Ficción Perpetua. José Antonio Santano

 

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Título: Ficción perpetua
Autor: José María Merino
Edita: Menoscuarto (Palencia, 2014)


Libro de libros podríamos definir a Ficción perpetua, del escritor y académico José María Merino. Con una cuidada edición y en la colección Cristal de cuarzo, dirigida por Fernando Valls, Menoscuarto nos proporciona, una vez más, la posibilidad de disfrutar de un ensayo literario de extraordinario valor, en el que la observancia de la realidad literaria actual, junto al estudio de las obras esenciales y la opinión sobre otras cuestiones, tales como la enseñanza de la lengua y la literatura, a través de las conferencias pronunciadas por su autor, alientan su lectura.Ficción perpetua es un ensayo literario de hondo calado, consecuencia no sólo por la atenta mirada del gran escritor contemporáneo que es su autor, sino, y esto sea quizá lo más importante, por el ávido y exigente lector que demuestra ser, razón de peso esta si tenemos en cuenta que late en todas y cada una de sus páginas la curiosidad y el continuo deseo de saber a través de los libros, persuadiéndonos así de la importancia del libro –de la lectura- en la vida de los seres humanos.
Aunque a José María Merino (La Coruña, 1941) se le conoce más por su faceta de escritor de cuentos, relatos o novelas, este libro viene a revelarnos que también Merino es un excelente ensayista, capaz de hipnotizarnos con sus profundas reflexiones sobre todo lo relacionado con el libro, la lengua y la literatura, y más concretamente sobre el cuento como género literario marginal. 

 Divide José María Merino Ficción perpetua en dos bloques temáticas o partes fundamentales. En la primera, titulada “En el país de todos los libros”, reproduce textos de las charlas o conferencias llevadas a cabo a lo largo de dos décadas. Del contenido de esta primera parte destacaría artículos tales como “Diez jornadas en la isla”, donde Merino náufrago recupera algunos de los libros más importantes en su vida (diccionarios y enciclopedias, Heidi, El Quijote; la poesía de Bécquer, Rosalía de Castro, Darío, A. Machado, Rojo y Negro, , etc.); “Una identidad desatada”, que plantea el problema de la lengua española: empobrecimiento léxico, ensimismamiento en las particularidades regionales, el alejamiento de las nuevas generaciones de la palabra escrita en los libros –idea del libro como instrumento arcaico-, “El cuento de contar”, que pone el acento en la importancia de la literatura oral, “Los límites de la ficción”, (metaliteratura, la ficción en la ficción, metaliteratura y realidad), “Las miradas de la invención novelesca”, “Tres reflexiones quijotescas”, en el que explica la razón del éxito de El Quijote, que considera un clásico «porque a los lectores contemporáneos nos siguen interesando y conmoviendo las aventuras desastrosas de sus personajes, y dándonos ejemplo de lo que es vivir y lo que es soñar», o, “Cinco reflexiones sobre la lectura”, texto con el que Merino, a partir de su propia experiencia y vivencias nos acerca al universo mágico de la palabra escrita; en ella hallamos razones y sensaciones, porque la lectura es un viaje hacia mundos desconocidos y misteriosos. De ahí que se afirme: «Los libros mueren cuando ya no encuentran en el lector el eco de una emoción directa en los estético y en lo vital», o, a modo de conclusión: «Muchos creen, todavía en la falacia aristotélica, que solo en la Historia está el archivo seguro de nuestras circunstancias, pero el más certero registro de lo que caracteriza a la especie humana, donde verdaderamente se encuentra la historia de nuestro corazón a lo largo de los milenios, es en la literatura, constituida desde la capacidad simbólica que nos identifica. Leer nos da acceso al gran espacio de la imaginación reveladora: el país de lo que somos, el territorio de lo que sentimos».

La segunda parte, “De autores y ficciones”, contiene artículos publicados en diversas revistas literarias, en los que trata unas veces la obra de autores clásicos (Dikens, Maupassant, Potocki, Menéndez Pelayo, Chéjov, Unamuno…) o sobre la narrativa actual española. En cada uno de estos artículos hallará el lector algunas de las claves que han hecho que obra y autor estén en un lugar destacado de la literatura universal. Ficción perpetua viene a ocupar el lugar que merece dentro del género ensayístico y José María Merino, su autor, nos devuelve la esperanza en la literatura como fuente inagotable de vida.

La Dictademocracia. Estación Sur


dictademocracia

José Antonio Santano | Actualizado 22.07.2014 - 01:00
 No sé si a ustedes, amigos lectores, les pasará lo mismo que a mí, pero no hay día sin sobresalto, sin que me asalte el temor ni me sacuda la angustia o la impotencia al escuchar la radio o leer los periódicos. Y no voy a hablar del pasado para no despertar suspicacias, para no entrar en ese ñoño argumento de “la herencia” que tanto gusta a nuestra casta política. Lo cierto es que este sistema de organización social hace aguas por todas partes. Lo que está claro –permitanme la contundencia-, le pese a quien le pese, es que hemos retrocedido política, social, económica y culturalmente a la prehistoria, y que esta involución no es sino consecuencia de un cúmulo de pérfidas enfermedades: abuso de poder, corrupción, injusticia…, pero sobre todo una en la que se han instalado los gobiernos, sea del color que sean, la impunidad. Nadie es responsable de nada, es más, se actúa con premeditación, alevosía y nocturnidad, ajenos a la luz, de espaldas a los ciudadanos, ¡qué digo!, contra los ciudadanos que, desasistidos, en la más absoluta pobreza física e intelectual, se abisman en la desesperanza y el dolor. Lo cierto es –insisto- que este sistema político nos aboca cada día a la desesperación, al miedo y a la insolidaridad. El ser humano no cuenta, solo es un número con el que se puede jugar a capricho, nadie vale nada. Es la estrategia de la mentira por encima de todo, de la velada opresión a la que nos someten cada día, casi sin darnos cuenta, progresivamente, poco a poco pero sin pausa, la adormidera va causando su efecto, privándonos de la voluntad y los derechos.
Realmente, amigos lectores, las cosas que suceden hoy en España, en nuestro país, este por el que muchos dieron su propia vida, no ha cambiado mucho de aquel que encarceló las ideas y el pensamiento. Ciertamente hoy estamos sometidos por una dictablanda –otro neologismo-, pero muy pronto dictadura que ejercerá sobre nosotros todo su poder para anularnos, cuando no esclavizarnos. Pensemos en todo lo que está sucediendo delante de nuestros ojos y que no es nada comparado con la sutil maniobra de privarnos de lo más importante para el ser humano: la libertad. Las coincidencias son alarmantes y otro gallego parece llevarnos a un callejón sin salida. Nos queda poco tiempo, o, lo que es lo mismo, el tiempo apremia y no podemos quedar cruzados de brazos mientras nos saquean la propia vida. Lo más grave, si me apuran, no son los recortes económicos iniciados, sino la abolición definitiva de las ideas y el pensamiento. Y esto, amigos lectores, responde a lo que vengo a denominar, sin ningún tipo de duda, la dictademocracia.

