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Francisco Lucio: El Poeta de Roquetas

Francisco Lucio



   OBITUARIO: FRANCISCO LUCIO: EL POETA DE ROQUETAS

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Francisco Lucio

Son las cuatro de la tarde del sábado 7 de agosto de 2021. Un mensaje de WhatsApp me comunica la triste noticia del fallecimiento del poeta Francisco Lucio (Roquetas de Mar, 1933), y como es natural no puedo sino entender que la vida es un suspiro, que hay un tiempo que nos pasa a todos y que, sin darnos cuenta, marcada está la hora la hora del desenlace, del último silencio, y todo acaba. No hace mucho que coincidí con Lucio en la librería Metáfora, y allí, junto a Isidoro y Carlos (padre e hijo) propietarios de dicho establecimiento conversamos sobre literatura en general y poesía en particular. Lucio se acercaba a la librería, según pude saber, todas las semanas para comprar las últimas novedades de poesía. A pesar de su edad, siempre dispuso de una mente abierta, y el caso es que leía y leía sin ningún tipo de prejuicio, sin limitación alguna. La poesía siempre marcó el itinerario de su vida. Cuando vivía en Terrasa se supo cautivo de la literatura y frecuentó los ambientes que le procuraban, además de conocimiento, experiencia y praxis para conquistar algún sueño siempre perdido en el silencio de la vigilia.


Ahora, y desde el 7 de agosto de 2021, después de superar el crítico año 2020, como lo ha sido para todos los españoles, su ausencia, de ello estoy plenamente convencido, nos deja en una profunda orfandad; su discreción, ese silencio cómplice de la sabiduría, ese estar y ser en todo su integridad, esencia de toda condición humana, y un largo etcétera de razones que se podrían resumir en su relevante y egregia figura, del humanista que fue y lo seguirá siendo cada vez que nos acerquemos a su magna obra literaria y crítica, no será fácil olvidar.


Con todo y en honor a la verdad, Francisco Lucio no puede considerarse que fuera "profeta en su tierra". Todo lo contrario, y lo digo desde el más absoluto respeto, pero también desde la pena por no habérsele reconocido en vida su magnífica aportación al conjunto de las letras hispanas, desde el ejercicio de la crítica literaria que practicó y desde, cómo no, la pura creación poética. Su ciudad natal, y lo digo sin acritud, tiene una gran deuda con uno de sus hijos, en este caso, ilustre, merecedor de la distinción que el trabajo literario significó en la sociedad española, y más concretamente, quizá, en la catalana, pero también porque supo llevar el nombre de Andalucía en su Almería y Roquetas de Mar con orgullo y honor, con la más grande dignidad que un hombre puede llevar a gala. Roquetas de Mar ha perdido a uno de sus preclaros hijos, y es de justicia reparar el olvido al que durante los años que vivió a su regreso en esta orilla del Mare Nostrum, del antiguo puerto de Al-Bayyanis o la oculta villa romana de Turaniana, testigo junto a la luna reflejada en la playa de La Romanilla o las aguas orilladas del Castillo de Santa Ana, fue sometido, aunque lo fuera de forma inconsciente. A veces ocurre, y todos contamos con claros ejemplos de ello, que el ritmo de esta vida, tan tremendamente acelerado e incomprensible, nos aboca a ignorar lo cercano, que nos pertenece por derecho propio, aquello que tanto amamos, sin más. Estoy convencido que sabremos rectificar y que haremos todo lo posible para rendir el homenaje póstumo del que es merecedor, el hombre y el poeta de Roquetas de Mar, Francisco Lucio,


Hace no mucho escribí sobre la figura poética de Francisco Lucio. Así, lo que sigue: Con algunos de sus versos incluidos en "Tiempo Romance", concretamente de su poema de tono elegíaco "No digo tu nombre en vano" (romance-glosa), en el que nos recuerda a los más grandes poetas de todos los tiempos que cantaron a España: Fernán González, Juan Ruiz, Juan del Encina, Alonso de Ercilla, Miguel de Cervantes, Gabriel Bocángel, José Cadalso, José de Espronceda, Joan Maragall, Jacinto Verdaguer, Miguel de Unamuno, Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, César Vallejo, Luis Cernuda, Federico García Lorca, León Felipe, Nicolás Guillén, Jorge Guillén, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Gabriel Celaya, Blas de Otero o Max Aub, y con el que quiero restituir del olvido a Francisco Lucio:

Francisco Lucio







«Porque hay dolor en el mundo,
 madre, porque hay gente mala
 que roba el trigo a los pobres
 y luego siembra cizaña.
 Si alguno cierra tus puertas,
 otro, más fuerte, las abra …




Era la sangre del pueblo
el oro que te quedaba…







Era la sangre más pura 
la sangre más acendrada, 
cayendo desde el camino 
al fondo de la barranca…


Dales de beber: su sed 
de justicia no se sacia. 
Dales de beber; y nunca 
se rompa, madre, tu cántara….
Hambre tenemos de ti, 
hambre que nunca se harta; 
de que tu ser y tu nombre 
venzan al tiempo y sus taras…

Porque tú, sueño del mundo; 
tú, tan abrupta y tan brava,
eres el solo camino,
la larga senda soñada…


Siempre belleza posible, 
tal vez sueño, mas cercana;
siempre nueva, viva siempre,
hermosa y trágica España.»

Hoy, en este día luctuoso por la gran pérdida del poeta Francisco Lucio, aún no puedo olvidar aquel día que lo viera caminando lentamente, asido al brazo de su esposa María Dolores, saliendo de la librería Metáfora, alejándose un tanto encorvado. Ya no volverá al santuario de los libros otro sábado, pero allí estaré yo, esperándolo sereno entre el bosque de libros, seguro de que su presencia seguirá habitando en las páginas de un libro, en el corazón de un hombre. Allí, siempre, Lucio resucitado en su voz de ángel, resplandeciente en las grafías de un libro. ¡Hasta siempre, Lucio, que la tierra te sea leve, amigo!


