EN LA TIERRA DE NOD. SALÓN DE LECTURA.

EN LA TIERRA DE NOD


   Nos devuelve la poesía la esencia misma de la vida. No hay lugar en este camino para lo superficial o el artificio, sino para el arte poético en su más noble sentido. Es posible que algunos sigan pensando en la poesía como algo innecesario, vacuo y prescindible. Sin embargo, acercarse a la poesía, adentrarse en su mágico laberinto, es una sensación indescriptible, tremendamente placentera, enriquecedora hasta extremos impensables. Y esto ocurre con el poemario último de Pedro Juan Gomila Martorell, titulado «En la tierra de Nod», segunda entrega de la trilogía Eidolon. Si en “Arcadia desolada” Gomila «buscaba su paraíso, el edén (…), tal vez un refugio donde solo habitan los libros, la palabra escrita como única salvación, fulgor entre tanta mediocridad y sombras», hay que decir que “En la tierra de Nod” regresa de nuevo esa voz personalísima y además acrecentada con la fuerza que el tiempo y el cúmulo de experiencias cognitivas aportan felizmente a su universo poético. Un universo en el cual la palabra, en esa búsqueda de la identidad, de los yoes en conflicto, como dice el crítico Fernando Parra en el prólogo del libro («el yo verdadero que se agazapa evitando las leyes biempensantes de la “la tribu”, y “el Otro”, (“ese yo que no era yo”) impostura lacerante que niega pero no destruye, que oculta pero no opaca la herida legítima de ser»), provoca en el lector el verdadero temblor de la poesía. Ciertamente se cimenta este poemario en la lucha antagónica de los yoes, del ser y el estar, y en esa batalla el poeta aborda sus dudas y temores, reacciona ante un prototipo de moral caduca y ñoña, hasta vivir en el desmayo poético la verdadera razón de su existencia.



 La reivindicación de su homosexualidad, vedada por una sociedad hipócrita y pacata, es el punto de partida, tal vez de una huida, pero hacia adelante, reveladora del ser y estar en su esencialidad, y en ese trayecto hay cabida para el dolor, también para la resistencia y la ofrenda de una lírica inusual, bella y aterradora al mismo tiempo, alimentada por la tradición y la excelencia poética de quienes, poeta como él, le antecedieron en el tiempo. El mismo título del poemario viene a confirmar lo expresado en líneas anteriores, pues Nod es la tierra a la cual es desterrado Caín, es decir, de nuevo viene a plantearnos el poeta el debate entre el Bien y el Mal, pero desde su propia experiencia vivencial. La poesía de Pedro Juan Gomila es reflexiva, vital, coherente, apartada de ese regusto propio de nuestros días basado en el postureo, la superficialidad y el desconocimiento, es decir, en la más pura mediocridad. El libro objeto de nuestra atención produce en el lector una sensación agridulce, esa mezcla de de saber que el dolor te hace su esclavo al tiempo que te libera una ve derrotada, aunque esa derrota sea circunstancial, momentánea, porque el poeta siempre arrastra los recuerdos de su experiencia vital. Esa reclusión lleva al poeta a interiorizar su discurso poético de tal manera que aún en las tinieblas, doliéndose incluso de su suerte, sabe alzar la voz para rebelarse y crear un haz de luz, de esperanza en el hombre. Pero lo determinante en este juego de sombras y luces, de dolor y soledades no es, a mi modo de ver, ni la sexualidad, la religión, ni la Naturaleza misma, sino la búsqueda de su verdad, del pensamiento, la idealización del mundo interior del poeta, que hace que brille la palabra, que el fuego de poesía incendie la vida misma, en un desafío perenne, donde los yoes batallan uno frente al otro desnudos en cuerpo y alma. Señalemos algunos de los versos que conforman, tal vez, la esencia de la poesía (lumínica y devastadora a un tiempo) de Gomila. Abre el libro un poema que desnuda el sentimiento del poeta, que nos describe a la madre, también en él el dolor y los reproches: «Madre: / la señora de la nieve alabastrina, / la del sílex y el estuco y la madera; / la que un alba despeñó todos sus libros; / la guardiana de un castillo diminuto / gobernado por un ídolo de baro; la llanura sin batalla donde mueren / los guerreros que soñaron con ser niños».


En su soledad irrespirable se alza en vuelo hacia un infinito de sueños y esperanza, y así estos versos que acopio de distintos poemas: «Apenas puedo respirar, / animal acorralado por los vicios, despojo exangüe / que bracea en el fango de la podredumbre […] mi desierto engendrado con el polvo / de los hombres que en la vida se burlaron / de mi nombre con su tralla de serpiente […] manifiesto que ni Dios ni el Apóstata abatido / nunca más gobernarán los timones de mi nave […] No hay fatiga que el amor inquebrantable / no se atreva a soportar sobre los hombros». He aquí al poeta en su esencia que, con toda seguridad, volverá a sorprendernos con el siguiente libro de su trilogía: “Hogueras de la carne”.

