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HUIR.



Huir,
huir hacia otra patria
donde el hombre sea el centro,
la luz que ilumine los inviernos
y nadie pueda someterlo y humillarlo,
lacerar su carne con el látigo
... o vaciar su mente de palabras,
de ideas, de sentires y sueños.
Huir,
volar a lo más alto de las nubes
que abrigan la esperanza y sus dones,
ganarle la batalla a los tiranos
que oscurecen los días
y coronan sus vidas con la muerte.
Huir,
huir hacia otra patria

Vuelvo del vuelo al agua

 
Vuelves del vuelo al agua
de una alberca cualquiera
y desesperadamente
bebes hasta sentirte exhausto
de olvido, como al principio
de todo, en los orígenes del silencio.
Vuelves serena hasta mi alcoba
y en ella te refugias
y entre la seda de las sábanas
ocultas tu pequeño corazón de fénix,
...
después de resurgir de las cenizas.
Vuelves a mi lado, una vez más,
y me confortas y hablas
de las pequeñas cosas del mundo,
y yo te escucho absorto,
al filo de la madrugada,
eternizándome contigo,
una vez más,
y para siempre.
 
 
12/06/2013
 

Qué queda tras el silencio





"¿Qué queda tras el silencio,
tras ese velo de soledad y vacío?
¿Qué queda tras el dolor,
sino la espera y las ausencias?
Volver a los diecisiete
-dice la canción-,
pero ya nunca más se vuelve
al tiempo de las amapolas."
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Nada

Nada es aire o música en su vuelo
de siglos sobre la tierra seca
en esta hora de falsedades y luces
disfrazadas de oro y de brillantes.

Nada vuelve a su lugar de origen
y a plena oscuridad destella
como una sílaba tras otra
formando la palabra que dice
y que define al hombre en su pobreza.

Nada acalla el llanto y la miseria
de este día que nace y se rebela
contra los dioses y su avaricia,
nada es nada en su demencia.

ASOMADO AL INVIERNO



O todos o ninguno. O todo o nada.
Uno sólo no puede salvarse.
O los fusiles o las cadenas.
O todos o ninguno. O todo o nada.

Bertolt Brecht

a Antonio Muñoz Zamora (superviviente campo nazi de Mauthausen).

In Memoriam



Me acerqué aquella noche hasta su casa
como un sonámbulo, muy lentamente,
al tiempo que las calles, frías y húmedas,
vertían mosaicos de espejos, luces
de infinitas soledades, de inviernos
obscuros y dolientes en mi rostro.
Una alfombra de hojas amarillas,
de silencios anónimos se ocultaban
tras la densa niebla del olvido, gris
como la edad fundida a mis cartílagos,
la misma que asola campos y sueños.
Hoy camino por vastas geografías
y lluvias monocordes, por océanos
de sangre y fuego, por sórdidas cárceles
y cuerpos desnutridos y hacinados;
hoy, después de oír sus voces mustias,
me persiguen las sombras del pasado,
la triste melodía de otras edades,
los días con sus crespones de luto,
el ácido silencio de la historia
que arremete contra todos y todo.

Hoy te he visto, apoyado en los silencios,
cruzar la calle muy despacio, trémulo,
apurando los rumores del día
y he sentido el vuelo de los ángeles
como un aguijón de muerte en los párpados
de la noche y los altos cipreses.
Hoy, te he visto, y en ti, los negros peldaños
del desvalimiento –caústica agonía-,
y uno a uno he contado con los dedos
manchados por la sangre y el tormento
cada cuerpo caído en la espesura
selvática del odio y la barbarie.

Entonces recordé que tus orígenes
de sal y espuma avivaban el vuelo
de los pájaros, los sonidos del aire
en las mañanas de la calle Estrella,
allá en la Almedina laberinto,
nido y haz de sueños y quimeras,
en cálido abrazo con los licores
y el vino oferentes de Casa Teba,
o las fragancias de la oscura tinta
impresa en áureos pliegos de papel.

