INDICIOS
Porque
buscar indicios
es
caer en los acantilados de las ausencias y volver a alzarse con las plumas
de un
soplo enamorado.
Caer
eternamente, huir de la tiniebla;
abrirse
paso en una jungla de párpados sumisos
a la
inquietud de los que beben,
a la
inacción de los que palpan
el
hambre redentora de los mitos.
Porque
avistar el faro
del
suplicio inmediato es resignarse a transitar por esas costas
donde
promesas surgen
al
levantar la leve inmesidad de alguna roca,
al
penetrar nosotros, perdidos, curiosos y alocados,
en
alguna gruta para quedar cautivos
como
moluscos ínfimos en la piedra.
Y
allí nos recluirán estas ausencias,
estos
oleajes que van estremeciéndonos
como
si algún relámpago surcara
aquellos
cuerpos y espíritus extintos.
Y
extintos nos juzgamos, sin más músicas.
Perderse
nuestras manos en la sal
del
horizonte absorto;
hablarse
con los cánticos del faro
que
siempre nos congrega y, a la vez, nos distancia.
Y
extintos nos juzgamos.
Porque
buscar indicios
es
caer en los acantilados de las ausencias y volver a despertarse
con
las plumas de un soplo enamorado.
Así
te habré soñado en esas costas del ímpetu sublime;
así
me habrás huido como ave migratoria.
No
anidas en mis rocas, pues las sientes endebles.
No picas
en mi espíritu, pues lo auguras volátil y demente.
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