ERNESTO CARDENAL. POESÍA COMPLETA

SALÓN DE LECTURA ____ Por José Antonio Santano   


Poesía Completa

Existe en la actualidad poética española demasiado ruido y poca hondura. La reflexión necesaria que todo ejercicio poético necesita brilla por su ausencia. Demasiada banalidad. Es por ello que cuando nos acercamos a una obra íntegra, recuperadora de la palabra poética en toda su extensión y significado, cuando esa palabra remueve el interior de cada lector y se acomoda desde ese instante como parte del propio ADN, toda emoción está garantizada, y de esta forma, la Poesía vuelve a su estado natural. Habría para muchas páginas si nos detuviéramos en esta cuestión tan importante, pero no es posible ahora. La obra que hoy traemos a este escaparate de libros es imprescindible, porque nos acerca a uno de los grandes poetas actuales: Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925). La editorial Trotta nos convoca a la lectura de la Poesía Completa del poeta nicaragüense, en un solo volumen con más de mil páginas. Una edición, en honor a la verdad, extraordinaria, a la que hay que sumar el estudio preliminar de una buena conocedora de la poesía hispanoamericana, y en concreto de la de Ernesto Cardenal, María Ángeles Pérez López, profesora titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca, además de poeta. Pérez López nos presenta en este estudio previo todas y cada una de las claves de la poesía de Cardenal. Y lo hace de manera clara y precisa, sentando las bases que permiten al lector conocer la figura de este controvertido poeta nicaragüense. María Ángeles detalla en su análisis cada una de las facetas creadoras de Cardenal, desde su primer libro Epigramas hasta el último Hijos de las estrellas que incluye los poemas inéditos “Estamos en el firmamento” y “Con la puerta cerrada”. Toda una trayectoria poética no exenta de controversias sobre su particular modo de entender la poesía, tanto desde el punto de vista teórico como de la praxis. Sin embargo, Cardenal es honesto consigo mismo y se desnuda ante los demás con la misma naturalidad como quien toma un vaso de agua. No hay sobreactuación, él es el hombre y el poeta en un mismo cuerpo y mente; lo humano y lo divino se complementa y se manifiesta en su particular manera de entender el mundo, que es lo mismo que decir la poesía. Pérez López se adentra en cada uno de los libros publicados por Cardenal en su ya larga vida poética, los analiza al detalle hasta conseguir que sea meridianamente comprensible para el lector tanto el texto en sí mismo como el momento histórico en el que se escribe. La actividad política, religiosa y literaria de Ernesto Cardenal compone un paisaje luminoso donde la palabra y la acción se complementan, y la revolución que proclama tiene un sentido evangélico y humano de imprevisible respuesta. No obstante, Cardenal es hombre y conoce bien al hombre, al poderoso y al desposeído, y solo cuando ese humanismo florece todo parece dignificarse, si bien antes haya sido necesario la lucha por la libertad, incluso con las armas. El exteriorismo, que bebe del imaginismo representado por un movimiento poético angloamericano promovido por el también poeta Ezra Pound, se manifiesta en la mayor parte de la obra de Cardenal e  incluye la presencia de la historia, la teología, la antropología, la lingüística, la economía o la ciencia… La presente obra, Poesía completa, viene a demostrar que la palabra poética es todavía imprescindible, como lo es conocer a Ernesto Cardenal en toda su esencia humanística y poético-espiritual, donde el Amor es la razón de toda existencia. Nos dice la profesora Pérez López que ya desde Epigramas, “pueden advertirse tempranos rasgos de la poesía de Cardenal, en particular la búsqueda de un lenguaje sencillo que explica su gran popularidad, como puede comprobarse en los siguientes versos: «Si tú estás en Nueva York / en Nueva York no hay nadie más / y si no estás en Nueva York / en Nueva York no hay nadie.» En los “Poemas documentales” hallamos ya al poeta “exteriorista”, que bebe fundamentalmente de las imágenes del mundo exterior” y que derivan en poemas narrativos: «Salí del puerto de Acapulco el 23 de marzo /  y vine navegando hasta el sábado 4 de abril / y media hora antes que amaneciera / vimos con la luna un navío junto al nuestro / con las velas y la proa que parecían de plata…», del poema “El pirata Drake en las costas de Nicaragua”. Su siguiente poemario “Hora 0”, se sitúa, según Pérez López, “por su vocación narrativa, coloquialista y prosaísta en el territorio de la poesía comunicante…y vendría a ser el manifiesto exteriorista que Cardenal y José Coronel Urtecho no escribieron”. Corren los años de la rebelión de 1954, con Sandino al frente y el ajusticiamiento de Somoza en 1956: «El abrazo es el saludo de todos nosotros, / decía Sandino- y nadie ha abrazado como él. / Y siempre que hablaban de ellos decían todos: “Todos nosotros…” “Todos somos iguales”, / “Aquí todos somos hermanos”, decía Umanzor». “Gethsemani, Ky” tiene que ver mucho ya con la llamada religiosa de Cardenal. “Se trata -según Pérez López-, del libro más lírico de Cardenal, en el que se trasluce la angustia vivida por el poeta…”, y aparece su singular misticismo. De este tiempo es también “Salmos”, donde hallamos versos como estos: «Cantaré Señor tus maravillas / Te cantaré salmos / porque fueron derrotadas sus Fuerzas Armadas / Los poderosos han caído del poder. // Guárdame de la soberbia del dinero y del poder político / y estaré libre de todo crimen / y del delito grande / Y séante gratas las palabras de mis poemas / Señor / mi Libertador», donde comprobamos la idea de un Dios que está en el poeta-hombre-revolucionario. Destacamos, de su “Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, aquellos que más recursos lingüísticos ofrecen y que aportan el conocimiento y la bondad poética de Cardenal: «Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara / y el odio al maquillaje -insistiendo maquillarse en cada escena- / y cómo se fue haciendo mayor el horror / y mayor la impuntualidad a los estudios». Luego vendría “El estrecho dudoso”, esa búsqueda anhelada por unir los dos océanos (Atlántico y Pacífico), partiendo de una revisión de la historia : «”El país es bello” / le había dicho a Colón Toscanelli./ De la isla Ofir, Ophaz o Cipanga / (llamada también La Española) el Almirante / se hizo a la vela a descubrir el Estrecho…». La siguiente obra, “Los ovnis de oro”,  es un poemario extenso, centrado en las formas de vida y la tradición de las tribus indígenas: árboles sagrados, dioses, jefes, pueblos, reyes, costumbres…: «No he venido a hacer guerras en la tierra  sino a cortar flores / yo soy el rey cantor buscador de flores / yo, Netzahualcóyotl / su palacio lleno de cantores / no de militares.». Antes de la fusión de lo cristiano y revolucionario, Cardenal pasará un momento amargo tras la muerte de Thomas Merton, con quien tanto quiso, y así lo escribe en sus “Coplas a la muerte de Merton”: «Había en los besos un sabor a muerte / ser / es ser / en otro ser / solo somos al amar». “Será en “Canto Nacional” cuando Cardenal considerará a un Cristo subversivo y revolucionario. Seguirán a éste “Oráculo sobre Managua”, “Dos epístolas”, “Pasajero de tránsito”, hasta llegar a más ambicioso de sus proyectos poéticos “Cántico cósmico”, donde reunirá un total de 42 cantigas, en él hallamos, según María Ángeles Pérez, “las grandes constantes cardenalianas -amor, revolución, religión-, un único objetivo: “El propósito de mi Cántico es dar consuelo. / También para mí mismo este consuelo. / Tal vez más”, de la cantiga 42, como señala Pérez López. “Cántico cósmico” es, sin duda, el más grande monumento a la palabra, principio y fin, alfa y omega de todas las cosas, como el amor frente al mundo, la única razón de la existencia. “Telescopio en la noche oscura”, “Versos del pluriverso”, “Hijos de las estrellas” y “Otros poemas”, cierran el hasta ahora ciclo poético del gran vate nicaragüense Ernesto Cardenal. En todos ellos insiste, regresa a la honda reflexión, a una mística singular y efectiva, que nos recuerda la más grande tradición de la poesía española en Santa Teresa y San Juan de la Cruz, donde el verso se hace absoluta luz y silencio: «Yo nací para un amor extremista. // Amado misterioso que no gozo / ¡nada quiero sino estar contigo!». Mística, amor, religión, ciencia, revolución, solidaridad en su conjunto, inseparable todo de la condición del ser humano y del poeta que habita el universo espiritual del gran Ernesto Cardenal.  




