Bruno Pólack (Lima,
1978) estudió Derecho en la Universidad de Lima. Ha publicado los
libros (Alegorías hiperbólicas) o Las ruedas del beso de
Reinaldo Arenas (2003), El pequeño y mugroso pólack
(2007), Poemas médicos (2009) y Universal/ Particular (2013)
Ha participado como
editor en la revista de creación y crítica Evohé, así como en el
sello Magreb. Es cofundador del Festival Internacional de Poesía de
Lima y dirige la web literaria Vallejo and Company.
Muchacho mordido por un lagarto
Rispondere
no
a
una vita che adopera amore e pietà,
la
famiglia, il pezzetto di terra, a legarci le [mani.
Cesare
Pavese
Chico
del mundo,
si
cae España bueno
claro, si cae es tan sólo un decir
digo:
si cae,
prenderás
la estufa de butano y un cigarro/
quisiera
ver manchas de sangre como pétalos de rosa
sobre
la alfombra del vagón.
Rezar
al Cristo tallado en Cinc que pende de tu cuello/
No
puedo decir la verdad acerca de ti/ no eres
Dios,
no eres Antonio,
y
lo lamento.
Sin
embargo
amaba
leer mi futuro en la sombra de tus piernas mien-
tras
leías a Kipling/
verter
mis manos en la palangana de leche,
distorsionar
tu rostro contrito tras mi botella de vidrio.
Adentro/
frente a ti. Hermoso el mar se
levanta
por ratos
como
una serpiente encantada.
Muchacho/
dos puntos,
debo
admitir que muchas veces
en
los campos, he fingido.
No
pude echar nada dentro de los surcos
y
esmeradamente, con estas manos,
los
he tapado.
Luego
he
regresado
a ti, a la calle del Carmen, con la satisfacción del
deber
cumplido/
y
yo
mismo soy un surco vacío
que
vieras con que esmero
hubo
sido regado.
Viento,
oh bien,
regresa
al fruto del canasto
al
futuro rojo que descansa entre nosotros, en el canasto.
Y
tú, no llores así contra
el
vidrio,
pues
si cae,
España
digo,
si
cae,
¡exulcerada
política diestra!
¡indeseada
atona de lengua y atrezzo!
¡Cuántos
mares señalados en contra nuestra!
¡Cuántos
crucifijos incrustados en nuestros corazones!
(…)
Vemos
por la ventana los frutos luminosos de la noche/
Para
cuando despiertes muchacho,
una
herida penderá de ti,
como
una insignia.
Prêt
à porter
Si
yo fuera para mí, una mujer como
tú
/
que
hincha el corazón en sus manos
como
las velas de los barcos
antiguos/
o
los
alejandrinos sonidos del copihue en la ramada
(sobre
nuestros sombreros)
o
dos
lanzas
del sol que ensartan nuestras palabras en la atmósfera
y
enhebran una conversación ajena a la nuestra,
que
ya hubiéramos querido nuestra/
y
luego
me explicabas
que
antes de venirse, tu padre era un fulero que voceaba la
partidade
los vapores/
que
cogida de su mano en la baranda del muelle,
por
la noche,
veías
caer las estrellas luminosas
contra
el asfalto/
(La
rana por más largo que saltó
volvió
a caer en el estanque)
Si
yo fuera para mí, una mujer como tú/
que
hincha el corazón en sus manos,
como
las enormes velas de los barcos antiguos /
que
de seguro veías zarpar en
los
puertos de tu infancia,
allá
en Chile,
donde
el estribor de mi voz,
no
fue suficiente canto para ti
ni
para nadie.
Origen
El
último retoño de la temporada, por escaso margen,
ha
nacido en lo que son mis tierras.
El
pueblo se ha apostado en la verja—
estamos
realmente hastiados
de
esperar
y
que de regreso a las conversaciones en las
ferias
pecuarias de la región,
no
tengamos nada fantástico que decir
de
nosotros mismos.
¿enque
sentaremos nuestras leyes, nuestros
hijos
como dormirán,
que
haremos pavoroso a los pueblos que conquistemos?
