LA NACENCIA. ADRIANO DE SAN MARTÍN.


Nacencia
Adriano de San Martín
A Ivar Zapp
Buceador de conocimientos
en las esferas de la vida
2012
Monografias.com
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La nacencia
1.
Luz que despunta en los cerros con voz de océano en el caracol. Vela encendiéndose cual primera fogata en este continente, desplegándose por todo el pluriverso: los habitantes del cosmos al unísono inician el galope celeste con el primer verso. Destello que nos vence siempre. Ojo de agua. Marejada de diciembre al amanecer de la tonada.
Zopilotl en el firmamento de las palabras. Serpiente por la piedra. Jaguar en el agua. Esfera en las estrellas. Los astros inician su revuelta con un número que no alcanza para enumerar el fundamento de infinitos nexos.
Es la alquimia del monte. La hoguera, por siempre la hoguera. Es el fin del principio, el principio del fin. El equilibrio del centro.
Porque todas las certidumbres están en el árbol: La Gran Ceiba. En sus lianas, en la mano de tigre, sus frutos de obsidiana. Todo proyecto en sus raíces. Todo manifiesto en sus hojas que apuntan hacia los ríos del cielo. Todo sentimiento en la savia. El ánima de su silueta se dibuja y danza en estos versos.
Hablamos de lo incierto. Del invierno. Ciertos insectos. El humo. La cadera. El vientre. Lo que se ha dicho siempre. O tratamos de decir. Pero no se entiende. O se entiende lo suficiente para disimular que no se entiende. Lo fulmíneo. Lo inesperado. Lo que se presiente.
No se habla de puentes ni del presupuesto de la colmena. Sino de lo justo. Apenas lo audible. Lo necesario. Lo que se ocupa y desocupa. Lo que nadie expele. La conciencia de saber que se sabe lo que no debería saberse. El ser y la manada. O el viento. Oeste. Sur. ¡En su quiasma la luna y su nawal!
El secreto está en el lirio de agua. En el delirio. En el sueño. En el invento. En la navaja.
Sépase que se hace lo imposible por lo posible. No nos engañemos. Dios está en todas partes pero especialmente en el sol, en los soles de todas las galaxias. En el cuento que descuento hacia atrás y hacia adelante como la cuerda del Kamal. En la cascada de nieve. En el fuego de la lluvia. En el néctar del juego. Sobre todo en el tablero. En los escaques. En la ventolera de marzo y su conejo entero. En Piscis 4. En la visa de los bárbaros. En la barbarie de la visa.
Por eso debés revisar tu nombre siempre. Tu número de identidad. Tu tarjeta. Nadie te avisa, ni te visa, pero tu banco pudo ser intervenido. ¡A lo mejor! A lo inmobiliario. En junio como en enero. En temporada baja o en tu pañuelo. Porque la moda ya no está en París sino aquí. En tu casa. En tu silla. En tu vitamina. Tu parábola. Pues todo se repite y se reescribe. Todo es pasaje bíblico para la compraventa y el rito: un pase de celulosa. Una chilena. El gol en el periódico de mañana. El ombligo. La parada. Los mangos del traje que no lucimos. Sí, Lucía, el personaje más caro de cualquier peli o novela. (Léase Mary Jane, verdadera virgen invisibilizada por las iglesias).
Suficiente. Tenemos bastante: récord de reservas federales. La leguminosa. El cafeto. La oliva. El cacao. La amapola. La bolsa. Rascacielos. Spa. Campos de golf. La bicicleta neoyorquina. Los asesinos de Kennedy. La meseta. Una suiza para saltar o brincar, que no es lo mismo pero es igual, como dijo el poeta de La Habana, para burlar la vigilancia y el castigo. La guerra.
