LA CUEVA DE MONTESINOS
(LA SOLEDAD COMO LENGUAJE CREATIVO EN CERVANTES)
José Antonio Santano
1. INTRODUCCIÓN
Es obvio que la obra más universal de Cervantes
es Don Quijote de la Mancha, y
que ésta ha sido motivo de innumerables estudios, tanto en su
conjunto como de forma más concreta tras el análisis de
determinados pasajes o episodios. Éste que nos ocupa intitulado la
Cueva de Montesinos, correspondiente
a los capítulos XXII y XXIII de la novela, también ha sido origen
de ensayos literarios múltiples, y que han servido no sólo para que
actualmente –en el siglo XXI- se entienda mejor el pensamiento
cervantino y en este episodio concreto, sino para centrar venideros
estudios de esta imprescindible obra literaria. Y ciertamente, así
es.
Nos disponemos a iniciar este estudio con la
determinación y la voluntad de recoger lo más válido y relevante
de cuanto se ha dicho y escrito sobre esta sobresaliente aventura1
quijotesca. Por otra parte, y como ya hemos dicho, muchos y diversos
han sido los enfoques, lecturas e interpretaciones que se han
sucedido a lo largo del tiempo y de forma permanente sobre la obra
de Cervantes, del Quijote especialmente, y de este episodio clave,
muy particularmente. En este sentido la Cueva
de Montesinos ha sido tratada desde muy
diversos puntos de vista. ¿Pero, realmente, por qué Cervantes,
introduce este episodio en el Quijote, cuál es su objetivo? ¿Por
qué este viaje, o es una búsqueda2,
esa huida hacia el abismo? Son incontables las preguntas que
podríamos hacernos respecto a esta aventura concreta del Quijote,
pero hay algo que no podemos olvidar si queremos entender con más
claridad algunas de las circunstancias que se producen en esta
aventura, tal es, el proceso de creación de Cervantes, y por ende,
el lenguaje utiliza y cómo lo utiliza en determinadas ocasiones para
alcanzar sus propósitos. Nadie duda a estas alturas que <<la
lengua es patrimonio de todos, un bien colectivo, un lugar común.
Pero es también, a la vez, acto de expresión individual. La
creación literaria consiste en convertir la lengua común en bien
original y propio [y Cervantes se complace en jugar con los lugares
comunes]. Toma de la lengua popular los tópicos más manidos, los
modos adverbiales y frases hechas, y los modifica o acumula, o juega
con ellos para obtener un efecto expresivo o humorístico>>3.
Es decir, para crear un nuevo lenguaje, el lenguaje literario, capaz
de expresarse en clave de arte.
Cervantes es, pues, ese artista barroco dotado de ingenio y
originalidad creativa, y como tal se vale no solo de las fuentes (La
Odisea, La Eneida, Metamorfosis, Aristóteles, etc.) adecuadas para
ese viaje literario, sino también de los resortes o aspectos que
determinan al artista de su tiempo, como son los desdoblamientos, los
juegos, la magia o el encantamiento, etc., y por ende, el mundo
ficcional, el valor de lo maravilloso y sobrenatural, el sueño, etc.
No es de extrañar, por tanto, que el lenguaje creativo de Cervantes
sea la principal baza, la esencia, el núcleo de todo, la expresión
natural de su obra. Es ahí donde encontramos las razones –si
hubiese que buscarlas-del proceso de creación de Cervantes y, en
consecuencia, del poder de atracción que se evidencia cuando se
acerca uno a su escritura.
El relato de la Cueva
de Montesinos evidencia la influencia
en Cervantes de la tradición clásica y que se ha venido
relacionando con el descenso a los infiernos. Y así es, pero sin
olvidar, que su aportación es extraordinariamente superior. Si al
comienzo tan solo del Quijote, Cervantes –el artista de la palabra-
trasciende por su originalidad creativa la lengua del común para
adaptarla y enriquecerla con la expresión individual de su verbo,
tomando aquellos tópicos, modos adverbiales, frases hechas, etc.,:
En un lugar de la Mancha , de cuyo
nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo vivía un hidalgo de
los de lanza en astillero…, más
adelante, en los capítulos que se narra la aventura de la cueva de
Montesinos, Cervantes, en una huida hacia adelante, transforma ese
lenguaje de tal manera que, su descenso a los infiernos no es tal,
sino su salvación, y con ella, la de don Quijote –el mito4-,
viendo en la profunda oscuridad su mundo ideal, su sueño.