En
cierto modo
es
más hermoso ver el mar que
estar
en él.
L’artison
de son propemalheur
I
He
dejado la pistola encima de la mesa,
el
forro del sombrero roza mi calva y me irrita de tal manera/
por
el marco, arrodillado en la silla, veo el cuerpo de un ángel emerger
entrelas cadenas de una grúa policial desde el fondo pantanoso del
río.
No
quiero nada de lo que perdí de regreso nuevamente/
Dos
argelinos sarnosos cargan una cocina al sexto piso (las escaleras
chillan bajo sus Doctor Martens).
Los
cigarros en la manga sudorosa de Rachid golpean el visor de mi
puerta.El amanecer se empieza a esparcir en la espalda vigorosa de
Kateb.
Yo
ausculté su pecho una temporada, en busca del remedo de la voz
intransitable del mar/ y no hallé más que eso/
Cada
detonación en el barrio obrero causa un destello en mi cuarto que
meda tiempo de leer sólo un verso. Así, en un bombardeo promedio
puedoleer dos o tres poemas tranquilamente por noche.A la mañana
siguiente, en el café, sólo sabemos hablar de lo gentil y del apoyo
denodado
a la cultura, y especialmente a la poesía, que brinda la aviación
israelí.
Los
fierros se retuercen buscando la luz del sol.Maldito Rachid, seguro
hoy tendrás mucho trabajo entre los escombros y no vendrás a verme.
He
dejado también el sombrero encima de la mesa, algunas monedas.
Tus
deseos de convertirte en un periodista cultural, con más o menos un
buen sueldo, escribiendo en mi espalda poemas con un arpón oxidado,
quedarían en el olvido aquí o en las fábricas metalúrgicas de
Southampton.
“Déjame
sorber tu lengua como la ostia que nunca purificará
[
mi alma”
Si
no fuera por el molesto sonido de las ambulancias, esta sería por
las
mañanas,
quizá, una buena ciudad para dormir.
Pero
no ladran los perros Rachid, he delineado mi sexo con el lápiz de
labio y no ladran los perros. Preferimos la belleza a la
verdad, eso es todo/ y no se nos dio señal alguna,ni dos trozos de
tela los cuales llevar a casa/
hez
tu palabra señor.
El
burro atardece en los guijarros, cercano al puente.
Recuerdo
a Sara cerca de Morija, esperando dentro delcarro con el motor
encendido. Su fe está incluso sobre su fe.
El
milagro de la multiplicación de los muertos.
Y espero que chille el rellano de la escalera Kateb, en busca de mis
propias señales,mientras miro arrodillado en la silla, el cuerpo de
un joven robustoemerger del fondo pantanoso del río.
Un
escenario de frutas, acaecimientos, árboles y mundo silvestre.
II
Si
no lo dudo Rachid, esta segunda parte debió
habersido
tu canto.
El
canto del niño que huye del brillo de los sables, posiblemente a
Dumyat,
financiado
por tres preclaros
zoroastristas.
El
canto de la lucha por los cadáveres contra las buitres/
sin
embargo tus palabras se elevan entre las copas de los edificios
y
prodigan una incandescencia donde se han asentado ciudades.
Kateb
golpea mi puerta luego de su escondite nocturno en el
mar.
El
canto de un grupo de miserables que por dos versos felices nos hacen
llamarlos maestros. Procurar la inmortalidad con tan poco es
francamente inmoral.
Muchas
veces así, lavé tus vestidos contra las piedras. Sabía
que era Isolda, lo sabía, pero no sabía cual, la rubia o la de
blancas manos.
Y
se daba inicio a la algazara y a la danza, en la plaza de la
Liberación, bajo los cuerpos colgantes de los acusados. El
niño corre entre el mobiliario del templo.
También
tú, hieródula, de quien cuyas lágrimas he cuidado el viaje hasta
verlas perder en la cuneta. Con quien en un día brumoso he lamido
la faz del charco con la boca ensangrentada. A ti te
he llevado al río contiguo, al que no nos pertenece, aun sabiendo
que eres la más esmerada de todas las putas.