Título: POESÍA COMPLETA
Autor: Ernesto Cardenal
Editorial: Trotta (Madrid, 2019

POESÍA DE ULTRAMAR. ERNESTO CARDENAL

José Antonio Santano, IDEAL DE ALMERÍA
CRÓNICA LITERARIA: POESÍA DE ULTRAMAR DE ERNESTO CARDENAL por JOSÉ ANTONIO SANTANO



SALÓN DE LECTURA  


JOSÉ ANTONIO SANTANO

 José Antonio Santano 


ERNESTO CARDENAL










POESÍA DE ULTRAMAR


Existe en la actualidad poética española demasiado ruido y poca hondura. La reflexión necesaria que todo ejercicio poético necesita brilla por su ausencia. Demasiada banalidad. Es por ello que cuando nos acercamos a una obra íntegra, recuperadora de la palabra poética en toda su extensión y significado, cuando esa palabra remueve el interior de cada lector y se acomoda desde ese instante como parte del propio ADN, toda emoción está garantizada, y de esta forma, la Poesía vuelve a su estado natural. Habría para muchas páginas si nos detuviéramos en esta cuestión tan importante, pero no es posible ahora. La obra que hoy traemos a este escaparate de libros es imprescindible, porque nos acerca a uno de los grandes poetas actuales: Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925). La editorial Trotta nos convoca a la lectura de la Poesía Completa del poeta nicaragüense, en un solo volumen con más de mil páginas. Una edición, en honor a la verdad, extraordinaria, a la que hay que sumar el estudio preliminar de una buena conocedora de la poesía hispanoamericana, y en concreto de la de Ernesto Cardenal, María Ángeles Pérez López, profesora titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca, además de poeta. Pérez López nos presenta en este estudio previo todas y cada una de las claves de la poesía de Cardenal. Y lo hace de manera clara y precisa, sentando las bases que permiten al lector conocer la figura de este controvertido poeta nicaragüense. María Ángeles detalla en su análisis cada una de las facetas creadoras de Cardenal, desde su primer libro Epigramas hasta el último Hijos de las estrellas que incluye los poemas inéditos “Estamos en el firmamento” y “Con la puerta cerrada”. Toda una trayectoria poética no exenta de controversias sobre su particular modo de entender la poesía, tanto desde el punto de vista teórico como de la praxis. Sin embargo, Cardenal es honesto consigo mismo y se desnuda ante los demás con la misma naturalidad como quien toma un vaso de agua. No hay sobreactuación, él es el hombre y el poeta en un mismo cuerpo y mente; lo humano y lo divino se complementa y se manifiesta en su particular manera de entender el mundo, que es lo mismo que decir la poesía. Pérez López se adentra en cada uno de los libros publicados por Cardenal en su ya larga vida poética, los analiza al detalle hasta conseguir que sea meridianamente comprensible para el lector tanto el texto en sí mismo como el momento histórico en el que se escribe. La actividad política, religiosa y literaria de Ernesto Cardenal compone un paisaje luminoso donde la palabra y la acción se complementan, y la revolución que proclama tiene un sentido evangélico y humano de imprevisible respuesta. No obstante, Cardenal es hombre y conoce bien al hombre, al poderoso y al desposeído, y solo cuando ese humanismo florece todo parece dignificarse, si bien antes haya sido necesario la lucha por la libertad, incluso con las armas. El exteriorismo, que bebe del imaginismo representado por un movimiento poético angloamericano promovido por el también poeta Ezra Pound, se manifiesta en la mayor parte de la obra de Cardenal e  incluye la presencia de la historia, la teología, la antropología, la lingüística, la economía o la ciencia… La presente obra, Poesía completa, de Ernesto Cardenal viene a demostrar que la palabra poética es todavía imprescindible, como lo es conocer a Ernesto Cardenal en toda su esencia humanística y poético-espiritual, donde el Amor es la razón de toda existencia.   

