Espectral Cómic.
Espectral CÓMIC. ÁNGEL GUINDA y JOSEMA CARRASCO
Siempre
la poesía, como bálsamo o luz que ilumina la oscuridad de la vida. La
poesía para reencontrarse con uno mismo y los otros, para sentirse
libre como un río que recorre el paisaje de la vida y nunca se detiene,
para soñar lo desconocido. Y si después de todo hallas en su voz el
verdadero camino hacia lo absoluto y la nada, si consigue deslumbrarte
su palabra viva y cristalina, si desnuda se muestra, un nuevo mundo
renacerá de las cenizas como ave Fénix. Si el hallazgo de esa voz toma
en su voz el nombre de Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) ocurre que el
hallazgo de su palabra es como el descubrimiento de un tesoro en una
isla perdida. Nace al ser y desde el ser del poemario “Espectral”,
publicado en la colección “Papeles del Trasmoz” (2011), este “Espectral
cómic”, una apuesta innovadora, moderna y diferenciadora de la
expresión artística, y digo bien, porque en ella se reúne la palabra y
la plástica, el poeta y el dibujante, para crear una obra tan brillante
en su ejecución como magistral en su contenido. “Espectral cómic”
responde a la necesidad de construir un universo pleno de belleza en su
sentido más amplio. Es, como escribe el crítico Antón Castro en su prólogo, «el libro de un vómito del alma y de la inteligencia», y refiriéndose al dibujante y poeta Josema Carrasco y a su trabajo en este libro: «...en el cómic todo puede hacerse: la gravedad de existir, la belleza del dolor, el diálogo incesante que cualquier ser humano mantiene con sus fantasmas». En esta dualidad de las artes, que se complementan, el verso en prosa de Guinda no deja de sorprendernos, porque igual descendemos a lo más oscuro que ascendemos hasta una luz cegadora: «¿Eres tú, la oscuridad, la llama que me llama? ¡Apagada en la sombra hay otra sombra! La necesidad de saber, de saberse quién, permite a Ángel Guinda indagar, meditar sobre sí y el mundo que le rodea, comparar y vivir en plenitud. Quiere saber y por ello se pregunta y se responde: «¡Para saber quién soy comienzo a dialogar con mis fantasmas! ¿Dónde está el trillo quee ralló el temblor? ¿Dónde los fuegos fatuos de la infancia? ¿De qué eran clave las chispas espaciales?». Y en el camino que se traza el poeta desde la infancia existe la libertad plena de imaginar de saberse otro y distinto en cada palabra o pensamiento: «De niño yo veía en Zaragoza rinocerontes con cabeza de hombre, hombres con cabeza de pistola, hombres con cabeza de falo, hombres con cabeza de copón, hombres con cabeza de mardano, con cabeza de buey, de jíbaro; hombres cabezones, cabezudos, hombres con la cabeza en los pies». Sutileza y desnudez convergen en la palabra de Guinda y la plástica de Carrasco, un corpus sólido y frágil a la vez, dependiendo de la mirada de cada lector, pero nunca indiferente. «¿Esta sed insaciable es el destino?», se pregunta el poeta.
Guinda es el poeta total, pero también el hombre: «Yo soy el hombre que llora dentro de una lágrima», escribe, pero también la voz que se desvive y se desnuda ante sí y ante el mundo. Palabra e imagen en en perfecta comunión. La gran preocupación del poeta es la vida, pero también la muerte. Dirá: «No se agota una vida en su vivir. ¡Vivir es arrojarse a convivir! o ¡Quiero morir de pie, como mueren los árboles! La palabra es esencia y salvación: «¡Si me dejo la vida en la palabra, la palabra me devolverá a la vida!»...y así hasta el final de los días o el silencio de la noche que brama en sus oídos: «Ya la noche se ha tapado la cara con las nubes para no iluminar, no ver, no oler, no decir nada. Para que yo, en sus brazos, me abandone al silencio y al reposo infinito».
Autor: Angel Guinda y Josema Carrasco
E ditorial: Olifante (2018)


