PARQUES CERRADOS



SALÓN DE LECTURA
JOSÉ ANTONIO SANTANO

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PARQUES CERRADOS
AUTOR: JUAN CAMPOS REINA


PARQUES CERRADOS
JUAN CAMPOS REINA
Amar profundamente la tierra en la que se nace y regresar a ella no es una ecuación siempre exacta. Solo se da en aquellos uncidos por alguna divinidad, y cuando esto sucede nos encontramos ante un hecho realmente cuasi milagroso. Asesta a nuestra conciencia la maravilla de lo asombroso, de lo que escapa al raciocinio o así al menos pudiera intuirse. Lo desconocido y misterioso de la vida entonces germina en cualesquiera ciudad, pueblo o persona, en ésta como si se tratara del ADN. Escribir como un poseso, adentrarse en el abismo del lenguaje y que germine luego un texto limpio, preciso, coherente, sabio y emotivo al mismo tiempo no es nada corriente. La mayoría de los escritores solitarios, esos que sólo viven por y para la literatura, no tan escasos como pudiera parecer, pero sí pocos, esos que viven apartados de la farándula editorial y famoseo, son los que verdaderamente acopian una obra, casi siempre de calidad, y, sobre todo, capaz de entusiasmar a los lectores. Lamentablemente en Andalucía, se nos fue hace unos años uno de esos escritores de raza, que, desde su creadora soledad construyó un universo narrativo de un extraordinario valor, iluminado por la tradición novelística del siglo XIX, pero desde una visión transformadora en el tiempo que le tocó vivir. Hablo, naturalmente, del escritor cordobés Juan Campos Reina (Puente Genil, 1946-Málaga, 2009). En su trayectoria literaria caben destacar títulos como Santepar, su primera novela, la Trilogía del Renacimiento: Un desierto de seda, El bastón del diablo y La góndola negra; o el díptico La cabeza de Orfeo formado por las novelas Fuga de Orfeo y Regreso de Orfeo, y Tango rojo, un libro de relatos. 

Con estas obras Campos Reina puede considerarse como uno de los grandes escritores españoles contemporáneos, gracias a ese don especial para contar historias. Sin embargo, aún después de su lamentable pérdida, Campos Reina nos deja un legado variado con el cual podremos disfrutar de su palabra. Una nueva trilogía póstuma lo confirma, Parques cerrados, donde hallaremos la profunda reflexión y el pensamiento en el ensayo De Camus a Kioto, una visión del acontecer vital del autor en Diario del Renacimiento y por último, la muestra de una sensibilidad extraordinaria para la creación poética en Poesía completa. Este es el legado que nos deja Campos Reina, una obra singular, alejada de modas, consecuente con la experiencia de lo vivido e imaginativa desde el punto y hora que realidad y ficción se cruzan en el mismo camino hasta condensarse o fundirse en un solo cuerpo y definitivo del yo poético.

 En cada uno de estos géneros hallamos el alma del escritor, en una especie de mística que podría concentrarse en dos mundos opuestos o antagónicos: Oriente y Occidente, fundamentalmente centrado el uno en Japón y su milenaria cultura, y el otro en Europa (El mito de Sísifo, de Camus), y en pasajes muy concretos en la ciudad de Córdoba, la Córdoba del Califato que tanto se asemejaría a la corte de Heian, con ambas y entrelazadas por la mirada del autor nos enriqueceremos a través de su manera de entender el mundo, de sus emblemáticas culturas. De Camus a Kioto es sin duda un viaje al centro de las dos culturas, a la historia de la humanidad. Camus escribe en El mito de Sísifo: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía». 

De este aserto parte este extraordinario ensayo donde las ciudades, los jardines, costumbres y ritos, libros y el pensamiento irán contagiando al lector hasta concluir el texto. Dos mundos en paralelo, lejanos y cercanos a la vez, incluso que se cruzan en el camino hacia la verdad interior de cada uno, que bien pudiera ser desde Oriente la contemplación de un monje Zen o ya en Occidente el misticismo. Tomo, como última referencia, en esa búsqueda de Campos Reina por la verdad interior, las palabras del poeta Rilke que el propio autor reproduce en el texto: «Cada hora que vivimos es para otro la hora de la muerte y ésta prima sobre la de los vivos», un regreso, sin duda al planteamiento inicial de Camus. Un ensayo riguroso y rico en su expresión, de indudable valor humanista. Con Diario del Renacimiento pretende Campos Reina desvelarnos de forma natural su experiencia vital, (Desde la infancia hasta el comienzo del Diario del Renacimiento), una etapa que nos mostrará, tal vez, como en un espejo al otro Campos Reina, o no, pero que con su rica prosa nos acercará sin duda al mejor Campos Reina, en su doble versión: literaria y humana. 

Nos advierte el autor que «Cuando concebí la idea de escribir estas notas no me llevó a ello la importancia de mi vida, ya que en ese caso me hubiera guardado de plantar una coma, sino el sacar a la luz la extraña red de circunstancias que me han conducido hasta donde estoy», de nuevo aflora aquí su honradez y bonhomía, la vida trascendida a lo hondo y puramente literario, en esas dos direcciones a las que me refería antes. Un libro que comienza con notas que abarcan desde marzo del año 1989 hasta febrero de 2001. Conoceremos en este periodo al niño que fue y la tierra que le acogió en sus primeros pasos (Puente Genil), las ciudades que visitó, su actividad novelística, los libros que iría escribiendo y sus procesos, su relación con su editora Carmen Balcells a quien le escribe una emotiva carta desde el Hotel Bonvecchiatti de Venecia, sus lecturas, sus poetas, sus filósofos, sus pensamientos en horas de soledad y todo cuanto en su vida se cruza y vive. 