EL UNICORNIO EN EL CAFÉ LIBERTAD

IDEAL, 26/01/2020



SALÓN DE LECTURA ___ Por José Antonio Santano



PEDRO RODRÍGUEZ PACHECO
PEDRO RODRÍGUEZ PACHECO
El Unicornio en el Café Libertad

Hora es de llamar a las cosas por su nombre. En la literatura como en tantas otras cuestiones de la vida existe un momento en que hay que decir, ¡basta ya! Hasta ahora la poesía española parece obedecer a un solo canon, o, mejor dicho, a un solo gurú, tan poderoso, que nadie se atreve a oponerse a él, a contradecirlo en lo más mínimo, porque ¡ay de aquél que ose a enfrentársele! El silencio será la condena y ya nunca más podrá vivir de sus migajas. Ocurre ahora lo mismo que con aquella eclosión mercantilista y efímera que allá por los años 60 se llamó Novísimos y que silenció a otro elenco de poetas de gran calidad y diferencia estética notable. En nuestros días, y aún después de un momento que parecía que otra “poesía era posible” con aquella “rebelión de los diferentes”, que luego vino en llamarse poesía “De la Diferencia” y que bien por sus luchas internas o por la hegemonía de la llamada poesía “De la Experiencia”, que aún cuenta con el poder mediático, junto a las grandes editoriales, digo, poco ha cambiado la situación, y sin embargo, a raíz de la publicación de “La otra mirada” y “El unicornio en el Café Libertad”, ambos autoría del también poeta, profesor universitario y ensayista Pedro Rodríguez Pacheco (Sevilla, 1941)), parece que vuelve a estar vigente el argumentario que sostuvo a “La Diferencia” y con el que, posiblemente, muchos poetas actuales estarían de acuerdo. Salvando la distancia del tiempo, en aquella diatriba de “Novísimos” y “Poetas del Lenguaje” o “Promoción del 60” como se la llamó también, en la actualidad, se dan parecidas circunstancias entre seguidores de una “poesía de la Experiencia” (¿acaso puede entenderse la creación poética ajena a la experiencia? y el resto de poetas tan ajenos a este movimiento, como diferentes en su concepción de la poesía. Dicho lo cual, es de una oportunísima aparición “El unicornio en el Café Libertad. 25 años después. Antología”. No es este un libro más, un texto pretencioso y oportunista, todo lo contrario. Tras el paso de los años, con una mirada serena y respetuosa, sabiendo que sólo los argumentos y el análisis son los aliados del investigador o ensayista, también de la justicia poética, se puede vislumbrar el hecho histórico que supuso aquella “rebelión de los diferentes”, poetas todos en el más puro sentido de la palabra, como lo demuestran las diferentes poéticas de cada uno de ellos, pero siempre bajo el paraguas de la Poesía. Si ya en “La otra mirada”, Rodríguez Pacheco expuso ampliamente el devenir “De la Diferencia”, sus orígenes, sus causas y objetivos o metas, con “El unicornio en el Café Libertad”, de una manera resumida aporta su particular visión, al tiempo que analiza pormenorizadamente las poéticas de cada uno de los vates antologados y que fueron artífices de aquella rebelión: Manuel Jurado López, Pedro J. de la Peña, Ricardo Bellveser, Antonio Enrique, María Antonia Ortega, José Lupiáñez, Concha García, Antonio Rodríguez Jiménez y Fernando de Villena. Es, pues, de agradecer que, con absoluta libertad, su autor, Pedro Rodríguez Pacheco, se haya desnudado y presentado, con la honestidad que le caracteriza y el conocimiento experiencial adquirido también por su relación con aquella propuesta “De la Diferencia”, ante el lector, a sabiendas que muchos serán, todavía, sus detractores. Con todo, es de reconocer que pocos son los que se atreven a “enfrentarse” dialécticamente al contrario, siempre desde el respeto. Y todo ello lo demuestra cuando, desde un sentido crítico, analiza la obra de cada uno de estos poetas. Rodríguez Pacheco toma como símbolo al Unicornio y lo hace presente en el Café Libertad donde aquellos poetas se reunieron para rebelarse contra el sistema; el Unicornio: “Un animal fabuloso…, con figura de caballo, que lleva un solo cuerno muy puntiagudo sobre su frente. Es veloz y muy valeroso. Según la leyenda nadie podía cazarlo por la fuerza”. En su recorrido por la poesía de estos autores, Rodríguez Pacheco no ceja en su empeño por demostrar la vitalidad de aquella rebelión en el marco de la poesía española del siglo XX. De Manuel Jurado López, el primero de los poetas seleccionados, Rodríguez Pacheco dice: “Jurado López es un cóndor sobre las altas cimas de la poesía: andaluza hasta la médula ha sabido asumir ese río interiory dejarse llevar por su corriente hacia otros mares de civilización y plenitudes fraternas”. De Poemas de Ginebra, estos versos: “Soy hombre y mujer al mismo tiempo porque ya estás / en mí igual que la palabra que pronuncio / para que la oigas tú y caiga en mí, muy honda, / como en un pozo.”. Escribe Rodríguez Pacheco sobre el siguiente antologado: “La poesía de Pedro J. de la Peña se mueve entre dos polos que, sin ser antagónicos, distinguen dos poéticas, y aunque con carácter oposicional para que el sistema funcione, el poeta intenta que sus universos, los íntimos y los exteriores, es decir, los de la vida y su experiencia y los de la cultura (los paisajes del sueño y los de deseo) encajen en esa caja china de múltiples registros. De El soplo de los Dioses, estos versos: “Cuando un amor se pierde es asunto sabido / que los débiles buscan desamores livianos / que ayuden a ahuyentarlo.”. El siguiente perfil trata del poeta valenciano Ricardo Bellveser, de quien escribe Rodríguez Pacheco: “La poesía de R. Bellveser se nutre de urgentes afirmaciones y, seguidamente, de sus refutaciones; es una tensión en la que el sujeto poético vive su sinvivir”. De su poesía seleccionamos estos versos: 