José Antonio Santano. Obituario publicado en el periódico DIARIO DE ALMERÍA

LEER COMO ADICCIÓN. NARRATIVA

 

Salón de Lectura­ __________________ José Antonio Santano

 

Leer como adicción

(Narrativa)

 

         El verano siempre ha sido y es un tiempo propicio para leer. En esta estación del año se hace más frecuente encontrar a los turistas de playa o montaña, asidos a un libro, elegido según los gustos de cada uno. Ese contacto esencial con las páginas de un libro debería atraernos siempre, aunque así no sea, porque los libros contienen algo que a todos nos incumbe: la vida. Con ellos aprendemos, nos divertimos, sufrimos, sonreímos o sollozamos; en cada personaje o en cada pensamiento la vida está presente; podemos vivir lo mismo la Edad Media que la Era espacial, o, adentrarnos en la tragedia de un cáncer o una pandemia. Los libros son, sin lugar a duda alguna, nuestro mejor amigo, dejemos al perro en un segundo término, entre otras razones porque se establece un diálogo, una complicidad. Por ello, y en este comentario, la lectura se convierte en una extraordinaria adicción que deleita y ennoblece, que alarga nuestra vida en la vida de los otros, en un mestizaje solidario, respetuoso y festivo. Y dado que esta adicción ya no tiene vuelta a atrás, pretenden ser las siguientes lecturas que indico un oasis donde descansar del tórrido verano, sea en una playa o en la montaña, pero siempre asidos a un libro, plenos y felices de aventurarnos en sus páginas para ser más libres y más humanos.

        

“La caza, captura y muerte de la abuelita hispánica, en una casa de lujo de una ciudad de lujo, sometida a la más rigurosa de las democracias y repleta de padres honestos y niños felices”

Mis propuestas, de forma resumida, pues de algunas detallaré más adelante en otros medios, las voy a establecer en tres ámbitos fundamentalmente: narrativa, poesía y ensayo. Comenzando por la narrativa, y por ser de los últimos libros recibidos me detengo en uno, de más extenso título que hasta ahora me he encontrado en el panorama literario, “La caza, captura y muerte de la abuelita hispánica, en una casa de lujo de una ciudad de lujo, sometida a la más rigurosa de las democracias y repleta de padres honestos y niños felices”, del escritor granadino Francisco López Barrios, que viene a confirmar el magisterio del autor con un libro compuesto por cinco relatos, entre ellos el que da título al libro, y de los cuales, como aperitivo, me inclino por “La noche de terror del terrorista”, por ser una historia extraordinariamente bien contada y mejor resuelta, que deja al lector con la miel en los labios para continuar leyendo y ahondando en las claves de un autor que conoce bien el oficio y sabe transmitir y construir desde la exquisita fabulación historias inolvidables. “El óxido del cielo”, del escritor cordobés Alejandro López Andrada (Villanueva del Duque, 1957) nos adentra en la magia de lo desconocido y la Naturaleza, para devolvernos la esperanza en el olvidado encanto de los pueblos de interior, de las zonas rurales que a pasos agigantados se están vaciando. En esta ocasión López Andrada nos propone un viaje al “declive y añoranza de la minería”, como reza la portada del libro, y lo hace con esa lumínica manera de escribir que posee, con esa mirada serena y deslumbradora que nos descubre otra realidad desde la nostalgia y el amor a la tierra madre.  El escritor valenciano Rafael Soler nos presenta la reedición de su novela publicada en 1983 titulada “El sueño de Torba”, cuidadosamente editada por Olélibros. A estas alturas no vamos a descubrir quién es Rafael Soler dentro del panorama literario español, sin embargo, sí reiteraré su destacada voz, particularmente distinta del resto de escritores del momento. En cada historia que nos cuenta, sea relato o novela, se distingue al autor por su lenguaje y por la sólida configuración de los personajes, por su dominio del tiempo y del espacio, creando siempre las condiciones más favorables para la lectura, enriqueciendo el acto de leer. Así ocurre en “El sueño de Torba”, donde se entrecruzan historias y donde la terrible incomunicación del tiempo actual, en detrimento de las relaciones humanas a través de los distintos personajes son la esencia narratológica de esta propuesta.  Otra de las citas narrativas imprescindibles es la del novelistas, poeta y crítico granadino Fernando de Villena, con su última entrega “Los nueve círculos”. En ella nos cuenta de Villena, con casi toda seguridad uno de los escritores más prolíficos en lengua castellana, la historia de una ciudad de provincias (Granada) durante las últimas siete décadas, protagonizada por un hombre y una mujer pertenecientes a clases sociales distintas. El magisterio, el estilo y la capacidad narrativa de su autor, Fernando de Villena, es indiscutible. Solo hay que echar un vistazo a toda su trayectoria literaria para comprender que nos hallamos ante una de las voces más destacadas de la literatura española. Así, desde el territorio de la auto-ficción, desde la sabiduría que le otorga su experiencia y su compromiso humano, Fernando de Villena ha escrito unas memorias noveladas, necesarias, que no dejarán indiferente a cualquier lector que a ellas se acerque. Otro de los libros que traemos a este escaparate y continuando con el mismo género anterior, corresponde a “El muchacho pálido”, del narrador, poeta y crítico literario Manuel Jurado López (Sevilla, 1942), que nos presenta la historia del joven Ramón Mengíbar que, tras su paso por el internado de las Escuelas Sagrada Familia de Úbeda, contrae una enfermedad contagiosa que marcará su vida. La evocación de aquel tiempo será el antídoto para su obligada soledad. Un retrato exacto de los internados religiosos masculinos de una época que nos acerca a la verdadera condición humana. La novela histórica es otro de los géneros que bien se adecúa a este tiempo veraniego. Y, “Jaque al Emperador”, del escritor valenciano J.R. Barat (1959), es la elegida.  Su autor nos lleva hasta la primavera de 1808, cuando las tropas napoleónicas invaden España. Nunca  antes el pueblo español estuvo tan unido para expulsar al invasor. Uno de esos protagonistas fue José Romeu, que Barat recupera para historia. El propio Barat declara que Romeu lo “abandonó todo por defender lo que consideraba justo: familia, hacienda y vida”. Este personaje que descubre por casualidad Barat, va a convertirse en el protagonista principal de esta narración, “un hombre maravilloso que encarna lo mejor del ser humano: nobleza, valentía, dignidad y sentido de la justicia”, al que se conoce como el “héroe Romeu” fue quien puso contra las cuerdas al ejército del Emperador Napoleón. Otra de esas narraciones históricas, en este caso, ambientada en la postguerra española, cuando la guerrilla antifranquista actúa en las sierras de Ronda y Grazalema es “Eras la noche”, del escritor gaditano Ramón Pérez Montero (Medina Sidonia, 1958). Su autor ha sabido trasladar a la narración la esencia de ese momento histórico a través de un lenguaje depurado, lumínico, donde la imaginación, aun cuando la novela está basada en hechos reales, trasciende esa realidad para convertirse en una obra en la cual la condición humana aflora en sus múltiples aspectos. Un autor y una novela para tener muy en cuenta. Tal y como se lee en la contraportada de esta novela: “El imposible lenguaje de la noche”, de del escritor Joaquín Fabrellas(Jaén, 1975), se trata de una narración “fragmentaria, dividida en tres partes. Su discurso se mueve ente la novela, el ensayo y el análisis cultural de los años 50 y 60 en la efervescente Nueva York”. El principal personaje de esta historia totalizadora abarcadora en géneros no es otro que el escritor beat Paul Demut, pero sobre todo es la historia del fracaso, de los naufragios de una sociedad noctámbula con melodías de jazz. El espacio y el tiempo contenidos en una narración inusual, atrevida, pero donde la creación (pictórica, cinematográfica, musical o literaria) es expresión, principio y fin del ser humano, con todos los ingredientes propios del discurrir de la vida. Otra de las novelas que ha dado que hablar y que fue merecedora del Premio Valencia de Narrativa es “Pájaros en un cielo de estaño”, del escritor gaditano Antonio Tocornal (San Fernando, 1964). No sitúa su autor en un pequeño pueblo andaluz, Las Almazaras, y en justo en la posguerra. Se narra en ella la capacidad de transformación del ser humano, las relaciones sociales y la fuerza para conquistar lo deseado, sobreviviendo a cuantas vicisitudes presenta la vida. Una nueva forma de narrar, de adentrarse en los recovecos del lenguaje para expresar, de forma rigurosa, aquello que esencialmente corresponde decir. Una furgoneta deteriorada, un forastero pelirrojo y sus dos hijos y una jaula con un pájaro son los elementos narrativos que desencadenarán los acontecimientos que los lugareños vivirán a partir de la llegada de este ser extraño.         Entre el olvidado género del relato encontramos algunos libros muy interesantes que merecen la pena mencionar. Uno de esos libros es “La vida anticipada”, del escritor cordobés Francisco Javier Guerrero (1976), con ilustraciones de Lola Castillo. Para Ángel Olgoso, una de las voces más autorizadas del relato o cuento en España, La vida anticipada “es una obra apabullante, hermosa. Un volumen perfectamente cuajado, repleto de frases redondas, potentes, listas para ser grabadas en bronce; con rumor de letanía, de prisma con destellos incesantes, de molino de pensamientos. Historias que extienden valientemente los límites. Un impresionante libro de relatos”. Un pequeño fragmento podría resumir la fuerza de la palabra, su filigrana: “El presente es un tiempo manchado de cenizas. Tiene bordes afilados y duele”. Luis Lisquete (Villasarracino, Palencia, 1952) nos deja un ramillete de relatos en “La teoría del ímpetu”, que reúne un total de treinta y dos historias. El amor, la venganza, la fatalidad, el destino, y otros tantos temas extraídos de las distintas situaciones existenciales se funden en una prosa locuaz y ágil que hace que el lector mantenga su atención hasta el final de sus páginas.