Título: En la tierra de Nod
Autor: Pedro Juan Gomila Martorell
Editorial: La Lucerna   (Palma de Mallorca, 2015)

EN LA TIERRA DE NOD. PEDRO JUAN GOMILA MARTORELL

Escrito para DIARIO DE ALMERÍA por 

JOSÉ ANTONIO SANTANO

 en la sección SALÓN DE LECTURA.


EN LA TIERRA DE NOD


 Nos devuelve la poesía la esencia misma de la vida. No hay lugar en este camino para lo superficial o el artificio, sino para el arte poético en su más noble sentido. Es posible que algunos sigan pensando en la poesía como algo innecesario, vacuo y prescindible. Sin embargo, acercarse a la poesía, adentrarse en su mágico laberinto, es una sensación indescriptible, tremendamente placentera, enriquecedora hasta extremos impensables. Y esto ocurre con el poemario último de Pedro Juan Gomila Martorell, titulado «En la tierra de Nod», segunda entrega de la trilogía Eidolon. Si en “Arcadia desolada” Gomila «buscaba su paraíso, el edén (…), tal vez un refugio donde solo habitan los libros, la palabra escrita como única salvación, fulgor entre tanta mediocridad y sombras», hay que decir que “En la tierra de Nod” regresa de nuevo esa voz personalísima y además acrecentada con la fuerza que el tiempo y el cúmulo de experiencias cognitivas aportan felizmente a su universo poético. Un universo en el cual la palabra, en esa búsqueda de la identidad, de los yoes en conflicto, como dice el crítico Fernando Parra en el prólogo del libro («el yo verdadero que se agazapa evitando las leyes biempensantes de la “la tribu”, y “el Otro”, (“ese yo que no era yo”) impostura lacerante que niega pero no destruye, que oculta pero no opaca la herida legítima de ser»), provoca en el lector el verdadero temblor de la poesía. Ciertamente se cimenta este poemario en la lucha antagónica de los yoes, del ser y el estar, y en esa batalla el poeta aborda sus dudas y temores, reacciona ante un prototipo de moral caduca y ñoña, hasta vivir en el desmayo poético la verdadera razón de su existencia.











 La reivindicación de su homosexualidad, vedada por una sociedad hipócrita y pacata, es el punto de partida, tal vez de una huida, pero hacia adelante, reveladora del ser y estar en su esencialidad, y en ese trayecto hay cabida para el dolor, también para la resistencia y la ofrenda de una lírica inusual, bella y aterradora al mismo tiempo, alimentada por la tradición y la excelencia poética de quienes, poeta como él, le antecedieron en el tiempo. El mismo título del poemario viene a confirmar lo expresado en líneas anteriores, pues Nod es la tierra a la cual es desterrado Caín, es decir, de nuevo viene a plantearnos el poeta el debate entre el Bien y el Mal, pero desde su propia experiencia vivencial. La poesía de Pedro Juan Gomila es reflexiva, vital, coherente, apartada de ese regusto propio de nuestros días basado en el postureo, la superficialidad y el desconocimiento, es decir, en la más pura mediocridad. El libro objeto de nuestra atención produce en el lector una sensación agridulce, esa mezcla de de saber que el dolor te hace su esclavo al tiempo que te libera una ve derrotada, aunque esa derrota sea circunstancial, momentánea, porque el poeta siempre arrastra los recuerdos de su experiencia vital. Esa reclusión lleva al poeta a interiorizar su discurso poético de tal manera que aún en las tinieblas, doliéndose incluso de su suerte, sabe alzar la voz para rebelarse y crear un haz de luz, de esperanza en el hombre. Pero lo determinante en este juego de sombras y luces, de dolor y soledades no es, a mi modo de ver, ni la sexualidad, la religión, ni la Naturaleza misma, sino la búsqueda de su verdad, del pensamiento, la idealización del mundo interior del poeta, que hace que brille la palabra, que el fuego de poesía incendie la vida misma, en un desafío perenne, donde los yoes batallan uno frente al otro desnudos en cuerpo y alma. Señalemos algunos de los versos que conforman, tal vez, la esencia de la poesía (lumínica y devastadora a un tiempo) de Gomila. Abre el libro un poema que desnuda el sentimiento del poeta, que nos describe a la madre, también en él el dolor y los reproches: «Madre: / la señora de la nieve alabastrina, / la del sílex y el estuco y la madera; / la que un alba despeñó todos sus libros; / la guardiana de un castillo diminuto / gobernado por un ídolo de baro; la llanura sin batalla donde mueren / los guerreros que soñaron con ser niños». En su soledad irrespirable se alza en vuelo hacia un infinito de sueños y esperanza, y así estos versos que acopio de distintos poemas: «Apenas puedo respirar, / animal acorralado por los vicios, despojo exangüe / que bracea en el fango de la podredumbre […] mi desierto engendrado con el polvo / de los hombres que en la vida se burlaron / de mi nombre con su tralla de serpiente […] manifiesto que ni Dios ni el Apóstata abatido / nunca más gobernarán los timones de mi nave […] No hay fatiga que el amor inquebrantable / no se atreva a soportar sobre los hombros». He aquí al poeta en su esencia que, con toda seguridad, volverá a sorprendernos con el siguiente libro de su trilogía: “Hogueras de la carne”.