Recuerdo que tu nívea presencia
viaja conmigo a Orihuela, Albacete
y al frente del Jarama entre aullidos
monocordes de balas homicidas;
que en Brunete la sangre es un hervor
en tu antebrazo; que te espera el agua
del Ebro y la orilla de Gandesa,
la voz de un silencio tras otro, la luz
del ocaso en las pupilas y el alma.
Recuerdo tu soledad en Argelès,
la humillación en tu lecho de arena,
las noches de duermevela y congoja
sesgándote la piel y las ideas,
arañando la juventud del sueño.
Y allí en la playa, en la dura almohada
del desamparo, insomne, descubrías
la doliente mirada de otros seres,
de otras vidas sin vida en las pupilas,
sin sueños ya, sin patria ni memoria.

Luego, tu carne apresada a otra carne
en un abominable vagón de tren,
inmóvil, asfixiado en el hedor
de otros cuerpos vencidos, moribundos;
sólo carne, espuria piltrafa humana
camino al matadero de Dachau.
Y vendría el infierno de Mauthausen:
ciento ochenta y seis peldaños de espanto
y muerte, el horror de noches y días
sintiendo el gas asesino en el aire.
Con el paso del tiempo, otros infiernos
en tu Francia adoptiva y en tu natal
Almería, otros silencios, otra paz
más dolorosa, un pacto de esperanza
para seguir viviendo como humano
lo que otros mancharan con sangre y fuego.

Volverías, con el paso del tiempo,
a la razón del ser, eternamente.

DE LA SABIKA Y LA ALHAMBRA



La Sabika es una corona sobre la frente de Granada,
en la que querrían incrustarse los astros.
Y la Alhambra (-¡Dios vele por ella!) es un rubí en lo alto de esa corona.

Ibn Zamrak

Juego entre mis manos con su piel de seda y albas
y en el silencio de la estancia preparo vino
y rosas, elixires y aromas del oriente;
pláceme sus consejos y plática llegada
la noche, y entre la mirada fija de las estrellas
y la cálida llama de la luna en el cielo,
ebrios se adormecen los sentidos y los sueños.

Mas nada temo en tu grande altura de colina,
ni nada quiero, que entre las hojas amarillas
del otoño en tus labios y de la luz dorada
de la tarde en tus cabellos, serenas residen
las oraciones, las palabras, los gestos; sean
todos en uno la dulce voz del almuédano,
el canto del gallo cumplido el tiempo, la edad
de los abismos en el incandescente mármol
de los surtidores, en los espejos del agua
o en el silencio de la turbación y sus círculos.

En tus pechos de nieve y sol habito, en la magia
de la seda y el blanco azahar, en los jazmineros
que pueblan los jardines y la noche perfuman,
y las alcobas de palacio y las pobres casas
de los labriegos de la vega, y las estrechas
calles de la medina ensortijada de luces,
de cristales e infinitos colores, de lluvias
y asombros en las riberas de la noche y el grito.

Juego entre mis manos con el fuego de tus labios
y a ellos me encadeno libremente, eternizando
la hora en que la llama del amor en brasas besa
la túnica sedosa de tu vientre y tu costado.

En mis dedos los tuyos, la vida y sus secretos.

CAMPANAS DE BAEZA


II

Lo he visto en la puerta
de su casa, estaba quedo,
con la mirada en lontananza,
vigilante, en la cima del sueño,
esperanzado en conquistar la luz
de la palabra.

Lo he visto caminar
por las calles de siempre,
lenta y serenamente,
abstraído y libre.

Todos olvidaron su nombre,
y por si acaso, alguna librería
lo tomó como seguro reclamo,
pero no nos engañemos
sólo luce como símbolo
y al cambio en euros se convierte.
Hoy lo he visto como siempre,
serio y enlutado,
cubriéndose la cabeza
con el sombrero de fieltro;
solemnemente agarrado
a su inseparable paraguas.
Lo he visto y me he jurado
seguirlo hasta más allá
de los cerros de Úbeda,
ignorando al tiempo y sus silencios,
creyéndome el único vigía,
su única y certera sombra.

Hoy lo he visto
y he creído en sus versos,
y en su tristeza, de tal manera que,
         nada existe ya sin su presencia.