Andrés Ortiz Tafur

 Con un poder de fabulación extraordinario el escritor Andrés Ortiz Tafur(Linares, Jaén, 1972) nos acerca a su último libro aparecido con el título “El agua del buitre”, publicado por el sello editorial Baile del Sol.Dieciocho son los relatos incluidos en este volumen. Y en honor a la verdad hay que decir que bien armados, coherentes, bien resueltos -diría que explosivos-, ocurrentes y sutiles a un tiempo. Después de sus tres libros de relatos publicados hasta ahora Caminos que conducen a esto, Yo soy la locura y Tipos duros, se confirma con esta cuarta entrega que Ortíz Tafur tiene mucho que contar aún y que su forma de hacerlo atrapan al lector. En último lugar llega a mis manos, recientemente -por lo que me ocuparé de él con más detalle en otro espacio-, “En la Era de Acuario”, del escritor vallisoletano Santiago Redondo Vega (Villalón de Campos, 1958), publicado por la editora Difácil. Como aperitivo, me hago eco de lo dicho en su prólogo por el profesor y poeta Fermín Herrero al referirse a los relatos que componen el libro: “De hecho, vistos así, en su conjunto, me da la impresión de que componen una especie de ópera bufa de nuestro tiempo, a veces en forma de vodevil, protagonizada por neurosis variopintas, con las que atañen a trastornos de la libido a la cabeza  y por las extremidades, a tal punto que parece con frecuencia que la función la dirigiera, bajo su atenta mirada, herr doctor Sigmund Freud, rodeado de una cohorte de ceñudos psicoanalista”.

EL GRITO DE UN PÁJARO

 SALÓN DE LECTURA _____________José Antonio Santano


José Antonio Santano. El grito de un pájaro


El grito de un pájaro


EL GRITO DE UN PÁJAROEscribía días atrás el profesor, poeta y crítico Pedro López Ávila: “Cuando los poetas orientan sus actividades hacia fórmulas exitosas dominantes, con la finalidad de no caer en el olvido de sus contemporáneos y adoptan métodos sazonados ideológicamente con un lenguaje prosaico, conversacional, excesivamente coloquial, anti literario, soez y hasta procaz en algunas ocasiones, me parece a mí, que la poesía pierde una de sus aspiraciones fundamentales: la plenitud…”. No puedo estar más de acuerdo con su opinión. Corren tiempos extraños para la lírica, sobre todo cuando el objetivo último, la finalidad de la creación poética se convierte en un simple mercadeo, en el cual la poesía pierde su verdadero sentido. Dicho lo cual no puedo sino añadir que, de esta persistente atrofia poética, se salvan algunas obras que sí contienen elementos literarios de peso, con los cuales se activan la reflexión, la retórica más o menos compleja, la profundización en las temáticas y la emoción para dar como resultado un libro que imante el interés de los lectores de poesía. Así, el último poemario de José María Muñoz Quirós (Ávila, 1957), “El grito de un pájaro”, publicado por la editorial Difácil, viene a confirmar lo dicho. Creo no equivocarme si afirmo que, de todos sus poemarios publicados hasta ahora, este es el más intimista, el que ahonda y analiza con rigor la relación hombre y mundo, quizá el que se desprende de lo banal y superfluo constituyendo un corpus coherente en el que cohabitan por igual conocimiento, experiencia y la emoción de lo vivido. Con “El grito de un pájaro” asistimos a un deslumbramiento que nace de la observación del mundo, de la vuelta a la Naturaleza y de la constatación de que todo tiempo es fugaz, que a duras penas somos un instante solo; y todo contemplado desde la óptica del goce, de la pasión por la vida, de la capacidad para vislumbrar belleza en todo cuanto le rodea, aunque desde la nostalgia: 




“Sol de la mañana 
acógenos 
con toda la plenitud
que aborda el tiempo herido
en este instante nuevo”.


