Siempre lo mismo, desde tiempo inmemorial, la derecha española no ha evolucionado lo más mínimo. En las últimas semanas, concretamente desde las elecciones europeas, el punto de mira no es otro que el único grupo político que ha sido capaz de conquistar más de un millón de votos en escasos meses desde su nacimiento como tal. Este asunto de «Podemos» que así se llama la fuerza política en cuestión les ha puesto muy nerviosos –en honor a la verdad, no solo a la derecha española-, también a los medios de comunicación que la sustentan. No hay día que pase que los citados medios y algunos de los barones del Partido Popular no tengan algo que decir, por regla general: improperios variados, injurias, difamaciones, bulos y un largo etcétera de mentiras con las cuales, al parecer, pretenden distraer a la ciudadanía de los verdaderos problemas de este país, como la creciente corrupción, la destrucción continuada del empleo, el deterioro de la justicia, la abolición enmascarada de derechos y libertades o la desvergonzada actitud de un gobierno proclive a los dictados del franquismo.
La derecha española, realmente, no ha aprendido nada porque nada le interesa, a excepción de aumentar escandalosamente sus cuentas corrientes mientras el resto de la población se abisma cada día en la indigencia y la desesperanza. La misma derecha que antaño gritaba: ¡que vienen los rojos!, hoy vocifera: ¡que vuelven los rojos!, como único argumento para atacar y desacreditar a quienes son simplemente sus adversarios políticos. La misma derecha de siempre, la que oprime y no admite la diferencia como hecho democrático en sí misma, esa que prometió salvarnos de la crisis hundiéndonos más en ella, arruinando las vidas de millones de españoles y salvando a los bancos y a sus incompetentes y corruptos administradores.
La derecha española tiene miedo, un miedo atroz a perder sus privilegios heredados, y por ello el uso propagandístico de la infamia o la ofensa, la insidia o la mentira para seguir en el poder, para desestabilizar, confundir o condenar a cualquiera que no piense y actúe según sus condiciones. De ahí su miedo y su indecente estrategia para destruir al adversario, sus premeditados y contundentes ataques, su inmoralidad continuada en el tiempo. Miedo a la libertad de manifestación y expresión, a la libertad con mayúscula. Claro que la derecha española está asustada, pues, ¿cómo si no puede explicarse lo que está ocurriendo hoy en España? Claro que tiene miedo, un miedo atroz a perder la batalla por la dignidad del ser humano.
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