“El tiempo tenaz todo lo ha cambiado: 
/ el techo no es tan grande, ni tan alto, 
/ ni tan misterioso, ni me acongoja.
 / La cama, sólo es un campo de plumas 
/ que el tiempo con la muerte ha desolado.”.

 Es un perfil poético de Antonio Enrique, escribe así Rodríguez Pacheco: “Antonio Enrique, como poeta, en su esencialidad como poeta, es un místico humanista…Esa rehumanización que compromete a toda la Naturaleza, es el hallazgo diferencial de Antonio Enrique”. De La palabra muda, estos versos: “No me importa morir / porque he conocido a la mujer / que ha sido mi madre, mi hermana, / mi amante y mi amiga: / El todo mi ser.”. Nos descubre ahora Rodríguez Pacheco el perfil poético de María Antonia Ortega: “En toda su obra se detecta un profundo ardor, un fuego, un magma volcánico que cuando entra en fase eruptiva y se derrama libre por las laderas de su universo, nos deja esas ascuas incandescentes que son sus poemas, sus revelaciones, sus iluminaciones…”. De “El emparrado”, sean estos versos: “Mi alma es antigua / y ya no volverá a reencarnarse; / por eso necesito el desierto / y los días de luz interminables, / igual que antes la proximidad / de los cuerpos”. José Lupiáñez, para Rodríguez Pacheco es ese inmenso poeta proclive “a dos grandes movimientos que vertebraron -y para algunos aún vertebran- el universo de la creación literaria: el Barroco, como tiempo de violenta aceleración temporal y, más acusadamente, el Modernismo”. En su sabiduría, capacidad de creación y emoción confía el antólogo; de su poesía estos versos que la ilustran: 

“Mis manos acarician la piedra 
/ en esta inmensa grita del mundo.
 / Hasta hoy fue el desierto,
 / con su aliento de fuego, azotándonos 
/ sin misericordia, y la arena en los ojos 
/ o los labios cuarteados por la sed”. 

La poeta cordobesa afincada en Barcelona, Concha García es, para nuestro antólogo, otro de los perfiles elegidos y de ella habla así: “Concha García había montado su insurrección heterodoxa ejerciendo una especie de violencia en el lenguaje normativo que era de uso canónico en las hegemonías…”. Aquí una breve muestra de sus versos: 

“…Tú me amas. 
/ La hermosa nada que recupero 
/ me pasea en automóvil”.

 Si hay un poeta que, por su vitalismo, “La Diferencia” irrumpió en el panorama poético español con fuerza inusitada, ese es Antonio Rodríguez Jiménez. “El “yo” poético de Rodríguez Jiménez -nos dice R. Pacheco- lo es blindado por seres mitológicos, intuiciones fantásticas, espectros que se reparten lo benéfico y lo maligno”, y añade: “Rodríguez Jiménez es prototipo del paroxismo visionario, lleno de intuiciones y de frenesíes fantasmales”. De su poema inédito “Escala primera” tomamos estos versos: 

”Las escalas indican el momento vivido, 
 el pasado de humo, el presente 
de plástico y el futuro de goma, 
como un alambre que se derrite  
una y otra vez hasta que chorrea 
como un líquido más ligero que
 el agua”.