La esencialidad de la luz y la libertad fijan el pensamiento del poeta, como también abismarse en lo verdaderamente importante de la vida, en esas cosas que son imprescindibles, bellas, espirituales, pequeñas: 



“Son tan pocas las cosas esenciales, 
tan pequeñas 
que apenas conocemos
hacia dónde transcurren sus pasos,
dónde nos regalan su ausencia
cuando están lejos”.


Muñoz Quirós sabe bien de los silencios y por ello nos deja una perla mística cuando escribe:



“Estoy callado
 frente al ruido del mundo”,


 porque el poeta ya no quiere hablar, solo abismarse en el silencio, como así lo hicieran Santa Teresa o San Juan de la Cruz. De todos los poemas que integran el poemario (sesenta y uno), creo que el titulado “Estar aquí” viene a ser clave para comprender “El grito de un pájaro”, porque el poeta asiste a un desprendimiento de lo vano, para concebir un mundo en el cual lo esencial es la búsqueda continua de lo desconocido, del misterio y la magia que nos liga a la vida. En este poema central, escribe el poeta: 



“Estar aquí 
para ser testigo
de toda plenitud: 
mirar desnudo el día, 
bautizar la mañana 
donde se esconden
sustraídos los sueños
que se han perdido
si despiertan”.


Halla Muñoz Quirós en lo cotidiano la desnudez del mundo y es agradecido por ello:



“Y dar gracias al cielo 
por la belleza que te entrega 
este vivir así, 
este misterio”.


Y continúa en estos versos el deseo de ser, con el recuerdo de otros versos de Santa Teresa: 


“nada es inmutable,
nada permanece…”,
para concluir con
“Al fin de todo, 
vivir 
es lo que nos deja
un indecible abismo
en este abismo”.



No podría concluirse mejor este comentario que con estos versos del poeta:




“No creo en más verdad
 que la que alienta
 este vivir tan pequeño y tan mío”.



Título: 
El grito de un pájaro

Autor: José María Muñoz Quirós

Editorial: Difácil (Valladolid, 2020)





ACTOS SUCESIVOS

 SALÓN DE LECTURA.    José Antonio Santano

Actos sucesivos
Diario de Almería.  Salón de lectura por José Antonio Santano


AUTOR: HEBERTO DE SYSMO

ACTOS SUCESIVOS

ACTOS SUCESIVOS
Puede que haya más misterio o magia en aquello que hacemos habitualmente, en nuestros actos cotidianos de lo que pensamos. Observar la realidad que nos circunda con honda mirada es abismarse, aunque no lo parezca, en lo desconocido, o al menos, en lo extraño por singular. Solo así podremos comprender el mundo, nuestro mundo. Todo está por descubrir, si bien algunos quieren pensar que ya todo está hecho y dicho. Un detalle de nuestro entorno puede proporcionarnos nuevos significados y formas según sea nuestra disposición a imaginar, a trascender esa realidad aprehendida. Y en esa otra realidad se suceden actos y señales que muestran caminos dispares por los que vivir se hace necesario. Vida y creación entonces se convierten en una necesidad. Esto mismo es, sin más, este libro de poesía, “Actos sucesivos”, de Heberto de Sysmo, seudónimo del ensayista, crítico y poeta José Antonio Olmedo López-Amor (Valencia, 1977), publicado por el sello editorial Olélibros. El prólogo es autoría del también poeta Antonio Praena, que destaca la convergencia de “naturaleza y humanismo, conciencia y oscuridad, eternidad e instante”. El tiempo y el amor como protagonistas, nos dice Praena, “porque la palabra que sabe de la humidad del silencio es la que alumbra para restañar el daño del otro, y no para inmortalizarnos en un poema retrato”, sentencia. El tiempo y su enseñanza en ese discurrir de los días que el poeta interioriza: 


Porque envejeces, crees que pasa el tiempo;
 porque se oculta el sol y después sale
y las cosas ocurren o no ocurren
a intervalos de nada”,


en estos versos del primer poema que titula “Tu vida”. Es el canto del poeta, la luz de la palabra convertida en luz y esperanza, mientras el tiempo golpea incesante cada minuto de vida:


“Vivir es exponerse
 a la frivolidad del tiempo.
 El tiempo es un vergel de probabilidades.
 Si algo te ocurre es porque puede;
 si ocurres sobre algo es porque 
 una pequeña brizna
 de cada decisión es inmutable”.

 Heberto de Sysmo es aquí más José Antonio Olmedo, por cuanto su humana presencia es eco de otras voces. Obedece este poemario a la necesidad de afrontar el tiempo en toda su crudeza, en el dolor si se quiere, cuando el poeta comienza a apreciar cuáles son las huellas que deja el transcurso de los años, si todo pasado es la nostalgia de lo vivido, de la juventud que ya no puede recobrar, de la vejez que vendrá y de la muerte como resultado final del ciclo vital. Mas en todo ese bagaje se incluye la poesía, el acto de la creación en su origen, ese estado de abstracción definitivo y revelador:



“Y cuando aquel dolor
 que dio origen a su escritura
 te impulse a regresar a esos renglones,
 comprobarás que debes ofrecerlo; 
ya que tal vez, no a ti,
pero sí a otros muchos 
será capaz de restaurar su daño”.


 El poeta sabe bien que “el tiempo nunca accede a sobornos” y por esto mismo advierte de su inflexibilidad, porque se ha de vivir en la esperanza de un nuevo despertar, y así escribe: 



“Si vivir es saber que todo acaba,
 es a partir de entonces, el momento preciso
 en el que somos vida, 
vida consciente de su acabamiento.
(…) Si eres brasa o rescoldo incandescente
muere pensando que serás ceniza: manto nutriente de otras flores
nuevas”.

De la observación del mundo que le rodea el poeta registra una voz  que renace, que se hace luz entre la niebla de los días:



“En los antepasados del lenguaje
 el amor era el modo de entenderse.
 El odio 
pretende serlo ahora.


