D e la nada, de lo más íntimo nace la
voz de la poesía y nadie puede detener ese momento mágico y misterioso
en el cual brota la palabra y se crea otro universo capaz de provocar el
caos absoluto, el gran seísmo del lenguaje. No es fácil hallar ese
estado de catarsis, pero una vez en él ya nada es comparable, el deseo
de permanencia ilimitado. Convocadas todas las fuerzas de la Naturaleza,
el silencio brota por doquier, como una corriente imparable que nos
abismará en la espesa luz de la palabra. Todo está preparado para un
viaje a lo desconocido, a la cima del misterio o a las profundidades
nebulosas de la lengua. Ese viaje, en esta ocasión lo haremos con el
poemario “La sonrisa silábica”, del profesor y poeta Mohamed Doggui
(Túnez, 1956), que elige el idioma español como forma de expresión
poética. Cohabitan así en su concepción del mundo dos culturas: la árabe
y la española, dos universos origen de su poética, pero que encuentra
en el español su natural forma de expresión. La clara influencia de la
tradición poética árabe y española convergen en “La sonrisa silábica”,
de forma que la brevedad del verso, de metro octasílabo, la observación
reflexiva de la realidad que se presenta ante sus ojos, donde la ironía
ocupa un lugar predominante, y el mestizaje idiomático, hacen de Doggui
un poeta singular. La magia de su poesía se halla en los hechos
cotidianos de la vida, de los que extrae siempre una razón, un
pensamiento, una enseñanza. A Doggui le atrae el silencio, y por eso
busca en él los matices, la esencia misma de las cosas a través de la
palabra. Abre el libro un acertadísimo prólogo del también poeta y
profesor Manuel Gahete, que nos acerca luminosamente a las claves
contenidas en los setenta poeta que contiene el libro: «Mohamed Doggui
conoce bien la naturaleza humana y establece con el lenguaje un pacto
solidario, tintando su palabra de sutil ironía, iluminando el sendero en
sombra con un cristal de luz que nos allega, que nos unge de afectos,
que nos inclina a ver el mundo con rozagante perplejidad, como si cada
día fuera nuevo y redescubierto por el asombro del amor». El poeta nos
sorprenderá siempre con el verso medido, exacto, para acabar
mostrándonos la parte oculta, la que trasciende a través de su
implacable mirada, que se detiene en el detalle, en lo cotidiano, origen
del ensueño:
«Ella me preguntó
/ en qué pintor ilustre
/ yo me reencarnaría,
/ si en Picasso o en Dalí,
/ y al instante le dije,
/ y sin saber por qué,
/ que ni en uno ni en otro,
/ sino en su pintalabios».
Los temas son variados y al mismo tiempo
uno solo, la vida, la que fluye a su alrededor y observa y siente y
palpa y goza o sufre, esa que acompaña los días y las horas y en la que
Doggui se abrasa permanentemente con ironía y “sonrisa silábica”:
«Yo grité fuerte tu nombre
/ en la desolada gruta,
/ y el eco me devolvió
/ una larga carcajada».
En cada uno de estos poemas hallamos la
más clara tradición poética española, la esencia de una lengua que
Doggui ha querido perpetuar en ellos. Esa doble condición de profesor y
poeta se traduce en la luz creadora de su poesía, a la que alude también
en algunos de los poemas contenidos en este libro: «Me sonríe, y sus
labios, / rectamente superpuestos, / un pareado me escriben, / hecho con
rima perfecta. / Se acercan calladamente, / y con los míos componen /
una cuarteta simétrica / hecha con rima cruzada». Es precisamente ese
conocimiento de la lengua la que aporta singularidad al poeta que es
Doggui, sutil, irónico, solidario, esencialmente humanista. En este
tiempo tan desolador su palabra es un soplo de aire fresco, que nos
invita a vivir intensamente cada momento. De ahí que el amor sea esa luz
esperanza que alumbra el camino hacia un lugar donde los seres humanos
puedan vivir en paz y armonía:«En pleno beso furtivo, / le sonó el toque
de queda, / por temor, por deber, / el beso a medias dejó. / Y desde el
triste malogro, / cada atardecer, sin falta, / se pone a tararear / la
sinfonía inconclusa», «En esas escalas sísmicas / del amor impetüoso, /
no hay magnitud que supere / la del beso embrïonario, / el beso
titubeante, / el beso antes de besar». Porque «la poesía es un proceso
catártico que nos excede y nos sublima, que nos salva y nos condena»,
como nos dice en el prólogo Gahete, merece este libro una lectura
atenta, que nos llevará, seguro, a sentir el temblor de la palabra de
Mohamed Doggui.
Título: La sonrisa silábica
Autor: Mohamed Doggui
Edita: Carena (Barcelona, 2016)