Antes que el tiempo fuera. Juana Castro, por José Antonio Santano

ANTES QUE EL TIEMPO FUERA
ANTES QUE EL TIEMPO FUERA



En este tiempo que nos ha tocado vivir, tan de soslayo, se agradece que de vez en cuando alguien nos llame la atención de manera que sintamos ese escalofrío de la palabra que vuela como un pájaro, libre hacia todos los silencios del mundo. La Naturaleza al desnudo, en su absoluto sequedal de desierto, en las azules aguas de la mar o el deslumbrante agujero del espacio sideral. Descender al más profundo de los silencios o escalar a los altos altares de la vigilia. Mirar al infinito horizonte y comprender los límites de la vida, del alma toda. ¿No hay ya futuro? ¿Hacia dónde el sendero, la nave, el vuelo? ¿Quién nos guiará, qué luz o viento señalará la dirección correcta? ¿Dónde el tiempo para la esperanza? La vida misma en su exacta incertidumbre: agua y fuego, tiniebla y luz. Regresar a los orígenes del cosmos y descubrir la grandeza de tanta oscuridad y silencio, la cruel realidad de la herida que sangra, el dolor de la ausencia. A todo esto y más responde el libro “Antes que el tiempo fuera”, de Juana Castro (Villanueva de Córdoba, 1945), merecidísimo XXV Premio de Poesía Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina”. Se agradece, y mucho, que un premio como este se distinga por la indiscutible calidad de la obras, en este caso ya patente por la larga trayectoria de la poeta galardonada. Y, ciertamente, el libro en cuestión es tan complejo como sublime, tan hondo como bello. Se aúnan en él todo el poder de la Naturaleza y la emoción extrema de lo vivido. Juana Castro ha compuesto una obra poético-sinfónica, de gran calado, determinante en su expresión y concepción del mundo. 
ANTES QUE EL TIEMPO FUERA
Con “Antes que el tiempo fuera”, Castro regresa a la verdad poética -su verdad-, como símbolo de lo eterno, poesía de la celebración de la vida en su más amplio sentido, indagadora de lo desconocido y por venir: «Mamá Amaltheus, en su nube de encaje,/ canta y mece al pequeño pinzón recién nacido […] y mamá Amaltheus, la fósil, / la más vieja, / renqueando en la noche primera de los mundos». Principio y fin de lo creado, la herida abierta de la vida crece en cada verso, en cada palabra como un sol que irradia luz y despertares cálidos. La emoción de lo vivo, que se transforma, se metamorfosea en infancia, ese lugar que nunca es olvido: «Hay un lugar de la memoria / una niña / de trenzas y sombrero / que abre los ojos grandes / a un mayo de posguerra». Un grito que se abisma en el silencio de los campos y dehesas, los encinares, un terrible lamento que el viento lleva de un lado al otro del mundo, como un triste presagio, una tragedia. Pura esencia en soledad de la mujer campesina, dibujada en el luto de la noche casi siempre y la navaja todo ajuar en la dureza del verso de la poeta, que resiste al igual que sus ancestros, que no renuncia al agridulce sabor de la vida: «Una navaja siempre a mano, / colgada al delantal o en el bolsillo. / Igual corta las setas, los cardillos, las fieras / tan verdes del arroyo / que el pan en rebanadas al almuerzo. // Al casar una moza, su regalo primero la navaja». La mirada fija en la Naturaleza, como única madre que nos cobija y protege, nos enseña y castiga. Amaltheus no es sino esa Madre luz, todas las Madres en una, savia y alimento, soledad: «Quien no haya sido náufraga no sabe / la desnudez de cada hora / ni el silencio flotando a la deriva / ni el dormir vigilante como cuando / se amamanta a un hijo en la tormenta». Pero la vida es un tren de ida y vuelta, una estación cualquiera, un destello de luz, amorosa entrega: «Fue en un baile / al terminar la guerra. Ellos / regresaban gallardos, todavía en los ojos / la apostura real del uniforme. / Ellas / estrenaban primores y sonrisa / después de tantas lágrimas. Y juntos / festejaban el fin de los cadáveres». 
Juana Castro ha construido un sabio discurso, complejo e innovador, de enorme simbología, en un intento de recuperar, en plena madurez, todas las ausencias (dolorosa resistencia por la ausencia de su nieta Sara): 
«Madre / de la Unción y las Eras, sálvala. /
 Llénale los alveólos /
 de luz, moja /
 sus neuronas prensadas, 
/ su intacta calavera, /
 la calima /
 de sus peces sin flor». 

Es la voz de la experiencia, de la emoción extrema, que no deja duda alguna sobre la fuerza de la palabra, el temblor del verso: 
«¿Tú sabes, niña, amiga, palabra? 
/ ¿Sabes tú, madre mía, este titán 
/ de bogar río arriba /
 a la contra del tiempo?».