Y la verdad es que todo discurre de forma natural, su pluma se desliza sobre el papel y escuchas su leve son, hasta presientes el deslumbramiento de cada letra, su significado íntimo, tal vez propiciado por dos realidades, como él mismo escribe: «En realidad sólo tengo dos cosas: la infancia y el dolor como dos faros que me iluminan». Todo, absolutamente todos los textos están coronados de alguna forma por esta última reflexión que cierra Diario del Renacimiento, sabedor tal vez de su futuro: «¿Qué importa que no haya un mañana para nosotros si disponemos de la inmensidad que nos brinda un día, del tránsito del sol desde que se levanta hasta que se pone?». He aquí al mejor Campos Reina, al escritor y el hombre, unidos en un solo cuerpo y alma, también la que ejerció de poeta y que recoge el último libro de esta trilogía, Poesía completa, y que también persigue Campos Reina, en esa especie de asimilación de culturas orientales y occidentales. Su Poesía completa nos acerca de nuevo a la muerte, al Seppuku, ritual japonés de suicidio por honor, y que irá conformando la estructura del libro. Parques cerrados comenzará el periplo vital y poético de Campos Reina, y en él los recuerdos, la soledad de esos “parques cerrados”: «Los parques han cerrado sus cancelas. / La que durmió abrazada / a mi espalda no está», y el amor, su amor a Fernanda: «Mientras yo perseguía los castaños, / mi sombra demorada / en el cristal azul / tu aliento recibía». Su poesía nos abrirá la carne y los sentidos, hasta llegarnos el aroma del tiempo a la memoria para hacernos sentir vivos aún: 

«Mi padre olía a canela 
como los exploradores del trópico. 
Hay mundos en la memoria  
perdidos por la razón 
que los niños cruzan leves.

 Huele a juncos esta noche 
 al descender mi padre de la vida.
 A su paso en la escalera 
 yo aguardo de los cerrojos 
 un eco del tiempo ido, 
 de la canela al quebrarse». 


Realmente Poesía completa, continúa o resume en apartados como Lirios, Delirios, Morfina, Tránsito, De Saigón a Kandy, Grecia derruida, Intermezzo, África, América, El viajero o Las noches de Li Bao, la desconocida hasta ahora voz poética de Campos Reina, es más, remata y perfecciona, si cabe, los dos libros anteriores. Es la poesía como el culmen, lo definitivo y determinante en el hombre, el destello de la luz viva en lo absoluto de sí mismo. Así el viajero que es el poeta Campos Reina, nos ofrece lo mejor de él en un tiempo que prevé de tránsito y premonitorio a la vez, en esa búsqueda de la belleza total, cuando escribe estos bellísimos y trascendentes versos en prosa: «Desde la altura, domino la luminaria de la ciudad, el río. Y veo por un instante flotar mi vida, apenas una pavesa al viento, reflejada en las páginas de un libro. A la espera de alguien que la reviva en su pecho, en un latido». Una vez, hay que reconocer que la obra póstuma de Campos Reina es de un rigor, una belleza y profundidad extraordinaria, como antes lo fueron sus novelas. Su obra, al fin, está y estará viva siempre en sus lectores, como lo estará su nombre en el Parnaso de las Letras Españolas.

PARQUES CERRADOS
JUAN CAMPOS REINA


Título: Parques cerrados
Autor: Campos Reina
Editorial: Debolsillo (2019)




ALEXIS EN LA CIUDAD SITIADA


SALÓN DE LECTURA

JOSÉ ANTONIO SANTANO

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Alexis en la ciudad sitiada
Pedro Juan Gomila Martorell


