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Adentro, Tan adentro
/ que no salgan los ojos de ese mundo»,
como
así lo afirma en estos versos del primer poema que contiene este
libro:“La manzana”. En ese “mirar adentro” converge el
pensamiento, lo metafísico del discurso poético de Arcas, y en ese
universo de lo desconocido indaga y bucea para cambiarlo, para
aprehenderlo y transformarlo en otro distinto, imaginado: «Imagina
que suceden cosas que llegan demasiado tarde. / Cosas que ya no
sirven para nada, que viven un tiempo / equivocado», y nos deja
detenidos en su propio lenguaje o tal vez nos condiciona en lo
antagónico, como lo es la noche y el día: «Si no existieran el
mar, los anarquistas, las aguas frías, / si no existieran los
hermanos, los pájaros, las preguntas, / si no estuviera vivo lo que
aún está por hacerse, / si nada de esto existiera, amor mío, / ya
no querría vivir». La luz y la oscuridad que surge de la nada o el
vacío, pero que el poeta interpreta como un silencio único,
abarcador del sueño, de la existencia misma. No hay descanso en la
búsqueda de las palabras capaces de conformar un mundo interior que
trascienda hacia sí y hacia fuera con la fuerza de su luz, también
de sus sombras, en un juego de versos, a veces, también aforístico
(“La luz aplasta el verde de los campos, burla la sensación del
tiempo”) que revela un discurso poético sólido, coherente en la
forma y el fondo. Consecuencia de esa búsqueda hallamos, de igual
manera, su otro “yo” trascendido en el “otro”, un canto a la
libertad irrenunciable para el poeta: «Los ricos mendigan furor,
fuego y rapiña. / Ajena al dolor, la obsesión apolilla los días
centrada / en multiplicar / los números y las heces […] Conozco la
fuerza que ampara esta imperfección, sé de la mano / que impone
las decisiones, el límite y la docilidad de los que matan. […]
Nadie puede impedir que la nieve caiga lentamente», versos estos
pertenecientes a la primera parte del libro “Un lugar donde todo se
entiende”. La segunda parte responde al título “Amarillo es el
aire, tomado de unos versos de Antonio Lucas; viene a ser un viaje
del poeta hacia el atronador silencio del paisaje almeriense en La
Isleta, en la Playa de los Genoveses o el Poniente, cuando el estío
se hace luz y soledad, tiempo, muerte en la mar: «Hoy han sacado a
un hombre del mar, muerto. Lo mató el / viento o el agua o la
piedra, quién sabe. Lo mató la mar. […] y vi a la muerte, libre,
exacta, con mi nombre en su boca, mirándome a los ojos, poderosa y
fría, / hecha un cielo de sangre». El tiempo en su temblor de luz y
colores, del blanco al negro, en arco iris de lo vivido en su paisaje
deslumbrador de sonidos y palabras que se abisman:
«Y por fin, el
negro, que no es un color, sino un fracaso.
/ El negro que es lo que
le ocurre a la luz cuando se olvida
/ de todo y no mira, cara a cara,
a los ojos del mundo».
“Llueve horizontal” nos conduce hacia la
fascinación o el asombro, y el poeta entonces vuela hacia la cúspide
de su propia existencia, y en su vértice se hospeda para vivir, para
seguir soñando. Y así declara:
«La felicidad es una escritura. En
ella soy la silla donde me siento, /
el lugar más visitado del
vacío».
Autor:
Miguel Ángel Arcas
Edita:
Hiperión (Madrid, 2015)
SALÓN DE LECTURA
para DIARIO DE ALMERÍA.