 El paso del tiempo como una losa que poco a poco ocultará la vida, la espera en soledad: 
«La soledad del mundo, madre mía […]
–Dame la mano, aguarda, /
 es el aullido /
 del ciclón y la niebla, /
 más allá /
 más allá 
/ del silencio», 
escribirá Castro. La soledad que los años proclaman en el rosto y los labios de la fósil madre hija y abuela ahora, en un grito que recorre la tierra: 
«A la abuela ammonites no le caben /
 ya más pesares ni congojas / 
y ahora el sol escupe llamaradas, 
/ la era de los fuegos cabrillea, 
/ canta para espantar a los oráculos, 
/ sabe que morirá / con la última gruta»; 
es el miedo que alumbra el camino, perseverante, ¡tan frío, tan humano!: «¿Tienes miedo, Amaltheus? […] Sí, tienes miedo del tiempo, ese gigante / con forma de muchacha / que ya no reconoces. […] Descasa ya, Amaltheus, en la valva vacía. / Era tan sólo el tiempo». “Antes que el tiempo fuera” es uno de esos libros en los que hallamos la poesía en toda su esencia, el conocimiento, la emoción, la vida misma, la sabia escritura de una grandísima y universal poeta española: Juana Castro.

JUANA CASTRO
ANTES QUE EL TIEMPO FUERA de JUANA CASTRO.


Título: Antes que el tiempo fuera
Autor: Juana Castro
Editorial: Hiperión (Madrid, 2018)

LUNAS DE ORIENTE



El poeta cordobés-almeriense José Antonio Santano publica su último libro, “Lunas de oriente” en una cuidada edición de la editorial granadina Dauro. Los poemas vienen acompañados por su correspondiente traducción al árabe hecha por Meimouna Hached Khabon. Ver el poema en su grafía árabe junto al texto original da una belleza añadida al original, aparte de su finalidad primera.

LUNAS DE ORIENTE
LUNAS DE ORIENTE
 DE JOSÉ ANTONIO SANTANO
“Lunas de oriente” no es un poemario de recreación de los grandes motivos de la poesía árabe, aunque algunos de ellos permanezcan, claro está. Los títulos de algunos de los poemas remiten a ese universo, “En tu nombre Bagdad”, “El jardín del granado”, “Desde el Eufrates al Guadalquivir”. En la dedicatoria aparecen poetas y artistas iraquíes, sirios, turcos, tunecinos, palestinos. Pero lo que el lector va a encontrar en “Lunas de oriente”, además de poesía, es una denuncia, 

“cuando abre la noche 
/ el misterio en las rosas /
 y es la mar un relámpago 
/ de dolor la mirada /
 que yace en la niebla 
/ de la muerte en arenas /
 de una playa cualquiera /
 y a una hora maldita”

 Los versos de “El jardín del granado” son una crónica concisa y desgarrada de la realidad de esos pueblos que llamamos oriente: 

“desde entonces
 la voz fue acallada 
cortadas las manos
 destruidas ciudades 
bibliotecas ardiendo
 en la noche más larga 
 los hogares vacíos
 por huir del desastre 
de la guerra continua
 en infierno de vida
 de exiliados que andan
 con pesadas maletas
por el mar asesino”.

LUNAS DE ORIENTE 
 
Suelen los poemas empezar con una descripción sensorial y emotiva de la realidad para volver los ojos luego a los tiempos de hoy. El poema “Últimos versos” evoca la belleza de Estambul “verso a verso desnudo / en la sangre los verbos / que amamantan los valles / y en la mar los silencios” para volver, compasivo, “al dolor del exilio / en los montes hermanos / clausuradas fronteras / que disparan sus balas / al hermano que huye / de la guerra que duele / como única lágrima”.

Belleza y denuncia, tradición y actualidad encontrará el lector en esta “Lunas de oriente”; no sólo la referencia a un universo común, sino en también, y sobre todo, el dedo en la llaga de un presente de exilio, desarraigo y muerte del que todos somos responsables.


Tomás Hernández

JAQUE


Fernando Martínez López

LITERATURA Y AJEDREZ, COMO LE GUSTABA A STEFAN ZWEIG

 

autor: 


Fernando Martínez López





-¿Eres Baruch Eisenstein?
Respondió que sí, apenas un hilo de voz. Luego, el silencio. Helmut Völler lo observaba con descaro, cartografiando las arrugas, líneas y ángulos de su cara, comparándolos con los de la fotografía que sostenía en la mano. En la otra, un cigarrillo emitía cabriolas de humo. Intermitentemente le daba una calada y un velo nicotínico apantallaba su rostro. El parecido con la fotografía era difuso, pero sí, era Eisenstein, mantenía la inteligencia en sus ojos. El resto era pellejo descarnado y pestilencia.
-Que le den una ducha y ropa limpia –ordenó-. Traédmelo cuando esté listo.
Baruch Eisenstein se percató del tablero de ajedrez antes de abandonar la habitación, las piezas colocadas con precisión milimétrica. Cuando regresó con la dignidad física recuperada, se lo encontró sentado junto al tablero. Enfrente, una silla vacía que le ofreció con un gesto.
-¿Sabes quién soy? –Negó con la cabeza-. Helmut Völler, campeón alemán. ¿Qué te parece un duelo entre el mejor ajedrecista alemán y el polaco?
-Me agradaría enormemente jugar una partida.
Jaque. Fernando Martínez López