PEDRO JUAN GOMILA MATORELL
ALEXIS EN LA CIUDAD SITIADA
Muy pocos son los poetas de hoy que se atrevan a escribir un libro en el cual mitología y épica se complementen, al estilo más puramente homérico. Conjugar ambos aspectos en un poemario del siglo XXI se hace casi imposible, porque hoy, la poesía goza de esa mirada escueta y fragmentada que canta un objeto, un paisaje, un concepto o una vida. Sin embargo, y aunque sea necesario lo dicho, se hace grandioso y deseable que existan libros que nos sitúen en nuestra propia esfera y otras distintas, foráneas, que forman parte de una otra cosa o de otro ser. Hay poetas que desde su inicio como tales ya se les nota esa dimensión de lo universal, de lo incluyente, sin menosprecio alguno a lo distinto y diferente por naturaleza, constituyéndose así su poética en premonitoria, incluso podríamos decir que creadora de un nuevo héroe que lucha contra gigantes y monstruos del siglo que vivimos, un siglo apocalíptico (?). Por infrecuente llama la atención que, en este caso por fortuna, existan poetas así. Y creo que hora de desnudar los ojos de las vendas impuestas y liberarnos al fin de ellas. Salir de la oscuridad, llámese usura, humillación, tiranía, corrupción, hipocresía, mentira, etc., y abrir las ventanas de par en par para que nos deslumbre la luz de la libertad y solidaridad necesarias para construir un universo digno del género humano. Si hay en la actualidad un poeta español de este calibre, no puede ser otro que Pedro Juan Gomila Martorell, y un libro que aluda con contundencia y rigor poético, así como con ingenio y sabiduría a los muchos recovecos de la existencia, ese no puede ser otro que “Alexis en la ciudad sitiada”. Alexis es ese ser desmembrado, marginal, que arremete contra todo y todos, pues ya no halla alivio en nada, sólo la poesía podrá salvarlo. Y por ello, desde el principio, las citas que anteceden al corpus del libro son ya esclarecedoras y proféticas (?): «Días de lanzas y espadas, se raja el escudo, / días de tormenta y lobos, / se hunde el mundo, / no habrá hombre ninguno que a otro respete», dirá Völuspá, también las de Pier Paolo Pasolini y Emilio Lledó acompañan en los preliminares. Por su extensión, nada frecuente en nuestro tiempo, el libro cuenta con más de 300 páginas, el autor ha querido dividir el mismo en siete partes si incluimos como tal el poema final. 
En la primera, “Los cálices amargos”, Alexis se nos presenta ebrio («Ne despierto con resaca aguardentosa / como si durante la pasada noche de lujuria…»), el yo poético es el cuerpo tras la entrega amorosa y recorre el tiempo desde la creación misma. Versos cortos, de arte menor, combinados con otros de metro dodecasílabo, conformarán el libro en su integridad, aunque en algunas partes prevalezca uno sobre el otro. No obstante, el ritmo y la voz del poeta se expande con agilidad asombrosa y dominio, capaz de contagiar al lector desde la primera página. No cabe duda que este libro es un monumento grandioso a la poesía, a la de todos los tiempos, más cercana quizá a esa que nos dejaran, salvando las distancias Ovidio, Hölderlin o incluso Whitman. Hay como un dolor dentro tan intenso que el poeta (Alexis) no puede sino desde el conocimiento de la tradición clásica más selecta y la intuición, crear un universo extraordinario, un colosal tributo a la Poesía, muy ajena, afortunadamente, de la actual ortodoxia. Pero además es que sus versos son, en algún momento, premonitorios: «El virus, mutando, se radicaliza, / cuando sufre la amenaza del sistema» / defensivo: multiplica las extrañas / variaciones del patógeno, escribiendo, / fulminante, partituras de un Oficio/ de Tinieblas…». Habla, implora, medita y con rabia e impotencia escribe de “hervideros de putrefacción”, de África, y Esparta, Grecia y Roma, Europa, pero ¿de qué Europa?: «Es un nuevo amanecer sin luz de origen / donde el alma y la razón se han extinguido», de una «Europa mentida, vencida, vejada, / envuelta en la tela de estrellas sin brillo». 
La segunda parte, “Desiertos de la paz en llamas” es un solo y extenso poema en dodecasílabos, sin signos de puntuación, donde el verso fluye y fluye sin descanso, galopante, manteniendo el ritmo y la denuncia, el dolor del abisal futuro y del pasado: «mas quién juzga a las naciones que toleran / las maldades de los cuervos sus crueldades / que levantan nuevos hornos crematorios / con la antorcha de los fuegos como lengua…». Sitiada la ciudad, sitiado Alexis en la voz del poeta continúa su periplo con “Los demiurgos salvajes”, ocasión que aprovecha para sostener su deseo de «Alcanzar el centro mismo del silencio, / la pupila donde el ojo duda y cede / ante el brillo de un azar inconmovible», también para proclamar que «Concordia es la razón, no los caprichos / que rompen la armonía y soliviantan / los ánimos con rábidas porfías». El poeta se crece a medida que vive y siente en carne propia el oprobio, y que sitiado Alexis tendrán que levantarse cada día para seguir su trazado camino: «Pero el ídolo de gentes sin mesura, / sin la brizna de ternura en la mirada, / se levanta sobre el hueso quebrantado / de la patria malherida por los cuervos». 
En la parte cuarta, el poeta bucea en la “Exégesis de las sombras”, indaga en ese mundo que, por otra, bien conoce. El cuerpo de nuevo, pero no masa de carne como escribe el poeta, como depositario de los sentidos y el alma: «…ahí guardamos como el oro los recuerdos / y engendramos las quimeras y espejismos, / ahí florecen los distintos sentimientos / que revelan en procesos misteriosos // todo aquello que nos hace y nos recrea». Con “Zelin o la música silenciada”, la voz de Alexis resurge del abismo, se revela contra la injusticia y la tiranía del ser humano, cuando se refiere al cantante Zelin Bakáyev, desaparecido y víctima de una purga anti-gay en la República de Chechenia. Y esa música silenciada que nos recuerda a la “música callada” de San Juan, en la que el amor triunfa siempre: «Pero mañana no te quebrarás, / destinado a ser libre, / brisa ardiente, / mientras miras a los ojos de tu amante / hasta que no duela nunca, / hasta que no exista el nombre». 
“La palabra que arde en la noche” es el título de la parte sexta. La palabra como fuego, como luz que alumbra la oscuridad en la que vive Alexis, y su ciudad Metrópolis, grandiosa, en un recorrido por la Historia de las opresiones («Mas quien arde en la opresión durante siglos / se acostumbra al fuego eterno y luce ampollas». En este sentido la palabra es la esencia, la única salida del largo túnel, y ha de ser, pero la palabra que es grito y verdad, si acaso: «Han vetado aquella lucha de las Clases. / La ganaron hace mucho los que tienen / bien sujeta nuestra rueda. Y no son dioses: / los he visto defecar sobre los cuerpos / reducidos a carnaza, a podredumbre, / humillar al que es vejado con deleite / de ramera, sin consciencia de ese trato, // ufanarse de la saña demorándose / en causar laceraciones diminutas, / extinguir pausadamente a cada víctima». Para el poeta este mundo infame no tiene salvación, si no es a través de la justicia y la solidaridad entre seres humanos, y aunque el peso y el tributo que ha pagado y paga es muy alto, no deja que un hilo siquiera de luz y de esperanza sea suficiente para recomponer y recuperar ese jardín donde la libertad, al fin, sea la salvación del hombre. 
De esta manera, en la séptima y últitma parte nos propone un “himno para otra Europa”, en latín (origen de las lenguas románicas) y en castellano. Este poema que cierra el libro es más que un himno, es un canto universal, un verdadero canto para la unión, en un deseo único de concordia y libertad, que reproduzco entero: «¡Atendedme, gentes de los pueblos europeos! / Danza la amistad ene torno a la tierra habitada, / y, como un heraldo, anuncia / nuestro contento al compartir; y aún los poderosos velarán por los humildes. // Somos más fuertes unidos: / donde hay Concordia, existe paz, / dulce es la contienda sólo para el inexperto. // ¡Vamos, ciudadanos de naciones europeas! / En la diferencia nuestra autoridad se funda. // La paz alegre del orbe, / madre común universal: / por naturaleza todo ser humano es libre. // Mas no habrá una paz verdadera, / falta de hermosa libertad, / ni para nosotros libertad si no hay justicia». Sin duda alguna que, “Alexis en la ciudad sitiada” es una colosal obra y un excelente legado del gran poeta Pedro Juan Gomila Martorell, como ha demostrado hasta ahora con su intachable trayectoria. Una voz tan diferente como profunda, tan apasionada como liberadora, que viene a ocupar un lugar destacado en el panorama actual de la poesía española.
Título: Alexis en la ciudad sitiada
Autor: Pedro Juan Gomila Martorell
Editorial: La Lucerna (2019)
Colección: POESÍA Nº 27

