8.- (I) ¿VENI, VIDI, VICI? Fernando Luis Pérez Poza

(I) ¿VENI, VIDI, VICI?


Crónica de una presentación en Campidoglio (el Capitolio de Roma)


Cuenta una leyenda narrada por Valerio Petérculo en el Epitome de Tito Livio y recordada por Apiano, que cuando los romanos intentaron conquistar mi tierra, Galicia, los detuvo un río, el río del Olvido o Lethero, confín del mundo, que actualmente se llama Limia, y en cuyas orillas aún hoy en día se celebra la fiesta del Olvido. Ninguno de los legionarios se atrevía a cruzarlo porque el que lo hacía después no recordaba nada, ni sus orígenes ni a la familia, y se quedaba a vivir con los aborígenes, cuestión que he de confesar no resulta extraña si se tiene en cuenta la calidad de las ostras, los mariscos y la cantidad de baños termales por los que se caracterizan estos parajes. Pero un día, Decio Juno Bruto, procónsul de la Hispania Ulterior, lo cruzó y comenzó a llamar a todos los soldados por su nombre y, éstos, al ver que la memoria no le fallaba, roto ya el conjuro de la leyenda, decidieron seguirle, momento en el que Galicia pasó a formar parte del Imperio romano.

Muchos siglos habían transcurrido desde aquel entonces y mucho había cambiado el mundo, cuando a mí, un gallego, se me presentó la oportunidad de conquistar Roma, presentando mi libro Vademecum en el Salón del Carroccio, Campidoglio, uno de los lugares culturales más emblemáticos de Italia, y así dejar atrás el río del olvido literario y habitar la memoria del tiempo. Fui sin más armas que mi voz y mi poesía, porque la poesía es para mí un modo de vida. 


Me levanto por la mañana y enciendo el poema de la luz al subir la persiana. Abro el verso del agua caliente, lo mezclo con el de la fría para que no se me abrase el alma y disfruto las metáforas aromáticas del gel mientras me ducho. Desayuno la sinéresis de una taza de mate y un par de magdalenas y me enfrento a la pantalla en blanco del ordenador. Unos días se cuela una fábula en mi despacho en la voz de algún poeta amigo que me viene a visitar o algún que otro aforismo de paso hacia las páginas de un libro publicado por mi editorial. Al mediodía cocino y almuerzo unas setas al estilo Martín Fierro o me deleito recitando con el paladar unos suspiros de monja hasta no dejar ni una estrofa en el plato.


Casi todo es poesía. De vez en cuando me distraigo, miro por la ventana y mi mente escribe una oda a la desconocida que pasa ante el taller y de la cual me enamoro y desenamoro furtivamente a la velocidad del pensamiento.


En mi condición de editor, me llegan palabras desde todos los rincones del mundo. Se acercan sigilosas, ocultas en el archivo adjunto de algún e-mail y, de repente, se despliegan ante mí y me golpean la cabeza o se hunden como raíces en el corazón. Al cabo del día las letras bailan en remolino en cada una de mis neuronas pero aún me queda tiempo para abrir la cubierta de un poemario y compartirlo con la almohada antes de escribir un soneto en la pizarra de los sueños que, por ese motivo, siempre permanecerá inédito. 


Algunos adjuntos de los que recibo son crisálidas que se transforman en la mariposa de un libro y vuelan y recorren de ojo en ojo todo el mundo. Otros, por el contrario, sufren la terrible "delete" que los condena al destierro, lejos del papel y de la encuadernadora, o al suplicio de sobrevivir en el mundo virtual entre toneladas de versos anodinos. Los menos, como si fueran orugas, se pierden ocultos en el follaje de un buzón electrónico excesivamente saturado de misivas desesperadas en busca del milagro de la publicación.


Así es mi devenir, una mezcla de poeta que intenta revelar pequeños trozos de infinito en la fotografía de sus poemas, y de cumplidor de sueños, los de aquellos que escriben y aspiran a ver publicado también esas pequeñas parcelas astrales de su interior y que en virtud del papel y de la tinta se multiplican hasta dibujar el mapa del territorio poético.


Septiembre 2007©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España
www.eltallerdelpoeta.com



Web oficial de la Editorial El Taller del Poeta Fernando Luis Prez Poza. Quieres publicar en papel? Quieres...
eltallerdelpoeta.com|De Fernando Luis Prez Poza http://www.eltallerdelpoeta.com

8.- (I) ¿VENI, VIDI, VICI? Fernando Luis Pérez Poza

(I) ¿VENI, VIDI, VICI?


Crónica de una presentación en Campidoglio (el Capitolio de Roma)


Cuenta una leyenda narrada por Valerio Petérculo en el Epitome de Tito Livio y recordada por Apiano, que cuando los romanos intentaron conquistar mi tierra, Galicia, los detuvo un río, el río del Olvido o Lethero, confín del mundo, que actualmente se llama Limia, y en cuyas orillas aún hoy en día se celebra la fiesta del Olvido. Ninguno de los legionarios se atrevía a cruzarlo porque el que lo hacía después no recordaba nada, ni sus orígenes ni a la familia, y se quedaba a vivir con los aborígenes, cuestión que he de confesar no resulta extraña si se tiene en cuenta la calidad de las ostras, los mariscos y la cantidad de baños termales por los que se caracterizan estos parajes. Pero un día, Decio Juno Bruto, procónsul de la Hispania Ulterior, lo cruzó y comenzó a llamar a todos los soldados por su nombre y, éstos, al ver que la memoria no le fallaba, roto ya el conjuro de la leyenda, decidieron seguirle, momento en el que Galicia pasó a formar parte del Imperio romano.

Muchos siglos habían transcurrido desde aquel entonces y mucho había cambiado el mundo, cuando a mí, un gallego, se me presentó la oportunidad de conquistar Roma, presentando mi libro Vademecum en el Salón del Carroccio, Campidoglio, uno de los lugares culturales más emblemáticos de Italia, y así dejar atrás el río del olvido literario y habitar la memoria del tiempo. Fui sin más armas que mi voz y mi poesía, porque la poesía es para mí un modo de vida. 


