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MADRE LLUVIA © ALFONSO BERLANGA

MADRE LLUVIA


MEMORIA Y ELEMENTOS |


SOBRE “MADRE LLUVIA” DE 


JOSÉ ANTONIO SANTANO





El autor se acerca al último poemario de José Antonio Santano, desgranando su forma y su fondo, donde destacan la lluvia y la memoria.

© ALFONSO BERLANGA


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Una cita de José Ángel Valente, otra de Pablo García Baena y una más de Antonio Colinas, tres poetas muy presentes en su producción son el pórtico del último poemario de Santano. Como su propio título indica dos son los elementos protagonistas de esta obra, la madre y la lluvia. Dos referentes, emocionales y sentimentales que se engarzan en un mismo plano para sugerir justamente la indisolubilidad de ambos motivos poéticos y su perfecto hermanamiento. La madre, que lo fue todo para Santano y la lluvia, como elemento metafórico que le presta el tono nostálgico y evocador al libro. La madre está siempre presente y la lluvia acompaña ese tiempo de vida, pero también de dolor y tragedia que subsiste en todo el poemario. Y un verso marca el camino y puede servir de resumen de este libro: «la lluvia origen anega la memoria».


La lluvia, tantas veces referente de sentimientos y premoniciones –Monotonía de lluvia tras los cristales en Machado o Me moriré en París con aguacero en la voz de César Vallejo- es aquí una especie de  confidente y sirve como leitmotiv de la memoria del poeta, cuya única compañía es el sillón de orejeras en el que se sienta la madre, auténtica protagonista, que asiste como testigo mudo de un mundo triste, dolorido y silencioso que, marcado por la soledad, recita el autor a modo de letanía.


Santano se transporta de nuevo a su Iponuba natal para hacer un viaje iniciático guiado por la memoria al mundo cruel de la postguerra que tuvo que sufrir su madre, a quien va dedicado el libro, y cuyas secuelas tuvo también que soportar el poeta. Poesía comprometida, de alto contenido social, pero también extremadamente intimista, y con gran contención expresiva, introduce al lector


«En aquella postguerra

de impíos generales

y de obscenos tecnócratas»


Por encima de todo es el libro de la lluvia, la lluvia madre e inefable en multitud de formas y presencias.

En la que la madre, y el mismo poeta que recuerda la época de los hojaldres calientes, las meriendas de aceite y el queso a voz en grito, recuerdan como un estigma aquel amargo julio en la retina y los años derrota, como los llama Santano. Pero no se contenta con la mera visión poemática de un tiempo y una historia, sino que participa plenamente en las secuelas de estos y reivindica la memoria histórica de los perdedores en la contienda y la crueldad del exilio para muchos:


«…quien vendría con nosotros

una vez más

en peregrina promesa

a buscar los cadáveres

pero donde su búsqueda

¿en las cunetas

los olivos

en fosas ocultas

tal vez en secretos cementerios?…»

José Antonio Santano



Memoria que, lamentablemente, aún hoy muchas familias tienen que seguir reivindicando porque, después de tantos años, la herida sigue abierta y sólo se cerrará cuando todas las víctimas descansen en paz. Y el exilio, ese río proceloso que se llevó a miles de españoles en una travesía terrible y angustiosa, como la que tuvieron que soportar Antonio Machado y su madre camino de Colliure, y que, ante la incomprensión de muchos gobiernos y la generosidad de otros, llegaron a una tierra en la que durante muchos años vivieron con la retina puesta en la España de la que fueron expulsados.


Pero por encima de todo es el libro de la lluvia, la lluvia madre e inefable en multitud de formas y presencias. La lluvia personificada, la lluvia confidente, la lluvia que llama, la lluvia protectora o la lluvia de angustia. Es como si la lluvia que cae despertara la memoria del poeta y, una vez éste consciente de su poder, la transfigurara y la personificara para convertirse en la fiel acompañante y consejera del autor por un lado y en testigo presente y constante de la realidad que denuncia el poeta por otro. Así se aprecia desde el primer poema del libro:


«Nada enturbia la lluvia

que ahora cae sobre los párpados

de esta noche larga y ácida

que sube la escalera lentamente

y se refugia en la grisura

de un dolor antiguo

imperceptible a los ojos

tan lejano como ahora la lluvia

que escucha este viejo corazón…

La memoria

contenida en las entrañas las tuyas

madre lluvia…

la lluvia –tu lluvia-…

Allá donde la tierra madre

donde la madre lluvia»


