, Ophaz o Cipanga / (llamada también La Española) el Almirante / se hizo a la vela a descubrir el Estrecho…». La siguiente obra, “Los ovnis de oro”,  es un poemario extenso, centrado en las formas de vida y la tradición de las tribus indígenas: árboles sagrados, dioses, jefes, pueblos, reyes, costumbres…: «No he venido a hacer guerras en la tierra  sino a cortar flores / yo soy el rey cantor buscador de flores / yo, Netzahualcóyotl / su palacio lleno de cantores / no de militares.». Antes de la fusión de lo cristiano y revolucionario, Cardenal pasará un momento amargo tras la muerte de Thomas Merton, con quien tanto quiso, y así lo escribe en sus “Coplas a la muerte de Merton”: «Había en los besos un sabor a muerte / ser / es ser / en otro ser / solo somos al amar». “Será en “Canto Nacional” cuando Cardenal considerará a un Cristo subversivo y revolucionario. Seguirán a éste “Oráculo sobre Managua”, “Dos epístolas”, “Pasajero de tránsito”, hasta llegar a más ambicioso de sus proyectos poéticos “Cántico cósmico”, donde reunirá un total de 42 cantigas, en él hallamos, según María Ángeles Pérez, “las grandes constantes cardenalianas -amor, revolución, religión-, un único objetivo: “El propósito de mi Cántico es dar consuelo. / También para mí mismo este consuelo. / Tal vez más”, de la cantiga 42, como señala Pérez López. “Cántico cósmico” es, sin duda, el más grande monumento a la palabra, principio y fin, alfa y omega de todas las cosas, como el amor frente al mundo, la única razón de la existencia. “Telescopio en la noche oscura”, “Versos del pluriverso”, “Hijos de las estrellas” y “Otros poemas”, cierran el hasta ahora ciclo poético del gran vate nicaragüense Ernesto Cardenal. En todos ellos insiste, regresa a la honda reflexión, a una mística singular y efectiva, que nos recuerda la más grande tradición de la poesía española en Santa Teresa y San Juan de la Cruz, donde el verso se hace absoluta luz y silencio: «Yo nací para un amor extremista. // Amado misterioso que no gozo / ¡nada quiero sino estar contigo!». Mística, amor, religión, ciencia, revolución, solidaridad en su conjunto, inseparable todo de la condición del ser humano y del poeta que habita el universo espiritual del gran Ernesto Cardenal.  




Título: POESÍA COMPLETA
Autor: Ernesto Cardenal
Editorial: Trotta (Madrid, 2019

POESÍA DE ULTRAMAR. ERNESTO CARDENAL

José Antonio Santano, IDEAL DE ALMERÍA
CRÓNICA LITERARIA: POESÍA DE ULTRAMAR DE ERNESTO CARDENAL por JOSÉ ANTONIO SANTANO