Esa voz, cascada, partida, como si el sufrimiento se hubiera hecho lepra en las cuerdas vocales. Völler encendió con parsimonia otro cigarrillo, arrendijó los ojos.
-Pero no una partida cualquiera, sino a vida o muerte. Ganas: vives. Pierdes: mueres. Quiero que estrujes hasta la última neurona de tu cerebro.
Baruch lo miró horrorizado. En las sienes se le marcaba el ritmo alocado de su corazón. Difícil pensar en esas condiciones, difícil pensar con el cuerpo desnutrido y maltratado, difícil todo, pero la vida le pendía de un hilo muy frágil y sólo restaba un invisible fleco para que no terminara de romperse. Se convertiría en araña para no desprenderse de él.
El sorteo le ofreció salir con blancas. Vamos, Baruch, aún eres capaz, tienes miles de jugadas memorizadas en los mapas de tu cerebro. Se decidió por una apertura vienesa que favorecía un juego pasivo, más acorde con su velocidad de pensamiento después de varios meses como inquilino del infierno. Völler no se inmutó, y cada movimiento lo acompañaba de una bocanada de humo, conforme las fichas iban ocupando posiciones en el campo de batalla donde ya se hacía sangre con alguna de las piezas. Iban cayendo como las vidas de tantos otros en aquel lugar, y Baruch Eisenstein con la mirada afilada, sudoroso, exprimiendo su capacidad intelectual como nunca lo había hecho, jugándose la propia existencia ante un rival poderoso. En el movimiento veintitrés, sin embargo, el alemán tomó una decisión inesperada con la dama. No, no podía ser, ¿sería acaso una celada, una trampa para que picara el anzuelo? Revisó las fichas con ojos sorprendidos, atentamente. Esa disposición... Era prácticamente la misma que con la que había logrado hacerse con el campeonato polaco, no había trampa posible y sabía lo que tenía que hacer. Levantó la mirada. Völler ya no fumaba. Por el contrario, una leve contracción de labios denotaba la consciencia de su error. Baruch jugó. En siete movimientos supo que tenía la partida ganada, que era araña que había conseguido reforzar el hilo para no despeñarse, ya sólo quedaba el paso definitivo para el jaque, para salvar su vida, volver al barracón, a los trabajos forzados, a la comida insuficiente y asquerosa, a los golpes e insultos, a la tabla donde dormía encogido por el frío, a las picaduras de piojos y chinches, a la desesperanza que vitrifica los ojos... Cambió de idea y desplazó la pieza indebida, la que precipitó brevemente el cataclismo de su derrota.
-Has perdido, Eisenstein.
-Sí.
Contestó con el sonido de un cristal fragmentado. Helmut Völler sacó su pistola, apuntó a la cabeza de Baruch, tembloroso, los ojos fuertemente apretados, los segundos que se alargaban sin que se produjera la detonación... El oficial guardó el arma ante su extrañeza.
-Vete.
Baruch comenzó a levantarse lentamente de la silla. Sus piernas apenas lo sostenían. Antes de abandonar la habitación, se giró.
-¿Por qué me perdona?
El oficial de las SS mostró una sonrisa sucia.
-Porque sé que me has dejado ganar, judío. Pero no te equivoques: en este campo de concentración tú ya estás muerto.

Abdul Hadi Sadoun

TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ de Abdul Hadi Sadoun

TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ
TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ


El silencio colma la estancia. En esa soledad de lo por crear el abismo es infinito y el poeta sabe que no hay otra forma que abandonarse en el vacío para alcanzar el cielo. Pues no otra cosa que abismo es la verdadera poesía. En ese tránsito hacia no se sabe dónde la palabra germina como la única voz del universo. El poeta se abstrae en la contemplación de las cosas, que las mira pero abismándose en ellas, adentrándose hasta el fondo para beber de la emoción de haber vivido en ellas toda la soledad y el silencio de su existencia. Es un instante solo, tal vez una décima de segundo, un estallido de luz y color, una llama que prende y se propaga vertiginosa, la palabra. Solo con ella el poeta es capaz de transformar el mundo, imaginar otros tan desconocidos como apasionantes, y así, una tras otra, las palabras van de un lado a otro, suben y bajan, se adentran en la caverna y nacen a la luz de la alborada y el sueño. En esa tradición de lo oculto y desconocido aparece un lenguaje sublime, intenso y bello. Desde tiempos inmemoriales la palabra esculpida en los silencios de la noche, la que nos habla, por fortuna de lo humano y lo divino, que vuela libre por el aire, de Oriente a Occidente, y viceversa. 

 Todos escriben sobre el amor menos tú.