LA CUEVA DE MONTESINOS. EL LENGUAJE COMO CREACIÓN
(LA SOLEDAD COMO LENGUAJE CREATIVO EN
CERVANTES)
Como ya hemos dicho anteriormente la aventura de
la cueva de Montesinos tiene muchas interpretaciones, posiblemente
tantas como lecturas, de manera que cada lector que se acerque a tan
insigne obra podrá extraer la suya, esta es una consecuencia del
arte en general y del literario en particular. Y lo que sucede cuando
uno entra de lleno en los capítulos XXII y XXIII del Quijote es esto
mismo, y otras cosas, como tener la sensación de transportarnos en
el tiempo y vivirlo con la extrañeza propia de ese instante, que es
mágico, sobrenatural, producto de la locura o la fantasía, de lo
que se quiera, pero que es un momento único e inolvidable. Es la
capacidad creativa de Cervantes, su pluma, la que nos hace viajar a
mundos desconocidos donde el mito es la fuerza que lo mueve todo, y
así se dice ya en el capítulo XXII, el que inicia este suceso:
Donde se cuenta de la grande aventura de
la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la Mancha, a
quien dio felice cima el valeroso don Quijote de la Mancha.
¿Es esta aventura, pues, el mayor desafío al que se enfrenta como
representante del mito o el héroe el hidalgo caballero don Quijote?
Para Percas el episodio de la cueva de Montesinos es el eje de la
segunda parte del Quijote:
En él, llega Don Quijote al último límite de su
obsesiva necesidad idealista y, también, a una nueva percepción de
su propia naturaleza intelectual y psíquica. El significado más
recóndito del episodio de la cueva de Montesinos cobra coherencia y
lógica a la luz de todo el desarrollo anterior de la personalidad de
Don Quijote y sigue desentrañándose, retrospectivamente, en sutiles
variaciones de sentido desde capítulos posteriores. Cervantes,
consciente de su gran creación, no nos deja olvidar este suceso de
la vida de su personaje hasta el final del libro5.
Don Quijote, ya desde capítulos anteriores
–exactamente en el capítulo XVIII-, expresa su deseo de conocer la
cueva de Montesinos6:
Cuatro días estuvo don Quijote regaladísimo en la casa de don
Diego, al cabo de los cuales le pidió licencia para irse, diciéndole
que le agradecía la merced y buen tratamiento que en su casa había
recibido, pero que por no parecer vien que los caballeros andantes se
den muchas horas a ocio y al regalo, se quería ir a cumplir con su
oficio, buscando las aventuras, de quien tenía noticia que aquella
tierra abundaba, donde esperaba entretener el tiempo hasta que
llegase el día de las justas de Zaragoza, que era el de su derecha
derrota; y que primero había de entrar en la cueva de Montesinos, de
quien tantas y tan admirables cosas en aquellos contornos se
contaban, sabiendo e inquiriendo asimismo el nacimiento y verdaderos
manantiales de las siete lagunas llamadas comúnmente de Ruidera.
¿Por qué una cueva, precisamente? Tal vez,
porque las cuevas, como dijo Porfirio, el exegeta alejandrino del
siglo III, son el símbolo sagrado del cosmos por ser la
manifestación evidente de la creación7,
comentario derivado de la lectura de la Odisea, cuando Homero
describe la cueva de las Musas8:
Hay allí, en el extremo del puerto, un olivo de amplio follaje, y a
su vera una cueva agradable y muy espaciosa, consagrada a las Ninfas
que llaman Náyades. Hay en ella cráteras y ánforas trabajadas en
piedra. Allí suelen también libar su miel las abejas. Y allí están
también unos grandes telares de piedra, done las Ninfas tejen sus
telas de púrpura marina, maravilla de ver. Y unas aguas de perenne
fluir. Dos entradas tiene; una de cara al Bóreas, accesible a los
humanos; otra, vuelta en cambio al Noto, reservada a los dioses. Por
ésta no entran los hombres, sino que es un camino reservado a los
inmortales.
Es obvio que lo primero que se plantea el lector
cuando finaliza la lectura referente a la cueva de Montesinos es si
lo dicho corresponde al ámbito de lo onírico o a la invención, si
don Quijote lo ha soñado o inventado. Cervantes instrumentaliza esta
situación para responsabilizar a don Quijote del hecho en sí y al
lector de juzgarlo en un sentido u otro: Tú,
lector, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere, que yo no debo
ni puedo más…9
De esta sencilla manera queda convertido el lector en participante
activo de la creación literaria10.
Para Ponseti existen tres niveles de lectura de la cueva de
Montesinos: el onírico-simbólico, el místico-simbólico y el
psicológico-simbólico.