Desde el punto de vista formal, los poemas se construyen por medio de una sucesión de versos, entre los que predomina el heptasílabo, que, a manera de letanía, tan del gusto del poeta, se engarzan como un poema río en una sucesión de imágenes del dolor y de la derrota que, en ocasiones, provocan la sorpresa del lector y que, sin duda, perfeccionan los logros conseguidos por el autor en anteriores libros. Así, en el poema I, transcrito anteriormente, se observa como la imagen de enturbiar la lluvia se encadena con su caída sobre los párpados, pero no humanos, sino, de la noche, que, a su vez, se encadena con otra imagen al suponer que ésta es ácida y que, personificada, puede subir las escaleras para, encadenándose a otra imagen, refugiarse en la grisura que, a su vez, se encadena en otra, de un dolor, para terminar de nuevo en la lluvia personificada que escucha.


En cuanto al léxico destaca, de acuerdo con el tono de denuncia y compromiso del texto, el léxico del dolor, de la angustia y el miedo y, sobre todo, la muerte que acecha y se ejecuta por los verdugos vencedores. Así el texto está lleno de cadáveres, cementerios o camposantos, muertos, huesos y osarios, verdugos, homicida, genocidio, gatillo, disparo o podredumbre. Pero en lo que Santano sigue fiel a su estilo es en el uso de la adjetivación: adjetivo antepuesto casi siempre cuando es único y cuya significación es más contundente que la del sustantivo al que acompaña y pospuesto cuando se trata de una doble adjetivación: sedosos abrazos; inmensa lágrima; verdosa mirada; impíos generales; metálicos sonidos; amargo julio; pérfida paz…  y, sin embargo, instante mágico y misterioso; estirpe eterna y sabia; cuerpo inerte y pálido; cabellos ondulados y negrísimos…


Madre lluvia pone un broche de oro a la producción del autor y significa un paso definitivo en su trayectoria poética


En suma, un libro que, de momento, pone un broche de oro a la producción del autor y significa un paso definitivo en su trayectoria poética y que, sin duda, se encuentra entre los más valiosos del poeta. Un libro, además, que cuenta con la permanente presencia de la madre, tan importante en la vida del poeta y que conlleva la parte más emocional del poemario para contrastar con la preocupación social que respira. Esa permanente presencia de la madre para marcar los diferentes estados de ánimo del poeta y construir a partir de los lazos emocionales nuestra memoria colectiva es uno de los grandes logros de esta obra y una originalísima manera de acercarse al tema.


Madre lluvia. José Antonio Santano. 

Olifante Ediciones, Tarazona (Zaragoza). 76 páginas, 15 €.




EL AUTOR ALFONSO BERLANGA REYES


ALFONSO BERLANGA REYES
Alfonso Berlanga Reyes

ALFONSO BERLANGA REYES nació en Málaga, pasó su infancia y adolescencia en Aguilar de la Frontera (Córdoba) y, tras muchos años de residir en Madrid, está asentado en Almería, en cuya ciudad comenzó ejerciendo como Catedrático de Instituto de Literatura y luego en El Tiemblo (Ávila), Alcalá de Henares (Madrid) y Madrid.  Realizó sus estudios universitarios entre Granada y Madrid, en cuya Universidad Complutense se licencia con Premio Extraordinario en Filología Románica.  Ha sido Agregado cultural en la Embajada de España en Suiza, Consejero de Educación en la de Portugal y Director general del Gobierno de España. Así mismo, ha desempeñado varios puestos de dirección en el Ministerio de Educación español. Entre sus publicaciones  destacan una «Historia de la literatura española a través de los textos»(Ed. Akal) en 4 volúmenes y un estudio crítico sobre «Poesía tradicional. Lírica y Romanero» (Ed. Alce), un análisis sobre “Literatura andaluza. Contribución al estudio de una realidad cultural a través de los siglos” en “Los andaluces” (Ed. Istmo, 1980), obra que, además, coordinó y ha coordinado junto a José Antonio Santano, una “Antología de poesía iberoamericana actual” (Ed. ExLibric, 2018). Ha publicado poemas en diversas Antologías y Revistas (“Ciudad celeste” (antología homenaje a Valente), “Más allá del sur” (poetas desde Almería), “Por ocho centurias” (en conmemoración del VIII centenario de la Universidad de Salamanca), entre otras.  Ha publicado los poemarios “Son aymara” (Ed. Alhulia, 2016) dedicado a La Paz, su vida y sus costumbres; “La casa de la Almedina” (Ed. Alhulia, 2017), una recreación estética y sentimental de Almería; “Luz y cal” (Ed. Alhulia, 2019), una reflexión sobre la alegría y el dolor de vivir, y tiene en prensa “Y todo fue mujer”, una visión estética sobre la mujer y su reivindicación.




