CIUDAD VIOLETA. JUAN GAITÁN




CIUDAD VIOLETA

Realidad y ficción son dos caras de una misma moneda cuando de lo que se trata es de relacionarlas con el hecho literario. Antagónica una de la otra y, sin embargo, también complementarias, esenciales en sí mismas para llevar a cabo uno de los actos más sobresalientes en la vida del escritor: crear. Ese mundo que se abre a la mirada atenta del escritor y que puede ser transformado en otro bien distinto, pero que de igual manera es también realidad, solo que construido con los aportes de elementos puramente ficcionales. Así el narrador vuelve su mirada a lo desconocido o parte de una realidad concreta para transformarla, este es el juego literario. A partir de un objeto, una lectura, una película o un simple acto cotidiano el escritor puede fabular, imaginar otra realidad, construir un mundo de sensaciones y emociones ajenas a la experiencia vivida como tal realidad. El libro que traemos hoy a este “Salón de lectura”, tiene mucho de todo esto, diría que es todo esto. “Ciudad violeta” bebe de la experiencia, de los mitos, leyendas, textos de otros autores, y nos muestra un universo donde una ciudad y un color juegan un papel definidor y esencial. “Ciudad violeta”, de Juan Gaitán (Málaga, 1966) contiene cuarenta y cuatro microrrelatos en total y tres partes o bloques que lo ensamblan, más un epílogo: Ciudad violeta, que da título al libro y en la cual las leyendas son el sustento narrativo con el que Gaitán fabula: «En el jardín del príncipe persa, justo en el recodo donde una vez habló con la muerte, crece una extraña flor que tiene el poder de embelesar con su canto. No en vano la llaman la flor sirena», y lo hace con ese regusto de los cuentos orientales. En la segunda parte, Teogonía, el narrador nos avisa de “su descubrimiento por un autor anónimo que recogía el culto a los dioses paganos que se adoraban en los montes de la ciudad violeta hace tres milenios”: el dios del aroma, del asombro, de las caricias, bien cabe reproducir de entre todos el dedicado a la “Diosa de la alegría”: «Esta diosa reparte sus dones caprichosamente. Se la percibe más entre quienes tienen poco, pues huye de la abundancia y sus preocupaciones. Quienes vienen al mundo benditos por ella no necesitan más que la generosidad de dar»; la tercera y última de las partes de este libro la titula su autor “Genealogía fantástica”, también precedida por un prólogo. Trata Gaitán, de forma breve, el acercamiento del lector a la heredad del linaje en sus protagonistas (Tía Margarita, Tío Gregorio, el abuelo Leopoldo, Papá, la bisabuela Olalla y la tía abuela Casilda, de este último microrrelato transcribimos su contenido: «La tía abuela Casilda juraba que solo soñó una vez en toda su vida. Fue a los catorce años. El dios Apolo se le presentó en sueños y le entregó una extraña nuez de un delicado color violeta. Cuando despertó la encontró en su mano y, al romper la cáscara, liberó a un diminuto grifo de eléctrico vuelo que tenía la facultad de hacer el silencio, atemperar la luz y traducir, solo para ella, el sonoro lenguaje del agua». Concluye “Ciudad violeta”, con un epílogo titulado “Destrucción”, con el cual el autor llama nuestra atención con un texto tan bello como desconcertante, si bien queda patente el oficio de Gaitán como buen narrador en la corta distancia, como así puede comprobarlo el lector: «En los primeros años del tercer milenio la ciudad de los montes violeta quedó destruida. Fue algo inesperado, pero no casual. Era media mañana cuando el hombre escribió el verso que desató el incendio». Ha sido muy placentero adentrarse en la lectura de este libro. El color violeta es la clave discursiva de estos brevísimos textos, que no por serlo, menoscaban la calidad de los mismos, todo lo contrario, los distingue hasta el punto de crear una armoniosa musicalidad, un plácido ritmo, con una prosa a veces más cercana a la poesía pero que tampoco desmerece la intencionalidad narrativa. Gaitán ha conseguido, con su personalísima prosa, un libro sólido y bello a la vez, reflexivo, donde el rumor de la palabra propicia un viaje extraordinario y luminoso, que no deja indiferente al lector. Una ciudad y un color difícil de olvidar: su ciudad violeta, y, desde ahora, de todos nosotros, de todos los afortunados lectores que se acerquen a ella.