Aprender a sufrir es tensar la escritura.
Dejar que todo fluya es amar sin reservas”.

 Tres pilares fundamentales contienen esta obra de Heberto de Sysmo o José Antonio Olmedo: el tiempo, el amor y la poesía, como así y refiriéndose al último confiesa: 



“La imposibilidad de ser feliz,
 me hizo poeta. 
El sentirme una presa indefensa y con miedo.
Sentir hervir las llamas del coraje /
y explosionar en letra de furia incontenible.


 Recoger a mi madre —y sus dientes— del suelo;
 que no se engañe nadie:
 me hizo poeta”.

 Apegado a la vida, sentirla, lleva a Heberto a incardinar cada acto con otro, en heredad creciente, pues al fin y al cabo, como bien dice: 


“Tan solo somos actos sucesivos,
 la suma de momentos que ya hirieron
 la anciana arcilla, el barro desprovisto
 de una mente fundada por el miedo.

 Sólo sé que al amar algo parece 
correr a tu favor”.



ACTOS SUCESIVOS




Título: Actos sucesivos      

Autor: Heberto de Sysmo 

Editorial: Olélibros (2020)

Pilar Quirosa o la celebración de la vida (III)

 



Retomo la lectura de la obra poética de Pilar Quirosa con el libro “Et signa erunt”, que en su traducción viene a decir algo así como “Y las señales son”, publicado por el Ayuntamiento de Málaga en su, desgraciadamente desaparecida, colección “Ancha del Carmen”, título tomado en recuerdo de uno de los lugares más castizos o emblemáticos de dicha ciudad. El poemario vio la luz en el año 2008, siendo director de la colección el también poeta y presidente, por aquellos días, de la Asociación Colegial de Escritores, Sección Autónoma de Andalucía José García Pérez. En este poemario la poeta atiende o interioriza, podríamos decir, desde la continua observación de todo cuanto a su derredor existe y se manifiesta, las señales, las huellas o signos que se muestran en su desnudez absoluta y en el marco de lo cotidiano. Pilar Quirosabebe de la tradición lírica española más sustanciosa para crear su propio universo poético, por ello, ahonda en la nada para alcanzar lo absoluto. Su capacidad para la creación es relevante, de ahí que el legado que nos ha dejado sea extraordinariamente valioso. Nada ni nadie podrá impedir que después de su inesperada muerte, su obra sea divulgada como se merece, por derecho propio, por haber conquistado con su verso limpio y cristalino un lugar destacado en el panorama de la poesía española contemporánea, como también andaluza. Sabía bien Pilarde los muchos obstáculos que se cruzan en el camino, tanto por ser poeta como mujer, pero todos los salvó con la serenidad que la caracterizaba. En “Et signa erunt”nuestra poeta se nos muestra así. La madurez adquirida a través de los años va calando hondo y permite a Pilar trascender la realidad que vive para transformarla en otra bien distinta, o, cuando menos, más acorde con su mirada. Es esa mirada abarcadora de todo cuanto vive y se desvive en el interior del sujeto poético lo que muta o varía, lo que le hace proceder de un modo u otro, con el convencimiento de que el resultado final será una nueva forma, un nuevo ser, un nuevo espacio o un nuevo universo, y que podría resumirse en este verso: “En la mística del silencio”.

En la presente obra, “Et signa erunt”, son muchos los silencios sugeridos, aquellos que mantienen firme sus convicciones de mujer y de poeta, tanto por su manera de amar y sentir, como por su ética y estética, de quien actúa sin limitaciones, enteramente libre. De ahí que la simbología y sus incursiones a las diferentes realidades existentes en su mundo interior nos guíen por lugares misteriosos y mágicos, segura de que solo así, los lectores hallarán matices y sensaciones nunca antes vividas. Es como un viaje sin destino preciso, pero a sabiendas que será un viaje apasionante.

“Et signa erunt”es una prueba más del buen hacer de Pilar Quirosa-Cheyrouze. El libro está constituido por tres partes que ya en sí mismas definen o aproximan al lector a la verdad poética de su autora. Precede a dichas partes constitutivas del contenido una dedicatoria expresa a Estela Carles, amiga de la infancia en Tetuán, hecho que nos aporta la consideración que para la poeta tiene la amistad y la infancia, ese inolvidable tiempo vivido en su ciudad natal: primeras relaciones y juegos, sentires y miradas junto al mar Mediterráneo y su inabarcable azul. Por ello, y en este sentido, la primera parte del libro llevará por título “Alfa”(Los días oscuros), que iniciará con una cita de nuestro olvidado Nobel Vicente Aleixandre:




“He nacido una noche de verano 
entre dos pausas. Háblame: te escucho”.


Lo que mueve el mundo
viene dado mucho antes
de la cuenta atrás,
en juego último y necesario.
No lo dudes, amor:
lo que mueve el mundo
es el amplio espacio de tu nombre.

Las miradas marcan
el territorio de la noche
y atraviesa el cielo de agosto
una lluvia de Perseidas.


Amanece hoy
y tanta vida
se diluye ante mis ojos.
Este sol que no se apaga,
la marea oculta
y tus brazos en equilibrio.
Tanta soledad impresa.

Nacer a la vida, que no es sino celebración, como siempre lo fue para Pilar Quirosa. Vivir desde principio a fin, sin importar el tiempo, sino en la armonía del cosmos; mirar a las estrellas, en todo lo creado allí a lo lejos, en la oscuridad del firmamento o una noche de verano; y escuchar lo que se habla, lo que se cuenta a la luz de esas noches estrelladas y de luna. Todo en un único universo, creado y recreado una vez y otra en la fantasía infantil, en la serena paz del silencio que brama tras la hora del sueño. Navegar por del mundo a la búsqueda siempre del amor, que nos contiene y es ofrenda siempre, porque su verdad es una. Porque para Pilar Quirosael amor es lo que mueve el mundo:



El mundo está en todos y cada uno de nosotros, en aquellos árboles del camino, en las aguas verdosas de un río, en las formas misteriosas de las montañas, en la mirada que descubre el horizonte al límite, en el vuelo de las aves. La noche y el silencio que habita al silencio permite a la poeta contener los asombros en la mirada siempre limpia del universo, del cielo que nunca decepciona, el juego de los gestos y los signos que descubre a medida que vive, que siente el agradable temblor de la palabra anidando la memoria. Mirar para dejar la justa señal de lo vivido, la luz del cuerpo amado ofreciéndose en su esencia:


El tiempo fluye por el solar de la memoria, es un tiempo necesario por soñado y vivido en aquellas noches de verano, y conformación luego de los años en esa especie de limbo que nos avisa y nos reclama la vida en soledad que la lejanía impone:



Quirosase recrea en la noche y el amor que la soledad recuerda si miras al instante el estrellado cielo del estío que nos deslumbra y ciega, como si solo existiera la luciérnaga viva del amor en todas las cosas del mundo. No se puede vivir de espaldas a la vida, a lo que nos alegra como a lo que nos entristece, porque lo uno y lo otro forma parte de ella, y Pilar Quirosa, la poeta y la mujer bien lo sabe, por conocimiento y por vivido. En esa diatriba el tiempo se rebela y actúa como señal de destino:




En estas horas, hoy,
sólo quería el roce de tu mano
y olvidar la perenne amenaza
del destino.


