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La fuga del maestro Tartini. Salón de lectura.



LA FUGA DEL MAESTRO TARTINI


                        No es fácil hallar, en los tiempos que corren, una obra literaria tan cargada de sabiduría y oficio, de tan extraordinaria creatividad como la concebida por el escritor madrileño Ernesto Pérez Zúñiga con “La fuga del maestro Tartini”. En esta novela, tan bien documentada como escrita, Pérez Zúñiga ha sabido reunir todos los elementos necesarios para plasmar no solo una historia y una trama admirable, sino algo a mi parecer mucho más importante, cual es el hecho de aguijonear, provocar e incitar al lector a entregarse al texto en cuerpo y alma desde la primera página, como si en ello le fuera la vida. En ella hallamos multiplicidad de matices que uniéndolos o interrelacionándolos –historia, aventura, voces narrativas, lenguaje, conocimiento, humanismo, etc- consiguen mantener la curiosidad y la intensidad lectora hasta el final del texto. Pérez Zúñiga, por tanto, no solo nos brinda la oportunidad de conocer la vida del excelente y desconocido músico del siglo XVIII Giuseppe Tartini, a través de una estructura narrativa sólida y fluida en su construcción lingüística, con la alternancia de dos voces narrativas y una exquisita prosa, sino que además nos adentra en la sociedad de la época, en sus vicios y virtudes y nos hace cómplices de los sentimientos y la pasión creadora de Tartini, de su sentido de la libertad o la amistad, del bien y del mal en ese vital encuentro con el diablo en un sueño de eternidad y que servirá para seguir sus dictados hasta componer la célebre Sonata del Diablo, conocida también como “El trino del Diablo”. Estética y ética se dan la mano en esta magnífica novela, y recorren los caminos y las ciudades (Venecia, Ancona, Pirano, Capodistria, Venecia, Praga y Padua), y nos muestran las miserias del hombre y la pasión creadora como razón de ser primera y última. Todo se entrelaza y funde en este inolvidable texto, en el que no podemos olvidar el latido feroz en la búsqueda siempre de la belleza a través de los sonidos, de la música en su estado puro. Ni el dolor insoportable de su brazo  le restará fuerza a Tartini para escribir, en sus últimos días, su biografía: «Será porque después de varias décadas suena nítida la sonata que compuse en Ancona, también después de un sueño. Serán estas causas las que me determinan a dejar por escrito los hechos de mi vida antes de que se nublen definitivamente y los arrastre una última tormenta». También hallamos al Tartini inconformista, que se enfrenta al poder: «Repugna ver tanta felicidad humillada ante el poder. Siempre lo he detestado, lo prueban cuantas invitaciones he rechazado para ser músico de corte. Si tenía que tocar ante alguien, he preferido hacerlo ante el Dios de la Basílica». Tartini no solo es un genio, un virtuoso del violín, un creador nato, sino un hombre, un ser humano que siente y, sobre todo, ama la libertad: «La estancia, situada en lo más alto del edificio, apenas tendría diez metros cuadrados […]. En esas dimensiones sentía la dicha de la libertad por primera vez en mi vida. Por primera vez, atesoraba el tiempo, el tiempo azul del ventanuco». La música será, después de haber empuñado la espada y conocer la vida monacal, su salvación, gracias a su amigo Vandini, su única pasión, su vida entera: «Antes de Praga, amaba la música en mí; después, aprendí a amar la música en los demás. Esto influyó en mi admiración por la voz humana, que hoy considero el fenómeno musical por excelencia y al que he dedicado mis últimas composiciones». Tartini –el músico y el hombre- es ya otredad, vive en los demás de tal manera que llega a afirmar: «La música más hermosa está en el ser humano, no necesitas mirar a otra parte, Giuseppe Tartini, infierno o cielo, ningún lugar eterno; nada es tan poderoso como nuestra fragilidad; en ningún lugar hay mayor intensidad concentrada; y se hace mucho más grandiosa cuando somos generosos que cuando tratamos de desahogar nuestra desesperación». Ocupa un lugar destacado en Tartini, el sentido de la amistad: «Aquel Vandini de treinta años ya nunca dejó de acompañarme. Él es el mejor violonchelista que haya conocido el mundo», incluso aquella nacida del desencuentro y la rivalidad, caso de Veracini:«Hablamos como antiguos compañeros de las orquestas de Praga y ambos nos reímos de aquella rivalidades a las que hoy no encontrábamos sentido. Brindamos por la serenidad de la madurez y por la autenticidad de la música, el único estandarte que vale la pena levantar». No menos importante es para el personaje principal de esta novela la naturaleza: «En la naturaleza encontré la medida de mi renuncia y una profunda libertad». Tartini camina por la plaza San Marcos, en esa búsqueda por la belleza de sus atardeceres.
En su cabeza remolinean las palabras:«Los intervalos musicales se corresponden con las pasiones humanas. El modo mayor, ya se sabe, transmite fuerza, alegría, ardor; el menor, dulzura, languidez, melancolía. La semilla de las pasiones está en todos los hombres. Las diferencias las establecen la educación y las costumbres». Pero sobre todo, Tartini es hombre solidario y generoso con los desfavorecidos, y por esta y muchas razones más se pregunta: ¿Hay mayor dicha que poder compartir día a día los pequeños naufragios de la vida, la conversación, el vino, los amores, los conflictos, los rencores, la risa, la música, con alguien con quien uno tiene extrema confianza, una lealtad que dura más que el amor, un amor que suena en un tono menor pero alcanza las costas más lejanas, no se queda en el camino? Estoy seguro de ello, aunque sea este un tiempo de adoración al dios dinero. Mas nuestro personaje es hombre, y como hombre, mortal: «La pluma de Burney vuelve al tintero y después escribe, suena sobre el papel: La belleza de la música nos salva de la muerte. Se detiene sobre la línea que ha escrito. Tacha: salva. Sobrescribe: alivia». Y, ciertamente a Tartini nadie pudo librarlo de la muerte, y por eso, aún después de su muerte, nos hacemos eco de sus palabras: «Solamente un poquito más de música, por favor, su vuelo desde el aire al oído, desde el oído hacia la alegría interna, hacia el agradecido asombro, solamente un poco más de música». A lo que cabría añadir, respecto a la creación literaria: un poco más de buena literatura, la de esta novela sin fin y de las que están por venir de la pluma de Ernesto Pérez Zúñiga, sin duda una voz sobresaliente en el panorama de las letras españolas.