Regresemos: elaboremos un portal al estilo Castilla aunque mis tías ya no rezan. Ni enamoran. Siguen por la vida liberticida. (Estuvimos al tris de decir una palabra mala: desdecir). Un portal conceptual puesto que la poesía está acoplada con el porvenir, por tanto, forjada con números y tallas. La poesía, esa Grande Bruja más allá de la Vía Láctea, niña perdida en el bosque y hallada en el reino de los acertijos con las siempre malditas promesas. Por eso extrañamos el pasado, porque todo tiempo futuro fue mejor.
¡Las Maras! Lo malo nos viene de allá. Lo bueno también. Pero lo confundimos. Lo espantamos. Espantapájaros. Como fantasmas emigramos. Y regresamos. De América solamente se puede emigrar, decía Bolívar en carta a Manuela. Y de Abya Yala salieron ellos, los Navegantes Quetzal. Llevaron la casa de cristal hasta La Acadia.
A lo mismo: el diezmo de los domingos. La horca señalada. El autoengaño. La mascarada. Vejigas de chancho. Turno de bombetas. Yeguas en tumulto. Cantina abarrotada. Lotería. Chorizo. Mercancía. Espuela. Paella nocturna con viandas propias. Anegadas. La mesa. El vino. La veladora. El enemigo. Todo en este cuarto. En la cocina. En el modo de habladuría. Faruscas.
Queremos decir: en la forma está el primer golpe. O el cuchillo. La cruceta. En fin, el machete, según se estila en el norte donde nos persiguen con patrullas. (¡Descansen!). Todo es hormiguear.
Por ello la consigna: en el bar la vida es más sabrosa, en el silencio, en la manera de madrugar con el ganado de la hacienda hotelera. Mejor: el frijolar ennoblecido por los recolectores. El Capital. Una idea. Un proyecto. El sistema. Un mundo. ¡Enjoy! ¿Es eso? Nada más que esto. Un modus. Un locus. Un totus. ¿Una consigna?: ¡fast food! Un malentendido fronterizo quizás. Un pase. Un ala leve. Un diga lo que ve, lo que sabe o no sabe. Lo que oculta. ¡Suelte! Un diga lo que digan.
(¡Caramba qué manera de contonearse! ¡Qué sutileza de revoloteo! ¡Qué tijereta en el aire! ¡Qué salpullido de movimiento! ¡Qué cumplido. ¡Qué factura! Lo consumado y consumido. El folclor todo lo vende. Lo eleva. Y lo reduce. Total, son los signos de la noche cuando la luz nos ciega).
Pudo ser de otro modo si los Aztecas no derrotan a los Teotihuacanos, Toltecas y Zapotecas. Si los chinos o Colón. Si los ingleses en vez de los españoles. Y viceversa. O si los Aztecas derrotan a Hernán Cortés. O los Mayas. O los Incas a Pizarro. Si Qajchiquel en vez de castellano. O los sumerios. Si Trostky en vez de Stalin. Sí, de otro modo posible. Versavice. Aunque todo se repite de forma diferente. Como la flecha que torna al arco. La bala al cañón. Boomerang.
Allí están las ruinas de Persépolis, Palmira, Pompeya, Delos, Ayutthaya, Novgorod, Samarcanda, Teotihuacán, Machu Pichu, Caral, Petén, Chichen Itzá, Copán, Monte Albán, Guayabo, Cutris… proyectos enterrados por lava, el imperio o la misma tarea de zapa de sus nativos. Peor les irá a nuestras ciudades cuando se rompa el equilibrio y la velocidad de los continentes alcance la Gran Colisión. Así nuestros sueños, estas palabras…
Cierto Poeta: nunca se pone más oscuro que cuando va a amanecer. Pero también nunca se aclara más que cuando va a oscurecer.
En el firmamento está el secreto. En la órbita. En el fugitivo regreso. Porque en mi camino estaba el otro sendero: todos los caminos conducen a Abya Yala que es el eterno retorno: el vuelo de las mariposas que migran y regresan ya otras, segunda o tercera generación. De allí el vahído de los volcanes. La furia de los ríos. El latigazo de los mares. Noche y día se dan la mano. Las muchedumbres se reúnen. Las élites conspiran. El humus se mueve. Respira.