¿Es una amenaza, realmente, el destino? Piensa la poeta que en ese laberinto que se supone es el mundo, corre peligro, porque el tiempo es pura soledad, el vacío que muestra sus fauces cada noche. ¿Y el sueño, el deseo de ser y conquistar otros espacios, otro tiempo de luz y armonía, dónde encontrarlo? La respuesta no puede ser sino el amor, y hasta ese amor vuela en las alas del verso, en la ardentía de la palabra creando mundos distintos y armoniosos. Es el amor la única salida en la oscura y calma noche, cercana a los lugares que ama, a la mar de su infancia, de su vida:




Abrazas, amor,
pequeñas estelas de tiempo.
La noche en Aguadulce
y este espacio de noviembre,
despertando a la mirada.


Aquellas luces primeras
—relájate y confía en la sabiduría
del mar— allá a lo lejos,
hoy tan cerca, hora breve,
largos días,
intuyendo el horizonte.



El mar de Aguadulce, tan cercana a su ciudad de Almería, su Avda. Madrid donde los días transcurren en candente soledad, amasando sueños en su salón de siempre, allí donde recibe a los amigos o enseña a los adolescentes, allí, tan cerca y tan lejos de las pasiones; observadora tras la cristalera de cuanto acontece y sueña. En su cotidiana existencia se aferra a los símbolos, a las señales o signos que la vida pone en su camino, esperando hallar la luz en cada esquina, en calles y plazas, en la mar que aroma de algas y salitre la vida:




Somete la sinrazón a la duda.
Y regresa luego, despacio,
sin detenerte.


Es el juego de la existencia.

Et signa erunt.



Las señales que son, todas en una misma voz. Voz del tiempo y la memoria en la luminosa palabra, amorosa, solidaria y humana, por no ser ajena al dolor y las penurias del mundo. Una voz alarmada por los acontecimientos:




Ahí van los Señores de la Guerra.
Van bebiendo de sus acres sabores
en chamuscadas derrotas.

Y se lavan el honor y la honra
desde su condición ofídica.
tu abrazo inesperado.

Acontecimientos que pueden concretarse en uno, tal fue el 11-M, cuando dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York, con el resultado terrible de cientos y cientos de muertos, unos presos del fuego y otros de la desesperación al saltar desde las ventanas de los rascacielos al vacío. De nuevo la sangre y los cipreses como símbolos de la muerte, como verdaderos Jinetes del Apocalipsis. Todo parecía sucumbir, el mundo entero estaba en inminente peligro a causa de los fundamentalismos existentes, del terror sin más. Por ello la poeta se siente perdida en su soledad cotidiana, e impotente, no puede sino dolerse de todo cuanto sucede en el mundo, al pueblo americano, que es ahora también su pueblo y sus moradores sus hermanos. Ese amor fraternal anida en su corazón y en su pensamiento, no es ajena al dolor del “otro”, y de ahí que quiera reflejarlo en versos tales como:




Me está doliendo la herida
abierta del corazón
de la tierra,

la memoria brutalmente
detenida, el dolor
del silencio.



Me duele la sinrazón
de este tiempo inclemente,
las horas amputadas a la vida,
la angustia, el desamparo.

Y sentencia la poeta:




“Me duele este once de marzo, /
nacido desde el temblor de la Historia,
en los andenes de la cercana primavera”.

Así su mirada que es un abrazo fraterno al “otro”, al que muere y al que sufre, al que nunca más volverá a ser el mismo. Es la emoción trascendida, el corazón abierto para refugio del dolor lo que cuenta, por muchos que sean los cuerpos sepultados entre los escombros para mirar los cuerpos fantasmales, bañados de ceniza, alquitranados…Es esa mirada de poeta sabedor de su lugar en el mundo, de su canto y los silencios. En ese estar también acoge el verdadero significado de la amistad, tan enriquecedora, como legado del saber en el otro, aun distinto pero cercano en la propia concepción de un mundo afable. Por ello recuerda al poeta cordobés Vicente Núñez,seguramente asido a una copa de vino en su taberna de siempre, “El Tuta”, en la plaza Octogonal de la cordobesa Aguilar de la Frontera, y así lo cita como “voz alada en sentimiento”, y escribe estos versos correspondientes a “Poema último”:




Y al contacto
del lenguaje y de sus signos
navegamos —fieles, siempre—
por nuestra intensa memoria.


Acercados al misterio,
prolongamos el discurso
definitivo del ser último
que se atrevió a redimirnos,
inundado de atardeceres,
más allá de la partida.


No pierde ocasión Pilar Quirosapara mostrar su mediterraneidad como incansable navegante, sea por los múltiples vericuetos de la vida (“Navegábamos / por el sendero de la Historia”), porque en ese trance la Historia siempre “plena de signos y de infinitas sombras”,vislumbra el solar de la memoria y todo lo pretérito es trascendido a una realidad presente, y, a veces, también futura.

La segunda parte del libro se acoge al título Épsilon (Los ritos olvidados), precedida por una cita del poeta Jorge Guillén:





“Noche mucho más noche:
el amor ya es un hecho”.


De nuevo la noche como íntimo paisaje para el amor, en el que los silencios y las sombras, señalan la dirección del misterio y los asombros. Amor y Naturaleza en perfecta simbiosis (hojarasca de otoño, acantilado, altas copas de pinos, monte Athos…):




“Sólo las aguas, amor,
tratando de borrar el espejismo”.