Me levanto por la mañana y enciendo el poema de la luz al subir la persiana. Abro el verso del agua caliente, lo mezclo con el de la fría para que no se me abrase el alma y disfruto las metáforas aromáticas del gel mientras me ducho. Desayuno la sinéresis de una taza de mate y un par de magdalenas y me enfrento a la pantalla en blanco del ordenador. Unos días se cuela una fábula en mi despacho en la voz de algún poeta amigo que me viene a visitar o algún que otro aforismo de paso hacia las páginas de un libro publicado por mi editorial. Al mediodía cocino y almuerzo unas setas al estilo Martín Fierro o me deleito recitando con el paladar unos suspiros de monja hasta no dejar ni una estrofa en el plato.


Casi todo es poesía. De vez en cuando me distraigo, miro por la ventana y mi mente escribe una oda a la desconocida que pasa ante el taller y de la cual me enamoro y desenamoro furtivamente a la velocidad del pensamiento.


En mi condición de editor, me llegan palabras desde todos los rincones del mundo. Se acercan sigilosas, ocultas en el archivo adjunto de algún e-mail y, de repente, se despliegan ante mí y me golpean la cabeza o se hunden como raíces en el corazón. Al cabo del día las letras bailan en remolino en cada una de mis neuronas pero aún me queda tiempo para abrir la cubierta de un poemario y compartirlo con la almohada antes de escribir un soneto en la pizarra de los sueños que, por ese motivo, siempre permanecerá inédito. 


Algunos adjuntos de los que recibo son crisálidas que se transforman en la mariposa de un libro y vuelan y recorren de ojo en ojo todo el mundo. Otros, por el contrario, sufren la terrible "delete" que los condena al destierro, lejos del papel y de la encuadernadora, o al suplicio de sobrevivir en el mundo virtual entre toneladas de versos anodinos. Los menos, como si fueran orugas, se pierden ocultos en el follaje de un buzón electrónico excesivamente saturado de misivas desesperadas en busca del milagro de la publicación.


Así es mi devenir, una mezcla de poeta que intenta revelar pequeños trozos de infinito en la fotografía de sus poemas, y de cumplidor de sueños, los de aquellos que escriben y aspiran a ver publicado también esas pequeñas parcelas astrales de su interior y que en virtud del papel y de la tinta se multiplican hasta dibujar el mapa del territorio poético.


Septiembre 2007©Fernando Luis Pérez Poza
Pontevedra. España
www.eltallerdelpoeta.com

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Suplicio, Abraham Ferreira khalil


SUPLICIO

"Amor casi de un vuelo me ha encumbrado
a donde no llegó ni el pensamiento"...
(Fray Luis de León).

No puedo cortar las alas
de tu entronado bullicio
sin que invoque a la memoria
desde su oscuro retiro.

Y ha extendido tu recuerdo,
como el otoño, su hechizo
de soledad y hojarasca,
y nadie podrá impedirlo.

Pensarte será mi hábito,
evitarte un sacrificio.
¡Oh, lluvioso atolladero!
¿a dónde me has conducido?

Por querer cortar las alas
al trono de tus delirios
me he adentrado, temeroso,
en un pasaje de símbolos.

Sin faros que den su aliento,
sin astros, voces e indicios...
Pensarte será mi hábito,
evitarte mi suplicio.


© Abraham Ferreira Khalil


La fatalidad de Fermín López Costero por José Antonio Santano

LA FATALIDAD


El poeta José Hierro, en sus “Reflexiones sobre su poesía”(1983), dejó escrito: «la poesía verdadera, sea cual sea el adjetivo que la matice, no puede prescindir de la belleza de la palabra. Pero no entendemos por belleza recargamiento, énfasis, imaginería, empleo de materias verbales preciosas, sino precisión poética, adecuación de la forma al fondo». Y es exactamente la claridad poética lo que habría que subrayar del presente poemario, “La fatalidad”, cuyo autor es el poeta berciano Fermín López Costero que, si bien no cuenta con una obra extensa –este es su segundo poemario-, sí de calidad –su anterior libro “Memorial de las piedras”, obtuvo en 2009 el premio Joaquín Benito de Lucas-. López Costero dedica este libro a su madre, y tal vez en la figura materna confluyen algunas de sus claves, aunque el tiempo juegue un papel importante en ese constante ir y venir de las percepciones y la experiencia vital del poeta, y en la cual ahonda y profundiza hasta hallar –hallarse- en la penumbra de los días que ejercen sobre él esa constante sensación de desgracia o desdicha. El poemario está estructurado en tres partes bien diferenciadas, aunque sin título que nos advierta de su temática. Es precisamente la primera parte la que contiene el poema que da título al libro “La fatalidad”, pero sorprende que sea “El indigente” el que abre el libro; aquí compromiso y estética se complementan para, desde el silencio y la soledad, rebelarse por entender que hasta lo cotidiano representa en el momento actual un nuevo holocausto: «Perseguí quimeras / que luego se volvieron contra mí / y me devoraron las entrañas […] Y ahora estoy aquí, / al otro lado de las alambradas, / como único superviviente y testigo / del holocausto diario». Es la mirada del poeta que traspasa los silencios y nos alerta de ellos, porque «Nadie aguarda ya la resurrección / de las voces», y nos llama la atención sobre esos extraños seres que «No son conscientes de que entre la inmundicia / sólo germinan las palabras inservibles, / y que en ella fermentan las ideas caducas». López Costero construye así, desde el principio un espacio de la memoria en la que habitan aquellos sueños de antaño en “La casa deshabitada” cuando escribe: «Sopesar el silencio / que colma los recipientes. / Y acariciar la crin del caballo de cartón / que galopa entre mis sienes». La infancia en el poeta, ese mundo onírico que le hace volver sobre sus pasos y detener el tiempo en “El desván de la memoria”: «Oculta tras los visillos del tiempo / entreveo aún tu sonrisa de seda… / Quién sabe si con nuestros silencios / podremos reconstruir el desván de la memoria». La sonrisa de seda de la madre, el desván, como también ese jardín abandonado, decadente, habitado por la soledad, la ruina, quizá el fracaso figurado, la no vida: «Los escombros habían obstruido el estanque / en el que ya no habitan los peces / ni chapotean –como ángeles heridos- / las aves acuáticas». Es la infancia que regresa como voz poética a López Costero, es esa fatalidad que dice los visita todas las noches, pero sobre todo es la manera de sentirla: «La fatalidad también es mi sombra / y la sombra de mis actos». En la segunda parte aflora el amor, y por eso declara el poeta: «…los besos y las caricias son únicos / y morirán conmigo. Aliento de mi aliento, / ceniza de mis cenizas serán», para nunca ya la ausencia, sino el latido amoroso: «La ausencia ya no es ausencia, / sino aleteo de ángeles que se aman […] Juntos recibimos la luz de las estrellas. / Nunca más como ausentes». Pero al cabo vuelve la melancolía, la tristeza del alma: «La tristeza es una nube de cieno, / una pesadilla camuflada en un pastel de cumpleaños, / el imperdible mohoso que fija el alma a mi cuerpo», y todo acaba (tercera parte), tal vez, en la esperanza de hallar la luz: «Y a menudo sueño con el pincel alado / de Fra’ Angelico, impregnado de luz», o al menos, en la luminosa poética de su autor.