Vení hija a este refugio. Hijo más pródigo que nunca. ¡Vení! Acá hay lechugas y arracache. Tortilla casera con mantequilla de oveja. Acá en las catacumbas el arroz y los frijoles son el pan nuestro de cada día. Las vacas pastan en las nubes. Los rascacielos en la niebla. Aquí en este jardín cercado por los emisarios del Imperio y sus cipayos. Defenestrado casi. Pero en resistencia: ojo al Cristo y mano a la chuspa. Vigilantes tras las empalizadas de madero negro. Selva adentro. En la ribera de los sueños. En la pubertad del tugurio. Gota a gota se resiste. Y se tantea la danza total de lo simple. El turno de la Comuna. La feria de los descalzos con el pregón de los afligidos. Con los cantores y artesanos. Con el Sermón de la Montaña. El Cantar de los Cantares. Los códices. Las estelas. Los quipus. Los manantiales.
Sin embargo, esto no es un sermón, ni una parábola. Tampoco una encíclica o una profecía. Enderezar ese clavo ya no es posible. Menos el árbol que es apenas sensitivo. Más la dura piedra porque ésa ahora siente. Lo sabemos: todo regresa. En el yunque cambian las historias. En las ocarinas. Las guitarras. Al son de tambores, chirimías y marimbas. Con las manos y los pechos de madres desamparadas. Con el beso de Infierno y Cielo. Con la invocación. Hombre a hembra. Hembra a hombre. Hermanados. Con hambre. ¿Resistiremos?
¿De otro modo vice y versa? Las aguas negras a la fosa, la fosa al riachuelo. El riachuelo al río. Y el río a la mar. O al subsuelo. A los mantos acuíferos. Al detritus que luego será petróleo. O gasMinerales calcinados. Por eso horadan el planeta y sangra. Las compañías del Imperio. Los cruzados y sus lacayos. Los lectores de noticias falsas. Los Heraldos Negros. Telenovela del tedio. Farándula tarántula de nuestros deseos.
Pero acá estarás bien mujer. Con nuestras hijas e hijos. Tu cuerpo es nuestro templo. Nuestro refugio. Nuestro sustento. Mujer en las horas de la vigilia y del estremecimiento. En la cama y las hamacas. Compañera siempre. ¡Compañera! Nos amaremos como corresponde ser amados. Poliamorosos sempiternos en los oficios del milenio. En un lecho que, lo sabíamos, no es de rosas. En la Nueva Escuela. Sin maquilas. Ni financieras. Liberados. Libertados. En duermevela. ¡Versa que versa!
No, no es la utopía tampoco. Acá no hay ríos de leche y miel sino aguas turbias. Es el verso que versa y dice. Sencillamente el verso. La poesía de otra era. La de siempre. La llave. La flor. La quimera. Acá en este límite, en este batallar, está el centro del juego. Sin trucos ni escenarios. Desnudas al fin. Desnudos. Conversando con quienes ya partieron pero permanecen. ¡En oración! (Entreguemos las ofrendas. ¡Enciéndanse las velas! El copal. ¡Sírvanse los frutos del mar y de la tierra!). Ellos están con nosotros. Nosotros en ellos como estrellas y arenas blancas y negras. Olas que estallan, van y regresan y tornan y retornan a estallar. Aquí en nuestras habitaciones de donde nunca debieron haber salido. Nos guían. En silencio. Nos advierten.
Lo que vemos y no vemos se reunirá como la noche en el día y la brisa en el mar. Lo no sabido. Lo que sorprende. Lo que aterroriza porque no se entiende. Subyace. Adviene en la tregua. De repente. Se fuga. La ciencia no lo alcanza. Ni la filosofía. Solo la conciencia, La Gran Con-ciencia.
