ECOS Y RETRUÉCANOS
(Pasado
y presente de una cultura milenaria)
¿Quién
eres tú, que llegas arañando mis costillas,
traspasando
vísceras y huesos como un grito?
Te
conozco.
Puede
que algún día la piel vacíe la memoria
y
podamos dormir confiados, cerca del fuego, hermano.
Tus
olas traen murmullos sempiternos
de
caracolas lúnidas y noches lánguidas,
desmenuzando
voces y silencios andaluces
que
retoman los ecos antiquísimos, multiplicándose.
Al-Mariyya,
extraños
sones surgen de las rocas, lamentos de musgos,
marejada
de algas y cangrejos que pulsa bullanguera
la
geometría hipnótica de las playas, encallando canciones
y
salmos procedentes de aquellas viejas voces que te habitaron.
Doscientos
escalones llevan al secreto néctar protegido
por
la rueda del tiempo y brotarán cuando lluevan sudarios
por
la grieta que acogió al primer huésped.
Hoy
llegan a tus costas
los
hijos modernos de aquellos que te engrandecieron.
Vestidos
de miseria,
buscando
cobijo en el trozo de hierba que plantó su padre,
sin
más equipaje que recuerdos desnudos,
vidrios
sin brillo en tierras de hambre,
hileras
caminantes entre edificios hostiles,
esperando
heredar la espesa lluvia.
No
caben lamentos,
ni
prolongar errores en la recreación de la derrota antigua.
¿Bajo
qué recóndito árbol enterrarán mi piel?
Se
rebela el aire huyendo del órdago
y
quedan sólo manchas del desierto,
rechazando
la faz bajo el turbante
la
gula del cordero insaciable.
ENEAS CON ANQUISES SOBRE SUS HOMBROS
Todos
los hombres nacemos, morimos, crecemos y amamos.
¿Somos
esclavos del viejo big bang que impulsara el demiurgo?
¿No
te rebela pensar que eres página en blanco de un libro
desconocido,
que escribe en tu vida con letras ya impresas?
¡Ah,
mi albedrío!
Doquiera
que estés. ¡Necesito respuestas!
Quiero
sembrar mi palabra. Escribir con mis letras.
¡Saberme!
Ser algo más que una prosa.
¡Ser
verso de luz! ¡Ser poema!
Mas
no es posible escapar del estrecho confín de la Nada.
Sobre
los hombros llevamos la carga heredada de un padre,
peso
que impide la marcha normal en el cuerpo cansado.
Pero
después se constata que el peso se vuelve liviano
hasta
que apenas notamos al hombro presencia latente
y
comprendemos, con harto pesar, que cargamos un muerto.
Nos
despojamos del cuerpo, tiramos los restos inermes,
fardo
pesado, dejamos sus huesos pudriéndose al sol
para
trepar de inmediato a los hombros de nuestro retoño.
¿Pudo
el hexámetro ser confluencia entre Homero y el mito?
¡Vengan
a mí los anfíbracos, dáctilos, ven anapesto!
¡Dadme
en los metros divinos respuesta! ¡Versadme con tiento!
Sobre
los hombros llevamos, Eneas, la cruz y el flagelo
para
después, en los hijos, posar la corona de espinas
en
un intento fallido de hallar la imposible respuesta.
Siento
que giro
en
la noria de un tiempo que ignora que existo.
¡Ah,
existencia fallida!
¡Esclerosis
de un alma inventada!
¿Soy
consecuencia
de
un bucle carente de fin?
¿Sin
principio?
¿Simple
ecuación metafórica?
¿Una
jovial pedorreta?
(Reflexión
en hexámetros dactílicos puros españoles de cintura quebrada.
Representa
un soliloquio imaginado de Eneas, huyendo de Troya
con
su anciano padre, Anquises, sobre sus hombros)
Antonio
García Vargas
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