Y DIOS HABITARÁ NUESTROS CIPRESES
"Y ahora dime, Señor, dime al oído:tanta hermosura,¿matará nuestra muerte?"(M. de Unamuno).
Ya
se ha roto el concierto de los cipreses
y
el lodo, aquel lodo que nutren los ausentes y los que están por sepultar,
abonará
las raíces del horizonte embravecido.
Su
oleaje recorrerá cada nicho aún por desnudar,
cada
sepulcro,
cada
recinto habitado por los huesos
de
la amnesia vencedora; vencedora del sortilegio más abrumador:
el
morir en vida,
el
vivir en muerte.
Donde
quede un aviso de tu impronta
se
erguirá un santuario cubierto de cipreses.
Vives
en los cipreses, gimes en los cipreses,
te
desnudas cada atardecida y el biombo de los cipreses
pretende
recluir tu intimidad.
No
eres Dios y, no obstante, te luce Su aureola
de
hábito santificado.
No
eres Dios, porque tu padre he sido
y
de tu silencio tal vez me quise enamorado.
Escucha
el oleaje de los muertos
rasgar
los telones de los alientos últimos.
Han
temblado los cipreses, custodios de la cripta;
ya
se ha abierto un inciso hacia lo ignoto.
Tu
muerte ha revivido. Te acogerá en su templo
con
la misericordia de una madre.
Te
entregará a la fuente, al lodo del que vives.
Pronto
serás la imagen certera de los cipreses.
Tu
presencia carnal desplegará sus alas
y
el plumaje se irá tornando de hoja en hoja,
de
lodo en lodo, de vida en vida.
Y
he aquí a otro ciprés más del cementerio,
otro
arcángel custodio.
Ya
se ha roto el concierto de la vida
y
el faro mercurial, aquel que convocara a los ausentes y a los que están por
sepultar,
abonará
las raíces, tus raíces, neófito ciprés del camposanto.
Ya
eres santuario de nuevas sensaciones.
Regocíjate,
pues. Dios hasta ti ha llegado
y
santificará tu estampa de madera.
Dios
ha llegado a ti, te has hecho carne en Él.
Desde
este momento,
tu
eternal cometido
será
que habite en ti, junto a un cónclave de vivos y de muertos.
Conducirás
sus inquietudes aladas
hacia
ese Dios que en tus ramas se ha posado
para
que ellos mismos se hagan carne en Él.
¡Regocíjate,
neófito ciprés!
Tu
bendición arroja sobre ellos.
Ahora
Dios habita en ti.
Difunde
su celeste transparencia.
©
Abraham Ferreira Khalil