_Por
José Antonio Santano
YO
HE QUERIDO SER GRÚA MUCHAS VECES
Lo
primero que uno se pregunta cuando tienes este poemario entre las
manos es la causa, el motivo que llevó a su autor a titularlo
así: Yo he querido ser grúa muchas veces. ¿Por qué ese deseo
de ser grúa? ¿Qué representa la grúa para el dominico y poeta
Antonio Praena, qué proceso de selección le llevó a determinar esa
máquina, su simbolismo, por qué esa aspiración, ese anhelo? ¿Qué
vio en ella, su altitud paradigma de ascensión al cielo, paraíso,
edén celestial? ¿Quizá su función de máquina que soporta la
carga –¿de los pecados del hombre en la sociedad actual?- y la
traslada hasta el lugar más idóneo; tal vez la idea de refugio y
nido de las bandadas de pájaros que vuelan la ciudad en sus
migraciones? Por separado o unidos todos los motivos caben en el
discurso poético contenido en este poemario galardonado con el XXVI
Premio Tiflos de Poesía. El planteamiento textual pasa,
inexorablemente, por su carácter místico, quizá no tan hondo y
apasionado como lo hallamos en Fray Luis de León o Santa Teresa de
Jesús. El misticismo en Praena es más reservado y atemperado, sin
negarle su esencia. La cruda realidad que observa a su derredor hace
que el verso se revista de humano sentir y vuele trascendido a otros
lugares.
De
ahí la necesidad del vuelo, de la libertad como el más preciado
tesoro; en esa simbología del vuelo, la otredad: «No el ser. / No
lo uno. / No lo bello. // Lo otro. // Tú.», en este poema
perteneciente a la primera parte del libro “Horas de vuelo”, con
referencias constantes y continuadas a los pájaros, cuyo vuelo sigue
una vez y otra, en la esperanza del encontrar el camino, o crearlo.
Mas el hombre como tal ha de pagar un precio alto en la sociedad
actual: conocerá de la soledad y la niebla: «cuando en los centros
comerciales estoy solo […], cuando el no de los hombres se consuma
/ y el sí de Dios es carne aniquilada, / no sé muy bien por qué, /
me acuerdo de aquel nido», de la vuelta al hogar (nido) primigenio.
Igualmente en “Pájaro de providencia”, el poeta viaja hasta el
convento de Santo Domingo (Scala-Coeli) en Córdoba para reunirse con
Luis de Góngora y Fray Luis de Granada, y sollozar cuando oye los
pájaros, sentir el vaciamiento (Kénosis): «salió del gran
silencio para darnos / la eterna condición / que sólo a su bondad
pertenecía» o vivir en El tiempo de Planck: «Cero coma (45
ceros) / un segundo después del gran silencio», el tiempo del amor.
Praena juega con la palabra y en esa búsqueda incesante prevalecen y
se repiten, por su simbolismo: vuelo, pájaros, nido; en otros casos
son como luminarias de un tiempo oscuro, o cuando menos, gris. Así
en el apartado correspondiente a “Pájaro de esperanza”, la
palabra es cercana, cotidiana: «Ha estado en el sicólogo. / Le ha
dicho que ya es hora de saltar / del nido, que la vida está en el
riesgo, / que rompa el cascarón, estrene alas […] Ha estado en el
sicólogo. / Buscaba un poco de aire. // Le ha cobrado 100 euros».
Con “El amor a los pájaros”, vuelve a incidir en la necesidad
del vuelo (libertad), y con versos heptasílabos nos dice: «Poca
cosa es un ala. / Por profundas razones / sabemos todos bien / que
sin otra no es nada», en clara correspondencia con su sentido
humanista: el hombre solo no es nada, no es si no está en el otro,
si no vive en el otro. ¿Es su visión religiosa de la vida o su
humano sentir que vive en Dios, la única y verdadera respiración
(Ruah)? Praena, de una u otra forma, busca conmoverse en las cosas
sencillas que la ciudad ofrece, tal vez una simple grúa: «Me
conmueven las grúas en invierno. / Parecen estar vivas y cumplir /
su vértigo llenándose de grajos / que bordan en su acero un
pentagrama. La esencia de las grúas son las aves / de paso. / Las
cruces de este siglo / donde todo se mueve, son las grúas: /
inmóviles, calladas, imposibles. […] Las grúas son amigas de los
pájaros». Y el recuerdo persiste en salir a la calle, tomar el aire
y expandirse desnudo y libre, como así sucede en el poema Tu
vientre, que dedica a su madre: ¿Recuerdas la alameda de los
pájaros, de los corzos, de Las Vargas, de los años, de tu
madre? Conviene señalar de la parte denominada “Stripper” unos
versos que nos devuelven al poeta humanista: «aquí soy vuestro
hombre porque un hombre / que es pájaro y que es canto y aire mismo
/ de voces muchas otras y otras alas / concurro a vuestro aliento y
me desnudo / de todo lo que soy para ser vuestro». “Écfrasis”
sea quizá la parte en la que simbología ocupa un lugar más
destacado en poemas como Quizá una golondrina, Anunciación del
Prado, Pelícano o :Siempre. Concluye el poemario con
un “Prólogo” que es epílogo, o viceversa, y en el que el poeta
halla la verdad –su verdad-: «Le aguarda al hombre un tiempo y no
depende / de la destreza de sus alas: la más honda / verdad está en
el viento». Dos voces en una, la del dominico y la del poeta, el
misterio y la cruda realidad son un mismo canto. Y yo añado: también
en mis brazos de grúa decenas de pájaros descansan y miran al
infinito. La simbología y la mística danzan en el aire, vuelan
hacia un cielo azul de mar.
Título: Yo
he querido ser grúa muchas veces
Edita: Visor
(Madrid, 2ª ed. 2014)
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