SEMIOTICAL
—Todo
poema ¿es un grito ya pronunciado?—
Tú,
poesía...
eras
una mujer cerbatana de talle largo y suspiro leve;
un
día encontraste la curva parabólica de un ave de presa
y
cual blanco lirio perdiste la línea sobre la hierba verde.
¿Pueden
los signos externos descomponer la poesía?
¡Desnúdate,
poeta! ¡Sacude el verso! ¡Rompe la cópula
que
amenaza la esencia de la codificación de la magia!
¿Y
si descubrimos el aliento del hermano de las cavernas?
No
quiero ser fugitivo de una civilización que devora; ni reo.
¡Unamos
en la carne la fuente de la vida, como el viejo árbol!
Sólo
la prueba del algodón dilucidará la pureza del Caos.
Apoyemos
con Mallarmé la simbiotización de los blancos,
hagamos
de la sublimación del instinto sexual nuestro lema.
¿Oyes
resonar la poesía desde el eje vertical de la palabra?
Ha
llovido mucho desde el viaje en paracaídas de Huidobro
y
huelen a moho prefabricadas sintaxis y sustratos fónicos;
la
esclerosis métrica -asesina del ritmo-, ha sido devorada
por
la termita insaciable multiplicadora de cismas y mitos.
Si
nos deslizamos en la servidumbre de la imagen como icono
moriremos
esclavos de la anáfora y la enumeración caótica,
enterrando
la conexión gramatical legada por los que fueron.
¿Hay
afinidad entre el pálpito doliente de la efímera rosa
y
el paso monocorde de aquel hombre
camino
del Calvario?
El
Cosmos solitario languidece entre farándulas y requiebros;
susurros
de soles palpitantes desatomizados, la palabra fluida
adormeciendo
conciencias entre cacofonías y órbitas eclípticas.
La
libertad renace en lo espontáneo de la libidinidad errática,
no
del conocimiento empírico-científico-metafísico-dogmático
del cabrón de turno.
del cabrón de turno.
“Alado
pino” —llamaba Góngora a la mágica nave de su sueño—,
proporción
áurea entre sollozo del alma y rima de asombros.
Entre
el ser y el aparecer media un ente aún sin apariencia
en
el que Gracián situaba la virtud de un ramo de azucenas;
¡enfaticemos
el perpetuo juego de las tenues diferencias
repudiando
formas de la inerte permanencia de lo obtuso!
¿Hemos
de huir –constreñidos hasta el agobio-
de
la luz guía?
En
el arte de las emociones nada es por entero transparente;
si
el escéptico griego quebrantó la metafísica, condicionemos
la
estética moderna de la idea al descubrimiento de lo sublime.
¡Erase
una vez un restallido cósmico
que
se hizo llamar poesía!
¿Nos
desnudamos, amada,
en
la ambigua resonancia del éter?
¡Huyamos
de las isotopías fonológicas agazapadas en la rima,
de
las sintácticas por redundancia y las equivalentes semánticas,
desplegando
en la fisura del deseo nuestro poema como escudo!
¿Y
si desnudamos las alas
hasta
donde se diluyen las formas?
¡Hagamos
de la duda una tendencia hacia el concepto singular
eyaculando
directamente en la virginal matriz
de
la semiótica!
¡Y
permaneced atentos, poetas,
por
si aparece la poesía del mordisco en la garganta,
de puño en alto y revolucionaria estirpe, rota
de puño en alto y revolucionaria estirpe, rota
la
cadena didáctica del estulto, que la obligaba
a
permanecer arrodillada!
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