Madre lluvia de José Antonio Santano. 
Editorial Olifante. Zaragoza 2021.

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ANTOLOGÍA DE POESÍA IBEROAMERICANA ACTUAL.

 Coordinado por Alfonso Berlanga Reyes y José Antonio Santano Serrano. La publicación ha estado al cuidado del sello editorial "Exlibric", de Málaga. La presentación oficial del libro se llevará a cabo durante el XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos a celebrar en Salamanca en el mes de octubre, que se conmemora también los ocho siglos de la fundación de la Universidad de Salamanca.
Los integrantes han nacido entre 1970 y 1985 hasta completar una nómina de 55 autores de diferentes países. Las poetas representadas en la presente antología tienen una presencia destacada, infrecuente en este tipo de publicaciones y con un objetivo, la mujer iberoamericana tiene una voz y una concepción distinta de la expresión poética, una visión del mundo diferente de tal forma que su contribución al panorama poético resulta de trascendental importancia de ahí su presencia especial en esta Antología.
El lector constatará que se incluye la más rica variedad temática, técnica y estilística, como corresponde a una nómina de poetas tan considerable y de procedencia tan diferente.
El índice de autores lo componen:


A
Abril, Juan Carlos (España)
Alonso Cruz, Luis (Perú)
Alonso Sánchez, Diego (Perú)
Alvarado, Javier (Panamá)
Alves Costa, Tiago (Portugal)
B
Belmonte, Luis Enrique (Venezuela)
Blum, Ana Cecilia (Ecuador)
C
Carrión, Ernesto (Ecuador)
Castell, Frank (Cuba)
Cerón, Rocío (México)
Cevallos Perugachi, Javier (Ecuador)
Charry Noriega, Camila (Colombia)
Chávez Casazola, Gabriel (Bolivia)
D
Duarte, Luis Enrique (Nicaragua)
E
Espinosa Guerra, Julio (Chile)
Estrada, Fabricio (Honduras)
Estrada, Lucía (Colombia)
G
Gallo, Paola (Uruguay)
Garcia Pereira, Adriane (Brasil)
García Quintero, Felipe (Colombia)
Gatica Bravo, Marcelo Ismael (Chile)
Ghezzi Solís, Melissa (Perú)
Guerreiro, Sandra (Portugal)
I
Iris, Manuel (México)
López Sandoval, David (España)
Luis Rafael (Cuba)
M
Martínez Clares, José Luis (España)
Martínez Pérsico, Marisa (Argentina)
Masin, Claudia (Argentina)
Méndez, Roxana (El Salvador)
Mendoza, Néstor (Venezuela)
Merino, Ana (España)
Midence, Magdiel (Honduras)
Mills, Alan (Guatemala)
Mussó, Luis Carlos (Ecuador)
Ñ
Ñaupari, Héctor (Perú)
O
Oyuela, Mayra (Honduras)
P
Palomo Pinel, Carmen (España)
Pariso, Valeria (Argentina)392
Parls, Glaem (República Dominicana)
Pastor, Mara (Puerto Rico)
Payeras, Javier (Guatemal)
Pereira, Alberto (Portugal)
Piranesi, Silvia (Costa Rica)
Pólack, Bruno (Perú)
Q
Quevedo Rojas, Aleyda (Ecuador)
R
Rodríguez Leytón, Paura (Bolivia)
Rodríguez Moya, Daniel (España)
S
Santamaría, Gema (Nicaragua)
Secaira Velástegui, Juan (Ecuador)
Solórzano-Alfaro, Gustavo (Costa Rica)
T
Torres, Maggie (Paraguay)
V
Valencia, Ingrid (México)
W
Wolkoff, Gisele Giandoni (Brasil)
Y
Yezzed, Fredy (Colombia)

Completa antología de poesía coordinada por Francisco Alfonso Berlanga Reyes y José Antonio Santano Serrano.

