Para aquellos lectores
que disfrutan de la buena literatura, y más concretamente, de la poesía, la
noticia de una nueva publicación, en este caso de un clásico, siempre es
bienvenida. Necesario se hace recuperar del olvido la poesía de algunos autores
que constituyen en sí mismos un referente de la más culta tradición poética en
España. Conviene reflexionar aquí sobre el hecho poético, su repercusión en la
juventud actual y, por ende, su futuro (¿?). Habría que preguntarse en primer
lugar qué leen nuestros jóvenes, si leen mucho o poco y a qué autores, porque
no es esta una cuestión baladí. La lectura es el principal pilar del
aprendizaje y la formación del futuro poeta. Hoy, con el asentado ya sistema de
autoedición, el mercantilismo feroz de algunas editoriales, y algunos ahorros,
la publicación de un poemario está garantizada. No hay filtro alguno que
aconseje la retirada del manuscrito por carecer de la necesaria calidad
literaria y, consecuentemente, una reescritura del mismo. Y así nos va. Por
este y otros motivos que serían largos de explicar en este espacio, se
agradece, y mucho, que un sello editorial de prestigio como es Hiperión, con
una edición del profesor y crítico Pedro Roso, nos devuelva la esperanza en el
texto literario de calidad, cual es esta “Antología poética” del poeta y miembro
fundador del grupo “Cántico” Ricardo Molina (Puente Genil, 1917-Córdoba, 1968).
Es la poesía de Ricardo Molina una lectura imprescindible y necesaria para
entender una época trascendental de la Historia y la Literatura española. A
veces, y es también una función importante del crítico, conviene actuar de
altavoz y recuperar así la obra de autores que, como el pontanés Ricardo
Molina, han sido y serán un referente poético de primer orden. En esta “Antología poética”, publicada en el
centenario del nacimiento del poeta Ricardo Molina, el profesor Roso nos
aproxima breve pero sustancialmente a su obra.
Con acertada didáctica Roso nos
guía, de forma cronológica por el quehacer poético de nuestro vate, desde su
primer libro “El río de los ángeles” (1945), en el cual ya se vislumbra su
sensual voz: «Oh qué dulzura, / qué extraña y admirable dulzura, / descender
abrazados, desnudos, al fondo oscuro del río, / desnudos y abrazados para
siempre, / y así, gozosos, líquidos, disolvernos en ondas, / en claras ondas
plateadas, verdes…», pasando por “Elegías de Sandua” (1948), quizá el texto más
conocido, donde el poeta, como dijo el profesor Clementson, «es el cantor
inolvidable de la dicha pretérita», y así lo aseveran estos versos de la Elegía
XXX, dedicada al siempre amigo Juan Bernier: «En el charco de la Pava, en el
Jardín del Alpargate, / en los chozos de barro y de taraje / que azotan las
tormentas al lado de la cárcel, / en los tugurios ásperos de riñas y
blasfemias, / igual que bajo lámparas de plata / y arcángeles y vírgenes y
santos, / pasea Juan Bernier interminablemente; “Corimbo” (1949), discurso
poético que aúna y exalta Naturaleza y vida: «Ya no necesitamos las palabras. /
Ya basta el sol que besa, basta el río / que nos lleva en sus ondas lentamente,
/ y el viento que los ojos acaricia, / la verde sombra que en la boca tiembla»;“Elegía
de Medina Azahara” (1957) resultará ser, en palabras del profesor Roso, “el
símbolo perfecto de su visión del mundo: las ruinas de Medina Azahara son las
ruinas del paraíso perdido (…) el correlato objetivo de una honda reflexión
sobre el paso del tiempo, la fugacidad de las cosas, la ineludible presencia de
la muerte”, como se aprecia en estos versos: «Del alminar, ¿qué queda? Del
alcázar / ¿qué queda? Del amor, del poderío, / del deseo, ¿qué queda? Un son de
piedra, / un nombre vago y falso, un aire triste». A este seguirían los
poemarios “La casa” (1966), “A la luz de cada día”(1967) y los póstumos “Regalo
de amante” (1975) y “Psalmos”, “Homenajes” y “Otros poemas” publicados todos en
1982. En todos, la singular voz del poeta destella con luz propia. Para Luis
Antonio de Villena «el mejor Molina es ese poeta del júbilo del amor y la
sensualidad, tocado de melancolía temporalista y de algunos toques de
religiosidad verídica cuanto necesariamente heterodoxa». Sin duda alguna
Ricardo Molina representa la voz serena de un tiempo oscuro, solo salvable
desde una estética profundamente humana y donde “lo bello”, como él mismo dijo,
“es el supremo consuelo que puede ofrecer el poeta a los hombres”. Intimista,
sensual, culto y casi místico en ocasiones, Ricardo Molina nos afianza en el
convencimiento de que la verdadera poesía se escribe desde el conocimiento y la
emoción como hecho singular de lo vivido. Como colofón a este comentario sean
estos versos del poema “Invitación al mundo exterior”, homenaje a Pablo García
Baena, homenaje a la vida: «Aunque nadie lo diga / muy profunda y hermosa es la
vida. // Despierta / al mundo. // Derrámate / en el mundo. // Entrégate /
amante. // Sal / de ti. // Sé / feliz».
Título: Antología poética
Autor: Ricardo Molina
Edición de Pedro Roso
Editorial: Hiperión (Madrid,
2017)