 De Fernando de Villena, último poeta antologado, R. Pacheco escribe: “El proyecto poético de Fernando de Villena lo es en constante erupción: todo lo incita, todo lo provoca. Hay, principalmente, cuatro elementos conformadores o incitadores en su poesía: el amor, el tiempo, las creencias y los paisajes del mundo con sus consanguíneos: la alta cultura, sus símbolos y mitos”. Reflejo de su humana condición, sean estos versos pertenecientes al poema “Vacilaciones de la fe”: “No sé si de verdad existes, / pero ahora quisiera / que de verdad existieses / para sanar tanta pena, / para colmar tanta esperanza”. Esta ha sido una pequeña muestra de lo que significó, y creo que convendría decir, lo que aún significa hoy “La Diferencia”, conscientemente silenciada por quienes todavía mantienen la hegemonía poética en España, tan alejada de la calidad que requiere toda creación que se precie.
EL UNICORNIO EN EL CAFÉ LIBERTAD 25 AÑOS DESPUÉS
PEDRO RODRÍGUEZ PACHECO
Título: El unicornio en el Café Libertad. 25 años después

Autor: Pedro Rodríguez Pacheco

Editorial: Carena (Barcelona, 2019)


FRANCISCO LUCIO





SALÓN DE LECTURA  


JOSÉ ANTONIO SANTANO

 José Antonio Santano 

      
FRANCISCO LUCIO

FRANCISCO LUCIO






 LUCIO RESUCITADO


Como otras veces, me había citado con mis buenos amigos libreros Isidoro y Carlos Salvador (padre e hijo) en la librería Metáfora, que regentan en Roquetas de Mar. Hacía un día claro, con un cielo azul intenso y un sol que ya calentaba como si fuera primavera, cuando sólo habían transcurrido unos días de este recién parido 2020. Enfrascados en nuestra tertulia improvisada, concretamente hablábamos de poesía, Isidoro interrumpe la conversación para avisar de la entrada en la librería de un poeta, diciendo: “¡Sois tantos los poetas!, instante en el que pregunto de qué poeta se trata, a lo que responde; Francisco Lucio, se llama, y rematé yo: “uno de los grandes”. Casi no podía creerlo. Había preguntado por él a conocidos poetas y nadie nunca supo darme noticias suyas. Fue algo grandioso, como una resurrección. Lucio resucitado, Francisco Lucio estaba allí, en carne y hueso, acompañado de su esposa y yo, sin saber qué hacer ni qué decir. Me acerqué a él con el respeto y la admiración que su figura me merece, no de ahora, sino de cuando lo conocí años atrás en la presentación de algún libro o evento poético, acompañando a Julio Alfredo Egea o a Pilar Quirosa, lamentablemente desaparecidos ambos, u otros destacados poetas almerienses de aquellos años. Era tan sublime el momento de aquel reencuentro, tan esperado por creer que no sucedería nunca que, allí estaba junto a él y su esposa, conversando amigablemente de lo humano y lo divino, aunque como es de suponer, mucho más de poesía, claro está. Lucio me había devuelto de nuevo la fe y la esperanza en la poesía, en este irrenunciable oficio de poeta. Francisco Lucio, resucitado por fortuna, y frente a mí. Supe que un maldito ictus fue el causante de su larga ausencia, del incomprensible silencio que nadie supo informarme cuando tantas veces pregunté por su paradero. Hoy, todas esas adversas circunstancias ya son olvido, porque, al fin, Lucio ha regresado y a mí esa vuelta me alegra mucho.
En toda esta historia, lo que espejea con notoria insistencia, es el olvido al que sigue sometido el intelectual y el poeta grande que es Francisco Lucio. Estando en la librería Metáfora Isidoro tuvo la deferencia de obsequiarme con un libro de Lucio, “Tiempo Romance, y yo como reconocimiento a su magisterio poético, tuve a bien, regalarle mi último libro “Marparaíso”, galardonado recientemente con el “XXIV Premio Rosalía de Castro 2019”, en el que rindo homenaje a otro de los grandes poetas olvidados y Nobel de Literatura en 1977, Vicente Aleixandre. Y cosa curiosa, de Vicente Aleixandre habíamos conversado minutos antes de concluir nuestro reencuentro, lo que venía a demostrar nuestra sintonía poética. Nos despedimos con un “hasta luego”, seguro de que volveríamos a vernos. Algo muy adentro de mí me hacía pensar que esto sucedería a no muy tardar. Me prometí entonces restablecer ese inmerecido olvido al hombre y al poeta que viven en Francisco Lucio. No puede ser que a sus 87 años, este Roquetero y poeta insigne sea carne de olvido por parte de los actuales gobernantes del municipio, de las instituciones provinciales y, si me apuran nacionales, y de los propios poetas que habitan estas tierras almerienses. No puede ser que quien tanto ha dado a la cultura y la poesía española, nada reciba cumplidos ya sus lúcidos 87 años de edad. Desde estas páginas quiero hacer público mi convencimiento y mi entrega para que se haga justicia con este roquetero de pro, por nombre Francisco Lucio. Con algunos de sus versos incluidos en “Tiempo Romance”, concretamente de su poema de tono elegíaco “No digo tu nombre en vano” (romance-glosa), en el que nos recuerda a los más grandes poetas de todos los tiempos que cantaron a España: Fernán González, Juan Ruiz, Juan del Encina, Alonso de Ercilla, Miguel de Cervantes, Gabriel Bocángel, José Cadalso, José de Espronceda, Joan Maragall, Jacinto Verdaguer, Miguel de Unamuno, Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, César Vallejo, Luis Cernuda, Federico García Lorca, León Felipe, Nicolás Guillén, Jorge Guillén, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Gabriel Celaya, Blas de Otero o Max Aub, y con el que quiero restituir del olvido a Francisco Lucio: 
«Porque hay dolor en el mundo, 
/ madre, porque hay gente mala
 / que roba el trigo a los pobres 
/ y luego siembra cizaña./ 
Si alguno cierra tus puertas, /
 otro, más fuerte, las abra …// 

Era la sangre del pueblo /
 el oro que t e quedaba…//

 Era la sangre más pura /
 la sangre más acendrada, /
 cayendo desde el camino /
 al fondo de la barranca…//

 Dales de beber: su sed / 
de justicia no se sacia. /
 Dales de beber; y nunca /
 se rompa, madre, tu cántara…
 Hambre tenemos de ti, 
/ hambre que nunca se harta; / 
de que tu ser y tu nombre / 
venzan al tiempo y sus taras…// 

Porque tú, sueño del mundo; /
 tú, tan abrupta y tan brava, /
 eres el solo camino, /
 la larga senda soñada…//

 Siempre belleza posible, 
/ tal vez sueño, mas cercana; / 
siempre nueva, viva siempre, / 
hermosa y trágica España.» 

