MOHAMED DOGGUI, LA SONRISA SILÁBICA por José Antonio Santano



D e la nada, de lo más íntimo nace la voz de la poesía y nadie puede detener ese momento mágico y misterioso en el cual brota la palabra y se crea otro universo capaz de provocar el caos absoluto, el gran seísmo del lenguaje. No es fácil hallar ese estado de catarsis, pero una vez en él ya nada es comparable, el deseo de permanencia ilimitado. Convocadas todas las fuerzas de la Naturaleza, el silencio brota por doquier, como una corriente imparable que nos abismará en la espesa luz de la palabra. Todo está preparado para un viaje a lo desconocido, a la cima del misterio o a las profundidades nebulosas de la lengua. Ese viaje, en esta ocasión lo haremos con el poemario “La sonrisa silábica”, del profesor y poeta Mohamed Doggui (Túnez, 1956), que elige el idioma español como forma de expresión poética. Cohabitan así en su concepción del mundo dos culturas: la árabe y la española, dos universos origen de su poética, pero que encuentra en el español su natural forma de expresión. La clara influencia de la tradición poética árabe y española convergen en “La sonrisa silábica”, de forma que la brevedad del verso, de metro octasílabo, la observación reflexiva de la realidad que se presenta ante sus ojos, donde la ironía ocupa un lugar predominante, y el mestizaje idiomático, hacen de Doggui un poeta singular. La magia de su poesía se halla en los hechos cotidianos de la vida, de los que extrae siempre una razón, un pensamiento, una enseñanza. A Doggui le atrae el silencio, y por eso busca en él los matices, la esencia misma de las cosas a través de la palabra. Abre el libro un acertadísimo prólogo del también poeta y profesor Manuel Gahete, que nos acerca luminosamente a las claves contenidas en los setenta poeta que contiene el libro: «Mohamed Doggui conoce bien la naturaleza humana y establece con el lenguaje un pacto solidario, tintando su palabra de sutil ironía, iluminando el sendero en sombra con un cristal de luz que nos allega, que nos unge de afectos, que nos inclina a ver el mundo con rozagante perplejidad, como si cada día fuera nuevo y redescubierto por el asombro del amor». El poeta nos sorprenderá siempre con el verso medido, exacto, para acabar mostrándonos la parte oculta, la que trasciende a través de su implacable mirada, que se detiene en el detalle, en lo cotidiano, origen del ensueño:

«Ella me preguntó
/ en qué pintor ilustre
 / yo me reencarnaría,
/ si en Picasso o en Dalí,
/ y al instante le dije,
 / y sin saber por qué,
 / que ni en uno ni en otro,
 / sino en su pintalabios».

Los temas son variados y al mismo tiempo uno solo, la vida, la que fluye a su alrededor y observa y siente y palpa y goza o sufre, esa que acompaña los días y las horas y en la que Doggui se abrasa permanentemente con ironía y “sonrisa silábica”:

 «Yo grité fuerte tu nombre
 / en la desolada gruta,
/ y el eco me devolvió
/ una larga carcajada».

 En cada uno de estos poemas hallamos la más clara tradición poética española, la esencia de una lengua que Doggui ha querido perpetuar en ellos. Esa doble condición de profesor y poeta se traduce en la luz creadora de su poesía, a la que alude también en algunos de los poemas contenidos en este libro: «Me sonríe, y sus labios, / rectamente superpuestos, / un pareado me escriben, / hecho con rima perfecta. / Se acercan calladamente, / y con los míos componen / una cuarteta simétrica / hecha con rima cruzada». Es precisamente ese conocimiento de la lengua la que aporta singularidad al poeta que es Doggui, sutil, irónico, solidario, esencialmente humanista. En este tiempo tan desolador su palabra es un soplo de aire fresco, que nos invita a vivir intensamente cada momento. De ahí que el amor sea esa luz esperanza que alumbra el camino hacia un lugar donde los seres humanos puedan vivir en paz y armonía:«En pleno beso furtivo, / le sonó el toque de queda, / por temor, por deber, / el beso a medias dejó. / Y desde el triste malogro, / cada atardecer, sin falta, / se pone a tararear / la sinfonía inconclusa», «En esas escalas sísmicas / del amor impetüoso, / no hay magnitud que supere / la del beso embrïonario, / el beso titubeante, / el beso antes de besar». Porque «la poesía es un proceso catártico que nos excede y nos sublima, que nos salva y nos condena», como nos dice en el prólogo Gahete, merece este libro una lectura atenta, que nos llevará, seguro, a sentir el temblor de la palabra de Mohamed Doggui.



Título: La sonrisa silábica
Autor: Mohamed Doggui
Edita: Carena (Barcelona, 2016)