Por eso no esperamos a Todog. Nada. Todo está porque transcurre y permanece. Fluye. Pasado en Presente. Presente en Futuro. Futuro en Pasado. Raíces. Cadenas. Redes. Ciclos. Trasiego de imágenes. De peces. Hacia atrás a veces. En relente. Hacia nosotros siempre. Todo en Nada. Nada en Todo. Lo aparente en lo real. Lo real en lo aparente. Como la sombra del bastón en el agua que es el mismo bastón prolongándose. Lo que muere y renace. Lo que renace al morir.
Vinimos a decir esto porque decir es lo nuestro. Y hacer en el decir, en el orar, en el pedir. ¡Pero no es el evangelio! Ni el testimonio, ni una cátedra, menos la anécdota. Nada de literatura. ¡Sencillamente versar! Las palabras/pensamientos en tiempo real. Hilvanadas como las estaciones. Palabras/Hechos. ¡Pecho! Y no nos corremos. En este juego andamos Poeta. Por eso, versa Poeta, versa y vice versa.
Envejecimos peleando por el poder y la gloria. Por un puesto en la galería. Por un ascenso, un reconocimiento. Por llegar primeros. Vanidad de vanidades. Nos olvidamos del juego en la red. De la mujer de Lot. De lo que importa: el sentir, el hacer, el decir: versar. Lo que cuenta. No la cuenta. Ni el cuento. Ni el retrato. Ni el número. El asiento. El tomo. Sino lo que realmente cuenta. Lo que nos redime. ¡A lo que vinimos dijimos!
Es el comienzo al fin. O el final tantas veces esperado. El Apocalipsis temido y bien ganado. Porque todo acaba cuando se termina. Como el verso, querido Thomas Stearn. Como el FIAT, auto último modelo para desafiar a los futurólogos del futurismo que vaticinaron lo que no sería posible. ¡Esta bestia japonesa! Y nadie lo percibió. Solamente las salamandras que ascendieron las colinas, los cerros, las montañas, porque en las costas, llanuras y sabanas el calor era ya insoportable.

2.
Las puertas o ventanas de agua no se perciben en los bosques. Solo el vidente las encuentra. Fluyen y mariposean imprecisas, equidistantes. Y se abren como espejos líquidos a la hora de la siesta. Podemos transponerlas e ingresar para ascender al otro reino. Igual pueden colarse los demonios para nuestro tormento. Por eso hay que dejar el trance a los Poetas. Son ellos quienes descifran sus goznes, sus giros, sus batientes. Ventanas/Puertas, Puertas/Ventanas: Puertos. Entradas y salidas. Cristal de dos aguas, azogue de rocíos.
Por esas aberturas ingresan y parten. Pernoctan. Vigilan. Se esfuman…
Regresarán cuando el Gran Dador las abra de par en y nos conduzca hacia la otra orilla. Será la anunciada Cuenta Larga. El renacimiento de las aguas, los aires, las selvas y los días.

3.
Acá en el sur si no es la lluvia o la tormenta, es el polvo del desierto. O el polvo de lo incierto. Siempre polvo, mas polvo enamorado.
Acá la noche es una hoguera encendida desde la memoria para esperar el día. Los guerreros danzan en el páramo. Otean el mar. Se preparan para el próximo desembarco. Por eso construimos estas naves de palabras pacientemente. Estos puentes con imágenes de lo precario. Porque la miseria tiene un lado de sosiego en los discursos, en la luz, en el incendio.
Y laboramos sin descanso. Ocupamos el lienzo de la noche, la textura de las centellas. El movimiento de montes y planetas. Navegamos por dentro hacia dentro. Nos desdoblamos y desaparecemos con el báculo de los últimos que fueron los primeros. Atemorizados a veces, pero ciertos en el cuento. Con agujas de hueso. Con cinceles de jade. Con lo que se encuentre. Porque acá ya no se busca, en el desencuentro se encuentra y desencuentra.