Título: La fatalidad
Autor: Fermín López Costero
Edita: Nazarí (Granada, 2014)








La fatalidad de Fermín López Costero por José Antonio Santano

LA FATALIDAD


El poeta José Hierro, en sus “Reflexiones sobre su poesía”(1983), dejó escrito: «la poesía verdadera, sea cual sea el adjetivo que la matice, no puede prescindir de la belleza de la palabra. Pero no entendemos por belleza recargamiento, énfasis, imaginería, empleo de materias verbales preciosas, sino precisión poética, adecuación de la forma al fondo». Y es exactamente la claridad poética lo que habría que subrayar del presente poemario, “La fatalidad”, cuyo autor es el poeta berciano Fermín López Costero que, si bien no cuenta con una obra extensa –este es su segundo poemario-, sí de calidad –su anterior libro “Memorial de las piedras”, obtuvo en 2009 el premio Joaquín Benito de Lucas-. López Costero dedica este libro a su madre, y tal vez en la figura materna confluyen algunas de sus claves, aunque el tiempo juegue un papel importante en ese constante ir y venir de las percepciones y la experiencia vital del poeta, y en la cual ahonda y profundiza hasta hallar –hallarse- en la penumbra de los días que ejercen sobre él esa constante sensación de desgracia o desdicha. El poemario está estructurado en tres partes bien diferenciadas, aunque sin título que nos advierta de su temática. Es precisamente la primera parte la que contiene el poema que da título al libro “La fatalidad”, pero sorprende que sea “El indigente” el que abre el libro; aquí compromiso y estética se complementan para, desde el silencio y la soledad, rebelarse por entender que hasta lo cotidiano representa en el momento actual un nuevo holocausto: «Perseguí quimeras / que luego se volvieron contra mí / y me devoraron las entrañas […] Y ahora estoy aquí, / al otro lado de las alambradas, / como único superviviente y testigo / del holocausto diario». Es la mirada del poeta que traspasa los silencios y nos alerta de ellos, porque «Nadie aguarda ya la resurrección / de las voces», y nos llama la atención sobre esos extraños seres que «No son conscientes de que entre la inmundicia / sólo germinan las palabras inservibles, / y que en ella fermentan las ideas caducas». López Costero construye así, desde el principio un espacio de la memoria en la que habitan aquellos sueños de antaño en “La casa deshabitada” cuando escribe: «Sopesar el silencio / que colma los recipientes. / Y acariciar la crin del caballo de cartón / que galopa entre mis sienes». La infancia en el poeta, ese mundo onírico que le hace volver sobre sus pasos y detener el tiempo en “El desván de la memoria”: «Oculta tras los visillos del tiempo / entreveo aún tu sonrisa de seda… / Quién sabe si con nuestros silencios / podremos reconstruir el desván de la memoria». La sonrisa de seda de la madre, el desván, como también ese jardín abandonado, decadente, habitado por la soledad, la ruina, quizá el fracaso figurado, la no vida: «Los escombros habían obstruido el estanque / en el que ya no habitan los peces / ni chapotean –como ángeles heridos- / las aves acuáticas». Es la infancia que regresa como voz poética a López Costero, es esa fatalidad que dice los visita todas las noches, pero sobre todo es la manera de sentirla: «La fatalidad también es mi sombra / y la sombra de mis actos». En la segunda parte aflora el amor, y por eso declara el poeta: «…los besos y las caricias son únicos / y morirán conmigo. Aliento de mi aliento, / ceniza de mis cenizas serán», para nunca ya la ausencia, sino el latido amoroso: «La ausencia ya no es ausencia, / sino aleteo de ángeles que se aman […] Juntos recibimos la luz de las estrellas. / Nunca más como ausentes». Pero al cabo vuelve la melancolía, la tristeza del alma: «La tristeza es una nube de cieno, / una pesadilla camuflada en un pastel de cumpleaños, / el imperdible mohoso que fija el alma a mi cuerpo», y todo acaba (tercera parte), tal vez, en la esperanza de hallar la luz: «Y a menudo sueño con el pincel alado / de Fra’ Angelico, impregnado de luz», o al menos, en la luminosa poética de su autor.

Título: La fatalidad
Autor: Fermín López Costero
Edita: Nazarí (Granada, 2014)