Así es y así escribe uno de los grandes poetas olvidados de nuestra tan cacareada patria. Esta es sólo una breve muestra de su magna obra que hoy quiero restituir del olvido. Sirvan estas líneas como testimonio de mi consideración a su admirada Poesía.
Francisco Lucio camina lentamente, asido al brazo de su esposa. Sale de la librería Metáfora, encorvado se aleja. Volverá al santuario de los libros otro sábado, y allí estaré, esperándolo sereno entre el bosque de libros, seguro de reanudar la conversación que dejamos pendiente. Conforme su figura se desvanecía a través de los cristales de la librería me dije: “Qué gran fortuna la mía con este reencuentro. ¡Qué excelso goce: Lucio resucitado!

LUCIO RESUCITADO. POR JOSÉ ANTONIO SANTANO





SALÓN DE LECTURA  


JOSÉ ANTONIO SANTANO

 José Antonio Santano 

      
FRANCISCO LUCIO
FRANCISCO LUCIO
  




















 LUCIO RESUCITADO


Como otras veces, me había citado con mis buenos amigos libreros Isidoro y Carlos Salvador (padre e hijo) en la librería Metáfora, que regentan en Roquetas de Mar. Hacía un día claro, con un cielo azul intenso y un sol que ya calentaba como si fuera primavera, cuando sólo habían transcurrido unos días de este recién parido 2020. Enfrascados en nuestra tertulia improvisada, concretamente hablábamos de poesía, Isidoro interrumpe la conversación para avisar de la entrada en la librería de un poeta, diciendo: “¡Sois tantos los poetas!, instante en el que pregunto de qué poeta se trata, a lo que responde; Francisco Lucio, se llama, y rematé yo: “uno de los grandes”. Casi no podía creerlo. Había preguntado por él a conocidos poetas y nadie nunca supo darme noticias suyas. Fue algo grandioso, como una resurrección. Lucio resucitado, Francisco Lucio estaba allí, en carne y hueso, acompañado de su esposa y yo, sin saber qué hacer ni qué decir. Me acerqué a él con el respeto y la admiración que su figura me merece, no de ahora, sino de cuando lo conocí años atrás en la presentación de algún libro o evento poético, acompañando a Julio Alfredo Egea o a Pilar Quirosa, lamentablemente desaparecidos ambos, u otros destacados poetas almerienses de aquellos años. Era tan sublime el momento de aquel reencuentro, tan esperado por creer que no sucedería nunca que, allí estaba junto a él y su esposa, conversando amigablemente de lo humano y lo divino, aunque como es de suponer, mucho más de poesía, claro está. Lucio me había devuelto de nuevo la fe y la esperanza en la poesía, en este irrenunciable oficio de poeta. Francisco Lucio, resucitado por fortuna, y frente a mí. Supe que un maldito ictus fue el causante de su larga ausencia, del incomprensible silencio que nadie supo informarme cuando tantas veces pregunté por su paradero. Hoy, todas esas adversas circunstancias ya son olvido, porque, al fin, Lucio ha regresado y a mí esa vuelta me alegra mucho.
En toda esta historia, lo que espejea con notoria insistencia, es el olvido al que sigue sometido el intelectual y el poeta grande que es Francisco Lucio. Estando en la librería Metáfora Isidoro tuvo la deferencia de obsequiarme con un libro de Lucio, “Tiempo Romance, y yo como reconocimiento a su magisterio poético, tuve a bien, regalarle mi último libro “Marparaíso”, galardonado recientemente con el “XXIV Premio Rosalía de Castro 2019”, en el que rindo homenaje a otro de los grandes poetas olvidados y Nobel de Literatura en 1977, Vicente Aleixandre. Y cosa curiosa, de Vicente Aleixandre habíamos conversado minutos antes de concluir nuestro reencuentro, lo que venía a demostrar nuestra sintonía poética. Nos despedimos con un “hasta luego”, seguro de que volveríamos a vernos. Algo muy adentro de mí me hacía pensar que esto sucedería a no muy tardar. Me prometí entonces restablecer ese inmerecido olvido al hombre y al poeta que viven en Francisco Lucio. No puede ser que a sus 87 años, este Roquetero y poeta insigne sea carne de olvido por parte de los actuales gobernantes del municipio, de las instituciones provinciales y, si me apuran nacionales, y de los propios poetas que habitan estas tierras almerienses. No puede ser que quien tanto ha dado a la cultura y la poesía española, nada reciba cumplidos ya sus lúcidos 87 años de edad. Desde estas páginas quiero hacer público mi convencimiento y mi entrega para que se haga justicia con este roquetero de pro, por nombre Francisco Lucio. Con algunos de sus versos incluidos en “Tiempo Romance”, concretamente de su poema de tono elegíaco “No digo tu nombre en vano” (romance-glosa), en el que nos recuerda a los más grandes poetas de todos los tiempos que cantaron a España: Fernán González, Juan Ruiz, Juan del Encina, Alonso de Ercilla, Miguel de Cervantes, Gabriel Bocángel, José Cadalso, José de Espronceda, Joan Maragall, Jacinto Verdaguer, Miguel de Unamuno, Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, César Vallejo, Luis Cernuda, Federico García Lorca, León Felipe, Nicolás Guillén, Jorge Guillén, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Gabriel Celaya, Blas de Otero o Max Aub, y con el que quiero restituir del olvido a Francisco Lucio: «Porque hay dolor en el mundo, / madre, porque hay gente mala / que roba el trigo a los pobres / y luego siembra cizaña./ Si alguno cierra tus puertas, / otro, más fuerte, las abra …// Era la sangre del pueblo / el oro que t e quedaba…// Era la sangre más pura / la sangre más acendrada, / cayendo desde el camino / al fondo de la barranca…// Dales de beber: su sed / de justicia no se sacia. / Dales de beber; y nunca / se rompa, madre, tu cántara….Hambre tenemos de ti, / hambre que nunca se harta; / de que tu ser y tu nombre / venzan al tiempo y sus taras…// Porque tú, sueño del mundo; / tú, tan abrupta y tan brava, / eres el solo camino, / la larga senda soñada…// Siempre belleza posible, / tal vez sueño, mas cercana; / siempre nueva, viva siempre, / hermosa y trágica España.» Así es y así escribe uno de los grandes poetas olvidados de nuestra tan cacareada patria. Esta es sólo una breve muestra de su magna obra que hoy quiero restituir del olvido. Sirvan estas líneas como testimonio de mi consideración a su admirada Poesía.
Francisco Lucio camina lentamente, asido al brazo de su esposa. Sale de la librería Metáfora, encorvado se aleja. Volverá al santuario de los libros otro sábado, y allí estaré, esperándolo sereno entre el bosque de libros, seguro de reanudar la conversación que dejamos pendiente. Conforme su figura se desvanecía a través de los cristales de la librería me dije: “Qué gran fortuna la mía con este reencuentro. ¡Qué excelso goce: Lucio resucitado!