Páginas: 358, 19,5 x 15 cms. 
PVP:   libro impreso 18 €
ISBN: 978-84-948918-5-4



LA HUIDA DE LA IMAGINACIÓN


SALÓN DE LECTURA

JOSÉ ANTONIO SANTANO
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VICENTE LUIS MORA
LA HUIDA DE LA IMAGINACIÓN


La Huida de la Imaginación

En el panorama actual de la literatura española existe, como en todo y en cualquiera de sus formas de expresión (lírica, narrativa, dramática o ensayística), obras buenas y malas. Textos escritos con el rigor que merecen, textos reflexivos, capaces de conmover, como conviene a toda obra de arte, al lector. No es habitual, sin embargo, en ese maremágnun literario, encontrar obras ensayísticas de calidad indiscutible. Por fortuna traigo a esta sala de lectura un interesantísimo libro de ensayo literario, “La huida de la imaginación”, autoría de Vicente Luis Mora (Córdoba, España, 1970). Esta incursión sobre la importancia del “yo” frente al imaginario nos adentra en un mundo apasionante, por ello el título de este libro, que nos muestra hasta qué punto lo autobiográfico puede influir negativamente en la construcción narratológica. Con una lucidez poco frecuente, el estudio riguroso y comparativo, Vicente Luis Mora ahonda en la creación literaria con verdadero conocimiento y sabiduría. Dispone ante el lector todos los recursos necesarios para comprender todos los hechos que rodean la cultura literaria: el relativismo, el mercado, realismos y autoficciones, literatura y periodismo, los ideales democráticos del arte, el elitismo, etc. Ya desde las primeras páginas del libro Mora llama la atención sobre el relativismo estético posmoderno que subyace en la expresión “todo vale”, pero sobre todo incide en la labor de los críticos literarios al decir que esa labor consiste en: «analizar no sólo los libros, objeto principal de la labor crítica, sino también su envoltorio sociocultural, los contextos y paratextos que los rodean y con los que vienen presentados,, etiquetados, distribuidos, explicados en la prensa, reseñados y situados en los anaqueles de las librerías». Respecto al mercado, Mora reflexiona y plantea algunas cuestiones como: “El mercado aspira a cubrirlo todo, a pautarlo todo, a desarrollar una costra de sentido por encima de todas las cosas”, también que “el mercado editorial invade el terreno que le está dejando franco la falta de crítica”, o, “el mercado también consolida su papel prescriptor del modo de escribir las ficciones”, y añade que “el mercado como crítico literario aparece también cuando los autores comerciales instrumentan sus propios medios para deslegitimizar o desplazar a la crítica. Un ejemplo de ello es la web Zenda…”, o la suplantación cuando “el mercado funciona como crítico literario a través de las empresas de reseñas”, para concluir como resultado final que “se aspira a que la crítica sea mercantilizada, para que pueda funcionar como igualadora, en vez de como discriminadora, que debe ser la verdadera función del crítico. 

Otro de los aspectos clave de este ensayo es la parte referente a esa “Huida de la imaginación” que a bien ha tenido Mora en llamar al continuo debate de realismo y ficción, autoficción, con el añadido del “copio y (p)ego”. La lectura de este capítulo central sorprende por rigor y coherencia, por su documentación y nítidos argumentos que acompañan al desarrollo de los temas que plantea, que viene a subrayar de forma extraordinaria el fuerte compromiso intelectual de Mora. El descubrimiento en cada página de hechos y verdades viene a demostrar la capacidad analítica y el sentido crítico de Vicente Luis Mora. Para este viaje toma ejemplos de la narrativa actual española, para decirnos que, en algunos casos sonados de “novelas” (¡?), “El peso de lo real hunde la obra”. En cuanto al hecho ficcional, nos advierte Mora de que, “cuando el gradiente de ficcionalidad se desplaza hacia el polo de la menor fabulación, el resultado es un producto artístico de menor intensidad”, como también nos advierte del peligro en que puede caer el autor de una novela cuando existen en ella excesivos elementos autobiográficos; por ello dice que: “Dedicar páginas y páginas a las andanzas propias como escritor no sólo es onanista, risible y patético, sino que es un insulto a la inteligencia de los lectores”. 

Otro de los capítulos que se prestan todavía al debate es la necesidad de distinguir entre literatura y periodismo, por cuanto una y otro contienen elementos importantes de diferenciación, por existir una desmedida invasión de los hechos reales en lo literario. Este es un aspecto importante en nuestros días por entender que entre una y otro no existe un deslinde claro. Así Mora escribe: «…ningún curso, ninguna formación, incluso continuada durante toda la vida, permitirá a un periodista escribir una buena novela o un buen libro de poemas. Para ello tendría que ser escritor. Porque de nada sirve engañarse al respecto: la imaginación compleja y en talento para vertebrarla en un discurso literario ambicioso no se aprenden; se tienen o no se tienen». Cierra Mora este ensayo con una referencia enriquecedora sobre el elitismo y un apéndice en el que se analiza y enfrenta desde un sentido crítico un poema de Valente y Cernuda, de temática similar. Me quedo con este aserto con el que, tal vez, podría servir de magnífico colofón: «…el verdadero conocimiento (incluso el autoconocimiento) y la adquisición de la verdadera sabiduría sólo tienen lugar cuando uno atraviesa el espejo y llega al otro lado, trascendiendo lo real y la imagen propia». 

