Esta novela, que toma el título de un verso de Machado: “El hoy es malo, pero el mañana es mío”, es la séptima entrega de Salvador Compán (Úbeda, 1949), que a estas alturas, y en este momento del estado de la literatura española, nadie puede negarle una trayectoria ascendente y sólida, sustentada en el compromiso permanente con la palabra, único instrumento capaz de trascender la realidad para convertirla en fantasía o en sueño que bebe del manantial de la memoria y la experiencia, de la madurez adquirida con el paso del tiempo, de la vida al fin y al cabo. Compán no es un novelista al uso, y así llamo a quien construye un mundo narrativo acertado y correcto desde el punto de vista técnico, donde los recursos literarios empleados se adecuan a la narración, pero incapaz de transmitir la fuerza y la pulsión narrativa necesaria para mantener la atención del lector desde el principio al fin a través de una escritura rigurosa y firme, virtud que sí posee Salvador Compán y así lo viene demostrando con su diferenciada estilística, que no sólo ha mantenido a lo largo de estos años, sino que ha ido creciendo hasta hoy, tal y como se aprecia en esta última novela. Compán se distingue de otros narradores por su cuidado y preciso lenguaje, tan envolvente y cálido al mismo tiempo, de una extraordinaria calidad expresiva, que ahonda en la raíces y la más clara tradición novelística española. En este sentido, Salvador Compán ha construido una narración ágil y sugerente, y jugado con historias distintas dentro de la misma historia hasta conseguir un hilo conductor común a todas. La novela consta de un prólogo, que sitúa al lector en la narración que se desarrollará después, y cinco partes, ubicadas en un tiempo pasado (Guerra Civil, postguerra y década de los 60) y en lugares concretos, también simbólicos como Almería (el mar), Baena (el primer amor) y Daza (acrónimo de Úbeda y Baeza), ciudad donde se desarrolla la mayor parte de la acción narrativa. Un narrador omnisciente (Pablo Suances) conducirá nuestros pasos. Podría pensarse que esta es una novela más sobre la guerra civil española, o de aprendizaje por los actores adolescentes que irán despertando a la realidad de su tiempo. Sin embargo, diría que esta es una novela del desarraigo fundamentalmente, de la pérdida de la identidad como ser humano. Una novela que describe magistralmente, y a través de sus muchos personajes, de la polifonía de las voces actoras, una época de ostracismo, oscura, violenta y pacata, donde el odio y la venganza es la bandera izada. En estas circunstancias Compán ha sabido atemperar con un discurso narrativo elocuente y directo una realidad en la que la supervivencia, la humillación, el miedo, los roles sociales, las injusticia, la tortura física y psicológica, el sexo, la homosexualidad, el remordimiento o la hipocresía prevalecen por encima de todo y de todos.
En esta arquitectura narrativa, Compán, todos los personajes están perfectamente ensamblados, hasta el punto de constituir entre todos el hilo conductor de la narración sin temor a perderse en laberinto alguno. Y ocurre esto porque su autor llega a interiorizar a cada uno de los personajes, que se deja llevar por sus pensamientos, por su forma de ser y parecer, por su manera de entender el mundo. Sin duda alguna, esta es la historia de una búsqueda, la búsqueda de la dignidad perdida. En ella, Vidal Lamarca es el protagonista principal, quien a los 15 años es testigo de una guerra, que es encarcelado, a punto de ser fusilado, pero sobre todo, es un ser sobre el que se ceba la ignominia hasta el extremo de vaciarlo y reducirlo a la nada, tras perder su identidad después de una determinante delación, convirtiéndose así en un ser desposeído de toda condición humana, un vencido. Por el contrario, Sebastián Lanza representa el poder, quien le salvó la vida a Vidal, su protector, su amante, su amo, el vencedor. Y en este muestrario de personajes dos mujeres, dos amores (Clara Hervás y Rosa Teba) serán quienes propicien su salvación, su reconversión a la esencia humana secuestrada durante tantos años vividos junto al falangista Lanza. Sólo Rosa Teba, su amor de adulto, conseguirá su resurrección, la libertad deseada, pero sobre todo favorecerá la recuperación de la dignidad perdida. Pero además, Salvador Compán ha fortalecido la narración introduciendo un elemento aglutinador, que no es otro que, la novela gráfica creada por Vidal Lamarca y contenida en la propia novela. Se dice en la página 19 de la novela que: «Crear es parecido a arar: hay que levantar la realidad y removerla hasta que nos enseñe sus raíces», y eso es lo que ha hecho precisamente Salvador Compán en “El hoy es malo, pero el mañana es mío”, remover la realidad hasta encontrar las raíces y recobrar al fin la dignidad. Estamos, pues, ante una extraordinaria narración que no dejará indiferente al lector y un autor que se supera con cada novela. Una voz imprescindible en el panorama literario español, la de Salvador Compán.
En esta arquitectura narrativa, Compán, todos los personajes están perfectamente ensamblados, hasta el punto de constituir entre todos el hilo conductor de la narración sin temor a perderse en laberinto alguno. Y ocurre esto porque su autor llega a interiorizar a cada uno de los personajes, que se deja llevar por sus pensamientos, por su forma de ser y parecer, por su manera de entender el mundo. Sin duda alguna, esta es la historia de una búsqueda, la búsqueda de la dignidad perdida. En ella, Vidal Lamarca es el protagonista principal, quien a los 15 años es testigo de una guerra, que es encarcelado, a punto de ser fusilado, pero sobre todo, es un ser sobre el que se ceba la ignominia hasta el extremo de vaciarlo y reducirlo a la nada, tras perder su identidad después de una determinante delación, convirtiéndose así en un ser desposeído de toda condición humana, un vencido. Por el contrario, Sebastián Lanza representa el poder, quien le salvó la vida a Vidal, su protector, su amante, su amo, el vencedor. Y en este muestrario de personajes dos mujeres, dos amores (Clara Hervás y Rosa Teba) serán quienes propicien su salvación, su reconversión a la esencia humana secuestrada durante tantos años vividos junto al falangista Lanza. Sólo Rosa Teba, su amor de adulto, conseguirá su resurrección, la libertad deseada, pero sobre todo favorecerá la recuperación de la dignidad perdida. Pero además, Salvador Compán ha fortalecido la narración introduciendo un elemento aglutinador, que no es otro que, la novela gráfica creada por Vidal Lamarca y contenida en la propia novela. Se dice en la página 19 de la novela que: «Crear es parecido a arar: hay que levantar la realidad y removerla hasta que nos enseñe sus raíces», y eso es lo que ha hecho precisamente Salvador Compán en “El hoy es malo, pero el mañana es mío”, remover la realidad hasta encontrar las raíces y recobrar al fin la dignidad. Estamos, pues, ante una extraordinaria narración que no dejará indiferente al lector y un autor que se supera con cada novela. Una voz imprescindible en el panorama literario español, la de Salvador Compán.
Autor: Salvador Compán
Editorial: Espasa (Barcelona, 2017)
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