En el primero, se lee el episodio de la cueva de
Montesinos desde una concepción puramente onírica, es decir, del
sueño, la pesadilla o la alucinación. En este sentido hay que decir
que es don Quijote quien se entrega voluntariamente a la quimera de
un sueño. No obstante, el descenso de don Quijote es doble: uno
físico hacia lo hondo de una cueva, y otro, psíquico por medio del
sueño: es izado del fondo de la cueva totalmente dormido; así nos
dice el narrador que aún en tierra tarda un tiempo en recobrar el
sentido11:
Tendiéronle en el suelo y desliárosle, y, con todo esto, no
despertaba. Pero tanto le volvieron y revolvieron, sacudieron y
menearon, que al cabo de un buen espacio volvió en sí,
desperezándose, bien como si de algún grave y profundo sueño
despertara…
Cervantes enfatiza con estos adjetivos que la
cueva de Montesinos es profunda, también lo es el sueño de don
Quijote12.
Todo lo anterior parece indicar que Cervantes reconocía la profunda
analogía entre lo subterráneo y la cara oculta de nuestras
conciencias, que algunas veces podemos entrever durante el sueño. Es
Homero quien sitúa el país de los sueños en el mundo subterráneo13:
Los conducía Hermes, el Benéfico, por las lóbregas sendas.
Pasaron más allá de las corrientes del Océano y de la Roca blanca,
pasaron más allá de las Puertas del Sol y del País de los Sueños,
y no tardaron en llegar al prado de los asfódelos, donde habitan las
almas, imágenes de los difuntos.
De igual forma, en las Metamorfosis,
de Ovidio, podemos encontrar una referencia clara a una cueva, a ese
mundo de la profunda oscuridad, a las entrañas de la sima14:
Cerca del país de los Cimerios hay una caverna muy profunda, un
monte hueco, la morada y santuario del perezoso Sueños; allí jamás
puede Febo, ni al amanecer, ni al mediodía, ni en su ocaso, penetrar
con sus rayos; la tierra exhala neblinas y tinieblas, y hay una débil
luz crepuscular.
Nos dice Cristián Cisternas que el descenso
material del Quijote es metáfora de este descenso a las cosas, o
bien, de su descenso a la materia ambigua del lugar común, el
romance. Atreverse a ver “el mundo por de dentro”, según la
frase de Quevedo (Sueños),
es también empresa heroica15.
Y añade a lo dicho, Don Quijote si enfrenta un riesgo actual y
seguro: confrontar sus propios fantasmas16:
y estando en este pensamiento y confusión, de repente y sin
procurarlo me salteó un sueño profundísimo, y cuando menos lo
pensaba, sin saber cómo ni cómo no, desperté dél y me hallé en
la mitad del más bello, ameno y deleitoso prado que puede criar la
naturaleza ni imaginar la más discreta imaginación humana.
Despabilé los ojos, limpiémelos, y vi que no dormía, sino que
realmente estaba despierto; con todo esto, me tenté la cabeza y los
pechos, por certificarme si era yo mismo el que allí estaba, o
alguna fantasma vana y contrahecha; pero el tacto, el sentimiento,
los discursos concertados que entre mí hacía, me certificaron que
yo era allí entonces el que soy aquí ahora.
Coincide con esta misma cita Alejando Tenorio
Tenorio17
cuando dice en su ensayo: <<nos encontramos con los
pensamientos obsesivos, las alucinaciones, embelecos,
mentiras o cosas soñadas de don
Quijote, que cree haber hablado con héroes del Romancero
y haber visto a Dulcinea
encantada. El despertar al mundo
caballeresco empieza así…>>. Y añade Tenorio: <<en el
relato de la cueva de Montesinos, las escenas ocurren en un espacio
indeterminado en el que las esferas de lo real y de lo fantástico se
funden sin solución de continuidad. Esta dualidad de la región del
ensueño y la región de la realidad es el principio compositivo de
toda la novela de Cervantes. Así quedan establecidos dos campos
diferenciados: a) El literal, el superficial, el externo, donde se
sitúa la cordura especialmente, y, b) El imaginativo, el fantástico,
el alegórico, en el que trabaja sin descanso la mente de don
Quijote, más allá o más acá de la realidad natural. La aventura
se lleva a cabo en un mundo irreal, sin espacio y sin tiempo18>>.