En definitiva, y como nos tiene acostumbrados Vicente Luis Mora, una vez más, afronta desde el análisis riguroso y la selecta argumentación los problemas actuales de la literatura con esa visión abierta y rompedora, capaz de gestar un discurso coherente, y sincero llamando a las cosas por su nombre, y no dejándose contagiar o influenciar por las modas o la ortodoxia hegemónica del sistema o panorama actual de la literatura. Así, este libro de ensayo “La huida de la imaginación”, cobra especial sentido en los tiempos que corren, por lo que considero imprescindible su lectura. El escritor, poeta, crítico, narrador y ensayista Vicente Luis Mora, en esta ocasión, lo aseguro tampoco defraudará al lector.

VICENTE LUIS MORA
VICENTE LUIS MORA





Título: La huida de la imaginación
Autor: Vicente Luis Mora
Editorial: Pre-textos (2019)

EL VALLE DE MURPHY

SALÓN DE LECTURA
JOSÉ ANTONIO SANTANO
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El valle de Murphy

AUTOR: PACO HUELVA




En este tiempo extraño que vivimos, o por mejor decir, sobrevivimos todo intento de compartir es bienvenido. Si antes de esta crisis sanitaria alguien nos hubiera dicho que íbamos a estar confinados en nuestras casas sin más, lo habríamos negado con rotundidad. Pero la realidad, y esta es una de esas ocasiones, supera en mucho la ficción. Realidad y ficción, hoy por hoy se nivelan, se acercan hasta confundirse. Esa tarea que estaba encomendada fundamentalmente a los escritores, a los narradores o fabuladores, a los poetas, parece haber sido transgredida y usurpada por un maldito y destructor virus. No obstante, y a pesar de las circunstancias actuales comprobamos, por fortuna, que el poder de la escritura se mantiene vivo en nuestros narradores al gozar, todavía, de una buena dosis de imaginación, de muy buena salud creadora, al fin y al cabo. Es el caso del onubense Paco Huelva (Almonte, 1956), del que comentamos en esta ocasión su última entrega de relatos contenidos en el libro “El valle de Murphy”. Sin en su anterior libro “Los otros que me habitan”, Huelva rastreó y recogió las enseñanzas que le brindó el mundo rural, contadas con magistral oficio, en esta ocasión nos invita a conocer esa su extraordinaria manera de contar pero con narraciones y protagonistas pertenecientes a ese turbio, misterioso y también vital universo de la ciudad, de lo urbano. En “El valle de Murphy” se dan cita ventiún relatos o cuentos, ilustrados con dibujos del gran artista Víctor Pulido, que también ilustrara su anterior libro, rebautizando así su lealtad a la escritura de Huelva. A los habitantes de una ciudad les acucian problemas de diferente índole y calado que a aquellos que viven en los pueblos, más cercanos al campo, a la Naturaleza. En este sentido habría que significar que, las claves sobre las que sustentará el escritor sus narraciones serán diferentes, porque va a percibir, vivir y sentir un espacio, un lugar, un territorio que, incluso psicológicamente, incidirá real y ficcionalmente de forma disímil tanto en su forma como en su fondo. 
La mirada del escritor, pues, se inserta en un mundo más complejo si cabe, por su pretenciosidad, por sus continuadas trampas y engaños, por su egocentrismo, por su incomprensible y exacerbado mercantilismo, por su falsa apariencia, y, cómo no, por su devastadora e insolidaria existencia. La ciudad, así, Huelva la convierte en el lugar más adecuado para construir su personal modo de fabular, y todo, sin perder la creciente tensión discursiva de los relatos. Si cuando se adentró en el difícil por asombroso y sorpresivo mundo rural, ahora bucea con verdadero oficio y honda reflexión en los rasgos psicológicos de los personajes que nos presenta, también de esas situaciones incomprensivas unas veces e inverosímiles otras. Es la pasión por la vida lo que mueve a Huelva a crear estas historias tan ricas en imágenes y coherencia narrativa, haciendo que el lector se abisme y se contagie de su buen hacer literario. Paco Huelva no pierde ocasión alguna para mostrarnos un mundo, también submundo, que late en cada una de las narraciones, sean éstas más extensas (“El tecolote mexicano”, “Aventura”, “Caminos paralelos”) o menos, como cuando se trata del microrrelato (“Esperanza”). Igualmente, en un caso u otro, maneja con maestría los hilos que conducen a un rigor narrativo poco frecuente en nuestros días. Para quien quiera aseverar cuanto digo no tiene más que acercarse a este volumen de relatos: Valle de Murphy. Conoce bien Huelva los territorios del alma, también los físicos de lo rural y lo urbano. Tomo prestado unas líneas de su relato “Invasión”, que bien podrían servirnos por su rabiosa actualidad: «La naturaleza, según los biólogos y los genetistas, ha dado un salto conservador para preservar el planeta Tierra de la idiotez de la humanidad. La única solución que encontró, según manifiestan los expertos, es eliminar al ser humano. Ese bicho dañino que llevaba camino de destrozarlo todo, y que ya, afortunadamente, no conseguirá su objetivo». ¿Ficción o realidad?


PACO HUELVA
Título: El valle de Murphy
Autor: Paco Huelva
Editorial: Niebla (2019)