La fatalidad. Salón de lectura




El poeta José Hierro, en sus “Reflexiones sobre su poesía”(1983), dejó escrito: «la poesía verdadera, sea cual sea el adjetivo que la matice, no puede prescindir de la belleza de la palabra. Pero no entendemos por belleza recargamiento, énfasis, imaginería, empleo de materias verbales preciosas, sino precisión poética, adecuación de la forma al fondo». Y es exactamente la claridad poética lo que habría que subrayar del presente poemario, “La fatalidad”, cuyo autor es el poeta berciano Fermín López Costero que, si bien no cuenta con una obra extensa –este es su segundo poemario-, sí de calidad –su anterior libro “Memorial de las piedras”, obtuvo en 2009 el premio Joaquín Benito de Lucas-. López Costero dedica este libro a su madre, y tal vez en la figura materna confluyen algunas de sus claves, aunque el tiempo juegue un papel importante en ese constante ir y venir de las percepciones y la experiencia vital del poeta, y en la cual ahonda y profundiza hasta hallar –hallarse- en la penumbra de los días que ejercen sobre él esa constante sensación de desgracia o desdicha. El poemario está estructurado en tres partes bien diferenciadas, aunque sin título que nos advierta de su temática. Es precisamente la primera parte la que contiene el poema que da título al libro “La fatalidad”, pero sorprende que sea “El indigente” el que abre el libro; aquí compromiso y estética se complementan para, desde el silencio y la soledad, rebelarse por entender que hasta lo cotidiano representa en el momento actual un nuevo holocausto: «Perseguí quimeras / que luego se volvieron contra mí / y me devoraron las entrañas […] Y ahora estoy aquí, / al otro lado de las alambradas, / como único superviviente y testigo / del holocausto diario». Es la mirada del poeta que traspasa los silencios y nos alerta de ellos, porque «Nadie aguarda ya la resurrección / de las voces», y nos llama la atención sobre esos extraños seres que «No son conscientes de que entre la inmundicia / sólo germinan las palabras inservibles, / y que en ella fermentan las ideas caducas». López Costero construye así, desde el principio un espacio de la memoria en la que habitan aquellos sueños de antaño en “La casa deshabitada” cuando escribe: «Sopesar el silencio / que colma los recipientes. / Y acariciar la crin del caballo de cartón / que galopa entre mis sienes». La infancia en el poeta, ese mundo onírico que le hace volver sobre sus pasos y detener el tiempo en “El desván de la memoria”: «Oculta tras los visillos del tiempo / entreveo aún tu sonrisa de seda… / Quién sabe si con nuestros silencios / podremos reconstruir el desván de la memoria». La sonrisa de seda de la madre, el desván, como también ese jardín abandonado, decadente, habitado por la soledad, la ruina, quizá el fracaso figurado, la no vida: «Los escombros habían obstruido el estanque / en el que ya no habitan los peces / ni chapotean –como ángeles heridos- / las aves acuáticas». Es la infancia que regresa como voz poética a López Costero, es esa fatalidad que dice los visita todas las noches, pero sobre todo es la manera de sentirla: «La fatalidad también es mi sombra / y la sombra de mis actos». En la segunda parte aflora el amor, y por eso declara el poeta: «…los besos y las caricias son únicos / y morirán conmigo. Aliento de mi aliento, / ceniza de mis cenizas serán», para nunca ya la ausencia, sino el latido amoroso: «La ausencia ya no es ausencia, / sino aleteo de ángeles que se aman […] Juntos recibimos la luz de las estrellas. / Nunca más como ausentes». Pero al cabo vuelve la melancolía, la tristeza del alma: «La tristeza es una nube de cieno, / una pesadilla camuflada en un pastel de cumpleaños, / el imperdible mohoso que fija el alma a mi cuerpo», y todo acaba (tercera parte), tal vez, en la esperanza de hallar la luz: «Y a menudo sueño con el pincel alado / de Fra’ Angelico, impregnado de luz», o al menos, en la luminosa poética de su autor.

Título: La fatalidad
Autor: Fermín López Costero
Edita: Nazarí (Granada, 2014)

Barberos y guitarras. Estación sur



        El hartazgo de la política es tal que la lectura de libros relacionados con la cultura y sus distintas manifestaciones se hace imprescindible. Cuando esto sucede tiene uno la sensación de haber encontrado un oasis en pleno desierto. Y algo parecido deviene tras el hallazgo, de entre los muchos libros recibidos, de una verdadera joya, titulado “Historia cultural del flamenco. El barbero y la guitarra”, de Alberto del Campo y Rafael Cáceres y magnífica edición de  Almuzara. Algunos se preguntarán qué tienen que ver los barberos con la guitarra y en consecuencia con el flamenco. Pues según los autores de este magnífico ensayo sobre flamenco, mucho. Los barberos están asociados a la música popular y en especial a la guitarra desde el siglo XVI. En cada una de sus páginas, 514 sin contar con la bibliografía utilizada, el lector hallará la información y la documentación necesaria para entender esta novedosa historia del flamenco, cuyo origen hay que buscarlo en los barberos y su particular “rasgado o rasgueado”: «Claro es que algunos barberos sabrían no sólo rasguear sino también puntear la guitarra. Pero la referencia al punteado barberil es casi anecdótica, en comparación con la profusión de barberos rasgueadores de guitarrillas:

Estábase el tal barbero
 empapado en pasacalles,
aporreando la panza  
de un guitarrón formidable»,

como así dice en este poema satírico de Quevedo. Mas no sólo se analiza en este ensayo la relación entre barberos y guitarra, sino que se abren las puertas también a canciones y bailes o danzas populares, de tono jocoso: «Pasacalles y folíais resultaban sus formas musicales prototípicas. Los sones barberiles se asocian a un gusto por lo jocoso y risible, lo brusco y lo rústico, lo vil y callejero», sin llegar a obscenas: «Que no se representen cosas, bailes, ni cantares, ni meneos lascivos, ni deshonestos, o de mal ejemplo, sino que sean conforme a las danzas y bailes antiguos, y se dean por prohibidos todos los bailes de escarramanes, chaconas, zarabandas, carreterías y cualesquier otros semejantes a éstos»,así se decía en 1615. En el siglo XVII «Los jocosos y festivos tañidos guitarrísticos asociados a los barberos cobran especial lógica si nos atenemos a su secular fama de personas dicharacheras y prestas a la sociabilidad, algo connatural a su oficio. Se reconoce que «De majo o no, los barberos siguieron vinculados a la guitarra en el siglo XVIII», como también existió esta relación en el XIX, y así se asevera: «No sólo es que los barberos ejercieran de maestros de guitarra, sino que sus locales sirvieron de punto de encuentro de los flamencos». Sin duda, un excelente libro para este sombrío tiempo en que vivimos.

