EL SISTEMA
Los manipuladores (Fragmento)
1
Vivimos tiempos delicados. Poco a poco, casi sin darnos
cuenta, de puntillas, nos están anulando el poco seso útil que nos queda. La
feroz manipulación a que nos someten en lo esencial del ser, de nuestro ser, es
terrible. En este mundo infeliz basado en el otro Mundo feliz de Huxley pero
más a lo bestia, no cabe dormirse en demasía o corremos el riesgo de despertar
despojados de la esencia de la libertad: ¡nuestra creatividad!
El poeta ha recibido el regalo de saber mirar más allá
del objeto y de la palabra vana. Tenemos —aún— el don de poder escudriñar en el
interior de las cosas, de constatar la vaciedad de la frase o la fealdad del
hecho mezquino; también captamos la belleza y analizamos la circunstancia desde
la mirada profunda que va más allá de la mera presentación o representación de
la misma.
Asistimos al desolador espectáculo de la caída en picado
de una civilización con pies de barro y cerebro de cálculo que sólo piensa en
términos económicos que repercutan en beneficio fácil a costa de LO/QUE/SEA.
Beneficio propio, claro, no del conjunto. Y no generalizo al hablar de este
tipo de personas sino que me ciño a los que manejan los hilos y sus comparsas
entre los que incluyo a los manipuladores poderosos, políticos de transición,
autoridades y esbirros de seso estrecho y bolsillo amplio que se sirven de todo
tipo de medios para convencernos de que buscan nuestra libertad, que luchan por
la democracia y un mayor nivel de vida para todos, pero que en realidad nos
usan como carne de cañón del 18´ para conseguir sus fines que son la
desmesura, el propio lucro y la destrucción sistemática de la capacidad
individual de razonamiento. Están haciendo del sistema democrático su corral
particular donde criar gallinas asilvestradas que se limiten a poner huevos a
cambio del pienso diario, si acaso, a veces ni eso. Para ellos la democracia
consiste en mover las aguas del río de las mentes para anular el criterio
propio y así poder pescar a conveniencia, sin oposición de relieve, incluso con
la aquiescencia de los subyugados. Han conseguido hacer que olvidemos —a gran
parte de nosotros— que la libertad no consiste en vivir una democracia teórica
y con trabas sutiles y no tan sutiles sino en tenerla de verdad; en gozar de
verdadera libertad de pensamiento, de convivencia; de opciones y de respeto a
los valores de cada cual para enfocar su futuro y el de su familia sin el
condicionante de una estabilidad o inestabilidad prefabricada que concede o
arrebata esos mínimos espacios de placer y de libertad aparente a la que nos
han acostumbrado a base de pequeñas limosnas, como son la posesión ficticia de
una casa, coche o piscina con rubia.
Urge vacunarse contra la manipulación pues sólo así
podremos ver las cosas de acuerdo a nuestras convicciones y recobrar el perdido
sentido de nuestras vidas, el pensamiento mprofundo y el libre albedrío.
Debemos decidir por nosotros, sentir, amar o sufrir por lo que verdaderamente
importa, no por lo que nos impongan. ¿Qué clase de libertad es esta que no
parte de nuestro interior sino de aquello que nos han acostumbrado a “poseer”
inducidos por el reflejo materialista de la posesión efímera y momentánea? Está
visto que se puede perder todo vestigio de libertad personal en un sistema
democrático que permite que el interés desmedido de unos cuantos prevalezca
sobre los demás, sobre su ciudad, nación o continente, haciendo de la economía
vehículo de un viaje que sólo ellos saben a dónde conduce. Está claro que ellos
poseen el poder de manipularnos con sus apetecibles señuelos —o carencia de
éstos— pero también está claro que lo seguirán haciendo sólo si se lo
permitimos.
Creo, compañeros, que ha llegado el momento de recobrar
la poesía del paisaje.
Antonio García Vargas