UN HOMBRE BAJO EL AGUA


SALÓN DE LECTURA

JOSÉ ANTONIO SANTANO
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UN HOMBRE BAJO EL AGUA
AUTOR: JUAN MANUEL GIL






UN HOMBRE BAJO EL AGUA
UN HOMBRE BAJO EL AGUA

JUAN MANUEL GIL


En la vida, como en la literatura se ha de estar dispuesto siempre al debate. Afrontar ideas antagónicas o diferentes enriquece a todos. El conocimiento se adquiere precisamente por el discurso de los contrarios, de esa necesaria confrontación (nunca beligerante) de las ideas, donde las armas de los contendientes ha de ser la palabra o la escritura, según se disponga. Desde un punto de vista netamente literario agradezco que se produzca por ser de gran ayuda para conformar una idea propia. La última novela de Juan Manuel Gil (Almería, 1979), “Un hombre bajo el agua”, muy oportuna, por cierto, al contener dicha narración aspectos relacionados con el debate realidad-ficción-autoficción, con independencia de que su autor haya construido una narración muy sugerente, no solo en la temática sino también de la estructura y el acierto de la realidad trascendida. Esta es la historia de un recuerdo que producirá en el escritor una convulsión, una nueva forma de transmitir al lector una manera diferente de entender el hecho literario: «Todo es normal en mi vida. Solo quienes han escuchado en su interior el crujido de dos engranajes que encajan por ver primera saben de qué hablo». “Un hombre bajo el agua”, desde su primera página nos advierte de la grandeza narrativa de Gil, con independencia de que más avanzada su lectura algunos pasajes autobiográficos propicien el debate al que antes nos hemos referido.
El elemento primordial que toma Juan Manuel Gil para desarrollar su discurso narrativo es una balsa de agua (acierto total), pues desde ese preciso instante el autor nos sitúa en un lugar desconocido para muchos, que nos sitúa en todo lo que subyace en torno al invernadero almeriense: «Él estaba en cuclillas sobre uno de los muros de la balsa de piedra y corría el verano de 1993. Yo atravesaba un bancal del Paraje de la Costumbre cuando lo vi de espaldas, con el cuello tenso y estirado, mirando fijamente el agua estancada». Así comienza esta novela y habría que ver una de las muchas balsas que existen en el campo de Níjar o el Poniente para hacerse una exacta idea de lo que cuenta Gil en esta historia y de todas las circunstancias que rodean la agricultura del plástico almeriense. Pero sobre todo tendríamos que destacar de esta narración su pulso, la tensión narrativa que nace desde el preciso instante de ese encuentro del protagonista-autor con el Tusmadres en la balsa. Es a partir de ese preciso instante cuando comienza la construcción de esta monumental historia, combinada con el deseo de ser escritor del propio narrador y que irá desgranando a lo largo de las páginas de esta asombrosa novela. Una balsa, un verso, una muerte y el secreto de esa muerte son los hilos que maneja Gil para demostrar un oficio que comienza a dar sus frutos: ser un buen novelista.

Tanto en la narración pura y dura, por su ambientación, como en los diálogos Juan Manuel Gil nos permite comprobar su buen hacer, con esa pizca de ironía unas veces y de humor otras, sin perder de vista otros recursos en los que el miedo (el propio que todas las madres inoculan a sus hijos), la mentira (continuada de unos y otros) y la belleza, por qué no, se entrecruzan en la memoria para contarnos una historia que quedará ensamblada y trascendida de la realidad, constituyendo así una otra realidad que ya es ficción, sin más. El amor y sus desajustes, el poder de la memoria y el deseo de saber que sucedió en aquel verano del 93 y unos personajes (Tusmadres, Pensacola, T., Eduardo Huergo, Carmela, Pascual…) que nos llevan de una confesión a otra, de un ser y estar a otro distinto, donde el tiempo y el espacio proporcionan los elementos básicos y determinantes para situar a su autor, el almeriense Juan Manuel Gil, en un lugar notorio de las letras españolas. 

JUAN MANUEL GIL
JUAN MANUEL GIL
Título: Un hombre bajo el agua
Autor: Juan Manuel Gil
Editorial: Expediciones Polares (2019)

ZÉJELES DE ALBORADA




SALÓN DE LECTURA
Por José Antonio Santano



Zéjeles de Alborada
AUTOR: PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ

Recibe uno con alborozo cada libro que llega a su morada, que no es otra que la biblioteca personal. Libros los hay para todos los gustos, pero tratándose de poesía y si esta, además, viene avalada por la experiencia vivificadora y la emoción latente de su expresión más sublime y bella, que bebe de la más grande tradición andalusí como es el zéjel en su forma más popular de un estribillo de dos versos, a los que siguen otros tres con distinta rima y un cuarto que muda, para finalizar con el estribillo, la satisfacción es mayor. 
Dicho lo cual conviene decir que su autora, la poeta residente en Algeciras, Paloma Fernández Gomá, ha conseguido crear un texto, “Zéjeles de alborada”, que nos transporta a ese tiempo de Al-Andalus, en el cual la poesía formaba parte de la cultura, de la vida. Fernández Gomá es una poeta de la luz y la memoria, y gusta de adentrarse en las formas tradicionales de igual forma que experimenta otras nuevas, propias del tiempo que le ha tocado vivir. 

Los zéjeles que nos presenta en este libro son un total de diecisiete, rigurosos en su forma y en su fondo, donde el tema central es el ruiseñor, construyendo así un discurso en el cual la Naturaleza y lo vivido forman un corpus sólido y existencial, interiorizado y hondo a su vez. 


PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ
RESEÑA EN EL PERIÓDICO IDEAL, CRÓNICA LITERARIA  POR JOSÉ ANTONIO SANTANO



Es esa mirada atenta y reflexiva, esa luz que no cesa, como así lo fue en su anterior entrega poética, al titular su obra “Iris”, que su autora templa, y que recorre las esencias de la vida, los detalles de la cotidianidad, siempre desde la palabra y el hálito de los silencios que la contienen:

«El destello que se filtra en la mirada
y el hueco de la luz en el iris
siempre permanecen
en una vigilia continua
de múltiples connotaciones
que jamás se ausentan…».

Paloma Fernández, en su camino hacia la otra luz, nos convoca ahora a vivir un tiempo pasado, un tiempo que sabe a miel, como así saben estos “Zéjeles´de alborada”. Traspasar la frontera y refugiarnos en la palabra precisa, en la belleza del verso rimado:

«Trinos de melancolía
con esperanza tardía.
En abril ecos lejanos
de los surcos arcanos
cubren lugares montanos,
sutilmente amanecía.
Trinos de melancolía
con esperanza tardía».

