DEMOLICIÓN de FRANCISCO CAÑABATE RECHE.por JOSÉ ANTONIO SANTANO

DEMOLICIÓN. FRANCISCO CAÑABATE RECHE
DEMOLICIÓN DE FRANCISCO CAÑABATE RECHE por JOSÉ ANTONIO SANTANO para DIARIO DE ALMERÍA

Vivimos tiempos confusos, también de autocomplacencia. Visto así parecería contradictorio, pero no. Lo uno lleva a lo otro, y viceversa. 
 
DEMOLICIÓN. FRANCISCO CAÑABATE RECHE La carencia de estímulos capaces de provocar en las personas la necesidad de plantearse el análisis o la meditación relacionada con todo lo que le rodea, dejándose arrastrar hacia el acomodo y la indiferencia lleva, sin lugar a dudas, a la autocomplacencia. Si esto se produce en cualquier ámbito de la vida, también ocurre cuando tratamos de la literatura. Existe una aceptación cada vez más mayoritaria respecto a un canon o una tendencia determinada, muy mediática y mercantilista que daña la esencia misma de lo literario. El tiempo, estoy seguro, pasará por encima de quienes ahora, autocomplacidos por  su suerte y sus amistades ocupan un lugar preferente, para ser  al final del camino, tan invisibles como olvidados. Lo verdaderamente literario trascenderá ese tiempo y se perpetuará en las bibliotecas y en la memoria de los lectores.
El camino de la literatura no es ni muchos menos fácil, todo lo contrario, está repleto de obstáculos que todo escritor ha de salvar de la mejor manera posible, siempre desde el conocimiento y la experiencia desarrollada a lo largo de su vida, en la medida en que para llegar a la meta, al objetivo último, es necesario la voluntad y el tesón suficiente para alcanzarlo, capacidades ambas que se manifiestan en el escritor Francisco Cañabate Reche (Almería, 1962) desde que diera a la luz pública su primer libro de relatos “El burlador del tiempo”, allá por el año 1998. Luego vinieron otros como “La sonrisa secreta de la luna” (2001), “El grito” (2003), “El arco iris de Rubens” (2007), “Las miradas cruzadas” (2009), “Sueños encadenados” (2013), “Escaques amarillos” (2016) y “La posibilidad de la pantera” (2017). Su último libro y el que nos convoca en esta ocasión se titula “Demolición”, publicado al igual que los anteriores en la granadina editorial Alhulia. En estos veintiún años de trayectoria literaria Cañabate Reche ha mantenido, con algunas variaciones propias del paso del tiempo, unas personalísimas características identitarias, una estética singular que lo distingue de otros escritores y otros géneros narrativos.
Como no podía ser de otra  forma la temática expuesta en sus narraciones ha sido variada, pero siempre y en todas, se vislumbra en sus textos una particular manera de concebir el mundo, desde una óptica filosófica o metafísica muy clara. De ahí esa necesidad suya de explicar cuanto acontece y de aclararlo mediante el uso continuado del paréntesis, seguida inmediatamente de la duda, de las constantes preguntas y respuestas, de los paralelismos y las hipótesis, lo que vendría en denominarse, o así me lo parece, una narrativa filosófica,  poco frecuente en el panorama literario actual. El propio autor, en las páginas iniciales, manifiesta que en todas sus novelas «hay claves, conexiones, que permiten el paso de una historia a otra», y a todo esto, habría que añadir el mundo de lo desconocido, de la imaginación o el sueño como elemento fundamental de la creación literaria: «Una vez fue posible soñar el universo. Ver estrellas lejanas, pensar en alcanzarlas.
No hace tanto, en los tiempos previos al gran desastre, en contraste con el desorden y la inseguridad reinante en todas partes, hubo un momento de enorme desarrollo tecnológico. En lugares secretos se llevaban a cabo proyectos muy sofisticados. Florecían las ciudades aisladas, herméticas, completamente rígidas, creadas alrededor de una de esas ideas, solo para servirla. La carrera espacial estaba abierta.». Cañabate parte de una suposición, de una hipótesis existente sólo en su imaginario y sobre él va construyendo una historia o una serie de historias que se interrelacionan a medida que avanza el discurso narrativo, a través de un narrador omnisciente o de los propios personajes.
El protagonista de “Demolición” se llama Joaquim Almeida Jr., es brasileño y por su gran capacidad memorística acabará al servicio del capo mafioso Don Anselmo di Mica, que tras la muerte de este será su sustituto.   Estructurada en tres libros, el primero Demolición, el segundo Abismos y el tercero Notas de viaje y otros des(a)tinos (estas dos últimas partes con relatos breves, a veces casi aforísticos), la novela narra la historia de un desastre que se anuncia desde la primera página: «El final de esta historia, o el principio, fue la explosión que lo silenció todo. La voz del monstruo dentro de las cabezas de nueve mil millones de personas que murieron a un tiempo y acabaron, que se quedaron quietas, como estaban, en cualquier posición, calladas para siempre, entonces.», una historia única ante una última esperanza. Cañabate fija la mirada, la que representa el escritor, en el mundo que le rodea para conformar otro bien distinto e imaginario que bebe del viaje como elemento aglutinador de la narración, de las narraciones, provocando el suspense necesario para que el lector no abandone y siga con interés el hilo narrativo. De esta manera, Cañabate Reche pertenece a ese club de narradores que se distinguen por un estilo propio, por una estética que lo identifica y que bien podría denominarse filosófica o metafísica y por esa capacidad innata en él para imaginar, para inventar. 
FRANCISCO CAÑABATE RECHE
     
Autor: Francisco Cañabate Reche
Título: Demolición       
Editorial: Alhulia (2019) 

