SALÓN
DE LECTURA
por José Antonio
Santano
Resulta muy estimulante comprobar que la maquinaria editorial en
nuestro país no solo se mantiene, sino que se refuerza con la
aparición de nuevas editoriales dispuestas a favorecer la cultura
del libro, que como bien sabemos quieren aniquilar a toda costa
algunos desaprensivos. Esta fortaleza que asumen algunas editoriales
merece el reconocimiento claro de lectores y críticos. En este
sentido es objeto de nuestro interés la editorial OléLibros, y más
concretamente su colección “Vuelta de tuerca”, con una nómina
de autores muy significativa ya, y la salida al mercado hasta ahora
de las antologías poéticas “El sueño de la funambulista”, de
Ricardo Bellveser; “Un yo sin mí”, Jaime Siles; “Leer después
de quemar”, de Rafael Soler; “Prenda de abrigo”, de Francisca
Aguirre y “La mirada de la esfinge”, de José María Álvarez,
todos ellos nacidos en la comunidad valenciana, a excepción del
último citado, que nace en Cartagena (Murcia). Además, OléLibros
atiende igualmente otras colecciones de narrativa, de artistas
plásticos, divulgación, Ites, Mujeres sin límites, entre otras. Lo
que viene a confirmar el buen estado de salud de esta empresa con más
de 30 años de existencia en el mundo de la edición. No obstante, es
a partir de 2012 cuando se constituyen en dos sellos editoriales, Olé
Libros y Loto Azul, comienzo de una nueva e ilusionante etapa, en la
que se atenderá fundamentalmente a la literatura valenciana. De la
colección “Vuelta de tuerca”, como se ha dicho, han visto la luz
cinco poemarios, antologías todos. De cada una nos ocupamos a
continuación.
La primera de ellas la firma el poeta Ricardo
Bellveser, una de las voces más interesantes de su generación y del
panorama póetico español actual. Voz diferencial, sólida, que bebe
de la más culta tradición poética universal. El propio autor, que
prologa su antología, alude al hecho de que «Hacer una selección
propia de la propia obra, es una de las tareas tan ingratas como
insatisfactorias de cuantas me he visto obligado a realizar. El núm.
1 de esta colección corresponde, precisamente, a Ricardo Bellveser,
de título “El sueño de la funambulista”, un texto antológico
cuya selección ha corrido, como ya hemos dicho, a cargo del propio
autor, con la clara intención de acercar al lector a su poesía.
Corresponden los poemas a diferentes libros publicados desde 1977
(“La estrategia”) hasta 2016, “Primavera de la noche”. El
poema “La casa de los padres”, perteneciente al libro “Las
cenizas del nido", con el que obtiene el premio Gil de Biedma,
viene a confirmar su buen oficio y a destacar su singular voz dentro
del panorama actual de la poesía española: «La casa de los padres,
ahora lo sé, / se transforma en una tibia crisálida, / espesa red
de recuerdos aturdidos / que tejen las madres con hilos de seda /
mientras nos tienen atrapado el corazón. / Allí pasé de gusano a
mariposa, / y emprendí el vuelo si es que andar es volar». Cierra
cada antología un poema en contraportada, que en el caso de
Bellveser se titula “Nada”, que nos recuerda otros versos de Jose
Hierro, y dice así: «La nada, nada es y todo es nada. / Emerge
íntegra desde el principio. /En ella, la presencia de un guijarro /
engendra la montaña y la desborda. / Una gota fecunda un manantial,
/ una roca un acantilado hace. / Una sola hoja preludia un bosque. /
Plenitudes de nada. Todo en nada». El número 2 de la colección
corresponde al poeta y profesor de la Universidad de Valencia, Jaime
Siles.