Barberos y guitarras. Estación sur



        El hartazgo de la política es tal que la lectura de libros relacionados con la cultura y sus distintas manifestaciones se hace imprescindible. Cuando esto sucede tiene uno la sensación de haber encontrado un oasis en pleno desierto. Y algo parecido deviene tras el hallazgo, de entre los muchos libros recibidos, de una verdadera joya, titulado “Historia cultural del flamenco. El barbero y la guitarra”, de Alberto del Campo y Rafael Cáceres y magnífica edición de  Almuzara. Algunos se preguntarán qué tienen que ver los barberos con la guitarra y en consecuencia con el flamenco. Pues según los autores de este magnífico ensayo sobre flamenco, mucho. Los barberos están asociados a la música popular y en especial a la guitarra desde el siglo XVI. En cada una de sus páginas, 514 sin contar con la bibliografía utilizada, el lector hallará la información y la documentación necesaria para entender esta novedosa historia del flamenco, cuyo origen hay que buscarlo en los barberos y su particular “rasgado o rasgueado”: «Claro es que algunos barberos sabrían no sólo rasguear sino también puntear la guitarra. Pero la referencia al punteado barberil es casi anecdótica, en comparación con la profusión de barberos rasgueadores de guitarrillas:

Estábase el tal barbero
 empapado en pasacalles,
aporreando la panza  
de un guitarrón formidable»,

como así dice en este poema satírico de Quevedo. Mas no sólo se analiza en este ensayo la relación entre barberos y guitarra, sino que se abren las puertas también a canciones y bailes o danzas populares, de tono jocoso: «Pasacalles y folíais resultaban sus formas musicales prototípicas. Los sones barberiles se asocian a un gusto por lo jocoso y risible, lo brusco y lo rústico, lo vil y callejero», sin llegar a obscenas: «Que no se representen cosas, bailes, ni cantares, ni meneos lascivos, ni deshonestos, o de mal ejemplo, sino que sean conforme a las danzas y bailes antiguos, y se dean por prohibidos todos los bailes de escarramanes, chaconas, zarabandas, carreterías y cualesquier otros semejantes a éstos», así se decía en 1615. En el siglo XVII «Los jocosos y festivos tañidos guitarrísticos asociados a los barberos cobran especial lógica si nos atenemos a su secular fama de personas dicharacheras y prestas a la sociabilidad, algo connatural a su oficio. Se reconoce que «De majo o no, los barberos siguieron vinculados a la guitarra en el siglo XVIII», como también existió esta relación en el XIX, y así se asevera: «No sólo es que los barberos ejercieran de maestros de guitarra, sino que sus locales sirvieron de punto de encuentro de los flamencos». Sin duda, un excelente libro para este sombrío tiempo en que vivimos.

Barberos y Guitarras. Estación Sur



        El hartazgo de la política es tal que la lectura de libros relacionados con la cultura y sus distintas manifestaciones se hace imprescindible. Cuando esto sucede tiene uno la sensación de haber encontrado un oasis en pleno desierto. Y algo parecido deviene tras el hallazgo, de entre los muchos libros recibidos, de una verdadera joya, titulado “Historia cultural del flamenco. El barbero y la guitarra”, de Alberto del Campo y Rafael Cáceres y magnífica edición de  Almuzara. Algunos se preguntarán qué tienen que ver los barberos con la guitarra y en consecuencia con el flamenco. Pues según los autores de este magnífico ensayo sobre flamenco, mucho. Los barberos están asociados a la música popular y en especial a la guitarra desde el siglo XVI. En cada una de sus páginas, 514 sin contar con la bibliografía utilizada, el lector hallará la información y la documentación necesaria para entender esta novedosa historia del flamenco, cuyo origen hay que buscarlo en los barberos y su particular “rasgado o rasgueado”: «Claro es que algunos barberos sabrían no sólo rasguear sino también puntear la guitarra. Pero la referencia al punteado barberil es casi anecdótica, en comparación con la profusión de barberos rasgueadores de guitarrillas:

Estábase el tal barbero
 empapado en pasacalles,
aporreando la panza  
de un guitarrón formidable»,

como así dice en este poema satírico de Quevedo. Mas no sólo se analiza en este ensayo la relación entre barberos y guitarra, sino que se abren las puertas también a canciones y bailes o danzas populares, de tono jocoso: «Pasacalles y folíais resultaban sus formas musicales prototípicas. Los sones barberiles se asocian a un gusto por lo jocoso y risible, lo brusco y lo rústico, lo vil y callejero», sin llegar a obscenas: «Que no se representen cosas, bailes, ni cantares, ni meneos lascivos, ni deshonestos, o de mal ejemplo, sino que sean conforme a las danzas y bailes antiguos, y se dean por prohibidos todos los bailes de escarramanes, chaconas, zarabandas, carreterías y cualesquier otros semejantes a éstos»,así se decía en 1615. En el siglo XVII «Los jocosos y festivos tañidos guitarrísticos asociados a los barberos cobran especial lógica si nos atenemos a su secular fama de personas dicharacheras y prestas a la sociabilidad, algo connatural a su oficio. Se reconoce que «De majo o no, los barberos siguieron vinculados a la guitarra en el siglo XVIII», como también existió esta relación en el XIX, y así se asevera: «No sólo es que los barberos ejercieran de maestros de guitarra, sino que sus locales sirvieron de punto de encuentro de los flamencos». Sin duda, un excelente libro para este sombrío tiempo en que vivimos.

Antología poética.



Desde "Humanismo Solidario" nos complace enviarte la siguiente información acerca de la antología poética que acaba de editar la prestigiosa editotial VISOR y en la que estás incluido, por si consideras interesante su difusión entre tus contactos. Un saludo.

ANTOLOGÍA POÉTICA DE HUMANISMO SOLIDARIO EN EDITORIAL VISOR.

La prestigiosa editorial VISOR (Colección Visor Literario) acaba de dar a luz la antología poética que bajo el título de “HUMANISMO SOLIDARIO. Poesía y compromiso en la sociedad contemporánea” ha prologado, con un amplísimo estudio, la profesora de la Universidad de Granada (España), Remedios Sánchez, llevando a cabo la selección de poetas y poemas la profesora de la Universidad de Bérgamo (Italia), Marina Bianchi.


Este es un nuevo hito en el camino emprendido por esta corriente de pensamiento que inició su recorrido a principios del año 2013 y que sigue ofreciendo propuestas y alternativas ante la actual situación de tránsito en la que se encuentra instalada la humanidad. 