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LA CASA DE LA ALMEDINA


SALÓN DE LECTURA ________________________ José Antonio Santano

LA CASA DE LA ALMEDINA

LA CASA DE LA ALMEDINA
Ocurre con frecuencia que cuanto más cerca tenemos las cosas menos las valoramos. Es inexplicable, o tal vez no, que todo se trate de esa enfermedad tan española de despreciar lo nuestro, de ser incapaces de reconocer la valía de las cosas materiales y de las personas que nos rodean, consecuencia de ese defecto tan español también que es la envidia, amén de otro que campea a sus anchas como es la falta de curiosidad, que deviene en ignorancia supina. Y claro, cuando todo esto lo mezclamos en la coctelera de la vida el resultado es una bomba de relojería que en cualquier momento nos puede estallar sin más. El abandono del pensamiento y las ideas, desentenderse de lo que es natural y nos afecta a todos como seres humanos no puede traer sino terribles consecuencias. Por ello un simple libro puede ser a veces nuestra salvación, si no definitiva, sí temporal, devolviéndonos así de nuevo la esperanza en la capacidad del hombre para transformar el mundo. Y exactamente eso ocurre cuando cae en nuestras manos un libro como “La casa de la Almedina”, de Alfonso Berlanga Reyes. Un poemario que aúna estética y ética, que bebe de la más grande tradición poética universal para expresar con un estilo inconfundible en la voz de Berlanga tanto la cotidianidad como la profunda reflexión que va de la metafísica a la filosofía, incluso de la mística cristiana a la sufí. Estética y ética, porque la poesía es belleza en sí misma, «conocimiento en tanto percepción de emociones vivida de modo particular», como así dijera Carlos Bousoño; también ética como actitud ante la vida y los comportamientos humanos, discernimiento entre los conceptos antagónicos del bien y el mal. “La casa de la Almedina” corrobora una vez más (Berlanga ya lo hizo en su anterior poemario “Son aymara”) la fuerza de la palabra como único sostén de la poesía, sin olvidar que su máxima expresión se complementa con su preocupación por lo social, por todo cuanto toca la vida del hombre en la tierra. Berlanga es un poeta grande, de largo recorrido, que usa un léxico portentoso y diamantino, y su poesía, por tanto, extraordinariamente bella y lumínica, como el barrio de la Almedina representado en este poemario. 