Como en el caso anterior la selección de poemas la ha efectuado el autor, señalando así la dificultad que conlleva hacerlo. Sin embargo, nos anuncia que ha querido que los poemas seleccionados mantengan un mismo corpus, de manera que se ha decantado por el hecho de “la identidad”. Comienza la antología con un poema perteneciente a su libro “Génesis de la luz” (1969) y concluye con poemas incluidos en su libro “Horas extra” (2011). Y, ciertamente, el tema principal o el hilo conductor de todos los poemas de esta antología es la cuestión identitaria, el Lenguaje. Esa preocupación por conocer el origen del “yo” en correspondencia con el “tú”, con la otredad. De ahí, tal vez, que haya titulado su antología “Un yo sin mí”, en esa pretensión de hallar todo conocimiento identitario.
Nada descubro si digo que el poeta Jaime Siles derrocha luz en cada verso, que el silencioso temblor de su palabra retumba en un eco de voces inextinguibles y su poética el fulgor incandescente del lenguaje: «No está el poema / en las oscuridades del lenguaje / sino en las de la vida. / No está en las perfecciones de su cuerpo / sino en las hemorragias de su herida. // No está el poema, no, en el lenguaje / sino en el alfabeto de la vida». Ese arraigo de su voz a la tierra, a lo que vive y sueña es, la palabra como eternidad, igual que un beso ascendente al cielo de la luz y los silencios. El poema que aparece en la contraportada se titula “Tinctus colore noctis”. En él la aliteración es un canto, la agridulce música de la palabra: «Tinta la noche extinta, / tíntame, / nocturnidad azul, / de húmedas notas. // Cuanto tiene materia en la memoria / de un cuerpo extinto, / tinta, tíntame». El núm.3 de la colección corresponde al poeta y narrador Rafael Soler, también valenciano, con la antología “Leer después de quemar”. Como poeta ha reunido en los últimos años una valiosa obra, diferenciada de la ortodoxia oficial y donde la ironía y la contundencia del verso son claves de su poética. Los poemas seleccionados por Lucía Comba pertenecen a cinco de sus libros publicados entre 1980, “Los sitios interiores” y 2016, “No eres nadie hasta que te disparan”. Con el libro “Ácido almíbar” obtuvo el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2015. Del poema “Ha llegado la hora de nombrarte”, contenido en el libro “Las cartas que debía”, estos versos como botón de muestra: «…dame los brazos / que tanto necesito para otros // devuelve por favor / la entera mitad de mis afectos / que siempre se enfriaron en tu boca // y si lo estimas oportuno / por tu descanso eterno y por el mío / dame el perdón que no te pido».
Para la contraportada de esta antología de Rafael Soler se ha seleccionado el poema “Cuando tu única certeza es el insomnio”, en el cual el poeta reflexiona sobre el tiempo y la vida: «Sé fugaz / y coge entre tus manos cuanto estalla / para efímero buscar / de la primera noche el último rescoldo / dejando para otros la fortaleza insigne / la rotunda vejez interminable / el hábito de amar a las renuncias // y en plenitud porfía / luciendo con orgullo cada herida pues siempre vivir te costará la vida». “Prenda de abrigo” es el número 4 de la colección y es autoría de la poeta alicantina recientemente fallecida Francisca Aguirre. Su trayectoria poética está avalada por los premios Nacional de Poesía 2011 y el Nacional de las Letras 2018, año este en el que se publica su obra completa bajo el título de “Ensayo General”, ed. Calambur. El libro está prologado por su hija, también poeta, Guadalupe Grande, y en él hallará el lector las claves de la poesía de Paca Aguirre, como se la conoce popularmente. Nos dice su hija en el citado prólogo respecto a la poesía de su madre: «Una prenda de abrigo, todo en la vida de Francisca Aguirre tiene que ver con el deseo de que la palabra sea el abrigo contra la intemperie: el habla de la memoria, la palabra hecha de amor, la palabra concebida como amistad, la palabra hecha música, la palabra como recordatorio de un sueño».