Título: La fuga del maestro Tartini
            Autor:Ernesto Pérez Zúñiga 
            Edita: Alianza (Madrid, 2013)

Literatura egódica. Salón de lectura



LITERATURA EGÓDICA


Escribe el poeta Eduardo García en su reciente libro de aforismos “Las islas sumergidas”: «Un extraño se embosca en el espejo. Sangre de tu sangre, tu enemigo», lo que viene a colación respecto al profundo y extraordinario estudio realizado por el también poeta, escritor y crítico Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970), con el título “Literatura egódica. El sujeto narrativo a través del espejo”, publicado en la colección “Libros del Meridiano” y editado por la Universidad de Valladolid. El espejo, pues, o mejor dicho, su presencia, ha sido notable en las obras literarias de todos los tiempos, desde la antigüedad hasta nuestros días, aunque quizá su uso sea más prolífico en la actualidad. El espejo tomado en sus diferentes significados o representaciones: de la identidad, la belleza, el tiempo, el sueño, la otredad, el miedo o el esperpento, tal y como se indica en el prefacio del libro. Mora entiende por literatura egódica, «aquella literatura del ego excesivo, sobredimensionado o hinchado, cuya manifestación antonomástica sería la autoficción, pero que en sentido amplio engloba aquellas formas narrativas o poéticas donde la identidad es uno de los temas fundamentales (u obsesivos) del texto», si bien de entre todos los géneros literarios, elige en exclusiva novelas y libros de relatos. El libro está estructurado en cuatro bloques fundamentales: Introducción, subdividida en los apartados “Espejos y fracturas” (El problema de mirarse al espejo y El espejo y la poética del resquebrajamiento) y La narrativa española reciente: breves notas de aproximación, en la cual se contemplan las características de la narrativa posmoderna española (la publicada en España en cualesquiera de las lenguas oficiales, aparecida durante el capitalismo tardío -1978- y con rasgos tales como la identidad múltiple y autocrítica del sujeto narrador o del protagonista), bloque que, sucintamente, viene a establecer el marco teórico e histórico. Tras éste, se entrará de lleno en el segundo de los bloques y tema de fondo de este trabajo ensayístico, cual es, “La construcción y/o destrucción subjetiva a través del motivo del espejo”, desde el punto de vista del espejo y su “Construcción identitaria” y la “Construcción del relato narrativo mediante el uso del espejo”. Un tercer bloque trata “El tema del doble y las formas de otredad y notredad en narrativa contemporánea en su relación con el motivo del espejo”, para el cual toma como modelos diferentes obras, entre ellas, la novela Laura y Julio, de Juan José Millás o el relato “Los invasores”, de Eloy Tizón; la novela “Detrás del hielo”, de Marcos Ordóñez, aunque son muchas más las referencias a los diferentes aspectos tratados en este apartado. Un cuarto bloque trata las “Conclusiones” de este ensayo, y que de forma resumida podrían concretarse en: el “giro intimista”, referido al narcisismo narrativo y la autoficción (el yo como único universo), el auge del microrrelato, en el que la cuestión identitaria y el espejo destacan, la influencia de la obra de Jorge Luis Borges, la naturaleza del doble espejo –relación fidelidad y disparidad-, la potencialidad del espejo como “puerta simbólica” –dobles a través del espejo-, el doble virtual o digital del escritor, y, por último, reescritura ficcional a partir de la potencialidad del espejo para explicar la disolución del sujeto (“todo proceso de escritura es una ficcionalización, no ya en los discursos literarios más supuestamente “evasivos”, como la novela, sino incluso en aquellos en los cuales el nivel de impregnación identitaria debería ser mayor, como la autobiografía”). Afirma, finalmente, Mora: «El espejo se constituía, se constituye para todos, en la vía perfecta de escape. Toda esa lenta construcción de la personalidad halla en su seno el lugar pefecto donde aparecer. El espejo es la pantalla en la que proyectamos la mentira que durante años hemos filmando para él». “Literatura egódica” se constituye, pues, en un texto imprescindible para conocer el “yo” narrativo a través del espejo, un ensayo literario de alto vuelo. 

Título: Literatura egódica.
El sujeto narrativo a través del espejo.
Autor: Vicente Luis Mora
Edita: Ediciones Universidad de Valladolid, 2013
(Col. Libros del Meridiano)

Ficción perpetua. Salón de lectura


Libro de libros podríamos definir a Ficción perpetua, del escritor y académico José María Merino. Con una cuidada edición y en la colección Cristal de cuarzo, dirigida por Fernando Valls, Menoscuarto nos proporciona, una vez más, la posibilidad de disfrutar de un ensayo literario de extraordinario valor, en el que la observancia de la realidad literaria actual, junto al estudio de las obras esenciales y la opinión sobre otras cuestiones, tales como la enseñanza de la lengua y la literatura, a través de las conferencias pronunciadas por su autor, alientan su lectura.Ficción perpetua es un ensayo literario de hondo calado, consecuencia no sólo por la atenta mirada del gran escritor contemporáneo que es su autor, sino, y esto sea quizá lo más importante, por el ávido y exigente lector que demuestra ser, razón de peso esta si tenemos en cuenta que late en todas y cada una de sus páginas la curiosidad y el continuo deseo de saber a través de los libros, persuadiéndonos así de la importancia del libro –de la lectura- en la vida de los seres humanos.
Aunque a José María Merino (La Coruña, 1941) se le conoce más por su faceta de escritor de cuentos, relatos o novelas, este libro viene a revelarnos que también Merino es un excelente ensayista, capaz de hipnotizarnos con sus profundas reflexiones sobre todo lo relacionado con el libro, la lengua y la literatura, y más concretamente sobre el cuento como género literario marginal.
Divide José María Merino Ficción perpetua en dos bloques temáticas o partes fundamentales. En la primera, titulada “En el país de todos los libros”, reproduce textos de las charlas o conferencias llevadas a cabo a lo largo de dos décadas. Del contenido de esta primera parte destacaría artículos tales como “Diez jornadas en la isla”, donde Merino náufrago recupera algunos de los libros más importantes en su vida (diccionarios y enciclopedias, Heidi, El Quijote; la poesía de Bécquer, Rosalía de Castro, Darío, A. Machado, Rojo y Negro, , etc.); “Una identidad desatada”, que plantea el problema de la lengua española: empobrecimiento léxico, ensimismamiento en las particularidades regionales, el alejamiento de las nuevas generaciones de la palabra escrita en los libros –idea del libro como instrumento arcaico-, “El cuento de contar”, que pone el acento en la importancia de la literatura oral, “Los límites de la ficción”, (metaliteratura, la ficción en la ficción, metaliteratura y realidad), “Las miradas de la invención novelesca”, “Tres reflexiones quijotescas”, en el que explica la razón del éxito de El Quijote, que considera un clásico «porque a los lectores contemporáneos nos siguen interesando y conmoviendo las aventuras desastrosas de sus personajes, y dándonos ejemplo de lo que es vivir y lo que es soñar», o, “Cinco reflexiones sobre la lectura”, texto con el que Merino, a partir de su propia experiencia y vivencias nos acerca al universo mágico de la palabra escrita; en ella hallamos razones y sensaciones, porque la lectura es un viaje hacia mundos desconocidos y misteriosos. De ahí que se afirme: «Los libros mueren cuando ya no encuentran en el lector el eco de una emoción directa en los estético y en lo vital», o, a modo de conclusión: «Muchos creen, todavía en la falacia aristotélica, que solo en la Historia está el archivo seguro de nuestras circunstancias, pero el más certero registro de lo que caracteriza a la especie humana, donde verdaderamente se encuentra la historia de nuestro corazón a lo largo de los milenios, es en la literatura, constituida desde la capacidad simbólica que nos identifica. Leer nos da acceso al gran espacio de la imaginación reveladora: el país de lo que somos, el territorio de lo que sentimos».