Título: En la tierra de Nod
Autor: Pedro Juan Gomila Martorell
Editorial: La Lucerna    (Palma de Mallorca, 2015)

EN LA TIERRA DE NOD. PEDRO JUAN GOMILA MARTORELL

Escrito para DIARIO DE ALMERÍA por 

JOSÉ ANTONIO SANTANO

 en la sección SALÓN DE LECTURA.


EN LA TIERRA DE NOD


  Nos devuelve la poesía la esencia misma de la vida. No hay lugar en este camino para lo superficial o el artificio, sino para el arte poético en su más noble sentido. Es posible que algunos sigan pensando en la poesía como algo innecesario, vacuo y prescindible. Sin embargo, acercarse a la poesía, adentrarse en su mágico laberinto, es una sensación indescriptible, tremendamente placentera, enriquecedora hasta extremos impensables. Y esto ocurre con el poemario último de Pedro Juan Gomila Martorell, titulado «En la tierra de Nod», segunda entrega de la trilogía Eidolon. Si en “Arcadia desolada” Gomila «buscaba su paraíso, el edén (…), tal vez un refugio donde solo habitan los libros, la palabra escrita como única salvación, fulgor entre tanta mediocridad y sombras», hay que decir que “En la tierra de Nod” regresa de nuevo esa voz personalísima y además acrecentada con la fuerza que el tiempo y el cúmulo de experiencias cognitivas aportan felizmente a su universo poético. Un universo en el cual la palabra, en esa búsqueda de la identidad, de los yoes en conflicto, como dice el crítico Fernando Parra en el prólogo del libro («el yo verdadero que se agazapa evitando las leyes biempensantes de la “la tribu”, y “el Otro”, (“ese yo que no era yo”) impostura lacerante que niega pero no destruye, que oculta pero no opaca la herida legítima de ser»), provoca en el lector el verdadero temblor de la poesía. Ciertamente se cimenta este poemario en la lucha antagónica de los yoes, del ser y el estar, y en esa batalla el poeta aborda sus dudas y temores, reacciona ante un prototipo de moral caduca y ñoña, hasta vivir en el desmayo poético la verdadera razón de su existencia.











 La reivindicación de su homosexualidad, vedada por una sociedad hipócrita y pacata, es el punto de partida, tal vez de una huida, pero hacia adelante, reveladora del ser y estar en su esencialidad, y en ese trayecto hay cabida para el dolor, también para la resistencia y la ofrenda de una lírica inusual, bella y aterradora al mismo tiempo, alimentada por la tradición y la excelencia poética de quienes, poeta como él, le antecedieron en el tiempo. El mismo título del poemario viene a confirmar lo expresado en líneas anteriores, pues Nod es la tierra a la cual es desterrado Caín, es decir, de nuevo viene a plantearnos el poeta el debate entre el Bien y el Mal, pero desde su propia experiencia vivencial. La poesía de Pedro Juan Gomila es reflexiva, vital, coherente, apartada de ese regusto propio de nuestros días basado en el postureo, la superficialidad y el desconocimiento, es decir, en la más pura mediocridad. El libro objeto de nuestra atención produce en el lector una sensación agridulce, esa mezcla de de saber que el dolor te hace su esclavo al tiempo que te libera una ve derrotada, aunque esa derrota sea circunstancial, momentánea, porque el poeta siempre arrastra los recuerdos de su experiencia vital. Esa reclusión lleva al poeta a interiorizar su discurso poético de tal manera que aún en las tinieblas, doliéndose incluso de su suerte, sabe alzar la voz para rebelarse y crear un haz de luz, de esperanza en el hombre. Pero lo determinante en este juego de sombras y luces, de dolor y soledades no es, a mi modo de ver, ni la sexualidad, la religión, ni la Naturaleza misma, sino la búsqueda de su verdad, del pensamiento, la idealización del mundo interior del poeta, que hace que brille la palabra, que el fuego de poesía incendie la vida misma, en un desafío perenne, donde los yoes batallan uno frente al otro desnudos en cuerpo y alma. Señalemos algunos de los versos que conforman, tal vez, la esencia de la poesía (lumínica y devastadora a un tiempo) de Gomila. Abre el libro un poema que desnuda el sentimiento del poeta, que nos describe a la madre, también en él el dolor y los reproches: «Madre: / la señora de la nieve alabastrina, / la del sílex y el estuco y la madera; / la que un alba despeñó todos sus libros; / la guardiana de un castillo diminuto / gobernado por un ídolo de baro; la llanura sin batalla donde mueren / los guerreros que soñaron con ser niños». En su soledad irrespirable se alza en vuelo hacia un infinito de sueños y esperanza, y así estos versos que acopio de distintos poemas: «Apenas puedo respirar, / animal acorralado por los vicios, despojo exangüe / que bracea en el fango de la podredumbre […] mi desierto engendrado con el polvo / de los hombres que en la vida se burlaron / de mi nombre con su tralla de serpiente […] manifiesto que ni Dios ni el Apóstata abatido / nunca más gobernarán los timones de mi nave […] No hay fatiga que el amor inquebrantable / no se atreva a soportar sobre los hombros». He aquí al poeta en su esencia que, con toda seguridad, volverá a sorprendernos con el siguiente libro de su trilogía: “Hogueras de la carne”.