Remedios Sánchez ha indicado que “ésta es una antología donde están todas las corrientes que han afrontado el compromiso real con la poesía y que entienden el Manifiesto de Humanismo Solidario (condición indispensable) como un documento que puede servir de summa general, sin que eso signifique renunciar a las peculiaridades de cada uno ni tampoco a los rasgos que caracterizan a cada grupo poético. Humanismo Solidario no es un grupo, sino una manera de entender la literatura y el arte en general desde el compromiso amplio con el ser humano …/… Todos los antologados han desarrollado su obra en los últimos treinta años, y eso puede servir para que se pueda tener una visión panorámica y amplia de cómo ha sido la literatura comprometida en el ámbito de influencia de la lengua española: la pluralidad de España, la riquísima y poliédrica Iberoamérica o el interesantísimo fenómeno de la literatura hispanomagrebí. Para situar al lector está el estudio preliminar, antecedente necesario de unos poemas que muestra la heterogeneidad del compromiso de la palabra poética, siempre desde diferentes ángulos y perspectivas, de un grupo amplio de escritores. Se verá que muchos tienen poco más en común que ésa responsabilidad con las dificultades del ser humano en el siglo XXI. Por eso esta antología era, aparte de una necesidad en los tiempos que corren, una cuestión de nobleza en el sentido ético de la palabra. Y nobleza obliga.”


SINOPSIS DE LA OBRA:
Los autores seleccionados son:

ESPAÑA:
Juan Carlos Abril, Sergio Arlandis, Alicia Aza, Luis Bagué Quílez, José Cabrera Martos, Isla Correyero, Paloma Fernández Gomá, Manuel Gahete, Luis García Montero, Guadalupe Grande, Pedro Luis Ibáñez Lérida, Raquel Lanseros, Juan Carlos Mestre, Eduardo Moga, José María Molina Caballero, Ángeles Mora, Francisco Morales Lomas, Manuel Moya, Fernando Operé, Julia Otxoa, Benjamín Prado, Josep M. Rodríguez, Daniel Rodríguez Moya, Javier Salvago, José Antonio Santano, José Sarria, Juan José Téllez, Alberto Torés, Fernando Valverde y Javier Vela.


IBEROÁMERICA:

Carlos J. Aldazábal (Argentina), Efraín Bartolomé (México), Mario Bojórquez (México), Piedad Bonnet (Colombia), Alí Calderón (México), Gabriel Chávez Casazola (Bolivia), Eduardo Chirinos (Perú), Andrea Cote Botero (Colombia), Federico Díaz Granados (Colombia), Jorge Galán (San Salvador), Nathalie Handal (Haití-USA), Eduardo Langagne (México), Roxana Méndez (San Salvador), Xavier Oquendo (Ecuador) y Miguel Ángel Zapata (Perú).

MAGREB:

Mohammed Doggui (Túnez), Abderrahman El Fathi (Marruecos), Khédija Gadhoum (Túnez-USA) y Fátima Galia (Sahara Occidental).


En la situación actual de crisis socioeconómica y de valores donde vive inmersa la sociedad contemporánea ha irrumpido con pujanza un pensamiento cultural internacional que defiende, con apasionado entusiasmo y desde la heterodoxia estética, la importancia del compromiso con el hombre, su problemática y sus conflictos. Este libro, desde una postura serena y equilibrada, reúne a algunos de los poetas más relevantes de España, Hispanoamérica y en algunas zonas del Magreb nacidos a partir de 1950 que reivindican con su poesía, partiendo de distintos planteamientos estéticos e ideológicos, la paz y solidaridad universales. Todo ello desde la conciencia compartida e imperiosa de volver la mirada al ser humano sin imposturas, de un deber real, un comportamiento ético y un posicionamiento reflexivo como eje transmisor y preservador de la fraternidad entre los individuos, constantemente manipulada y cercenada en estos tiempos de miseria moral en que los poderes fácticos pretenden degradar a la persona a mero espectador pasivo de su propia existencia

Esta antología, con un minucioso estudio previo en el que se analiza la poesía escrita en español desde los años sesenta hasta la actualidad, revela que el escritor es un ciudadano responsable que, cuando la injusticia y la deshumanización azotan, pone su sensibilidad, su inteligencia y su pluma al servicio de la sociedad plural revelando que es más lo que une a los poetas en lo ético que lo que los separa en lo estético. Porque el hombre y sus urgentes necesidades priman sobre cualquier querella literaria cuando lo que está en juego es el más preciado de nuestros bienes: la libertad.

Antología poética.



Desde "Humanismo Solidario" nos complace enviarte la siguiente información acerca de la antología poética que acaba de editar la prestigiosa editotial VISOR y en la que estás incluido, por si consideras interesante su difusión entre tus contactos. Un saludo.

ANTOLOGÍA POÉTICA DE HUMANISMO SOLIDARIO EN EDITORIAL VISOR.

La prestigiosa editorial VISOR (Colección Visor Literario) acaba de dar a luz la antología poética que bajo el título de “HUMANISMO SOLIDARIO. Poesía y compromiso en la sociedad contemporánea” ha prologado, con un amplísimo estudio, la profesora de la Universidad de Granada (España), Remedios Sánchez, llevando a cabo la selección de poetas y poemas la profesora de la Universidad de Bérgamo (Italia), Marina Bianchi.


Este es un nuevo hito en el camino emprendido por esta corriente de pensamiento que inició su recorrido a principios del año 2013 y que sigue ofreciendo propuestas y alternativas ante la actual situación de tránsito en la que se encuentra instalada la humanidad. 