 

El paisaje de lo vivido en amorosa entrega, desde la altura de una torre tal es el poema dedicado a Neus Bonet y titulado “Tour Eiffel”:




“En este espacio
último, París, en clave /
de hierro y de nostalgia. //


París es una urgencia
que nos convoca al deseo”.


Justamente épsilon es la quinta letra de las 24 que componen el alfabeto griego, y si nos atenemos a la numerología el 5 simboliza la libertad, siendo en la estructura del libro la parte central. En ella la melancolía o la nostalgia de la ausencia del padre:



Padre, sé que no estás,
pero te presiento,
en cada contraluz,
en el vuelo de los pájaros.


Y sé que vendrás
una noche, para siempre.



Quizá ahora, en no se sabe qué lugar, pero seguro la poeta se halle junto a él, liberada en ese espacio cósmico que tanto amaba. Los lugares amados están muy presentes, de ahí su rescate como en los poemas “En Formentor”, “Camino de Aurillac”, “Zona Cero”, “Amanecer en Valldemossa,pero también y como parte del paisaje las sombras, el ocaso, el horizonte que no es sino la palabra, esa luz que nos acoge y nos alimenta los días, como recoge el poema “Horizonte”,dedicado a su amiga bibliotecaria María José Rufete:




Jamás perece la luz
si navega la esperanza.


Nos llueve el silencio
y nos colma, voz de vida,
cuando nos abraza la palabra.


Ya en la tercera y última parte del libro, correspondiente a “Omega (Tempus fugit)”, representada por la última palabra del alfabeto griego, nos alumbra con en lo que pudiera ser su significado con una cita de Virgilio“Caelum hoc et conscia sidera testor”. La poeta viene a querer decirnos que el cielo y las estrellas son los testigos cómplices de un tiempo que nos pasará, de ahí su preocupación por el tiempo, la conciencia de su fugacidad, como lo es la propia vida. Por ello vuelve al viaje, a navegar por todos los mares posibles, a sabiendas que en ellos hallará naufragios y derrotas, pero en la esperanza que alcanzará el horizonte, y con ello, la tierra prometida, su propio universo. Ahonda en los significados y signos de la tradición clásica del mundo antiguo y es una guerrera más, una Ulises dispuesta a conquistar sus sueños:




Llueve intensamente,
y soy testigo
de una estirpe por llegar,
una leyenda negra
de mortandad y de oprobios,
cerca de los pueblos del mar.


El enemigo, su enemigo ahora es el tiempo:




“Enemigo mío, cruel tiempo,
pesadilla inmensa
generada por los lustros.
Jabalina letal
atravesando músculos y arena”.


Y piensa en regresar, pero ¿a qué mágico lugar, a qué ciudad, a qué playa o mar?; sí, el horizonte soñado todavía refulge en su memoria:



Amante y seductor de las estrellas
que todavía brillan en el horizonte,
cálido regreso a Medina Habu,
posible paraíso iluminado.

Más allá de la última playa,
más allá del Egeo,
la única salida posible.



El viaje, la partida hacia lugares desconocidos, no es sino sinónimo de sueño, de quimeras en la poesía de Pilar Quirosa, de tal manera que esa vital necesidad hace que piense y reflexione sobre la fugacidad del tiempo, por más que la esperanza de amar y ser amada sea el deseo que silencia ese tiempo de espera, ese cruel tiempo que se nos escapa presuroso. Alfa y omega, principio y fin, y un “Postrer gesto” que define la verdad poética de Pilar Quirosa cuando escribe, como colofón a este poemario los siguientes versos:


                                                      

Beso mi única bandera:
las sábanas que ocultan tu cuerpo.



Pilar Quirosa

MADRE LLUVIA © ALFONSO BERLANGA

MADRE LLUVIA


MEMORIA Y ELEMENTOS |


SOBRE “MADRE LLUVIA” DE 


JOSÉ ANTONIO SANTANO





El autor se acerca al último poemario de José Antonio Santano, desgranando su forma y su fondo, donde destacan la lluvia y la memoria.

© ALFONSO BERLANGA


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Una cita de José Ángel Valente, otra de Pablo García Baena y una más de Antonio Colinas, tres poetas muy presentes en su producción son el pórtico del último poemario de Santano. Como su propio título indica dos son los elementos protagonistas de esta obra, la madre y la lluvia. Dos referentes, emocionales y sentimentales que se engarzan en un mismo plano para sugerir justamente la indisolubilidad de ambos motivos poéticos y su perfecto hermanamiento. La madre, que lo fue todo para Santano y la lluvia, como elemento metafórico que le presta el tono nostálgico y evocador al libro. La madre está siempre presente y la lluvia acompaña ese tiempo de vida, pero también de dolor y tragedia que subsiste en todo el poemario. Y un verso marca el camino y puede servir de resumen de este libro: «la lluvia origen anega la memoria».


La lluvia, tantas veces referente de sentimientos y premoniciones –Monotonía de lluvia tras los cristales en Machado o Me moriré en París con aguacero en la voz de César Vallejo- es aquí una especie de  confidente y sirve como leitmotiv de la memoria del poeta, cuya única compañía es el sillón de orejeras en el que se sienta la madre, auténtica protagonista, que asiste como testigo mudo de un mundo triste, dolorido y silencioso que, marcado por la soledad, recita el autor a modo de letanía.


Santano se transporta de nuevo a su Iponuba natal para hacer un viaje iniciático guiado por la memoria al mundo cruel de la postguerra que tuvo que sufrir su madre, a quien va dedicado el libro, y cuyas secuelas tuvo también que soportar el poeta. Poesía comprometida, de alto contenido social, pero también extremadamente intimista, y con gran contención expresiva, introduce al lector


«En aquella postguerra

de impíos generales

y de obscenos tecnócratas»


Por encima de todo es el libro de la lluvia, la lluvia madre e inefable en multitud de formas y presencias.

En la que la madre, y el mismo poeta que recuerda la época de los hojaldres calientes, las meriendas de aceite y el queso a voz en grito, recuerdan como un estigma aquel amargo julio en la retina y los años derrota, como los llama Santano. Pero no se contenta con la mera visión poemática de un tiempo y una historia, sino que participa plenamente en las secuelas de estos y reivindica la memoria histórica de los perdedores en la contienda y la crueldad del exilio para muchos:


«…quien vendría con nosotros

una vez más

en peregrina promesa

a buscar los cadáveres

pero donde su búsqueda

¿en las cunetas

los olivos

en fosas ocultas

tal vez en secretos cementerios?…»

José Antonio Santano



Memoria que, lamentablemente, aún hoy muchas familias tienen que seguir reivindicando porque, después de tantos años, la herida sigue abierta y sólo se cerrará cuando todas las víctimas descansen en paz. Y el exilio, ese río proceloso que se llevó a miles de españoles en una travesía terrible y angustiosa, como la que tuvieron que soportar Antonio Machado y su madre camino de Colliure, y que, ante la incomprensión de muchos gobiernos y la generosidad de otros, llegaron a una tierra en la que durante muchos años vivieron con la retina puesta en la España de la que fueron expulsados.


