Diego
Alonso Sánchez, Lima, 1981
Bachiller
en literatura peruana e hispanoamericana por la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. A principios de la década del 2000 cofundó el
Grupo
de Creación y Publicación Literaria Sociedad Elefante,
con el que organizó muchos eventos literarios en diferentes
universidades de Lima, y bajo el sello editorial del mismo nombre
(Sociedad Elefante Editores) publicó Mitsuya
Nicolás y otros poemas
(2002). En el año 2001 codirigió el programa radial La
Divina Comedia
(Radio 1160), espacio especializado en diferentes temas de interés
cultural. En el año 2009 publicó Por
el pequeño sendero interior de Matsuo Basho
(Lustra Editores), poemario con el que inauguró su trabajo y estudio
sobre la lírica clásica japonesa. En el 2013 obtuvo el primer
puesto en el VIII Concurso Nacional de Poesía de la Asociación
Peruano Japonesa Premio José Watanabe Varas
por el libro Se
inicia un camino sin saberlo
(Fondo Editorial de la Asociación Peruano Japonesa). Así mismo ha
participado de las muestras antológicas Poesía
viva del Perú
(Universidad de Guadalajara, 2005) y Cholos,
13 poetas peruanos nacidos entre el 70 y el 90
(Editorial Catafixia, 2014). Finalmente, ha sido colaborador de
diferentes medios escritos y virtuales del Perú como El Comercio, La
Primera, La Unión Libre, Quinto Poder, El Hablador, La Mula, Vallejo
and Company, etc.
Actualmente
ejerce la docencia en el colegio Los Reyes Rojos del distrito de
Barranco.
Por
el pequeño sendero interior de Matsuo Basho
1
En el Templo de la luna y la sombra
La
muerte de Yoshitada me llena de pesadumbre. Abrumado por la soledad
recorro el templo de Zuiganji, fundado por el trigésimo segundo
patriarca de Makabe, a su regreso de China. En una de sus paredes
reconozco la escritura de un poema que reza:
Rodeado
de flores, libo solo
frente
a un jarro de vino.
Así
alzo mi copa y convido a la luna,
y
con mi sombra, ya somos tres.
¡Oh
luna! ¡Oh sombra!
Serán
mis inmortales amigas.
Ya
nos reuniremos algún día
en
el cristalino río del cielo.1
La
noche me alcanza meditando en estos versos. ¡Li Tai Po!2
–grita mi alma– ¿cómo pudiste percibir mi pesar novecientos
años antes que naciera?
Pensando
en Yoshitada vierto un poco de sake en el suelo rocoso del templo. Al
amanecer, escribo:
Li
Po bebe conmigo.
En
Zuiganji
la
luna y la sombra.
2
Iniciar
el viaje
Hoy
es el quinto día del Quinto Mes3.
He remojado pétalos de lirio para limpiar mis pies cansados4
mientras observo a unos niños zarandear un muñeco vestido de
senshi5.
El río Hirose no está lejos, y aunque hoy –más que nunca– las
carpas deben estar nadando contra la corriente, yo me consumo en
pensar si ya es tiempo de emprender viaje en busca de Li Po.
Mi
hermano Yoshitada diría, sin duda:
Una
carpa de papel
más
valerosa
en
río bravo.
En
su honor decido abandonar Sendai y Matsushima, para redescubrir mi
espíritu en alguna ciudad olvidada por la memoria.
Hoy
Kodomo no hi.
Pétalos
de lirios
desatan
mis pies.
5
Puerto
de Sakata
Llego
a la costa de Hiyoriyama en los primeros días del Sexto Mes. El
aroma de los cerezos es definitivo, aún mucho después de la
celebración del hanami7.
El mar seduce con melancolía cuando sus aguas golpean el paisaje del
puerto. Para los viajeros el litoral siempre se presta al regocijo y
la reflexión. Gozoso compongo este poema:
Los
cerezos en flor
perfuman
las olas:
playa
del sosiego.
Es
difícil abandonar Sakata si se dispone del espíritu suficiente para
contemplar el monte Chokai o la desembocadura del Mogami. Así, en
este embeleso, paso tres días. Al amanecer del cuarto, con el
corazón cargado de buen viento, abordo el Kazefune, un navío
mercante que me llevará a Niigata.