Bajo las pirámides está el sol. Bajo las calles empedradas el viento. En los tambores el océano. En nuestros cuerpos el barro. Con eso armamos los códices que numeramos y ocultamos a los bárbaros. Con aliento de pujagua anudamos y desanudamos el envoltorio para el Árbol de la Vida. Ellos con su Cuenta Larga en contra de la cuenta corta de los historiadores, con su esperanza en estos ocho paneles.
Con maíz, mezcal y copal chasqueamos el hambre. Alimentamos el sueño. Porque quienes mueren nos habitan para siempre. De ellos renacemos. De los ciclos. Los torrentes. Las alabanzas e invocaciones. Con ocarinas y atabales. Con el metal bruñido en la danza de entonces.
Cierto: el Toro es enorme y parece invencible. Pero siempre lo derrotamos. Los demonios están con nosotros. Los verdaderos, no los que aparecen cual ángeles o arcángeles. Los de la selva, los cenotes y la siembra. Los venidos en los barcos negreros más allá del mar, o más acá, los de los montes nevados. Los que meditan en el techo del mundo. Su fuerza acompaña nuestra lucha cuerpo a cuerpo, sombra a sombra, fuego a fuego. ¡Arrebatados!
Y entonces llega la noche del incendio. ¡Y venceremos! La rotación del tiempo será el sueño. Las palabras múltiples universos en incontables lenguas y dialectos. Un batá de luz oscurecerá la tierra para La Nacencia.
Y cada temporada, cada ser, toda Nada, será el atardecer de la amanecida, el reverdecer de los desiertos, la orilla del mañana que era el ayer. La semilla. Todos los tiempos en un tiempo de todos para todos en el CERO primigenio, el UNO primordial.

4.
Tumbas bajas. Tumbas altas. De barro. De piedra. De ventisquero. Custodiadas por las serpientes y el oso hormiguero. Por halcones y el Rey del zopilotero. Tumbas donde descansan princesas, príncipes y chamanes que algún día despertarán como el relámpago para hacer llover sobre las selvas, las sabanas y las colinas deforestadas. Lluvia perpetua. Sus lanzas de hielo castigarán al Gran Toro. Será la guerra florida por el eterno retorno. Los Diablitos danzarán en la cumbre de la cordillera, en las ensenadas, en los linderos de la arena. Danzarán el Sorbón del agua y las estrellas. Lágrimas de sangre renovarán los campos para el alimento de los dioses. El cosmos se vestirá de flores propicias para el arco de la primavera. Y los pueblos de la Tierra se desnudarán agradecidos por el camino de las esferas que conduce al tiempo infinito de los cometas.
De las aguas emergerán ellos, los enviados del cambio en naves de niebla.

5.
Nací en una casa de madera al atardecer cuando las bestias se aprestan al sueño y los aldeanos a la cena con narraciones prodigiosas.
Pero estoy en la calle central de una ciudad un 31 de enero preguntándome qué hace un poeta en la noche encendida por la calle central metropolitana. Tal vez mira el tiempo empozado de los astros o el fulgor primero de la luna que se desgaja entre los Poases, Turrialbas, Arenales, Irazús, Chirripós y los nubarrones del trapicheo climático dentro de museos y canciones.
Vagabundeo. Abundo en situaciones, lances y acontecimientos de otras tardes: una mujer garrapatea en el teléfono la siempre espera, siempre espera… Todo es proceso y porcelana según dicen las reglas. Pero el golpe y la caída se imponen. El aullido y la esperma derrochada. El estar afuera aguardando la celada. Todos contra Nadie en la parada del ómnibus a media noche, con el frío penetrante en los talones y el arrabal de los versos, la pátina de los galerones.