Llega hasta nosotros hoy la palabra poética de Abdul Hadi Sadoun (Iraq, Babdad, 1968), una voz serena, que comparte tanto en lengua española como árabe, uno de sus valores principales, y que en esta ocasión decidió que fuera en español, dando así al poemario una dimensión distinta. Abdul Hadi ha publicado numerosos libros, entre los que destacan: Escribir en cuneiforme (2006),Plagios familiares (2008), Pájaro en la boca y otros poemas (2009), Siempre todavía (2010, Campos del extraño (2011) y Memorias de un perro iraquí (2016). Un poemario y una novela son las dos últimas entregas de Sadoun: en Campos del extraño (selección de su poesía) el paisaje de Castilla y la influencia de Machado es una constante («En el mismo tren de cercanías / o de tercera / que te llevó hace ya un siglo / voy / pero con el equipaje repleto de recuerdos / dejando Madrid atrás / y más aún Babdad»; en Memorias de un perro iraquí, nos encontramos con la entrañable pero triste historia de una familia de galgos, en la que Líder será el único superviviente tras el devastador conflicto bélicon que acontece en Iraq, en un claro homenaje a Cervantes, no olvidemos que Sadoun es también un hispanista. Esta circunstancia viene avalada por su poemario más reciente: Todos escriben sobre el amor menos tú, del sello editorial “Bala Perdida”. El tema principal de este libro no es otro que el amor, que ya deducimos de su título. El amor como centro y periferia, razón primera y última de la existencia humana. En este poemario Sadoun ha buceado en la tradición literaria árabe y española, y en ese abismarse del que se hablaba al principio de este comentario ha surgido la luz de nuevo, la esperanza en el futuro, pero solo si de la mano del amor procede, como así nos dice Ben Jafacha, de Alcira: «La mano del amor nos vistió en la noche con una túnica / de abrazos que rasgó la mano de la aurora», o el propio Abdul, en ese juego de imágenes y espejos: «No hay vencedor más que el beso / -me comunican- / beso de vino inocente / en el que bebemos hasta la embriaguez / y comemos sin cesar, su maná», versos pertenecientes a la primera parte del libro, de título “El desorden de los días”. El poeta, incansable, busca en la oscuridad y la luz, se adentra en su propio interior, en su alma («Aquí el alma no se derrite, / se regala»), sin importarle el tiempo, porque solo le basta el deseo de hallar esa palabra mágica, ese temblor que lo devasta todo y todo lo deslumbra: el amor. Por eso no hay cansancio, tampoco dolor, nada que se interponga, y así, contundente, escribe Sadoun: «Hacia ti, / apenas hay camino». El tiempo no existe en esa búsqueda del yo y el tú para ser uno, un cuerpo y un alma, una palabra que defina el mundo, una sola razón: «Dame una razón para saltar / las vallas del querer / para intentarlo en contra del límite / y para amar profundamente». En la segunda parte del libro: “El rincón de las fechas impares”, Sadoun cambia de registro, optando por la reflexión profunda y la brevedad en todos los poemas que la conforman. El verso en su esencia, la palabra como temblor en ese abismarse hacia dentro para hallar la luz, como así se muestra en el poema 17/3: «En los libros / inventamos la historia, / en la palabra, la vida. / ¿En qué rincón de la memoria / -oh Hacedor de los huecos- / sembramos el olvido?». La influencia de la obra machadiana en Abdul Hadi es constante, como así nos llega en estos versos: «Leer, escribir, comer / o como se dice / hacerse la vida. / Pero el sabio Machado / lo dijo hace mucho: «Un corazón solitario / no es un corazón». La soledad, el paso del tiempo, el amor en todas sus formas posibles sustentan este interesante poemario. Porque, como dice el también poeta Juan Carlos Mestre en su prólogo: «Pasión y memoria del amor vivido , amor y nostalgia de lo pasionalmente imaginado, la ancestral invocación a cuanto aún anima la resplandeciente belleza de quien no está solo en el coro humano, sino rodeado espiritualmente de presencias benéficas…» 
Así es, sin duda, la extraordinaria voz poética de Abdul Hadi Sadoun. 

Abdul Hadi Sadoun
Abdul Hadi Sadoun


Título: Todos escriben sobre el amor menos tú
Autor: Abdul Hadi Sadoun
Editorial: Bala Perdida (Madrid, 2018)

TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ de Abdul Hadi Sadoun


TODOS ESCRIBEN SOBRE EL AMOR MENOS TÚ

El silencio colma la estancia. En esa soledad de lo por crear el abismo es infinito y el poeta sabe que no hay otra forma que abandonarse en el vacío para alcanzar el cielo. Pues no otra cosa que abismo es la verdadera poesía. En ese tránsito hacia no se sabe dónde la palabra germina como la única voz del universo. El poeta se abstrae en la contemplación de las cosas, que las mira pero abismándose en ellas, adentrándose hasta el fondo para beber de la emoción de haber vivido en ellas toda la soledad y el silencio de su existencia. Es un instante solo, tal vez una décima de segundo, un estallido de luz y color, una llama que prende y se propaga vertiginosa, la palabra. Solo con ella el poeta es capaz de transformar el mundo, imaginar otros tan desconocidos como apasionantes, y así, una tras otra, las palabras van de un lado a otro, suben y bajan, se adentran en la caverna y nacen a la luz de la alborada y el sueño. En esa tradición de lo oculto y desconocido aparece un lenguaje sublime, intenso y bello. Desde tiempos inmemoriales la palabra esculpida en los silencios de la noche, la que nos habla, por fortuna de lo humano y lo divino, que vuela libre por el aire, de Oriente a Occidente, y viceversa. 

 Todos escriben sobre el amor menos tú.