Ficción perpetua. Salón de lectura


Libro de libros podríamos definir a Ficción perpetua, del escritor y académico José María Merino. Con una cuidada edición y en la colección Cristal de cuarzo, dirigida por Fernando Valls, Menoscuarto nos proporciona, una vez más, la posibilidad de disfrutar de un ensayo literario de extraordinario valor, en el que la observancia de la realidad literaria actual, junto al estudio de las obras esenciales y la opinión sobre otras cuestiones, tales como la enseñanza de la lengua y la literatura, a través de las conferencias pronunciadas por su autor, alientan su lectura.Ficción perpetua es un ensayo literario de hondo calado, consecuencia no sólo por la atenta mirada del gran escritor contemporáneo que es su autor, sino, y esto sea quizá lo más importante, por el ávido y exigente lector que demuestra ser, razón de peso esta si tenemos en cuenta que late en todas y cada una de sus páginas la curiosidad y el continuo deseo de saber a través de los libros, persuadiéndonos así de la importancia del libro –de la lectura- en la vida de los seres humanos.
Aunque a José María Merino (La Coruña, 1941) se le conoce más por su faceta de escritor de cuentos, relatos o novelas, este libro viene a revelarnos que también Merino es un excelente ensayista, capaz de hipnotizarnos con sus profundas reflexiones sobre todo lo relacionado con el libro, la lengua y la literatura, y más concretamente sobre el cuento como género literario marginal.
Divide José María Merino Ficción perpetua en dos bloques temáticas o partes fundamentales. En la primera, titulada “En el país de todos los libros”, reproduce textos de las charlas o conferencias llevadas a cabo a lo largo de dos décadas. Del contenido de esta primera parte destacaría artículos tales como “Diez jornadas en la isla”, donde Merino náufrago recupera algunos de los libros más importantes en su vida (diccionarios y enciclopedias, Heidi, El Quijote; la poesía de Bécquer, Rosalía de Castro, Darío, A. Machado, Rojo y Negro, , etc.); “Una identidad desatada”, que plantea el problema de la lengua española: empobrecimiento léxico, ensimismamiento en las particularidades regionales, el alejamiento de las nuevas generaciones de la palabra escrita en los libros –idea del libro como instrumento arcaico-, “El cuento de contar”, que pone el acento en la importancia de la literatura oral, “Los límites de la ficción”, (metaliteratura, la ficción en la ficción, metaliteratura y realidad), “Las miradas de la invención novelesca”, “Tres reflexiones quijotescas”, en el que explica la razón del éxito de El Quijote, que considera un clásico «porque a los lectores contemporáneos nos siguen interesando y conmoviendo las aventuras desastrosas de sus personajes, y dándonos ejemplo de lo que es vivir y lo que es soñar», o, “Cinco reflexiones sobre la lectura”, texto con el que Merino, a partir de su propia experiencia y vivencias nos acerca al universo mágico de la palabra escrita; en ella hallamos razones y sensaciones, porque la lectura es un viaje hacia mundos desconocidos y misteriosos. De ahí que se afirme: «Los libros mueren cuando ya no encuentran en el lector el eco de una emoción directa en los estético y en lo vital», o, a modo de conclusión: «Muchos creen, todavía en la falacia aristotélica, que solo en la Historia está el archivo seguro de nuestras circunstancias, pero el más certero registro de lo que caracteriza a la especie humana, donde verdaderamente se encuentra la historia de nuestro corazón a lo largo de los milenios, es en la literatura, constituida desde la capacidad simbólica que nos identifica. Leer nos da acceso al gran espacio de la imaginación reveladora: el país de lo que somos, el territorio de lo que sentimos».

La segunda parte, “De autores y ficciones”, contiene artículos publicados en diversas revistas literarias, en los que trata unas veces la obra de autores clásicos (Dikens, Maupassant, Potocki, Menéndez Pelayo, Chéjov, Unamuno…) o sobre la narrativa actual española. En cada uno de estos artículos hallará el lector algunas de las claves que han hecho que obra y autor estén en un lugar destacado de la literatura universal. Ficción perpetua viene a ocupar el lugar que merece dentro del género ensayístico y José María Merino, su autor, nos devuelve la esperanza en la literatura como fuente inagotable de vida.


Título: Ficción perpetua
Autor: José María Merino
Edita: Menoscuarto (Palencia, 2014)

Miedo a la Derecha. Estación Sur.