Consecuencia de esta lectura onírico-simbólica que propone
Ponseti, hallamos las palabras que detallan y describen, ejemplos del
lenguaje cervantino: El desmesurado rosario de Montesinos:
…no traía arma ninguna, sino un rosario de
cuentas en la mano, mayores que medianas nueces y los dieces asimismo
como huevos medianos de avestruz…19
la efigie de Durandarte:
...sobre el cual vi a un caballero tendido de
largo a largo, no de bronce, ni de mármol, ni de jaspe hecho, como
los suele haber en otros sepulcros, sino de pura carne y de puros
huesos…20
el corazón de Durandarte:
…y que después de muerto le saqué el corazón
con mis propias manos, y en verdad que debía de pesar dos libras…21
El tratamiento de los personajes22
encuentra también en el lenguaje creativo de Cervantes un lugar
relevante. La descripción de los personajes que habitan las
profundidades de la cueva es un vivo ejemplo de lo dicho. Cuando
habla de Montesinos lo hace así:
…y hacia mí venía un anciano, vestido con un
capuz de bayeta morada, que por el suelo le arrastraba; ceñíale los
hombros y los pechos una beca de colegial, de raso verde; cubríale
la cabeza una gorra milanesa negra, y la barba, canísima, le pasaba
de la cintura…23
de Durandarte se dice:
-Este es mi amigo Durandarte, flor y espejo de los
caballeros enamorados y valientes de su tiempo; tiénele aquí
encantado, como me tiene a mí y a otros muchos y muchas,…24
de Belerma escribe:
Al cabo y al fin de las hileras venía una señora,
que en la gravedad lo parecia, asimismo vestida de negro, con tocas
blancas tan tendidas y largas, que besaban la tierra. Su turbante era
mayor dos veces que el mayor de alguna de las otras; era cejijunta y
la nariz algo chata; la boca grande, pero colorados los labios; los
dientes, que tal vez los descubría, mostraban ser ralos y no bien
puestos, aunque eran blancos como unas peladas de almendras; traía
en las manos un lienzo delgado, y en entre él, a lo que pude
divisar, un corazón de carnemomia, según venía seco y amojamado25
Merlín aparece como el sabio encantador:
aquel francés encantador que dicen que fue hijo
del diablo; y lo que yo creo es que no fue hijo del diablo; sino que
supo, como dicen, un punto más que el diablo26
y, por último, Dulcinea:
-Conocíla –respondió don Quijote- en que trae
los mesmos vestidos que traía cuando tú me le mostraste. Habléla,
pero no me respondió palabra; antes me volvió las espaldas y se fue
huyendo con tanta priesa, que no la alcanzara una jara.27
Con relación a los personajes Tenorio nos dice en
su ensayo: <<Cicerón en su Somnium
Scipionis advierte al hombre medieval y
renacentista que los sueños eran el resultado de los pensamientos
más recientes; de ahí que los personajes que habitan el
sueño-pesadilla del manchego sean caballeros de la caballería
andante, a excepción de su dama Dulcinea del Toboso, entes de
ficción de los cantares de gesta, de las novelas de la materia de
Bretaña y del Romancero de influencia carolingia>>28.
No podemos olvidar, respecto a los personajes que figuran en el
episodio de la cueva de Montesinos, la aparición del Primo del
licenciado:
El licenciado le dijo que le daría a un primo
suyo, famoso estudiante y muy aficionado a leer libros de
caballerías, el cuan con mucha voluntad le pondría a la boca de la
mesma cueva, y enseñaría las lagunas de Ruidera, famosas asimismo
en toda la Mancha, y aun en toda España; y díjole que llevaría con
él gustoso entretenimiento, a causa que era mozo que sabía hacer
libros para imprimir y para dirigirlos a príncipes.29
El segundo nivel de lectura que nos propone
Ponseti alude al místico-simbólico, pero como una experiencia
místico-caballeresca de don Quijote. En este sentido viajamos con
Cervantes hacia un bosque de palabras, de un lenguaje cargado de
símbolos relacionados, de alguna manera, con la mística. Y así es.
Son variados los ejemplos que podemos encontrar en los episodios que
narran la aventura de la cueva de Montesinos. En el siguiente
fragmento podemos apreciar lo dicho anteriormente:
Y luego se hincó de rodillas e hizo una oración en voz baja al
cielo, pidiendo a Dios le ayudase y le diese buen suceso en aquella,
al parecer peligrosa y nueva aventura, y en voz alta dijo luego:
-¡Oh señora de mis acciones y movimientos,
clarísima y sin par Dulcinea del Toboso! Si es posible que lleguen a
tus oídos las plegarias y rogaciones deste tu venturoso amante, por
tu inaudita belleza te ruego las escuches; que no son otras que
rogarte no me niegues tu favor y amparo, ahora que tanto le he
menester.30
De igual manera implora el escudero Sancho bendiciendo a su amo
cuando se dispone a entrar en la cueva:
-¡Dios te guíe y la Peña de Francia, junto con
la Trinidad de Gaeta, flor, nata y espuma de los caballeros andantes!