En
el puerto repaso un poema de Li Po:
Aquí
es donde debemos separarnos.
Mareas
solitarias se agitan por doquiera:
nubes
flotantes, pensamientos del viajero,
sol
naciente, sentimientos del amigo.8
Vierto
unas lágrimas recordando a mi viejo compañero y digo: cualquier
camino es bueno si voy contigo.
Así
partimos. La luz ya ocupa el saliente.
Se
inicia un camino sin saberlo
1
Es
el primer día del año. El maestro, inmerso en su jardín durante
las primeras horas de la mañana, toma un descanso; decide escribir
un mensaje a su joven discípulo:
Amanece
bajo el sol del Año Nuevo
y
la serpiente que mora
en
nuestro interior
abre
los ojos para disipar la bruma.
Se
inicia un camino sin saberlo.
2
Han
transcurrido pocos días desde el Año Nuevo. Por las mañanas es una
risa fresca, unos pasos ligeros, un silbido el que palpita sobre la
grama y los arbustos, sobre todas las estancias de la casa. Una de
aquellas tardes, el aprendiz se anima a responder al mensaje de su
maestro; con mano firme traza estas palabras:
Cuando
el pez está en el océano,
el
océano es infinito.
Cuando
el ave está en el cielo,
el
cielo es infinito.
Cada
paso es una empresa arriesgada.
3
Como
siempre que anochece, la lumbre de las lámparas se enciende
tímidamente. Están solos los dos, sentados uno frente al otro; el
ruido de fichas que se deslizan sobre el tablero crea una cadencia
tenebrosa. Bajo la débil luz, el viejo le dice al muchacho:
Sobre
el plano oscuro
tu
mirada fulmina
como
una flecha brillante.
4
La
madrugada se ha vuelto pesada y termina por despertar a los
durmientes. Ambos deciden salir a meditar en el pórtico de la casa,
aprovechando la brisa fresca y la quietud que despunta con los
primeros rayos solares. De repente, en medio del silencio…
Como
heraldos fantasmales,
cortando
en dos mitades
un
manto escarlata,
grullas
en bandada
dividen
esta aurora.
5
Mitsuya,
el joven discípulo, ha pasado la mayor parte del día enfrascado en
sus apuntes. Entusiasta, anota y corrige sobre el papel y a su
alrededor los muebles desaparecen como barcas entre la niebla. Al
atardecer, sale de la casa y deja esta nota donde su mentor pueda
encontrarla:
El
canto de los pájaros
entre
los árboles
(donde
no se sabe):
inadvertidamente,
inadvertidamente.
29
El
bosque ha cambiado de color y vuelve más agradable el paisaje
enmarañado de esta región montañosa. Si bien la primavera está
hecha para las sonrisas, el saludo afectuoso y la simpleza de
pensamiento, Mitsuya está conmovido porque sabe que debe partir. Han
terminado los meses de instrucción y alista su equipaje con evidente
congoja. Todas las puertas y ventanas de la casa están abiertas;
aprovecha que nadie lo escucha para decir en voz alta:
Dentro
de una mochila,
guardo
mi corazón
ligeramente
triste.
30
La
estación se afianza según se aquieta el caudal del río. Los días
son custodiados por diferentes cantos de pájaros y las flores
empiezan a brotar con mayor fuerza. Todo está listo para la
despedida. El muchacho apura esta breve nota:
El
camino es el mismo,
pero
al regresar
es
otro el peso sobre
las
sandalias, otra
la
mirada sobre la vía.
31
En
soledad, el hombre pesca en el río sentado sobre una gran piedra. En
el fondo del agua ve miles de guijarros de diversos colores, como los
que el aprendiz solía coleccionar. Corren las horas y no hay peces
que llevar a la canasta. El maestro decide volver a casa; antes,
escribe esta carta:
Mi
sed no se aquieta:
recojo
con determinación
el
agua con las manos,
y
se va y se va
obstinadamente.