 

Siempre lo mismo, desde tiempo inmemorial, la derecha española no ha evolucionado lo más mínimo. En las últimas semanas, concretamente desde las elecciones europeas, el punto de mira no es otro que el único grupo político que ha sido capaz de conquistar más de un millón de votos en escasos meses desde su nacimiento como tal. Este asunto de «Podemos» que así se llama la fuerza política en cuestión les ha puesto muy nerviosos –en honor a la verdad, no solo a la derecha española-, también a los medios de comunicación que la sustentan. No hay día que pase que los citados medios y algunos de los barones del Partido Popular no tengan algo que decir, por regla general: improperios variados, injurias, difamaciones, bulos y un largo etcétera de mentiras con las cuales, al parecer, pretenden distraer a la ciudadanía de los verdaderos problemas de este país, como la creciente corrupción, la destrucción continuada del empleo, el deterioro de la justicia, la abolición enmascarada de derechos y libertades o la desvergonzada actitud de un gobierno proclive a los dictados del franquismo.

La derecha española, realmente, no ha aprendido nada porque nada le interesa, a excepción de aumentar escandalosamente sus cuentas corrientes mientras el resto de la población se abisma cada día en la indigencia y la desesperanza. La misma derecha que antaño gritaba: ¡que vienen los rojos!, hoy vocifera: ¡que vuelven los rojos!, como único argumento para atacar y desacreditar a quienes son simplemente sus adversarios políticos. La misma derecha de siempre, la que oprime y no admite la diferencia como hecho democrático en sí misma, esa que prometió salvarnos de la crisis hundiéndonos más en ella, arruinando las vidas de millones de españoles y salvando a los bancos y a sus incompetentes y corruptos administradores. 

 
La derecha española tiene miedo, un miedo atroz a perder sus privilegios heredados, y por ello el uso propagandístico de la infamia o la ofensa, la insidia o la mentira para seguir en el poder, para desestabilizar, confundir o condenar a cualquiera que no piense y actúe según sus condiciones. De ahí su miedo y su indecente estrategia para destruir al adversario, sus premeditados y contundentes ataques, su inmoralidad continuada en el tiempo. Miedo a la libertad de manifestación y expresión, a la libertad con mayúscula. Claro que la derecha española está asustada, pues, ¿cómo si no puede explicarse lo que está ocurriendo hoy en España? Claro que tiene miedo, un miedo atroz a perder la batalla por la dignidad del ser humano.

Código de la niebla. José Antonio Santano




Vuelve la poesía a este particular salón de lectura, y lo hace de manos de un poeta cordobés, Alfredo Jurado, cofundador, junto a las poetas Encarna García Higuera y Soledad Zurera, primero, y luego con Antonio Varo y Pilar Sanabria, del grupo Astro. Desde la fundación de este grupo poético allá por la década de los ochenta se han sucedido los poemarios de Alfredo Jurado ( Mar de Liturgias, Mester de Amante y Paraíso Perdido, entre más de una decena de títulos), hasta hoy, que de nuevo nos llega su singular voz poética con el poemario «Código de la niebla». La poesía cordobesa ocupa un lugar destacado en el panorama actual de la poesía andaluza en particular y española en general, desde los más experimentados, como es el caso de los ya citados y también de otros poetas más jóvenes como Juan Antonio Bernier, Francisco Onieva, Antonio Luis Ginés o Joaquín Pérez Azaústre, del que nos ocuparemos próximamente.
«Código de la niebla», consta de dos partes: El cuaderno del aire, con veintiún poemas, contando el que da título a esa parte, y, Quemar las naves, con diez. El poeta, desde el primer momento declara y manifiesta, a modo de proemio, cuáles son las claves de ese primer bloque de poemas titulados «El cuaderno del aire», y así escribe: «Cuando era tan sólo adolescente, / entregaba mis tardes en lecturas; / en ellas descubriera personajes fantásticos; / algunos fascinantes, pero otros / me hicieron sentir miedo». 

En esta especie de declaración programática nos adelanta el poeta el discurrir de los veinte primeros poemas del “Cuaderno del aire”. Y ciertamente, comprobamos que los seres fantásticos, tomados de las lecturas adolescentes y que toman vida en estos versos, de manera que los personajes de la mitología griega (Glauco, Dríope…), fenómenos naturales (Simún, Perseidas…), monstruos marinos (Manatíes, Caribdis, Leviatán…) o paisajes concretos como “Los baños de Popea, conforman un corpus en el que la evocación y los recuerdos de la adolescencia producen en el poeta ese sabor agridulce de lo sentido en el pasado y de lo recreado ahora, después del tiempo transcurrido. Y todo hasta el punto de afirmar: «Por morir de algún modo, / moriré de tristeza cualquier tarde de invierno». Es ese sentido trágico de la vida una vez hecho verso, ese que siempre aflora en la poesía andaluza, y que en Alfredo Jurado pervive todavía. También la segunda parte, titulada «Quemar las naves» nos muestra las intenciones del poeta, su vuelta a los orígenes, al alumbramiento primero, a la vida: «Un día me alumbraste, cuando el tiempo de Marzo / alzaba su estandarte de luz en las paredes; / cuando el musgo en las tapias perdía su fragancia; / Cuando quiso la luna, con su fanal de plata / trepar al campanario, cuando el reloj marcaba / las once de la noche. / Algún gallo anunciaba su canto a solanares». Asumir que no hay vuelta atrás y hay que seguir avanzando, perseguir los sueños hasta darle alcance, escribir sin descanso, al límite, como si fuera el día último. El poeta consigo mismo, al calor de los sentidos, en los silencios de la noche y sus fantasmas.


El poeta en su propio abismo, solo y vivo en la luz de la poesía, entregado a la naturaleza, desnudo y libre, cuerpo y alma: «Es el alma una isla que flota en el silencio», humano ser, la vida: «Es la vida aquel río con múltiples meandros, / liturgia sacratísima que embriaga la consciencia, / es árbol a la orilla de un estanque / la nieve que declina lentamente la cumbre. / Es beso de la madre en el recuerdo, / la honda cicatriz que te deja su ausencia…». Siempre de vuelta el poeta al «paraíso perdido» de la infancia. Solo una objeción, a corregir para futuras ediciones, los continuados errores, tanto tipográficos (los más) como ortográficos (los menos). Salvando esta cuestión, hallamos en «Código de la niebla» al poeta de siempre.


