P
oetas,
editoriales y lectores se preguntan cada cierto tiempo sobre el
presente y futuro de la poesía, su utilidad, etc. Es un hecho
incontestable que la joven poesía española ha adquirido
protagonismo y que ocupa un lugar destacado en el mercado, sin que
ello signifique que la calidad siempre acompaña a esta
circunstancia. El pasado mes de julio, durante el transcurso del
curso de verano de la Universidad Internacional de Andalucía (La
Rábida): “Los poetas del siglo XXI. Joven poesía española en la
era digital”, se ha dicho que «Los referentes de los poetas más
jóvenes hay que buscarlos en la poesía de la experiencia y en la
posterior poesía de la incertidumbre», para añadir seguidamente
que «Es el abandono de la intelectualidad y la filosofía que
comporta todo verso por el golpe de corazón, por un modo más rápido
por llegar al que tienes enfrente». El único problema que deriva de
estas reflexiones es que se corre el peligro de crear modas y
modismos que se alejan del verdadero sentido de la poesía, de su
esencia. “El modo más rápido por llegar al que tienes enfrente”,
tal vez no sea lo más acertado, la poesía necesita de recogimiento,
meditación y silencios que la aparte del ruido, del espectáculo
mediático.
La poesía tiene que nacer del interior, como una
sacudida electrizante capaz de generar un estado catártico,
delirante incluso. La juventud debe aportar a la poesía este aire
fresco y limpio, el ímpetu por el cambio, pero sin olvidar la
esencia de la poesía precedente, de los poetas que han engrandecido
el panorama poético universal, ésta y no otra es la mejor escuela,
la tendencia más acertada para alcanzar la meta. El poemario
“Memoria del pájaro”, de Jesús Montiel (Granada, 1984) es hijo
de su tiempo, retrato de una experiencia vivencial que acerca la
poesía a través de un lenguaje sencillo, inmerso en la realidad
circundante, capaz de trascender un simple objeto (una botella, un
vaso) o un momento vivido. El poeta observa cuanto le rodea con la
intención de poetizarlo, de tender puentes de comunicación con el
lector a través del lenguaje, que como ya hemos dicho, se ofrece
sencillo y cotidiano, «dejándose atrapar por la belleza de lo
minúsculo, aquello que pasa inadvertido», como así lo expresa el
propio autor la “Declaración de intenciones”. Campa la
incertidumbre por este poemario, el sentimiento de fracaso,
consecuencia de una experiencia vital que debiera inquietarnos si nos
atenemos precisamente a la juventud del poeta:
«Existe lo que llaman
vida eterna. / Ayer por la mañana estaba muerto. / Anduve la
ciudad / y todo parecía otro lenguaje. / Los árboles no hablaban:
eran formas inmóviles / de pie sobre la acera / y el cielo un
palomar deshabitado». Vivir un tiempo que se abisma en la soledad y
el desvalimiento donde no existe horizonte, un gesto o una imagen que
nos convoque en la fraternidad humana: «Precintan este azul que te
emociona: / hoy Rusia le ha prohibido / a Turquía la entrada en
cielo sirio. / Recuerda cuando solo era del pájaro». La palabra se
convierte así en el único haz de luz, y la juventud en aliento y
alimento para no desfallecer ante la cruda realidad, como muestra el
poeta en estos versos críticos con la acción política de los
gobiernos:
«Tiene barba el Estado y don de adivinanza. / Nos dice
que la Tierra Prometida / existe más allá de los recortes, /
allende los desahucios y las cifras del paro […] Cada poco la
historia se repite: / oculto en el profeta se esconde un faraón /
que acalla los anhelos / del hombre cotidiano. / Otro Egipto más
árido al término del voto». En la cotidianidad nada el poeta, se
deja acariciar por el rumor de la palabra, prosaica a veces, para
hallar los silencios, sus silencios: «Hubo un tiempo remoto donde el
hombre / comía al mediodía / sentado en el salón junto a los
suyos.[…] Ahora es el silencio / quien ocupa las sillas
diariamente».
La incomunicación y la soledad es la consecuencia de
vivir un tiempo en el cual la televisión, la telefonía móvil e
Internet ha sustituido y desplazado a la palabra. De la incertidumbre
y la desesperanza del poeta:
«Previendo los rigores de un diluvio
/
que seguro vendrá
/ cuando arrecie el hastío y su tormenta…»,
al
jubileo de la vida en el campo, a la alabanza de aldea:
«Cómo voy
a dormirme, por muy tarde que sea,
/ si en esta oscuridad /
se
escucha lo que fuimos muy antes de ser dioses. /
La música primera
de un mundo todavía con el miedo». Para Montiel «El poema es una
espalda / que me asoma al milagro / burlando la pared de la
costumbre», razón que avala a este poemario como ganador del XXXI
Premio de Poesía Hiperión.
Título:
Memoria del pájaro
Autor:
Jesús Montiel
Edita:
Hiperión (Madrid, 2016)