Se trata de lo inverso en la madrugada, lo que retarda el amanecer desde la acera de enfrente con periódicos y cartones de la industria, flecos del comercio después de la parranda, la avaricia, la palmada.
De eso se trata. No de inventos capitales de emprendedores o camisas de fuerza. Ni de maniquíes en las tiendas o en las plazas, pálidos reclutas en los cafés con sus bufandas, sus pasamontañas para no ser reconocidos por las cámaras policiales o en los sucesos del telediario.
De eso y de lo otro, porque nada está seguro aunque sea tu cumpleaños: lo que balbuceamos cuando pretendemos conversar; lo que no se publica; lo incestuoso; lo podrido en los barrios del sur, escondido en los cinemas, agujereado en los rascacielos, en los pasillos del no lugar con sus meriendas de neón, plastilina de las pantallas, silicona de las estrellas, parpadeo de colores, sangre en las letrinas, en los baldes de la buhardilla, en los callejones de basura no recogida por los camiones municipales pero distribuida por todas las ciudades: indiscreta inunda posadas y condominios.
Miles de animales transgénicos o manipulados se sacrifican para alimentar a la bestia, La Gran Bestia que avanza con la venia de tribunales, electores, disertantes… hasta pianistas y cantantes en los ministerios de adobe, o en las alcantarillas. No tiene nombre, no lo tiene. Avanza con la tiniebla de sus pezuñas, las herrumbres de cascanueces tropicales babeantes en las escaleras, las mansiones, los estadios, las academias…
Una señal basta: cientos de miles glorifican la hazaña de convertirnos en guadaña de nuestra propia ejecución anunciada por parlantes y billetes de lotería. No nos reconocemos ni en los cerdos del charco o de los prados ni en las alambradas del pez. Navegamos sin rumbo. No hay capitán sino oficiales galantes del box y la pasarela hacia el naufragio total de las naves y la mansedumbre. Domesticados, dijo el tribuno, como fieras en el zoo. O atrapados en el espasmo de un guion que escribimos y luego olvidamos pero siempre, siempre, interpretamos.

6.
El muerto todavía nos habla Presbere. Nos habla Cuasrán. Y mucho antes Espartaco. Nos hablan Boukman. Los sacerdotes. Nos hablan Mackandal. Las doncellas. De diversas maneras. Nos hablan Toussaint. Los esclavos. Nos hablan Dessalines. Vigilantes. En el barro y en la piedra. En las aguas revueltas. En los mares. Inmensas playas y celajes. Están aquí. Van con nosotros. Ancestrales.
Nos acompañan en este jadeo. Cirineos de la cruz que cargamos. Guerrilleros del arma que abandonamos. Santos en la palabra que pronunciamos. Viajan con nosotros los maceguales. Ascienden a Los Crestones y a los Aconcaguas. Pastorean estas islas caribeñas. Y nos lavan los pañales.
¡Solicitemos su permiso para ingresar a las selvas! ¡Para cruzar anchos ríos y descomunales lagos! ¡Para vadear montañas y volcanes! ¡Dancemos para que nos concedan la luz de la semilla y los manantiales! ¡Dancemos en la Danza de los Espíritus! Permiso para utilizar los machetes y cabalgar las amplias sabanas. ¡A degüello!
Aquí van por la autopista. En el tren bala que se descarrilla. En El X-43A Scram-Jet. Son nuestros copilotos. Y nos hablan. Desde la profundidad de la caverna. En la zarza ardiente. En el primer intento de la savia. Nos hablan. Desde la orilla de los imperios. La ceniza de ducados y virreinatos. Nos hablan.
Traducimos en cartones de bingo y papeles de desecho por las calzadas donde intenta dormir el hambre y tropieza el sueño. En las riberas de las ciudades, cordones umbilicales de la miseria. En la meditación del que nada tiene y nada teme, más que las palabras. Traducimos y traicionamos como en toda traducción. Porque lo invisible se torna visible y vice y versa. ¡Y dialogamos!

