VERSOS A NUESTRA TABERNA

 

A fe que si salir fuere decisión precisa

no han de tardar vuesas mercedes que ansí en llegando

la hora, la elección es acertada, noble, lisa,

y de juicio, que a Nuestra Taberna caminando

fueren, y apriesa, que no son buenas las tardanzas

cuando los labios resecos, sedientos de vino,

la tripa codiciosa de las buenas pitanzas,

fortuna merecen en siguiendo este camino.

Llegados al sagrado templo: gráciles rostros,

gran rumor, los unos alrededor de barriles,

en rincones o acodados en la barra; y otros,

en la calle, a la espera, mas todos casi inmóviles,

protegidos, muy felicemente acompañados

de familiares o amigos, de un duero o de un rioja,

de inolvidables tapas de ajo blanco, pescados,

caracola, tabernero, atún o carne roja.

No pierdan detalle vuesas mercedes, atentos

sigan a cuanto sucediere en este figón;

sienta el alma, los ojos sitien los suculentos

platos de gavillas de espárragos, de jamón,

sea ansí, pues, que todos los reunidos celebren

la gran fiesta de la concordia y la libertad,

que vengan de dondequiera parte y no entenebren

ensueños, fantasías, tampoco la amistad.

A fe que propicio lugar es Nuestra Taberna,

y noble; consuelo de las penas y morada

de los muchos alborozos, pues que se gobierna

felicemente con celo, oficio y esmerada

gracia, cual la de Fran y Valeria en los fogones,

también y en su ayuda la de Sara y de Gabriela,

la de Pozo, Molero y “el abuelo”, anfitriones

siempre de tan fiel y tan distinguida clientela

que al cuidado de Ismael y Paco, camareros,

hacen de los días y las noches fantasía,

y ansí oída la campana brindan altaneros

por todos los presentes con muy grande alegría.

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