NOVIEMBRE
ES EL MES MÁS CRUEL
Noviembre
es el mes más cruel. Porque las ausencias fúnebres vuelven a
repiquetear contra los ventanales de nuestro corazón. Noviembre es
la agonía del otoño y, al mismo tiempo, su ciclo más majestuoso.
Bullen codo a codo la caída de las hojas y los anuncios del
invierno. Y unos corazones se detienen mientras otros se desgastan.
Fue
en noviembre cuando el misterio cerró los párpados de mis abuelos,
vencidos por la misma tempestad. Primero mi abuelo paterno; después
el padre de mi madre. De aquel mi último recuerdo fue el murmullo de
los hospitales, las garras de la distancia y la avaricia de aquel
nueve de noviembre. De mi abuelo materno viene a mi memoria el
arrebato de otra noche mezquina envenenada también por noviembre.
Tenía prisa la Parca por cortar dos hilos y destejer sutilmente la
tristeza que hasta ese momento habíamos arrinconado. La Parca es
presurosa, pero en su templo también habita la misericordia.
La
Muerte es un hábito de doloroso realismo. Es, además, la plenitud
de la conciencia cautiva en los calabozos de nuestra carne. Duele y
deja cicatrices. Sin embargo, es libertadora de quienes aspiran al
obsequio de la eternidad. Queremos guardarnos de ella como el niño
que teme fantasmas y monstruos nocturnos. Queremos arrinconar su
presencia como un libro polvoriento que causa grima abrir. Todos
nuestros conatos, pese a todo, se desvanecen al convocarse la última
sombra. Y es primero el dolor; luego la calma y, por fin, la
esperanza de que mis abuelos han derrotado esta vigilia.
Triste
cometido es el de los abuelos. Ellos nos ven desembarcar con regocijo
en la primera estación del mundo. Nosotros, en cambio, debemos
acudir tarde o temprano a su despedida irrefutable. Al final de
tantas risas, caprichos y llantinas, debemos procurar que su memoria
se asiente en la nuestra. Y aunque la Parca signifique para algunos
espíritus un nuevo principio esperanzador, los corazones se deleitan
al reproducir en nuestro pensamiento el pasado, que no se teme tanto
como el futuro.
Noviembre
es el mes más cruel. Y lo seguirá siendo hasta el instante en que
la última sombra acuda a mí en busca de su deuda. Habré de pagarla
irremisiblemente. Pero esa deuda acaso es la más gratificante de
todas. Habrá un principio y un reencuentro. Un reencuentro y una
dicha. Una dicha y un misterio eternizado.
Señor,
concédeles el descanso eterno.