Título: Código de la niebla
Autor: Alfredo Jurado
Edita: Aula de Cultura Astro
 (Col. Astrolabio, Córdoba, 2013)

Las pequeñas espinas son pequeñas.Salón de lectura


Título: Las pequeñas espinas son pequeñas
Autor: Raquel Lanseros
Edita: Hiperión (Madrid, 2014)
Decía el gran poeta cordobés Manuel Álvarez Ortega, recientemente fallecido, que «solo el lenguaje puede reflejar el universo múltiple y contradictorio del existir», que «el poeta tiende a identificarse en cada una de las múltiples metamorfosis, con todo lo que vive o ha vivido paralelamente a sus existir». Lenguaje y vida, experiencia trascendida en la palabra, inspiración y búsqueda, reflexión, emoción, sentir profundo, paisaje y paisanaje, el “yo” y la otredad en un mismo ser, en una especie de suerte de alquimia que ahonda en la concepción del mundo desde el mundo interior del poeta, en este caso, de la poeta que es Raquel Lanseros. Cuanto sé del rocío. Tres partes más componen Las pequeñas espinas son pequeñas: Cónclave de mariposas, Croquis de la utopía y El pasado es prólogo, en todas aflora lo metafísico y lo místico, como denominador común. De Cónclave de mariposas destacaría el poema “la mosca”, por la esencialidad poética de un acto cotidiano: «Esa mosca soy yo / y mi mano es el tiempo», también Villancico remoto, que tiembla en la nostalgia del pasado, de la infancia: «Dicen que el musgo duele y acaso eso sea cierto / pero en la infancia el frío todavía no existe […] Bajo las noches largas del filo de diciembre / sigo buscando el musgo que me devuelva a casa». Con la segunda parte, Croquis de la utopía,viajamos hacia lugares y universos distintos, en los cuales la poeta es testigo de su tiempo y su mirada como el cálido fuego del hogar, sea en poemas como La rendición de Breda: «Siempre es así. La sangre de los desposeídos / viene a saldar la deuda / de la eterna codicia de unos pocos», o, en El precio del ventajismo: «¿Están todos contentos? / Todos no, el corazón / envejece y se atrofia / de tanto bombear hipocresía. / Quizá después de todo / exista algún atisbo de justicia». De la cuarta y última parte de este poemario, El pasado es prólogo, interesa el aspecto narrativo de algunos de sus poemas (El ombligo de la luna), la emoción en otros (Faros abandonados, Diálogo hindú, Cae o cayó), la realidad en La aritmética, o, simple y llanamente la esencialidad poética que, de forma magistral, Raquel Lanseros resume en el último de los poemas, Himno a la claridad. Poema definitivo y definitorio de la mirada serena y reflexiva de la poeta ante la vida, la suya y la ajena, su continuo diálogo con la Naturaleza, la pasión de la palabra como principio y fin, divergencia y esencia, luz primigenia de todos los silencios y soledades. Todo ello vive en la eternidad de los versos con los que inicia Himno a la claridad: «A cambio de mi vida nada acepto», y concluye con la rotundidad del endecasílabo: «No hay verdad más profunda que la vida». En definitiva, un encuentro inolvidable con la honestidad, sensibilidad y pureza poética de Raquel Lanseros.
Desde el primer poema contenido en «Las pequeñas espinas son pequeñas», hallamos el latir de la vida, la frescura del verso y el temblor de la palabra, en sí mismo, una declaración de principios de Lanseros: «Porque no vive el alma entre las cosas / sino en la acción audaz de descifrarlas, / yo amo la luz hermana que alienta mis sentidos», para añadir seguidamente: «La verdad no está en nadie, y aún más lejos / yace del rey que de cualquier mendigo», pero es la palabra, ese don, alma y cielo del poeta, la que alumbra y alimenta los silencios, y así su reclamo: «Poned en mi sepulcro las palabras», y concluir, en esa búsqueda continua: «La verdad no está en nadie, pero acaso / las palabras pudieran engendrarla», aludiendo a una única palabra: contigo («cuando la eternidad se pronuncia contigo»). Llama la atención de este poemario la voz personalísima, el estilo, el lenguaje, y asombra, la atinada mirada, el oficio en la resolución de cada uno de los poemas, ese remate lúcido de las palabras precisas, del éxtasis poético por decirlo de alguna manera. Y algo tiene que ver su discurso metafísico y místico a lo largo del poemario. Raquel Lanseros es una voz joven pero al mismo tiempo reflexiva y madura, aprehendida de los libros, de la más culta tradición poética española. De ahí que la temática sea variada: el amor («De toda humana falta, yo me acuso. […] Que más preciada empresa no concibo / que deshojar mi vida mereciéndote»), el paso del tiempo, la Historia, el dolor («Duele el dolor, decías, pero si uno es valiente / las pequeñas espinas son pequeñas») la muerte («Maldición o venganza, la muerte nunca olvida / ni distingue estamentos, procedencias o credos», la vida misma («La vida / es hermosa como una novia al alba»), aludidos en la primera parte del poemario:

¡Esta España nuestra! Estación Sur.

