SALÓN DE LECTURA
___________________ José Antonio Santano
Los libros se amontonan sobre
la mesa por días. A veces desearía reseñar cada uno de esos libros
con tan solo la mirada, pero eso, como es lógico, no es posible. El
libro necesita un cuidado especial, hay que sentir su piel acartonada
sobre las manos, leer atentamente cada una de sus páginas, de sus
versos y abstraerse en su mundo de signos y palabras, en su lenguaje
hasta casi desfallecer. Solo la pasión por la lectura es la clave
para luego analizar todos y cada uno de los aspectos que contienen
ese objeto extraordinario que es el libro. En él todo es importante:
prólogo, epílogo, encuadernación, portada y contraportada, color,
tipo de letra, etc, etc. Entre esos libros de culto, o al menos así
me lo parece, habría que considerar “Metástasis I”, del poeta
Luis Tamarit (Puçol, Valencia, 1961).
Ya desde las primeras páginas
del libro, su prologuista, la también poeta argentina Mercedes Roffé
nos advierte de la posible reserva que su título pueda producir en
el lector. La palabra en sí misma es un llamamiento al acabamiento,
lo terminal, el miedo que deriva de su pronunciamiento, a la agria
realidad que vaticina: la muerte. Sin embargo, esta “Metástasis
I”, propuesta poética de Tamarit, es mucho más que todo eso,
porque se adentra en el proceso de culminación de la obra literaria,
basada en un lenguaje preciso, de filigrana, tal que uno parece
ascender a un territorio cielo tan apasionadamente desconocido y
misterioso que no dejará de crecer aun después de su lectura
pausada, incluso discontinua, capaz de producir un ensimismamiento
del pensamiento, de la idea poética que dejará una huella
imborrable.
Es la poesía de Tamarit un oasis entre tanta vacua
versificación y tanto pseudopoeta que campa por doquier. La palabra
como remanso de profunda reflexión, como si el poeta ejerciera de
imán del tiempo y el espacio necesarios para construir un discurso
tan novedoso como inteligente, un corpus único que trasciende la
propia existencia del poeta. Tamarit teje una verdad indiscutible, su
verdad: el poema en sí mismo. Abre las puertas de la razón y el
conocimiento, se abisma en el alma de las cosas hasta atrapar la
esencial palabra, el verbo que defina su poética incorruptible.
Motivo de su expresión poética es la observación del mundo que le
rodea, de las palabras que nacen y crecen y se precipitan a no se
sabe dónde; es todo su bagaje puesto a disposición de la
comunicación y consumación del lenguaje para crear otras formas de
expresión, otro universo capaz de alterar, de alterarnos,
propiciando una nueva concepción de la vida a partir de la palabra,
las palabras. “Metástasis I” es la primera entrega de un
proyecto que contendrá diez volúmenes (“Metástasis II”, en
breve verá la luz); cada libro contiene 100 poemas y el primero del
libro siguiente y todos formando un único ser. La estructura
poemática es muy parecida en estas 101 composiciones, de tal manera
que dos de los cinco versos que constituyen el poema se repiten en su
enunciado inicial pero concluyen con resultado reflexivo desigual.
Sirva como ejemplo este poema que aúna soledad y silencio, la luz y
las sombras de lo humano: «A pesar de todos los pesares cavar y
seguir / cavando una tumba sin manos // Escuchar el sonido de la
ebriedad retumbando dentro // Escuchar el sonido del silencio soledad
adentro // Permanecer andando permanecer humano ». Luis Tamarit
halla el verdadero camino de su yo poético y lo sitúa atemporal
sobre la esencialidad del lenguaje, trabaja su interconexión con
otros universos hasta conseguir que la luz de la palabra escrita
refulja diamantina y libre. Es como si el poeta se dejara llevar por
la corriente de un caudaloso río, aun a sabiendas que el peligro
acecha en su trayecto hasta desembocar en las azules aguas marinas.
“Metástasis I” es un libro complejo, donde el pensamiento puebla
cada uno de los versos que lo componen, y en su propia independencia
lo aforístico también.
La razón no es otra que la transfiguración
de lo cotidiano hasta convertirlo en parte indisoluble de la creación
propia del poema, el poema en sí mismo como única raíz, el origen
del ser todo: «El verdadero poema camina por la muerte sin volver la
vista / atrás sin tregua ni descanso // Tarde o temprano convierte
todo acontecer en un ahora // Entre el carbón y la ceniza permanece
cantando // Entre el carbón y la ceniza pertenece andando».
Observése cómo provoca la ruptura del verso, como si en su orfandad
creciera otro ser distinto. «En esa composición estrófica… cobra
una significación extrema el intervalo, es decir, lo que no vemos,
lo que no se ha escrito…”, escribe en el epílogo Alejandro
Céspedes. Es lo que yo llamo “los silencios” tan
extraordinariamente necesarios en todo poeta que se precie, porque en
ellos toma fuerza la esencialidad del discurso, en lo que no se dice,
sino que se silencia, sea con rupturas, espacios u otros signos de
puntuación. La palabra en su esencia más pura vive y muere en el
poema, y el silencio se hace música: «Cada dolor disperso en el
devenir es lo único que de verdad / nos pertenece // Lo visible
llama a lo invisible la luz a la oscuridad / Lo audible a lo no
audible el silencio a la música // Tal vez no puedas aceptar la
visión sin la muerte». Así es la poesía de Luis Tamarit: silencio
al límite.
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LUIS TAMARIT. |
Título:
Metástasis I
Autor:
Luis Tamarit
Editorial:
Olifante (Tarazona,
2017)