SALÓN DE LECTURA  


JOSÉ ANTONIO SANTANO

 José Antonio Santano 


ERNESTO CARDENAL










POESÍA DE ULTRAMAR


Existe en la actualidad poética española demasiado ruido y poca hondura. La reflexión necesaria que todo ejercicio poético necesita brilla por su ausencia. Demasiada banalidad. Es por ello que cuando nos acercamos a una obra íntegra, recuperadora de la palabra poética en toda su extensión y significado, cuando esa palabra remueve el interior de cada lector y se acomoda desde ese instante como parte del propio ADN, toda emoción está garantizada, y de esta forma, la Poesía vuelve a su estado natural. Habría para muchas páginas si nos detuviéramos en esta cuestión tan importante, pero no es posible ahora. La obra que hoy traemos a este escaparate de libros es imprescindible, porque nos acerca a uno de los grandes poetas actuales: Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925). La editorial Trotta nos convoca a la lectura de la Poesía Completa del poeta nicaragüense, en un solo volumen con más de mil páginas. Una edición, en honor a la verdad, extraordinaria, a la que hay que sumar el estudio preliminar de una buena conocedora de la poesía hispanoamericana, y en concreto de la de Ernesto Cardenal, María Ángeles Pérez López, profesora titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca, además de poeta. Pérez López nos presenta en este estudio previo todas y cada una de las claves de la poesía de Cardenal. Y lo hace de manera clara y precisa, sentando las bases que permiten al lector conocer la figura de este controvertido poeta nicaragüense. María Ángeles detalla en su análisis cada una de las facetas creadoras de Cardenal, desde su primer libro Epigramas hasta el último Hijos de las estrellas que incluye los poemas inéditos “Estamos en el firmamento” y “Con la puerta cerrada”. Toda una trayectoria poética no exenta de controversias sobre su particular modo de entender la poesía, tanto desde el punto de vista teórico como de la praxis. Sin embargo, Cardenal es honesto consigo mismo y se desnuda ante los demás con la misma naturalidad como quien toma un vaso de agua. No hay sobreactuación, él es el hombre y el poeta en un mismo cuerpo y mente; lo humano y lo divino se complementa y se manifiesta en su particular manera de entender el mundo, que es lo mismo que decir la poesía. Pérez López se adentra en cada uno de los libros publicados por Cardenal en su ya larga vida poética, los analiza al detalle hasta conseguir que sea meridianamente comprensible para el lector tanto el texto en sí mismo como el momento histórico en el que se escribe. La actividad política, religiosa y literaria de Ernesto Cardenal compone un paisaje luminoso donde la palabra y la acción se complementan, y la revolución que proclama tiene un sentido evangélico y humano de imprevisible respuesta. No obstante, Cardenal es hombre y conoce bien al hombre, al poderoso y al desposeído, y solo cuando ese humanismo florece todo parece dignificarse, si bien antes haya sido necesario la lucha por la libertad, incluso con las armas. El exteriorismo, que bebe del imaginismo representado por un movimiento poético angloamericano promovido por el también poeta Ezra Pound, se manifiesta en la mayor parte de la obra de Cardenal e  incluye la presencia de la historia, la teología, la antropología, la lingüística, la economía o la ciencia… La presente obra, Poesía completa, de Ernesto Cardenal viene a demostrar que la palabra poética es todavía imprescindible, como lo es conocer a Ernesto Cardenal en toda su esencia humanística y poético-espiritual, donde el Amor es la razón de toda existencia.   