¡Allá vas, valentón del mundo, corazón de acero, brazos de
bronce! ¡Dios te guíe, otra vez, y te vuelva libre, sano y sin
cautela a la luz desta vida, que dejas, por enterrarte en esta
escuridad que buscas!31
Indica Helena Ponseti: <<…la cueva de don
Quijote nos recuerda <<las profundas cavernas del sentido>>
espiritual de San Juan de la Cruz. Trae además a la memoria cavernas
verdaderas a las que descendieron, para meditar, Santo Domingo, Santa
Teresa (Segovia), San Juan de la Cruz (Pastrana), Ignacio de Loyola
(Manresa), y algunos alumbrados del siglo XVI32.
Incide también sobre este aspecto Amancio Bolaño e Isla, cuando
dice: <<…la cueva de Montesinos no es para don Quijote sino
el refugio espiritual que él necesitaba para dar nuevos visos de
realidad aparencial a su mito. Su actuación vacilante, es decir casi
sin fe, había dado lugar a que unos le tuvieran por cuerdo, otros
por loco…>>33.
Otra de las referencias a este nivel místico-simbólico
correspondería al uso de determinadas palabras y a las imágenes que
crean en el proceso narrativo, como puede serlo el palacio o alcázar,
que nos recuerda al castillo interior del místico:
Ofrecióseme luego a la vista un real y suntuoso
palacio o alcázar, cuyos muros y paredes parecían de transparente y
claro cristal fabricados; del cual abriéndose dos grandes puertas,
vi que por ellas salía y hacia mí venía un venerable anciano…34
Sugiere, además, esta relación con el mundo
místico- simbólico, el hecho de que el tiempo transcurrido difiera
de unos a otros. Si para el primo fue <<en tan poco espacio de
tiempo como ha que está allá bajo>> para Sancho <<poco
más de una hora>>, a don Quijote le pareciera que <<allá
me anocheció y amaneció, y tornó a anochecer y a amanecer tres
veces; de modo que, a mi cuenta, tres días he estado en aquellas
partes remotas y escondidas a la vista nuestra>>35,
tiempo simbólico, semejante al que Cristo estuvo en el reino de los
muertos.
Corresponde ahora el tercer nivel referenciado por
Ponseti, la lectura desde un punto de vista psicológico, resultado
del profundo trastorno psíquico de Don Quijote36.
Comprobamos tras la lectura del episodio de la cueva de Montesinos
que las dudas de Sancho y del Primo, incluso en capítulos
posteriores de Cide Hamete Benengeli, influyen en el lector y es don
Quijote quien zanja estas dudas reafirmándose en la verdad contada,
y lo hace de esta manera37:
-Como me quieres bien, Sancho, habla de esa manera –dijo don
Quijote-, y como no estás experimentado en las cosas del mundo,
todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles;
pero andará el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré
algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que
aquí he contado, cuya verdad ni admite réplica ni disputa.
Con todo, se piensa que <<en este episodio
[cueva de Montesinos] lo extraordinario cobra vitalidad, también lo
exclusivo, lo extravagante, lo escondido encima y debajo de la
realidad física y natural que propone hasta el momento la novela. La
cueva es comprendida, en este sentido, como el sitio de reunión, de
totalización de una población de metáforas encaminadas a sugerir
al lector una interpretación variable, casi inagotable del mismo
episodio>>38.
¿Acaso ese lenguaje fantástico, podría significar, desvarío,
locura? Tal vez, pero en este sentido, G. Hocke afirma que <<la
locura no es otra cosa que una alegoría de la facultad de poder
transformar una cosa en otra>>. Para Gracia Núñez locura y
encantamiento son cosas bien distintas, no obstante, tanto la locura
como el encantamiento son los elementos del barroco que dinamizan y
explican la peculiaridad de la anécdota. Añade Núñez : las
nociones de locura y encantamiento, funcionan en relación a un sutil
juego en el que participan no sólo los personajes, sino también el
lector39.
Después de todo lo dicho es bien evidente que la palabra ocupa y es
en este episodio de la cueva de Montesinos el más grande de los
tesoros hallados por su autor, Miguel de Cervantes, que sabe hacer de
ella el paradigma, la esencia y el núcleo sobre el que se asienta la
literatura con mayúscula, y por tanto, la vida misma. Don Quijote,
el mito o el héroe, es su voz, y en su voz templa la palabra exacta,
exagerada a veces y comedida otras. La palabra como pilar
fundamental, como sólido arquetipo de comunicación.