DIECISIETE ALFILES de MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ por JOSÉ ANTONIO SANTANO

JOSÉ ANTONIO SANTANO para IDEAL 22/12/2019
diecisiete alfiles de MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ

por JOSÉ ANTONIO SANTANO

para IDEAL, Domingo, 22/12/2019

diecisiete alfiles. María Ángeles Pérez López


 DIECISIETE ALFILES 

 de MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ







María Ángeles Pérez López
Título: diecisiete alfiles    
    
Autor: María Ángeles Pérez López
Editorial: Abada (2019) 
            © Carmen Burgo








SALÓN DE LECTURA  


JOSÉ ANTONIO SANTANO

 José Antonio Santano 

      










  




















  Es muy frecuente, en estos últimos años, la edición de libros de haikus, tal vez por esa misteriosa y mágica estructura de 5-7-5 versos que hacen de la concentración silábica y la reflexión de lo cotidiano joyas de incalculable valor. A nadie le es ajeno que precisamente por estas condiciones específicas la dificultad en la resolución de un verdadero haiku es mayor, aunque parezca a simple vista lo contrario. El poeta que se atreve con este tipo de composición lo sabe bien y aunque su proliferación haya aumentado, la verdad es que no siempre con el mismo efecto según sean sus autores.


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Para esta ocasión abogamos por un libro, “Diecisiete alfiles” y una autora María Ángeles Pérez López (Valladolid, 1967), poeta y profesora titular de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, una de las voces femeninas más interesantes del panorama poético actual. Otros libros publicados de su autoría son, entre otros: Tratado sobre la geografía del desastre, La sola materia, La ausente, Atavío y puñal, Fiebre y compasión de los metales, Interferencias o Mapas de la imaginación del pájaro. “Diecisiete alfiles”, al cuidado de Abada Editores es un libro polifónico en el cual hallaremos haikús de temáticas variadas (del amanecer, de Epicuro, de las perseidas, del trabajo, del hielo, del camino…), hasta 32 en total. En cada uno de ellos Pérez López nos muestra la belleza y el hondo pensamiento, trasunto todos de la cotidianidad, de la vida en su natural esencia, del asombro ante lo mistérico o desconocido: «Frente a los páramos / desnudan los jardines / sus pies de sándalo. // Libar la vida. / Que en su jugo se empapen / omega y sigma». La magia de la palabra, esa que nace del abismo y vuela hasta alcanzar el nombre de las cosas, puro mestizaje de forma y fondo, ética y estética en equilibro, sincero lirismo que adecua al tiempo que le toca vivir. Así María Ángeles Pérez López recorre la singular aventura de la palabra escrita, en un continuo fluir, sin desvanecimiento alguno, segura de su magisterio y de sus creaciones. En “Diecisiete alfiles”, como dice la propia autora en su final de epílogo “se juega el mundo”, “con una tensión estilística infrecuente en un género que suele practicarse con ligereza”, como así matiza Erika Martínez en el prólogo. Hay, sin duda, en este ramillete de haikús una extraordinaria sensibilidad que va más allá de la anécdota, convirtiendo el detalle en manantial de luces que sacian toda sed, que deslumbran hasta encoger el alma: «La luz primera. / Desacato en las hojas / que se impacientan. // La luz cerrada. / En la noche del cuerpo, / rezuma el alba». Intensísima la voz poética de María Ángeles Pérez López, abarcadora y profunda, nacida para redescubrirnos el mundo, el universo que contiene sus versos en un reto que se impone a sí misma de manera natural, y libre, que quiere recorrer todos los caminos posibles o abrir las puertas, el corazón, abrazar la vida, al fin y al cabo:
 «En cada puerta /
 un camino se abre /
 y otro despierta».
 La efectiva musicalidad de haikus, la elegancia del verso y su cadencia deleita la lectura de “Diecisiete alfiles” y nos confirma la excelencia poética de su autora, María Ángeles Pérez López.           