Título: Ciudad violeta
Autor/a: Juan Gaitán
Ilustraciones: Juan Carlos Hidalgo
Edita: Adeshoras (Madrid, 2016)

MORIR POR MI DEMANDA. FERNANDO DE VILLENA


No es habitual encontrar en el panorama de las letras españolas un autor tan fecundo como el granadino Fernando de Villena. No hay disfraz ni careta que oculte su poética. De Villena se desnuda en cada libro, hasta alcanzar la cima de la esencialidad y hondura poética que desea, con independencia del tema elegido para expresarse, hecho que lo distancia de mediocridad existente en poesía última. Fernando de Villena (Granada, 1956) alterna, con una fuerza insuperable, la novela y la poesía, incluso de vez en cuando el ensayo o la crítica. Su capacidad creadora es ciclónica. Si el pasado mes de septiembre nacía “Morir por mi demanda”, libro que recomendamos en esta ocasión, a principios de este año 2016 veía la luz “Hiemal” (Ed. Alhulia), el cuarto volumen de sus memorias, y hace unos días se presentaba en Granada su última novela “Los conciertos” (Ed. Nazarí). Aun cuando de Villena sabe moverse en las procelosas aguas de la narración como verdadero pez, evidencio –y es mi opinión- que es el poeta siempre el que me conmueve, porque además del oficio, existe en él lo que llamo temblor, alquimia de conocimiento y emoción, cuestión esta última que algunos poetas actuales silencian o desprecian con exagerado descaro y atrevimiento. Pero esta es harina de otro costal.

 De Villena compagina, armoniza en su exacta medida el verso clásico (endecasílabos, heptasílabos, etc.) con el libre, y de ese mestizaje se nutre hasta componer poemas en los cuales forma y fondo se complementan, sin restar belleza alguna al conjunto. No es habitual, en los tiempos que corren, que la poesía se torne pura religiosidad, y sin embargo, esta circunstancia, unida a la sensibilidad del poeta y su particular concepción del mundo y de sus moradores, basada fundamentalmente en las enseñanzas cristianas, nos hacen reflexionar y pensar con total libertad, sin que en ningún momento sienta el lector atadura o imposición alguna. Como ya dijera Quevedo respecto a la palabra libre: «que es lengua la verdad de Dios severo, / y la lengua de Dios nunca fue muda». El sentimiento religioso del poeta no se circunscribe a la mera descripción, a la complacencia de la fe sin rebeldía alguna, sino todo lo contrario. No hay beatitud en el poeta, sino compromiso, denuncia y reproches, también aseveraciones y creencias cuando tocan. En el uso de su libertad exige libertad, solidaridad y justicia para los desposeídos. El hombre como ser en sí mismo está presente en todo el poemario, le preocupa al poeta las circunstancias en las cuales se desarrolla como tal, y por eso alza la voz y grita al mundo sus tristezas de hombre y poeta. De Villena nos propone un viaje al sentimiento más humano: la fraternidad y la igualdad. El libro que nos ocupa, “Morir por mi demanda”, se estructura en tres bloques o partes. Una primera, “Introito”, en la cual el soneto es el protagonista, como muestra los tercetos del poema “Por tantas cosas”: 
 
«por el don de la vida y su dulzura
 / y el de la libertad, clavel al viento,
 / y por tener con quien gozarla tanto;
 / por velar de mis hijos la andadura 
/ y por ser la Razón donde me asiento, 
/ te doy, Señor, las gracias y mi canto»;
 
una segunda parte, “Celebración”, donde la voz del poeta, dolorida, se rebela contra la injusticia o la sinrazón del hombre contra el hombre, también contra la poesía y la duda, como así lo expresa en varias estrofas del poema “Vacilaciones de la fe”: 
 
«Me parece todo tan injusto esta noche,
 / tan injusto como escribir un poema
 / después de haber cenado,
 / mientras mueren de hambre,
 / mientras mueren de balas, 
/ mientras mueren sin una sola oportunidad 
/ miles de seres, de hombres como yo,
 / de niños, de ancianos, de mujeres…//
 No sé si de verdad existes, Señor, / 
pero a veces considero / 
que fue inútil enviar a tu Hijo, /
 pues nada, nada hemos aprendido / 
de sus limpias palabras / 
y sus hechos y su final terrible /
 que a la vez fue principio. / 
No sé si de verdad existes, / 
pero ahora quisiera / 
que de verdad existieses /
 para sanar tanta pena, /
 para colmar tanta esperanza»; 
 
por último, una tercera parte, “Acción de gracias”, compuesta por un solo poema, en la cual el poeta, ante el temor por la pérdida de la esposa, escribe un largo poema en liras, “Poema de un día”, del que reproducimos los versos finales:
 
 «Aquí, Teresa mía, /
 gracias demos a Dios por mar y cielo, / 
por la tierra bravía, / 
por descubrir su velo / 
y también por mirarnos con desvelo. // 
A este paisaje donde / 
tanto son nuestras huellas conocidas /
 y la dicha se esconde, / 
con las almas unidas, /
 hemos de retornar en nuevas vidas». 
 
Un hondo y acertado libro de quien es, sin duda alguna, uno de los autores más destacados de la poesía española actual: Fernando de Villena.


