Las campanas de Islamabad, comentado por José Antonio Santano




Han transcurrido casi cinco años de aquella novela tan densa, interesante y tan cubana como fue “Extraño huésped”, de Agustín Roble Santos (El Pilón, Cuba, 1959). En ella se narraba las aventuras de toda una saga familiar que abarcó casi un siglo de historia, desde los ancestros gallegos de finales del siglo XIX hasta años después de la revolución cubana: una novela con ricos y variados registros y matices para deleite del lector, de estructura circular y extraordinaria fluidez expresiva. 

Ahora, esta segunda novela, “Las campanas de Islamabad, mucho menos extensa que la anterior, su autor se detiene en narrar las circunstancias que envuelven a un enfermo hospitalizado en la unidad de cuidados intensivos (UCI) como consecuencia de la detección de una gripe A. Esta grave enfermedad y su inmediata afección de la inconsciencia del paciente provocará visiones irreales, confusión entre realidad y ficción, conformación de un mudo de sueños extraños y extravagantes. Novela polifónica en cuanto a voces narradoras en primera persona (protagonista e hija) y variada en la multiplicidad temática. En cuanto a su estructura podemos decir que la contienen cuatro partes. En la primera la narración se sitúa en el origen de la enfermedad de Alfredo que nos  presenta las circunstancias en que se desarrolla una gripe corriente y su evolución hacia un estado crítico de gripe A, que lo acercará a una situación de inconsciencia, de moribundo propiamente dicho (capítulos 1 y 2). La segunda parte se ocupa de la alucinatoria, onírica del protagonista y así se cuenta un viaje hacia lo desconocido, en tren, que le lleva a las situaciones más insospechadas (secuestro, tráfico de drogas, violación, etc.) y a lugares impensables (los Balcanes, Miami, Grecia o Islamabad en Pakistán), contenidas en los capítulos 3 a 15. 

Corresponde la tercera parte a la narración de lo sucedido en la voz narradora de Liena, hija del protagonista, que descubrirá la relación generacional existente entre padre e hija (capítulo 16). En la cuarta y última parte de la novela se narra la vuelta a la realidad de un Alfredo que ha vencido a la enfermedad, aunque aún persistan los miedos y la confusión entre lo que es y no es real (capítulos 17 al 28). Concluye la novela con un epílogo que no es sino una carta a la madre, en la que Alfredo cuenta cómo llegó a ser víctima de la gripe A y el modo en que la venció. Un glosario de vocablos cierra el volumen. Algunas consideraciones importantes al efecto de establecer las claves narrativas de “Las campanas de Islamabad” son las que siguen. La enfermedad, ese estado de inconsciencia es, en la novela, trasunto de un delirio o alucinación de una situación incontrolable que permite al protagonista vivir una experiencia tan terrible como incomprensible, producto de una sociedad basada en la preeminencia del poder económico por encima de otra consideración humanística,  la de una sociedad corrupta, sin ética, abocada a su propia destrucción.

 Destaca también esa presencia de dos mundos conceptuales distintos: oriente el uno y occidente el otro. Más concretamente el conflicto de intereses religiosos sustentados por ese enfrentamiento entre el Islam y la civilización cristiana. Sin olvidar, de otra parte, las manifestaciones populares provenientes  de los ritos, de la santería, tan usual en la cultura cubana. Entre otros asuntos de carácter social destacaría la referencia al sistema sanitario actual, y el debate que lo sustenta acerca de si dichos servicios deben tener carácter privado o público. La verdadera condición humana, en esta novela, está cuestionada, al entender que son los seres humanos los únicos capaces de transformar el mundo y mejorar así la vida de sus congéneres.  De tal manera que se llega a una conclusión final en el sentido de considerar que la presente novela narra, tras una profunda reflexión y actitud vital, la fuerza, el deseo de vivir en esa lucha encarnizada contra la muerte –eros y tánatos frente a frente- hasta proclamarse vencedora la vida y hacer imposible el tañer de “Las campanas de Islamabad”. Agustín Roble Santos, el autor de esta novela, traspasa la frontera de la realidad, y es en ese preciso instante, cuando libre en el sueño, construye otra realidad. Desde una visión más literaria diríamos que es la ficción la vencedora, porque sin imaginación, sin fantasía, sin sueños, no existe literatura alguna. Una nueva visión del mundo resplandece en la mirada de Alfredo, y así lo expresa: «Saqué mi mejor ropa para ir a trabajar como un hombre nuevo, que lo soy, acabado de nacer; no como el maquinista de trenes ni el conductor de guaguas de mi irrealidad, sino como el experto, el doctor, ese ingeniero agrónomo que se empecina en continuar disfrutando las breves horas en que somos alguien».




Título: Las campanas de Islamabad
Autor: Agustín Roble Santos  
Editorial: Caligrama (Sevilla, 2017)

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