JOSÉ ANTONIO SANTANO
SALÓN DE LECTURA
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PARQUES CERRADOS
AUTOR: JUAN CAMPOS REINA
JUAN CAMPOS REINA |
Amar
profundamente la tierra en la que se nace y regresar a ella no es una
ecuación siempre exacta. Solo se da en aquellos uncidos por alguna
divinidad, y cuando esto sucede nos encontramos ante un hecho
realmente cuasi milagroso. Asesta a nuestra conciencia la maravilla
de lo asombroso, de lo que escapa al raciocinio o así al menos
pudiera intuirse. Lo desconocido y misterioso de la vida entonces
germina en cualesquiera ciudad, pueblo o persona, en ésta como si se
tratara del ADN. Escribir como un poseso, adentrarse en el abismo del
lenguaje y que germine luego un texto limpio, preciso, coherente,
sabio y emotivo al mismo tiempo no es nada corriente. La mayoría de
los escritores solitarios, esos que sólo viven por y para la
literatura, no tan escasos como pudiera parecer, pero sí pocos, esos
que viven apartados de la farándula editorial y famoseo, son los que
verdaderamente acopian una obra, casi siempre de calidad, y, sobre
todo, capaz de entusiasmar a los lectores. Lamentablemente en
Andalucía, se nos fue hace unos años uno de esos escritores de
raza, que, desde su creadora soledad construyó un universo narrativo
de un extraordinario valor, iluminado por la tradición novelística
del siglo XIX, pero desde una visión transformadora en el tiempo que
le tocó vivir. Hablo, naturalmente, del escritor cordobés Juan
Campos Reina (Puente Genil, 1946-Málaga, 2009). En su trayectoria
literaria caben destacar títulos como Santepar, su
primera novela, la Trilogía del Renacimiento: Un
desierto de seda, El bastón del diablo y La góndola negra; o el
díptico La cabeza de Orfeo formado por las novelas Fuga de
Orfeo y Regreso de Orfeo, y Tango rojo, un libro de
relatos.
Con estas obras Campos Reina puede considerarse como uno de
los grandes escritores españoles contemporáneos, gracias a ese don
especial para contar historias. Sin embargo, aún después de su
lamentable pérdida, Campos Reina nos deja un legado variado con el
cual podremos disfrutar de su palabra. Una nueva trilogía póstuma
lo confirma, Parques cerrados, donde hallaremos la profunda
reflexión y el pensamiento en el ensayo De Camus a Kioto, una
visión del acontecer vital del autor en Diario del Renacimiento y
por último, la muestra de una sensibilidad extraordinaria para la
creación poética en Poesía completa. Este es el legado que
nos deja Campos Reina, una obra singular, alejada de modas,
consecuente con la experiencia de lo vivido e imaginativa desde el
punto y hora que realidad y ficción se cruzan en el mismo camino
hasta condensarse o fundirse en un solo cuerpo y definitivo del yo
poético.
En cada uno de estos géneros hallamos el alma del
escritor, en una especie de mística que podría concentrarse en dos
mundos opuestos o antagónicos: Oriente y Occidente, fundamentalmente
centrado el uno en Japón y su milenaria cultura, y el otro en Europa
(El mito de Sísifo, de Camus), y en pasajes muy concretos en la
ciudad de Córdoba, la Córdoba del Califato que tanto se asemejaría
a la corte de Heian, con ambas y entrelazadas por la mirada del autor
nos enriqueceremos a través de su manera de entender el mundo, de
sus emblemáticas culturas. De Camus a Kioto es sin duda un
viaje al centro de las dos culturas, a la historia de la humanidad.
Camus escribe en El mito de Sísifo: «No hay más que un
problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la
vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta
fundamental de la filosofía».
De este aserto parte este
extraordinario ensayo donde las ciudades, los jardines, costumbres y
ritos, libros y el pensamiento irán contagiando al lector hasta
concluir el texto. Dos mundos en paralelo, lejanos y cercanos a la
vez, incluso que se cruzan en el camino hacia la verdad interior de
cada uno, que bien pudiera ser desde Oriente la contemplación de un
monje Zen o ya en Occidente el misticismo. Tomo, como última
referencia, en esa búsqueda de Campos Reina por la verdad interior,
las palabras del poeta Rilke que el propio autor reproduce en el
texto: «Cada hora que vivimos es para otro la hora de la muerte y
ésta prima sobre la de los vivos», un regreso, sin duda al
planteamiento inicial de Camus. Un ensayo riguroso y rico en su
expresión, de indudable valor humanista. Con Diario del
Renacimiento pretende Campos Reina desvelarnos de forma natural
su experiencia vital, (Desde la infancia hasta el comienzo del
Diario del Renacimiento), una etapa que nos mostrará, tal vez,
como en un espejo al otro Campos Reina, o no, pero que con su rica
prosa nos acercará sin duda al mejor Campos Reina, en su doble
versión: literaria y humana.
