LA
TUMBA DEL NADADOR
Adentrarse
en las páginas de un libro, lo he dicho en otras ocasiones, es una
fiesta. Una fiesta donde la palabra es anfitriona única. Con ella
está garantizada la diversión y el conocimiento. Ninguno de sus
invitados quedará indiferente. Un buen libro siempre será una
fiesta inolvidable.
JOSÉ ANTONIO SANTANO EN "DIARIO DE ALMERÍA" NOS DESCRIBE IMPRESIONES SOBRE LA OBRA DE JUAN PARDO VIDAL, "LA TUMBA DEL NADADOR" |
El libro elegido para esta ocasión es una
verdadera fiesta de la palabra, una fiesta para los sentidos. En una
edición bella y cuidada, “La tumba del nadador”, de Juan Pardo
Vidal (Almería, 1967) reúne un conjunto de relatos, en total 11,
de los cuales el que da título al libro destaca por su originalidad
y extensión, sin desmerecer claro está al resto (El tatuaje, Los
gatos de Schorödinger, Los días azules, La tormenta, Te llamaré T,
Desmancados, El día en que los dos hombres más importantes del país
me removieron el pelo, Y decirte algo terrorífico, como por ejemplo
«te quiero», Lencería rosa y El naufragio). El lugar elegido para
“La tumba del nadador” es un ático y sucede todo en una fiesta
muy especial: «Habrá un tipo, un editor al que Jesús conocerá en
una fiesta. Y habrá también una chica y habrá música y copas y su
amiga Andrea y mucha gente guapa, políticos, futbolistas y gente del
mundo de la cultura […] La fiesta será la hostia, cincuenta
personas bailando al ritmo de la coca en un ático enfrente del mara
en los edificios de La Térmica, en Almería». Así comienza Pardo
la construcción de este relato con el cual vibraremos en el temblor
de la palabra de los personajes que pululan por sus páginas, con un
discurso narrativo distinto donde la singularidad narrativa y los
recursos literarios empleados constituyen elementos consistentes como
basas de columnas que soportan todo el peso de la trama narrativa
para concluir en un sólido edificio. El simple hecho, infrecuente en
la narrativa española, del uso de una voz narrativa omnisciente de
futuro es ya un reto que, por cierto, resuelve satisfactoriamente.
Pero no sólo destaca en este relato el tiempo verbal utilizado, sino
la propia estructura, la mirada del narrador que formará parte
también del discurso narrativo –metaliterario- («Jesús no sabe
qué va a pasar, ni cómo se va a llamar el maldito gato que ha
encontrado dentro de su buzón, yo sí que lo sé, porque yo soy el
autor y soy la leche, en esta historia soy el gran camello, el que
distribuye el destino a los personajes. El futuro es una droga que
todo el mundo quiere meterse. Aquí mando yo, ellos creen que soy
dios, sé qué les va a pasar a mis personajes, me veneran, conocer
mi poder, me temen, saben que existo, rezan para que yo cambie el
futuro a mejor, quieren que todo salga bien, que intervenga para
hacerlo realidad, pero yo no puedo hacer nada por ellos»), con el
añadido de la presencia consistente de una voz interior, de la
conciencia de Jesús (el protagonista) que denominará “Cuatro”:
«Una vocecita interior, que es él mismo con la voz de él mismo, y
que se llama Cuatro, le
dirá: «Jesús, eres menos gilipollas que todos ésos que tienes ahí
delante. Seguro que en esta fiesta hay alguien con quien revolotear,
venga, espabila chaval, vete a libar alguna florecilla». Pardo Vidal
ha sabido utilizar variados recursos literarios que hacen de esta
narración un monumento al buen hacer: humor, ironía, flashback,
música, cine, pero por encima de todo nos muestra la vida misma en
sus muchos aspectos: soledad, miedo, muerte, vulgaridad,
sentimientos, emociones, silencios, todo bajo el prisma de la ficción
más pura, de la imaginación en un vuelo imparable.
Juan Pardo
consigue alterarnos, perturbar nuestra acomodada vida, con hechos tan
reales que trascienden la propia realidad para crear otra,
confirmándonos así que nos encontramos ante un narrador maduro, que
sólo se deja arrastrar por el ciclón de la palabra, la que
construye historias, múltiples vidas. “La tumba del nadador” es
una fiesta, ciertamente, una fiesta de la vida, pero también de la
muerte, la que está ocurriendo al mismo tiempo que la del ático
pero en un hospital cercano de la ciudad de Almería, la del final de
una etapa y el nacimiento de otra, la que sucede en el acabamiento
del cuerpo paterno: «La verdad es que la vida es rara. Por la mañana
no será necesario que lo acompañe porque nadie se muere por la
mañana, es la noche la que se los lleva, la noche viene a por los
enfermos y ellos se fan con ella de la mano, la muerte no tiene la
mano huesuda, la tiene tibia y confortable, los agarra con la fuerza
exacta para que se sientan seguros, se enamoran de ella, por eso
nadie regresa». Un libro, “La tumba del nadador” y una voz, la
de Juan Pardo que nos devuelve la esperanza en la literatura, en la
vida: «Algunas gotas de lluvia caerán cerca de los ojos mientras
mira al horizonte desde aquel ático para recordarle que no está en
la cima del mundo y que nunca llegará a estar tan alto como aquel
día, subido a los hombros de su padre».
Título
La tumba del nadador
Autor:
Juan Pardo Vidal
Edita:
Librería Metáfora (Roquetas de Mar, 2016)
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