La segunda parte, “De autores y ficciones”, contiene artículos publicados en diversas revistas literarias, en los que trata unas veces la obra de autores clásicos (Dikens, Maupassant, Potocki, Menéndez Pelayo, Chéjov, Unamuno…) o sobre la narrativa actual española. En cada uno de estos artículos hallará el lector algunas de las claves que han hecho que obra y autor estén en un lugar destacado de la literatura universal. Ficción perpetua viene a ocupar el lugar que merece dentro del género ensayístico y José María Merino, su autor, nos devuelve la esperanza en la literatura como fuente inagotable de vida.


Título: Ficción perpetua
Autor: José María Merino
Edita: Menoscuarto (Palencia, 2014)

El tren de la lluvia. Martín Torregrosa

EL TREN DE LA LLUVIA


Si la actual crisis económica está planteando el debate sobre nueva formas de estado, de transformación de una sociedad que ha basado sus gobiernos en la corrupción y el abuso de poder, en el ámbito de la literatura, y más concretamente de la poesía, aquella ha actuado como revulsivo y alegra saber que se vuelve a plantear la necesidad de «lo social», del «ser» y «estar» del poeta-hombre, de avivar el fuego de la palabra para soñar la utopía, esa misma palabra que hallamos en «El tren de la lluvia», acertado y oportuno poemario del almeriense Martín Torregrosa, en el cual el hombre vuelve a ser el centro, de tal manera que un nuevo «renacer» campa por sus páginas, revelándonos lo que nunca debió ser ocultado.


Ya desde el inicio, en el prólogo, Daniel Rodríguez se pregunta: «¿Cuándo dejó de ser necesaria la poesía con conciencia social?», para afirmar a continuación que: «La poesía, si no es social, ni es poesía ni tiene sentido alguno», si bien la clave habría que buscarla en la cita de Unamuno: «El escritor sólo puede interesar a la humanidad cuando en sus obras se interesa por la humanidad». Esta y no otra es la razón de ser, la que el poeta esgrime como única verdad, porque la poesía es un continuo viaje y el tren, en esta ocasión, su símbolo, y el poeta su pasajero. Muchos y variados serán los paisajes, también el paisanaje y de unos y otros aprenderá lo mejor de cada uno. La importancia de este viaje está en la palabra, aquella que trasciende y se interioriza hasta conquistar de nuevo el universo perdido, la tierra madre, el mar de siempre. Curiosamente, para el poeta «Los trenes parten siempre del sur», y van siempre hacia el norte. Hay un cierto aroma machadiano en los versos de Torregrosa cuando habla de esas «viejas maletas» que le recuerdan a sus antepasados :«Mis antepasados viajaron de su mano, / inventaron los viajes con estrellas / y dieron por fortuna la nostalgia / de viajar en un tren de mercancías», pero también nos alerta el poeta del dolor de la soledad en la gare (estación): «La gare era un hervidero de maletas y gente, / un ir y venir a la cantina, pasajeros en espera, todos con bufanda…Eran los desplazados que decían adiós a la temporada. / Los italianos esperaban los trenes que venían de Genève y Lausanne, / los españoles los que llegaban de Sierre y Sion con destino a Genève», de la realidad de unos seres forzados a emigrar para ganar el pan de cada día (ahora usan el eufemismo “movilidad laboral”); el poeta observa, desde su particular atalaya la vida misma: «Sentado en el andén / veo la vida pasar, / las promesas incumplidas, / la ilusión, los empeños, / todo cuanto corrí / desandado lo veo». Precede a la segunda parte del libro, que Martín Torregrosa titula «Al tacto con la tierra», una cita de Pablo Neruda, y que es, en sí misma, otra declaración de principios: «Quiero que a la salida de fábricas y minas / esté mi poesía adherida a la tierra / al aire, a la victoria del hombre maltratado». La voz del poeta se transforma en otra voz de solidaria humanidad, que busca en el hombre la primera y última razón de la existencia; el “yo” desaparece para convertirse en el “otro” y expresa así la emoción de sentir por y para los demás, de vivir en los demás: «Lloro, lloro como lloran las madres / que golpean la tierra de rodillas en las morgues. / Irremediablemente lloro por los niños caídos, / y lloro por la aurora que no ha de devolver / la sonrisa inocente». La humanidad de su pensamiento se engrandece en estos versos: «Rezar de poco sirve –ha servido de poco, de nada-, / cuando cruza una bala la luz del horizonte / y el eco del disparo silencia en la estampida / el vuelo de los sueños». Su particular manera de entender la religión se muestra en el poema titulado “Padre nuestro”, en el que pide perdón por su ateísmo y de “querer arreglar el mundo a su manera”. En esta segunda parte destacan también los poemas “Preguntas al río Sava en Jasenovac”, “La luz de la memoria”, “La sombra que nos cubre” o “Rosas Mustias”. En la tercera parte, titulada «Complicidad en el gesto», muestra su oficio de poeta con los poemas “Invitación” y “Oliviero”, que nos recuerda la elegía de Miguel Hernández a su “compañero del alma” Ramón Sijé. Concluye Martín Torregrosa el libro con un epílogo titulado “Polifonía de despedida”, en el cual se reafirma en su poética existencialista, donde la forma y el fondo son un solo corpus, una misma luz, la vida que alienta el humanismo del poeta que es Martín Torregrosa.

Título: El tren de la lluvia
Autor: Martin Torregrosa
Edita: Renacimiento (Sevilla, 2014)