CAMPANAS DE BAEZA



I

A su voz
otra voz tañe el aire
de broncíneas campanas
y un cielo gris antiguo
abre sus entrañas de olvido
a la razón de otro tiempo
y otra vida en soledades ebria
por campos de olivos y aceitunas.

Nadie sabe ahora,
en el silencio de esta noche
de luminarias y piedra
dónde y cuándo apareciste
por vez primera
en estas calles y plazas
abiertas al aire y los crepúsculos.

De nuevo las campanas
-las campanas de Baeza-
y tu nombre golpeándome
las sienes, la memoria;
la voz del poeta
abriéndose como una flor,
como una sola campanada
en la cima de la magna torre
desde donde hoy revivo,
al caer la tarde,
la tristeza de otro tiempo
y otras ciudades.

Al día de hoy
sólo poseo la nostalgia
de unos pasos en la noche
solitaria, y un lejano sonido
de campanas –las campanas de Baeza-
derramando sus dolores
en mi estancia, de madrugada.

LA PARRA


Fueron sus lágrimas como el crepúsculo
y el vino que derramó el bodeguero
sobre el blanco cristal de la memoria.

Cuando niño jugaba bajo sombras
de parras retorcidas y gigantes,
saltaba hasta prender entre mis dedos
sus verdosas y arracimadas ubres,
y mecía en los labios su dulce néctar.


Tras la ventana, cuando yo era niño,
los campesinos detenían la tarde
en el estanque, y en las viejas tabernas,
apoyados sobre el frío y gastado
mármol, el áureo líquido libaban,
y el tiempo, y la vida, y hasta el olvido.

Cuando niño me adornaban la noche
de cuentos tristes y mágicas hadas,
y dentro de mí galopaba el sueño
de unos hombres sin rostro, derrotados,
que escanciaban su vida en un vaso
de vino que el bodeguero vertía
sobre el blanco cristal de los recuerdos.

EXALTACIÓN DEL FINO "CANCIONERO"



Ven que no quiero más odre que el tuyo
para apagar la sed que me proclama
un vinolento amor exacerbado.
Manuel Gahete



Derrama el rocío sobre las vides
cristales de soledad y silencio,
el húmedo rumor de las caricias,
el tiempo convertido en fiel amante.

Hallan las manos verdosos racimos
y en su mudez hasta los labios trepan
y ofrecen carne y sangre de sus ubres
como dulce ambrosía de los dioses.

Dora el ocaso aromas de bodega
y en las entrañas del barril el vino
duerme, sueña, vive, es flor bautizada
por el áureo esplendor de la venencia.

Es tu almendrado sabor una sonata
que hiende el aire de rimas y misterio,
un volcán de placeres inconclusos,
añejo cancionero de palacio.

Es el brillo de tu piel en la copa
y el silencio de tu boca en la mía,
el más dulce de los besos, la vida
en espaciados tragos trasegada.

Es tu sangre en mi sangre el universo
que alimenta la espera más doliente.

VINO Y CREPÚSCULOS



Una tarde serena, la pasamos bebiendo vino.
...Gorjean las aves, languidecen los ramos,
y la tiniebla se bebe el rojo licor del crepúsculo.
Muhammad Ben Galib Al-Rusafi


Aprendí del apenado tañer de campanas
que las tardes son vasos
de vino, tragos de silencio y soledades
en oscuras tabernas.
Bajé a los infiernos del sufrimiento y la queja
para verlos de cerca:
subidos al lomo de las bestias, de la noche
perfumada de otoño;
perdidos tras la lluvia agonizante de la voz
que bebe del olvido
gris memoria de pámpanos dulces y aviejados;
frágiles tal cristal.

En mis labios se deshizo el secreto del vino
igual que la amada
con su amor desvanece los fantasmas del miedo.

En la copa el copero
deposita cuantos sueños el hombre precisa
para luego callarlos
el tiempo que la muerte generosa concede.

LUZ DE ATARDECER


La luz dorada del atardecer
estalla en las azules manos del mar,
mas nada se oye ni nada se siente
en el camino que asciende al corazón
de la tierra y sus edades de arcilla.