SALÓN DE LECTURA. RESEÑA POÉTICA


POESÍA EN LIBERTAD
SALÓN DE LECTURA:  Reseña del poemario "Memorial de frontera", de Balbina Prior  por JOSÉ ANTONIO SANTANO

TENUE ARMAMENTO de ÁNGEL OLGOSO por JOSÉ ANTONIO SANTANO


___________________ Por José Antonio Santano



TENUE ARMAMENTO
ÁNGEL OLGOSO
Aparecía recientemente, en la colección Mirto Academia, y al cuidado de la editorial Alhulia, una interesante propuesta textual de una de las voces más destacadas de la actual narrativa española, me estoy refiriendo al granadino, Ángel Olgoso, de título Tenue armamento. En esta ocasión Olgoso nos presenta una compilación de textos en prosa referidos principalmente a presentaciones de sus libros o ajenos y prólogos realizados para otros libros. Llama la atención que lo que podrían ser textos escritos con una acertada corrección, sin más, hasta el punto de denominarlos él mismo como “Cartapacio de papeles menores”, en su pluma se conviertan en textos de absoluta filigrana donde las referencias al pensamiento de otros escritores y un lenguaje de una calidad indiscutible provocan en el lector una verdadera catarsis, claro ejemplo de su maestría literaria. Un libro que muestra, una vez más, la esencia de su prosa.

"Oración primitiva por Uruk", de Issa Hasan Al-Yasiri

ISSA HASAN AL- YASIRI
 SALA DE LECTURA  por 

   JOSÉ ANTONIO SANTANO: LA SEMILLA DE URUK




  No sé cuál es la razón exacta, pero desde siempre me supe atraído por la poesía árabe, por la belleza de su grafía y su hondo pensamiento, ese que nos hace vibrar con cada palabra, desde la sencillez y la humildad que acompaña al poeta que lo ejercita y vive. Y supongo, que si eso ocurre con la poesía, también con la historia y la cultura de los principales lugares del mundo árabe, como la mítica Bagdad, claro ejemplo. Tan es así que, al recibir el libro “Oración primitiva por Uruk”, del poeta iraquí Issa Hasan Al-Yasiri (Missan, 1945), sentí un cierto estremecimiento. Allí estaba, encima de la mesa, un misterioso rostro ilustraba la portada del libro, un dibujo de Kareem Sadoom, para ser exactos, autor de todas las ilustraciones del poemario. La traducción al español ha sido realizada por Ignacio Gutiérrez de Terán y la publicación ha corrido a cargo de Alfalfa Ediciones. 
Cuenta el poeta octogenario con libros tales como “Cruzar hacia ciudades de alegría” (1973), “Episodios del viaje del ave sureño” (1976), “Cielo del sur” (1979), “La mujer es mi reino” (1982), “El silencio de las cabañas” (1996), “Te llamo desde lejos” (2008) y “Ave María” (2012). Llama la atención de “Oración primitiva por Uruk”, la espiritualidad que lo contiene, muy cercana a la tradición poética árabe, donde la honda reflexión da paso a la sencillez formal, convirtiendo así a la palabra en esencia misma; la desesperanza a la oración: 
«Dios mío, Dios mío,   por Uruk te invoco,   Uruk,  tu primera semilla,  ancestral entre todas tus ciudades»
de aquí en adelante la tensión discursiva irá en aumento y el poeta será la voz amorosa que clama en el desierto, demandará misericordia y perdón para Uruk y sus pobladores, también para quienes un día la abandonaron: 
«Por ella,
 / y por quienes en ella viven, y por los que un día la abandonaron, sálvala, bendito seas, refugio y luz»
. Hassan Al-Yasiri no puede sino sentir que el tiempo se le escapa entre las manos, y que en ese trayecto final, en ese alumbramiento del silencio total al que todo humano se abisma, solo desea contener la furia de la sinrazón y el despropósito, devolver a su tierra el fruto de los campos y los ríos; la paz de las montañas en su soledad infinita; convencer con la palabra poética de la necesidad de hermanamiento, de la humana mirada. Por eso clama en voz alta y se pregunta: «¿Por qué insistes en reducir a Uruk a un solar / habitado por la tristeza, / pasto de las plañideras?». El poeta sufre con el dolor ajeno, que es también el suyo, el de sus compatriotas y en ese estado se rebela contra él y contra todo, y una vez más demanda el perdón a un dios misericordioso: 
«Perdónala, Dios, /  ¿qué haría cualquier madre  al ver a sus hijos camino de la muerte  rumbo a un lugar lejano,  como una bandada de pájaros sobre cuyos nidos /  se ciernen los chacales de la noche?».  Solo un deseo anima al poeta a seguir el camino, a rebelarse contra el mal de las guerras y la injusticia, concluyendo así con su oración:  «Escucha pues a este siervo, Dios:   haz que Uruk vuelva a ser lo que fue,   conviértela, de nuevo, en Uruk.   Uruk,   la partera,   y la madre, /  y el lecho de la dicha».  









Título: Oración primitiva por Uruk         
Autor: Issa Hassan Al-Yasiri
Ediciones: Alfalfa  (2019)