Título: En la tierra de Nod
Autor: Pedro Juan Gomila Martorell
Editorial: La Lucerna    (Palma de Mallorca, 2015)

SÍFILIS. cortometraje de David González

"Cómo tratar verdades incómodas sin morir en el intento"  por
 Edgar Lorenzo Matos, escritor







Sin lugar a dudas, salvo casos muy excepcionales, nadie nace aprendido. Sin embargo, hay principios que son ciertamente esperanzadores y es el caso de Sífilis de Young Talent Films. Siendo uno de sus primeros lanzamientos, hay que aplaudir que hayan llegado a semejante nivel de calidad. 

La historia es ciertamente sencilla, pero siendo un corto con afán divulgativo es lógico, y consigue lo que espera. A través de las desventuras de un joven que se contagia de sífilis por ser descuidado en su vida sexual, obtendremos una panorámica de dicha experiencia para nada agradable. 

En una acertada mezcla de planos de la cámara, la actuación del protagonista, una banda sonora ligera pero distribuida de forma apropiada y las situaciones que va afrontando, apreciamos el tortuoso sendero que seguirá. 

Así, se logra ver lo absolutamente incómodo que es tener que explicarse ante los médicos, las miradas de desprecio de los demás… 





Todo sin caer un tratamiento burdo o basto, se es capaz de mantener cierto nivel de elegancia sin degenerar en la bastedad de la que se suele abusar en exceso en el cine. 

Es cierto que en determinadas circunstancias puede ser útil, pero en demasía puede actuar en menoscabo de la obra. Por suerte, eso aquí no pasa y se puede afrontar la crudeza de la situación sin ser demasiado gráfico o agresivo. Además, hay que apreciar que la historia sea plausible creando un aura de normalidad que realza aún más la situación y facilita la empatía con los personajes y la historia.

En los últimos años ha habido cierto repunte de las ETS y su incidencia, por lo que un corto que intente concienciar sobre ello es algo que vale la pena que exista. Y si además, esto se hace de una forma entretenida y agradable como Sífilis, mucho mejor. Además, si los futuros pasos de Young Talent Films siguen siendo así de acertados y van mejorando, seguro que nos encontraremos ante aún más cortos y películas que valdrá la pena ver. Así que hay que apreciar de sobra la obra de esta productora, desde el director David González hasta los responsables de cámara, maquillaje y realización. Y por supuesto, un elenco de actores que ha estado a la altura y que incluye al experimentado actor Octavi Pujades.

Y por todo esto, y aún teniendo en cuenta sus limitaciones y modestia, sin lugar a dudas Sífilis se merece cierta atención y, espero, que sea sólo un aperitivo de lo que sus creadores podrán ofrecer en el futuro.

© Abraham Ferreira Khalil


UNA HOJA


Cesó la hoja su esencial jornada
y su silencio es surco sin cultivo.
El péndulo, que oscila vengativo,
apenas toleró una bocanada.

En el discurso fiel de una mirada
llovió la muerte y destruyó el estribo
que encadenaba su alma al tronco vivo
como a un barco la oscura marejada.

Un hilo fuiste, hoja tenebrosa,
cortado por las alas del misterio
como el atuendo de la mariposa.

Tu libertad pendió de un cautiverio.
Fuiste y ya no eres, vida silenciosa,
símbolo y huésped del callado imperio.


© Abraham Ferreira Khalil

MARE. ABRAHAM FERREIRA KHALIL





Un cíclope de hábitos sombríos
engulló anoche
las mansiones profundas del delirio.
Fue la fugacidad
su límite inasible en aquel óculo,
tan avasalladora
que mi cuerpo, enfermo de vorágine, se desdibujó.
Y no entiendo si el asalto
culminó en mis arenas
o en aquella velada en que el mar, criatura del sollozo,
emergió a la vida
para sepultar su muerte.

El mar, sin duda, alberga en su intestino
pasadizos que asilo ofrecen a los desventurados.
Es poderosa luz y maquinaria
que ciertas noches
visita los palacios
con su avasalladora corpulencia;
dispuesta a engullir los espantos de la aurora.
Dispuesta a rebelarse cual testigo
delante de un atónito jurado.

¡No! No está en el mar la muerte
ni pintan sus espacios nueva vida.
El mar, tan típico alborozo,
es pirámide en cuyo estómago a veces he entonado
ascéticos cantares.
Fe de ello da su inhóspito oleaje,
y su coro de muertos sonámbulos
cautivo en los pasajes sumergidos.