Se
hunde mi mano en tu pecho Rachid, como en un molde de cemento fresco.
Una
clara lluvia, entre el sopor, riega los cuerpos escombrados y limpia
la cimera de los monumentos.
Kateb
ha conseguido un paquete de queso, pescado y algunos panes.
Hemos
hablado seriamente de llevar algunas alfombras e ir a dormir algunas
noches entre los cedros. Siempre a alguno se le ocurren buenas
argucias entre los cedros.
Sobre
mí, la lluvia dorada/ sobre él, un techo escarchado.
Sobre
nosotros un enorme sol de 60 watts que nos asfixia/ y entre los
remedios y las herramientas leemos S'ifosse
foco, arderei 'l mondo.
Y
seguimos derrapando las piedras en el lago aun sabiendo de la
incapacidad de las palabras/
Abraham
le da el encuentro a Sara dentro del auto, avergonzado, por no haber
comprendido correctamente el mensaje. Llora con los brazos sobre el
timón.
La
insistencia de dejar de contemplar y ser parte.
Hez
tu palabra señor.
El
sol se enreda entre los rayos de las bicicletas Rachid, y yo hablo
frente al marco de la ventana como si realmente estuvieras dispuesto
a escucharme.
Nuevamente
oscurece y la noche literalmente se nos va a caer encima.
Santo
de veras es el hombre que, a pesar de toda esta miseria, camina
escupiendo el nombre de Dios entre las palmeras del mediterráneo y
sigue en pos de su familia. No busca que su nombre recalcitre en el
escaparate de un teatro.
¿Qué
cosa es de Dios, qué cosa es del César?
V
Sin
embargo veme aquí
reconociendo
tu insalubre cuerpo/
tuve
que volver a enfundar la pistola, cerrar la ventana, depender deeste
mugroso sombrero y caminar al arcén del puente.
No
es como en Lima Rachid, donde mil niños se hubieran amontonado para
verte.
Los
helicópteros bombardean el cementerio del siglo XIII. Algún tipo de
venganza
ha llegado por fin para los abuelos de sus abuelos.
y
entre las cadenas veo tu pecho angelical Rachid, el priapismo
cotidiano de los reporteros gráficos
y
algunas notas que caende la mochila que aun te cuelga del hombro.La
esperanza en la cima del palo encebado/
y
nuevamente el milagro de partir en dos el mar
y
Sara esperando tercamente al lado de la lavandería
con
el carro encendido/
Una
hermosa foto nuestra debajo de Bruno en el campo de las flores.
Oh
Rachid, cuanto lo siento, tu cuerpo se va descomponer en una caja de
pino.
Esta
noche Kateb golpea a mi puerta y se desnuda para leer al lado de la
mesa:
“deja
las insensateces de lado,
oh
Dios, prémianos con tu golpe más implacable”.
A
bajeles
Año
tras año se me han encomendado las pequeñas labores/
he
sido cuidadoso, sin embargo,
de
que la simpleza de estas, no llegue a turbarme,
y
las he realizado siempre diligentemente.
Esto
no ha pasado desadvertido
y
año
tras año, para felicidad de los míos,
se
me sigue encomendando las mismas pequeñas labores/
por
las cuales incluso,
pasada
la “insensatez” de la adolescencia,
he
llegado a guardar abierto cariño.
Las
ínfulas extrañas
Rescribolo
que me fue conocido
o
lo que me es dictado en la orilla,
la
agonía de ser un peldaño de la maravilla
el
paraíso absurdo de no ser requerido/
Ya
ni redime más el remedio que el engaño,
ni
bato la aorta del remo en un exhumado río/
llegaré
a los pies del árbol cuya semilla extraño
apacentando
mi propia sombra en el recodo sombrío.
Con
los rebaños de imágenes fecundas,
he
de resurgir desde mi actividad labriega:
prodigar
las heridas por más profundas
asir
la sangre desdoblada en la noria
difícilmente
levantar mi ofrenda en entrega:
castigando
al parricida, con no menos que la gloria.
