CUANDO
AMAINEN LOS VIENTOS
Construyo
mil paredes protectoras
—tapias
emocionales que me ocultan—,
usando
los ladrillos de mis versos.
Ante
el horror diario se suicida el poema,
no
es posible el poeta ni excelsa la palabra
al
calor de los títeres.
La
noche es monstruo gélido que busca un asidero
en
tanto los lamentos se adueñan de los huertos.
En
las desnudas ramas de los árboles
pájaros
carpinteros compungidos
reniegan
de sus picos pixelados.
Allá
donde brotaba otrora la palabra
y
el aire se asombraba del canto de las aves,
en
verso se suicidan, uno a uno, exhaustos,
los
silencios.
En
la rota metáfora de un país que se inmola
desaparece
al fin la longitud del tiempo.
Mas
todo acaba, pasa la tormenta
y
entonces solo queda mirarnos al espejo
de
nuestra inconsistencia.
¿Todo
final comienza en un principio?
¿Todo
principio es fruto de un final
que
se intuye a lo lejos?
¿El
ciclo no se cierra ni se abre?
¿Existe
acaso el tiempo?
Todo
verso que inicia su escritura
procede
de un poema ya pensado
por
un demiurgo excéntrico
que
juega con nosotros.
Lo
pasaremos mal cuando después de idos
el
dolor y la ira, nos quedemos solos
con
nuestra cobardía.
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