© Abraham Ferreira Khalil

Jóvenes inocentes. DAVID GONZÁLEZ.

Jóvenes Inocentes, 
El Comienzo 
es el título de la tercera entrega 
de esta trilogía creada por David González.
LA TERCERA ENTREGA DE JÓVENES 

INOCENTES VERÁ LA LUZ EN 2016.

Aunque la idea original la tuvo y llevó a cabo en 2010 la novela no fue acabada y publicada hasta verano de 2013.

No obstante, David ha declarado " aunque es el tercer libro que escribo sobre el Boys Club, es en realidad la precuela de la historia, ya que narro los acontecimientos pasados a Boys Club"

El Comienzo profundiza en la juventud de los personajes claves de la historia : Kathleen, Jack, Jake, Elena y Julio, el Doctor Tortura...


El Comienzo sirve de puente para la primera entrega, ya que El Comienzo acaba justo cuando empieza Boys Club, es decir con la rubia de Kathleen preparándose para ir de caza a su discoteca favorita.
 Rosa Villacastin y David González nos muestran ese magnífico premio. Felicidades
2016 
viene cargado de proyectos
para este joven inquieto.
González, quien en estos días, se encuentra enfrascado con la escritura de la nueva entrega, ha asegurado que será igual de intensa y emotiva que las dos anteriores, también crecerá su nivel de violencia y erotismo, superando a Corrupción, aunque será por última vez.





Puesto que Dudosa Justicia, la tercera y definitiva entrega, se basará en terrenos de venganza y justicia, por lo que a pesar de contener tensión, morbo y acción, se centrará más en otros aspectos de la historia.
Veremos a Adrián volviendo loco a todo el Gobierno y suponiendo una verdadera amenaza, ya que lo querrán usar de cabeza de turco para cerrar la boca y manipular las noticias dejándolo a él como el culpable de todo.
Por supuesto que el atractivo chico contará con sus compañeros, sus padres adoptivos y el detective Halliwell, que le apoyarán y defenderán con uñas y dientes.
Está previsto que Jóvenes Inocentes, El Comienzo vea la luz a principios de 2016.

Biografía.


Aunque David es mayormente conocido por ser el creador de Jóvenes Inocentes, también ha escrito y dirigido varios cortometrajes, y siempre tocando temáticas de denuncia social.


Una entrevista peculiar fue nominado a Mejor Cortometraje y Mejor Guión hasta 5 veces en diferentes festivales, donde hacía una dura crítica a los abusos laborales.
Le siguen Sífilis (posiblemente su segundo mejor trabajo, ha levantado muchas expectativas y podrá verse el 28 de enero en Luz de gas de Barcelona ) donde aborda las infecciones de transmisión sexual.
Memorias de un parado, adaptación de un relato corto de Irene Sánchez que retrata la actual crisis española.
Y el videoclip No más lágrimas del cantante Javi Moreno.

Reconocimientos.

David González ha recibido recientemente en un acto presentado por la periodista Rosa Villacastin (Telecinco) la Estrella de Oro a la Excelencia Profesional en reconocimiento a sus proyectos.
Fue el pasado 18 de diciembre en el Hotel Palace de Madrid donde estuvo con celebridades como Vicente del bosque, quien también recibió un premio por su trayectoria.


Proyectos venideros.

No sólo por sus novelas, ya que tiene previsto lanzar "Kathleen" para finales de año, sino por el rodaje de En Antena, el esperado teaser de DIOSES y un nuevo videoclip que le ha sido encargado dirigir para febrero.
También prepara el guión de su primer largometraje para verano.
Es fundador y director de Young Talents Films (www.youngtalents.es) Y miembro encargado del sectorial de guiones de la Academia Iberoamericana de Cine Independiente (www.aiciacademia.com).

Jóvenes Inocentes Internacional.

Se ha confirmado el lanzamiento de las novelas en EEUU para verano así como en varios países de Latinoamérica.
Más información de Jóvenes Inocentes en su web oficial. jovenesinocentes.es

OSCURA TRANSPARENCIA. ENRIQUE MORÓN

OSCURA TRANSPARENCIA por JOSÉ ANTONIO SANTANO

  Una vez más nos sumergimos en el universo lírico de quien ostenta por derecho propio el noble oficio de poeta. No es fácil hallar en el panorama poético español una voz tan personalísima como la del cadiareño Enrique Morón, quien con su última entrega, bajo el oxímoron “Oscura transparencia”, nos invita a zambullirnos en la mar incontenible de sus versos. Morón nos muestra una vez más su universo lírico, iluminado por el metro clásico, de arte mayor principalmente (endecasílabo y alejandrino), fluye como agua de manantial.