Remedios Sánchez ha indicado que “ésta es una antología donde están todas las corrientes que han afrontado el compromiso real con la poesía y que entienden el Manifiesto de Humanismo Solidario (condición indispensable) como un documento que puede servir de summa general, sin que eso signifique renunciar a las peculiaridades de cada uno ni tampoco a los rasgos que caracterizan a cada grupo poético. Humanismo Solidario no es un grupo, sino una manera de entender la literatura y el arte en general desde el compromiso amplio con el ser humano …/… Todos los antologados han desarrollado su obra en los últimos treinta años, y eso puede servir para que se pueda tener una visión panorámica y amplia de cómo ha sido la literatura comprometida en el ámbito de influencia de la lengua española: la pluralidad de España, la riquísima y poliédrica Iberoamérica o el interesantísimo fenómeno de la literatura hispanomagrebí. Para situar al lector está el estudio preliminar, antecedente necesario de unos poemas que muestra la heterogeneidad del compromiso de la palabra poética, siempre desde diferentes ángulos y perspectivas, de un grupo amplio de escritores. Se verá que muchos tienen poco más en común que ésa responsabilidad con las dificultades del ser humano en el siglo XXI. Por eso esta antología era, aparte de una necesidad en los tiempos que corren, una cuestión de nobleza en el sentido ético de la palabra. Y nobleza obliga.”


SINOPSIS DE LA OBRA:
Los autores seleccionados son:

ESPAÑA:
Juan Carlos Abril, Sergio Arlandis, Alicia Aza, Luis Bagué Quílez, José Cabrera Martos, Isla Correyero, Paloma Fernández Gomá, Manuel Gahete, Luis García Montero, Guadalupe Grande, Pedro Luis Ibáñez Lérida, Raquel Lanseros, Juan Carlos Mestre, Eduardo Moga, José María Molina Caballero, Ángeles Mora, Francisco Morales Lomas, Manuel Moya, Fernando Operé, Julia Otxoa, Benjamín Prado, Josep M. Rodríguez, Daniel Rodríguez Moya, Javier Salvago, José Antonio Santano, José Sarria, Juan José Téllez, Alberto Torés, Fernando Valverde y Javier Vela.


IBEROÁMERICA:

Carlos J. Aldazábal (Argentina), Efraín Bartolomé (México), Mario Bojórquez (México), Piedad Bonnet (Colombia), Alí Calderón (México), Gabriel Chávez Casazola (Bolivia), Eduardo Chirinos (Perú), Andrea Cote Botero (Colombia), Federico Díaz Granados (Colombia), Jorge Galán (San Salvador), Nathalie Handal (Haití-USA), Eduardo Langagne (México), Roxana Méndez (San Salvador), Xavier Oquendo (Ecuador) y Miguel Ángel Zapata (Perú).

MAGREB:

Mohammed Doggui (Túnez), Abderrahman El Fathi (Marruecos), Khédija Gadhoum (Túnez-USA) y Fátima Galia (Sahara Occidental).


En la situación actual de crisis socioeconómica y de valores donde vive inmersa la sociedad contemporánea ha irrumpido con pujanza un pensamiento cultural internacional que defiende, con apasionado entusiasmo y desde la heterodoxia estética, la importancia del compromiso con el hombre, su problemática y sus conflictos. Este libro, desde una postura serena y equilibrada, reúne a algunos de los poetas más relevantes de España, Hispanoamérica y en algunas zonas del Magreb nacidos a partir de 1950 que reivindican con su poesía, partiendo de distintos planteamientos estéticos e ideológicos, la paz y solidaridad universales. Todo ello desde la conciencia compartida e imperiosa de volver la mirada al ser humano sin imposturas, de un deber real, un comportamiento ético y un posicionamiento reflexivo como eje transmisor y preservador de la fraternidad entre los individuos, constantemente manipulada y cercenada en estos tiempos de miseria moral en que los poderes fácticos pretenden degradar a la persona a mero espectador pasivo de su propia existencia

Esta antología, con un minucioso estudio previo en el que se analiza la poesía escrita en español desde los años sesenta hasta la actualidad, revela que el escritor es un ciudadano responsable que, cuando la injusticia y la deshumanización azotan, pone su sensibilidad, su inteligencia y su pluma al servicio de la sociedad plural revelando que es más lo que une a los poetas en lo ético que lo que los separa en lo estético. Porque el hombre y sus urgentes necesidades priman sobre cualquier querella literaria cuando lo que está en juego es el más preciado de nuestros bienes: la libertad.

Ártico de Juan de Dios García por José Antonio Santano

Ya desde el título de este poemario “Ártico”, su autor, el poeta cartagenero Juan de Dios García nos convoca a la reflexión, a indagar en su significado, que viene a ser como ahondar en las particularidades de su poética. Para adentrarnos en ella, la primera pista nos la sugiere Víctor Hugo, cuando dice: «La desgracia educa la inteligencia», cita que precede a los poemas que integran “Ártico”. Ya desde el primer poema “Instrucciones”, el poeta nos invita a dejarnos llevar por el sonido y la fuerza de la palabra, su colorido y aroma penetrante, libre y desnuda: «No tiene que buscar sentido a nada. / Mate la mariposa que ha escondido / dentro de su cabeza», esta es la propuesta al lector, como si se tratara de un simple manual de instrucciones. Pero “Ártico” es mucho más, quizá la solución a todos los fracasos y a las adversidades de la vida, por ello el poeta nos golpea primero con versos contundentes y seguidos del punto y aparte, en un afán descriptivo que se repite a lo largo del poemario una y otra vez, como una leve descarga eléctrica que nos alerta ante las vicisitudes del tiempo que nos ha tocado vivir. Quizá pueda que se trate de una huida, de escapar de la realidad para atender solo a los sueños, porque nada nos ata ya a este mundo que huele a podredumbre: «Escapar antes de que la realidad nos detenga y nos pudra. / Abrir un mapa y comprobar hasta qué punto mienten los cartógrafos. / Contratar un poeta a sueldo. / Seguir leyendo, seguir viviendo». El poeta construye un universo propio, en el cual la memoria de lo vivido y el presente conforman una sola voz, inconformista, que a veces se rebela: «No sé qué significan las palabras / religión, academia o general. / Si me das a elegir, / siempre estaré de lado de los griegos», para culminar el poema con un «Adoro los mercados populares, / el color de las tardes como miel de Cerdeña». En ese deambular del poeta del pasado al presente, y viceversa, el dolor de la muerte también aflora, tal y como ocurre en el poema “Benjamín”, cuando dice: «Venimos de la nada / y a la nada llegamos, / eso dijo mi madre en el entierro. / No lo leí en Albert Camus ni en Sastre, / lo dijo madre, negro riguroso, / mirando un crucifijo tachonado / en el ataúd blanco de mi hermano». 