De los 11 libros antologados, que van de “Ítaca” (1972) a “Una larga dolencia” (2018), seleccionamos estos versos pertenecientes al poema “Desanimada, qué palabra triste”, del libro “La herida absurda” (2006), que vienen, de alguna manera, a resumir toda una vida hecha luz en la soledad de la palabra y el rumor de la memoria: «Definitivamente amo / el escándalo deslumbrante de la vida. / Muy pocos paraísos comparables / al asombro que nos regala la existencia: / torpe, desesperada, incomprensible, / audaz, consoladora, inabarcable: / “vida y dulzura, esperanza nuestra». Así son los versos de Francisca Aguirre, desgarradores, luminosos, abarcadores, merecedores de ser leídos en la soledad de estancia o a orillas de la mar que siempre quiso. El poeta siempre vuelve a la infancia, a ese claustro de luz y de inocencia; en contraportada del libro podemos leer este poema: «Se sostiene la infancia en nuestra historia / igual que se sostienen las estrellas / porque dentro del firmamento de una vida / algo brilló una vez con inocencia. (…) Igual que los vilanos y el rocío, / hermosos e intocables, se sostiene la infancia».
Como en el caso anterior la selección de poemas la ha efectuado el autor, señalando así la dificultad que conlleva hacerlo. Sin embargo, nos anuncia que ha querido que los poemas seleccionados mantengan un mismo corpus, de manera que se ha decantado por el hecho de “la identidad”. Comienza la antología con un poema perteneciente a su libro “Génesis de la luz” (1969) y concluye con poemas incluidos en su libro “Horas extra” (2011). Y, ciertamente, el tema principal o el hilo conductor de todos los poemas de esta antología es la cuestión identitaria, el Lenguaje. Esa preocupación por conocer el origen del “yo” en correspondencia con el “tú”, con la otredad. De ahí, tal vez, que haya titulado su antología “Un yo sin mí”, en esa pretensión de hallar todo conocimiento identitario.
Nada descubro si digo que el poeta Jaime Siles derrocha luz en cada verso, que el silencioso temblor de su palabra retumba en un eco de voces inextinguibles y su poética el fulgor incandescente del lenguaje: «No está el poema / en las oscuridades del lenguaje / sino en las de la vida. / No está en las perfecciones de su cuerpo / sino en las hemorragias de su herida. // No está el poema, no, en el lenguaje / sino en el alfabeto de la vida». Ese arraigo de su voz a la tierra, a lo que vive y sueña es, la palabra como eternidad, igual que un beso ascendente al cielo de la luz y los silencios. El poema que aparece en la contraportada se titula “Tinctus colore noctis”. En él la aliteración es un canto, la agridulce música de la palabra: «Tinta la noche extinta, / tíntame, / nocturnidad azul, / de húmedas notas. // Cuanto tiene materia en la memoria / de un cuerpo extinto, / tinta, tíntame». El núm.3 de la colección corresponde al poeta y narrador Rafael Soler, también valenciano, con la antología “Leer después de quemar”. Como poeta ha reunido en los últimos años una valiosa obra, diferenciada de la ortodoxia oficial y donde la ironía y la contundencia del verso son claves de su poética. Los poemas seleccionados por Lucía Comba pertenecen a cinco de sus libros publicados entre 1980, “Los sitios interiores” y 2016, “No eres nadie hasta que te disparan”. Con el libro “Ácido almíbar” obtuvo el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2015. Del poema “Ha llegado la hora de nombrarte”, contenido en el libro “Las cartas que debía”, estos versos como botón de muestra: «…dame los brazos / que tanto necesito para otros // devuelve por favor / la entera mitad de mis afectos / que siempre se enfriaron en tu boca // y si lo estimas oportuno / por tu descanso eterno y por el mío / dame el perdón que no te pido».
