Escrito para DIARIO DE ALMERÍA por
JOSÉ ANTONIO SANTANO
en la sección SALÓN DE LECTURA.
EN LA TIERRA DE NOD
Nos devuelve la poesía la esencia misma de la vida. No hay lugar en
este camino para lo superficial o el artificio, sino para el arte
poético en su más noble sentido. Es posible que algunos sigan
pensando en la poesía como algo innecesario, vacuo y prescindible.
Sin embargo, acercarse a la poesía, adentrarse en su mágico
laberinto, es una sensación indescriptible,
tremendamente placentera, enriquecedora hasta extremos impensables. Y
esto ocurre con el poemario último de Pedro Juan Gomila Martorell,
titulado «En la tierra de Nod», segunda entrega de la trilogía
Eidolon. Si en “Arcadia desolada” Gomila «buscaba
su paraíso, el edén (…), tal vez un refugio donde solo habitan
los libros, la palabra escrita como única salvación, fulgor entre
tanta mediocridad y sombras»,
hay que decir que “En la tierra de Nod” regresa de nuevo esa voz
personalísima y además acrecentada con la fuerza que el tiempo y el
cúmulo de experiencias cognitivas aportan felizmente a su universo
poético. Un universo en el cual la palabra, en esa búsqueda de la
identidad, de los yoes en conflicto, como dice el crítico Fernando
Parra en el prólogo del libro («el yo verdadero que se agazapa
evitando las leyes biempensantes de la “la tribu”, y “el Otro”,
(“ese yo que no era yo”) impostura lacerante que niega pero no
destruye, que oculta pero no opaca la herida legítima de ser»),
provoca en el lector el verdadero temblor de la poesía. Ciertamente
se cimenta este poemario en la lucha antagónica de los yoes, del ser
y el estar, y en esa batalla el poeta aborda sus dudas y temores,
reacciona ante un prototipo de moral caduca y ñoña, hasta vivir en
el desmayo poético la verdadera razón de su existencia.
La
reivindicación de su homosexualidad, vedada por una sociedad
hipócrita y pacata, es el punto de partida, tal vez de una huida,
pero hacia adelante, reveladora del ser y estar en su esencialidad, y
en ese trayecto hay cabida para el dolor, también para la
resistencia y la ofrenda de una lírica inusual, bella y aterradora
al mismo tiempo, alimentada por la tradición y la excelencia poética
de quienes, poeta como él, le antecedieron en el tiempo. El mismo
título del poemario viene a confirmar lo expresado en líneas
anteriores, pues Nod es la tierra a la cual es desterrado Caín, es
decir, de nuevo viene a plantearnos el poeta el debate entre el Bien
y el Mal, pero desde su propia experiencia vivencial. La poesía de
Pedro Juan Gomila es reflexiva, vital, coherente, apartada de ese
regusto propio de nuestros días basado en el postureo, la
superficialidad y el desconocimiento, es decir, en la más pura
mediocridad. El libro objeto de nuestra atención produce en el
lector una sensación agridulce, esa mezcla de de saber que el dolor
te hace su esclavo al tiempo que te libera una ve derrotada, aunque
esa derrota sea circunstancial, momentánea, porque el poeta siempre
arrastra los recuerdos de su experiencia vital. Esa reclusión lleva
al poeta a interiorizar su discurso poético de tal manera que aún
en las tinieblas, doliéndose incluso de su suerte, sabe alzar la voz
para rebelarse y crear un haz de luz, de esperanza en el hombre.
Pero lo determinante en este juego de sombras y luces, de dolor y
soledades no es, a mi modo de ver, ni la sexualidad, la religión, ni
la Naturaleza misma, sino la búsqueda de su verdad, del pensamiento,
la idealización del mundo interior del poeta, que hace que brille la
palabra, que el fuego de poesía incendie la vida misma, en un
desafío perenne, donde los yoes batallan uno frente al otro
desnudos en cuerpo y alma. Señalemos algunos de los versos que
conforman, tal vez, la esencia de la poesía (lumínica y devastadora
a un tiempo) de Gomila. Abre el libro un poema que desnuda el
sentimiento del poeta, que nos describe a la madre, también en él
el dolor y los reproches: «Madre: / la señora de la nieve
alabastrina, / la del sílex y el estuco y la madera; / la que un
alba despeñó todos sus libros; / la guardiana de un castillo
diminuto / gobernado por un ídolo de baro; la llanura sin batalla
donde mueren / los guerreros que soñaron con ser niños». En su
soledad irrespirable se alza en vuelo hacia un infinito de sueños y
esperanza, y así estos versos que acopio de distintos poemas:
«Apenas puedo respirar, / animal acorralado por los vicios, despojo
exangüe / que bracea en el fango de la podredumbre […] mi desierto
engendrado con el polvo / de los hombres que en la vida se burlaron /
de mi nombre con su tralla de serpiente […] manifiesto que ni Dios
ni el Apóstata abatido / nunca más gobernarán los timones de mi
nave […] No hay fatiga que el amor inquebrantable / no se atreva a
soportar sobre los hombros». He aquí al poeta en su esencia que,
con toda seguridad, volverá a sorprendernos con el siguiente libro
de su trilogía: “Hogueras de la carne”.
Título: En la tierra de Nod Autor: Pedro Juan Gomila Martorell Editorial: La Lucerna (Palma de Mallorca, 2015) |