ALFONSO BERLANGA


Con la sabiduría que le caracteriza Berlanga ha construido un discurso de belleza indiscutible, con multitud de imágenes, rítmico, con métrica de versos de arte mayor en los poemas más destacables y un estilo propio que lo diferencia y distancia, afortunadamente, de las corrientes estéticas actuales. “La casa de la Almedina” está compuesto de tres partes o bloques y una adenda. En la primera parte, “Almedina de luz” (dedicada a la memoria de Jesús Bustos, que fuera maestro y amigo del autor), el poeta fija su mirada en el propio barrio de la Almedina: sus calles, sus gitanos, su Alcazaba, su luz y sus realidades (pateros, refugiados, prostitución), su Almedina ya, como así lo expresa en estos versos:«Yo, Almedina, estirpe de canción y morería, / profundo relicario de amor y desventura, / reguero de silencios en dormidas terrazas, / mástil de mil conquistas y tules de Damasco, / esotérica imagen de tantas otredades, / desnutrido silencio que escapa sinuoso, / maldigo a quien se mofa de mi impúdica cara / y a quien sueña en mi nombre su esperpéntica risa». Pero si hay un poema determinante y contundente en verso alejandrino es, sin lugar a duda alguna, el que titula “Se fue por el camino de la noche”, que dedica a su maestro Jesús Bustos, in memoriam. Es tal el dolor del poeta que, no puede sino crear en su máxima expresión, los versos más bellos y sabios, también los más amargos: «¡Cuánto dolor tu ausencia, tus ojos luminosos, / tu estar tranquilo y dócil a pesar de los años, / tu magnánima sombra cobijando mis sueños! // No podré ya contigo compartir mis fracasos / ni los dulces paseos de palmeras y espumas, / torceré mis silencios en un mundo de absurdos / y me uniré contigo por la noche infinita». De la segunda parte “La casa de la Almedina” destacaría el poema “Zaguán”, en él Berlanga nos muestra ese otro rostro de la casa en su abisal soledad, las sombras que la habitan en el transcurrir del tiempo: «Aterido en su soledad queda el zaguán / como la casa herida y soterrada / soñando despertares de azucenas / y trinos lucernarios que de otra voz expiran». De la “Almedina de ausencias”, tercera parte del libro, fluye el amor a borbotones, vivir la ausencia de la amada y la espera de su regreso originan en el poeta una continua desazón, creciente desaliento, como el que expresa así: «Sin tu presencia vencida está la casa, / turbia de pensamientos / y de rostros ateridos, / de palabra sin esencias, / de la luz que se escapa por la altura / y del amor que, ausente tú, no existe». Pero no es verdad que no exista el amor, todo lo contrario, pervive en el poeta y el hombre y así lo declara abiertamente: «Te quiero en la totalidad de mi existencia oscura, / en todo lo que vive en mi mundo encallado, / en la fragilidad perenne que en tu ausencia es olvido». En la Adenda, dos personajes, Paco (el tapicero) y Lola (la gatuna) resumen la vida de los habitantes de la Almedina. Como conclusión y en palabras del Peñalver: «Alfonso Berlanga ha conseguido la perfección por no creer en la perfección… ha logrado ser un grandioso poeta por creer en la poesía». Irrefutable aserto.

LA CASA DE LA ALMEDINA





Título: La casa de la Almedina
Autor: Alonso Berlanga Reyes
Editorial: Alhulia (Granada, 2018)


SON AYMARA DE ALFONSO BERLANGA por JOSÉ ANTONIO SANTANO.




Son Aymara

De la nada nace, del fulgor del blanco de la hoja, abisal la palabra se despeña en los orígenes hasta dibujar sobre la hoja los signos del aire o los sonidos de la piedra, quieta en su quietud de siglos. En el albo papel, en su candor la letra va inundando la hoja hasta subvertirla: «Subversiva es la hoja donde la palabra cree asentarse; subversiva es la palabra donde la hoja se abre a su blancura» (E.Jabès). Estas son algunas de la señas de identidad, los mimbres de esta poética tan alejada de modas y mercados, original y mistérica al mismo tiempo, poesía luminosa, que bebe de la más grande tradición lírica española para transformarse, trascendida ya, en voz única y polifónica, honda, astral, hasta crear un verdadero, mágico y particular universo poético. En este libro hallamos al poeta en esencia, alma luz que alumbra la palabra en un vuelo hacia la infinitud de lo finito y que conquista el espacio y el tiempo con su voz abarcadora y precisa, abrasadoramente humana. El poemario conforma un corpus en sí mismo, una manera de pensar el mundo, de vivirlo y sentirlo en toda su plenitud. No hay fingimiento alguno, sólo verdad, esa que el poeta modela con la arcilla del tiempo entre sus manos, en la soledad de los días y un continuo abismarse en un mar pleno de silencios, de vida. Dijo el novelista, poeta y crítico literario ya desaparecido Juan Manuel González: «El verdadero poeta escribe al dictado de su ser interior, siguiendo la voz de una dimensión que intuye siempre, y que en muy pocos instantes conoce a través del misterio acunado fuera de la lógica y la razón poética». Y así es. Alfonso Berlanga interioriza, ahonda en la oscuridad de la luz, escarba la tierra hasta encontrar la raíz del ser de las cosas, de lo humanamente misterioso o desconocido; viaja al espacio sideral y esculpe el lenguaje con tanto esmero y natural afán que el lector verá fluir un discurso poético tan extraordinariamente rico como deslumbrador. Es la “oquedad paceña” la que ilumina los actos del poeta, la ciudad de La Paz convertida así en sujeto poético, de tal manera que, consciente o no, Berlanga inicia su andadura, camina hacia un lugar recóndito y lejano, inexplorado aún pero sentido, imaginado, motivo por el que toma suyas las palabras del poeta Cavafis cuando dice: «Iré a otra tierra, hacia otro mar, y una ciudad mejor con certeza hallaré…». En su maleta lleva a buen recaudo el legado de la más grande tradición poética española y la certeza de que la riqueza lingüística de una lengua o habla común hará posible todo lo demás. De un sur bañado por el Mediterráneo al lejano sur del Altiplano americano, de las cordilleras y las llanuras amazónicas. Hasta la altura de lo inaccesible la palabra asciende lumínica para descender luego a la realidad imaginada de lo material y cercano, capaz de hacer aflorar en el poeta la voz de todos los silencios vividos. Alfonso Berlanga nos muestra una ciudad de La Paz única y diversa a la vez, detenida en el tiempo de su propia existencia, de su vital cotidianidad, en la cual sus gentes y paisaje se entremezclan en una suerte de alquimia tan original como extravagante. La fuerza de este libro se halla no sólo en los variados recursos literarios empleados, sino en la esencialidad misma del estilo, en el uso de un lenguaje tan rico como variado, pues los referentes de carácter cultural, como también del léxico propio del habla boliviana aportan singularidad y una extraordinaria riqueza a la lengua de Cervantes y al texto poético en sí mismo. Viviremos La Paz como la ha vivido el poeta, pues en ella está su alma entera, la luz de la palabra, solidaria y humanamente plena. Seremos también parte de la familia boliviana en su conjunto, de los lugares y de las tradiciones y costumbres ancestrales que el pueblo no ha querido dejar en el olvido.