EL UNICORNIO EN EL CAFÉ LIBERTAD

IDEAL, 26/01/2020



SALÓN DE LECTURA ___ Por José Antonio Santano



PEDRO RODRÍGUEZ PACHECO
PEDRO RODRÍGUEZ PACHECO
El Unicornio en el Café Libertad

Hora es de llamar a las cosas por su nombre. En la literatura como en tantas otras cuestiones de la vida existe un momento en que hay que decir, ¡basta ya! Hasta ahora la poesía española parece obedecer a un solo canon, o, mejor dicho, a un solo gurú, tan poderoso, que nadie se atreve a oponerse a él, a contradecirlo en lo más mínimo, porque ¡ay de aquél que ose a enfrentársele! El silencio será la condena y ya nunca más podrá vivir de sus migajas. Ocurre ahora lo mismo que con aquella eclosión mercantilista y efímera que allá por los años 60 se llamó Novísimos y que silenció a otro elenco de poetas de gran calidad y diferencia estética notable. En nuestros días, y aún después de un momento que parecía que otra “poesía era posible” con aquella “rebelión de los diferentes”, que luego vino en llamarse poesía “De la Diferencia” y que bien por sus luchas internas o por la hegemonía de la llamada poesía “De la Experiencia”, que aún cuenta con el poder mediático, junto a las grandes editoriales, digo, poco ha cambiado la situación, y sin embargo, a raíz de la publicación de “La otra mirada” y “El unicornio en el Café Libertad”, ambos autoría del también poeta, profesor universitario y ensayista Pedro Rodríguez Pacheco (Sevilla, 1941)), parece que vuelve a estar vigente el argumentario que sostuvo a “La Diferencia” y con el que, posiblemente, muchos poetas actuales estarían de acuerdo. Salvando la distancia del tiempo, en aquella diatriba de “Novísimos” y “Poetas del Lenguaje” o “Promoción del 60” como se la llamó también, en la actualidad, se dan parecidas circunstancias entre seguidores de una “poesía de la Experiencia” (¿acaso puede entenderse la creación poética ajena a la experiencia? y el resto de poetas tan ajenos a este movimiento, como diferentes en su concepción de la poesía. Dicho lo cual, es de una oportunísima aparición “El unicornio en el Café Libertad. 25 años después. Antología”. No es este un libro más, un texto pretencioso y oportunista, todo lo contrario. Tras el paso de los años, con una mirada serena y respetuosa, sabiendo que sólo los argumentos y el análisis son los aliados del investigador o ensayista, también de la justicia poética, se puede vislumbrar el hecho histórico que supuso aquella “rebelión de los diferentes”, poetas todos en el más puro sentido de la palabra, como lo demuestran las diferentes poéticas de cada uno de ellos, pero siempre bajo el paraguas de la Poesía. Si ya en “La otra mirada”, Rodríguez Pacheco expuso ampliamente el devenir “De la Diferencia”, sus orígenes, sus causas y objetivos o metas, con “El unicornio en el Café Libertad”, de una manera resumida aporta su particular visión, al tiempo que analiza pormenorizadamente las poéticas de cada uno de los vates antologados y que fueron artífices de aquella rebelión: Manuel Jurado López, Pedro J. de la Peña, Ricardo Bellveser, Antonio Enrique, María Antonia Ortega, José Lupiáñez, Concha García, Antonio Rodríguez Jiménez y Fernando de Villena. Es, pues, de agradecer que, con absoluta libertad, su autor, Pedro Rodríguez Pacheco, se haya desnudado y presentado, con la honestidad que le caracteriza y el conocimiento experiencial adquirido también por su relación con aquella propuesta “De la Diferencia”, ante el lector, a sabiendas que muchos serán, todavía, sus detractores. Con todo, es de reconocer que pocos son los que se atreven a “enfrentarse” dialécticamente al contrario, siempre desde el respeto. Y todo ello lo demuestra cuando, desde un sentido crítico, analiza la obra de cada uno de estos poetas. Rodríguez Pacheco toma como símbolo al Unicornio y lo hace presente en el Café Libertad donde aquellos poetas se reunieron para rebelarse contra el sistema; el Unicornio: “Un animal fabuloso…, con figura de caballo, que lleva un solo cuerno muy puntiagudo sobre su frente. Es veloz y muy valeroso. Según la leyenda nadie podía cazarlo por la fuerza”. En su recorrido por la poesía de estos autores, Rodríguez Pacheco no ceja en su empeño por demostrar la vitalidad de aquella rebelión en el marco de la poesía española del siglo XX. De Manuel Jurado López, el primero de los poetas seleccionados, Rodríguez Pacheco dice: “Jurado López es un cóndor sobre las altas cimas de la poesía: andaluza hasta la médula ha sabido asumir ese río interiory dejarse llevar por su corriente hacia otros mares de civilización y plenitudes fraternas”. De Poemas de Ginebra, estos versos: “Soy hombre y mujer al mismo tiempo porque ya estás / en mí igual que la palabra que pronuncio / para que la oigas tú y caiga en mí, muy honda, / como en un pozo.”. Escribe Rodríguez Pacheco sobre el siguiente antologado: “La poesía de Pedro J. de la Peña se mueve entre dos polos que, sin ser antagónicos, distinguen dos poéticas, y aunque con carácter oposicional para que el sistema funcione, el poeta intenta que sus universos, los íntimos y los exteriores, es decir, los de la vida y su experiencia y los de la cultura (los paisajes del sueño y los de deseo) encajen en esa caja china de múltiples registros. De El soplo de los Dioses, estos versos: “Cuando un amor se pierde es asunto sabido / que los débiles buscan desamores livianos / que ayuden a ahuyentarlo.”. El siguiente perfil trata del poeta valenciano Ricardo Bellveser, de quien escribe Rodríguez Pacheco: “La poesía de R. Bellveser se nutre de urgentes afirmaciones y, seguidamente, de sus refutaciones; es una tensión en la que el sujeto poético vive su sinvivir”. De su poesía seleccionamos estos versos: 

“El tiempo tenaz todo lo ha cambiado: 
/ el techo no es tan grande, ni tan alto, 
/ ni tan misterioso, ni me acongoja.
 / La cama, sólo es un campo de plumas 
/ que el tiempo con la muerte ha desolado.”.