MATRIA.- SALÓN DE LECTURA : José Antonio Santano

Matria de Raquel Lanseros

Solo un nombre a veces es suficiente para regresarte al origen, a ese lugar oscuro y líquido que cobija el silencio en toda su inmensidad. Solo un nombre, una  palabra que nace  viva y libre, un monosílabo para definir y describir cuanto el hombre necesita saber de sí mismo. El todo y la nada de un laberinto creciente, que deja su luz en las cosas sencillas y cotidianas, que no necesita sino de la soledad y el silencio para florecer, para espigarse en el espacio y el tiempo vividos. Raquel Lanseros declara que para ella «la poesía es un territorio de libertad, también de resistencia y de investigación de lo individual y colectivo, una herramienta efectiva para luchar contra el paso del tiempo, la fugacidad de la vida. Por eso entiende que la poesía ha de estar alimentada de sinceridad, de autenticidad suficiente para crear e interpretar el mundo». Y, ciertamente, en ‘Matria’, último libro de la jerezana, hallamos sinceridad, resistencia y libertad, tres elementos fundamentales a la hora de aplicar una hermenéutica conforme a la idea conceptual que de la poesía tiene su autora. Por estas y otras razones ‘Matria’, a juicio del jurado del Premio de la Crítica 2019 ha merecido ser distinguido y galardonado con dicho premio por considerar que «es un poemario original que destaca en tres planos: realidad trascendida dentro de un territorio íntimo, culturas perfectamente asimiladas por la autora y una imaginación transmutadora y desbordada que desarrolla un universo poético propio y original que define a una poeta cuya honda personalidad está ya asentada con fuerza en las letras española». Y yo añadiría que es un texto envolvente, que se aleja y mucho de la influencia de corrientes y tendencias poéticas actuales, hasta el punto de considerar que su autora, en creciente madurez, ha creado una estética propia,  consecuencia directa de la interrelación  de la más rica tradición lírica española y la interiorización conceptual de la realidad apremiante en la que vive, de tal manera que partiendo de un lenguaje preciso y renovado, desde la preeminencia de valores tales como la libertad, resistencia y sinceridad, construye un sólido discurso de una otra realidad que interpreta y muestra con sencillez suprema y que provoca en el lector una sensación embriagadora de plenitud.  ‘Matria’ es el gran monumento a la palabra, a la lengua (otras lenguas como la  inglesa, la francesa o las indígenas americanas) por ser hija del mestizaje («Nací en el sur de Europa, donde todos los pueblos se quedaron. / Soy hija del camino, el azar y la distancia. / Amo el decir callado de los que piensan hondo / y el tintineo feliz de quienes sueñan. / En cada surco encuentro una  nueva llanura / en cada madrugada semillas del crepúsculo.»), a la poesía, con la que dialoga constantemente en este libro: «Bendito sea el día, el mes, el año / y la estación, el tiempo, la hora, el punto / en que nació: Poesía / que sabe hablar con Dios y nunca muere.».  Lanseros bucea en el lenguaje como fuente natural de inspiración y creatividad, desde un trabajo ímprobo por descubrir tonalidades y matices que distingan su quehacer poético y provoque al mismo tiempo en el lector ese temblor, ese chispazo tan necesario para vislumbrar el camino que ha de llevarnos al fin a la meta propuesta o soñada.


MATRIA. SALÓN DE LECTURA. Diario de Almería

 ‘Matria’ es un viaje al origen de toda humanidad, al nacimiento biológico y conceptual de vida, y por eso se dedica el texto al hijo («Laten dentro de mí dos corazones. / Uno lleva conmigo cuántos años...// El otro es breve y frágil / apenas perceptible / aún cuenta por semanas su presente», y por eso es también el territorio de los símbolos y los afectos desde la feminidad más sincera de “España” cono matria y no patria, en un canto general que asume y establece la poeta en un diálogo continuo con la realidad cercana  de una Europa tan segada como las palabras que conforman los versos del poema del mismo título («amo la Europa del siglo veintiuno / por lo mucho que separece a mí / desmembrada y cosida...»), con el pasado aciago de su historia («Fue en España donde mi generación aprendió / que una guerra también puede perderse / mucho antes de nacer.») y el devenir futuro en la traslación de un humanismo solidario tan necesario como oportuno en este tiempo de incertidumbres y desaliento, y que solo el amor puede anunciarlo, incluso desde la perspectiva predestinada de la muerte (Amo todas las manos. / ¿Qué son? ¿Qué pueden solas? / Son otras manos las que mueven los trenes / otras las que conectan las bombillas / otras las que abastecen los bazares.  // Y serán otras manos / tal vez aún no nacidas / las que caven la tierra que me habrá de cubrir» Tal  vez sea la vuelta a los orígenes, a la ‘Matria’ la razón existencial que mueve el pensamiento y la emoción que anidan en las páginas de este libro y que podría resumirse en esencia en estos versos: «Nos llamamos memoria, sol, infancia. / Nos llamamos semilla. / Nuestro nombre es la casa / donde nace la madre.». Y así un día nació la palabra libre y sincera de la mujer y poeta, y viceversa, que es Raquel Lanseros, una de las voces más sólidas del panorama poético español. 

Raquel Lanseros

Título: Matria              
Autor: Raquel Lanseros
Editorial: Visor (2018)  

ESPECTRAL CÓMIC. Poemas comentado por JOSÉ ANTONIO SANTANO

 
SALÓN DE LECTURA

 

 

Espectral Cómic.

Espectral CÓMIC. ÁNGEL GUINDA y JOSEMA CARRASCO

JOSEMA CARRASCO Siempre la poesía, como bálsamo o luz que ilumina la oscuridad de la vida. La poesía para reencontrarse con uno mismo y los otros, para sentirse libre como un río que recorre el paisaje de la vida y nunca se detiene, para soñar lo desconocido. Y si después de todo hallas en su voz el verdadero camino hacia lo absoluto y la nada, si consigue deslumbrarte su palabra viva y cristalina, si desnuda se muestra, un nuevo mundo renacerá de las cenizas como ave Fénix. Si el hallazgo de esa voz toma en su voz el nombre de Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) ocurre que el hallazgo de su palabra es como el descubrimiento de un tesoro en una isla perdida. Nace al ser y desde el ser del poemario “Espectral”, publicado en la colección “Papeles del Trasmoz” (2011), este “Espectral cómic”, una apuesta innovadora, moderna y diferenciadora de la expresión artística, y digo bien, porque en ella se reúne la palabra y la plástica, el poeta y el dibujante, para crear una obra tan brillante en su ejecución como magistral en su contenido. “Espectral cómic” responde a la necesidad de construir un universo pleno de belleza en su sentido más amplio. 

Es, como escribe el crítico Antón Castro en su prólogo, «el libro de un vómito del alma y de la inteligencia», y refiriéndose al dibujante y poeta Josema Carrasco y a su trabajo en este libro: «...en el cómic todo puede hacerse: la gravedad de existir, la belleza del dolor, el diálogo incesante que cualquier ser humano mantiene con sus fantasmas». En esta dualidad de las artes, que se complementan, el verso en prosa de Guinda no deja de sorprendernos, porque igual descendemos a lo más oscuro que ascendemos hasta una luz cegadora: «¿Eres tú, la oscuridad, la llama que me llama? ¡Apagada en la sombra hay otra sombra! La necesidad de saber, de saberse quién, permite a Ángel Guinda indagar, meditar sobre sí y el mundo que le rodea, comparar y vivir en plenitud. Quiere saber y por ello se pregunta y se responde: «¡Para saber quién soy comienzo a dialogar con mis fantasmas! ¿Dónde está el trillo quee ralló el temblor? ¿Dónde los fuegos fatuos de la infancia? ¿De qué eran clave las chispas espaciales?». Y en el camino que se traza el poeta desde la infancia existe la libertad plena de imaginar de saberse otro y distinto en cada palabra o pensamiento: «De niño yo veía en Zaragoza rinocerontes con cabeza de hombre, hombres con cabeza de pistola, hombres con cabeza de falo, hombres con cabeza de copón, hombres con cabeza de mardano, con cabeza de buey, de jíbaro; hombres cabezones, cabezudos, hombres con la cabeza en los pies». Sutileza y desnudez convergen en la palabra de Guinda y la plástica de Carrasco, un corpus sólido y frágil a la vez, dependiendo de la mirada de cada lector, pero nunca indiferente. «¿Esta sed insaciable es el destino?», se pregunta el poeta. 