Nos advierte el autor que «Cuando
concebí la idea de escribir estas notas no me llevó a ello la
importancia de mi vida, ya que en ese caso me hubiera guardado de
plantar una coma, sino el sacar a la luz la extraña red de
circunstancias que me han conducido hasta donde estoy», de nuevo
aflora aquí su honradez y bonhomía, la vida trascendida a lo hondo
y puramente literario, en esas dos direcciones a las que me refería
antes. Un libro que comienza con notas que abarcan desde marzo del
año 1989 hasta febrero de 2001. Conoceremos en este periodo al niño
que fue y la tierra que le acogió en sus primeros pasos (Puente
Genil), las ciudades que visitó, su actividad novelística, los
libros que iría escribiendo y sus procesos, su relación con su
editora Carmen Balcells a quien le escribe una emotiva carta desde el
Hotel Bonvecchiatti de Venecia, sus lecturas, sus poetas, sus
filósofos, sus pensamientos en horas de soledad y todo cuanto en su
vida se cruza y vive.
Y la verdad es que todo discurre de forma
natural, su pluma se desliza sobre el papel y escuchas su leve son,
hasta presientes el deslumbramiento de cada letra, su significado
íntimo, tal vez propiciado por dos realidades, como él mismo
escribe: «En realidad sólo tengo dos cosas: la infancia y el dolor
como dos faros que me iluminan». Todo, absolutamente todos los
textos están coronados de alguna forma por esta última reflexión
que cierra Diario del Renacimiento, sabedor tal vez de su
futuro: «¿Qué importa que no haya un mañana para nosotros
si disponemos de la inmensidad que nos brinda un día, del tránsito
del sol desde que se levanta hasta que se pone?». He aquí al mejor
Campos Reina, al escritor y el hombre, unidos en un solo cuerpo y
alma, también la que ejerció de poeta y que recoge el último libro
de esta trilogía, Poesía completa, y que también persigue
Campos Reina, en esa especie de asimilación de culturas orientales y
occidentales. Su Poesía completa nos acerca de nuevo a la
muerte, al Seppuku, ritual japonés de suicidio por honor, y
que irá conformando la estructura del libro. Parques cerrados
comenzará el periplo vital y poético de Campos Reina, y en él los
recuerdos, la soledad de esos “parques cerrados”: «Los parques
han cerrado sus cancelas. / La que durmió abrazada / a mi espalda no
está», y el amor, su amor a Fernanda: «Mientras yo perseguía los
castaños, / mi sombra demorada / en el cristal azul / tu aliento
recibía». Su poesía nos abrirá la carne y los sentidos, hasta
llegarnos el aroma del tiempo a la memoria para hacernos sentir vivos
aún:
«Mi padre olía a canela
como los exploradores del trópico.
Hay mundos en la memoria
perdidos por la razón
que los niños
cruzan leves.
Huele a juncos esta noche
al descender mi padre de
la vida.
A su paso en la escalera
yo aguardo de los cerrojos
un
eco del tiempo ido,
de la canela al quebrarse».
Realmente Poesía
completa, continúa o resume en apartados como Lirios, Delirios,
Morfina, Tránsito, De Saigón a Kandy, Grecia derruida, Intermezzo,
África, América, El viajero o Las noches de Li Bao, la desconocida
hasta ahora voz poética de Campos Reina, es más, remata y
perfecciona, si cabe, los dos libros anteriores. Es la poesía como
el culmen, lo definitivo y determinante en el hombre, el destello de
la luz viva en lo absoluto de sí mismo. Así el viajero que es el
poeta Campos Reina, nos ofrece lo mejor de él en un tiempo que prevé
de tránsito y premonitorio a la vez, en esa búsqueda de la belleza
total, cuando escribe estos bellísimos y trascendentes versos en
prosa: «Desde la altura, domino la luminaria de la ciudad, el río.
Y veo por un instante flotar mi vida, apenas una pavesa al viento,
reflejada en las páginas de un libro. A la espera de alguien que la
reviva en su pecho, en un latido». Una vez, hay que reconocer que la
obra póstuma de Campos Reina es de un rigor, una belleza y
profundidad extraordinaria, como antes lo fueron sus novelas. Su
obra, al fin, está y estará viva siempre en sus lectores, como lo
estará su nombre en el Parnaso de las Letras Españolas.
JUAN CAMPOS REINA |
Título:
Parques cerrados
Autor:
Campos Reina
Editorial: Debolsillo
(2019)
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