Queda claro que el lenguaje, y para ello toma
Cervantes el <<romance>>, en su sentido más literal no
es sino una historia de aventuras y amor, o de ambas cosas, hecho que
puede constatarse en la prosa caballeresca de Don Quijote de la
Mancha. En ella se dan todas las características propias de la
poética del <<romance>>. Desde la búsqueda, el viaje,
¿qué si no es esta narración? o <<trabajos>>; pero
también respecto al mito, Cervantes crea al héroe y con él
emprende este viaje, esta búsqueda –interior- ¿qué si no es don
Quijote’, sino un mito, la leyenda de las leyendas, la realidad y
la ficción a un tiempo; pero tampoco existen límites o
prohibiciones, la libertad creativa está por encima de todo y a ella
se aferra Cervantes, de manera que puede convivir lo real y lo
sobrenatural: ¡Ay de los que no tienen cueva de Montesinos donde
refugiarse y fortalecerse con visiones sobrenaturales!40;
el juego de la palabra nos lleva por el tiempo y el espacio, de
manera que don Quijote baja a la sima para encontrarse consigo mismo
y el sueño, de manera que no desea que no se acabe nunca lo visto en
el discurrir de las tres noches con sus días, como ya se ha dicho
con anterioridad; mas añadamos la importancia de los personajes, de
la que hemos hablado ya, ¡cuán relevantes son en la narración!,
dotándolos del lenguaje que caracterice a cada uno de ellos según
su función o rol dentro del discurso narrativo; y el tratamiento de
los asuntos morales, de forma que triunfe la virtud: <<No se
pueden llamar engaños, los que ponen la mira en virtuosos fines>>41;
en la acción narrativa se entrelazan las historias –derivación en
<<novelas cortas>>-; y por último, y así se puede
constatar en este episodio de la cueva de Montesinos, la descripción
es detallada y profusa, creando las correspondientes imágenes que
favorecen al texto en sí, al igual que se observa un estilo
lingüístico rico y más elevado que el vulgarmente utilizado42.
En este sentido cabe destacar la referencia explícita de Riley43:
Las descripciones del <<romance>> citadas subrayan su
característica más obvia: la libertad imaginativa. Esto constituye
una considerable liberación de las restricciones impuestas por
preocupaciones temporales probabilidades ordinarias. Es el
desencadenamiento de la imaginación. Cervantes compara o asocia los
vuelos vertiginosos de la fantasía con el sueño.
Es obvio, y así se ha comentado con
anterioridad, que el episodio de la cueva de Montesinos prodigue
tantas interpretaciones como lectores tenga, porque cada uno, desde
su perspectiva y conocimiento valorará más unos hechos que otros,
tanto en la forma como en el fondo. Para María Gracia <<en el
episodio de la cueva de Montesinos asoma una posición del autor
relativa al estilo narrativo y a la modalidad ficcional. Cervantes,
como todo escritor, no tenía interés en ser absolutamente
‘original’. En este sentido, el rasgo que queremos destacar, es
aquel que posee por procedimiento la inclusión de lo maravilloso y
sobrenatural, nos referimos al artilugio creativo que se encuentra en
correspondencia con principios estéticos generales de la producción
artística asociada al Barroco>>, y añade: <<Especialmente
en el episodio de la cueva de Montesinos, podemos observar que el
papel que desempeña la parodia
literaria es considerado fundamental. Es mediante la parodia que
Cervantes insinúa lo maravilloso y lo sobrenatural>>44.
En este sentido, la autora citada llama la atención sobre la
originalidad creativa del artista barroco, que incluye categorías
tales como la magia, desdoblamientos, juegos, transformaciones, etc.,
etc. Será también Cristián Cisternas quien nos hablará del
paisaje barroco, visión y desengaño, del encantamiento y del sueño
como tópico barroco; Para Amancio Bolaño: <<Ha descendido
[don Quijote] a la cueva con el secreto intento de robustecer la fe
en su ideal caballeresco: honra, fama, gloria, Dulcinea. Don Quijote
es un creador de metáforas>>45;
Reynaldo Riva afirma: <<el descenso de don Quijote es tanto
físico como psíquico, en el sentido de que don Quijote no sólo
baja a la cuerva de Montesinos, sino que desciende a las
profundidades de su yo oculto, donde su imaginación recrea en un
sueño una aventura paródica del viaje infernal>>46,
y, por último, Alejandro Tenorio resume su opinión de la siguiente
manera: <<La cueva de Montesinos es la narración nuclear de la
Segunda parte de don Quijote; en este episodio aparecen las
correspondencias estructurales más importantes con la penitencia de
Sierra Morena, y están cargadas de una polisemia tan rica que
llevarán a cientos de enriquecedoras interpretaciones. Hasta aquí
el estudio pormenorizado del episodio correspondiente a la cueva de
Montesinos, capítulos XXII y XXIII de la Segunda Parte de Don
Quijote de la Mancha, toca ahora indicar las conclusiones del mismo.