Esa insaciable necesidad de conocimiento del “yo” lírico y su trascendencia y metamorfosis en lo distinto, en los otros, deviene en magma inagotable, en imperecedera luz que ilumina el espacio. La palabra y la imagen en una fusión única, sincera, tal verdad al desnudo, en una sincronía absoluta, solidaria y humanista que recorre la geografía del desastre para ser eco y altavoz de la continua deshumanización de la sociedad actual: «En mi frente triscada de enfrentarse tatuadme los países destrozados». Y así se inicia un viaje hacia el dolor ajeno y la muerte desde el desdoblamiento del yo poético que recorrerá ciudades como Saigón: «¿Por qué, bajo el firmamento de Saigón, donde otros ven la atmósfera como un lienzo etéreo, polvo de arroz, polvo de agua, veo un aire triturado por las mandíbulas del desastre, calambrazo de luz de la tortura?», las ruinas de Palmira o Alepo, Amán, New York, Sarajevo («¡Me ha traído el dolor a Sarajevo!», Madrid («Suicidarse en Madrid ofende al sol. ¿Será el canto del cisne este poema?» o Berlín («Abracé las huidas en Berlín. Los verdugos imploran a sus víctimas con bozales infartados en el almirez del terror»). En “Espectral” Guinda sacude la existencia misma, la suya y la ajena, se desangra en la dolencias de un mundo cada vez más deshumanizado, de espaldas a la razón y el amor. La angustia y el desastre golpea al poeta: «Yo no debo escuchar como si nada los ejes desquiciados, volver la cara al hedor de las masacres». 

 Guinda es el poeta total, pero también el hombre: «Yo soy el hombre que llora dentro de una lágrima», escribe, pero también la voz que se desvive y se desnuda ante sí y ante el mundo. Palabra e imagen en en perfecta comunión. La gran preocupación del poeta es la vida, pero también la muerte. Dirá: «No se agota una vida en su vivir. ¡Vivir es arrojarse a convivir! o ¡Quiero morir de pie, como mueren los árboles! La palabra es esencia y salvación: «¡Si me dejo la vida en la palabra, la palabra me devolverá a la vida!»...y así hasta el final de los días o el silencio de la noche que brama en sus oídos: «Ya la noche se ha tapado la cara con las nubes para no iluminar, no ver, no oler, no decir nada. Para que yo, en sus brazos, me abandone al silencio y al reposo infinito».

Josema Carrasco
Título: Espectral Cómic 
Autor: Angel Guinda y Josema Carrasco 
E ditorial: Olifante (2018)

Espectral CÓMIC. ÁNGEL GUINDA y JOSEMA CARRASCO

 

 

 

Espectral CÓMIC. ÁNGEL GUINDA

JOSEMA CARRASCO

JOSEMA CARRASCO

Siempre la poesía, como bálsamo o luz que ilumina la oscuridad de la vida. La poesía para reencontrarse con uno mismo y los otros, para sentirse libre como un río que recorre el paisaje de la vida y nunca se detiene, para soñar lo desconocido. Y si después de todo hallas en su voz el verdadero camino hacia lo absoluto y la nada, si consigue deslumbrarte su palabra viva y cristalina, si desnuda se muestra, un nuevo mundo renacerá de las cenizas como ave Fénix. Si el hallazgo de esa voz toma en su voz el nombre de Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) ocurre que el hallazgo de su palabra es como el descubrimiento de un tesoro en una isla perdida. Nace al ser y desde el ser del poemario “Espectral”, publicado en la colección “Papeles del Trasmoz” (2011), este “Espectral cómic”, una apuesta innovadora, moderna y diferenciadora de la expresión artística, y digo bien, porque en ella se reúne la palabra y la plástica, el poeta y el dibujante, para crear una obra tan brillante en su ejecución como magistral en su contenido. “Espectral cómic” responde a la necesidad de construir un universo pleno de belleza en su sentido más amplio.


Es, como escribe el crítico Antón Castro en su prólogo, «el libro de un vómito del alma y de la inteligencia», y refiriéndose al dibujante y poeta Josema Carrasco y a su trabajo en este libro: «...en el cómic todo puede hacerse: la gravedad de existir, la belleza del dolor, el diálogo incesante que cualquier ser humano mantiene con sus fantasmas». En esta dualidad de las artes, que se complementan, el verso en prosa de Guinda no deja de sorprendernos, porque igual descendemos a lo más oscuro que ascendemos hasta una luz cegadora: «¿Eres tú, la oscuridad, la llama que me llama? ¡Apagada en la sombra hay otra sombra! La necesidad de saber, de saberse quién, permite a Ángel Guinda indagar, meditar sobre sí y el mundo que le rodea, comparar y vivir en plenitud. Quiere saber y por ello se pregunta y se responde: «¡Para saber quién soy comienzo a dialogar con mis fantasmas! ¿Dónde está el trillo quee ralló el temblor? ¿Dónde los fuegos fatuos de la infancia? ¿De qué eran clave las chispas espaciales?». Y en el camino que se traza el poeta desde la infancia existe la libertad plena de imaginar de saberse otro y distinto en cada palabra o pensamiento: «De niño yo veía en Zaragoza rinocerontes con cabeza de hombre, hombres con cabeza de pistola, hombres con cabeza de falo, hombres con cabeza de copón, hombres con cabeza de mardano, con cabeza de buey, de jíbaro; hombres cabezones, cabezudos, hombres con la cabeza en los pies». Sutileza y desnudez convergen en la palabra de Guinda y la plástica de Carrasco, un corpus sólido y frágil a la vez, dependiendo de la mirada de cada lector, pero nunca indiferente. «¿Esta sed insaciable es el destino?», se pregunta el poeta. 