 Todo ello con la brillantez propia de un poeta cuya experiencia vital siempre estuvo impregnada por la literatura, por la palabra poética. Creo no equivocarme si afirmo que, de todos los poemas incluidos en este libro, incluso de todos los versos que conforman cada poema, uno solo resume el conjunto, o si se prefiere, uno solo es la clave de este libro, y que como una letanía inacabable se repite una y otra vez hasta ser como la sangre que corre por las venas o como las aguas cristalinas de un río que cae en torrencial cascada y sólo el aire escucha su nombre: «son aymara…, son aymará». El resto está en descubrir los secretos, aprehender de lo escrito, interiorizarlo y repetir incansablemente el eco de esa voz como un temblor capaz de estallarnos en los ojos y oídos como única verdad, la verdad poética de Alfonso Berlanga. Son aymara, pues, nos invita a recorrer el camino de esa esencialidad poética, sin máscara ni disfraz alguno, encarando la realidad para transformarla trascendida ya en la palabra justa y necesaria, hasta alcanzar la más alta cima del sueño en el silencio ensordecedor de Tiahuanaku, un lugar tan sagrado como fieramente humano. Con este poemario sentirán sin duda la abarcadora “oquedad paceña” y en cada verso una sacudida electrizante, el fulgor de la palabra poética, nacida a borbotones, nutricia y polifónica de su autor, Alfonso Berlanga.


Título: Son aymara
Autor: Alfonso Berlanga
Edita: Alhulia (Salobreña, Granada, 2017)


