CRÍTICA
DE LIBROS
EL
AMOR
—Marguerite
Durás—
Muchas
veces, demasiadas, intentando encontrar algo novedoso sobre esta
autora singular, me he topado, casi siempre, con la misma cantinela
sobre manidos y presuntos análisis de la obra literaria de
Marguerite, con titulares tales como: «La francesa que escribió lo
prohibido» y poco más de relieve, como si esta autora se hubiera
quedado estancada en «El amante» y en sus agitadas pasiones
personales, aparente disipación y demás.
Echo
de menos en estos repasos al uso a la obra literaria, y a la vida
íntima, cercana, de Marguerite Duras, un librito que para mí es la
esencia de ese «decir entrecortado» que ella usaba cuando se le
desbocaba el alma y que la llevó a posicionarse para siempre en la
categoría de escritora «distinta» y poco convencional. Me refiero
a ese minúsculo, emotivo y desconocido libro a corazón abierto
llamado «El amor», que incomprensiblemente nadie cita cuando se
habla de ella y su obra.
Para
mí, «El amor» es una joya que se puede leer mil veces sin que el
interés y el pasmo que produce decaiga. Es tan distinto de lo
«trillado» que la primera vez que lo leí, hace más de veinte
años, la sorpresa y el rechazo instintivo me sobrecogieron por
igual. Digamos que me produjo un choque singular que en primera
instancia no supe definir pero que me obligó a dejar de leer el
libro por un tiempo pero no a dejar de pensar en él. Tiempo después
retomé la lectura desde otro ángulo y me encontré, me reconocí y
me amé, en sus palabras, murmullos más bien, depositando en el
fondo de mi ser el texto hermano de la palabra que se expresa casi
sin expresarse en el abismo interior de algo que se nombra sin ser
nombrado y de un amor que te penetra con la desgarrante crueldad y
aparente desgaire del propio vocablo no pronunciado.
Esta
auténtica joya literaria, que al parecer nadie ha apreciado, es para
mí talismán desde que hace ya muchos años logré penetrar la
aparente coraza externa de tan increíble y tierna criatura
literaria. Marguerite ha sido mi musa en muchos escritos donde la
cito y en muchísimos otros donde sin citarla es protagonista
absoluta de lo que digo aun cuando el texto no lo refleje para el
lector, a no ser que este conozca en profundidad la extrema
sensibilidad de esta sufriente Eva-Mujer-Amor, que apuró hasta el
fondo la copa de la Vida vaciándose, vaciándola, llenándose y
llenándola de contenidos.
El
pequeño, mágico y atípico librito llamado «El amor», forma parte
desde hace décadas de mi reducido grupo de afiches o fetiches
imprescindibles. Difícilmente emprendo un largo viaje sin llevarlo
en mi «mochila» de artículos de primera necesidad, tal y como se
lleva la maquinilla de afeitar, la pasta de dientes o un juego de
condones. Y cuando no viajo, es mi inseparable compañero y hasta
diría que amante táctil, siempre sobre la mesita de noche, junto a
la cabecera de la cama, que es el lugar donde tengo mis libros
escogidos, para leer y relajarme después de cada jornada, antes de
que me venza el sueño y se pronuncien mis fantasmas.
Antonio
García Vargas