Esa insaciable necesidad de conocimiento del “yo” lírico y su trascendencia y metamorfosis en lo distinto, en los otros, deviene en magma inagotable, en imperecedera luz que ilumina el espacio. La palabra y la imagen en una fusión única, sincera, tal verdad al desnudo, en una sincronía absoluta, solidaria y humanista que recorre la geografía del desastre para ser eco y altavoz de la continua deshumanización de la sociedad actual: «En mi frente triscada de enfrentarse tatuadme los países destrozados». Y así se inicia un viaje hacia el dolor ajeno y la muerte desde el desdoblamiento del yo poético que recorrerá ciudades como Saigón: «¿Por qué, bajo el firmamento de Saigón, donde otros ven la atmósfera como un lienzo etéreo, polvo de arroz, polvo de agua, veo un aire triturado por las mandíbulas del desastre, calambrazo de luz de la tortura?», las ruinas de Palmira o Alepo, Amán, New York, Sarajevo («¡Me ha traído el dolor a Sarajevo!», Madrid («Suicidarse en Madrid ofende al sol. ¿Será el canto del cisne este poema?» o Berlín («Abracé las huidas en Berlín. Los verdugos imploran a sus víctimas con bozales infartados en el almirez del terror»). En “Espectral” Guinda sacude la existencia misma, la suya y la ajena, se desangra en la dolencias de un mundo cada vez más deshumanizado, de espaldas a la razón y el amor. La angustia y el desastre golpea al poeta: «Yo no debo escuchar como si nada los ejes desquiciados, volver la cara al hedor de las masacres».
 Guinda es el poeta total, pero también el hombre: «Yo soy el hombre que llora dentro de una lágrima», escribe, pero también la voz que se desvive y se desnuda ante sí y ante el mundo. Palabra e imagen en en perfecta comunión. La gran preocupación del poeta es la vida, pero también la muerte. Dirá: «No se agota una vida en su vivir. ¡Vivir es arrojarse a convivir! o ¡Quiero morir de pie, como mueren los árboles! La palabra es esencia y salvación: «¡Si me dejo la vida en la palabra, la palabra me devolverá a la vida!»...y así hasta el final de los días o el silencio de la noche que brama en sus oídos: «Ya la noche se ha tapado la cara con las nubes para no iluminar, no ver, no oler, no decir nada. Para que yo, en sus brazos, me abandone al silencio y al reposo infinito».

Josema Carrasco


Título: Espectral Cómic
Autor: Angel Guinda y Josema Carrasco
Editorial: Olifante (2018)

SALÓN DE LECTURA: José Antonio Santano.- SUR

SALÓN DE LECTURA. SUR

SUR, ANTONIO SOLER



SUR
«La leche tibia del cielo se derrama en silencio sobre todas las cosas». Así comienza “Sur”esta imponente y magistral novela de Antonio Soler que ha merecido el premio de “Andalucía de la Crítica 2019”, fallado recientemente en Málaga, ese lugar donde “todas las cosas”, y añado, todos los seres que la habitan pueden ser”los otros”, en alusión a la cita de Octavio Paz en el frontispicio de “Sur”: «...la ciudad de la que no podemos salir nunca sin caer en otra idéntica aunque sea distinta; la ciudad, realidad inmensa y diaria que se resume en dos palabras: los otros». Así es como Soler construye los cimientos y andamiaje no solo de una historia sino de la propia v ida, la nuestra y la de “los otros”. Desnuda su voz Soler al socaire de un discurso narrativo brillante, desgarrador y tan ágil que a veces parece que se abismará en segundos por no se sabe qué precipicio o dónde, pero que nunca sucede porque es tal la maestría y el tratamiento de las situaciones y los personajes, amén de las técnicas narrativas, incluidas las que corresponden a las nuevas tecnologías (whatsapp), que el lector no puede salir de la espiral en la que ha sido envuelto, y así hasta el final. La descripción e interiorización de la psicología de los personajes es como un magma, una luz que deslumbra, pero no para cegarte, sino para iluminar el camino de las sombras que cruzan la ciudad -Málaga- de un extremo a otro. Si en anteriores entregas Soler no había sido capaz de conquistar enteramente a lectores y críticos -a algunos al menos-, aun a sabiendas de que la presencia del narrador puro que es estaba merodeando, en cambio en esta novela su autor se vacía hasta límites insospechados, creando una nueva manera de narrar, de la que deberán aprender los jóvenes que ahora se inician en el difícil arte de novelar. En “Sur” Soler ha creado un microcosmos -quizá no tan micro-, un lugar, un territorio propio -como aquel Celama de Luis Mateo Díez- en el cual conforma, mediante un juego de espejos extraordinario, lo que se esconde y no se dice, pero está ahí, vivo, esperando el momento de su reflejo en cosas y seres. Esta no es una novela cualquiera, una novela de circunstancia, sino “la novela”, y creo no equivocarme si digo, la novela del siglo XXI. Un hecho cotidiano, aunque en la forma pudiera no parecerlo, cual es el descubrimiento de un cadáver cubierto de hormigas, y a partir de ahí que bien podría pensarse en una historia policíaca, Soler nos conducirá por toda una ciudad, por su variopintos personajes y barrios malagueños; nos descubrirá, en suma las entrañas de la ciudad. Podría parecer desmesurado y pensarse que con 200 personajes que fluyen por las páginas de esta novela, su autor acabaría desbordado y a punto de enloquecer, o al menos, de abandonar su escritura, pero ocurre todo lo contrario, se crece con cada situación y cada personaje hasta el punto de conciliar todas las formas expresivas y concitar al lector a no detenerse, a seguir hasta el final, exhausto pero feliz de haber conseguido culminar esta particular colmena «que convierten a Málaga en un universo emocional», como así se señala en el fallo del jurado del Premio Andalucía de la Crítica. Un ambiente envolvente está presente a lo largo de sus casi 500 páginas, la vibración de unas vidas en una cotidianidad que sorprende por su forma de narrarla, de introducir sus códigos y claves para entender unos hechos tan normales como mágicos a la hora de llegar al lector en forma de grafías, como si de un sueño se tratara, porque nunca se sabe a ciencia cierta, por el mantenimiento de una tensión discursiva apabullante, llena de matices y elementos que al mezclarse desconciertan por su equilibrio y armonía a pesar de que pudiera sentirse todo lo contrario. Esa es, verdaderamente, la fuerza de Soler, también zu gran virtud, al menos para quien esto escribe. Multiplicidad de historias y personajes en un mismo lugar, en una misma ciudad, la del burgués y la del paria, el empresario y el parado, el drogadicto y el médico, la fiesta y el dolor, el sexo y la mentira, la vida y la muerte, pero todo enhebrado con la maestría y el dominio de la palabra en todas sus formas posibles. Soler no ha querido dejar ningún hilo suelto, y por ello, ha tomado para sí las riendas del relato y los personajes, para que nada ni nadie se desbandara, se apartara del camino trazado consciente y concienzudamente, sin prisas pero sin pausa, día a día, como si de un encaje de bolillos se tratara o una filigrana cordobesa. Es verano en la ciudad (agosto para ser exactos) y un calor húmedo lo impregna todo, también al lector que lo siente y lo padece conforme avanza en la lectura; un viento terral que va y viene de un lado a otro, del centro a los extremos y viceversa; la rutina de los días que golpean la ciudad y sus habitantes. La noche y el mar como elementos aglutinadores del discurso narrativo; la vida y la muerte como esencia de un tiempo finito. Sin duda que Soler ha escrito la mejor de sus novelas hasta ahora, diría que, posiblemente, la novela referente de la literatura española del siglo XXI.
ANTONIO SOLER


