El pie en el estribo.
Alfredo Pérez Alencart (22/05/2016)
E
l
cuarto centenario de la muerte del más grande escritor de todos los
tiempos, el más universal Miguel de Cervantes, junto a
William Shakespeare, pasa casi desapercibido en España, todo lo
contrario de lo que sucede en Inglaterra. La dejadez de las
instituciones españolas por este hecho es tal que no se llega a
entender si no es porque esta circunstancia reiterada es ya un mal
endémico en la sociedad española, tan alejada de todo lo que sea
cultura, no se diga de todo lo que sea libros. Sin embargo, nace con
voluntad de celebración y como homenaje a Cervantes, desde tierras
salmantinas, donde aún se cree y se trabaja por la cultura como
puente de unión entre los pueblos, “El pie en el estribo”, un
poemario del poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart (Puerto
Maldonado, Perú, 1962). Acompañan y dan luz a este bello y
alimenticio libro las ilustraciones de Miguel Elías, y toma el
título de la carta que Cervantes envió en vida a su benefactor y
mecenas don Pedro Fernández de Castro, VII Conde de Lemos,
preliminar del Persiles y Segismunda, cuando dice: «Puesto
ya el pie en el estribo,/con las ansias de la muerte, / gran señor,
ésta te escribo». Aunque
en circunstancias distintas y más saludables, cuatrocientos años
después, el autor de este poemario, el poeta Alfredo Pérez
Alencart, se adentra en un viaje por la extensa obra cervantina para,
en un ejercicio de meditación inusual, presentarnos un universo
poético en el cual resplandece el amor, fruto de un profundo
sentimiento cristiano, solidario y fraternal hacia el género humano.
Es tal la generosidad del poeta, que no queda lugar o situación que
se escape a su siempre atenta y bondadosa mirada. El poeta habla del
mundo y sus miserias, ahonda en la condición humana y denuncia los
abusos de los poderosos, lucha contra ellos como si se tratara de un
David contra Goliat. Para esto , en esa búsqueda de su propia
identidad, de la verdad que sostiene el pensamiento –su
pensamiento-, el poeta bucea en el interior del yo poético hasta
convertirlo en otredad y preocupado, a veces angustiado por la
presencia de un mundo incomprensible y violento, cada vez más
alejado de la humanidad, se rebela como un quijote más, un valeroso
quijote que no teme ni al dolor ni a la soledad si así puede
conformar otra realidad distinta, más solidaria, equitativa y justa,
y así lo manifiesta en la “Inscripción”: «Nunca hay hartazgo
cuando persiste el saboreo. Así los nutrientes que he ido
succionando de los múltiples reservorios que se acopian en El
Quijote, bien por el don o ingenio de Cervantes, bien porque el
hidalgo tiene algo de todos los que nos aferramos más a los ideales
que a lo inmediato material; a la utópica justicia con libertad, sí,
pero sin desdeñar la experiencia que cercena dignidades; a la
prodigiosa imaginación, sí, pero también a la realísima crónica
social que nos toca vivir…». Curiosamente, integran el libro
cuarenta poemas, a su vez divididos en números y letras, lo que me
hace pensar que el poeta viene a resumir así a manera de inscripción
votiva lo que el mundo debe saber de nosotros, concretado en un
nombre y unos números, testamento sobre el mármol de una lápida
cualquiera, y como epílogo el poema “Mordisco para una
resurrección”, dedicado a Jacqueline, y en ella al Amor, humano y
divino: «Somos una sola carne tomando altura en lo sagrado».
Cervantes y El Quijote como hilo argumental en pasión de poeta
abarcador de todas las patrias, en la locura del decir, de no acallar
la voz nunca: «Loco sólo es quien ocupa altas magistraturas /
zumbando como abejorro sobre heces malherido / de codicia por
enchapar de oro el adobe de su casa de su / cuerpo de su mente
lisiada desangrándose / de lunes a lunes balbuceando guarismos o
manoseando / monedas huecas…». En ese discurrir del viaje el poeta
es unas veces Sancho y otras Quijote: Heme aquí sancho a veces
quijote siempre / con todos sus sinónimos a cuestas crucificado/ …
/ Quijote a veces sancho siempre velando los sueños del mañana
especificando las creencias». Pero, sobre todo, Pérez Alencart se
siente muchos, se sabe muchos en uno: el poeta que sangra por la
palabra, el idioma común de la humanidad, y así lo manifiesta:
«Arrastro quijotes unamunos cristos que son mis vecinos / sin
luces de neón ni avermarías […] A contracorriente pienso anotar
la permanencia / del trío pintarlos con el óleo de mis labios
crédulo / de sus heredades en aluvión por tierras y cielos». Lo
dicho: he aquí al poeta Alfredo Pérez Alencart en toda su esencia.
Título:
El pie en el estribo
Autor/a:
Alfredo Pérez Alencart
Edita:
Edifsa (Salamanca, 2016)