Siete poetas árabes en España. Salón de lectura

SALÓN DE LECTURA.-  Por José Antonio Santano




SIETE POETAS ÁRABES EN ESPAÑA
Hijos de la Travesía


Llegaba días atrás a mis manos la antología «Siete poetas árabes actuales en España. Hijos de la Travesía», edición del también poeta malagueño José Sarria. La poesía árabe siempre ha tenido una excelente acogida en Andalucía. La influencia de la cultura árabe en estas tierras sureñas viene de antiguo, y tal vez sea esta una consecuencia directa, a priori, de un entendimiento y sentimiento compartido. La poesía como patria única y verdadera. La poesía árabe, desde las Mu’allaqat o Mufaddaliyat hasta la más reciente, como la que presentamos en esta reseña, viene a confirmar la existencia de lo que podría denominarse «hermanamiento» con la cultura andaluza, y más particularmente, con su poética. Grandes han sido los poetas árabes contemporáneos ya desaparecidos (Jalil Gibran, Al-Sayyab, al-Malaika, Nizar Qabbani, Maj,id Darwish, entre otros) o actuales como Ali Ahmad Said Ester «Adonis», Tahar Ben Jelloun, Barghouti o Saadi Yusuf. Pero no podemos perder de vista que, por fortuna, existen hoy, herederos de esa tradición poética árabe, otros nombres, y con ellos otros universos. Como bien dice José Sarria en las primeras páginas del libro: «La poesía árabe no se concibe como ornato o complemento, sino como parte indisoluble de la vida, de la existencia». Y ciertamente, cuando nos acercamos a la poesía de cada uno de estos siete poetas árabes: Talat Shani (Egipto), Mohamad Osman (Siria), Malak Mustafa (Siria), Muhsin Al-Ramli (Irak) Abdul Hadi Sadoun (Irak), Ahmad Yamani (Egipto) y Khalid Kaki (Irak), hallamos esa concreción de la palabra, el pensamiento trascendido de la meditación, los aromas y los colores de las cosas sencillas, la frescura del verso inmerso en los silencios de la vida. Si a ello, añadimos que los siete poetas mencionados tienen en común su residencia en España, se acrecienta el interés por ser todos representantes de la escritura del exilio.
Interesa significar algunas de las características poéticas de este heterogéneo grupo de poetas árabes. La primera –afirma Sarria- es «la utilización de la poesía libre, rayando con el verso en prosa»; otras, «la simbiosis entre tradición y cuidado del lenguaje, diligencia por la palabra exacta» achacable a que la mayoría de ellos ejercen como traductores; existencia de «una gran preocupación social», así como la generación de una «poesía de la búsqueda”, en cuanto a la identidad personal como de pueblo, consecuencia de la condición de exilados de estos poetas.
Para reproducir aquí algunos de los versos de estos siete poetas árabes sería necesario un espacio del que no disponemos. Sin embargo, alentamos a la lectura de esta antología que nos aproxima mucho y bien a cada uno de estos poetas. Los versos comprometidos de Talat Shani (¿Acaso el mártir se desangra / para que el traidor entregue las espadas al enemigo?), el amor en la poesía de Mohamad Osman (El amor es para mí un árbol / en las entrañas. / El beso es / sangría de la aorta sobre los labios), o la identidad, el desarraigo en los poemas de Malak Mustafa (El desarraigo era mayor que la nostalgia / hacia ti, hacia mi madre), la búsqueda continua de la libertad en los versos de Muhsin Al-Ramli (He venido a Granada / buscando a Lorca. / Tal vez… / para que escribiera sobre los asesinados de mi familia. / Pero… le encontré asesinado), la mirada profunda del poeta iraquí Abdul Hadi Sadoun ( Y es la ciudad ahora / una línea torcida en mis manos / un callejero de desilusiones), el nacimiento de una nueva forma de expresión poética en la voz de Ahmad Yamani ( Cerraron bien el lugar / y arrojaron las llaves al estómago del sepulturero. / ¿Por qué nos abandonáis en las afueras de la ciudad?) y por último, la palabra nostálgica, evocadora de las pérdidas, del poeta Khalid Kaki ( En una noche de tormenta, / el delgado ciprés, / herido de recuerdos, / cayó fulminado por un relámpago). Siete poetas árabes que nos devuelven la esperanza en la poesía, en la esencialidad de la palabra.


Título: Siete poetas árabes actuales en España. Hijos de la travesía.
Autor: Ed. José Sarria
Edita: Verbum (Madrid, 2013

Adriático. Salón de lectura



Mucho y bien se ha escrito sobre la ciudad de Venecia: Petrarca, Goethe, Dickens, Mann, Hemingway, Proust, Gauthier, James, etc. Ni escritores ni pintores se han resistido a su belleza, a su misterio, a su magia. La ciudad de los canales y los palacios, de las placetas recoletas, de las iglesias, la música, el cine o los carnavales. Venecia, la ciudad donde el tiempo parece haberse detenido, donde los sueños flotan igual que los vaporettos o las negras góndolas sobre el Adriático. Brodsky dejó escrito:«Al rozar el agua, esta ciudad mejora la imagen del tiempo, embellece el futuro. Ése es el papel de esta ciudad en el universo». ¡Cuánta verdad le asiste al poeta ruso! Venecia es un universo a descubrir en cada esquina, en cada puente, en la amplitud de San Marcos o en las recónditas plazuelas, en la estrechez de sus calles o el silencio de la noche. Rilke tampoco pudo resistirse a su belleza y dijo de ella: «Pues lo bello no es más que ese grado de lo terrible que aún podemos soportar. Todo ángel es terrible». Y algo de todo esto le ocurre a la autora de la novela Adriático, Eva Díaz Pérez, recientemente galardonada con el Premio Andalucía de la Crítica 2014. En esta narración confluyen el espacio, el tiempo, los tópicos atópicos, los silencios, pero sobre todo la mirada de su autora. Una mirada profunda, que llega hasta el mismo fondo de la laguna, que bucea en la condición del ser humano a través de los objetos que se abisman lentamente y quedan atrapados en el tiempo. Eva Díaz nos cuenta la historia de la saga Brunelleschi, encarnada en el último del linaje, el profesor Vittorio Brunelleschi, que tendrá como misión fundamental inventariar o catalogar los objetos o enseres extraídos de la laguna de Venecia. Con un lenguaje pulcro y de una gran belleza, llegando a veces al puro lirismo tras una prosa poética extraordinaria, Eva Díaz nos sugiere y nos descubre un universo escondido y secreto, hilado con gran maestría y oficio. 

  1. Título: Adriático
  2. Autor: Eva Díaz Pérez
  3. Edita: Fundación José Manuel Lara 
  4. (Sevilla, 2013)

Estructurada la novela en capítulos, su autora, va desgranando la historia de Vittorio Brunelleschi, de su fantasmal familia, que aún habita el Palazzo del Aire: Desde luego es una Venecia que no aparece en los mapas ni en los grabados que cuelgan de las paredes de viejos y silenciosos museos. En esta Venecia submarina las corrientes lagunares provocan en las casas un ruido de oleaje que llega distorsionado y que al subir hasta las estancias más altas sugiere una conversación de fantasmas. Acompañará a Vittorio, en este devenir narrativo, Pietro, un viejo enjuto, que dice haber sido «buzo, pulidor de espejos, pescador, recadero, cazador de ratas venecianas y hasta figurante en una película de Visconti». Cada objeto naufragado comportará una historia distinta y así, lo considerado baladí adquiere importancia y significado. Esta sucesión de narraciones independientes, pero integradas en el conjunto textual, están enlazadas por el mismo hilo conductor: los vientos. El siroco como evocación de un tiempo pretérito, incluso con cierto halo de Clarin: «Vittorio admira el paisaje calmo de Venecia que parece dormir la siesta»; el bora, frío y seco, que le recuerda la hermosa ciudad de Trieste, del pasado familiar:«El pasado de todos los que le habían precedido se incorporó a su existencia sin que él tuviera algo que ver. Era como si cargara con los pecados familiares acumulados durante siglos; y por último, el maestral, como símbolo del presente, de la realidad vivida, del reencuentro con la verdadera Venecia: «Una Venecia frágil, húmeda, de un verde viscoso y piedras en cuyas grietas se congelaba el agua. Venecia herida, pero eterna..Una Venecia para los venecianos». 