Título:Sur
Autor: Antonio Soler
Editorial: Galaxia Gutember g (2018)

SUR. ANTONIO SOLER por JOSÉ ANTONIO SANTANO

SALÓN DE LECTURA. SUR

SUR, ANTONIO SOLER



SUR
«La leche tibia del cielo se derrama en silencio sobre todas las cosas». Así comienza “Sur”esta imponente y magistral novela de Antonio Soler que ha merecido el premio de “Andalucía de la Crítica 2019”, fallado recientemente en Málaga, ese lugar donde “todas las cosas”, y añado, todos los seres que la habitan pueden ser”los otros”, en alusión a la cita de Octavio Paz en el frontispicio de “Sur”: «...la ciudad de la que no podemos salir nunca sin caer en otra idéntica aunque sea distinta; la ciudad, realidad inmensa y diaria que se resume en dos palabras: los otros». Así es como Soler construye los cimientos y andamiaje no solo de una historia sino de la propia v ida, la nuestra y la de “los otros”. Desnuda su voz Soler al socaire de un discurso narrativo brillante, desgarrador y tan ágil que a veces parece que se abismará en segundos por no se sabe qué precipicio o dónde, pero que nunca sucede porque es tal la maestría y el tratamiento de las situaciones y los personajes, amén de las técnicas narrativas, incluidas las que corresponden a las nuevas tecnologías (whatsapp), que el lector no puede salir de la espiral en la que ha sido envuelto, y así hasta el final. La descripción e interiorización de la psicología de los personajes es como un magma, una luz que deslumbra, pero no para cegarte, sino para iluminar el camino de las sombras que cruzan la ciudad -Málaga- de un extremo a otro. Si en anteriores entregas Soler no había sido capaz de conquistar enteramente a lectores y críticos -a algunos al menos-, aun a sabiendas de que la presencia del narrador puro que es estaba merodeando, en cambio en esta novela su autor se vacía hasta límites insospechados, creando una nueva manera de narrar, de la que deberán aprender los jóvenes que ahora se inician en el difícil arte de novelar. En “Sur” Soler ha creado un microcosmos -quizá no tan micro-, un lugar, un territorio propio -como aquel Celama de Luis Mateo Díez- en el cual conforma, mediante un juego de espejos extraordinario, lo que se esconde y no se dice, pero está ahí, vivo, esperando el momento de su reflejo en cosas y seres. Esta no es una novela cualquiera, una novela de circunstancia, sino “la novela”, y creo no equivocarme si digo, la novela del siglo XXI. Un hecho cotidiano, aunque en la forma pudiera no parecerlo, cual es el descubrimiento de un cadáver cubierto de hormigas, y a partir de ahí que bien podría pensarse en una historia policíaca, Soler nos conducirá por toda una ciudad, por su variopintos personajes y barrios malagueños; nos descubrirá, en suma las entrañas de la ciudad. Podría parecer desmesurado y pensarse que con 200 personajes que fluyen por las páginas de esta novela, su autor acabaría desbordado y a punto de enloquecer, o al menos, de abandonar su escritura, pero ocurre todo lo contrario, se crece con cada situación y cada personaje hasta el punto de conciliar todas las formas expresivas y concitar al lector a no detenerse, a seguir hasta el final, exhausto pero feliz de haber conseguido culminar esta particular colmena «que convierten a Málaga en un universo emocional», como así se señala en el fallo del jurado del Premio Andalucía de la Crítica. Un ambiente envolvente está presente a lo largo de sus casi 500 páginas, la vibración de unas vidas en una cotidianidad que sorprende por su forma de narrarla, de introducir sus códigos y claves para entender unos hechos tan normales como mágicos a la hora de llegar al lector en forma de grafías, como si de un sueño se tratara, porque nunca se sabe a ciencia cierta, por el mantenimiento de una tensión discursiva apabullante, llena de matices y elementos que al mezclarse desconciertan por su equilibrio y armonía a pesar de que pudiera sentirse todo lo contrario. Esa es, verdaderamente, la fuerza de Soler, también zu gran virtud, al menos para quien esto escribe. Multiplicidad de historias y personajes en un mismo lugar, en una misma ciudad, la del burgués y la del paria, el empresario y el parado, el drogadicto y el médico, la fiesta y el dolor, el sexo y la mentira, la vida y la muerte, pero todo enhebrado con la maestría y el dominio de la palabra en todas sus formas posibles. Soler no ha querido dejar ningún hilo suelto, y por ello, ha tomado para sí las riendas del relato y los personajes, para que nada ni nadie se desbandara, se apartara del camino trazado consciente y concienzudamente, sin prisas pero sin pausa, día a día, como si de un encaje de bolillos se tratara o una filigrana cordobesa. Es verano en la ciudad (agosto para ser exactos) y un calor húmedo lo impregna todo, también al lector que lo siente y lo padece conforme avanza en la lectura; un viento terral que va y viene de un lado a otro, del centro a los extremos y viceversa; la rutina de los días que golpean la ciudad y sus habitantes. La noche y el mar como elementos aglutinadores del discurso narrativo; la vida y la muerte como esencia de un tiempo finito. Sin duda que Soler ha escrito la mejor de sus novelas hasta ahora, diría que, posiblemente, la novela referente de la literatura española del siglo XXI.
ANTONIO SOLER


Título: Sur
Autor: Antonio Soler
Editorial: Galaxia Gutember g (2018)