CONCLUSIONES
Se dijo al principio y se hace necesario reiterarlo al final de este
ensayo sobre la cueva de Montesinos: son muchas las interpretaciones,
tantas como lectores. Todas las aportaciones contenidas en este
ensayo no hacen sino enriquecerlo, cada uno desde la óptica que se
propuso en su día y con relación al hecho literario que más
interés causó. En este sentido, las interpretaciones realizadas y
contenidas en este trabajo han sido variadas y diferentes las unas de
las otras, aunque haya podido existir entre ellas coincidencias
puntuales. Con las conclusiones de algunos autores coincido yo
también, incluso creo necesario transcribirlas. Para Percas de
Ponseti <<la palabra no es más que una convención, y por
debajo de ella corre, como esencia líquida, la vida. Del episodio de
la cueva de Montesinos Cervantes hizo un espejo de la vida interior.
Su invención genial fue construir una alegoría de la naturaleza
humana, libre de la limitación o desvirtuación del punto de vista,
el cual parte de un arsenal de preconcepciones. El arte –imitación
de la vida, ficción, invención- proyecta realidades interiores si
coincide con la naturaleza humana>>. Según Cristián Cisternas
<<la imaginación creadora de don Quijote trató de salvar ese
obstáculo anulando el peso de la prosaica vida propia (y por lo
tanto, de su propio proyecto vital, gloriosamente malgastado) con la
búsqueda de la perfección estética literaria en un mundo
imperfecto>>. Por su parte María Gracia opina que <<la
transformación del lenguaje artístico que la novela asegura,
permite la enunciación, a través de la ironía, la parodia y la
alegoría como procedimientos retóricos complejos y didácticamente
importantes>> y, Amancio Bolaño nos sitúa entre la fantasía
de la primera parte del Quijote: la bacía es yelmo; los molinos,
gigantes; los borregos, ejércitos y, la segunda, donde todo sucede
al revés: Dulcinea es labradora; la yegua hacanea, borrica; el
Caballero de los Espejos, Sansón Carrasco; su escudero, Tomé
Cecial, para descender hasta la cueva de Montesinos y buscar de nuevo
el lenguaje capaz de crear un mundo sobrenatural y maravilloso del
que no se desea salir.
Creo que, aun sin faltarle razón a cada una de estas hipótesis,
considero que la clave es la soledad, tanto física como espiritual
del propio Cervantes (don Quijote). La soledad reporta ese grado de
convención necesario para estimular los sentidos y la mente y hace
propicia la creación. Las palabras entonces toman libremente el
camino de la ironía, la parodia, el humor, etc. y vuelan y vuelan
sin descanso, tales aves, hasta encontrar el palacio o la cueva, que
no es más que el <<yo>> que imagina, el único recurso
con el que cuenta el escritor en el silencio de su íntima relación
consigo mismo.
Por eso don Quijote (Cervantes) desciende a la
sima, necesita de la soledad que le brinda la cueva de Montesinos
para aislarse del mundo en esa huida hacia adelante que supone el
riesgo de la aventura. El fragmento que reproducimos a continuación
refleja esa soledad47:
Iba don Quijote dando voces que le diesen soga, y más soga, y ellos
se la daban poco a poco, y cuando las voces, que acanaladas por la
cueva salían, dejaron de oírse, ya ellos tenían descolgadas las
cien brazas de soga, y fueron de parecer de volver a subir a don
Quijote, pues no le podían dar más cuerda. Con todo eso, se
detuvieron como media hora, al cabo del cual espacio volvieron a
recoger la soga con mucha facilidad y sin peso alguno, señal que les
hizo imaginar que don Quijote se quedaba dentro, y creyéndolo así
Sancho, lloraba amargamente y tiraba con mucha priesa por
desengañarse; pero llegando, a su parecer, a poco más de las
ochenta brazas, sintieron peso, de que en estremo se alegraron.