Para la contraportada de esta antología de Rafael Soler se ha seleccionado el poema “Cuando tu única certeza es el insomnio”, en el cual el poeta reflexiona sobre el tiempo y la vida: «Sé fugaz / y coge entre tus manos cuanto estalla / para efímero buscar / de la primera noche el último rescoldo / dejando para otros la fortaleza insigne / la rotunda vejez interminable / el hábito de amar a las renuncias // y en plenitud porfía / luciendo con orgullo cada herida pues siempre vivir te costará la vida». “Prenda de abrigo” es el número 4 de la colección y es autoría de la poeta alicantina recientemente fallecida Francisca Aguirre. Su trayectoria poética está avalada por los premios Nacional de Poesía 2011 y el Nacional de las Letras 2018, año este en el que se publica su obra completa bajo el título de “Ensayo General”, ed. Calambur. El libro está prologado por su hija, también poeta, Guadalupe Grande, y en él hallará el lector las claves de la poesía de Paca Aguirre, como se la conoce popularmente. Nos dice su hija en el citado prólogo respecto a la poesía de su madre: «Una prenda de abrigo, todo en la vida de Francisca Aguirre tiene que ver con el deseo de que la palabra sea el abrigo contra la intemperie: el habla de la memoria, la palabra hecha de amor, la palabra concebida como amistad, la palabra hecha música, la palabra como recordatorio de un sueño».
De los 11 libros antologados, que van de “Ítaca” (1972) a “Una larga dolencia” (2018), seleccionamos estos versos pertenecientes al poema “Desanimada, qué palabra triste”, del libro “La herida absurda” (2006), que vienen, de alguna manera, a resumir toda una vida hecha luz en la soledad de la palabra y el rumor de la memoria: «Definitivamente amo / el escándalo deslumbrante de la vida. / Muy pocos paraísos comparables / al asombro que nos regala la existencia: / torpe, desesperada, incomprensible, / audaz, consoladora, inabarcable: / “vida y dulzura, esperanza nuestra». Así son los versos de Francisca Aguirre, desgarradores, luminosos, abarcadores, merecedores de ser leídos en la soledad de estancia o a orillas de la mar que siempre quiso. El poeta siempre vuelve a la infancia, a ese claustro de luz y de inocencia; en contraportada del libro podemos leer este poema: «Se sostiene la infancia en nuestra historia / igual que se sostienen las estrellas / porque dentro del firmamento de una vida / algo brilló una vez con inocencia. (…) Igual que los vilanos y el rocío, / hermosos e intocables, se sostiene la infancia».
La quinta y última antología corresponde al
poeta murciano José María Álvarez (Cartagena, 1942), que formara
parte de aquella corriente alentada por Castellet y denominada
Novísimos. Con una larga trayectoria, la presente antología
está prologada por la también poeta Noelia Illán, estudiosa de la
obra de Álvarez -su maestro-, por la que siente verdadera
admiración, y escribe: «En definitiva, he querido aquí conformar
un libro de deseo a base de los versos de José María Álvarez que
más me han emocionado a lo largo de los años». Amor y sexo, o el
deseo que lo resume, en su más amplio sentido se da cita en esta
selección de intensa y extensa obra de Álvarez. Versos que para
alumbrar el camino del hombre sobre la tierra o allá en la altura
del firmamento, versos para sentir los silencios del amor absoluto y
en todas sus variantes.
Como síntesis nos vale estos versos del poema “Meditación amorosa”: «Huele este cuerpo, acaricia estos cabellos, / mira estos ojos. Mas no pretendas / tenerlos. Aun en la vasta noche del placer, / cuando más tuyos los creas, / estarán tan lejos como la patria de tus padres. / Sólo tu placer es tuyo. / Nunca traspasarás el velo». Para concluir, como en los casos anteriores, reproducimos el poema de contraportada, que lleva por título “Nocturno XII”, y dice así: «En la mujer como en los gatos, / Una extraña diosa muerta anida. / Y la acariciarás en cuántos cuerpos, / Y alguna vez incluso habrás de demorarte / En la luz de unos ojos. / La desearás cuando ya nada desees, /Y si la fortuna llena tus manos / la buscarás para entregársela. / Ante ella caracoleará tu caballo / Y brillará tu espada. / Y ella, muda y ciega, sonreirá. / Y ha de bastarte ese milagro». Cinco antologías, cinco poetas y una editorial, OléLibros, que apuesta decididamente por la poesía. Ojalá que esta iniciativa sea por muchos años y que la poesía valenciana siga acrecentando, por su demostrada calidad, el número de poetas que conformen la colección “Vuelta de tuerca”, de la editorial OléLibros.
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