El libro elegido para esta ocasión es una verdadera fiesta de la palabra, una fiesta para los sentidos. En una edición bella y cuidada, “La tumba del nadador”, de Juan Pardo Vidal (Almería, 1967) reúne un conjunto de relatos, en total 11, de los cuales el que da título al libro destaca por su originalidad y extensión, sin desmerecer claro está al resto (El tatuaje, Los gatos de Schorödinger, Los días azules, La tormenta, Te llamaré T, Desmancados, El día en que los dos hombres más importantes del país me removieron el pelo, Y decirte algo terrorífico, como por ejemplo «te quiero», Lencería rosa y El naufragio). El lugar elegido para “La tumba del nadador” es un ático y sucede todo en una fiesta muy especial: «Habrá un tipo, un editor al que Jesús conocerá en una fiesta. Y habrá también una chica y habrá música y copas y su amiga Andrea y mucha gente guapa, políticos, futbolistas y gente del mundo de la cultura […] La fiesta será la hostia, cincuenta personas bailando al ritmo de la coca en un ático enfrente del mara en los edificios de La Térmica, en Almería». Así comienza Pardo la construcción de este relato con el cual vibraremos en el temblor de la palabra de los personajes que pululan por sus páginas, con un discurso narrativo distinto donde la singularidad narrativa y los recursos literarios empleados constituyen elementos consistentes como basas de columnas que soportan todo el peso de la trama narrativa para concluir en un sólido edificio. El simple hecho, infrecuente en la narrativa española, del uso de una voz narrativa omnisciente de futuro es ya un reto que, por cierto, resuelve satisfactoriamente.
Pero no sólo destaca en este relato el tiempo verbal utilizado, sino la propia estructura, la mirada del narrador que formará parte también del discurso narrativo –metaliterario- («Jesús no sabe qué va a pasar, ni cómo se va a llamar el maldito gato que ha encontrado dentro de su buzón, yo sí que lo sé, porque yo soy el autor y soy la leche, en esta historia soy el gran camello, el que distribuye el destino a los personajes. El futuro es una droga que todo el mundo quiere meterse. Aquí mando yo, ellos creen que soy dios, sé qué les va a pasar a mis personajes, me veneran, conocer mi poder, me temen, saben que existo, rezan para que yo cambie el futuro a mejor, quieren que todo salga bien, que intervenga para hacerlo realidad, pero yo no puedo hacer nada por ellos»), con el añadido de la presencia consistente de una voz interior, de la conciencia de Jesús (el protagonista) que denominará “Cuatro”: «Una vocecita interior, que es él mismo con la voz de él mismo, y que se llama Cuatro, le dirá: «Jesús, eres menos gilipollas que todos ésos que tienes ahí delante. Seguro que en esta fiesta hay alguien con quien revolotear, venga, espabila chaval, vete a libar alguna florecilla». Pardo Vidal ha sabido utilizar variados recursos literarios que hacen de esta narración un monumento al buen hacer: humor, ironía, flashback, música, cine, pero por encima de todo nos muestra la vida misma en sus muchos aspectos: soledad, miedo, muerte, vulgaridad, sentimientos, emociones, silencios, todo bajo el prisma de la ficción más pura, de la imaginación en un vuelo imparable.
Juan Pardo consigue alterarnos, perturbar nuestra acomodada vida, con hechos tan reales que trascienden la propia realidad para crear otra, confirmándonos así que nos encontramos ante un narrador maduro, que sólo se deja arrastrar por el ciclón de la palabra, la que construye historias, múltiples vidas. “La tumba del nadador” es una fiesta, ciertamente, una fiesta de la vida, pero también de la muerte, la que está ocurriendo al mismo tiempo que la del ático pero en un hospital cercano de la ciudad de Almería, la del final de una etapa y el nacimiento de otra, la que sucede en el acabamiento del cuerpo paterno: «La verdad es que la vida es rara. Por la mañana no será necesario que lo acompañe porque nadie se muere por la mañana, es la noche la que se los lleva, la noche viene a por los enfermos y ellos se fan con ella de la mano, la muerte no tiene la mano huesuda, la tiene tibia y confortable, los agarra con la fuerza exacta para que se sientan seguros, se enamoran de ella, por eso nadie regresa». Un libro, “La tumba del nadador” y una voz, la de Juan Pardo que nos devuelve la esperanza en la literatura, en la vida: «Algunas gotas de lluvia caerán cerca de los ojos mientras mira al horizonte desde aquel ático para recordarle que no está en la cima del mundo y que nunca llegará a estar tan alto como aquel día, subido a los hombros de su padre».
Título La tumba del nadador
Autor: Juan Pardo Vidal
Edita: Librería Metáfora (Roquetas de Mar, 2016)