Textos tomados de El pequeño y
mugroso pólack, Lustra editores- 2007.
Isla
Tiberina
El
hombre que viene por el puente Cestio ve con envidia
al
hombre que baja hacia mí por el Puente Fabricio, lo veo,
y
el hombre que baja por el puente Fabricio, desde el Ghetto,
ve
con envidia al hombre que viene hacia mí por el puente Cestio.
(…)
Mi
mármol fue traído aquí desde Epidauro. Y el hombre del
Puente
Fabricio acelera el paso y
podría
adivinar que dirá: “oh Esculapio, traído de Epidauro,
ahórrame
dos monedas y borra de mi cuerpo el rastro de
cualquier
muerte” (…)
“sé
que nadie se libra de al menos subir sobre la barca”
(...)
el
otro dijo: “desde aquí no deseo ninguna de las dos orillas”
Entre
las ruinas del bosque
Fue
así que dejamos atrás la ruma de habladurías
y
seguimos a quien durante estas últimas jornadas había
encabezado
la marcha para llegar al centro del bosque/
funesta
tierra ominosa dividida por el chasquido
de
los crótalos; de ti huyen los inversores; en ti no crece
como
es debido el olivo; y
las
notas plúmbeas de la
siringa
amenazan el pubis de las
que
entonamos lo cantos aprendidos de Himeneo;
seis
de la tarde ya; así que adelantamos el yermo industrial
y
nos enfrentamos al enorme portón metálico;
embebidas
en la corona de arrayán y en tu muerte.
Canción
del camarada errante
Pues
vuelvo a auscultarte debajo de las orejas; segu-
ramente
la antorcha esté por consumir su retazo de
bencina
y nos quede solo tiempo para tumbarnos
en
las poltronas.
Era
tu
pan harapiento
el que me llevaba a la boca;
rugen
las voces de la comedia; el hybris destilado
para
poner piedra sobre piedra/
creo
recordar que prometieron que la cena sería
servida
cuando la luz intermitente se prenda cerca de
las
estelas conmemorativas;
la
gente pregunta si el autobús regresará
para
el turno de las siete.
Arrástrate
en las baldosas de la terraza, hijo de Policleto,
para
pasar una noche decente; los perros ladran a la salmuera;
y
aquel hombre que reviste su piel
de
llagas debe conciliar el sueño para esperar su
propio
ladrido.
El
favor se reconoce pero la música no cesa.
La
“huida” de Coronis
Tiró
por la ventana las piedras que le fueron traídas
del
templo de Apolo;
ella
llevó una vida fácil en otros tiempos, ahora
ansía
un amor;
una
imagen grotesca que se represente mientras
levanta
de madrugada la reja de la lavandería/
Cogió
cuatro cachivaches que puso en una
bolsa
de cuero
y
embarcó el Pireus;
el
cuervo era una mancha blanca en el
cielo
todavía sucio/
el
puerto de llegada era en su cabeza mucho
más
inmenso que el puerto que aun tenía ante
sus
ojos/
las
amarras se arrastran sobre el agua; y
a
mil leguas de aquí, estará exactamente de lo que huye/
Frente
a la piedra
Ahora
yo digo: que el camino que recorramos se
reproduzca
en todos los caminos.
¿Quién
piensa el tres si no ha contado el dos y el uno?
Apiádate
del sol que ha vuelto a ensañarse con todos
los
objetos; enfunda
esa espada
ungida
de hiel, ángel de la muerte;
alimenta
el fuego celeste que agoniza frente a la piedra;
recoge
tus lágrimas de la tierra, María;
háblame;
ven
afuera Hipólito,
despójate
de tus siete pertenencias y
ven
afuera;
los
caballos le relinchan a las olas;
el
caduceo ha incrustado el cráneo de mi madre/
la
palabra se hace sangre; y lo vuelto a ser,
regresa
a la agonía.