Título:Morir por mi demanda
Autor/a: Fernando de Villena
Edita:Port Royal (Granada, 2015)

MORIR POR MI DEMANDA. FERNANDO DE VILLENA


No es habitual encontrar en el panorama de las letras españolas un autor tan fecundo como el granadino Fernando de Villena. No hay disfraz ni careta que oculte su poética. De Villena se desnuda en cada libro, hasta alcanzar la cima de la esencialidad y hondura poética que desea, con independencia del tema elegido para expresarse, hecho que lo distancia de mediocridad existente en poesía última. Fernando de Villena (Granada, 1956) alterna, con una fuerza insuperable, la novela y la poesía, incluso de vez en cuando el ensayo o la crítica. Su capacidad creadora es ciclónica. Si el pasado mes de septiembre nacía “Morir por mi demanda”, libro que recomendamos en esta ocasión, a principios de este año 2016 veía la luz “Hiemal” (Ed. Alhulia), el cuarto volumen de sus memorias, y hace unos días se presentaba en Granada su última novela “Los conciertos” (Ed. Nazarí). Aun cuando de Villena sabe moverse en las procelosas aguas de la narración como verdadero pez, evidencio –y es mi opinión- que es el poeta siempre el que me conmueve, porque además del oficio, existe en él lo que llamo temblor, alquimia de conocimiento y emoción, cuestión esta última que algunos poetas actuales silencian o desprecian con exagerado descaro y atrevimiento. Pero esta es harina de otro costal.


 De Villena compagina, armoniza en su exacta medida el verso clásico (endecasílabos, heptasílabos, etc.) con el libre, y de ese mestizaje se nutre hasta componer poemas en los cuales forma y fondo se complementan, sin restar belleza alguna al conjunto. No es habitual, en los tiempos que corren, que la poesía se torne pura religiosidad, y sin embargo, esta circunstancia, unida a la sensibilidad del poeta y su particular concepción del mundo y de sus moradores, basada fundamentalmente en las enseñanzas cristianas, nos hacen reflexionar y pensar con total libertad, sin que en ningún momento sienta el lector atadura o imposición alguna. Como ya dijera Quevedo respecto a la palabra libre: «que es lengua la verdad de Dios severo, / y la lengua de Dios nunca fue muda». El sentimiento religioso del poeta no se circunscribe a la mera descripción, a la complacencia de la fe sin rebeldía alguna, sino todo lo contrario. No hay beatitud en el poeta, sino compromiso, denuncia y reproches, también aseveraciones y creencias cuando tocan. En el uso de su libertad exige libertad, solidaridad y justicia para los desposeídos. El hombre como ser en sí mismo está presente en todo el poemario, le preocupa al poeta las circunstancias en las cuales se desarrolla como tal, y por eso alza la voz y grita al mundo sus tristezas de hombre y poeta. De Villena nos propone un viaje al sentimiento más humano: la fraternidad y la igualdad. El libro que nos ocupa, “Morir por mi demanda”, se estructura en tres bloques o partes. Una primera, “Introito”, en la cual el soneto es el protagonista, como muestra los tercetos del poema “Por tantas cosas”: «por el don de la vida y su dulzura / y el de la libertad, clavel al viento, / y por tener con quien gozarla tanto; / por velar de mis hijos la andadura / y por ser la Razón donde me asiento, / te doy, Señor, las gracias y mi canto»; una segunda parte, “Celebración”, donde la voz del poeta, dolorida, se rebela contra la injusticia o la sinrazón del hombre contra el hombre, también contra la poesía y la duda, como así lo expresa en varias estrofas del poema “Vacilaciones de la fe”: «Me parece todo tan injusto esta noche, / tan injusto como escribir un poema / después de haber cenado, / mientras mueren de hambre, / mientras mueren de balas, / mientras mueren sin una sola oportunidad / miles de seres, de hombres como yo, / de niños, de ancianos, de mujeres…// No sé si de verdad existes, Señor, / pero a veces considero / que fue inútil enviar a tu Hijo, / pues nada, nada hemos aprendido / de sus limpias palabras / y sus hechos y su final terrible / que a la vez fue principio. / No sé si de verdad existes, / pero ahora quisiera / que de verdad existieses / para sanar tanta pena, / para colmar tanta esperanza»; por último, una tercera parte, “Acción de gracias”, compuesta por un solo poema, en la cual el poeta, ante el temor por la pérdida de la esposa, escribe un largo poema en liras, “Poema de un día”, del que reproducimos los versos finales: «Aquí, Teresa mía, / gracias demos a Dios por mar y cielo, / por la tierra bravía, / por descubrir su velo / y también por mirarnos con desvelo. // A este paisaje donde / tanto son nuestras huellas conocidas / y la dicha se esconde, / con las almas unidas, / hemos de retornar en nuevas vidas». Un hondo y acertado libro de quien es, sin duda alguna, uno de los autores más destacados de la poesía española actual: Fernando de Villena.


Título: Morir por mi demanda
Autor/a: Fernando de Villena
Edita: Port Royal (Granada, 2015)