¿Ha perdido relevancia el debate sobre monarquía o república después de abdicar el rey en su hijo Felipe, desde el jueves ya, Felipe VI de España? La historia se repite, o, es que, ¿acaso decidimos sobre la forma de estado en España después de muerto el dictador Francisco Franco y nombrado con anterioridad sucesor el que sería Juan Carlos I de España? Han transcurrido más de treinta y cinco años de monarquía parlamentaria como modelo de estado y la gran mayoría de los españoles tenemos la sensación de haber sido engañados de forma premeditada, vil y desvergonzada. Además, y para colmo, la selección española, y, por tanto, la marca España, ha sido humillada en los dos primeros partidos del mundial de fútbol, aunque eso sí, los jugadores cobrarán por su esfuerzo y dedicación, y los 40 periodistas (Luis del Olmo, Oneto, Melchor Miralles, Pablo Sebastián, etc.), habrán disfrutado de unos días en Brasil con todos los gastos pagados por la eléctrica Iberdrola. Pero no perdamos el horizonte. Lo de la monarquía es ya un hecho, también lo de “la roja”. Así que sólo nos quedaría la cuestión de la república (la tercera) que, por el camino que vamos, no tiene visos de solución democrática, me refiero, al simple hecho de convocar un referéndum por el cual los españoles, libremente, decidamos si optamos por la monarquía borbónica o la república. Malos tiempos corren en esta España nuestra, malas artes convocan a la corrupción y la tiranía en pleno siglo XXI. No sé por qué este miedo a la voz del pueblo para decidir sobre su propio destino, a la libertad de expresión. Yo no quiero que nadie decida por mí el futuro. Esta es la cuestión, y nada tiene que ver con la persona de Felipe de Borbón, que aceptaría fuese coronado como Felipe VI, si así lo quiere el pueblo tras el correspondiente plebiscito.
No obstante, y dado que es un hecho que Felipe VI es ya el rey de España, debería atender, en sus primeros días de reinado, al verdadero sentido de la equidad y la justicia, y siguiendo a don Quijote en sus enseñanzas sobre el buen gobierno, propiciar un nuevo tiempo donde no sea noticia una reforma laboral que deja sin empleo a millones de españoles, que se recorte en sanidad y educación, tecnologías e investigación, servicios sociales (dependencia) y un largo etcétera, que sean condenados los jueces y exculpados los delincuentes o suprimidos los derechos fundamentales. Tal vez –pienso-, el nuevo rey tendría que asumir serlo de todos los españoles y acabar de una vez por todas con esta “casta” de corruptos y ladrones que se campan a sus anchas por esta España nuestra.

El tren de la lluvia. Martín Torregrosa

EL TREN DE LA LLUVIA


Si la actual crisis económica está planteando el debate sobre nueva formas de estado, de transformación de una sociedad que ha basado sus gobiernos en la corrupción y el abuso de poder, en el ámbito de la literatura, y más concretamente de la poesía, aquella ha actuado como revulsivo y alegra saber que se vuelve a plantear la necesidad de «lo social», del «ser» y «estar» del poeta-hombre, de avivar el fuego de la palabra para soñar la utopía, esa misma palabra que hallamos en «El tren de la lluvia», acertado y oportuno poemario del almeriense Martín Torregrosa, en el cual el hombre vuelve a ser el centro, de tal manera que un nuevo «renacer» campa por sus páginas, revelándonos lo que nunca debió ser ocultado.


Ya desde el inicio, en el prólogo, Daniel Rodríguez se pregunta: «¿Cuándo dejó de ser necesaria la poesía con conciencia social?», para afirmar a continuación que: «La poesía, si no es social, ni es poesía ni tiene sentido alguno», si bien la clave habría que buscarla en la cita de Unamuno: «El escritor sólo puede interesar a la humanidad cuando en sus obras se interesa por la humanidad». Esta y no otra es la razón de ser, la que el poeta esgrime como única verdad, porque la poesía es un continuo viaje y el tren, en esta ocasión, su símbolo, y el poeta su pasajero. Muchos y variados serán los paisajes, también el paisanaje y de unos y otros aprenderá lo mejor de cada uno. La importancia de este viaje está en la palabra, aquella que trasciende y se interioriza hasta conquistar de nuevo el universo perdido, la tierra madre, el mar de siempre. Curiosamente, para el poeta «Los trenes parten siempre del sur», y van siempre hacia el norte. Hay un cierto aroma machadiano en los versos de Torregrosa cuando habla de esas «viejas maletas» que le recuerdan a sus antepasados :«Mis antepasados viajaron de su mano, / inventaron los viajes con estrellas / y dieron por fortuna la nostalgia / de viajar en un tren de mercancías», pero también nos alerta el poeta del dolor de la soledad en la gare (estación): «La gare era un hervidero de maletas y gente, / un ir y venir a la cantina, pasajeros en espera, todos con bufanda…Eran los desplazados que decían adiós a la temporada. / Los italianos esperaban los trenes que venían de Genève y Lausanne, / los españoles los que llegaban de Sierre y Sion con destino a Genève», de la realidad de unos seres forzados a emigrar para ganar el pan de cada día (ahora usan el eufemismo “movilidad laboral”); el poeta observa, desde su particular atalaya la vida misma: «Sentado en el andén / veo la vida pasar, / las promesas incumplidas, / la ilusión, los empeños, / todo cuanto corrí / desandado lo veo». Precede a la segunda parte del libro, que Martín Torregrosa titula «Al tacto con la tierra», una cita de Pablo Neruda, y que es, en sí misma, otra declaración de principios: «Quiero que a la salida de fábricas y minas / esté mi poesía adherida a la tierra / al aire, a la victoria del hombre maltratado». La voz del poeta se transforma en otra voz de solidaria humanidad, que busca en el hombre la primera y última razón de la existencia; el “yo” desaparece para convertirse en el “otro” y expresa así la emoción de sentir por y para los demás, de vivir en los demás: «Lloro, lloro como lloran las madres / que golpean la tierra de rodillas en las morgues. / Irremediablemente lloro por los niños caídos, / y lloro por la aurora que no ha de devolver / la sonrisa inocente». La humanidad de su pensamiento se engrandece en estos versos: «Rezar de poco sirve –ha servido de poco, de nada-, / cuando cruza una bala la luz del horizonte / y el eco del disparo silencia en la estampida / el vuelo de los sueños». Su particular manera de entender la religión se muestra en el poema titulado “Padre nuestro”, en el que pide perdón por su ateísmo y de “querer arreglar el mundo a su manera”. En esta segunda parte destacan también los poemas “Preguntas al río Sava en Jasenovac”, “La luz de la memoria”, “La sombra que nos cubre” o “Rosas Mustias”. En la tercera parte, titulada «Complicidad en el gesto», muestra su oficio de poeta con los poemas “Invitación” y “Oliviero”, que nos recuerda la elegía de Miguel Hernández a su “compañero del alma” Ramón Sijé. Concluye Martín Torregrosa el libro con un epílogo titulado “Polifonía de despedida”, en el cual se reafirma en su poética existencialista, donde la forma y el fondo son un solo corpus, una misma luz, la vida que alienta el humanismo del poeta que es Martín Torregrosa.