Ahora se imponen la realidad: las basuras de la laguna, los objetos naufragados, el anonimato, la magia, la recreación de lo acontecido, la caza de ratas venecianas, y todo con un lenguaje medido, pulcro y poético. Adriáticoes la imagen de una Venecia atrapada en el pasado, pero viva aún: «Trieste esta ahora dentro de Venecia y ambas a la vez dentro del rumor de un recuerdo adriático. Es él mismo, una corriente de aire que vuelve al mismo lugar después de un largo recorrido: la vida». Así es esta novela.

La historia rescatada. Salón de lectura


Título: Bandoleros, piratas y hugonotes
Autor: Joan Reglá
Urgoiti Editores
Hace unos meses, y en esta misma sección, me ocupaba del libro «Los judíos de España. Estudios históricos, políticos y literarios», del polígrafo baenense José Amador de los Ríos, con excelente estudio preliminar de Nitai Shinan y al cuidado de Urgoiti Editores. En esta ocasión, dos nuevos títulos de Urgoiti Editores son protagonistas de este Salón de Lectura. Dos nuevas reediciones que vienen a confirmar la extraordinaria trayectoria de este sello editorial y que recuperan o rescatan textos historiográficos imprescindibles para entender el devenir o desarrollo posterior de la sociedad española. El primero de ellos es una obra publicada originariamente en Barcelona por la Editorial Selecta, en 1969, con el título «Bandolers, pirates i hogonots a la Catalunya del segle XVI», de Joan Reglá (1917-1973), historiador catalán, que este libro llega a plantear los problemas fundamentales del reinado de Felipe II y, por ende, de la España del siglo XVI, aportando así nuevos elementos de análisis y una visión distinta, al menos, de la propia historia de Cataluña, lo que incidirá, lógicamente, en el posterior desarrollo de la España de los Austrias.


El prólogo a esta reedición de «Bandoleros, piratas y hogonotes», corre a cargo del profesor emérito de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona, Pere Molas, quien nos acerca a la vida de Joan Reglá, y, expresamente a las claves de esta obra, que no es sino una edición reformada y actualizada del libro «Felip II i Catalunya», publicado por Reglá en 1958. Es justo destacar de esta obra, además de sus aportaciones a la historia de Cataluña del siglo XVI, su fácil lectura, hecho que hará que los aficionados a la historiografía encuentren en esta obra un motivo más para no cesar en su conocimiento.



Título: Las constituyentes de la República española
Autor: Miguel Morayta
Urgoiti Editores
El segundo de los libros objeto de este comentario se publicó originariamente en París, por Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas en 1907 y con el mismo título de ahora: «Las constituyentes de la República española»; su autor, Miguel Morayta (1834-1917), histórico líder del republicanismo español del XIX, periodista, historiador y Gran Maestre del Gran Oriente Español.

Un extenso prólogo del profesor de Historia del pensamiento y movimientos sociales y políticos de la Universidad Complutense, Jorge Vilches, nos inicia en el conocimiento biográfico de Morayta y, cómo no, de esta obra. Para ello, el profesor Vilches analiza la vida política de la época, en esa concepción o idea de «la tradición de los hombres frente a la tradición de la Corona» y que tanto calaría en el propio Morayta. Testigo de los hechos más destacados de la historia del republicanismo español, en consecuencia del conocimiento de Las constituyentes de la República española, de la I República de 1873. Morayta dejó escrito en 1907: «Por el poder pasaron, y ellos, que ocuparon los más altos puestos de la nación; que hicieron nombramientos, contratas y empréstitos y que solucionaron expedientes, volvieron a la oposición tan pobres como en el gobierno entraron; ni uno solo se lucró valiéndose de sus cargos: Figueras, Cautelar, Pi y Margall, como todos los demás menos notados, no dejaron al morir ni lo bastante para pagar un entierro modesto». Todo lo contrario a estos tiempos de continuada y deplorable corrupción política. Dos libros, pues, que Urgoiti Ediciones recupera para deleite de los lectores, y con los cuales, afortunadamente, la historia se rescata del olvido.

El escritor que mató a Hitler. Javier Ruiz Portella


París es la ciudad de destino y la trastienda de un viejo anticuario el lugar donde se hallan unos papeles únicos: el manuscrito de Alexander von Hunterbrand, el abuelo de Ilona. Corre el año 2047, pero la historia que se cuenta en esta novela de Javier Ruiz Portella, «El escritor que mató a Hitler», se inicia en Niza, el 22 de junio de 1931, en la Villa Kérylos. La poesía late en las primeras páginas de esta historia, en el encuentro con la mar: «Con la mar, que se abre poderosa, frente a frente. Inmortal, ella. Y mortal, yo. La mar y esa sed de abismos que a uno le embarga. La mar y toda su pujanza de vida…». Dos voces, dos discursos narrativos que se entremezclan, el futuro y el pasado como claves de la narración, que nos advierten de los peligros que representan uno y otro: el silencio –el pasado- y el adormecimiento, el letargo continuo –el futuro. La historia de Hitler y el nazismo que recorre Europa y la nueva sociedad emergente y vigilada que representa el presente-futuro del año 2048. Ambos espacios viven la intensidad narradora de su autor, se complementan, se metamorfosean. El presente-futuro es el Ojo Igualitario y Sanitario que controla a la gente, un lugar donde habitan los fálicos (varones) y las abiertas (mujeres), existen interfollódromos comunitarios («Centros Cívicos que con el fin de fomentar el ocio, la diversión y la higiene sexuales, cada Ayuntamiento pone a disposición de las ciudadanas y ciudadanos» y una Neolengua. El pasado, en cambio, nos conduce a los orígenes del fascismo alemán, al nacionalsocialismo con el Führer Adolf Hitler a la cabeza. Pero sobre todo llama la atención en esta novela la perfecta trama que la sostiene, basada en la posible ascendencia judía del propio Hitler, y el modo en que se desarrollan los acontecimientos: aparición de cartas, intrigas, amor y sexo, y complot internacional como ingredientes fundamentales de aquella.