Llega hasta nosotros hoy la palabra poética de Abdul Hadi Sadoun (Iraq, Babdad, 1968), una voz serena, que comparte tanto en lengua española como árabe, uno de sus valores principales, y que en esta ocasión decidió que fuera en español, dando así al poemario una dimensión distinta. Abdul Hadi ha publicado numerosos libros, entre los que destacan: Escribir en cuneiforme (2006), Plagios familiares (2008), Pájaro en la boca y otros poemas (2009), Siempre todavía (2010, Campos del extraño (2011) y Memorias de un perro iraquí (2016). Un poemario y una novela son las dos últimas entregas de Sadoun: en Campos del extraño (selección de su poesía) el paisaje de Castilla y la influencia de Machado es una constante («En el mismo tren de cercanías / o de tercera / que te llevó hace ya un siglo / voy / pero con el equipaje repleto de recuerdos / dejando Madrid atrás / y más aún Babdad»; en Memorias de un perro iraquí, nos encontramos con la entrañable pero triste historia de una familia de galgos, en la que Líder será el único superviviente tras el devastador conflicto bélicon que acontece en Iraq, en un claro homenaje a Cervantes, no olvidemos que Sadoun es también un hispanista. Esta circunstancia viene avalada por su poemario más reciente: Todos escriben sobre el amor menos tú, del sello editorial “Bala Perdida”. El tema principal de este libro no es otro que el amor, que ya deducimos de su título. El amor como centro y periferia, razón primera y última de la existencia humana. En este poemario Sadoun ha buceado en la tradición literaria árabe y española, y en ese abismarse del que se hablaba al principio de este comentario ha surgido la luz de nuevo, la esperanza en el futuro, pero solo si de la mano del amor procede, como así nos dice Ben Jafacha, de Alcira: «La mano del amor nos vistió en la noche con una túnica / de abrazos que rasgó la mano de la aurora», o el propio Abdul, en ese juego de imágenes y espejos: «No hay vencedor más que el beso / -me comunican- / beso de vino inocente / en el que bebemos hasta la embriaguez / y comemos sin cesar, su maná», versos pertenecientes a la primera parte del libro, de título “El desorden de los días”. El poeta, incansable, busca en la oscuridad y la luz, se adentra en su propio interior, en su alma («Aquí el alma no se derrite, / se regala»), sin importarle el tiempo, porque solo le basta el deseo de hallar esa palabra mágica, ese temblor que lo devasta todo y todo lo deslumbra: el amor. Por eso no hay cansancio, tampoco dolor, nada que se interponga, y así, contundente, escribe Sadoun: «Hacia ti, / apenas hay camino». El tiempo no existe en esa búsqueda del yo y el tú para ser uno, un cuerpo y un alma, una palabra que defina el mundo, una sola razón: «Dame una razón para saltar / las vallas del querer / para intentarlo en contra del límite / y para amar profundamente». En la segunda parte del libro: “El rincón de las fechas impares”, Sadoun cambia de registro, optando por la reflexión profunda y la brevedad en todos los poemas que la conforman. El verso en su esencia, la palabra como temblor en ese abismarse hacia dentro para hallar la luz, como así se muestra en el poema 17/3: «En los libros / inventamos la historia, / en la palabra, la vida. / ¿En qué rincón de la memoria / -oh Hacedor de los huecos- / sembramos el olvido?». La influencia de la obra machadiana en Abdul Hadi es constante, como así nos llega en estos versos: «Leer, escribir, comer / o como se dice / hacerse la vida. / Pero el sabio Machado / lo dijo hace mucho: «Un corazón solitario / no es un corazón». La soledad, el paso del tiempo, el amor en todas sus formas posibles sustentan este interesante poemario. Porque, como dice el también poeta Juan Carlos Mestre en su prólogo: «Pasión y memoria del amor vivido , amor y nostalgia de lo pasionalmente imaginado, la ancestral invocación a cuanto aún anima la resplandeciente belleza de quien no está solo en el coro humano, sino rodeado espiritualmente de presencias benéficas…» 
Así es, sin duda, la extraordinaria voz poética de Abdul Hadi Sadoun. 

Abdul Hadi Sadoun
Abdul Hadi Sadoun


Título: Todos escriben sobre el amor menos tú
Autor: Abdul Hadi Sadoun
Editorial: Bala Perdida (Madrid, 2018)

PRESENTACIÓN DEL LIBRO MAX. 23 KG. DE ANA LÓPEZ



Librería Bibabuk jueves 31 de mayo 2018 19,30
Por María Ángeles Lonardi


La literatura de Ana va de lo conocido a lo desconocido. Es capaz de recorrer lugares que no existen y de llevarnos a sitios insospechados. Y tiene además, una particularidad, convierte lo fantástico en cotidiano y descubre en lo cotidiano, la magia. Porque su literatura es vital, es aventura, es libertad, es viaje.
Un viaje hacia el otro lado del mundo o hacia ese sitio donde está tu lugar en el mundo. Un billete hacia tu nueva vida, hace de punto de partida y la maleta, tu equipaje: que sólo podrá ser máximo 23 kg. Y como un “mantra” maldito te coarta, te limita, te comprime, te ahoga…sin embargo, no renuncias a nada, ni a tu pasado. Lo quieres llevar todo. Lo único verdaderamente difícil, es saber qué merece la pena ser cargado, -como dice en la contraportada del libro-.