GAUDEAMUS. de Aldredo Pérez Alencart por José Antonio Santano

GAUDEAMUS, por José Antonio Santano

GAUDEAMUS
¨GaudeamusViajar a Salamanca es adentrarse en los orígenes del saber, la más grande aventura humana. Cada vez que esto sucede una indescriptible sensación de paz y melancolía se apodera del viajero, que una vez alimentado por su historia y el fulgor de la piedra desea quedarse en Salamanca para siempre. Sabemos que existen variadas formas de viajar, según el gusto de cada cual, pero hay una que es infalible y, sobre todo, económica, me refiero a los libros, a través de ellos conocemos, sentimos, en una palabra vivimos. A través de sus páginas podemos desplazarnos de una ciudad a otra, conocer a sus gentes, escuchar su voz y amar su historia. En esta ocasión la ciudad de Salamanca se erige en canto y patria. Quien canta es el poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart, y la patria, la Universidad de Salamanca, a la que pertenece y presta su voz en forma de libro, de título “Gaudeamus” (‘Alegrémonos pues, / mientras seamos jóvenes…). Pérez Alencart ha construido un discurso cimentado en su experiencia como profesor de dicha Universidad y como celebrado poeta. Desde que llegara a tierras salmantinas su casa fue la Universidad. La Universidad es su vida, como lo es la poesía, irrenunciables ambas. Y así lo anuncia en el primer poema del libro: «Uno viene a ti y rompe / el reloj de arena / de la espera, // y te retiene / en un prolongado abrazo / por el tiempo, // y sorbe de tu calíz / anhelando saberlo todo. // Curso a curso, / nadie olvidará el rastro / que dejas». “Gaudeamus” consta de cinco partes: “Distinto y junto” (al que pertenece el poema reproducido; “Patio de Escuelas”, “La piedra en la lengua” (unamuniana al alimón), “Ofrendas para Teresa de Cepeda y Ahumada y Juan de Yepes Álvarez, doctores por Salamanca” y “Triptico final”. En la poesía de Pérez Alencart hallamos siempre una razón para seguir amando la poesía, la palabra abarcadora de universos y luces, ese temblor que nos invita a detener el tiempo y elevarnos sine die a la altura del aire y sus silencios. Habrá en este poemario de Alfredo Pérez lugar para el recuerdo para su maestro en leyes Carlos Palomeque, Fray Luis de León, para el abad Salinas, para Torres de Villarroel, Aníbal Núñez, Unamuno, para su amigo y hermano y pintor de los poetas Miguel Elías, Antonio de Nebrija, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, y siempre de fondo la Ciudad Dorada de Salamanca y su Universidad. Pérez Alencart es un poeta, un visionario que ya no puede detener la máquina de la palabra que nace de la soledad y el silencio para ser compartida en lujuriosa hermandad. Su atenta mirada de poeta escudriña allá donde el dolor o la tristeza emerge, donde el desvalimiento deshumaniza y el frío anubla los sentidos y la vida. El poeta está con todos, con los humildes y desfavorecidos por encima de todo, con lo que su poesía adquiere un valor añadido, el de la solidaridad y el humanismo al que obedece su espíritu:
«Porque descreo de la estatura de los poderosos. / Porque sólo soy un hombre tratando de decir que el milagro de un vveso me ha resucitado. / Porque descanso entre músicas densas que resisten cualquier chillido. / Porque huyen de mí los murmuradores», o podemos comprobar el afecto y el reconocimiento en el espejo de la vida en las cosas sencillas, aquella que deslumbran más a veces que un diamante,como en este poema que dedica a Victoria Muñoz, trabajadora de la limpieza en la Facultad de Derecho, por su jubilación: «Siete lustros, Victoria, / tú que de Boada viniste / y tan temprano ya / limpiaste los despachos. // Ahora te toca el sosiego / y las horas más libres». La Universidad en el verdor de sus patios y el esqueleto de su piedra que aún vive y recrea el pasado fulgor del pensamiento más libre y humanista: «No escatimo alabanzas para Salmatica Docet / pues su nombre representa un esqueje de la dicha, / la presencia continua a cuyo humus me aferro / por ser palabra y por ser idea». En sus muros de luz se refugia el poeta hasta trascender lo aprehendido y sentido. Su mirada es un un rayo que no cesa como aquel del poeta de Orihuela, homenaje continuo al más grande Unamuno: «Crece -con la temperatura del tiempo- el filtro para alejar cenizas y atraer lo perdurable Miguel de Unamuno -sementera y centella atada a la piedra de Villarmayor- existe en todas las estaciones, en todos los imanes, en todos los pulmones. No exista quietud mientras elvasco indómito siga respirando en su Salamanca». 
“Alegrémonos pues”, como reza el título de este libro, porque la palabra ardiente y serena de Alencart vibra en los vítores escritos en la piedra, en las aguas del Tormes, porque su voz renace cada día en «Salamanca, luciérnaga de piedra» y así «Afirmas con la verdad / de tu palabra, / sin armas en las manos» con el compromiso por la vida y la poesía, en cumplimiento de una existencia que dura ya más de 30 años: «Uno viene a ti y rompe / el reloj de arena, / de la espera / y te retiene / en un prolongado abrazo / por el tiempo, / y sorbe de tu cáliz, / anhelando saberlo todo. Curso a curso, / nadie olvidará el rastro / que dejas».
Aldredo Pérez Alencart



Título: Gaudeamus
Autor: Alfredo Pérez Alencart
Editorial: Edifsa (2018)

MECÁNICA DE FLUIDOS.

Diario de Almería. Salón de lectura.