7.
Lianas psicodélicas nos asfixian. Bosques de neón y trementina. Árboles inmensos de acero y de cristales. Navegamos por la selva profunda en cayucos de resina. Por ríos inmensos de basura y hedentina. Zombis nos rodean. Zombis compran y venden en los zócalos y en las alamedas. En las tiendas de disfraces. Se entrenan, Se entregan. Cuitean.
El enjambre de metales y polietilenos es un artesonado de liturgias con diputados de parafina y presidentes de ocasión. Un cable marino por donde viajan las noticias como literatura de tercera. Todo al verres. Enjachados. Rumiando goma de mascar con cocaína. Hartos de salchichas plásticas y hamburguesas de cartulina. Obesos. T 34s de requesón.

8.
Quien reza el rosario está en la Cuenta Corta. El Poeta Cantor en la Larga. Por eso aprende a nacer cada día y perdura. No ora. Ni implora. Cuenta: los amaneceres, las tardes incandescentes del terraplén, los insomnios. .. Cuenta, suma y resta. Retrata las abejas en su madriguera, los encuentros y desencuentros…
Cuenta Larga es la partida. Por eso nunca se llega. Pero ya lo dijo el Maestro: el no llegar es lo que te hace grande. No llegar al areíto ni al aquelarre. Pero se perpetúa. Cuenta y Canta. Canta y Cuenta. Como Homero. O Walcott en Trinidad y Santa Lucía.
Mora y doma, mora y demora. Las palabras contracorriente en el golfo. Doma. Y aprende a ser aprendiz para llegar a la raíz. Desaprende y se prende. Aprendiz es el máximo escalafón. Lo otro es literatura, mercado, templo, noticiario, sesteo, galardón.
El Aprendiz perdura porque aprende a nacer lentamente, como las verduras y los enormes bosques donde pastan las aguas profundas desbordadas por Heráclito. Aprende que la Palabra es lo primero y lo último. AMOR. Esa la primera, la sempiterna del Aprendiz.

9.
¡Sí, muy bien, muy bien! (Acá se puede aplaudir). Desde este bar todo se mira a contraluz. Fantasmas de la noche acechan en la espuma. Sí, estimado poeta, está bien escribir sobre lo que pudo ser o lo que de todas maneras viene. ¡Sí, muy bien, muy bien! Pero, ¿sobre el eterno presente? ¿Sobre el fracaso de tantas vidas y proyectos? ¿Sobre lo que se teme?
Debemos franquearnos y enfrentarlo: ¡somos el temido fracaso y no pudimos evitarlo! Mejor aún, para no involucrar a nadie: ¡represento el fracaso y no puedo evitarlo!
Tal vez por eso precisamos de otra Nacencia: morir, nacer, remorir, renacer… ¡Y escribirla! Porque acá la vida cotidiana se nos muere constantemente. Somos sombras renacidas y encubiertas.
¡Pero es temprano, hace luna y es verano! (Esto lo decimos con optimismo cuando inicia la primavera y nos roza el afecto con la fortaleza de un torso o contoneándose en un par de luminosas piernas. Y la vida entonces fluye y se multiplica. Se nos olvida, no obstante, que abril es el mes más cruel. Y con el verano acuden las nieves eternas).

10.
¿Adónde vas América en tu reluciente coche a través de la noche?
¿Adónde loca roca de gangoche?
¿Adónde inmensa hamburguesa de mayonesa?
¿Adónde colosal botella de coca y póker?
Ya has cruzado todos los desiertos con tu nombre de geógrafo frustrado, con tu triple manera de talar selvas, asaltar bancos y preparar las guerras.
¿Hacia dónde si ya el coche se ha desgastado y ni tus inmensos campos de maíz, trigo y centeno alcanzan para alimentarlo?
Monstruo enorme doblemente Marinetti con su lanzafuegos fascistoide devorando autopistas, seres y enseres.