32
Pasan
los días y no hay respuesta. El viejo va restableciendo poco a poco
sus hábitos domésticos, ahora que nadie lo acompaña. Antes de
finalizar la estación, llega la respuesta de Mitsuya:
Sonido
del agua,
diría
Bashō.
Estático
torrente.
33
Lee
una y otra vez la carta con soltura. El hombre ensaya su sonrisa más
amplia y se dice en voz alta: “Es más que un aprendiz, es mi hijo.
El discípulo, en realidad, ha sido el maestro todo el tiempo”.
Aprovecha la calurosa tarde para ir al río a levantar las redes.
Acabado el trabajo y con el crepúsculo a cuestas, atina a escribir:
Salpica
del cristalino manantial
un
chorro de luz pura:
mi
pequeño hijo nada
y
la belleza se convierte
en
una valoración ingenua.
Sobre
este espejo elemental
no
existe la tristeza
y
aun nada de lo dicho en este poema
importa.
Sonido
del agua
–diría Bashō–,
¡claro!
(Sonido
del agua).
Poemas
no contenidos en libro
(inéditos)
Estaciones
japonesas
I
(Fujiwara
no Toshiyuki)
Atardecer
de otoño:
las
hojas, sobre el viento,
son
barcas fantasmales.
Los
árboles desnudos,
rompen
su silencio.
II
(Ki
no Tsurayuki)
El
invierno cubre
con
blanquísimo manto
la
espesura extendida.
¿Y
si pienso que son flores?
Campo
de crisantemos.
III
(Ono
no Komachi)
En
estas praderas
se
encienden las flores
con
sigilosa belleza,
mientras
que en el cielo
¡mil
ramilletes de fuego!
IV
(Ariwara
no Narihira)
En
esta playa desierta
la
marea arremolina
mil
años de arena,
mil
años de soledad…
y
el estío recién empieza.
Estaciones
chinas
I
(Meng
Haoran)
Sueño
de otoño. Perdido en las tinieblas
de
este amanecer, no escucho ningún trino.
Dentro
de la oscuridad, todavía hay
rumor
de viento y olor a lluvia.
¿Y
si no han caído las últimas flores?
Yo
habré caído.
II
(Wei
Yingwu)
La
hierba serena junto al estático torrente.
Me
deleito.
Ni
el canto de los pájaros quiebra el secreto
de
estas llanuras abandonadas.
El
creciente frío del invierno vuelve eterna mi voz
a
pesar de esta mañana solitaria.
A
poca distancia, en un puerto trasparente,
se
balancea incontrolable una barca de hielo;
mi
aliento es efímeramente blanco.
III
(Tu
Fu)
Me
detengo ante el inesperado paisaje y pienso:
“El
río azul acentúa la blancura de las aves.
En
la verde montaña están a punto de
incendiarse
las flores.”
Saco
el pincel, que sigue fresco, y escribo:
“Esta
primavera pasará pronto. Así arribará la tristeza.”
Me
doy cuenta que detenido, no soy más el mismo.
Con
paso firme, emprendo de nuevo el camino.
IV
(Li
po)
Muy
alto, una nube se disipa
por
el vuelo apresurado de los pájaros.
Es
verano y la montaña me mira silenciosa,
cubriéndome
de inmensidad
mientras
avanzo con fatiga.
El
mar resuena a lo lejos
y
el viento se confunde en esta despedida.
Paseo
de los crisantemos silenciosos
(Cinco
estampas de amor en el Japón feudal)
I
(Un
funcionario de la corte, de poco rango)
Nos
encontramos en una calle bulliciosa, bajo un sol tranquilo. A poca
distancia nuestras miradas se cruzaron y sin hablar –y sin
acercarnos--, nos dijimos todo lo necesario. Luego, cada quien
prosiguió con su camino. En mi mano habías dejado, discretamente,
esta nota:
En
medio del mundo
ni
tú, ni yo.
Flores
de lirio,
una
y otra vez…
tan
solo eso.