ANA LÓPEZ junto  MARÍA ÁNGELES LONARDI

PRESENTACIÓN DEL LIBRO MAX. 23 KG. DE ANA LÓPEZ



Este libro, muy pequeño, compacto, como un extracto, como un perfume caro, “comprende las historias de aquellos 23 kg que arrastré por Chile, Colombia y Uruguay para traerlos de vuelta a Sevilla”- nos dice la autora-.
Ana habla en este libro de historias y de viajes. Y viajar exige un aprendizaje. No todo el mundo se adapta, ni sabe organizarse.
A pesar de estar acostumbrados a viajar, algunos no sabemos hacerlo aun y al hacer ese “verdadero ejercicio de desapego”, vuelves a “tentarte” y vuelves a caer y a acumular cosas innecesarias; y al final, siempre tienes la sensación de que no haces bien las cosas; la sensación de que no te vas del todo, sobre todo, cuando repartes tus cosas entre familiares y amigos.
Y vuelves a desprenderte de cosas.
Quiero destacar la frase que toma el prólogo de Alfredo Zitarrosa:
No eches en la maleta lo que no vayas a usar. Son más largos los caminos pal que va cargao de más”. Y esto es una gran verdad!


En este libro están las historias de gente con la que Ana compartió el viaje, gente con la que se cruzó por el camino, la que desapareció, la que se encontró, se imaginó y la que ha tenido que buscar con sus fotos, dibujos y aportaciones, porque toda esa gente le aportó algo, porque la vida es un poco así. La vas armando de a trocitos, con lo que te dan, lo que haces, te enseñan, aprendes historias inconexas, piezas de un rompecabezas que un día se hacen mural, encajan a la perfección y luego vuelves a tu entorno a tu “normalidad” y la aerolínea te recuerda las normas: Máximo 23 KG.


Este libro es el relato de un periplo fantástico, un tanto evocador, y un poco loco, pero tan cercano que no te dejará indiferente.
Por ejemplo, nos descubre a Omar enamorado de una sirena. Luego, juega con la realidad y la fantasía para hablarnos del origen de un río que desemboca en un inmenso valle de varios kilómetros. Y el relato es como una leyenda, un cuento fantástico.


Después, muy hábilmente, es capaz de la mayor ternura cuando nos cuenta historias de zapatos, especialmente los zapatos rojos y te hace creer en fetiches expectativas para darte la puntilla en el final del relato.


La vida está llena de casualidades extrañas y de encuentros impensados, inusuales, raros con mariposas amarillas, las “Eacles imperialis” como las que abundan en Uruguay.


Y nos trae a la realidad, a la cruel realidad. Te mete el miedo en el cuerpo cuando nos habla de esa gente, que la sorprende, con la habilidad de distinguir los bombardeos o el ruido de las balas al caer.
Y nos deja bien claro que la muerte, hace mucho que dejó de ser algo personal para ser de todos, como lo es en Colombia. Y cómo es de difícil aceptar o entender que lo único que nos puede salvar, es reconstruir desde el inicio, desde el principio.


Luego nos provoca, con el sexo entre las manos y habla de una mujer que no está, que no puede verse, sino como una imagen que alcanza apenas a completar una fotografía…
También aparece una hermana, Alicia, que se refugia en una pared blanca para escapar de la locura.


Y Ana sigue de viaje. Le habla a su compañero de aventuras con mucha ternura…y se pone romántica la cosa…Y es capaz de contarnos una historia de café y tostadas, de la tristeza de no poder cambiar el destino, de la vida cotidiana, de estar en paro hace más de dos años y con casi 45 años, sin oportunidades, hilvanando una historia de esas en las que nunca pasa nada…pasa la vida y se consume en el tedio y la monotonía y de pronto, una entrevista: ¡cómo puede cambiarte la vida en un segundo!
Y en un segundo la vida puede esfumarse como la de las protagonistas de la película, en la que puedes armar la historia. Y te deja pensando…


Y te deja perplejo al rescatar una palabra, MAMIHLAPINATAPAI, de los nativos Yámanas de Tierra del Fuego. Es la palabra más concisa para describir “esa mirada” de deseo mutuo pero, es casi impronunciable!


Y en un intento de acercarnos al azul cielo aparece una mujer que habla del color de su tinte del pelo y ya no sabes qué pensar…

PRESENTACIÓN DEL LIBRO MAX. 23 KG. DE ANA LÓPEZ


Pero Ana sigue con los relatos, Ana sigue metiendo relatos en la maleta.
Y nos habla de la espera, frente al mar, de las raíces que se quedan en algún lugar, de ser mujer, tierra, fuego, elemento…


Y por si fuera poco, por si quedara sitio para algo más, nos deja un cuento que se titula “desromántico de tres actos”, como colofón. El Herrero y la Ninfa: son protagonistas de una bonita historia que nos trae el Viento del sur. Un viento que no puede irse, pero tampoco quedarse…como si no pudiera emprender el viaje…


Y recuerda, si quieres viajar, seguramente en la aerolínea te dirán que, de equipaje: Máximo23 Kg.