Título: El tren de la lluvia
Autor: Martin Torregrosa
Edita: Renacimiento (Sevilla, 2014)

Extraño huésped. Agustín Roble Santos


¡Gabriel!, ¡Gabriel! –grita emocionada mi anciana madre. Su voz resalta entre la multitud congregada en el pequeño embarcadero de Caleiro, muy cerca del poblado de Vilanova de Arousa.

Así comienza “Extraño huésped”, primera obra narrativa de Agustín Roble Santos.

Con esta novela Roble Santos nos presenta la historia de Cuba deón, en la que el autor expone “su visión de un mundosde finales del siglo XIX y todo el XX, un siglo de avatares vividos por los múltiples personajes que afloran en las páginas de esta narraci social “aparentemente iluminado” y servirlo en esa mesa heterogénea y controvertida que es “la mirada del lector”, como dice Ofelia Bravo en el prólogo. Gabriel Verdecia partirá en 1898 hasta la isla de Cuba para morir, como tantos otros soldados españoles, allí quedará para siempre su cuerpo (..Recibo un impacto de bala que atraviesa mi pierna derecha y sangro a borbotones.



Me arrastro, se hace imposible mantenerme en pie […] Otra bala atraviesa mi cuello. Me desplomo y siento que ruedo lentamente por un abismo infinito) y su espíritu (..ya no siento el tronar de los cañones. Oigo una música maravillosa. Mi cuerpo ya no pesa). Este es el principio de una transformación, la que sufre el propio Verdecia y la narración; del primero porque se convierte en ese “espíritu” que vagará de un lado a otro para contarnos la historia de Cuba a través de sus gentes (Contaré cosas que parecerán absurdas para muchos y aquellas que si alguien desde la otra vida las contara podría ponerse en situaciones muy comprometidas, incluso con riesgos para su libertad y su propia existencia); de la segunda, porque cambiará el registro del discurso narrativo de primera persona a tercera. El “espíritu” de Verdecia estará presente en todos y cada uno de los personajes que fluyen por esta narración, pero también para contar así su propia vida: Trataré por todos los medios de no ser un extraño huésped. Comienza de esta manera mi verdadera vida; por lo que estaré muy atento a contarla sin perder ni un solo detalle.




“Extraño huésped” es una novela extensa (casi 500 páginas), pero no por ello excesiva o gravosa, difícil de leer, todo lo contrario, y donde la fantasía, a veces con tonos surrealistas planea por sus páginas. Agustín Roble ha sabido, como buen alquimista, combinar lenguajes, de tal manera que la lectura de la novela es ágil, con alguna interrupción propia de la utilización de vocablos autóctonos (acertadamente recogidos en un glosario al final del libro), pero que apenas si resta tiempo al lector ni lo distrae o desorienta del hilo argumental de la novela. En cuanto a su estructura narrativa diremos que es de tipo lineal, en el sentido de que existe un desarrollo sucesivo de los hechos, en este caso cronológicos; también son importantes elementos tales como el diálogo y, en oposición a éste, la narración y la descripción, que su autor alterna con habilidad. No obstante, y con independencia de la crudeza de algunas situaciones, de la realidad dramática que viven los personajes en algunos casos, Agustín Roble, maneja con ingenio el humor y la ironía, dos recursos que complementan el discurso narrativo. En otros casos, la preponderante fantasía en algunos pasajes pudiera llevarnos a pensar que nos encontramos ante el legado de un cierto realismo mágico (…cuentan los antiguos que por estos lares, en un monte conocido como Cayo de Yaya, suele salir de improviso, desde la espesura del bosque, una pequeña y misteriosa criatura de color negro, semejante a un chichiricú, cubierto de pelos, con ojos relampagueantes, alargados dientes, orejas puntiagudas, desprovisto de cola, con los dedos de sus pies en dirección contraria a lo que es normal; atrae a los mortales hasta internarlos en lo profundo del bosque, haciéndoles vagar durante días, desorientados y desfallecientes). 

 

Por otra parte los temas que aborda Agustín Roble en esta novela son de tipo político -la narración obedece a un antes y un después de la revolución cubana-, es decir, desde el desembarco de los revolucionarios –entre ellos el Che Guevara- y su acogimiento por parte de Armando, “El Pastor”, hasta la victoria revolucionaria y el liderazgo de Fidel Castro, pasando por el enigmático episodio de Camagüey, en el que interviene Cienfuegos (Jamás se supo nada sobre el paradero de este hombre ni de sus acompañantes, tampoco del aparato). De igual manera nos descubre esta novela la sociedad cubana, cuestiones de tipo social referidas al “modus vivendi” de la población (diferencias, racismo, racionamiento de alimentos, carencia de industrias, condiciones laborales de los cortadores de caña, vivienda, homosexualidad, balseros, etc, etc., frente a los abusos del poder. Acompañan a las anteriores la religión (Una vez más el Gobierno gana la partida. Su objetivo es descabezas las religiones que le resultan incómodas…); el sexo ocupa un lugar significativo a lo largo de la narración y que nos recuerda la presencia continuada del sexo en la novela cubana contemporánea (El encuentro es apasionado rico en toqueteos, succiones y poses alucinantes. […] Las horas pasan y los amantes disfrutan olvidados de todo cuanto ocurre a su alrededor); y, por último, lo esotérico, la santería, la magia negra y la correspondiente aplicación de extraños exorcismos como el que El Brujo aplica a una muchacha de nombre Grisel (El encorvado anciano no cesa en prodigar abundantes succiones y copiosos lamidos por las enrojecidas partes íntimas de la hechizada, quien se retuerce acompasadamente; sin que se sepa a ciencia cierta si estas contorsiones se deben al influjo de los demonios o al eficaz desempeño oral del vetusto patriarca).