II
(Una
dama de alcoba, consejera de la joven Emperatriz)
Cuando
vi a mi amado en sitios vulgares, conversando con soltura y bebiendo
copa tras copa sin remordimiento, en mi cabeza revolotearon mil
imágenes que exaltaron mi deseo de tenerlo junto a mí, así, tan
maravillosamente humano. En medio de esta reflexión, nació un poema
primaveral:
No
le hace falta nada
a
un amanecer
para
ser un amanecer.
Ciruelos
en flor
efímero,
efímero.
III
(Una
doncella al servicio de una alta sacerdotisa)
Los
días se acumulan tristemente sobre mi pecho. Empieza otro nuevo año,
como un calco trasparente del anterior. Solo tu rostro cambiaría en
algo todo esto, pero en vez de eso:
Por
la ventana
clarea
tímidamente:
primer
día del año.
Estertores
de un mundo
que
no se acaba.
IV
(Ono
no Komachi, poeta)
Han
pasado demasiados días sin saber nada del caballero del Portal de
los pinos, el tiempo suficiente como para perder la esperanza de
verlo otra vez. En el jardín me encuentro desorientada, tratando de
escribir un poema definitivo, uno que hable del desapego, sin
tristeza, pero solo puedo esbozar estas palabras:
Mis
mangas están
húmedas
por las lágrimas:
mi
pena es una barca solitaria
que
navega obstinadamente
sobre
la seda gastada.
V
(Fujiwara
no Kanesuke, poeta)
Una
sencilla celosía nos separaba en esa habitación. Despuntaba el día
y la luz dibujaba sus formas, como un espectáculo de sombras
chinescas, solo para deleite de mis ojos. Los cuclillos celebraban
este encuentro con sutiles melodías. Inesperadamente, el silencio se
quebró en estos versos:
De
este amanecer,
de
antiguo torrente,
solo
beben los que
su
sabor recuerdan…
sin
saber, sin saber.
Pensando
en esta canción nos acercamos y bebimos, convirtiendo ese afecto
pasajero en un gesto infinito.
1
Esta es una versión corta del famoso poema de Li Po. Aquí una
traducción del poema completo:
Con mi jarro de
vino entre flores,
Sin amigos, bebo
solo.
Levanto la copa e
invito a la luna
Y somos tres con mi
sombra.
La luna no sabe
beber,
Mi sombra sólo
acierta a seguirme.
Pero pronto nos
hacemos amigos
Y alegres
disfrutamos la primavera.
Canto y la luna a
mi ritmo se balancea;
Danzo y mi sombra
tropieza y titubea.
Sobrios,
compartimos nuestro gozo;
Ebrios, todo se
esfuma de nuestra vista.
¡Que nos
encontraremos en el río de nubes,
para alegrarnos por
siempre en las alturas!
(Traducción de
Guillermo Dañino)
2
El nombre del poeta, en la versión original en japonés, es Rihaku.
Se ha optado en la presente versión nombrarlo como se le conoce en
chino clásico: Li Po o Li Tai Po. Hay que tomar en cuenta que en el
chino actual (pinyin) se habla de Li Bai o Li Tai Bai.
3
El día cinco del Quinto Mes se celebra la Fiesta de los niños
(varones), el Kodomo no hi. Esta festividad está relacionada
con la pureza y la fuerza.
4
Para purificar el cuerpo se acostumbraba lavar los pies con pétalos
de flores.
5
Guerrero o soldado en idioma japonés. A lo largo del libro
mantendremos algunas palabras en japonés original para no atentar
en contra del estilo y el significado simbólico.
6
Era costumbre de los viajeros colgar la primera estrofa (hokku)
de un haikai no renga (ocho o más estrofas que funcionan
como poemas) al iniciar un viaje. Esta es la fragmentación que da
origen al haiku, como se le conoce actualmente.
7
Tradición de “observar las flores” (traducción literal)
celebrado en primavera, cuando los cerezos florecen. Los cerezos
(sakura) son el símbolo de lo efímero de la vida, porque sus
flores solo duran una o dos semanas.
8
El poema original reza de la siguiente manera:
Aquí nos
separamos. Una hoja, solitaria,
Flotará mil leguas
en el viento.
Vaporosas nubes.
Corazón del viajero.
Puesta de sol.
Separación de viejos amigos.
(Traducción de
Guillermo Dañino)
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