Resplandecen en “Oscura transparencia” los sonetos, cuartetos y tercetos, que el poeta domina, dotando así al poema de una solidez y musicalidad indiscutible. Morón libera a la palabra y ésta se aloja luminosa en cada uno de los poemas que integran las cinco partes en las que queda dividido el libro: “Reflexión”, “Poemas de amor”, “Antiguos lares”, “La poesía” y “Despedida en tercetos”. El estilo singular de Morón queda patente en este libro, su extraordinaria versatilidad y su capacidad creativa vienen a confirmar, una vez más, que nos encontramos ante un gran poeta, con una voz capaz de seducir al lector en cada verso. Morón aboga por la desnudez y la profunda reflexión

 («Hoy el vuelto a mi aldea, la que dejé buscando /
 aquellas aventuras al borde del abismo. /
 Pero al volver he visto, con dolor, hasta cuándo /
 los años me ultrajaron, que ya no soy el mismo»),

 alía estética y ética, construye desde el conocimiento y la experiencia un discurso poético sobresaliente, de forma que la emoción y la belleza complementan, suman y añaden valor y crédito a su lírica al mostrarse desnudo y libre. Morón, instalado en su soledad y silencio, apartado del artificio poético actual –corren malos tiempos para todo-, en esa búsqueda continúa por la verdad –su verdad-, llama nuestra atención, nos alerta del momento actual cuando escribe: «No corren buenos tiempos. Instalose la ira / con toda su cohorte, sobre los aledaños / del desahucio, del hambre, de la sombra y la pena. / Se sublimó el cinismo. Se impuso la mentira / sobre la honestidad y han de quedar sus daños, / como clavel de acero que todo lo cercena». Resumen estos tercetos la alianza a la que antes nos referíamos entre estética y ética, el poeta desde la serenidad que proporciona el tiempo vivido profundiza sobre los avatares de la vida, observa su alrededor y no puede acallar su voz, se libera para ascender a la más alta cima de la poesía. Los temas que trata Morón en este hermosísimo tratado de vida, de poesía son, también, tradicionales: el tiempo, el amor, la muerte, la amistad, incluso, la propia poesía.

El poeta, como ser humano que es, no muy distinto al resto, no puede desligarse de esa condición, y habla y escribe de lo que siente, y lo embellece con la palabra exacta, diamantina, hallada en la infinitud del firmamento. Así, atento al paso del tiempo dice:


«Pues el tiempo no pasa inútilmente; /
 siempre te deja huellas si no heridas /
que desbordan los surcos de la frente.
 / Y del rosal sus flores encendidas /
cuando llega el otoño, doloridas, /
de un soplo se desmayan en la fuente». 

 Vivir cada momento, saber que el otro está ahí, en el silencio de la noche o en el trinar del día es la esencia, el luminoso rayo del amor que es el todo y la nada: «No sé de qué metal, de qué armonía / se han ahormado tus años en los míos / que en tu vida me siento más urgente. / Si en tu silencio hallé la melodía, / no me dejes de amar, serenos bríos / que hacen vibrar mi corazón doliente».


En los recuerdos también la vida, ese soplo, ese silbo que despierta los días, la imagen del padre, de su muerte, la heredad del aire en este cuarteto del poema “El poeta piensa en su padre”: «Hoy la vejez me ofrece tu elegancia, / cuando me encuentro al borde del abismo; / y ya es de ti tan corta la distancia, / que estás en mí y estoy contigo mismo». Pero si hay un sentimiento que ennoblece al hombre, al poeta, ese es el del amor fraterno, el amor hacia el otro. La unión al otro por el vínculo invisible de la amistad, la que el poeta profesa al también poeta Fernando de Villena y que resume en los tercetos encadenados de esta “Epístola…”: «Nunca dobles el pie. Alza la frente. / Sigue la línea recta, pues la vida / da mordiscos y besos y es prudente / sellar con labios de clavel la herida / que a dentelladas te sajó la envidia / que nunca cesa cuando está encendida». El fuego de la vida, las brasas del amor, de la amistad, del humanismo que aflora en la palabra luciente de Morón son rasgos de su poesía: «No sé que hubiera sido de mí sin la poesía. / Siempre la tuve cerca si la necesitaba. / Con su frialdad de nieve, con su calor de lava, / con su perfume pulcro y apuesta melodía», escribe el poeta, porque para él la poesía lo es todo, la vida de todos, la vida misma: «La vida es todo, amor, la vida es nada. / La vida es una luz que a veces brilla / y otras veces esconde su lucero». Enrique Morón: poeta.