Escritores y poetas, cineastas, escultores, forjadores de la voz del poeta se reparten por las páginas de “Ártico”, como cuando alude a Valente: «Escribiré un poema después de Auschwitz», a Theo Angelopoulus: «Era extranjero, pero entonces supo: / la guerra está tan cerca que parece estar lejos», a Nancy Spungen: «Sobre el televisor / papel plata, cucharas calcinadas / y comida podrida. / «¿Morirías por mí?», preguntó Nancy», a Jan Arp: «Y de repente para el viento afuera. / Todo esto sucedía terminando / estatuas de mujer. / La casa está encendida, el vino derramado», o al matemático Quételet: «El licenciado Quételet cabalga / definitivamente enamorado». Todos, de una manera u otra forman parte de la experiencia vital del poeta, como lo es también el temblor salvaje y natural del paisaje en el Cabo de Gata: «Coge esa caracola, escucha este equilibrio, / cómo se derrumba un acantilado, / cada piedra ocupando su lugar, / cómo muerde la música del sur, / la conquista de la naturaleza / despeinando las olas y las dunas…». No obstante, destaca el poema narrativo “Proceso”, cuando el dolor por la muerte de su padre oprime el alma del poeta: «Entonces estalló en su plenitud / el dolor comprimido. / Nuestro corazón ártico volvió / a latir con el fuego de su muerte», y cómo no, el que titula “Autorretrato”, que viene a ser definitivo respecto a la comprensión de la poética de Juan de Dios García: «¿Soy real o estoy escrito? / A veces, caminando por la acera / de cualquier ciudad, paro e imagino / convertirme en poema entre la multitud». El poeta ya no es “yo”, sino otredad, afortunadamente.



Título: Ártico

Autor: Juan de Dios García

Edita: Germanía (Valencia, 2014)

SALÓN DE LECTURA  //  José Antonio Santano

Ártico de Juan de Dios García por José Antonio Santano

Ya desde el título de este poemario “Ártico”, su autor, el poeta cartagenero Juan de Dios García nos convoca a la reflexión, a indagar en su significado, que viene a ser como ahondar en las particularidades de su poética. Para adentrarnos en ella, la primera pista nos la sugiere Víctor Hugo, cuando dice: «La desgracia educa la inteligencia», cita que precede a los poemas que integran “Ártico”. Ya desde el primer poema “Instrucciones”, el poeta nos invita a dejarnos llevar por el sonido y la fuerza de la palabra, su colorido y aroma penetrante, libre y desnuda: «No tiene que buscar sentido a nada. / Mate la mariposa que ha escondido / dentro de su cabeza», esta es la propuesta al lector, como si se tratara de un simple manual de instrucciones. Pero “Ártico” es mucho más, quizá la solución a todos los fracasos y a las adversidades de la vida, por ello el poeta nos golpea primero con versos contundentes y seguidos del punto y aparte, en un afán descriptivo que se repite a lo largo del poemario una y otra vez, como una leve descarga eléctrica que nos alerta ante las vicisitudes del tiempo que nos ha tocado vivir. Quizá pueda que se trate de una huida, de escapar de la realidad para atender solo a los sueños, porque nada nos ata ya a este mundo que huele a podredumbre: «Escapar antes de que la realidad nos detenga y nos pudra. / Abrir un mapa y comprobar hasta qué punto mienten los cartógrafos. / Contratar un poeta a sueldo. / Seguir leyendo, seguir viviendo». El poeta construye un universo propio, en el cual la memoria de lo vivido y el presente conforman una sola voz, inconformista, que a veces se rebela: «No sé qué significan las palabras / religión, academia o general. / Si me das a elegir, / siempre estaré de lado de los griegos», para culminar el poema con un «Adoro los mercados populares, / el color de las tardes como miel de Cerdeña». En ese deambular del poeta del pasado al presente, y viceversa, el dolor de la muerte también aflora, tal y como ocurre en el poema “Benjamín”, cuando dice: «Venimos de la nada / y a la nada llegamos, / eso dijo mi madre en el entierro. / No lo leí en Albert Camus ni en Sastre, / lo dijo madre, negro riguroso, / mirando un crucifijo tachonado / en el ataúd blanco de mi hermano». 



Escritores y poetas, cineastas, escultores, forjadores de la voz del poeta se reparten por las páginas de “Ártico”, como cuando alude a Valente: «Escribiré un poema después de Auschwitz», a Theo Angelopoulus: «Era extranjero, pero entonces supo: / la guerra está tan cerca que parece estar lejos», a Nancy Spungen: «Sobre el televisor / papel plata, cucharas calcinadas / y comida podrida. / «¿Morirías por mí?», preguntó Nancy», a Jan Arp: «Y de repente para el viento afuera. / Todo esto sucedía terminando / estatuas de mujer. / La casa está encendida, el vino derramado», o al matemático Quételet: «El licenciado Quételet cabalga / definitivamente enamorado». Todos, de una manera u otra forman parte de la experiencia vital del poeta, como lo es también el temblor salvaje y natural del paisaje en el Cabo de Gata: «Coge esa caracola, escucha este equilibrio, / cómo se derrumba un acantilado, / cada piedra ocupando su lugar, / cómo muerde la música del sur, / la conquista de la naturaleza / despeinando las olas y las dunas…». No obstante, destaca el poema narrativo “Proceso”, cuando el dolor por la muerte de su padre oprime el alma del poeta: «Entonces estalló en su plenitud / el dolor comprimido. / Nuestro corazón ártico volvió / a latir con el fuego de su muerte», y cómo no, el que titula “Autorretrato”, que viene a ser definitivo respecto a la comprensión de la poética de Juan de Dios García: «¿Soy real o estoy escrito? / A veces, caminando por la acera / de cualquier ciudad, paro e imagino / convertirme en poema entre la multitud». El poeta ya no es “yo”, sino otredad, afortunadamente.



Título: Ártico

Autor: Juan de Dios García

Edita: Germanía (Valencia, 2014)

SALÓN DE LECTURA  //  José Antonio Santano