El hombre se acompaña de nostalgias,
de voces dormidas en la memoria,
de silencios cayendo en el estuario
de una noche cualquiera, abisal,
génesis y destierro, fuego y luna.

La luz dorada del atardecer
prende en mis pupilas hasta incendiarlas.

ÉCIJA

ÉCIJA



El tiempo me negó la luz barroca
de tus atardeceres, sus silencios
de piedra y fuego en las más altas cimas
de la memoria y el sueño, soledades
en vuelo mágico de mariposas.

El tiempo que me abrasa los sentidos
cuando paso a tu lado y sigo el camino
como si no me importaras, condena es,
castigo, profunda herida, perpetuo
abismo, amarga sinfonía del bronce.

Olvido es hoy ese tiempo, pues te hallé
en la ardentía del beso y su latido,
en los sempiternos campos de olivos,
en las tórridas tardes de verano
y en el solar océano del cielo.

Entre las altas torres, siempre viva.

LOS DE SIEMPRE



Vosotros, los de siempre,
los de los labios de acero,
los de las palabras huecas,
los de la peste en el alma,
los del sitio de la traición.

 Manuel Ruiz Amezcua



Se ocultan tras las sombras de la noche,
ensucian la palabra con el vómito
de su palabra, y así silencian la voz
de quienes sueñan alcanzar su sueño.

Ellos, los de siempre, los que se ganan
la vida agitando enseñas de muerte,
los que se arrodillan ante el poder
y bendicen sus hazañas con versos
vanos, ungidos de miseria e infamia.

Se mecen en las ramas de la injuria,
cultivan la calumnia, se sumergen
en las aguas procelosas del odio,
se adornan con la sangre del vencido
y de progres de izquierda se coronan.


Se sientan a la mesa del invicto
y degluten sonrientes sus miserias;
saborean el sufrimiento ajeno,
y acusan con dedo firme siempre.


Se miran al espejo cada día,
frecuentan fiestas de moda y saraos,
despachos de roja y limpia moqueta,
modernos locales, serias reuniones,
y murmuran y hablan de los otros
con verbo de avariciosa mentira.

Son ellos, los de siempre, los de siempre,
los que secuestran ideas y sueños,
los que humillan, los que cautivan la voz
y la palabra, los que mortifican.

Son ellos, los de siempre, los de siempre.

LA GOMERA



Nace un silbo esta noche
que va y viene, del mar
al monte, de los barrancos
al cielo, y vuela, vuela ese silbo
con alas de manantial y cobre,
y vuela, y vuela, una vez más,
mil veces mil, siglos enteros.

Nace un silbo esta noche
como un trueno inmarcesible;
nace, de la tierra y el fuego,
y nos abrasa el alma y los labios;
nace como un son preciso,
como única palabra: la vuestra,
la que une y separa,
la que nos redime y abraza
y nos tiende su cálida mano,
fraternal, copiosamente bella.

Nace un silbo, y con él,
la tierra tiembla, el universo entero
tiembla, tiembla, tiembla…



La Gomera, 21.04.05

NACE TU VOZ


A Diego Clavel, cantaor.



Nace tu voz de las profundidades,
de la honda raíz del dolor,
como un quejío solo y único,
como un trueno limpio y claro,
tal fuego que abrasa y quema
la palabra esculpida en la noche
de aquel viernes de Dolores
en El Morato, cuando el sonido
entristecido de la granaína
en los dedos ciclón de Postigo
colmaba la cueva de claveles
y lunas, de aromas y luces.

Nace tu voz, tu voz siempre,
del hondo clamor de la pobreza;
entre jara y romero, en soledad,
siempre tu voz, tu voz siempre.

Nace la luz de tu voz,
en la noche,
junto al calor de la amistad,
siempre,
siempre tu voz, como un sueño.





Madrugá del 7 de abril de 2006

MAR Y OLIVOS



a José Saramago

Nos viene de antiguo el amor
al olivo, ese árbol que crece
lento y sobrio sobre la tierra
y es fuego en las noches de invierno,
bálsamo, alimento, albor y luz…

Qué fue de aquella tierra,
su aroma prendido
en la piel de los ríos
y las acequias, sino
osarios y ceniza.