La palabra en una música que nos llega de Al-andalus y que aún resiste y vuela hasta el cielo de esta patria madrastra, y que Fernández Gomá preserva y restituye del olvido:
«Hoja de almendro vacía
del ruiseñor que huía.
Alborada del Estrecho,
furtiva voz de helecho,
tú habitas en mi pecho,
raíz de Andalucía.
Hoja de almendro vacía
del ruiseñor que huía».
Así son estos zéjeles, traducidos también al árabe por Chakib Chairi en este libro, y así también la palabra de su prologuista, el hispanista y profesor de la Universidad de Nador, Aziz Amahjour, cuando escribe: «El libro en su totalidad es un festín de sonido, de melodía y canto. Fruto, sin duda, de un riguroso cuidado -pero que no parece nada forzado- de la estructura del zéjel y de su metro». Con este libro, no cabe duda que nuestra poeta recupera no solo la tradición popular del zéjel, sino que rescata para las nuevas generaciones, una forma de expresividad que incita al amor a la Naturaleza y a su más grande creación: el hombre en su sentido más amplio.



Título: Zéjeles de alborada
Autor: Paloma Fernández Gomá
Editorial: Imagenta (Tarifa, 2019)






Reading Samurai Song from Robert Pinsky |[#PliyoVlogs #SpokenWord #Pliyo...

Poema "Samurai Song" de Robert Pinsky recitado y compartido para todos nosotros por #pliyopoetry, Juan José Guerrero, que nos dice: "El 21 de marzo es el día de la poesía, así que quería compartir un poema con ustedes, y enviar un enorme agradecimiento a todo el personal médico de ahí fuera.
Mantente positivo, amigos!
Todo el amor.




POESÍA VALENCIANA



SALÓN DE LECTURA
 por  José Antonio Santano



Resulta muy estimulante comprobar que la maquinaria editorial en nuestro país no solo se mantiene, sino que se refuerza con la aparición de nuevas editoriales dispuestas a favorecer la cultura del libro, que como bien sabemos quieren aniquilar a toda costa algunos desaprensivos. Esta fortaleza que asumen algunas editoriales merece el reconocimiento claro de lectores y críticos. En este sentido es objeto de nuestro interés la editorial OléLibros, y más concretamente su colección “Vuelta de tuerca”, con una nómina de autores muy significativa ya, y la salida al mercado hasta ahora de las antologías poéticas “El sueño de la funambulista”, de Ricardo Bellveser; “Un yo sin mí”, Jaime Siles; “Leer después de quemar”, de Rafael Soler; “Prenda de abrigo”, de Francisca Aguirre y “La mirada de la esfinge”, de José María Álvarez, todos ellos nacidos en la comunidad valenciana, a excepción del último citado, que nace en Cartagena (Murcia). Además, OléLibros atiende igualmente otras colecciones de narrativa, de artistas plásticos, divulgación, Ites, Mujeres sin límites, entre otras. Lo que viene a confirmar el buen estado de salud de esta empresa con más de 30 años de existencia en el mundo de la edición. No obstante, es a partir de 2012 cuando se constituyen en dos sellos editoriales, Olé Libros y Loto Azul, comienzo de una nueva e ilusionante etapa, en la que se atenderá fundamentalmente a la literatura valenciana. De la colección “Vuelta de tuerca”, como se ha dicho, han visto la luz cinco poemarios, antologías todos. De cada una nos ocupamos a continuación. 

La primera de ellas la firma el poeta Ricardo Bellveser, una de las voces más interesantes de su generación y del panorama póetico español actual. Voz diferencial, sólida, que bebe de la más culta tradición poética universal. El propio autor, que prologa su antología, alude al hecho de que «Hacer una selección propia de la propia obra, es una de las tareas tan ingratas como insatisfactorias de cuantas me he visto obligado a realizar. El núm. 1 de esta colección corresponde, precisamente, a Ricardo Bellveser, de título “El sueño de la funambulista”, un texto antológico cuya selección ha corrido, como ya hemos dicho, a cargo del propio autor, con la clara intención de acercar al lector a su poesía. Corresponden los poemas a diferentes libros publicados desde 1977 (“La estrategia”) hasta 2016, “Primavera de la noche”. El poema “La casa de los padres”, perteneciente al libro “Las cenizas del nido", con el que obtiene el premio Gil de Biedma, viene a confirmar su buen oficio y a destacar su singular voz dentro del panorama actual de la poesía española: «La casa de los padres, ahora lo sé, / se transforma en una tibia crisálida, / espesa red de recuerdos aturdidos / que tejen las madres con hilos de seda / mientras nos tienen atrapado el corazón. / Allí pasé de gusano a mariposa, / y emprendí el vuelo si es que andar es volar». Cierra cada antología un poema en contraportada, que en el caso de Bellveser se titula “Nada”, que nos recuerda otros versos de Jose Hierro, y dice así: «La nada, nada es y todo es nada. / Emerge íntegra desde el principio. /En ella, la presencia de un guijarro / engendra la montaña y la desborda. / Una gota fecunda un manantial, / una roca un acantilado hace. / Una sola hoja preludia un bosque. / Plenitudes de nada. Todo en nada». El número 2 de la colección corresponde al poeta y profesor de la Universidad de Valencia, Jaime Siles. 

Como en el caso anterior la selección de poemas la ha efectuado el autor, señalando así la dificultad que conlleva hacerlo. Sin embargo, nos anuncia que ha querido que los poemas seleccionados mantengan un mismo corpus, de manera que se ha decantado por el hecho de “la identidad”. Comienza la antología con un poema perteneciente a su libro “Génesis de la luz” (1969) y concluye con poemas incluidos en su libro “Horas extra” (2011). Y, ciertamente, el tema principal o el hilo conductor de todos los poemas de esta antología es la cuestión identitaria, el Lenguaje. Esa preocupación por conocer el origen del “yo” en correspondencia con el “tú”, con la otredad. De ahí, tal vez, que haya titulado su antología “Un yo sin mí”, en esa pretensión de hallar todo conocimiento identitario. 