SON AYMARA. ALFONSO BERLANGA por JOSÉ ANTONIO SANTANO

SALÓN DE LECTURA _________________________________ José Antonio Santano


Son Aymara

De la nada nace, del fulgor del blanco de la hoja, abisal la palabra se despeña en los orígenes hasta dibujar sobre la hoja los signos del aire o los sonidos de la piedra, quieta en su quietud de siglos. En el albo papel, en su candor la letra va inundando la hoja hasta subvertirla: «Subversiva es la hoja donde la palabra cree asentarse; subversiva es la palabra donde la hoja se abre a su blancura» (E.Jabès). Estas son algunas de la señas de identidad, los mimbres de esta poética tan alejada de modas y mercados, original y mistérica al mismo tiempo, poesía luminosa, que bebe de la más grande tradición lírica española para transformarse, trascendida ya, en voz única y polifónica, honda, astral, hasta crear un verdadero, mágico y particular universo poético. En este libro hallamos al poeta en esencia, alma luz que alumbra la palabra en un vuelo hacia la infinitud de lo finito y que conquista el espacio y el tiempo con su voz abarcadora y precisa, abrasadoramente humana. El poemario conforma un corpus en sí mismo, una manera de pensar el mundo, de vivirlo y sentirlo en toda su plenitud. No hay fingimiento alguno, sólo verdad, esa que el poeta modela con la arcilla del tiempo entre sus manos, en la soledad de los días y un continuo abismarse en un mar pleno de silencios, de vida. Dijo el novelista, poeta y crítico literario ya desaparecido Juan Manuel González: «El verdadero poeta escribe al dictado de su ser interior, siguiendo la voz de una dimensión que intuye siempre, y que en muy pocos instantes conoce a través del misterio acunado fuera de la lógica y la razón poética». Y así es. Alfonso Berlanga interioriza, ahonda en la oscuridad de la luz, escarba la tierra hasta encontrar la raíz del ser de las cosas, de lo humanamente misterioso o desconocido; viaja al espacio sideral y esculpe el lenguaje con tanto esmero y natural afán que el lector verá fluir un discurso poético tan extraordinariamente rico como deslumbrador. Es la “oquedad paceña” la que ilumina los actos del poeta, la ciudad de La Paz convertida así en sujeto poético, de tal manera que, consciente o no, Berlanga inicia su andadura, camina hacia un lugar recóndito y lejano, inexplorado aún pero sentido, imaginado, motivo por el que toma suyas las palabras del poeta Cavafis cuando dice: «Iré a otra tierra, hacia otro mar, y una ciudad mejor con certeza hallaré…». En su maleta lleva a buen recaudo el legado de la más grande tradición poética española y la certeza de que la riqueza lingüística de una lengua o habla común hará posible todo lo demás. De un sur bañado por el Mediterráneo al lejano sur del Altiplano americano, de las cordilleras y las llanuras amazónicas. Hasta la altura de lo inaccesible la palabra asciende lumínica para descender luego a la realidad imaginada de lo material y cercano, capaz de hacer aflorar en el poeta la voz de todos los silencios vividos. Alfonso Berlanga nos muestra una ciudad de La Paz única y diversa a la vez, detenida en el tiempo de su propia existencia, de su vital cotidianidad, en la cual sus gentes y paisaje se entremezclan en una suerte de alquimia tan original como extravagante. 

La fuerza de este libro se halla no sólo en los variados recursos literarios empleados, sino en la esencialidad misma del estilo, en el uso de un lenguaje tan rico como variado, pues los referentes de carácter cultural, como también del léxico propio del habla boliviana aportan singularidad y una extraordinaria riqueza a la lengua de Cervantes y al texto poético en sí mismo. Viviremos La Paz como la ha vivido el poeta, pues en ella está su alma entera, la luz de la palabra, solidaria y humanamente plena. Seremos también parte de la familia boliviana en su conjunto, de los lugares y de las tradiciones y costumbres ancestrales que el pueblo no ha querido dejar en el olvido. Todo ello con la brillantez propia de un poeta cuya experiencia vital siempre estuvo impregnada por la literatura, por la palabra poética. Creo no equivocarme si afirmo que, de todos los poemas incluidos en este libro, incluso de todos los versos que conforman cada poema, uno solo resume el conjunto, o si se prefiere, uno solo es la clave de este libro, y que como una letanía inacabable se repite una y otra vez hasta ser como la sangre que corre por las venas o como las aguas cristalinas de un río que cae en torrencial cascada y sólo el aire escucha su nombre: «son aymara…, son aymará». El resto está en descubrir los secretos, aprehender de lo escrito, interiorizarlo y repetir incansablemente el eco de esa voz como un temblor capaz de estallarnos en los ojos y oídos como única verdad, la verdad poética de Alfonso Berlanga. Son aymara, pues, nos invita a recorrer el camino de esa esencialidad poética, sin máscara ni disfraz alguno, encarando la realidad para transformarla trascendida ya en la palabra justa y necesaria, hasta alcanzar la más alta cima del sueño en el silencio ensordecedor de Tiahuanaku, un lugar tan sagrado como fieramente humano. Con este poemario sentirán sin duda la abarcadora “oquedad paceña” y en cada verso una sacudida electrizante, el fulgor de la palabra poética, nacida a borbotones, nutricia y polifónica de su autor, Alfonso Berlanga.

Título: Son aymara
Autor: Alfonso Berlanga
Edita: Alhulia (Salobreña, Granada, 2017)