“Extraño huésped” es, pues, una novela con ricos y variados registros y matices que su autor, Agustín Roble, ha sabido crear para deleite del lector, pero es también, y como dice su prologuista, “paradigma de una verdad social que jamás podrá marginarse”.


Título: Extraño huésped
Autor: Agustín Roble Santos
Editorial: Alhulia, 2013 20 €


AGUSTÍN ROBLE SANTOS
(Cuba, 1959)

Es ingeniero agrónomo y doctor por la Universidad de Almería. “Extraño huésped” es su primera novela.

José Antonio Santano. Estación Sur

INJUSTA JUSTICIA

No hay día que pase que la ciudadanía española no sienta verdadera vergüenza por lo que está sucediendo en las instituciones del Estado. Una creciente impotencia embarga a los españoles tras el cúmulo de noticias que afectan ya a todos los órganos de la Administración y del Gobierno de la Nación. Las direcciones de los partidos mayoritarios miran hacia otro lado, aceptando así la política de los hechos consumados; ninguno de ellos quiere perder su estatus y sus privilegios, que son muchos los que han ido otorgándose a lo largo de estos treinta y seis años de democracia (¿?). No hay día, decía, que los ciudadanos no vean vilipendiados sus derechos, que la corrupción no sea noticia, al igual que lo es, de forma alarmante, la administración de la justicia en este país. Los trabajadores españoles están hartos ya de tanta insensatez y de tanta mentira: la de un gobierno que incumple un día sí y otro también con sus promesas electorales, rebaja los impuestos a quien más tiene y los sube a quien menos, que menosprecia, atenta y coarta la libertad de expresión, que nos asusta con el resurgimiento de la extrema izquierda, de “los rojos” de antaño, o que salva a los bancos de la crisis y condena a los trabajadores a pagarla. No hay día que no nos levantemos cargados con la incertidumbre a nuestras espaldas, derrotados antes de iniciar la batalla diaria, desalentados y sin futuro mientras ellos, los poderosos, se ríen de todos nosotros. El pueblo está muy cansado ya de tan repugnantes comportamientos, de tantos ultrajes en nombre de España y de sus instituciones, de la Democracia y del Estado de derecho. Harto de ver que cada día, el Gobierno, los partidos, los jueces, los diputados son cómplices de esta catastrófica situación. Hartos de tantos hurtos y ladrones, que no cumplen las condenas y campan libres por nuestras ciudades y pueblos; hartos de que el dinero de todos esté depositado en las cuentas de los Bárcenas y compañía. Indignados por el continuo saqueo al que nos vemos sometidos por esta panda de inútiles.
No hay día que pase que los ciudadanos de este país no sientan repugnancia y desprecio por esta nueva casta de estafadores, los que ejerciendo el poder soberano del pueblo condenan a su pueblo a la miseria. ¿Cuánto tiempo más podremos soportar esta asfixiante situación? ¿Qué hacer cuando no existe horizonte? ¿Cuánto más esta injusta justicia?


Ukigumo. ÁNGEL OLGOSO.



Ukigumo (Floating Clouds) es el título original de la película dirigida por Mikio Naruse allá por el año 1955, pero también y sobre todo, el título de un libro de poemas Ukigumo (nubes pasajeras), del granadino y una de las voces más destacadas del relato en España, Ángel Olgoso (Premio Andalucía de la Crítica de relato, 2014). Publicado por la editorial Nazarí de Granada (colección Daraxa), en esta ocasión Olgoso cambia de género y se adentra en la poesía con un buen ramillete de haikus que compusiera en la década de los 90 y que ven ahora la luz pública. Nos invita su autor a un viaje por las nubes, en esas donde anida la palabra como único fulgor del poeta-narrador, de la palabra que alumbra los caminos y senderos, los bosques y los ríos, los mares, la tierra entera, de oriente a occidente. En ese universo de silencios y memoria el poeta resurge y observa detenidamente la naturaleza (el haikus ha de contenerla) y toda su plenitud es recreada de forma breve a través de diecisiete sílabas y en tres versos (5-7-5). Olgoso sabe mucho de cercanías, de observación y meditación contenida, de lugares lejanos, orientales, y también de los otros, de los de occidente. En ese entramado de experiencias y lecturas previas ha fundado su mundo ficcional y creativo, y a él se ofrece día a día en cuerpo y alma. El haikus se muestra en toda su sencillez expresiva (otorga la importancia al momento en que suceden las cosas y es captado por el poeta,), y por ello el uso del sustantivo prevalece y nos invita a recorrer un camino donde la realidad y los sentidos se complementan hasta crear un nuevo tiempo, una nueva forma de sentir y de vivir.


Ukigumo se presenta en edición bilingüe español-italiano, con traducción al italiano de Paolo Romerini, lo que sin duda es un acierto más, dada la musicalidad y la fuerza expresiva de la lengua italiana, que provoca en el lector una dulce y sedosa sensación, de mágica armonía y equilibrio. El poemario se divide en tres partes: Kaoru (aroma), Akashi (gema-gemma) y Utsusemi (caparazón de cigarra-guscio di cicala). En la primera de ellas, «aroma», el otoño es protagonista


De nuevo el otoño, plácido y austero.

Al caer la tarde,

pequeños incendios de broza sobre los campos,


o lo que equivale a decir la naturaleza que aviva los sentidos


Suenan al caer,
en las raíces ensortijadas del olivo,
un par de aceitunas,


el tempus fugit


La profunda noche sola

en la casa silenciosa.

El sonido del reloj,


el valor de lo etéreo


Cuando intentes conocerla,
la nube noes más que una nube,
y se disipa


o la vejez en suma


Hoy se ha desprendido,
exhausto, el último clavo negro
del portón centenario.