Título: Oscura transparencia
Autor: Enrique Morón
Editorial: Port-Royal (Granada, 2015)

Oscura transparencia. Enrique Morón por José Antonio Santano

OSCURA TRANSPARENCIA

 Una vez más nos sumergimos en el universo lírico de quien ostenta por derecho propio el noble oficio de poeta. No es fácil hallar en el panorama poético español una voz tan personalísima como la del cadiareño Enrique Morón, quien con su última entrega, bajo el oxímoron “Oscura transparencia”, nos invita a zambullirnos en la mar incontenible de sus versos. Morón nos muestra una vez más su universo lírico, iluminado por el metro clásico, de arte mayor principalmente (endecasílabo y alejandrino), fluye como agua de manantial. Resplandecen en “Oscura transparencia” los sonetos, cuartetos y tercetos, que el poeta domina, dotando así al poema de una solidez y musicalidad indiscutible. Morón libera a la palabra y ésta se aloja luminosa en cada uno de los poemas que integran las cinco partes en las que queda dividido el libro: “Reflexión”, “Poemas de amor”, “Antiguos lares”, “La poesía” y “Despedida en tercetos”. El estilo singular de Morón queda patente en este libro, su extraordinaria versatilidad y su capacidad creativa vienen a confirmar, una vez más, que nos encontramos ante un gran poeta, con una voz capaz de seducir al lector en cada verso. Morón aboga por la desnudez y la profunda reflexión («Hoy el vuelto a mi aldea, la que dejé buscando / aquellas aventuras al borde del abismo. / Pero al volver he visto, con dolor, hasta cuándo / los años me ultrajaron, que ya no soy el mismo»), alía estética y ética, construye desde el conocimiento y la experiencia un discurso poético sobresaliente, de forma que la emoción y la belleza complementan, suman y añaden valor y crédito a su lírica al mostrarse desnudo y libre. Morón, instalado en su soledad y silencio, apartado del artificio poético actual –corren malos tiempos para todo-, en esa búsqueda continúa por la verdad –su verdad-, llama nuestra atención, nos alerta del momento actual cuando escribe: «No corren buenos tiempos. Instalose la ira / con toda su cohorte, sobre los aledaños / del desahucio, del hambre, de la sombra y la pena. / Se sublimó el cinismo. Se impuso la mentira / sobre la honestidad y han de quedar sus daños, / como clavel de acero que todo lo cercena». Resumen estos tercetos la alianza a la que antes nos referíamos entre estética y ética, el poeta desde la serenidad que proporciona el tiempo vivido profundiza sobre los avatares de la vida, observa su alrededor y no puede acallar su voz, se libera para ascender a la más alta cima de la poesía. Los temas que trata Morón en este hermosísimo tratado de vida, de poesía son, también, tradicionales: el tiempo, el amor, la muerte, la amistad, incluso, la propia poesía. El poeta, como ser humano que es, no muy distinto al resto, no puede desligarse de esa condición, y habla y escribe de lo que siente, y lo embellece con la palabra exacta, diamantina, hallada en la infinitud del firmamento. Así, atento al paso del tiempo dice: «Pues el tiempo no pasa inútilmente; / siempre te deja huellas si no heridas / que desbordan los surcos de la frente. / Y del rosal sus flores encendidas / cuando llega el otoño, doloridas, / de un soplo se desmayan en la fuente». Vivir cada momento, saber que el otro está ahí, en el silencio de la noche o en el trinar del día es la esencia, el luminoso rayo del amor que es el todo y la nada: «No sé de qué metal, de qué armonía / se han ahormado tus años en los míos / que en tu vida me siento más urgente. / Si en tu silencio hallé la melodía, / no me dejes de amar, serenos bríos / que hacen vibrar mi corazón doliente».


En los recuerdos también la vida, ese soplo, ese silbo que despierta los días, la imagen del padre, de su muerte, la heredad del aire en este cuarteto del poema “El poeta piensa en su padre”: «Hoy la vejez me ofrece tu elegancia, / cuando me encuentro al borde del abismo; / y ya es de ti tan corta la distancia, / que estás en mí y estoy contigo mismo». Pero si hay un sentimiento que ennoblece al hombre, al poeta, ese es el del amor fraterno, el amor hacia el otro. La unión al otro por el vínculo invisible de la amistad, la que el poeta profesa al también poeta Fernando de Villena y que resume en los tercetos encadenados de esta “Epístola…”: «Nunca dobles el pie. Alza la frente. / Sigue la línea recta, pues la vida / da mordiscos y besos y es prudente / sellar con labios de clavel la herida / que a dentelladas te sajó la envidia / que nunca cesa cuando está encendida». El fuego de la vida, las brasas del amor, de la amistad, del humanismo que aflora en la palabra luciente de Morón son rasgos de su poesía: «No sé que hubiera sido de mí sin la poesía. / Siempre la tuve cerca si la necesitaba. / Con su frialdad de nieve, con su calor de lava, / con su perfume pulcro y apuesta melodía», escribe el poeta, porque para él la poesía lo es todo, la vida de todos, la vida misma: «La vida es todo, amor, la vida es nada. / La vida es una luz que a veces brilla / y otras veces esconde su lucero». Enrique Morón: poeta.