¿Hacia dónde ahora que la miseria y la oscuridad anuncian que para nosotros nunca amanece?
Cruzamos el desierto con la luna como una inmensa olla de arroz en los costados tras las montañas sangrantes y las minas de sal, las arenas pajizas empedradas de arbustos y cascabeles.
Observamos la mesa del Mojave y su arquitectura horizontal para el sacrificio con malezas y basura tecnológica radioactiva, mientras los trenes, largos como los kilómetros, devoraban la tarde paralelos al coche que se derretía bajo el sol calcinante.
Ruta 66: parada técnica para mear, estirar las piernas y alimentarnos con camarones psicodélicos y trozos de pollo sureño.
La soledad era absoluta cuando el sol comienza a estrellarse contra las rocas incendiando la frontera con una explosión de música sideral en las praderas.
Baja la temperatura abruptamente y los riscos se recortan como rompehielos en la noche acompañados por estacas de múltiples colores cual cactus gigantes, fantasmas, parapetos de la muerte.
Un rocío que podía ser polvo de estrellas esmerila la carretera con un graznido rosado.
No era la aurora sino la noche que extendía el panorama en una intensa danza indígena mientras avanzan los jinetes, largas caravanas en círculo para defenderse de las flechas y alimañas.
Ningún búfalo o bisonte, sino serpientes abriendo surcos en la membrana del planeta, coyotes atravesando el plasma del tiempo como naguales acompañados por el desamparo.
Rodamos y rodamos hasta que otra explosión de luz en la lejanía nos anunció que llegamos a la lujuria de las tribus blancas que despoblaron la colosal cáscara de huevo en la mañana.
¿Hacia dónde América repartida en tres subcontinentes y pocas financieras?
¿Hacia dónde?

11.
En ningún lugar del Gran Huerto podremos estar seguros. En ningún lugar residirá una tribu de mujeres hartas del humo y del telar. En ningún lugar de la selva, la llanura, el volcán o el gran cañón se verán las estrellas. En ningún lugar del desierto se esconderá la palabra precisa, LA PROMESA. En ningún lugar arderá la zarza como gran secreto o misterio de acechanza. En ningún lugar surgirá el estilo renovador de la escritura. En ningún lugar un grito que nos ubique en el amplio espectro de la circunstancia amarilla. En ningún lugar una ENTRADA, una SALIDA. En ningún lugar encontrarás consuelo. En ningún lugar la lluvia nos empapará como en los sueños. En ningún lugar un protector de galaxias evitará la luz cegadora. En ningún lugar nos espera una muchacha o un mancebo. En ningún lugar arranca el tren de la ausencia para llevarnos a un no lugar. En ningún lugar hay oferta y demanda, solo demencia. En ningún lugar aprendimos lo que debíamos aprender para evitar la catástrofe. En ningún lugar paz ni democracia. En ningún lugar un ejército de maestros en vez de torturadores. En ningún lugar una habitación vacía poblada por los ausentes. En ningún lugar los tres poderes resemantizan lo que es del pueblo por el pueblo y para el pueblo. En ningún lugar te abrazan para siempre. En ningún lugar HISTORIA y Victoria. En ningún lugar REVOLUCIÓN, fraternidad, igualdadlibertad. En ningún lugar de la franja interoceánica un reino de ESPERANZA. En ningún lugar el libro sagrado, la santa comunión, el efecto placebo de la resurrección. En ningún lugar la industria farmacéutica provoca invasiones para la salud del planeta. En ningún lugar IMPERIOS ni despliegue de misiles o aviones imperceptibles. En ningún lugar nos ubican con GPS o intervienen tus llamadas o te rastrea la Guardia Nacional, Civil, Militar, Judicial… En ningún lugar habrá tregua. En ningún lugar una hoguera alrededor del clan reunido para la danza primigenia.


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