Soledad extrema la de don Quijote unido a una cuerda y descendiendo
hacia las profundidades de la cueva, en absoluta soledad consigo
mismo, sin más acompañamiento que el silencio y la oscuridad. En
esa soledad se siente al tiempo que va descendiendo poco a poco sin
saber qué le espera al final del descenso. Y es precisamente la
soledad la que marcará el lenguaje creativo posterior. Don Quijote
(Cervantes) se enfrenta a sí mismo para resolver su propio conflicto
intelectual, y es de las profundidades de donde nace a su vez la luz
de la verdad, su verdad, que es una verdad que toma formas y rostros
múltiples.
A don Quijote (Cervantes) sólo le une al exterior una cuerda, que es
por decirlo de manera gráfica, el cordón umbilical, el que le une a
la vida. La soledad sentida, experimentada lentamente a medida que
baja a través de la oscuridad del abismo. Sujeto a la soga don
Quijote (Cervantes) desciende hasta ¿el infierno de Ulises, Eneas,
Orfeo, Teseo o Hércules? o ¿al paraíso de la amada y sin par
Dulcinea del Toboso?, ¿hacia dónde se dirige realmente? Sea a los
infiernos o al edén, lo cierto es que la soledad acompaña a nuestro
héroe don Quijote –al Cervantes creador-.
La soledad como lenguaje creativo está presente en este episodio de
la cueva de Montesinos como ha estado en otros, tal vez disfrazada,
oculta en ocasiones, sugerida y latente. No es ésta una soledad
cualquiera, no. La soledad de la que hablamos es la que hace posible
la creación como un acto noble, que trasciende a la literatura y,
cómo no, a la vida.
Es pues, la soledad, el núcleo, la esencia del
lenguaje creativo en Cervantes, como lo es en esta aventura de la
cueva de Montesinos, y en su obra más universal: Don Quijote de la
Mancha.
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cueva de Montesinos, en Estudios
literarios, Porrúa, México, 1960.
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aventura espeleológica de Don Quijote, Lemir-Estudios
e Investigaciones, 2005.
-Disponible en:
http://parnaseo.uv.es/lemir/Estudios/Tenorio/Alejandro Tenorio.pdf
1
No olvidemos que una de las características de la poética del
<<romance>> es, precisamente y así se prueba, una
historia de aventuras o de amor, normalmente de ambas a la vez.
2
Otra de las características propias de la poética del <<romances>>
es que comprende el viaje, la búsqueda o los <<trabajos>>.
3
Angel Rosenblat, La primera frase y los
niveles lingüísticos del Quijote, Historia
y Crítica de la Literatura Española, Vol. II Francisco Rico,
Crítica, 1980, p.702
4
Otro de los aspectos característicos de la poética <<romance>>.
5
Percas de Ponseti, Helena, Cervantes y
su concepto del arte. Estudio crítico de algunos aspectos y
episodios del “Quijote”, I-II,
Madrid, Gredos, 1975, p. 409
10
Percas, op., cit., p. 411.
15
Cristián Cisternas, Don Quijote en la
cueva de Montesinos: una lectura desengañada, Rev.
Estudios Públicos, primavera 2005.
17
Tenorio Tenorio, Alejandro, La aventura
espeleológica de Don Quijote, Lemir-Estudios
e Investigaciones, 2005.
18
Características propias de la poética del <<romance>>.
20
Ibid., p. 199
21
Ibídem., p. 199
22
Aspecto importante propio de la poética del <<romance>>.
23
Ibid., p.198
24
Ibid., p. 199
25
Ibid. p. 201
26
Ibid., p. 199
27
Ibid. p. 205
28
Tenorio Tenorio, Alejandro, La aventura
espeleológica de Don Quijote, Lemir-Estudios
e Investigaciones, 2005.
30
Ibid., p. 194
31
Ibid., p. 195
32
Percas de Ponseti, Helena, op., cit., 422
33
Amancio Bolaño e Isla, La cueva de
Montesinos, en Estudios
literarios, Porrúa, México, 1960,
págs. 185-199.
35
Ibid. p. 203
38
María Gracia Núñez, Ilusión y
realidad en la cueva de Montesinos del Quijote, Rev.
Espéculo, num. 24, Madrid, 2003.
39
Ibid., María Gracia Núñez
40
Amancio Bolaño, op., cit.
42
En este sentido resaltar tan solo algunas de las expresiones
lingüísticas pertenecientes a determinados grupos sociales: del
jugador de naipes <<paciencia y barajar>> o del argot
carcelario <<¡Cepos quedos!>>.
43
E.C. Riley, Cervantes: Una cuestión de
género, en George Haley, ed., El
«Quijote» de Cervantes, Madrid,
Taurus, 1980, pp. 37-51
45
Amancio Bolaño, op., cit.
46
Reynaldo Riva, op., cit.