MANUMISIÓN DE JOSÉ CABRERA POR JOSÉ ANTONIO SANTANO

JOSÉ ANTONIO SANTANO
SALÓN DE LECTURA DIARIO DE ALMERÍA POR JOSÉ ANTONIO SANTANO

MANUMISIÓN DE JOSÉ CABRERA

Nada mejor que la oscuridad y el silencio para buscarse a sí mismo y al otro. Abismarse en las profundas y procelosas aguas de la nada para descubrir –intentarlo al menos- la razón primera, el origen, tal vez la verdad –nuestra verdad-, esa que pueda sustentar la esperanza, la creencia en un horizonte, en una luz capaz de deslumbrar y deslumbrarnos, como un gran faro en la oscura inmensidad de la noche y el mar. Enfrentarse al vacío, desnudar el alma lentamente, hundirse en el silencio absoluto, y mirarse en el espejo, frontal a tu propio rostro; bucear en el interior, en esa dulce calma del pensamiento y dejarse arrastrar sin más, hacia no se sabe dónde. Levitar si así se quiere, ingrávido como una pluma o pavesa, y recorrer el mundo, el nuestro y el ajeno. Olvidar por un instante que el tiempo existe, que somos materia. Esa simple reflexión, seguramente, hará que el hombre sea algo más que sujeto. En esa búsqueda por encontrar (se) la razón última de la existencia el poeta es principal actor. Su mundo es tan amplio como limitado, la realidad (materia) por una parte y la abstracción o ficción (substancia-alma) por otra, actúan y se interrelacionan hasta crear un nuevo universo. Esto mismo adquiere matices significativos cuando se trata de la poesía, de la mirada poética, como sucede con el libro “Manumisión”, de José Cabrera Martos (Jaén, 1977), una apuesta conceptual, producto de una seria y continuada reflexión sobre la vida con un punto de inflexión que se concreta en la otredad, en el “otro”, para construir un discurso en el cual, desde la vital cotidianidad crea un universo propio, donde preocupa más el fondo que la forma. “Manumisión” es un libro complejo, donde el lenguaje toma reiteradamente forma simbólica y conceptual, y la ética es la llama inagotable, prendida siempre. Esa misma complejidad estructural y lingüística, y los recursos utilizados nos proporcionan las claves, que bien podrían resumirse en una: “el mañana”, que tanto preocupa al poeta, lo que lo acerca a una clara “poesía de la incertidumbre”, más que a una poética de la resistencia. Ese continuo estado de recelo o escepticismo, si se quiere, lleva a Cabrera a crear un universo que parte de un presente yermo y árido, inhumano en ocasiones, que expresa en un “mañana”, como así nos lo muestra de forma insistente: «Hasta mañana –les decimos-, / sin saber si habrá mañana […] Mañana o nunca abriremos, les respondías, / para volver a pintaros mañana […] Ven, siempre ven, pero dime mañana».  MANUMISIÓN DE JOSÉ CABRERALo que está por suceder, ese futuro desconocido pero que indaga el poeta en su deseo de conocimiento, de saber para renovar o cambiar el mundo, o cuando menos mejorarlo. Una nueva esclavitud parece florecer, de ahí que Cabrera Martos tomara este vocablo “manumisión” en ese empeño por liberar al hombre de sus cadenas, las que hoy sutilmente imponen los poderes políticos y económicos. Emerson, Urbano, Wittgenstein, Auden, Pavese, Blanchot, Tagore, García Lorca, San Juan de la Cruz, Eliseo Diego, Plath, Kundera, Agustín de Hipona o Nietzsche son algunas de las referencias intelectuales con las que Cabrera ha construido un discurso tan complejo como interesante desde el punto de visto poético, en un creciente juego intertextual y metafísico que no cesa de dialogar con la realidad y la ficción. En ese conceptismo y esa simbología hallamos a Cabrera Martos, en la duda que golpea continuamente: «No sé si habrá mañana / falsas perlas, cerradura / o bastante negro y blanco en este mundo / para amarnos diferentes». Cabrera necesita respirar la luz y se adentra por ello en la palabra, conceptual y simbólica, en esa búsqueda de la verdad –su verdad-, de la solidaridad –su otro yo-, la libertad –la de todos- y la belleza –en cada uno-, configurando así su particular universo: «¿Quién va, Belleza, a dudarme de ti? / ¿Dime, tú, quiénes fuimos? ¿Recuerdas? Domésticos de / una Verdad tan elástica como una venda ideal de Justicia […] Frágil es la belleza, su dureza / pervive en las espinas y en el nácar al naufragio / que el erizo y la concha proporcionan. Tú , que has sentido el peso de lo intacto, / cúmplase que te amaron». El poeta ha de buscar en su interior que es donde habita la verdad, que así dijera Agustín de Hipona, de tal manera que la voz ha de convertirse en grito y en reproche que defiende la libertad y la solidaridad entre seres humanos: «Ni he muerto, ni han vencido. / El tiempo para decir Basta / ha comenzado. Ahora el mundo / se sumerge donde los cielos son / y nos amamos. Puedes / cerrar los ojos, / olvidar la tierra». Pero si hay un poema llave en este libro no puede ser sino “Perito Moreno”, que viene a resumir todo lo dicho hasta ahora, concretado más si cabe, en estos versos: «Perito Moreno nunca es como tú o como yo, / ni es una ciudad, ni un parque: / Es un corazón que se hunde en el mar. / Es el llanto de un glaciar derritiéndose». Este es el mundo creado y la voz alarma de un poeta: José Cabrera Martos.
JOSÉ CABRERA MARTOS
Título: Manumisión
Autor: José Cabrera Martos
Editorial: Valparaíso (Granada, 2018)