Muerte
de Coronis
Era
cierto que tu vida transcurría por los prados como
la
sombra de la muerte;
algunas
cosas importantes hemos dejado al azar
antes
de subir hasta las cuevas.
¡oh
extraño y ajeno amor!
los
pueblos de los alrededores han cosechado
este
campo caído el invierno;
han
olido esa noticia rancia que ha portado hasta ellos el mar.
El
cuervo blanco ha alzado su último vuelo,
la
cabeza del centauro descansa sobre la mesa.
La
huida
Los
asentamientos han copado todo este valle;
antes
sembríos de cáñamo y alabastro;
y
superada la primera muerte, se despidió de sus hermanas,
y
huyó atravesando el Jordán.
Es
raro dicen, huyó de la Pasión de quien
lo
defendió contra su padre;
Es
posible qué ya sean tres años que no llueve sobre esta
tierra
agrietada.
Sus
hermanas vendieron los enceres
y
las tierras en Betania;
luego
de tres noches de ausencia le dieron el
alcance
atravesando las tierras de Filadelfia.
La
misma enfermedad de hace algunos años le ha vuelto a
brotar
debajo de los ojos.
Textos tomados de Poemas médicos,
Lustra editores - 2009.
( )³
y puesto que debemos vivir y no
suicidarnos
mientras vivamos juguemos
V. Huidobro
y
mientras el aire refulge en su caballo de aire
y
mientras mis ideas de tanto pensarlas ya poseen
vértebras, sistema nervioso, hambre
y
mientras el olvido de lugares se hace necesario
y
mientras la esférica saliva duele en la garganta
como un trompo
y
mientras mis hermanos comulgan de las hostias
luminosas de la discordia
y puesto que debemos vivir y no vivir
y puesto que debemos saltar de la liebre
antes del inicio de la marea
y puesto que el cielo
cada vez nos hace
agachar más la cabeza/ doblar la espalda
y
puesto que no podemos usar la venganza
contra nosotros mismos
ni ser alegremente unos cuerpos de Troya.
Mientras vivamos,
(juguemos)³
Santa Rosa de la Av. Tacna
Cásate conmigo Jesús
que las rosas de la Av. Tacna
no importen mucho/
Solo tú/
que por casualidades de la locura
mis caminos a tu corazón
sean todos ciegos/
mis tristezas núbiles te desean/
y te miro, como cada noche,
es que no quiero más tranquilidad,
cásate conmigo Jesús
que las rosas y el tráfico de la
avenida Tacna no importen mucho
solo tú, solo tú/
y que de repente por las casualidades
de tu corazón mis locuras
sean todas tuyas/
/Cásate conmigo pequeña Rosa
haz de los azares de los días
unos pequeños evangelios,
distrae tus rubios cabellos, tu rostro blanco
en concupiscencias de oraciones/
mis vacíos de Dios
a veces te extrañan a la hora de la cena,
regresa conmigo pequeña hija (31)
¿o es qué a veces importan algo
las calles de la Av. Tacna?
¿las calles de la ciudad de Lima?
¿los caminos de esta vida?
Las ruedas del beso de Reinaldo Arenas
Qué pista habría sido mi pecho
para
las ruedas humanas
de tu beso Reinaldo/
qué campo mi garganta.
Qué alta y curva puede ser la madera inflada
de tu última camisa/
Vuelan los albatros sordos a la orilla de tu cuerpo desmenuzado
en este
residuo de tarde,
moribundo niño que aún camina
(celeste, rojo, violeta, negro y nuevamente celeste).
Qué pista
habría sido mi espalda
para las ruedas humanas de tu beso
qué campo la corteza oscura de mis ojos/
árbol nómada.
Antorcha incendiada en las olas.
Siempre volveremos a no vernos, a no reírnos/
a no amarnos a no hablarnos.
Proa de la ausencia.
Así como sé de sitios a los que nunca iré,
así yo sé de ti.
Textos tomados de (Alegoría
hiperbólicas) o las ruedas de Reinaldo Arenas, Fondo editorial de la
Universidad de Lima - 2003.
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