SALÓN DE LECTURA ____________________ José Antonio Santano




MECÁNICA DE FLUIDOS
Autor: Santiago Redondo Vega
Ocurre, no con la frecuencia que uno desearía, pero ocurre. Son muchos los libros que llegan al buzón cada día y que recibo con la alegría que el hecho en sí merece. Libros que van aumentando no solo la biblioteca, que por importante que sea, no lo es tanto como conformar un gran acervo literario-cultural, capaz de hacernos, ante todo, más libres. Con esa necesidad de conocimiento y transmisión al resto de lectores nace este espacio y por eso, como decía al principio, agradezco sinceramente que algunos de los libros que me llegan sean, además del bello objeto que es siempre un libro, una nueva lección de vida. Y así es que un buen día, y en tierras salmantinas, llega a mis manos “Mecánica de fluidos”, del poeta Santiago Redondo Vega (Villalón de Campos, Valladolid, 1958). Con anterioridad a este poemario ha publicado otros como “Laberintos de inercias” y “Naturaleza viva”. El libro que nos ocupa viene a ser como un soplo de aire fresco, de esas cosas que ocurren pocas veces y que deberían suceder más. La palabra poética de Santiago Redondo es un río que ha ido creciendo y creciendo poco a poco hasta desbordarse. El amor es todo su significado es el elemento aglutinador de su poesía. Para el poeta la esencia de la vida nos es otra que el amor, en un doble significado o desdoblamiento, ese que nos sorprende un día y del cual nace el fruto más jugoso para seguir viviendo, a la esposa y los hijos, el carnal, por decirlo de una forma gráfica y el metapoético, cuando precisamente la poesía es pura razón de ser, el modus vivendi de quien siente en todo su esplendor que uno y otra forma son inseparables, indivisas. Contumaz en su expresión: «Y sin embargo -amor- / la vida es un enigma cuadrado y pedregoso, / un aguafuerte intruso», un amor, y el otro. «Pósate en mí, / moja tu boca en tinta de mi ser y emerge / del poema más íntimo y genial / que mi desierto de abrasión te inspire. // No temas tanto ardor / solo acaricio / tu nombre, Poesía». El amor en cualquiera de sus formas que no da descanso. Es un amor pasional, de una extraordinaria sensualidad, que no nunca se conforma con poco, que no se rinde porque en todo él se sabe hombre y poeta:
 «Camino junto al mundo de tu piel,
 / te llevo / desde siempre en la palma de la voz; 
/ casi es costumbre 
/ sentir que te avaricio la cintura 
/ o que mi mano inventa hasta tu cuello 
/ un caos de luciérnagas».
 Amor Mujer y amor Poesía, indistintos en su origen, grandiosos cuando crecen y ascienden a lo más ignoto y mágico. Y el poeta medita y observa el mundo que le es cercano, y se pregunta, porque quiere saber: «Si no es para feliz, ¿para qué nace el hombre?» En cuerpo y alma el acto amoroso, mas el tiempo, implacable, establece el territorio, el espacio donde se ha de librar la batalla: «El tiempo es un gigante / que engulle cuanto ignora, / auspicia lo que odia, reclama lo infinito / y acaba por velarnos el sueño entre cipreses». Los días se suceden y para cada uno el poeta vive. Día a día, “los lunes, sin carmín y sin memoria”, “los martes se embosca la memoria”, “los miércoles transcriben el diario / que la rutina van dictando en braile”, “en cada jueves de vino y de abstinencia”, “las espigas morenas de los viernes”, “...de los hombres-patera / que se escoran al fondo de los sábados”, o “de un domingo cualquiera”; cada día de la semana el poeta se alumbra de lo cotidiano, del tiempo que huye y se escapa silencioso y en soledad absoluta: «La soledad, / la soledad que muerde / -acre estela de bruma en la distancia- / nos escora a estribor de cualquier puerto / y nos cita, nos goza, y nos despecha / convertida en placebo de nuestro propio acíbar». Santiago Redondo bucea en la palabra, a sabiendas que hallará en su su luz la luz de la vida, esa que nos aviva los despertares y nos hace más humanos: 
«Extenuado y maldito, 
/ pero libre
 / torna el poeta al papel de la palabra en alto,
 / demudad o intacta, como un áspide,
 / pero erguida y en armas, nunca inerte».
 Su poesía bebe de la misma realidad que distorsiona sutilmente de regreso al origen de los días. El amor, el tiempo ocupan en esta “Mecánica de fluidos”, un lugar de relevancia, al igual que la soledad y el miedo: «¿Con cuanta oscuridad se alumbra el miedo, / en bulevares de silencio ilícito», y en última instancia, en la mejor tradición poética actual, Santiago Redondo no puede sino ahondar en el sentido y concepción de la muerte: 
«La muerte es un lugar, una inclemencia 
 vacía y delatora 
 de filo embaucador negro y cortante. 
 La muerte es impiedad, aunque no duela;
  al fin y al cabo -amor- 
 la muerte es muerte sólo».
 Se agradece y mucho que una voz tan personalísima como la de Santiago Redondo devuelva a la poesía la razón de su existencia, desde la alternancia de conocimiento y emoción, ahondando en la cotidianidad de la existencia humana -la suya y la de los otros-, perpetuada en el cálido abrazo. Amor y poesía, y viceversa, son la esencia misma del hombre y del poeta que encarna la singular voz de Santiago Redondo.

Título: Mecánica de fluidos
Autor: Santiago Redondo Vega
Editorial: Vitruvio (2018)

EL CUARTO DEL SIROCO




La poesía no es otra cosa que una búsqueda constante del “yo” frente al mundo, un instrumento para entender y entendernos. Bucear en nuestro propio “yo” abismándonos en los misterios de la vida, de cuanto amamos y odiamos, del bien y del mal; un continuo indagar el espacio y el tiempo para reconocer o reconocernos en lo que fuimos, somos o desearíamos ser. Decía días atrás el poeta Antonio Gamoneda que “la poesía no sirve para nada en una sociedad como la nuestra”, para añadir acto seguido que sí puede, en cambio, “intensificar la conciencia de un modo personal e individualizado, algo muy útil a la hora de enfrentarse con realidades objetivas como los desbarajustes en nuestros días”. 
EL CUARTO DEL SIROCO
Se trata, pues, de que la poesía sea ese antídoto contra la tiranía en todos sus estadios. Por esta y muchas razones más la poesía viene a ser una luz deslumbradora que nos precipita sobre el cosmos y nos colma con un cálido e infinito abrazo. De esta manera se nos muestra en “El cuarto del siroco”, última entrega del poeta Álvaro Valverde (Plasencia, 1959). La voz del poeta es en este poemario raíz misma del ser, se adentra en la oscuridad de lo desconocido y resurge como un ciclón devastador de la palabra, esa que revive en cada verso de una manera transgresora a la vez que sencilla. Valverde no se deja amilanar por este viento temible del siroco, su encierro en ese “cuarto” es solo aparente, porque en él se halla y se abarca el universo todo. Contra el siroco, ese viento enfurecido de la existencia, aplica el bálsamo de la poesía, de cada verso en la palabra esencia que lo contiene. La vida late en cada palabra, en un temblor que se reconoce heredero de la más grande tradición poética. Álvaro Valverde nos descubre en cada uno de los poemas que conforman este libro las luces y las sombras del humano existir, de la capacidad del hombre para transformar y transformarse.
Ya desde el primero de los poemas “A modo de poética” nos aproxima Valverde a su particular visión del mundo, que a fin de cuentas es poesía, donde el agua, esa que nos sacia la sed, en su transparencia y pureza es como la vida misma:
«Como el agua,
 que limpia se detiene en esas balsas
 formadas por las hojas cuando obstruyen
 el frágil discurrir de la corriente.
 Como el agua,
que la mano atraviesa confiada
y nunca, sin embargo, toca fondo.
Como el agua, metáfora y verdad.
Sí, como el agua».
 Con suma sencillez, con la palabra justa y necesaria, nos abre las puertas de su universo poético Álvaro Valverde. Todo es búsqueda y hallazgo en su poética, que responde al devenir de la existencia, del tiempo que se escapa para no volver. Toda inquietud o incertidumbre queda fijada en la mirada del poeta, toda nostalgia o melancolía, toda la belleza y el amor trasciende en este poemario:
«Esta palmera, amor,
es más que un árbol:
es el testigo fiel 
de lo que fuimos 
y el testigo veraz 
de lo que somos
y el testigo de aquello
que ya nunca seremos». 
Humanismo y Naturaleza se muestran como dos grandes pilares de la poética de Valverde, y en esa dicotomía se forma y construye la verdadera esencia, su generosa entrega a los otros, a la vida que discurre a su alrededor y que contiene en las pequeñas cosas el más acertado juicio: «No es un pájaro / al que los ornitólogos / ni los aficionados a las aves / destaquen por su brillo o su belleza… / Sin embargo, su canto, / que se levanta poderoso / antes del alba, / detrás de mi ventana, / como un tenue milagro, / hace del mirlo / la más maravillosa criatura. / Posado sobre el muro, / su trino da sentido a la mañana».  Avanza siempre Valverde hacia la luz de lo cotidiano, de aquello que acontece en derredor suyo, observa, medita y florecen en su escritura significados y significantes de tal manera que todo deslumbramiento es posible, que la vida es y está ahí desde aquel niño que fue o su contrario, la vejez («Yo también envejezco / y como él necesito / realidades, no humo»; también los amigos, las mujeres que fueron en su vida («Sí, mas con todo, ellas son la fracción que este hombre precisa para serlo al completo»),  los libros («Sólo los libros / me sirven de consuelo / en estos interiores donde habita / la sombra y la penumbra»), la fugacidad del tiempo o la muerte son hilos conductores de su escritura. En definitiva, el hombre como centro del universo, como así queda meridianamente claro en el poema “Aquél”, del que reproducimos estos versos: «AQUÉL que se levanta cada día / y piensa que la muerte se le acerca. / El que triste se afeita distraído / sin más motivación que la costumbre. / Aquél que va al trabajo y que camina / con su turbio pasado a las espaldas… // El hombre que a pesar de todo eso / se resigna o se obstina, mas no cede. / Quien resiste sereno a la intemperie. / Aquél que no consigue / ni darse por vencido». Un libro que nos devuelve la esperanza y la creencia en la poesía, en la más grande poesía actual española, cual es la que representa Álvaro Valverde: «La poesía / que hoy sólo se me antoja / tan sencilla / como el gesto de alguien / que da un vaso de agua / a quien padece sed».
ÁLVARO VALVERDE
Título:El cuarto del siroco              
Autor: Álvaro Valverde
Editorial: Tusquets (2018) 