Título:Oscura transparencia
Autor:Enrique Morón
Editorial:Port-Royal (Granada, 2015)

Oscura transparencia. Enrique Morón por José Antonio Santano

OSCURA TRANSPARENCIA

  Una vez más nos sumergimos en el universo lírico de quien ostenta por derecho propio el noble oficio de poeta. No es fácil hallar en el panorama poético español una voz tan personalísima como la del cadiareño Enrique Morón, quien con su última entrega, bajo el oxímoron “Oscura transparencia”, nos invita a zambullirnos en la mar incontenible de sus versos. Morón nos muestra una vez más su universo lírico, iluminado por el metro clásico, de arte mayor principalmente (endecasílabo y alejandrino), fluye como agua de manantial. Resplandecen en “Oscura transparencia” los sonetos, cuartetos y tercetos, que el poeta domina, dotando así al poema de una solidez y musicalidad indiscutible. Morón libera a la palabra y ésta se aloja luminosa en cada uno de los poemas que integran las cinco partes en las que queda dividido el libro: “Reflexión”, “Poemas de amor”, “Antiguos lares”, “La poesía” y “Despedida en tercetos”. El estilo singular de Morón queda patente en este libro, su extraordinaria versatilidad y su capacidad creativa vienen a confirmar, una vez más, que nos encontramos ante un gran poeta, con una voz capaz de seducir al lector en cada verso. Morón aboga por la desnudez y la profunda reflexión («Hoy el vuelto a mi aldea, la que dejé buscando / aquellas aventuras al borde del abismo. / Pero al volver he visto, con dolor, hasta cuándo / los años me ultrajaron, que ya no soy el mismo»), alía estética y ética, construye desde el conocimiento y la experiencia un discurso poético sobresaliente, de forma que la emoción y la belleza complementan, suman y añaden valor y crédito a su lírica al mostrarse desnudo y libre. Morón, instalado en su soledad y silencio, apartado del artificio poético actual –corren malos tiempos para todo-, en esa búsqueda continúa por la verdad –su verdad-, llama nuestra atención, nos alerta del momento actual cuando escribe: «No corren buenos tiempos. Instalose la ira / con toda su cohorte, sobre los aledaños / del desahucio, del hambre, de la sombra y la pena. / Se sublimó el cinismo. Se impuso la mentira / sobre la honestidad y han de quedar sus daños, / como clavel de acero que todo lo cercena». Resumen estos tercetos la alianza a la que antes nos referíamos entre estética y ética, el poeta desde la serenidad que proporciona el tiempo vivido profundiza sobre los avatares de la vida, observa su alrededor y no puede acallar su voz, se libera para ascender a la más alta cima de la poesía. Los temas que trata Morón en este hermosísimo tratado de vida, de poesía son, también, tradicionales: el tiempo, el amor, la muerte, la amistad, incluso, la propia poesía. El poeta, como ser humano que es, no muy distinto al resto, no puede desligarse de esa condición, y habla y escribe de lo que siente, y lo embellece con la palabra exacta, diamantina, hallada en la infinitud del firmamento. Así, atento al paso del tiempo dice: «Pues el tiempo no pasa inútilmente; / siempre te deja huellas si no heridas / que desbordan los surcos de la frente. / Y del rosal sus flores encendidas / cuando llega el otoño, doloridas, / de un soplo se desmayan en la fuente». Vivir cada momento, saber que el otro está ahí, en el silencio de la noche o en el trinar del día es la esencia, el luminoso rayo del amor que es el todo y la nada: «No sé de qué metal, de qué armonía / se han ahormado tus años en los míos / que en tu vida me siento más urgente. / Si en tu silencio hallé la melodía, / no me dejes de amar, serenos bríos / que hacen vibrar mi corazón doliente».


En los recuerdos también la vida, ese soplo, ese silbo que despierta los días, la imagen del padre, de su muerte, la heredad del aire en este cuarteto del poema “El poeta piensa en su padre”: «Hoy la vejez me ofrece tu elegancia, / cuando me encuentro al borde del abismo; / y ya es de ti tan corta la distancia, / que estás en mí y estoy contigo mismo». Pero si hay un sentimiento que ennoblece al hombre, al poeta, ese es el del amor fraterno, el amor hacia el otro. La unión al otro por el vínculo invisible de la amistad, la que el poeta profesa al también poeta Fernando de Villena y que resume en los tercetos encadenados de esta “Epístola…”: «Nunca dobles el pie. Alza la frente. / Sigue la línea recta, pues la vida / da mordiscos y besos y es prudente / sellar con labios de clavel la herida / que a dentelladas te sajó la envidia / que nunca cesa cuando está encendida». El fuego de la vida, las brasas del amor, de la amistad, del humanismo que aflora en la palabra luciente de Morón son rasgos de su poesía: «No sé que hubiera sido de mí sin la poesía. / Siempre la tuve cerca si la necesitaba. / Con su frialdad de nieve, con su calor de lava, / con su perfume pulcro y apuesta melodía», escribe el poeta, porque para él la poesía lo es todo, la vida de todos, la vida misma: «La vida es todo, amor, la vida es nada. / La vida es una luz que a veces brilla / y otras veces esconde su lucero». Enrique Morón: poeta.



Título: Oscura transparencia
Autor: Enrique Morón
Editorial: Port-Royal (Granada, 2015)