Título: El escritor que mató a Hitler

Autor:Javier Ruiz Portella

Edita: Áltera (Madrid, 2013)

17,50 €






Javier Ruiz Portella ha construido, sin duda alguna, una novela sólida, que el lector no puede dejar de leer de principio a fin. Europa aparece como el centro del mundo –la del pasado y la del futuro-, pero en esencia, es la misma Europa derrotada (por el totalitarismo la primera y por los mercados la segunda). Es más, me atrevería a decir que una novela premonitoria, porque cabe preguntarse si este futuro que nos presenta Ruiz Portella en su narración, no es sino presente, con algunas diferencias, pero un presente llamado a ser el mismo futuro decadente que nos presenta esta novela. ¿Qué será el hombre, realmente, dentro de trienta y cuatro años? ¿Es ésta, pues, la historia de una derrota anunciada, la de Europa, y con ella, la de toda la humanidad? Tal vez, pero no es menos cierto que alguna de sus páginas la esperanza está presente está presente, sutilmente, pero presente: «Para serte franca, yo no sé si alguien puede salvar o no al mundo […] Sólo el arte puede salvarnos. Sólo la belleza puede sacarnos de este mundo cada vez más vulgar, feo y sin sentido en el que nos ha tocado vivir. Sólo la belleza…, y no porque sea belleza, sino porque es verdadera». No cabe duda alguna que «El escritor que mató a Hitler» es una magnífica novela, y que no dejará indiferente al lector. Javier Ruiz Portella ha sabido crear una trama y un discurso narrativo inteligentes, aportando al mismo tiempo ideas, pensamiento y calidad literaria.

Nueva York después de muerto. Antonio Hernández

La ciudad de Nueva York es, una vez más, ciudad de los encuentros, lugar mítico, pero sobre todo, espacio poético. «Nueva York después de muerto» es el poemario que nunca llegó a escribir Luis Rosales, y que su autor, el poeta gaditano Antonio Hernández justifica así en sus primeras páginas: «Luis Rosales, mi maestro, me dijo un día, antes de dejarlo escrito, que quería terminar su obra con una trilogía titulada Nueva York después de muerto; también le diría Luis Rosales lo que significaba para él la ciudad de Nueva York: «la mecanización, el automatismo de la vida, la desigualdad entre distintas razas, el imparable avance del mestizaje…y, obviamente, Federico». Y, ciertamente, todo esto lo hallamos en este singular y extraordinario poemario de Antonio Hernández, en su voz, que no es una sino tres, unidas todas en el dolor y la nostalgia de un pasado doloroso, en el que la sangre, el fuego y la lluvia trepan por el aire de la ciudad de Nueva York, y otean ese universo extraño y apasionado a la vez, en el que habitan las paradojas, las contradicciones, luces y sombras, vida y muerte, el todo y la nada, más allá, incluso, de la agónica y ruidosa soledad.


Estructurado en tres partes (libro primero, segundo y tercero), el poeta bucea en la condición del hombre, de los poetas que hablan a través de su voz, y es Luis Rosales, y Federico, y también él mismo, Antonio Hernández, que vive y se desvive en cada uno de ellos, y es luz y dolorosa espina que se clava en la carne de los nombres y la palabra, y es luto y sequedad, y plegaria:


«Oremos pues porque el hombre no pueda
prescindir de ser amado, ya que
solo el amado ama, roguemos
por su copa llena, por su frutero colmado,
por ese abrazo que no llega a ahogar
y porque la ojerosa envidia no tenga alojamiento
en nuestra casa».


Rosales y Federico están vivos, nunca murieron, porque laten aún sus corazones en cada verso de Antonio: «LUIS ROSALES CAMACHO, DE GRANADA, / ya en Nueva York, después de muerto. / ¿Después de muerto quién, él, Federico, / Nueva York muerta? / Nunca llegó a decírmelo. Lorca está vivo y él está vivo…».


Pero el poeta es también hombre, y sabe que la vida es un segundo, que no bastan las manos, que es alma el ser entero. Por eso recorre la historia del mundo y de la literatura y de quienes ejercieron de poetas y filósofos. A través de sus ojos veremos


«En Central Park llorar a un niño seguramente pobre / lágrimas de mocos como casi todos los niños españoles / en la posguerra.»; nos hablará de que «Los yankis más rupestres / creen aún que el comunismo acecha, / que lo ha importado un negro, / un error democrático…», insistirá en «hablar seriamente, muy seriamente», nombrará en los nombres la poesía total, la misma que persiguió hasta la extenuación su maestro Rosales, «por eso ahora vamos a hablar / como siempre de poesía / -la poesía es la máscara / que nos descubre-», y en esa búsqueda de la poesía total se hallará así mismo, al poeta que canta y llora en los atardeceres, junto al Darro y Sierra Nevada o la Alambra, y se le irá un suspiro ¡Ay, Granada!, la del Rosales calumniado y la del Federico fusilado, Granada con sabor a odio y sangre.




Título: Nueva York después de muerto

Autor: Antonio Hernández

Edita: Calambur (Madrid, 2013) 16 €


En los ojos del poeta otros ojos se miran en el lecho de muerte: «Abrió un ojo sonriente, como / quien no quiere tratos con el luto. / Y al volver a cerrarlo presentimos, / unificados por la voz del alma, / que algo acababa de estrenarse / arriba, en las estrellas». Nueva York al fondo, trascendida, encumbra al hombre cabal y al gran poeta que es Antonio Hernández.

Del crear y lo creado. Salón de lectura.


Una vez más, y por gentileza de la librería Nobel, la poesía es protagonista en este particular salón de lectura. En esta ocasión el libro seleccionado lleva por título Del crear y lo creado. Poesía completa 1983-2011, de Hugo Mujica, que viene a ser el primer volumen de los tres que Ediciones Vaso Roto dará a conocer de la obra de este poeta argentino. Contiene este libro otros diez: Brasa blanca (1983), Sonata de violoncelo y lilas (1984), Responsariales (1986), Escrito en un reflejo (1987), Paraíso vacío (1993), Para albergar una ausencia (1995), Noche abierta (1995), Sed adentro (2001), Casi en silencio (2004), Y siempre después el viento (2011).
Cuando uno se acerca por vez primera a la poesía de Hugo Mujica tiene la sensación de abismarse en el silencio de la palabra misma, como si dentro de ella y a través de sus ojos pudiéramos ver y palpar el propio espacio del silencio, sucumbir ante su desnuda belleza, sentir su leve soplo de caricia o sumergirnos en los fondos marinos de su ardiente voz. La palabra es el centro, el perverso juego de su alquimia nos seduce y nos advierte de la grandeza de su magia («amanece / la palabra sobre el silencio»). La palabra convertida en grito de silencio que se busca en el otro, la alteridad como único deseo de ser, de ahondar en la oscuridad de la luz o permitir su luz oscura como el verdadero camino hacia la vida que muere día a día «he de morir de tanto inútil,/ he de morir de palabras»
El hombre y el poeta frente a frente, redescubriéndose y rebelándose ante su propio silencio: «soy el deseo de dios muriendo carne,/soy carne deseándose dios»; ambos ante el dolor o el sufrimiento ajenos, atentos a los asombros y los desgarros: «de tantos desgarros/ voy a coserme otro cuerpo/para dar de comer / a mi sombra. /también fuera de las venas hace sangre», insistiendo en esa búsqueda del otro, en el silencio del otro: «Me parezco a mí en el querer ser otro del que soy. / En la soledad me sobro: en eso nos dolemos (yo y no ser yo)». El poeta proyecta sobre sí mismo el pasado, sus formas y sus sombras, y vuelve a ser el niño que fuera: «Llueve / y el jardín huele a infancia, / a cercanía de todos los milagros, / a ausencia de todas las memorias», para volver al canto, al aria: «La voz, no el silencio, / es la desnudez de las palabras», y se confiesa: «El poema, el que anhelo, / al que aspiro, / es el que pueda leerse en voz alta sin que nada se oiga. / Es ese imposible el que comienzo cada vez, / es desde esa quimera / que escribo y borro». Es el hombre y el poeta, al unísono, recorriendo el espacio del silencio y la palabra, es el temblor de la travesía:

«El viaje más lejano
es el sosiego, a él vuelven todas las cosas,
como el hambre vuelve al pan
y el azul al azul más profundo».
El poeta se pregunta y se responde a sí mismo, y manifiesta ante su obra: «es casi como ir dejando escalón a escalón, libro a libro, el pasado, y, a la vez, haciéndolo presente: poder entregarlo: como tentativa Poesía Completa. No me cabe a mí juzgar mi obra, o sí, en verdad publicar ya es un juicio, es creer que algo vale, vale transformarlo en otros, darlo a leer… No sé más, eso sí, sé que siento: ¡infinita gratitud!, gratitud ante quien acoja mi vida, poema a poema, y gratitud que la hagan vivir más allá de mí, que eso es lo que el lector devuelve al autor». Poesía mística, metafísica, del silencio: «en el silencio el silencio habla», la que nos ofrece este gran poeta argentino, Hugo Mujica, en este primer volumen de su obra completa.


Título: Del crear y lo creado. (Poesía completa 1983-2011)
Autor: Hugo Mujica
Edita: Vaso Roto (Madrid, 2013)   25 €
 
SALÓN DE LECTURA ____________________Por José Antonio Santano

IDILIOS. Juan Ramón Jiménez

 

IDILIOS

 Edición de Javier Sánchez Menéndez

            Si nos preguntáramos cómo definir la poesía de Juan Ramón Jiménez serían muchas las maneras de hacer, tal vez, tantas como estudios se han realizado sobre ella. Juan Ramón Jiménez escribió con la angustia creciente del tiempo, y por ello, vida  entera fue la poesía. Quiere decir esto que es imposible entender a Juan Ramón Jiménez si no miramos a sus ojos con verdaderos ojos de poeta, del rumor trascendido de la palabra poética. Consecuencia de la obra ingente del onubense universal es este nuevo descubrimiento de poemas inéditos que contienen esta edición al cuidado de Javier Sánchez Menéndez (Ed. La Isla de Siltolá), Idilios.

 Con prólogo del también poeta Antonio Colinas y estudio de la profesora Rocío Fernández Berrocal, Idilios, poemario que Juan Ramón Jiménez dejó preparado en Puerto Rico, con las consiguientes indicaciones, para su publicación,  ve ahora la luz a partir de manuscritos hallados en los fondos familiares, Archivo Histórico Nacional, Fundación Juan Ramón Jiménez y la Sala Zenobia-Juan Ramón Jiménez de la Universidad de Puerto Rico.

De los 97 poemas que componen Idilios, 38 son inéditos. Sin duda, un nuevo hallazgo que nos acerca a comprender mejor la poética de Juan Ramón Jiménez, toda vez que Idilios revela un cambio en su poesía, en la que el propio Nobel indica que los rasgos definidores de Idiliosson «brevedad, gracia y espiritualidad». Nos dice Antonio Colinas en su prólogo que «el poeta deja fluir en esa etapa (y en este libro en concreto) su voz con naturalidad», y así es, porque Juan Ramón Jiménez es EL POETA por y para siempre, su vida es la poesía, y viceversa.

            «Metamorfoseador sucesivo y destinado», así se autodefinió JRJ. El Nobel estaba llamado a la conquista de la perfección, y a esa labor estuvo dedicado en vida. JRJ escribía y reescribía su obra constantemente y su única preocupación: no verla publicada en vida. Así era el poeta de Moguer. Dice la profesora Rocío Fernández que «Los poemas de Idilios encaminan la obra de JRJ hacia la poesía desnuda…» es decir, que en ellos confluyen dos inquietudes amorosas que fueron motivo de desasosiego para el poeta: el amor carnal y el amor puro. En este sentido –añade la profesora Fernández Berrocal-, «La desnudez no es ya la de la carne femenina, sino la de la creación bella, la poesía pura, la rosa que se encuentra en Idilios».Viene a marcar  Idilios el camino al centro de la poesía, y en ese camino no puede faltar la inseparable presencia de Zenobia. En esta obra el campo está muy presente, es la vuelta a Moguer, al paisaje paradisíaco de sus raíces terrenas y profundamente amorosas. En esta obra –nos dice Fernández Berrocal- existen «rasgos platónicos en esa idea de llegar a la belleza absoluta a través de lo sensible, lo corporal. Lo bello es lo luminoso».

            El poemario en sí se estructura en dos partes: «Idilios clásicos» e «Idilios románticos». Su extensión es variable, algunos muy breves. Existen poemas dedicados, pero solo a dos personas: Zenobia y Berta. Idilios clásicos viene a ser la celebración del amor, de ese amor desnudo y puro citado con anterioridad (…Deja / que tu sangre, amor, vuele / no tus alas), la búsqueda de la belleza en la armoniosa naturaleza (En el sol del otoño… / arderá nuestro idilio). En «Idilios románticos» -comenta Fernández Berrocal- se pasa de la vaguedad a la realidad, del ensueño lunar a la plenitud del sol, del día que deslumbra y llena al poeta que anhela «vivir su presente». También en estos poemas existe una fusión con los elementos naturales, y en su trasfondo siempre el amor trascendido, que se eleva hasta las más altas cimas y se abisma luego en un único abrazo y corazón (¡Quiero cruzar el mundo / con tu cuerpo luciente, / derramarlo, un instante, más allá / de la vida y la muerte). Zenobia es para el poeta el presente y el futuro, la luz que alumbra los silencios de la noche, los cálidos haces del sol que atraviesan las ventanas y balcones, el universo todo y absoluto, en cuerpo y alma. Y por eso no puede sino mostrar su amor a Zenobia a cada instante, en cada sílaba en vuelo a las alturas del amor. La poesía entendida como la llama o la brasa que incendia las palabras y las transforma hasta convertirlas en sangre de amapolas o luciérnagas de mares. Y ahí está el poeta JRJ, eternizándose en la palabra, que no es sino un deslumbramiento del ser, esencia y maravilla.