La segunda parte, gema (piedra preciosa) nos obsequia con verdaderas perlas de haikus:


Acá y allá
sendas de hojas crujientes,
mondos los álamos,


nos alerta de la soledad:


En soledad,
sin el daño del deseo.
Tarde nublada,


la esencialidad poética de la ciudad –su ciudad-:


Seco y maduro,
dulce y amargo fruto:
todo es Granada»,


también el desaliento o la desesperanza, cuando el poeta dice:


Olvida al hombre,
mira la gentil nube,
y entenderás»,


o la constatación de realidades sociales:


Inseparables,
el siervo y el señor.
Avinagrados.


La tercera y última parte (caparazón de cigarra), con dos únicos versos y sin número fijo de sílabas, Olgoso vuelve a indagar y al meditar sobre el mundo que le rodea, sobre hechos y cosas que surgen como realidades o sueños, en los que la palabra en ese juego secreto de la alquimia es trascendida:


La uva no conoce el vino que destilará.
El vino no conoce la uva que habitaba,




y en esa observación de lo vital y cotidiano escribe:



El paseante mira la montaña con veneración.
La montaña mira al paseante con zozobra,


o este otro:


El transeúnte ladra en silencio
por las esquinas de la multitud,


o este que resume toda una manera de pensar y vivir:


El fuego es frío a veces;
lo alto es bajo con frecuencia.


Así respira el narrador y ahora poeta Ángel Olgoso en este libro, Ukigumo,  en el cual las «nubes pasajeras» son como los sueños, pero que en la voz del poeta se perpetúan. Es la luz de la palabra como única patria y paraíso, alma y alimento.

Fiestas y rituales. Estación Sur

Es sana costumbre no perder la curiosidad por las cosas. El deseo de conocer, de profundizar hasta llegar a la raíz de todo lo humano y lo divino es un buen comienzo para engrasar la maquinaria de nuestro cerebro, de nuestra mente, que ha de cuidarse tanto como el cuerpo, aunque en los tiempos que corren venga siendo todo lo contrario. Alentar esa capacidad humana para descubrir lo desconocido debe ser una constante. Algo así ocurre cuando nos adentramos en las páginas de una de las últimas publicaciones del Instituto de Estudios Almerienses (IEA), que dentro de la colección Guías de Almería. Territorio, Cultura y Arte (número 12), toma el título de Fiestas y Rituales Singulares. En ella hallamos todas las fiestas de Almería y su provincia, así como aquellos rituales que, por su singularidad, merecen la atención del lector. Su coordinador, Juan Salvador López Galán, como el resto de autores (Juan Agudo, Aniceto Delgado, Rosalía Fernández, Ana María García, Modesto García, Ana Belén García, Cristina Isla, Francisco Martínez Botella, Encarna M. Navarro, Gonzalo Pozo, Elena Ramírez, Antonio Sevillano, Juan Torreblanca y Juan Pedro Vázquez) han realizado un buen trabajo y debe ser así reconocido por quienes tengan la curiosidad por saber más de las tradiciones populares, de la historia y de la antropología. No cabe duda que la variada y acertada estructura de esta Guía, propicia el acercamiento a aquellos acontecimientos festivos y rituales que a lo largo del tiempo vienen produciéndose tanto en los pueblos como en la capital. Complementan los textos un buen número de ilustraciones, mayoritariamente fotografías, hecho que viene a añadir valor a esta publicación. Cuatro grandes bloques hacen más fácil al lector la búsqueda de los aspectos que más le puedan interesar: Ciclo Festivo de Invierno (Navidad y Reyes, San Antón, san Sebastián y la Candelaria, y cerrando el ciclo, el Carnaval), Ciclo Festivo de Primavera (Semana Santa, Cruz del Voto y San Marcos y Cruces y Virgen de Fátima), Ciclo Festivo de Verano (Corpus, san Juan y otras y Romerías), y, por último, Ciclo Festivo de Otoño ( Moros y Cristianos y san Miguel).

Un viaje apasionante y posible que esta Guía nos propone sin salir de casa, que es otra manera de acercarnos a la cultura y tradición popular, conocer sus costumbres, las fiestas y rituales que vienen de antiguo y que aún hoy se conservan, afortunadamente, en muchas de las poblaciones almerienses, incluso en las más pequeñas y apartadas. Una buena razón para conocer a las gentes que habitan esta noble tierra.

Revistas románticas almerienses. María Isabel Giménez Caro

Imagen de portada de la revista Boletín del Instituto de Estudios Almerienses. LetrasPROSA NOVELESCA EN 

"EL CARIDEMO" (1847-48) y

 "EL DESEO" (1844):

DOS REVISTAS ROMÁNTICAS ALMERIENSES






LOS PROPÓSITOS, GENERALMENTE COMUNES, DE LAS REVISTAS LITERARIAS


En el Semanario Pintoresco Español aparece el anuncio siguiente: "EL CARIDEMO, revista literaria, científica, administrativa y mercantil, periódico de Almería, publícase semanalmente y contiene amenos y variados artículos y poesías; juntamente con él salen a la luz tratados de agricultura, que por este medio se ponen fácilmente al alcance de todos y pueden ejercer un influjo saludable"(1)



Revistas románticas almerienses. María Isabel Giménez Caro

Imagen de portada de la revista Boletín del Instituto de Estudios Almerienses. LetrasPROSA NOVELESCA EN 

"EL CARIDEMO" (1847-48) y

 "EL DESEO" (1844):

DOS REVISTAS ROMÁNTICAS ALMERIENSES






LOS PROPÓSITOS, GENERALMENTE COMUNES, DE LAS REVISTAS LITERARIAS


En el Semanario Pintoresco Español aparece el anuncio siguiente: "EL CARIDEMO, revista literaria, científica, administrativa y mercantil, periódico de Almería, publícase semanalmente y contiene amenos y variados artículos y poesías; juntamente con él salen a la luz tratados de agricultura, que por este medio se ponen fácilmente al alcance de todos y pueden ejercer un influjo saludable"(1)