Pero por encima de todo es el libro de la lluvia, la lluvia madre e inefable en multitud de formas y presencias. La lluvia personificada, la lluvia confidente, la lluvia que llama, la lluvia protectora o la lluvia de angustia. Es como si la lluvia que cae despertara la memoria del poeta y, una vez éste consciente de su poder, la transfigurara y la personificara para convertirse en la fiel acompañante y consejera del autor por un lado y en testigo presente y constante de la realidad que denuncia el poeta por otro. Así se aprecia desde el primer poema del libro:


«Nada enturbia la lluvia

que ahora cae sobre los párpados

de esta noche larga y ácida

que sube la escalera lentamente

y se refugia en la grisura

de un dolor antiguo

imperceptible a los ojos

tan lejano como ahora la lluvia

que escucha este viejo corazón…

La memoria

contenida en las entrañas las tuyas

madre lluvia…

la lluvia –tu lluvia-…

Allá donde la tierra madre

donde la madre lluvia»


Desde el punto de vista formal, los poemas se construyen por medio de una sucesión de versos, entre los que predomina el heptasílabo, que, a manera de letanía, tan del gusto del poeta, se engarzan como un poema río en una sucesión de imágenes del dolor y de la derrota que, en ocasiones, provocan la sorpresa del lector y que, sin duda, perfeccionan los logros conseguidos por el autor en anteriores libros. Así, en el poema I, transcrito anteriormente, se observa como la imagen de enturbiar la lluvia se encadena con su caída sobre los párpados, pero no humanos, sino, de la noche, que, a su vez, se encadena con otra imagen al suponer que ésta es ácida y que, personificada, puede subir las escaleras para, encadenándose a otra imagen, refugiarse en la grisura que, a su vez, se encadena en otra, de un dolor, para terminar de nuevo en la lluvia personificada que escucha.


En cuanto al léxico destaca, de acuerdo con el tono de denuncia y compromiso del texto, el léxico del dolor, de la angustia y el miedo y, sobre todo, la muerte que acecha y se ejecuta por los verdugos vencedores. Así el texto está lleno de cadáveres, cementerios o camposantos, muertos, huesos y osarios, verdugos, homicida, genocidio, gatillo, disparo o podredumbre. Pero en lo que Santano sigue fiel a su estilo es en el uso de la adjetivación: adjetivo antepuesto casi siempre cuando es único y cuya significación es más contundente que la del sustantivo al que acompaña y pospuesto cuando se trata de una doble adjetivación: sedosos abrazos; inmensa lágrima; verdosa mirada; impíos generales; metálicos sonidos; amargo julio; pérfida paz…  y, sin embargo, instante mágico y misterioso; estirpe eterna y sabia; cuerpo inerte y pálido; cabellos ondulados y negrísimos…


Madre lluvia pone un broche de oro a la producción del autor y significa un paso definitivo en su trayectoria poética


En suma, un libro que, de momento, pone un broche de oro a la producción del autor y significa un paso definitivo en su trayectoria poética y que, sin duda, se encuentra entre los más valiosos del poeta. Un libro, además, que cuenta con la permanente presencia de la madre, tan importante en la vida del poeta y que conlleva la parte más emocional del poemario para contrastar con la preocupación social que respira. Esa permanente presencia de la madre para marcar los diferentes estados de ánimo del poeta y construir a partir de los lazos emocionales nuestra memoria colectiva es uno de los grandes logros de esta obra y una originalísima manera de acercarse al tema.


Madre lluvia. José Antonio Santano. 

Olifante Ediciones, Tarazona (Zaragoza). 76 páginas, 15 €.




EL AUTOR ALFONSO BERLANGA REYES


ALFONSO BERLANGA REYES
Alfonso Berlanga Reyes

ALFONSO BERLANGA REYES nació en Málaga, pasó su infancia y adolescencia en Aguilar de la Frontera (Córdoba) y, tras muchos años de residir en Madrid, está asentado en Almería, en cuya ciudad comenzó ejerciendo como Catedrático de Instituto de Literatura y luego en El Tiemblo (Ávila), Alcalá de Henares (Madrid) y Madrid.  Realizó sus estudios universitarios entre Granada y Madrid, en cuya Universidad Complutense se licencia con Premio Extraordinario en Filología Románica.  Ha sido Agregado cultural en la Embajada de España en Suiza, Consejero de Educación en la de Portugal y Director general del Gobierno de España. Así mismo, ha desempeñado varios puestos de dirección en el Ministerio de Educación español. Entre sus publicaciones  destacan una «Historia de la literatura española a través de los textos»(Ed. Akal) en 4 volúmenes y un estudio crítico sobre «Poesía tradicional. Lírica y Romanero» (Ed. Alce), un análisis sobre “Literatura andaluza. Contribución al estudio de una realidad cultural a través de los siglos” en “Los andaluces” (Ed. Istmo, 1980), obra que, además, coordinó y ha coordinado junto a José Antonio Santano, una “Antología de poesía iberoamericana actual” (Ed. ExLibric, 2018). Ha publicado poemas en diversas Antologías y Revistas (“Ciudad celeste” (antología homenaje a Valente), “Más allá del sur” (poetas desde Almería), “Por ocho centurias” (en conmemoración del VIII centenario de la Universidad de Salamanca), entre otras.  Ha publicado los poemarios “Son aymara” (Ed. Alhulia, 2016) dedicado a La Paz, su vida y sus costumbres; “La casa de la Almedina” (Ed. Alhulia, 2017), una recreación estética y sentimental de Almería; “Luz y cal” (Ed. Alhulia, 2019), una reflexión sobre la alegría y el dolor de vivir, y tiene en prensa “Y todo fue mujer”, una visión estética sobre la mujer y su reivindicación.




Madre lluvia de José Antonio Santano. 
Editorial Olifante. Zaragoza 2021.

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