Acertada edición de La Isla de Siltolá y estudio preliminar de la profesora Fernández Berrocal de estos Idilios de Juan Ramón Jiménez, por cuanto supone de descubrimiento de los treinta y ocho inéditos y por la conjunción de los publicados, formando así un corpus único que los lectores, con toda seguridad, tendrán oportunidad de disfrutar. Un libro muy recomendable, no solo para los estudiosos de la obra de Juan Ramón Jiménez, sino para los buenos lectores de poesía. A ninguno de ellos defraudará, pues nos hallamos ante el «poeta incendiado», como así lo calificó Zenobia, y, porque como dice Antonio Colinas «…el lector se queda callado y tembloroso tras haber sentido ese escalofrío de la palabra revelada en los límites. La palabra en los límites del ser y de ser. No otra cosa es la mejor poesía».

Título: Idilios Autor: Juan Ramón Jiménez Prólogo: Antonio Colinas Edición: Rocío Fernández Berrocal Editorial: La Isla de Siltolá 14 €

Bajo el signo de los dioses. Francisco Morales Lomas



BAJO EL SIGNO DE LOS DIOSES


La novela objeto de comentario en esta ocasión toma el título «Bajo el signo de los dioses» y su autor es Francisco Morales Lomas, quien nos propone un viaje en el tiempo, justo a la esencialidad de una época que sigue suscitando nuestra atención e interés a pesar de los años transcurridos: los siglos XVI y XVII, cuyo conocimiento es fundamental para comprender mejor nuestro devenir en el conjunto de la historia posterior de España. Morales Lomas nos muestra en esta novela aspectos imprescindibles tanto de la historia social y política de la España áurea (reinado de Felipe III, intrigas y corrupción en el caso del duque de Lerma o Rodrigo Calderón), como de la literaria, que protagonizarán Cervantes, Lope, Quevedo o Góngora. Siempre se ha dicho que profundizar en el conocimiento de nuestro pasado no es sino un aval seguro para construir el futuro. Ambientada, pues, esta novela en ese momento histórico, Morales Lomas construye una narración que bien pudiera, obviando la ambientación propia de la época, ser de una actualidad rabiosa. Y así lo es, al menos, en lo que toca al tema principal de la obra: las intrigas, venganzas y la corrupción política. Los personajes que afloran en «Bajo el signo de los dioses» son, como ya se ha dicho, en unos casos reales, y en otros, pertenecientes a la ficción (Leopoldo del Prado). El discurso narrativo no pertenece a un solo narrador sino que se amplifica o multiplica en voces distintas, en narradores varios, quizá pensada así para contrastar los diferentes pensamientos o ideas.

El protagonista de esta narración «in extrema res» es Rodrigo Calderón, quien llegó a ser un hombre muy poderoso en la Corte de Felipe III, pero que concluiría su vida siendo degollado en la Plaza Mayor de Madrid. Junto a él, el más poderoso de los hombres, el duque de Lerma. Realidad y ficción se entremezclan con algún guiño a escritores coetáneos, como es el caso de Ricardo Bellveser, a quien el autor de esta novela cita como miembro de la Academia literaria de los Nocturnos en la Valencia del XVI. La narración se estructura en diecinueve capítulos, cada uno de ellos, y a manera de puzzle, cuenta los hechos que se suceden en el tiempo y que conforman la novela en sí misma. Muchas de las situaciones que se narran en esta novela son coincidentes con los acaecidos en la España actual, como es el caso que motiva el traslado de la Corte a Valladolid: «Señora, después que ha faltado el rey viejo y han cambiado los ministros y consejeros, y han aparecido estos otros que no entienden ni saben de negocios sino de su propio oficio, aquí no hay orden ni concierto y se ha trabucado todo de pies a cabeza. Debe saber V.E. que la hacienda real amenaza ser llevada al naufragio total y a la ruina. Pero el rey el incapaz de dejar de hacer mercedes a Lerma y a sus paniaguados. […] Y debe saber aún más, que debido a ello, a la influencia que S.E. ejerce en su nieto advirtiéndole de los excesivos juegos, jornadas, gastos y despilfarro de los ministros… ha ordenado el duque que la Corte se mude a Valladolid, aunque haya disgusto universal. El teatrillo lo ha cambiado de sitio el autor-Lerma y con ello se ha llevado a todos los actores del retablo». La especulación inmobiliaria y el resultado desorbitado de las ganancias derivadas de tan magno negocio estaba servido. El control de Lerma sobre el rey era total, «hasta el punto de que controla también el dinero de bolsillo que tiene el monarca y del que no necesita dar cuenta a nadie».

Otro aspecto a resaltar de esta novela es la presencia en sus páginas de los grandes hombres de las letras: Cervantes, Lope de Vega, el joven Quevedo, Luis Vélez de Guevara o Góngora, al hilar un discurso en el que la literatura se presenta como el más grande patrimonio espiritual de la humanidad, aun incluyendo las desavenencias con otros escritores, como en el caso de Cervantes, que no gusta del teatro de Lope ni de su vanidad, y añade como «tampoco me gustaban su enajenación con el poder y con el valido de Lerma, al que halagaba siempre que podía, como había sucedido hace unos meses con la obra que estrenó en Lerma, El premio de la hermosura, un absoluto dislate pagado por el duque, atlante del peso de esta monarquía». Morales Lomas nos presenta la sociedad de la época: «Las cosas que suceden en esta nación de pícaros solo tienen sentido en ella», algo que también pensamos en estos principios del siglo XXI; el retrato pretende ser lo más ajustado a aquella realidad –coincidente con la actual-: «El ser humano se mueve por el beneficio y solo por él es capaz de actuar. Es un principio básico que si no se conoce, mejor es no andar metido en política». Tales extremos se evidencian más aún cuando en uno de los diálogos que componen la novela se llega a decir: «A mí no me preocupan estos (refiriéndose a los ladrones) de poca monta sino los que están arriba. Todos se enriquecen mientras el pueblo paga». Pero también Morales Lomas ha querido retratar el espectáculo de la muerte en aquellos días, mediante la ejecución pública del conde de la Oliva y marqués de Siete Iglesias, Rodrigo Calderón, protagonista de esta novela. La muerte de un noble como castigo ejemplarizante: «No todos los días de su vida contemplarían morir (acaso ninguno) a un grande como al más humilde de los mortales. Y ese espejismo, ese pasatiempo pedestre, encendía lo mórbido y pasional». Este es el acabamiento definitivo, el último silencio y la rotunda oscuridad, la única verdad que nos iguala a todos: la muerte.

Es, pues, «Bajo el signo de los dioses» una novela amena, donde el lenguaje, la palabra, fulge en cada página, como es propio en Morales Lomas, dado su oficio de poeta, narrador, ensayista, crítico y profesor universitario, con conocimiento exhaustivo del Siglo de Oro español.



Título: Bajo el signo de los dioses
Autor: Francisco Morales Lomas
Edita: Alcalá
14 €


DIARIO DE ALMERÍA. 01 Diciembre 2013