SALÓN DE LECTURA. ANNIE HALL YA NO VIVE AQUÍ



Annie Hall ya no vive aquí

ANNIE HALL YA NO VIVE AQUÍ
L eía días atrás y no recuerdo dónde que «la poesía despierta pasión a muy temprana edad, aunque no se entienda». Para quienes tienen por hábito y costumbre leerla, aprender y emocionarse con ella, no extraña esta afirmación. La poesía, efectivamente, aún sin llegar a entenderla en ocasiones, es como esas canciones extranjeras que, por mucho que no entendamos lo que dice, en su conjunto (música y letra) valoramos, en muchas ocasiones y así la historia lo demuestra, como verdaderas obras de arte. El arte, en cualquiera de sus expresiones, no tiene límites, es algo que aun sin poder explicarse, se eleva hasta cotas desconocidas y es capaz de transformar y transformarnos, de ser alma en sí mismo, espíritu inagotable que vuela por los confines de la luz y el universo. Por todo, la poesía llega siempre para quedarse, anegar el espacio y los sentidos con su música inextinguible. Salamanca fue el lugar de encuentro, allí la poesía nos convocó y allí la fraterna amistad y la palabra se fundieron en un abrazo imperecedero. “Annie Hall ya no vive aquí”, del poeta argentino Boris Rozas, nos reunió entonces y nos une ahora. Es este un poemario con el que su autor fue distinguido con el XVI Premio Internacional de Poesía “León Felipe”, Tábara 2018. La madurez poética de Rozas está ya avalada por una sólida trayectoria que resumimos en la publicación de once libros, entre los que podemos destacar “Ragtine” (2012), “Invertebrados” (2014), ganador del prestigioso premio Internacional “Pilar Fernández Labrador” y “La libertad de los girasoles” (2016). Con “Annie Hall ya no vive aquí”, Rozas avanza por un camino, no siempre fácil, cual es el del genero poético. En este libro el poeta, llevado por su admiración al séptimo arte, el cine, nos muestra una obra que parte, como otras, del viaje, esa manera de indagar en lo desconocido y misterioso, y en esta ocasión con un destino al que la poesía y la literatura han dedicado atención preferente. El viaje siempre es un reto, antes, durante y después de realizado, como un sueño. El deseo de vivir que nos transporta al paraíso imaginado. Así, de esta manera, Boris Rozas nos muestra en cinco partes lo que significa “Annie Hall ya no vive aquí”. En la primera de ellas, titulada “Lowcost”, como si se tratara de una huida hacia adelante, el viaje como aventura vital hacia el centro de su soñado universo, tal es el cine, y la espera en esas salas que anteceden al patio de butacas, hacia la búsqueda de un tiempo futuro que vive intensamente, asido inseparable a una maleta: «Van a sellarme el pasaporte sin apenas mirarme a la cara / para ellos soy otro animal que viaja por instinto, / oculto tras gafas de sol y metros de auriculares / en silencio…». 
En la segunda parte del libro “Permiso concedido”, Rozas muestra su particular visión de la ciudad y el misterio que acude al poeta en forma de abstracción o surrealismo propio de poetas que le antecedieron en su cita con Nueva York, lugar donde todo puede suceder. En este sentido, su gran apuesta será el amor, que concreta en un curioso paralelismo entre el ruidoso vivir de la ciudad y la pura expresión de su poética, con acento machadiano: «El viejo olmo que aún vigila los cadáveres del río / se afana en jugar a las sombras / con los atardeceres del puente de Brooklyn… // se han citado a las puertas de esta noche / tu frente con mi cara, / mi atisbo de pobreza / con tu figura de permisos ya concedidos». En la tercera parte, “Anchorage” , el poeta, nos guiará a través de la música, esa que lleva muy adentro, el jazz, y al ritmo del gran Jhon Coltrane, por la bulliciosa ciudad y la sensación de desvalimiento que la misma le produce: «Soy una vieja actitud acomodada en los bolsillos / de un vaquero, / souvenir de puesto ambulante / cerca de un buzón ahogado entre pintadas, / soy un letrero de neón / con iniciales fundidas / hasta derramarse por los bancos verdes de metal, / me siento como un minúsculo hombre / que se intuye logotipo modal / a ritmo de jazz». Rozas titula la cuarte parte del poemario: “La primera vez que salté por una escalera de incendios”. En ella recorrerá lugares emblemáticos de Nueva York, como Greenwich Village, Gay Stree, el Bronx o la estación Gran Central y sentirá que la soledad y el amor fluyen al unísono en su íntimo ser: «Una vez ue un hombre sentado añorando las montañas / como quien se siente bosque, / estrechando el cuelo de botella de la primavera / como el lobo que camino solo / por Gran Central / lamiéndose las heridas con los dedos». La quinta y última parte que da título al libro “Annie Hall ya no vive aquí”, es la más destacada y determina en mi opinión la fuerza del sujeto poético, el vuelo de su voz a la altura del sueño que revela la verdad poética contenida en este poemario de Boris Rozas: «Me dicen que la felicidad dura lo que dura una mañana, / un verso. / Un café extendido sobre una vieja mesa / un niño extraviado que busca una ventana / en medio del invierno. / En esa media luna envuelta en leche caliente / descansa una verdad / que no por sobada y bizca / deja de ser menos verdad».
BORIS ROZAS
Título: Annie Hall ya no vive aquí
A utor: Boris Rozas
Editorial: Celya (2018)