Nos viene de antiguo el amor
a la mar, inmensa llanura
de límpidas aguas, refugio
de náufragos y soñadores,
orilla de arenas y espuma...

Qué fue de aquellos mares,
del latir de sus olas
en los pechos del día
y los silencios, sino
abismo y desierto.

Qué fue de los colores,
de su luz primigenia
en los labios del tiempo
y los amantes, sino
eterna oscuridad.

Qué fue del pensamiento,
de la siempre encendida
palabra que lo abriga
y lo ilumina, sino
silencio y cataclismo.

Amor de mar y olivo, amor.


José Antonio Santano

SEA LA NOCHE

SEA LA NOCHE


a Pilar Paz Pasamar

Sea la noche con su luna de plata,
los cipreses vencidos bajo el cielo
o esta sinfonía de hojas caídas,
secuencias de un olvido, resplandores
de antiguos metales y áureas estatuas.

Sea tu nombre como un silbo de besos,
la Paz que quise siempre para todos,
sean las grises tardes de otoño, la luz
fenicia de los silencios que siempre
vuelven al abrigo de las palabras.

Sea en tu pecho la mar y sus orígenes,
la brisa azul de los sueños, el canto
de antiguas sirenas, la voz del viento
gravitando en tus pupilas de niña.

Seas de nuevo, Pasamar, la mar siempre,
espuma diamantina de las noches
de estío, nave y ola, silencio y verbo,
inagotable manantial de historias.

Seas como el eco de este mar de olivos
que con tu mar se hermana en un abrazo.

ATARDECER EN CARBONERAS


A Miguel Galindo Artés, al cumplir lo prometido.



No fueron tus ojos sal
ni tus aguas rumor
de sangre en los crepúsculos
ni tu boca horizonte
de signos y silencios.

Aquella tarde, la mar
en Carboneras quiso
apresarme en su pecho
y en sus brazos mecerme
-olas de espuma y fuego-,
en el tiempo infinito
que unos labios ardientes,
huella fueron en otros,
asombro y plenitud,
pertinaz laberinto
de corales y conchas,
y tesoros escondidos.

La mar, aquella tarde,
en el eco de tu voz
tuve por compañera,
Miguel, y en ti las olas
bramaron al unísono,
apasionadamente libres;
y en ti, como un regalo,
la paz de la palabra
modelada de lluvias
y soles y desiertos;
el hechizo del viento,
el vuelo de los años…

La mar siempre, Miguel,
desde el Faro y la playa,
en los atardeceres,
en las noches o al alba,
como un milagro de luz
o un paisaje de sueños
que silencioso asciende
a las nubes en brasas.

La tarde en Carboneras,
Miguel, al mar se abraza,
y en ti la mar se crece,
y late y es pulso, y vida.

Medina Azahara o la Ciudad Mítica


Música y pena teje el ruiseñor oscuro. Y alguien,
para quien es luz y dolor la vida, queda en la noche
oyéndolo inmóvil, solo, mudo.
Ricardo Molina


A Paco Losada y Loli Puebla, por su amistad.

Celeste es la agonía del camino,
un vasto imperio de lenguas y razas
venidas de los confines del mundo,
la paz, la luz que aguarda en cada esquina.

Verde es el silencio de la retama,
de los olivos y estanques, del agua
que corre por las acequias del huerto
y a tarde sabe a los pies del madroño,
a sangre y lodo, a besos fugitivos.

Del color de la arcilla, la tristeza
que siento cuando ya ciego no alcanzo
los fulgores del día en tus desnudas
columnas, en tus arcos y atauriques;
la soledad que me abruma en esta hora
breve de la vida que junto a ti hallo
después de trasminar este recinto
y descubrirme vencido y náufrago
de no ser tú mi amor y compañera
en este viejo paisaje del Monte
de la Desposada y del infinito
Valle del Guadalquivir. A la hora
del solsticio de los sueños y el fuego
en ti resido, por y para siempre,
siempre en tus ruinas, solo, mudo.