Nada descubro si digo que el poeta Jaime Siles derrocha luz en cada verso, que el silencioso temblor de su palabra retumba en un eco de voces inextinguibles y su poética el fulgor incandescente del lenguaje: «No está el poema / en las oscuridades del lenguaje / sino en las de la vida. / No está en las perfecciones de su cuerpo / sino en las hemorragias de su herida. // No está el poema, no, en el lenguaje / sino en el alfabeto de la vida». Ese arraigo de su voz a la tierra, a lo que vive y sueña es, la palabra como eternidad, igual que un beso ascendente al cielo de la luz y los silencios. El poema que aparece en la contraportada se titula “Tinctus colore noctis”. En él la aliteración es un canto, la agridulce música de la palabra: «Tinta la noche extinta, / tíntame, / nocturnidad azul, / de húmedas notas. // Cuanto tiene materia en la memoria / de un cuerpo extinto, / tinta, tíntame». El núm.3 de la colección corresponde al poeta y narrador Rafael Soler, también valenciano, con la antología “Leer después de quemar”. Como poeta ha reunido en los últimos años una valiosa obra, diferenciada de la ortodoxia oficial y donde la ironía y la contundencia del verso son claves de su poética. Los poemas seleccionados por Lucía Comba pertenecen a cinco de sus libros publicados entre 1980, “Los sitios interiores” y 2016, “No eres nadie hasta que te disparan”. Con el libro “Ácido almíbar” obtuvo el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2015. Del poema “Ha llegado la hora de nombrarte”, contenido en el libro “Las cartas que debía”, estos versos como botón de muestra: «…dame los brazos / que tanto necesito para otros // devuelve por favor / la entera mitad de mis afectos / que siempre se enfriaron en tu boca // y si lo estimas oportuno / por tu descanso eterno y por el mío / dame el perdón que no te pido». 

Para la contraportada de esta antología de Rafael Soler se ha seleccionado el poema “Cuando tu única certeza es el insomnio”, en el cual el poeta reflexiona sobre el tiempo y la vida: «Sé fugaz / y coge entre tus manos cuanto estalla / para efímero buscar / de la primera noche el último rescoldo / dejando para otros la fortaleza insigne / la rotunda vejez interminable / el hábito de amar a las renuncias // y en plenitud porfía / luciendo con orgullo cada herida pues siempre vivir te costará la vida». “Prenda de abrigo” es el número 4 de la colección y es autoría de la poeta alicantina recientemente fallecida Francisca Aguirre. Su trayectoria poética está avalada por los premios Nacional de Poesía 2011 y el Nacional de las Letras 2018, año este en el que se publica su obra completa bajo el título de “Ensayo General”, ed. Calambur. El libro está prologado por su hija, también poeta, Guadalupe Grande, y en él hallará el lector las claves de la poesía de Paca Aguirre, como se la conoce popularmente. Nos dice su hija en el citado prólogo respecto a la poesía de su madre: «Una prenda de abrigo, todo en la vida de Francisca Aguirre tiene que ver con el deseo de que la palabra sea el abrigo contra la intemperie: el habla de la memoria, la palabra hecha de amor, la palabra concebida como amistad, la palabra hecha música, la palabra como recordatorio de un sueño». 
De los 11 libros antologados, que van de “Ítaca” (1972) a “Una larga dolencia” (2018), seleccionamos estos versos pertenecientes al poema “Desanimada, qué palabra triste”, del libro “La herida absurda” (2006), que vienen, de alguna manera, a resumir toda una vida hecha luz en la soledad de la palabra y el rumor de la memoria: «Definitivamente amo / el escándalo deslumbrante de la vida. / Muy pocos paraísos comparables / al asombro que nos regala la existencia: / torpe, desesperada, incomprensible, / audaz, consoladora, inabarcable: / “vida y dulzura, esperanza nuestra». Así son los versos de Francisca Aguirre, desgarradores, luminosos, abarcadores, merecedores de ser leídos en la soledad de estancia o a orillas de la mar que siempre quiso. El poeta siempre vuelve a la infancia, a ese claustro de luz y de inocencia; en contraportada del libro podemos leer este poema: «Se sostiene la infancia en nuestra historia / igual que se sostienen las estrellas / porque dentro del firmamento de una vida / algo brilló una vez con inocencia. (…) Igual que los vilanos y el rocío, / hermosos e intocables, se sostiene la infancia». 

La quinta y última antología corresponde al poeta murciano José María Álvarez (Cartagena, 1942), que formara parte de aquella corriente alentada por Castellet y denominada Novísimos. Con una larga trayectoria, la presente antología está prologada por la también poeta Noelia Illán, estudiosa de la obra de Álvarez -su maestro-, por la que siente verdadera admiración, y escribe: «En definitiva, he querido aquí conformar un libro de deseo a base de los versos de José María Álvarez que más me han emocionado a lo largo de los años». Amor y sexo, o el deseo que lo resume, en su más amplio sentido se da cita en esta selección de intensa y extensa obra de Álvarez. Versos que para alumbrar el camino del hombre sobre la tierra o allá en la altura del firmamento, versos para sentir los silencios del amor absoluto y en todas sus variantes. 


Como síntesis nos vale estos versos del poema “Meditación amorosa”: «Huele este cuerpo, acaricia estos cabellos, / mira estos ojos. Mas no pretendas / tenerlos. Aun en la vasta noche del placer, / cuando más tuyos los creas, / estarán tan lejos como la patria de tus padres. / Sólo tu placer es tuyo. / Nunca traspasarás el velo». Para concluir, como en los casos anteriores, reproducimos el poema de contraportada, que lleva por título “Nocturno XII”, y dice así: «En la mujer como en los gatos, / Una extraña diosa muerta anida. / Y la acariciarás en cuántos cuerpos, / Y alguna vez incluso habrás de demorarte / En la luz de unos ojos. / La desearás cuando ya nada desees, /Y si la fortuna llena tus manos / la buscarás para entregársela. / Ante ella caracoleará tu caballo / Y brillará tu espada. / Y ella, muda y ciega, sonreirá. / Y ha de bastarte ese milagro». Cinco antologías, cinco poetas y una editorial, OléLibros, que apuesta decididamente por la poesía. Ojalá que esta iniciativa sea por muchos años y que la poesía valenciana siga acrecentando, por su demostrada calidad, el número de poetas que conformen la colección “Vuelta de tuerca”, de la editorial OléLibros.