LA CASA DE LA ALMEDINA


SALÓN DE LECTURA ________________________ José Antonio Santano

LA CASA DE LA ALMEDINA

LA CASA DE LA ALMEDINA
Ocurre con frecuencia que cuanto más cerca tenemos las cosas menos las valoramos. Es inexplicable, o tal vez no, que todo se trate de esa enfermedad tan española de despreciar lo nuestro, de ser incapaces de reconocer la valía de las cosas materiales y de las personas que nos rodean, consecuencia de ese defecto tan español también que es la envidia, amén de otro que campea a sus anchas como es la falta de curiosidad, que deviene en ignorancia supina. Y claro, cuando todo esto lo mezclamos en la coctelera de la vida el resultado es una bomba de relojería que en cualquier momento nos puede estallar sin más. El abandono del pensamiento y las ideas, desentenderse de lo que es natural y nos afecta a todos como seres humanos no puede traer sino terribles consecuencias. Por ello un simple libro puede ser a veces nuestra salvación, si no definitiva, sí temporal, devolviéndonos así de nuevo la esperanza en la capacidad del hombre para transformar el mundo. Y exactamente eso ocurre cuando cae en nuestras manos un libro como “La casa de la Almedina”, de Alfonso Berlanga Reyes. Un poemario que aúna estética y ética, que bebe de la más grande tradición poética universal para expresar con un estilo inconfundible en la voz de Berlanga tanto la cotidianidad como la profunda reflexión que va de la metafísica a la filosofía, incluso de la mística cristiana a la sufí. Estética y ética, porque la poesía es belleza en sí misma, «conocimiento en tanto percepción de emociones vivida de modo particular», como así dijera Carlos Bousoño; también ética como actitud ante la vida y los comportamientos humanos, discernimiento entre los conceptos antagónicos del bien y el mal. “La casa de la Almedina” corrobora una vez más (Berlanga ya lo hizo en su anterior poemario “Son aymara”) la fuerza de la palabra como único sostén de la poesía, sin olvidar que su máxima expresión se complementa con su preocupación por lo social, por todo cuanto toca la vida del hombre en la tierra. Berlanga es un poeta grande, de largo recorrido, que usa un léxico portentoso y diamantino, y su poesía, por tanto, extraordinariamente bella y lumínica, como el barrio de la Almedina representado en este poemario. 

ALFONSO BERLANGA


Con la sabiduría que le caracteriza Berlanga ha construido un discurso de belleza indiscutible, con multitud de imágenes, rítmico, con métrica de versos de arte mayor en los poemas más destacables y un estilo propio que lo diferencia y distancia, afortunadamente, de las corrientes estéticas actuales. “La casa de la Almedina” está compuesto de tres partes o bloques y una adenda. En la primera parte, “Almedina de luz” (dedicada a la memoria de Jesús Bustos, que fuera maestro y amigo del autor), el poeta fija su mirada en el propio barrio de la Almedina: sus calles, sus gitanos, su Alcazaba, su luz y sus realidades (pateros, refugiados, prostitución), su Almedina ya, como así lo expresa en estos versos:«Yo, Almedina, estirpe de canción y morería, / profundo relicario de amor y desventura, / reguero de silencios en dormidas terrazas, / mástil de mil conquistas y tules de Damasco, / esotérica imagen de tantas otredades, / desnutrido silencio que escapa sinuoso, / maldigo a quien se mofa de mi impúdica cara / y a quien sueña en mi nombre su esperpéntica risa». Pero si hay un poema determinante y contundente en verso alejandrino es, sin lugar a duda alguna, el que titula “Se fue por el camino de la noche”, que dedica a su maestro Jesús Bustos, in memoriam. Es tal el dolor del poeta que, no puede sino crear en su máxima expresión, los versos más bellos y sabios, también los más amargos: «¡Cuánto dolor tu ausencia, tus ojos luminosos, / tu estar tranquilo y dócil a pesar de los años, / tu magnánima sombra cobijando mis sueños! // No podré ya contigo compartir mis fracasos / ni los dulces paseos de palmeras y espumas, / torceré mis silencios en un mundo de absurdos / y me uniré contigo por la noche infinita». De la segunda parte “La casa de la Almedina” destacaría el poema “Zaguán”, en él Berlanga nos muestra ese otro rostro de la casa en su abisal soledad, las sombras que la habitan en el transcurrir del tiempo: «Aterido en su soledad queda el zaguán / como la casa herida y soterrada / soñando despertares de azucenas / y trinos lucernarios que de otra voz expiran». De la “Almedina de ausencias”, tercera parte del libro, fluye el amor a borbotones, vivir la ausencia de la amada y la espera de su regreso originan en el poeta una continua desazón, creciente desaliento, como el que expresa así: «Sin tu presencia vencida está la casa, / turbia de pensamientos / y de rostros ateridos, / de palabra sin esencias, / de la luz que se escapa por la altura / y del amor que, ausente tú, no existe». Pero no es verdad que no exista el amor, todo lo contrario, pervive en el poeta y el hombre y así lo declara abiertamente: «Te quiero en la totalidad de mi existencia oscura, / en todo lo que vive en mi mundo encallado, / en la fragilidad perenne que en tu ausencia es olvido». En la Adenda, dos personajes, Paco (el tapicero) y Lola (la gatuna) resumen la vida de los habitantes de la Almedina. Como conclusión y en palabras del Peñalver: «Alfonso Berlanga ha conseguido la perfección por no creer en la perfección… ha logrado ser un grandioso poeta por creer en la poesía». Irrefutable aserto.

LA CASA DE LA ALMEDINA





Título: La casa de la Almedina
Autor: Alonso Berlanga Reyes
Editorial: Alhulia (Granada, 2018)