 Es un perfil poético de Antonio Enrique, escribe así Rodríguez Pacheco: “Antonio Enrique, como poeta, en su esencialidad como poeta, es un místico humanista…Esa rehumanización que compromete a toda la Naturaleza, es el hallazgo diferencial de Antonio Enrique”. De La palabra muda, estos versos: “No me importa morir / porque he conocido a la mujer / que ha sido mi madre, mi hermana, / mi amante y mi amiga: / El todo mi ser.”. Nos descubre ahora Rodríguez Pacheco el perfil poético de María Antonia Ortega: “En toda su obra se detecta un profundo ardor, un fuego, un magma volcánico que cuando entra en fase eruptiva y se derrama libre por las laderas de su universo, nos deja esas ascuas incandescentes que son sus poemas, sus revelaciones, sus iluminaciones…”. De “El emparrado”, sean estos versos: “Mi alma es antigua / y ya no volverá a reencarnarse; / por eso necesito el desierto / y los días de luz interminables, / igual que antes la proximidad / de los cuerpos”. José Lupiáñez, para Rodríguez Pacheco es ese inmenso poeta proclive “a dos grandes movimientos que vertebraron -y para algunos aún vertebran- el universo de la creación literaria: el Barroco, como tiempo de violenta aceleración temporal y, más acusadamente, el Modernismo”. En su sabiduría, capacidad de creación y emoción confía el antólogo; de su poesía estos versos que la ilustran: 

“Mis manos acarician la piedra 
/ en esta inmensa grita del mundo.
 / Hasta hoy fue el desierto,
 / con su aliento de fuego, azotándonos 
/ sin misericordia, y la arena en los ojos 
/ o los labios cuarteados por la sed”. 

La poeta cordobesa afincada en Barcelona, Concha García es, para nuestro antólogo, otro de los perfiles elegidos y de ella habla así: “Concha García había montado su insurrección heterodoxa ejerciendo una especie de violencia en el lenguaje normativo que era de uso canónico en las hegemonías…”. Aquí una breve muestra de sus versos: 

“…Tú me amas. 
/ La hermosa nada que recupero 
/ me pasea en automóvil”.

 Si hay un poeta que, por su vitalismo, “La Diferencia” irrumpió en el panorama poético español con fuerza inusitada, ese es Antonio Rodríguez Jiménez. “El “yo” poético de Rodríguez Jiménez -nos dice R. Pacheco- lo es blindado por seres mitológicos, intuiciones fantásticas, espectros que se reparten lo benéfico y lo maligno”, y añade: “Rodríguez Jiménez es prototipo del paroxismo visionario, lleno de intuiciones y de frenesíes fantasmales”. De su poema inédito “Escala primera” tomamos estos versos: 

”Las escalas indican el momento vivido, 
 el pasado de humo, el presente 
de plástico y el futuro de goma, 
como un alambre que se derrite  
una y otra vez hasta que chorrea 
como un líquido más ligero que
 el agua”.

 De Fernando de Villena, último poeta antologado, R. Pacheco escribe: “El proyecto poético de Fernando de Villena lo es en constante erupción: todo lo incita, todo lo provoca. Hay, principalmente, cuatro elementos conformadores o incitadores en su poesía: el amor, el tiempo, las creencias y los paisajes del mundo con sus consanguíneos: la alta cultura, sus símbolos y mitos”. Reflejo de su humana condición, sean estos versos pertenecientes al poema “Vacilaciones de la fe”: “No sé si de verdad existes, / pero ahora quisiera / que de verdad existieses / para sanar tanta pena, / para colmar tanta esperanza”. Esta ha sido una pequeña muestra de lo que significó, y creo que convendría decir, lo que aún significa hoy “La Diferencia”, conscientemente silenciada por quienes todavía mantienen la hegemonía poética en España, tan alejada de la calidad que requiere toda creación que se precie.
EL UNICORNIO EN EL CAFÉ LIBERTAD 25 AÑOS DESPUÉS
PEDRO RODRÍGUEZ PACHECO
Título: El unicornio en el Café Libertad. 25 años después

Autor: Pedro Rodríguez Pacheco

Editorial: Carena (Barcelona, 2019)